Matar sin piedad, con impunidad ¿hasta cuándo?
Riodoce, 15 mayo, 2017/ por Ismael Bojórquez
Cuál es la diferencia, debiéramos preguntarnos. Si se trata de crímenes de la mafia, el pretexto —que no la razón— que se esgrime es que están relacionados con delitos federales y por lo tanto localmente no se les da el seguimiento adecuado que lleve al castigo de los victimarios. La estadística criminal está llena de estos casos. Más del 90 por ciento de los homicidios, seguramente. Y entonces ya ese 90 por ciento se fue al caño de la impunidad. Pero si se trata de crímenes de otra naturaleza, donde participen integrantes del crimen organizado —feminicidios, ofensas personales, pleitos en los bares, disputas familiares o por propiedades—, es la misma. Tampoco se investigan y esta vez por puro miedo. De tal forma que, durante décadas —al menos desde el sexenio de Antonio Toledo Corro—, los asesinatos relacionados con el hampa y los de alto impacto, del origen que hayan sido, nunca se aclaran. (Lugar especial ocuparía el caso de Norma Corona, pero no así el de Michel Jacobo, que quedó impune).
¿Cuándo se hará la diferencia? ¿Por qué los crímenes de alto impacto —no solo en Sinaloa sino en la mayor parte del país— nunca se aclaran? ¿Por qué están ligados al narcotráfico? ¿O al poder, al Gobierno, a los empresarios, a la Iglesia, a las compañías trasnacionales, a los caciques? ¿Cuál es la línea que los identifica y los une para que todos caigan en la misma zanja oscura, insondable, y luego en el olvido?