Es una buena oportunidad para precisar claramente obre las relaciones entre islam y cristianismo.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
16 oct 2006
Benedicto XVI a Turquía
Es una buena oportunidad para precisar claramente obre las relaciones entre islam y cristianismo.
Informe de Negroponte
El anuncio se difunde el mismo día en que el presidente de EE UU, George W. Bush, se ha reunido en la Casa Blanca con su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y con el embajador ante la ONU, John Bolton, para perfilar la estrategia en relación con la crisis nuclear norcoreana.
Este es el comunicado de la oficina de Jhon D. Negroponte.
http://www.dni.gov/
OFFICE OF THE DIRECTOR OF NATIONAL INTELLIGENCE
PUBLIC AFFAIRS OFFICE
WASHINGTON, D.C. 20511
FOR IMMEDIATE RELEASE
ODNI News Release No. 19-06
October 16, 2006
Statement by the Office of the Director of National Intelligence on the North Korea Nuclear Test
Analysis of air samples collected on October 11, 2006 detected radioactive debris which confirms that North Korea conducted an underground nuclear explosion in the vicinity of Punggye on October 9, 2006. The explosion yield was less than a kiloton..
Resolución 1718
El Consejo de Seguridad aprobó el sábado 14 pasado por unanimidad la resolución que impone sanciones a Corea del Norte por realizar su primera prueba atómica.
La resolución 1818 exige que se suspendan de manera inmediata sus actividades nucleares, y prohíbe la venta o transferencia a Corea del Norte de cualquier tipo de material relacionado con armas "no convencionales"; también prevé el bloqueo aéreo a ese país e impide la exportación de artículos de lujo. Además, se exige que el país asiático reanude sin reservas ni condiciones previas las conversaciones a seis bandas —las dos Coreas, China, Rusia, EU y Japón— sobre su programa atómico, suspendidas desde noviembre de 2005. Y se insta, asimismo, a que acate de inmediato el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
Y es que China no quiere que el régimen de Kim Jong-il se derrumbe y no le falta razón, primero porque Corea del Norte es un dique frente a los 30,000 soldados de EE UU desplegados en Corea del Sur; segundo, si el régimen norcoreano se hunde, Pekín teme una avalancha de refugiados (miles) que no está dispuesta a acoger.
Aún así el Gobierno de Pekin condenó enérgicamente la realización de la prueba atomica a pesar de que los dos países son aliados desde hace más de medio siglo, y ha aceptado castigar a su vecino. Pero no ha querido que las sanciones sean excesivas. Y es que China es el principal suministrador de energía y ayuda alimentaria a Corea del Norte, y es considerado el país que más puede influir en Kim Jong-il para que regrese a la mesa negociadora y ponga fin a sus ambiciones atómicas.
El sábado, el embajador de Corea del Norte en la ONU, Pak Gil Yon, tras la adopción de la resolución dijo: "la República Popular Democrática de Corea rechaza como injustificable la resolución 1718, y si EE UU aumenta su presión lo considerará una declaración de guerra y continuará tomando medidas de respuesta".
El expresidente norteamericano James Carter emite la siguiente recomendación(EL MUNDO, 16/10/2006), dice que "la situación militar es en estos momentos (es) parecida a la que había hace una década pero peor: estamos todavía en condiciones de destruir el Ejército de Corea del Norte pero si lo hacemos lo más probable es que el resultado sea que haya muchas más de un millón de bajas surcoreanas y norteamericanas. Si en su momento se confirma que la reciente explosión registrada en Corea del Norte ha sido nuclear (¡que lo es!) , la comunidad internacional va a tener que hacer frente una vez más a unas alternativas muy complicadas. Una de las opciones, la más probable, es tratar de obligar a los dirigentes de Pyongyang a renunciar a su programa nuclear con amenazas de tipo militar y un endurecimiento mayor de los embargos de todo tipo, lo que incrementará el sufrimiento de su pueblo, que se está muriendo de hambre(....) La otra opción es realizar un esfuerzo por poner en vigor el acuerdo de desnuclearización de septiembre, cosa que los norcoreanos aseguran que todavía es factible. Existe el marco para un acuerdo paso a paso, siempre y cuando Estados Unidos haga pública una declaración firme y directa de renuncia a hostilidades y avance hacia la normalización de las relaciones si Corea del Norte renuncia a seguir con su programa de armamento nuclear y mantiene la paz con sus vecinos. Cada uno de estos factores tendría que ser confirmado por medidas para congraciar a la otra parte combinadas con inspecciones internacionales sin ninguna clase de impedimentos.
Aunque una prueba nuclear de dimensiones reducidas (¡es el caso!) tiene muy poco que ver con una bomba lista para ser utilizada, esta segunda opción resulta ahora mucho más complicada, por más que sea muy poco probable que los norcoreanos se vayan a echar atrás si Estados Unidos no satisface esta exigencia suya fundamental. El compromiso formal de Washington de no mantener negociaciones directas podría solventarse mediante conversaciones secretas con un enviado especial de confianza, como el ex secretario de Estado James Baker, que a principios de esta semana ha manifestado que "hablar con los enemigos no equivale a contemporizar con ellos". Lo que debe evitarse es dejar que una nación nuclearizada y asediada siga convencida de que se la mantiene excluida de la comunidad internacional, se amenaza su existencia, se le hacen sufrir a su pueblo privaciones espantosas y se abandona a los partidarios de la confrontación el control absoluto de la política militar y general."
Hasta ahí la recomendación de Carter.
Pero- con todo respeto, la opción militar -invasión o ataques quirúrgicos- debería ser descartada. Corea del Norte tiene un millón de soldados, una imponente fuerza de artillería, cientos de misiles y un buen número de aviones de combate; además lo que es grave posee ya tanto bombas nucleares como misiles, pero creemos que no domina todavía, afortunadamente, la técnica necesaria para miniaturizar las primeras, convertirlas en cabezas nucleares e instalarlas en los segundos.
La prueba nuclear es por donde se le vea la expresión de un fracaso colectivo de la diplomacia internacional, y además va tener graves consecuencias para la estabilidad y la seguridad en Asia oriental y, por extensión, en el mundo. En primer lugar, porque podría provocar, en un efecto dominó, la nuclearización de Corea del Sur y Japón. Y si Tokio empieza a debatir seriamente el dotarse de armas nucleares y no digamos si finalmente lo hace, la reacción de China podría ser imprevisible, y también la prueba podría facilitar la transferencia de armamento atómico o de conocimientos nucleares de Pyongyang a otros Estados o, lo que es peor, a grupos terroristas, atraídos por la demostración de fuerza.
El objetivo de la ONU debe seguir siendo el mismo que el de los últimos años: el desmantelamiento completo, comprobable y definitivo de los programas nucleares de Corea del Norte. Cualquier otra cosa prolongaría o agravaría el conflicto.
Dicen Esteban Vicente Palacio y Mario Esteban, subdirector y coordinador de Asia-Pacífico del Observatorio de Política Exterior Española (Opex) de la Fundación Alternativas (EL PAÍS, 15/10/2006) que en mayo del 2005 la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación fracasó por los bloqueos estadounidenses, egipcio e iraqui. Entonces, una Posición Común presentada por la unión Europea, la de mayor espíritu constructivo, llegó tarde.
Más sobre Anna
La peligrosa actualidad/Jorge Edwards
Tomado de EL PAÍS, 16/10/2006
Creo que alguna vez hablé de una novela de León Tolstói, Hadji Murat, y de su condición de relato anunciador y precursor. Cuando Tolstói hizo su servicio militar en la región de Sebastopol, a mediados del siglo XIX, fue testigo cercano y hasta participante en una guerra separatista de los chechenos muy parecida a la de hoy. En la novela usó una metáfora que todavía recuerdo muy bien: el narrador compara a Chechenia con una especie de cardo llamado “cardo tártaro”. Uno trata de arrancarlo de la tierra, explica, y se hace profundas heridas en las manos, se complica, suda como un condenado, y el cardo resiste. Era un punto de vista ruso, desde luego, pero también era el resultado de una experiencia dolorosa y única. Es probable que la visión de Tolstói quedara marcada para el resto de su vida por aquellos lugares, por personajes de una resistencia nacional tan duros, tan complejos, tan enigmáticos como Hadji Murat, un guerrillero que se había convertido en leyenda.
Si observamos el panorama actual sin prejuicios, sin hacernos ilusiones, las conclusiones son inquietantes. ¿Llegaremos alguna vez a saber algo sobre el asesinato de Politkovskaya, aparte de conocer esas imágenes siniestras de su asesino pocos minutos antes del crimen? Nosotros, en Chile, y creo que es un mérito nuestro, a pesar de todas las críticas, y en especial de las críticas europeas, sabemos mucho y estamos en vías de saber todavía más de los crímenes de Orlando Letelier, del general Prats, de Carmelo Soria, de tantos otros de nuestros torturados y desaparecidos. A menudo, sentimos la tentación de pedir un punto final, pero la realidad contemporánea nos indica que es mejor el conocimiento, el exorcismo de los fantasmas y los demonios practicado por la memoria colectiva, que el silencio y la ignorancia elevados a la condición de sistema. Después del asesinato de Orlando Letelier, para citar un caso concreto, los portavoces de la dictadura sostenían en todos los tonos que el crimen perjudicaba al régimen de Pinochet y sólo beneficiaba a sus enemigos. Es decir, los regímenes autoritarios actúan con los mismos reflejos condicionados en todos los lugares y en diferentes épocas. Además, mienten sobre sus objetivos esenciales: con cada crimen, las dictaduras no sólo persiguen destruir a un enemigo particular, más o menos peligroso, sino además amedrentar, producir un efecto general de miedo colectivo.
El comunismo al estilo del siglo XX se acabó en el mundo, con algunas excepciones marginales, pero no hemos examinado todavía los temas de fondo del poscomunismo. En la Rusia de hoy existen síntomas de un apego incipiente, menor, en alguna medida patético, a las libertades occidentales. Si uno piensa en figuras como Isaac Babel, Osip Mandelstam, Mijaíl Bulgákov, Alexandr Solzhenitsin, en un hombre de ciencias desencantado de su papel y convertido en disidente, como era el caso de Andréi Sájarov, llega a la conclusión perturbadora de que la situación actual es probablemente peor. Los grandes disidentes, sobre todo en los años que siguieron a la muerte de Stalin, tuvieron la posibilidad de formarse como intelectuales críticos y a la vez de utilizar las reglas jurídicas del sistema para defenderse. Boris Pasternak, por ejemplo, no pudo viajar a Estocolmo a recibir su Premio Nobel, pero pudo sobrevivir adentro de su país y ejercer una influencia interna, como poeta, como hombre de ideas, como traductor, sin duda extraordinaria. He visitado alguna vez su dacha de Peredelkino y he tenido esa impresión: la de una fuerza vigilada, encadenada, pero que se dejaba sentir a todo lo largo y lo ancho del territorio. Se podría llegar a una conclusión paradójica: Stalin no había conseguido y hasta cierto punto no había querido destruir la tradición de cultura de su país. Es probable que el enorme esfuerzo de la guerra, además, lo haya empujado a rescatar valores que tenían algún tipo de relación con algo que podríamos llamar el espíritu ruso. Cuando escucho alguna sinfonía de Dmitri Shostakóvich, alguna cantata de Prokófiev, cuando leo algún poema de Pasternak o de Anna Ajmátova, siento que ese estado de ánimo, esa actitud profundamente creadora, podían existir a pesar de Stalin. Y Stalin, dictador intuitivo, astuto, conocedor de su país, se manejaba frente a esas fuerzas con evidente prudencia. La historia del periodo está llena de curiosos episodios de encuentros del Padre de los Pueblos con los grandes personajes del cine, del teatro, de la música, de la poesía. Podía ocurrir que felicitara al cineasta Eisenstein después del estreno de Iván el Terrible y que acto seguido prohibiera la exhibición de la película. La última lectura recomendable para conocer estas situaciones por dentro es el Koba del escritor inglés Martin Amis.
Da la impresión de que en la Rusia de ahora, la de Vladímir Putin, no existe el menor desliz, la menor complejidad, el más mínimo respeto por estas realidades intangibles. La herencia del impresionante pasado cultural ruso, amenazada, sofocada, subsistía incluso en los años más duros del estalinismo. Ahora, en cambio, en una caricatura de democracia, tenemos la impresión de que Rusia se ha convertido en un desierto. Y es necesario agregar algo todavía peor: que todo esto ocurre con una relativa, hipócrita complicidad de Europa y de Occidente.
I La zona de residencia
–¿Por qué lo mataste?
Crisis norcoreana
Recetas para la crisis norcoreana/Jimmy Carter, ex presidente de EE UU: fundador del Carter Center y ganador del Premio Nobel de la Paz del año 2002
Tomado de EL MUNDO, 16/10/2006.
En respuesta a una invitación del presidente de Corea del Norte y con el visto bueno del presidente Bill Clinton, me desplacé a Pyongyang y negocié un acuerdo según el cual Corea del Norte suspendería su programa nuclear en Yongbyon y permitiría que los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica volvieran al lugar para comprobar que el combustible utilizado no era reutilizado en un reprocesamiento. Se acordó asimismo que se abrieran negociaciones directas entre las dos Coreas.
El combustible utilizado -que se calculaba que daba para media docena de bombas- ha seguido estando bajo supervisión y se han mantenido conversaciones bilaterales de gran importancia. Estados Unidos ha dado seguridades a Corea del Norte de que no pendería sobre ella ninguna amenaza militar, de que suministraría combustible de origen fósil para reemplazar la potencia nuclear a la que renunciaba y que contribuiría a la construcción de dos plantas modernas de energía atómica cuyas barras de combustible y cuyo funcionamiento serían supervisados por inspectores internacionales. Las conversaciones en la cumbre dieron como resultado que el presidente de Corea del Sur en aquel entonces, Kim Dae Jung, obtuviera el Premio Nobel de la Paz del año 2000 por sus esfuerzos para mitigar las tensiones en la península asiática, coronadas con éxito.
La otra opción es realizar un esfuerzo por poner en vigor el acuerdo de desnuclearización de septiembre, cosa que los norcoreanos aseguran que todavía es factible. Existe el marco para un acuerdo paso a paso, siempre y cuando Estados Unidos haga pública una declaración firme y directa de renuncia a hostilidades y avance hacia la normalización de las relaciones si Corea del Norte renuncia a seguir con su programa de armamento nuclear y mantiene la paz con sus vecinos. Cada uno de estos factores tendría que ser confirmado por medidas para congraciar a la otra parte combinadas con inspecciones internacionales sin ninguna clase de impedimentos.
Lo que debe evitarse es dejar que una nación nuclearizada y asediada siga convencida de que se la mantiene excluida de la comunidad internacional, se amenaza su existencia, se le hacen sufrir a su pueblo privaciones espantosas y se abandona a los partidarios de la confrontación el control absoluto de la política militar y general.
Extremo Oriente tras la bomba/Mateo Madridejos, periodista e historiador
Tomado de EL PERIÓDICO, 16/10/2006.
Si el XXI está llamado a ser el siglo de Asia, tomando ésta el relevo de EEUU, con el crecimiento económico mundial irradiando desde la cuenca del Pacífico, el gran viraje estratégico que entraña el ingreso de Corea del Norte en el club de las potencias nucleares tendrá repercusiones inmediatas en las relaciones entre las naciones ribereñas, según se desprende de las duras reacciones no sólo de Washington, ya que el régimen norcoreano forma parte del eje del mal, sino también de Rusia y China, que están irritadas por la osadía del más destacado y megalómano estalinista.
El peligro podría extenderse si la diseminación nuclear se dispara, como cabe augurar tras la reacción arrogante de Irán, y en Washington resurge la hipótesis de la conjunción islámico-confuciana en que se basa el ominoso choque de civilizaciones. Las secuelas serían planetarias si la prosperidad fuera perturbada por restricciones comerciales de todo tipo, de la misma manera que una frenética carrera de armamentos perjudicaría no solo a la segunda economía del mundo, la japonesa, cuando parece haber salido de un decenio de recesión, sino también al prodigioso desarrollo de China, dos pilares del crecimiento mundial.
En 1998, cuando Corea del Norte disparó un misil sobre la mayor isla japonesa, la respuesta en Japón tuvo inequívocos acentos militares y promovió una rápida deriva conservadora y nacionalista. Con la bomba atómica norcoreana, la tremenda sacudida de la opinión pública nipona y los recuerdos lacerantes del Hiroshima y Nagasaki, las dos ciudades martirizadas en 1945, pueden suscitar cambios inopinados en todos los ámbitos y quizá la revisión del tabú nuclear.Con un nuevo primer ministro, Shinzo Abe, al que muchos describen como “un halcón nacionalista”, sin duda quedará debilitado el apoyo popular que merece el pacifismo japonés y probablemente crecerán las presiones para abolir la renuncia de las armas nucleares. Pero la perspectiva de un Japón atómico –si lo deseara, podría fabricar bombas en unos meses– desencadenaría temores y reproches generales, además de amargos recuerdos en toda el Asia oriental que fue víctima de la agresión nipona durante la segunda guerra mundial.Aunque el Japón se mantenga desnuclearizado, Abe asumió el poder el mes pasado con un programa de reforma constitucional y activismo diplomático que entraña notables riesgos. Los cambios en la Constitución de 1947 (redactada por las autoridades norteamericanas de ocupación) permitirían al país dotarse de unas fuerzas armadas sin restricciones (ahora se llaman Fuerzas de Autodefensa) y asumir un mayor protagonismo en la seguridad regional, dependiente de EEUU desde el controvertido pacto de alianza militar de 1960. El primer paso consistirá en acelerar la cooperación con EEUU para la construcción de un escudo antimisiles.
LA REACCIÓN de China, obsesionada por el mantenimiento del statu quo regional, fue expresada con rotundidad por el Diario del Pueblo, que apuntó en la misma dirección de la seguridad y recalcó con pesimismo: “La ruptura del equilibrio en Asia oriental conducirá a una carrera de armamentos nucleares en la región, lo que constituye un desafío para la influencia china en la esfera internacional”. La explosión de la bomba atómica confirma que China, principal aliado y socio comercial, no puede controlar a su imprevisible vecino del norte, como ya demostró el fracaso de la diplomacia preventiva. Las conversaciones de los seis (EEUU, Rusia, Japón, China y las dos Coreas) para una solución negociada del dilema nuclear, celebradas en Pekín por última vez en septiembre del 2005, solo aplazaron el problema.
La actitud de Corea del Sur, orgullosa de su prosperidad, resulta igualmente ambigua. Sus dirigentes detestan al régimen comunista de Pyongyang, la enorme prisión de 23 millones de compatriotas, pero no desean su caída porque podría ser el preludio de una reunificación desastrosa.
ANTES DE viajar a Washington, como lo quiere la tradición, el primer ministro japonés realizó en Pekín su primera visita al extranjero, gesto conciliador y primer paso para la paciente reconstrucción de una diplomacia asiática, prioridad de su programa de ruptura. Los encuentros en la cumbre de ambas potencias asiáticas estaban suspendidos desde el 2001, cuando el entonces primer ministro nipón, Junichiro Koizumi, provocó y perpetuó la cólera china y coreana por sus intempestivas peregrinaciones al santuario sintoísta de Yasukuni, en el que están enterrados algunos criminales de guerra.La visita de Shinzo Abe a Pekín no fue sólo un intento de apaciguar las tensiones debidas a una historia turbulenta y recuperar la iniciativa, sino una apuesta decidida por la conciliación, la interdependencia económica y la superación del engranaje diabólico de la rivalidad tradicional, de una guerra fría que la bomba norcoreana vuelve a colocar brutalmente sobre el tablero del Extremo Oriente. La alianza militar con EEUU volverá a ser prioritaria para el Japón, pero esa situación galvaniza y protege a los estalinistas de Pyongyang y, al mismo tiempo, azuza los recelos de Pekín y Moscú.Una delicada partida que compromete los intereses económicos y estratégicos de las grandes potencias en el nuevo Eldorado del Pacífico.
La abrupta amenaza nuclear rompe el equilibrio, exacerba la vulnerabilidad japonesa y alimentará la incertidumbre.
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