Ceremonia del XCII Aniversario de la Constitución Política de 1917
Teatro de la República, Querétaro, a 5 de febrero de 2009;
Convoca el Presidente a cerrar filas para proteger a las instituciones del Estado y construir una Nación segura
Acompañado del Gobernador de la entidad, de los titulares del Poder Legislativo y Judicial, así como de la Conferencia Nacional de Gobernadores e integrantes de su Gabinete.
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Señor Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Diputado César Duarte Jáquez, Presidente de la Mesa Directiva de la Honorable Cámara de Diputados.
Senador Gustavo Madero Muñoz, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República.
Señor doctor Leonardo Valdés, Consejero Presidente del Instituto Federal Electoral.
Señor doctor José Luis Soberanes, Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Señoras y señores legisladores.
Señor licenciado Francisco Garrido Patrón, Gobernador del Estado de Querétaro.
Señoras y señores gobernadores.
Señores integrantes de los Poderes Legislativo y Judicial del Estado de Querétaro.
Señor licenciado Natividad González Parás, Presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores.
Señoras, señores presidentes municipales.
Distinguidos invitados especiales.
Magistrados.
Señoras y señores:
Hoy la Patria conmemora el XCII Aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917, y rinde honores a la generación de mexicanos que supieron imprimir en sus páginas de historia los principios que habrían de guiar a nuestro pueblo hacia un mejor porvenir.
En este mismo recinto los Constituyentes de 17 asumieron como misión, no solamente restaurar el orden constitucional, sino plasmar en nuestra Carta Magna las decisiones fundamentales que habrían de guiar a nuestro pueblo en su lucha por erigirse como una Nación de libertades, igualdad y progreso. Así, en nuestra Constitución quedaron consagradas las normas para construir un México más justo.
Desde entonces, la Constitución ha sido símbolo de unión de todos los mexicanos, de muchas generaciones que hemos creído en sus principios y en la sabiduría de sus disposiciones.
Desde 1917, los mexicanos hemos construido y fortalecido las instituciones de la República, para llevar al cumplimiento pleno los derechos individuales y las garantías sociales en ella establecidas.
Nuestra Constitución es la base del Estado mexicano, la base de un Estado moderno y democrático que enfrenta con decisión sus desafíos.
Gracias a la Carta Magna, hoy México es un Estado democrático en el que converge el gran crisol nacional, representado por sus regiones, sus ideologías, sus etnias, sus lenguas, sus diferentes formas de pensar y de ser.
Gracias a ella, tenemos un sistema político plural, donde los diversos actores encuentran espacios para debatir, dialogar y decidir.
La Constitución organiza el poder público, las relaciones entre los poderes y entre éstos y la ciudadanía. Es a través de la Ley Fundamental que tenemos un Estado democrático y funcional; en él, los poderes actúan, son balance y contrapeso unos de otros, y al tiempo, trabajan corresponsablemente en la vida institucional del país.
En el marco de la Constitución, las garantías individuales no sólo se consagran, sino que se ejercen. México es un país abierto y de libertades, un país donde se opina, se discrepa con libertad y se decide democráticamente.
Hoy la Suprema Corte de la Nación es garante de la constitucionalidad de las leyes y del acceso efectivo a la justicia. En el seno del Poder Legislativo se vive un debate intenso y, a la vez, se gestan nuevas normas en beneficio de todos los mexicanos.
Es, precisamente, en la organización constitucional prevista por la Carta Magna, donde se mejora el cuerpo normativo de la República y se reforma, incluso, en paz, la propia Constitución.
El Poder Ejecutivo, por su parte, vela por hacer respetarla y trabaja por promover el bien y la prosperidad de los ciudadanos.
Gracias a la Norma Suprema tenemos un Estado Federal en el que los tres niveles de Gobierno asumen de manera corresponsable la tarea de servir a la sociedad.
La Constitución prevé la organización del Estado mexicano y, como se ve, el Estado mexicano actúa, funciona, sirve a los ciudadanos, integra y equilibra el poder y le exige cuentas al poder mismo.
El progreso de México hoy se sustenta, en consecuencia, en un Estado fortalecido, no sólo mediante sus instituciones, sino también con la participación decidida de todos los ciudadanos, del conjunto de las mexicanas y los mexicanos que contribuyen con su trabajo y esfuerzo cotidiano al desarrollo nacional, que aportan de manera responsable a la construcción del bien público y ejercen cada día con mayor responsabilidad sus derechos y sus libertades.
Nuestro Estado es suma de voluntades que produce una voluntad común de convivencia en el marco de la ley: eso es lo que define a un Estado moderno, a un Estado democrático.
Hoy el Estado también actúa con firme determinación para cumplir y hacer cumplir las leyes de la República, para salvaguardar la libertad de los ciudadanos y combatir a los enemigos de la paz, del orden, de las instituciones y de la Ley.
La acción destructiva de la delincuencia organizada en México, su implantación en el territorio nacional, no pocas veces con la complicidad de autoridades, no es ciertamente nueva en la vida de la República; lo verdaderamente nuevo es la firme decisión del Estado mexicano como tal, de enfrentar esa delincuencia y derrotarla con todas sus consecuencias.
El Estado mexicano también es fuerza porque cuenta con la lealtad y el patriotismo de las fuerzas armadas, garantes de la soberanía exterior y de la seguridad interior del país.
La República, hoy reunida en quienes la representan, reconoce esa lealtad y valentía, y urge a las autoridades civiles, en la Federación y en las entidades federativas a acelerar el proceso de depuración y fortalecimiento de las entidades responsables de la seguridad, de manera que la presencia subsidiaria de las fuerzas federales, hoy indispensable, sea cada vez menos requerida.
Hoy México requiere que cerremos filas en la lucha contra quienes pretenden minar y destruir a las instituciones del Estado. México exige de todos sus hijos lealtad a la Patria y voluntad inquebrantable de construir una Nación segura y de progreso.
No es tiempo de demeritar, sino de aportar. Valoramos la crítica, valoramos la crítica que orienta soluciones y el análisis que alerta responsablemente sobre riesgos latentes.
Pero debemos rechazar todos el catastrofismo sin fundamento, particularmente ahora llevado a extremos absurdos, que daña sensiblemente al país, a su imagen internacional, ahuyenta inversiones y destruye los empleos que los mexicanos necesitan.
Hagamos a un lado el alarmismo, que ignora los esfuerzos que todos hacemos por superar nuestros desafíos.
México avanza en unidad y con firmeza y así, sólo así puede enfrentar los retos de este desafiante momento histórico.
Por eso, los retos que tenemos son motivo de mayor unidad y de mayor responsabilidad entre todos los mexicanos. Son razón para acotar los personalismos e intereses, que medran con infundadas profecías de desastre que sólo generan desaliento.
No es tiempo de actitudes protagónicas ni egoístas. Si alguna lección nos ha dejado la historia a los mexicanos es una y muy clara: cuando en vez de avanzar unidos nos dividimos en lo medular, cuando en lugar de contribuir a la lucha en favor de la Patria se pretende sembrar el desaliento o la desesperanza para satisfacer ambiciones, vanidades o intereses personales o de grupo, quien pierde es México y quienes sufren las consecuencias somos todos los mexicanos.
Nadie puede tratar de buscar laureles a partir de socavar las instituciones democráticas del país. Hay quienes quisieran ver debilitada a la Nación y a las instituciones republicanas que trabajan cotidianamente, y que los ciudadanos nos hemos dado.
Los mexicanos les decimos que el Estado es más grande y es más fuerte, y por eso nunca nos verán divididos.
Se puede discrepar, pero no deliberadamente falsear, dividir y enconar. Se puede opinar distinto en el marco de libertad que el propio Estado garantiza, pero no atentar contra el Estado mismo.
Nuestras instituciones son sólidas porque han sido construidas con el trabajo y el esfuerzo de muchas generaciones de mexicanos, pero su propia fortaleza no puede ser pretexto para que impunemente se apueste de manera reiterada a su debilitamiento.
Hoy México exige que sigamos fortaleciendo al Estado, para afrontar y afrontar con éxito los desafíos del Siglo XXI.
Es, precisamente, en este proceso integral de fortalecimiento del Estado que se inscriben muchas de las reformas que hemos alcanzado en estos últimos años, muchas de las cuales se habían postergado, incluso, por décadas.
Estas reformas consolidan de manera integral las capacidades del Estado en funciones que le son esenciales. Así, por ejemplo, con la Reforma al Sistema de Justicia Penal, reforzamos en su tarea de garantizar la integridad física y patrimonial de los mexicanos; ella brinda a las autoridades mejores herramientas para combatir a la delincuencia y la vez acerca a los ciudadanos a la tan postergada garantía de justicia pronta y expedita, basada en un sistema de procuración e impartición más transparente y eficaz.
De igual manera, con reformas tan trascendentales como la Hacendaria y la de Pensiones de los servidores públicos, hoy estamos reforzando las capacidades financieras del Estado para atender las necesidades y demandas de la sociedad.
Estas reformas dejan a los mexicanos también un Estado más fuerte en lo económico; son reformas que le dan viabilidad a futuro y una fortaleza económica no vista en varias décadas.
No es esta la primera vez que México enfrenta una crisis económica, pero aquí, también lo verdaderamente nuevo, es que a diferencia de otras, esta crisis ni se origina en México ni en la irresponsabilidad de sus gobernantes. Como es nuevo también, de que hoy estamos en mejores condiciones para enfrentarla, gracias a las fortalezas que, en la colaboración de poderes y órdenes de Gobierno, juntos hemos venido construyendo.
Éstas y otras reformas que hemos emprendido en poco más de dos años, fortalecen, además, al Estado en su capacidad de generar condiciones propicias para el desarrollo de las actividades económicas en un ambiente de certidumbre. Pero sobre todo, más allá de su contenido y alcance, son muestra de la capacidad de los mexicanos para llegar a acuerdos cruciales por encima de cualquier diferencia ideológica o política, propia de una Nación plural y democrática.
Es precisamente en la capacidad de encontrar acuerdos eficaces entre fuerzas políticas y mexicanos que pensamos distinto, donde también reside la fortaleza del Estado democrático y nacional.
Como titular del Poder Ejecutivo reconozco ampliamente el sentido de responsabilidad y patriotismo que ha guiado la labor de la LX Legislatura en ambas Cámaras del Congreso de la Unión.
Con el mismo espíritu constructivo que nos ha permitido llegar a acuerdos vitales para el país, debemos ser capaces de hacer frente a una época marcada por el cambio y la transformación acelerada.
Los problemas que hoy enfrenta el mundo, no sólo México, son más complejos, sino también más dinámicos, y por ello, al igual que lo hizo la generación de los Constituyentes del 17, nosotros, la generación del Bicentenario, requerimos reforzar aún más nuestro andamiaje institucional, a fin de que el Estado mexicano sea capaz de enfrentar tal entorno con mayor éxito.
Nuestra generación tiene la responsabilidad histórica de diseñar las leyes y de fortalecer las instituciones para aplicar esas leyes, a fin que nos permitan cumplir a cabalidad con los ideales del Constituyente del 17.
Leyes para garantizar la seguridad de los mexicanos en un marco de corresponsabilidad entre poderes y órdenes de Gobierno; leyes que promuevan un crecimiento más dinámico de nuestra economía; leyes que propicien una distribución más equitativa del ingreso, que erradiquen aquellos factores que han incrementado en la historia la desigualdad y que posibiliten, también, el abatimiento de la pobreza en todas las regiones del país.
Señoras y señores:
El mayor homenaje que podemos rendir a los Constituyentes del 17 es fortalecer al Estado mexicano que quedó consagrado en la Constitución de Querétaro.
A quienes insistentemente busquen ignorar sus capacidades, quienes quieran ver el fracaso del Estado y apuesten a él, y al ver fallido su pronóstico trabajen cotidiana e infructuosamente por lograrlo a partir, por cierto, de las mismas libertades que sólo un Estado fuerte y democrático puede garantizarle a los ciudadanos; debe quedar claro que quienes denigran sus atribuciones, su fortaleza y su viabilidad, atentan contra el Estado mismo al intentar socavarlo.
Por eso reitero, en esta histórica fecha y en este histórico recinto, que México exige de todos sus hijos lealtad a la Patria y a sus instituciones democráticas.
Al igual que en los albores del Siglo XX, hoy enfrentamos en el Siglo XXI situaciones adversas, distintas, en distintos frentes de la vida nacional.
Como los Constituyentes de entonces, debemos tener la convicción de que sólo anteponiendo el interés nacional, a los intereses de grupo, lograremos que México sea la Nación próspera, que estoy seguro, está destinada a ser.
Decía Heriberto Jara que todos los Constituyentes llevaron una representación genuina al Congreso de Querétaro. Hubo, decía, radicales y moderados, pero todos en la misma línea buscando la realización del gran fin.
Hoy como ayer, se trata de contribuir al gran fin del Estado mexicano, que es alcanzar la libertad, la justicia, la igualdad en la democracia para todos los mexicanos.
Como en 1917, el nuestro también es un momento histórico y fundacional, un momento en el que debemos reforzar las leyes y las instituciones que permitan al Estado mexicano ser un Estado pleno que realice a cabalidad los ideales contenidos en nuestra Constitución.
Este año los mexicanos elegiremos una nueva representación nacional en la Cámara de Diputados. Al igual que entonces, aflorarán como en el 17, de manera natural, las diversas visiones que constituyen el mosaico y la riqueza de la diversidad nacional.
El proceso electoral dará paso al debate público, a la confrontación de ideas y a la generación de propuestas.
El gran reto es saber aprovechar esta enorme riqueza de nuestra pluralidad política, para construir los acuerdos que permitan a México insertarse con éxito en la nueva realidad global del Siglo XXI. Sé que podemos y que sabremos hacerlo.
Cuando estamos a un año de conmemorar el Bicentenario de nuestra Independencia y el Centenario de la Revolución, es momento más que propicio para renovar la voluntad de todos.
Además, en este 2009 se cumplen 150 años de la expedición de las Leyes de Reforma. Es por ello que el Gobierno de la República y, estoy seguro, de todas las entidades federativas, se aprestan a celebrarlo con júbilo. Es por ello, también, que el Gobierno Federal decretará el 2009 como el del 150 Aniversario de la Reforma Liberal.
Los mexicanos habremos de abocarnos a alcanzar los fines de libertad, justicia, equidad y democracia, que han sido los ideales que han conducido y deberán seguir conduciendo el devenir histórico de nuestro pueblo. Muchas gracias.
En tanto:
PD: En tanto, la Asociación Nacional de Abogados Democráticos realizó un acto cívico conmemorativo de la promulgación dela Constitución Federal de 1917, en el Hemiciclo a Juárez; hablaron Bertha Luján, Bernardo Bátiz, Jesús González Schmal, Carlos Pacón y Eduardo J. Torres.