El panóptico de Assange/José María Ridao
EL PAÍS, 04/12/10;
La última filtración de Wikileaks ha revelado que, para algunos dirigentes políticos y altos funcionarios, no existe diferencia entre el secreto y la mentira. En sus manos, la reserva que exige la acción del Estado en ocasiones excepcionales se transforma en una autorización permanente para hacer y decir en privado lo contrario de lo que se afirma en público.
Los documentos conocidos dejan, así, la desasosegante impresión de que la política está secuestrada en los despachos y de que lo que se ofrece a los ciudadanos es, en cambio, una farsa destinada a convencerlos de que los Gobiernos se esfuerzan en una dirección cuando en realidad trabajan con denuedo en la contraria.