El País, 11/Mar/2020
La epidemia de coronavirus Covid-19 está teniendo una importante repercusión pública que se magnifica de manera continuada desde los medios de comunicación hasta en la prensa supuestamente más ecuánime. Por ejemplo, entre ayer y hoy, en el periódico que leo habitualmente, ha habido no menos de cuatro referencias al supuesto pánico ciudadano (mascarillas, toses que producen terror…) a más de varias páginas dedicadas al tema.
Para comprobar cómo están las cosas he hecho un trayecto en metro y cercanías en Madrid (14 estaciones, tres líneas de metro y una de cercanías) fuera de las horas punta. Me he cruzado con más de 1.000 personas (luego he dejado de contar) y solo tres con rasgos inequívocamente “orientales” (aunque igual habían nacido en Cáceres) llevaban mascarillas, y se escuchaban las toses habituales en los andenes y vagones sin mayores síntomas de preocupación por el resto de los viajeros. Estuve a punto de fingir un acceso de tos, pero me contuve porque no soy partidario de las provocaciones, y porque el miedo se infiltra de manera insidiosa y nos incita a la prudencia extrema. No pretendo que se trate de una muestra representativa porque tiene sus sesgos (viajé por la zona este, centro y sur de la comunidad, salvo una niña la infancia no estaba representada, y la población laboral tampoco), pero creo que da una idea de la situación, la mayoría de las personas parecían inmunizadas al pánico mediático.