7 mar 2010

¡Nadie puede oponerse a la ley!

¡Nada puede oponerse a la ley! FCH
Conmemoración en Ario de Rosales, Michoacán, del 185 aniversario de la instalación del primer Supremo Tribunal de Justicia de la Nación el 7 de marzo de 1815.
El Presidente Calderón convocó a todos los órdenes de Gobierno a continuar con la transformación del sistema de justicia, para que la sociedad tenga la confianza de que nada puede oponerse de facto a lo que la ley manda.
"Hagamos entre todos posible la transformación de nuestro sistema de justicia", planteó, "para que los mexicanos tengan el País de leyes que anhelan y merecen.
Para encarar ese desafío, entre otras cosas, se ha impulsado una Reforma Constitucional al Sistema de Justicia Penal, que ha sido aprobada por el Congreso y el Constituyente Permanente. Con ella, se están adoptando juicios orales, procesos simplificados y un régimen de protección a los derechos y garantías de las víctimas del delito.

Porque se trata de convertir a México en un país donde verdaderamente se proteja al inocente, donde quien sufra el delito sea lo más importante en cualquier proceso judicial, y donde las autoridades estemos plenamente comprometidas con la legalidad y con el combate a la impunidad, que es la negación misma de la legalidad.
Hoy, más de la mitad de las entidades federativas reportan avances en la implementación del Sistema con Juicios Orales. En seis entidades ya está en operación; en siete más se tiene programada este mismo año, y en otras tres ya ha sido publicada la legislación correspondiente.
Con la Reforma al Sistema de Justicia Penal, México avanza hacia un país de leyes. Desde aquí convoco a las autoridades competentes a acelerar los esfuerzos para la eficaz puesta en marcha de este sistema que, sin duda, representa una posibilidad de construir un México más justo, como el que soñara, en su momento, el insigne Morelos.
La celebración del Bicentenario, dijo, es la ocasión precisa para que los mexicanos hagan una reflexión madura del México que han construido.
Discurso completo.
Señor Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Muchísimas gracias por su invitación.
Señor Senador Carlos Navarrete, Presidente del Senado de la República y Presidente Representante del Congreso de la Unión en esta solemne Ceremonia.
Maestro Leonel Godoy Rangel, Gobernador del Estado de Michoacán. Muchas gracias por su hospitalidad.
Diputada María Guadalupe Calderón Medina, Presidenta de la Mesa Directiva del Honorable Congreso del Estado.
Magistrado Alejandro González Gómez, Presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado. Muchas gracias por su invitación.
Licenciado Jorge Moreno Martínez, Presidente Municipal de Ario de Rosales.
General Mauricio Sánchez Bravo, Comandante de la XXI Primera Zona Militar.
Señora Ministra de la Suprema Corte de Justicia, Margarita Luna Ramos.
Señoras y señores Diputados Federales; Diputadas y Diputados Locales; señor Senador por el Estado de Michoacán.
Ciudadanos arienses y michoacanos.
Señoras y señores jueces y magistrados.
Señoras y señores.
En este 2010, celebramos 200 años de ser orgullosamente mexicanos; 200 años de ser libres, 200 años como Nación.
En el Bicentenario de la Independencia recordamos el inicio, pero también lo que juntos hemos hecho en estas dos centurias, como mexicanos.
Recordamos, desde luego, a los héroes que nos dieron Patria y libertad. Y entre ellos, destaca siempre, y de manera especial, el michoacano don José María Morelos y Pavón.
Este prócer, no sólo fue un brillante estratega militar que llenó de triunfos a la causa de la Independencia, triunfos que la hicieron posible, que la hicieron perseverar y, finalmente, la harían triunfar, sino que fue fundamentalmente un visionario, que diseñó las instituciones políticas del México que nacía.
Entre esas instituciones, está el Supremo Tribunal de Justicia de la América Mexicana, al que hoy conmemoramos en su CXCV Aniversario.
El Siervo de la Nación luchó para acabar con la esclavitud y el sistema de castas. Luchó por un México libre, justo e igualitario, pero luchó fundamentalmente para construir los cimientos institucionales y orgánicos de la nueva Nación, que es su indudable mérito mayor.
La Suprema Corte de Justicia y, en general, los centros de impartición de justicia en el país, son resguardados por una frase del Siervo de la Nación a la que ha dado cita el Ministro Ortiz Mayagoitia. Esa frase está contenida en un párrafo poderoso que refleja como pocos el ideal de Morelos, en la carta que escribiera él mismo a don Andrés Quintana Roo, y que dice así:
Quiero que tenga la Nación un Gobierno dimanado del pueblo y sostenido por el pueblo. Quiero hagamos la declaración que no hay otra nobleza que la virtud, el saber, el patriotismo y la caridad. Que todos somos iguales, pues del mismo origen procedemos. Que no haya privilegios ni abolengos; que no es racional ni humano ni debido que haya esclavos, pues el color de la cara no cambia el del corazón ni el del pensamiento.
Que se eduque a los hijos del labrador y del barretero, como a los del más rico hacendado, que todo el que se queje con justicia tenga un Tribunal que lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario.
Morelos se dio cuenta de que la causa de la Independencia necesitaba nuevas instituciones y leyes que estuvieran al servicio de los hijos de esta tierra, para a hacerles justicia.
Por ello, convocó a los Insurgentes no solo a la lucha, sino a conformar un Congreso en Chilpancingo en septiembre de 1813, cuya misión suprema era elaborar una Constitución que estableciera la organización política del país, de un nuevo país; un país que nacía y se elevaba a rango de Nación, a través de una Carta Magna que consagrara, precisamente, los derechos de los mexicanos.
El libertador Morelos tenía claro que la única manera de lograr el surgimiento de nuestra Nación, era forjando un verdadero Estado de Derecho, en el que se asegurara la igualdad y se respetaran las garantías de los mexicanos.
Sabía que la ley es y debe ser el símbolo del cumplimento de la voluntad del pueblo y que ésta, en consecuencia, debe regir a autoridades y a ciudadanos por igual. Y así, en la Constitución de Apatzingán de 1814, el 22 de octubre se proclamó la soberanía popular y la igualdad de los mexicanos ante la ley; se estableció, asimismo, un régimen republicano y la división de poderes, un Supremo Congreso, el Congreso de Anáhuac; un Supremo Gobierno y, desde luego, un Supremo Tribunal de Justicia.
Hoy celebramos, precisamente, el establecimiento del Supremo Tribunal de Justicia de la América Mexicana, que tuvo lugar aquí, en Ario, un día como hoy, 7 de marzo de 1815.
Y recordamos a sus primeros Magistrados: José María Sánchez de Arriola, José María Ponce de León, Mariano Tercero y Antonio de Castro.
Los mexicanos de hoy reconocemos en el Supremo Tribunal de Justicia al antecesor de nuestro Poder Judicial. Era una Corte que defendía los derechos y las libertades de los mexicanos, como hoy el Poder Judicial lo hace. Con instituciones como este Tribunal Supremo, el Siervo de la Nación sembró semilla de futuro, sembró libertad para nosotros, los mexicanos, que habríamos de suceder a aquellos insurgentes.
Es cierto. La Patria celebra, y con razón, el genio de don Miguel Hidalgo, Padre de la Patria, como iniciador de la Independencia. Habría que completar y equiparar en la historia, en este Bicentenario, la misión que cada uno de nuestros próceres tuvo en aquel momento parteaguas de la historia.
Si bien es cierto, Hidalgo fue el iniciador popular, el que llamó a la insurrección, Morelos fue el líder político y militar. Si Hidalgo fue quien iniciara la enorme tarea de derribar el viejo régimen, Morelos inició la también titánica labor de diseñar y empezar a construir el nuevo régimen.
Por eso, a mi juicio, Hidalgo es el Padre de la Patria y Morelos es el Padre del Estado mexicano, porque fue el que lo diseñó, el que lo construyó y lo defendió, incluso, a costa de su vida.
Mucho se ha dicho y escrito acerca de este dilema que pesara sobre el Siervo de la Nación; que tuvo que sacrificar su estrategia y su habilidad militar, profundo conocedor de los terrenos del sur de nuestro México, de Michoacán, del ahora Guerrero, de Tierra Caliente, a fin de proteger al Congreso y al Supremo Tribunal con sus fuerzas y, a final de cuentas, con su vida.
Dos siglos después, todos nosotros, que pertenecemos a la generación que tiene el privilegio de conmemorar dos siglos de Independencia, la generación del 2010, tenemos el deber y el reto de preservar la libertad y las instituciones conseguidas por nuestros libertadores, preservar la libertad ganada con sacrificio y con sangre por los fundadores de la Nación.
Los mexicanos de hoy, tenemos el deber de esforzarnos sin titubeos ni cortapisas por consolidar un verdadero país de leyes, un México de justicia. Tenemos el deber de respetar y hacer respetar las leyes; y seguir construyendo y fortaleciendo instituciones eficaces, que defiendan y protejan los derechos de todos, por igual.
Para encarar ese desafío, entre otras cosas, se ha impulsado una Reforma Constitucional al Sistema de Justicia Penal, que ha sido aprobada por el Congreso y el Constituyente Permanente. Con ella, se están adoptando juicios orales, procesos simplificados y un régimen de protección a los derechos y garantías de las víctimas del delito.
Porque se trata de convertir a México en un país donde verdaderamente se proteja al inocente, donde quien sufra el delito sea lo más importante en cualquier proceso judicial, y donde las autoridades estemos plenamente comprometidas con la legalidad y con el combate a la impunidad, que es la negación misma de la legalidad.
Hoy, más de la mitad de las entidades federativas reportan avances en la implementación del Sistema con Juicios Orales. En seis entidades ya está en operación; en siete más se tiene programada este mismo año, y en otras tres ya ha sido publicada la legislación correspondiente.
Con la Reforma al Sistema de Justicia Penal, México avanza hacia un país de leyes. Desde aquí convoco a las autoridades competentes a acelerar los esfuerzos para la eficaz puesta en marcha de este sistema que, sin duda, representa una posibilidad de construir un México más justo, como el que soñara, en su momento, el insigne Morelos.
Hagamos entre todos posible la transformación de nuestro sistema de justicia, para dar a los mexicanos el país de leyes que anhelan y merecen, y que fue, precisamente, el ideal de los primeros magistrados del Supremo Tribunal de Justicia, en Ario, Michoacán.
A la generación de los insurgentes correspondió conquistar la libertad de los mexicanos. A nosotros, a la generación del Bicentenario, nos toca preservar esa libertad con la fuerza de las instituciones del Estado.
Nuestro deber claramente debe ser el hacer valer la ley por encima de cualquier otro interés; que cada ciudadana y cada ciudadano sienta en el Estado a un protector de sus derechos y a un garante de sus libertades, y que sepa la sociedad que nada puede oponerse de facto a lo que la ley manda y el Estado, a través de sus órganos, debe ejecutar.
Es por ello, que la lucha por el Estado de Derecho, la lucha por la legalidad, es un supremo mandato de la Constitución y una exigencia de la historia, que reclama congruencia con la lucha de quienes hace 200 años hicieron que México fuese posible.
La legalidad a la que aspiraran los creadores del Supremo Tribunal, incluyendo al Generalísimo Morelos, como premisa indispensable para la existencia de la nueva Nación mexicana a la que aspiraban, sigue siendo hoy premisa indispensable para la existencia del Estado mismo.
La legalidad es premisa indispensable del Estado Mexicano. Y si a ellos tocó luchar por conquistarla, a todos nosotros nos toca preservar esa legalidad.
De ahí la importancia de combatir a la delincuencia, que vulnera los derechos y la tranquila convivencia en el orden de los mexicanos y de los michoacanos. Sólo de esa manera puede preservarse la legalidad y, en consecuencia, el Estado mismo.
Señoras y señores:
El Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución son ocasión propicia para que los mexicanos hagamos una evaluación madura de lo que hemos construido como Nación en 200 años de ser independientes.
Sería injusto no aquilatar lo mucho que hemos logrado como Nación, pero sería igualmente irresponsable no reconocer lo mucho que nos falta por hacer. Haber hecho juntos grandes cosas y querer hacer otras más.
La existencia de la Nación es un plebiscito cotidiano, decía Renan, y así lo vemos nosotros también.
Haber hecho juntos grandes cosas en este México independiente Bicentenario, querer hacer otras más como tarea de todos los días que se impone a los ciudadanos, pero especialmente a las autoridades en los tres órganos de Gobierno.
Por eso, los ideales de igualdad, justicia y desarrollo de las mujeres y los hombres de 1810, y de 1910, en la Revolución Mexicana, deben convocarnos hoy, en el 2010, a hacer a un lado diferencias y sumar esfuerzos y voluntades para poner en marcha los cambios institucionales que requiere México, a fin de convertirse plenamente en un país desarrollado, un país donde cristalice la igualdad, la justicia, la libertad, la legalidad y la democracia.
Transformemos nuestro sistema de justicia, e impulsemos la transformación del Estado mexicano, que nos permita heredar a las mexicanas y mexicanos del mañana, una Nación de orden y de leyes, un México de libertades.
Un país con instituciones sólidas y eficaces, que estén también eficazmente al lado de los ciudadanos.
Sé que trabajando unidos lo vamos a lograr. Hagámoslo en memoria de aquellos que nos dieron, precisamente, Patria y libertad. Hagámoslo inspirados por aquellos, que en medio de la adversidad y en plena Guerra de Independencia, construían instituciones sabias, como el Supremo Tribunal de Justicia, hace 195 años.
Muchas gracias.

El PAN de ayer y hoy

La derecha de entonces y de hoy /Enrique Krauze
Reforma, 7 de marzo de 2010;
En la parte final del ensayo "La crisis de México" (1946), Daniel Cosío Villegas aseguraba que al cabo de seis años las diferencias del gobierno priista con los partidos conservadores podrían ser tan insustanciales que "estos podrían acceder al poder no ya como opositores del gobierno sino como hijos legítimos". El amigo al que me he referido en mis dos anteriores entregas me cuestiona: "¿Ocurrió así?".
No ocurrió así. El hecho histórico -le contesto- es que el PAN tardaría otros cincuenta años en llegar al poder. A la salida de Gómez Morin, en 1949, y al menos por una década, el PAN se hizo cada vez más conservador, lo cual le restó mucha fuerza. En cambio, el PRI se renovó y fortaleció: en 1952, a sólo seis años de aquella profecía, Adolfo Ruiz Cortines dio inicio a un ciclo de 18 años de una relativa prosperidad para el país, que el propio Cosío Villegas reconoció. Sólo la brutal reacción oficial en 1968 lo haría cambiar de postura.
Mi amigo insiste: ¿acertó Cosío Villegas cuando vaticinó que "el PAN se desplomaría al hacerse gobierno"? Y el PAN actual, "¿no se ha desplomado ya?".
A mediados de los sesenta -le respondo- el propio Gómez Morin temía ese hipotético desplome. Por eso confesaba que el PAN no estaba preparado para convertirse en gobierno y que si, por un accidente o por un error del gobierno se abría la oportunidad, "tendría que convocar a un gobierno de unidad nacional". Creo que ese razonamiento del fundador del PAN seguía siendo válido en el año 2000 cuando, tras sesenta años de "bregar eternidades" y sin experiencia de gobierno, el PAN ganó las elecciones presidenciales. Y era aún más válido en 2006. No se ensayó y fue una lástima. Tras nueve años en el Poder Ejecutivo, el PAN aún no se ha "desplomado" pero su situación es sumamente precaria, como se vio en las elecciones intermedias. Las razones del desencanto ciudadano son varias: en el tramo de Fox, frivolidad e irresponsabilidad; en el de Calderón, improvisación e inconsistencia. Pero acaso lo más grave para el PAN es haber perdido buena parte del capital moral que construyó durante décadas, esa percepción de decencia que inspiraba en mucha gente. En el 2000 dejó ir la oportunidad de denunciar frontalmente la corrupción de regímenes anteriores, y esa pasividad se interpretó -con plena razón- como complicidad con el viejo PRI. Los casos de corrupción en el Estado de México, Nuevo León, Jalisco, etc... también han dañado su credibilidad. No actuar contra esos infractores ha sido suicida. En el futuro muy próximo, la vieja profecía de Cosío Villegas puede volverse realidad: el PAN, en efecto, puede "desplomarse".
"Para Cosío en 1946 -comenta mi amigo, que no ceja-, el PAN contaba con dos fuentes únicas de sustentación: la Iglesia y el desprestigio de los regímenes revolucionarios; no tenía principios ni hombres y poco o nada había dicho para reorganizar las instituciones del país. ¿Tenía razón? ¿Hoy es vigente ese diagnóstico?".
Entre el PAN de entonces y el PAN de hoy -le explico- existen diferencias y semejanzas. Vayamos punto por punto. La sustentación del PAN, menguante pero todavía sustancial, no reside sólo en su filiación clerical o su prestigio opositor. La Iglesia no está ligada al PAN de manera exclusiva. (Por momentos parece más ligada a un sector del PRI, que ha decidido dar la espalda a su tradición laicista). En cuanto a las tendencias ultramontanas dentro del PAN, en ese partido siempre existió una corriente más abierta como la que en los años sesenta representó Christlieb Ibarrola. Para mí, aun esa corriente era y sigue siendo insuficientemente liberal. Hoy ambas corrientes subsisten, pero la ultraconservadora -presente en varios estados y municipios- daña mucho a ese partido.
En los años cuarenta, el PAN sí tuvo líderes y principios. Si uno revisa las sesiones de la Cámara de Diputados en esos años, se encuentra con iniciativas democráticas (como la creación de un IFE) que México no retomaría sino hasta los años noventa. Pero junto a esos líderes cívicos y a esos principios democráticos coexistió siempre la vertiente que en la Segunda Guerra Mundial simpatizó con el Eje. Esa vertiente sigue siendo enemiga jurada del pensamiento liberal en todos sus ámbitos.
Mi amigo lanza su último cuatro de espadas: "Con las derechas en el poder -según decía Cosío Villegas- la mano velluda y maciza de la Iglesia se exhibiría desnuda", persiguiendo a los liberales, junto con la "prensa intolerante, incomprensiva, servidora ciega y devota de los intereses más transitorios y mezquinos. ¿No es lo que estamos viendo?".
Esa "mano" -le explico- no dejó nunca de hacer público su rechazo a las corrientes liberales de pensamiento. Y le doy un ejemplo personal. Un adalid clerical, don Salvador Abascal, publicó un libro en mi contra demoliendo, según él, mis ideas y textos liberales. Pero ahora lo lamentable es que ese papel inquisitorial lo ha adoptado un sector de la prensa doctrinaria y muchos intelectuales de izquierda, que descalifican como "de derecha" o "centro derecha" al pensamiento liberal. Se trata del mismo odio. En el caso de Abascal era odio teológico. En el caso de la izquierda es odio ideológico. Gente que confunde el pensamiento con el anatema.
En un par de semanas, querido lector, la culminación de esta pequeña serie en homenaje a Cosío Villegas, nuestro gran liberal.

El pacto de Bucareli

Columna PLAZA PÚBLICA
Pacto de Bucareli: texto, subtexto y pretexto
Por Miguel Ángel Granados Chapa
Reforma, 7 de marzo de 2010;
La firma de Beatriz Paredes en un documento favorable a Enrique Peña Nieto revela una claudicación o un acto de parcialidad de la lideresa tricolor
Despiden mal olor los pactos de Bucareli. Los de 1923 otorgaron privilegios a inversionistas y acreedores norteamericanos al margen de la Constitución que apenas tenía seis años de edad, a cambio del reconocimiento de Washington al gobierno de Álvaro Obregón. Se quería que el del 30 de octubre del año pasado protegiera al gobernador Enrique Peña Nieto de eventuales alianzas de sus opositores a cambio de la colaboración priista en la aprobación de la Ley de Ingresos.
César Nava, el líder del PAN que dos días antes había sido puesto en ridículo en San Lázaro cuando le fue negada licencia para consagrarse a las campañas electorales a punto de comenzar, y que había negado la existencia de un acuerdo escrito en aquel sentido, reconoció no haber dicho la verdad, y no sólo aceptó haberlo firmado sino que entregó una copia a los medios de información.
El lance concretado en ese documento está impregnado de candorosas perversidades, que en este caso no son términos contradictorios. La retórica notarial del documento es ridícula, porque incluye explicar obviedades, como la naturaleza de las partes, el PAN y el PRI, como si se ignorara que son partidos políticos con registro en el IFE. La vacuidad formal obliga también a no expresar los cargos de los testigos de honor, Fernando Gómez Mont y Luis Miranda, que aparecen como si fueran hijos de vecino, extraños que pasaban por allí y se les solicitó la firma como se hace al expedir cartas-poder sin mayor trascendencia, como la que se requiere para retirar del correo un paquete. Se omite que son el secretario de Gobernación de la administración federal y el secretario de Gobierno de la mexiquense, omisión ingenua o tramposa si lo que se pretendía con ella era expresar que actuaban al margen de sus responsabilidades formales.
Las partes se obligan, como si no lo estableciera la ley, a no denigrarse en las contiendas políticas. Y adquieren dos obligaciones en torno a alianzas políticas. Por un lado se comprometen a legislar de modo tal que se eviten las coaliciones entre partidos que no sean compatibles (en sentido semejante a la legislación discriminatoria que en países racistas prohibía los matrimonios mixtos, como torpemente se llama a la unión de personas que tengan, una la piel blanca y negra la otra).
La nuez del pacto de Bucareli (lo llamo así porque fue suscrito en la oficina del secretario de Gobernación) se expresó de este modo: "Las partes se abstendrán de formar coaliciones electorales con otros partidos políticos cuya ideología y principios sean contrarios a los establecidos en sus propias declaraciones de principios".
Traducido del lenguaje forense al español común, esa cláusula significaba que el PAN no se aliara con el PRD (ni con el PT y Convergencia) para las elecciones estatales de julio de 2011, cuando se vote por quien sucederá a Peña Nieto. El pacto tiene vigencia hasta el 31 de ese mes y año, es decir hasta concluido el proceso electoral y concierne a las aspiraciones presidenciales de Peña Nieto. Un requisito para que prosperen es que conduzca a su partido a una victoria electoral como la que Arturo Montiel montó a favor del propio Peña Nieto en 2005. De lo contrario, el peso político del gobernador mexiquense se aligerará en beneficio de sus contendientes en la pugna interna priista. Y como uno de los caminos posibles para su derrota es la coalición de PAN y PRD, que juntos tienen presencia enorme en esa entidad, conviene a los intereses de Peña Nieto atar al PAN para que no se alíe con nadie.
En el documento firmado por la presidenta del PRI y su homólogo del PAN, además de los testigos de honor, no se expresa una contraprestación priista a cambio del aislamiento panista. Hay, sin embargo, un subtexto, no una cláusula no en letra chiquita sino ni siquiera esbozada. Las partes convinieron que el compromiso priista se manifestara sólo verbalmente, porque no ignoraban el tufo que despediría una negociación entre partidos, con el aval del secretario de Gobernación que implicara un incremento de impuestos, es decir una política fiscal lesiva para los contribuyentes. Y es que de eso se trataba; el pacto de Bucareli incluía el compromiso priista de aprobar en el Senado la Ley de Ingresos. Pocas semanas antes el líder priista en Xicoténcatl había proclamado que su fracción no apoyaría un incremento del IVA. Se buscaba obligar a Manlio Fabio Beltrones a recular, a que aceptara el incremento de un punto al IVA, para que creciera del 15 al 16 por ciento.
La fecha en que se suscribió el acuerdo entre Paredes y Nava suscita una duda sobre la verdadera naturaleza del documento. O la presidenta del PRI tomó el pelo a Nava comprometiendo una decisión ajena, que ni siquiera estaba en condiciones de transmitir. O sacó provecho de una información privilegiada con que contaba y ofreció hacer algo que estaba ya convenido, por otras causas y otros cauces. Porque el convenio de colaboración fue firmado el 30 de octubre, mismo día en que, a su modo, pretendiendo no pagar el costo, la bancada de Beltrones contribuyó a la meta deseada por el gobierno: al votarse el aumento del IVA ni un solo senador priista se opuso; los más de ellos, quizá 25 si estaba presente la fracción completa, votaron con los pies, es decir abandonaron la sesión plenaria. Pero permanecieron en el recinto ocho senadores, los suficientes para el quórum, y ellos se abstuvieron. Con su presencia evitaron que la sesión se suspendiera por falta de asistencia, y con los votos del PAN y del Verde la Ley de Ingresos fue aprobada. Ignorantes de un acuerdo que los involucraba, como han insistido siempre, los senadores priistas hicieron su parte.
Sin embargo, Nava ha alegado después que el PRI incumplió su palabra como lo prueba, según él, la sesión del 5 de noviembre en Xicoténcatl. Sus asesores le dieron mala información. En esa fecha los senadores se limitaron a aceptar el palo que en nombre de Televisa les asestó la Cámara de Diputados al establecer una jugosa diferición de pago de obligaciones fiscales al consorcio Azcárraga respecto de una licitación que ahora está ya en curso. El 30 de octubre, cinco días atrás, se había aprobado la Ley de Ingresos, con el concurso material, si bien no formal, del PRI. No aceptando que así haya sido, el líder nacional panista tuvo pretexto para llevar adelante su política de alianzas, no en el estado de México como se había comprometido y donde no habrá este año procesos electorales, sino en media docena de entidades federativas.
He allí el extraño suceso de un pacto que nadie incumplió pero que las partes denuncian como si hubiera ocurrido lo contrario. El episodio suscita implicaciones y ha generado secuelas que tienen su propia importancia, más allá del acuerdo mismo. Por el lado del PRI, la firma de Beatriz Paredes en un documento favorable a Peña Nieto, condición misma del éxito de su precandidatura, revela una claudicación o un acto de parcialidad. La primera, si se atiende al hecho de que estaba considerada precandidata presidencial. El segundo, teniendo presente que como lideresa nacional está obligada desde ahora a procurar equidad en la competencia interna y ella ha faltado a ese principio al servir a las aspiraciones del gobernador mexiquense. De allí que no extrañe la áspera posición de Beltrones al darse a conocer el documento, una descalificación que los tremendistas podrían llamar una declaración de guerra. En nombre de la bancada que encabeza, y no a título personal, dijo que "ningún integrante de nuestro grupo parlamentario conoció, se comprometió o signó acuerdo alguno. No podría ser de otra forma: cambiar votos por pactos deshonestos, nunca lo haríamos".
Tras darse a conocer el documento que avaló, Gómez Mont llamó a conferencia de prensa en que se mostró malhumorado. Reveló, sin quererlo, que no lee la prensa ni atiende a los informes de su subsecretario de enlace legislativo, ya que dice haberse enterado en enero del incumplimiento atribuido por Nava al PRI y referido a la conducta de su grupo senatorial, hecho público desde el final de octubre. No dice la verdad, como tampoco la dice al asegurar, como también lo hace Nava, que el Presidente estaba al margen de estos minúsculos avatares. Como dice Beltrones: "Es una ingenuidad que nadie en sus cinco sentidos podría atender". Y por eso los llama "mediocres" y "mentirosos".
miguelangel@granadoschapa.com

Don Lorenzo Alvarez, in Memoriam



Don Lorenzo Alvarez Gámez In Memoriam

(Nació en Baymena, Choix, Sinaloa, 16 de febrero de 1919- difunto en Los Mochis, Sinaloa el 7 de marzo de 2004).

Hijo de padres mayos (yoremes), habitó por esos lugares 85 años y por ello tuvo la posibilidad de disfrutarlos intensamente.

Vivió a su manera.

¡No fue fácil! de niño se dedicó en la sierra sinaloense a ser pastor de chivas; años después -de adolescente-, junto con sus padres dejó la montaña y bajó al vVlle del Fuerte; allí se convirtió en ejidatario; después fue obrero y en ese tiempo vivía intensamente cantando canciones: era un bardo (guitarrero dicen por allá).