El País, 20 de abril de 2014
There must be
50 ways to leave your lover…
Según decía Jim Thompson, el narrador que colaboró con S. Kubrik en el guion de Senderos de gloria (entre otras) y cuyas novelas dieron lugar a varias películas memorables, hay 32 formas de contar una historia. Pero —añadía Thompson— “hay una sola trama”. Quería decir algo tan sencillo —pero hoy tan políticamente incorrecto— como que las cosas no son de 32 maneras, sino sólo de una, aunque haya diferentes modos de relatarlas, es decir, diferentes perspectivas sobre lo ocurrido: tantas, al menos, como intereses involucrados en los hechos en cuestión. Esta diversidad no es de suyo preocupante, y en muchos sentidos podría considerarse “enriquecedora”, ya que el añadir puntos de vista variados puede completar la visión que nos hacemos de lo que nos pasa. El conflicto comienza cuando nos encontramos con dos (o más) relatos, perspectivas o puntos de vista que son incompatibles entre sí, porque eso significa —si admitimos la incómoda tesis de Thompson— que al menos uno de ellos es falso. Cuando dos relatos o perspectivas son incompatibles es porque no son relatos de los mismos hechos o perspectivas acerca de las mismas cosas,o sea que quienes los relatan de estas maneras inconmensurables no están hablando de una sola y la misma trama, sino que creen vivir en mundos radicalmente divergentes.