Actualización del Islam/Antonio Elorza
Publicado en EL PAÍS, 31/03/2008;
La noticia de que una comisión de expertos está realizando en Turquía una revisión de los hadices del Profeta ha recibido una favorable acogida. Efectivamente, unos hadices tienen un valor sólo accidental, por usar la terminología del iraní Abdolkarim Soroush, otros plantean serios problemas por su contenido violento o discriminatorio. Entre los primeros se encontrarían las recomendaciones sobre remedios curativos o las relativas a la higiene en la vida cotidiana. Los segundos, en muchos aspectos, entran en colisión con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Son obviamente éstos los que requieren un examen riguroso por parte de los teólogos musulmanes. Con la dificultad que en todo caso plantea el hecho de que forman parte de un mensaje sagrado, en principio inmutable de ser seguros (sahih) y que, entonces, en cuanto Sunna, Tradición, se configuran como segunda base normativa para la ley coránica, la sharía. Dicho de otro modo, supuesto que han caído en desuso muchos hadices, en particular para los musulmanes moderados los relativos a la yihad, siempre en ellos esfuerzo bélico por la causa de Alá, volver a airearlos puede tener consecuencias poco deseables.
Los hadices son sentencias, admoniciones o hechos ejemplares del Profeta, recogidos por quienes estuvieron a su lado y luego transmitidos de boca a oreja hasta ser fijados por el autor de su compilación. Para que un hadiz sea juzgado seguro, tiene que serlo la cadena de transmisores (ismad), lo cual es importante, ya que por ejemplo falta el primer eslabón en el recogido por Abu Daúd que fija para siempre el cubrimiento del cuerpo femenino salvo cara y manos: la norma más visible del islam descansa así sobre un texto dudoso. Hay mucha paja entre el grano, y eso afecta al transmisor principal. Aun cuando tiene muchos hadices aceptados, cierto Abu Huraira fue el auténtico fabricante, con unos 3.000, lo cual supondría que el Profeta dedicó todo su tiempo a contarlos en el tiempo que le tuvo a su lado. Lo más grave es que los hadices acentúan las aristas del Corán en temas como la yihad, la mujer o el antijudaísmo.
Lo que se presenta como modernización puede no ser otra cosa que un intento de introducir en una sociedad moderna contenidos islámicos tradicionales. Hasta que el producto de la comisión turca de expertos vea la luz, ambas interpretaciones son plausibles. Puede tratarse, auguran los optimistas, de un intento de “modernizar” la normativa contenida en los hadices, por parte de un pensamiento musulmán convertido en versión islámica de la democracia cristiana, o bien de intentar una “actualización” que permita vigorizar el contenido religioso de la enseñanza en los imam hatep, centros de formación confesionales, eje de la reislamización soft desde abajo planteada por Erdogan. Los ejemplos aducidos habitualmente para justificar la Operación Hadices aclaran poco. Las amputaciones a los ladrones no vienen de los hadices, sino del Corán; la ablación del clítoris es desaconsejada explícitamente por el Profeta. Lapidación: nada que hacer.
La Comisión de Ankara responde a una política de Estado. Por aquello del laicismo, la Dirección de Asuntos Religiosos (Dyanet) que la instituyó es un organismo paraestatal; de ella dependen aspectos esenciales, como la gestión de los citados imam hatep y el nombramiento de los imames en las mezquitas turcas del extranjero.
Puesta al día puede significar incremento del control y no apertura hacia la libertad. Tenemos un ejemplo bien reciente en la Comisión Europea de Fatuas, nacida en 1997 para orientar mediante dictámenes a los musulmanes europeos. La preside Yusuf al-Qaradawi, el más influyente teólogo de la actualidad, con su emisión semanal La sharía y la vida, en Al Yazira. Publicada en 2002, la primera compilación lleva prefacio y comentarios de Tariq Ramadan, quien ya advierte de que las fatuas no sólo proponen a los musulmanes europeos “adaptarse”. La defensa de la poligamia que detendrá la publicación del segundo tomo es ejemplo de ello, lo mismo que la fatua donde se prohíbe que la mujer libremente corte su pelo, elemento de goce del marido. Más significativos son aún los dictámenes sobre las conversiones, positivas si son al islam, pero calificadas en sentido inverso de “apostasía”, merecedora si es pública de pena de muerte para “proteger a la religión y a la sociedad de su acción perniciosa”. Benedicto XVI desconocía sin duda la fatua. Duros hadices.
Algo tiene que ver esto con el enfrentamiento planteado en la misma Turquía por la iniciativa del fiscal Yalçinkaya instando a la ilegalización del partido de Gobierno por atacar al secularismo de la Constitución. La pretensión es desaforada al pretender anular, como indicó el propio Erdogan en su dura réplica, el resultado de la voluntad popular. Antes Erdogan citó el núcleo de un versículo del Corán, el 7:179: “Tienen corazones pero no entienden, ojos pero no ven, oídos pero no oyen”. En el Corán son los destinados por Alá al infierno, que sin Su guía andan como ganado extraviado. La proyección de tal condena sobre la política turca apunta a los defensores a ultranza del Estado laico, sus adversarios. Islamismo puro. En estos temas, hay que leer antes de valorar.
Los hadices son sentencias, admoniciones o hechos ejemplares del Profeta, recogidos por quienes estuvieron a su lado y luego transmitidos de boca a oreja hasta ser fijados por el autor de su compilación. Para que un hadiz sea juzgado seguro, tiene que serlo la cadena de transmisores (ismad), lo cual es importante, ya que por ejemplo falta el primer eslabón en el recogido por Abu Daúd que fija para siempre el cubrimiento del cuerpo femenino salvo cara y manos: la norma más visible del islam descansa así sobre un texto dudoso. Hay mucha paja entre el grano, y eso afecta al transmisor principal. Aun cuando tiene muchos hadices aceptados, cierto Abu Huraira fue el auténtico fabricante, con unos 3.000, lo cual supondría que el Profeta dedicó todo su tiempo a contarlos en el tiempo que le tuvo a su lado. Lo más grave es que los hadices acentúan las aristas del Corán en temas como la yihad, la mujer o el antijudaísmo.
Lo que se presenta como modernización puede no ser otra cosa que un intento de introducir en una sociedad moderna contenidos islámicos tradicionales. Hasta que el producto de la comisión turca de expertos vea la luz, ambas interpretaciones son plausibles. Puede tratarse, auguran los optimistas, de un intento de “modernizar” la normativa contenida en los hadices, por parte de un pensamiento musulmán convertido en versión islámica de la democracia cristiana, o bien de intentar una “actualización” que permita vigorizar el contenido religioso de la enseñanza en los imam hatep, centros de formación confesionales, eje de la reislamización soft desde abajo planteada por Erdogan. Los ejemplos aducidos habitualmente para justificar la Operación Hadices aclaran poco. Las amputaciones a los ladrones no vienen de los hadices, sino del Corán; la ablación del clítoris es desaconsejada explícitamente por el Profeta. Lapidación: nada que hacer.
La Comisión de Ankara responde a una política de Estado. Por aquello del laicismo, la Dirección de Asuntos Religiosos (Dyanet) que la instituyó es un organismo paraestatal; de ella dependen aspectos esenciales, como la gestión de los citados imam hatep y el nombramiento de los imames en las mezquitas turcas del extranjero.
Puesta al día puede significar incremento del control y no apertura hacia la libertad. Tenemos un ejemplo bien reciente en la Comisión Europea de Fatuas, nacida en 1997 para orientar mediante dictámenes a los musulmanes europeos. La preside Yusuf al-Qaradawi, el más influyente teólogo de la actualidad, con su emisión semanal La sharía y la vida, en Al Yazira. Publicada en 2002, la primera compilación lleva prefacio y comentarios de Tariq Ramadan, quien ya advierte de que las fatuas no sólo proponen a los musulmanes europeos “adaptarse”. La defensa de la poligamia que detendrá la publicación del segundo tomo es ejemplo de ello, lo mismo que la fatua donde se prohíbe que la mujer libremente corte su pelo, elemento de goce del marido. Más significativos son aún los dictámenes sobre las conversiones, positivas si son al islam, pero calificadas en sentido inverso de “apostasía”, merecedora si es pública de pena de muerte para “proteger a la religión y a la sociedad de su acción perniciosa”. Benedicto XVI desconocía sin duda la fatua. Duros hadices.
Algo tiene que ver esto con el enfrentamiento planteado en la misma Turquía por la iniciativa del fiscal Yalçinkaya instando a la ilegalización del partido de Gobierno por atacar al secularismo de la Constitución. La pretensión es desaforada al pretender anular, como indicó el propio Erdogan en su dura réplica, el resultado de la voluntad popular. Antes Erdogan citó el núcleo de un versículo del Corán, el 7:179: “Tienen corazones pero no entienden, ojos pero no ven, oídos pero no oyen”. En el Corán son los destinados por Alá al infierno, que sin Su guía andan como ganado extraviado. La proyección de tal condena sobre la política turca apunta a los defensores a ultranza del Estado laico, sus adversarios. Islamismo puro. En estos temas, hay que leer antes de valorar.