Es autor de Hamsters y editor de Sam no es mi tío y Crecer a golpes.
The New York Times, 11 /10/2006
En 1985, el cómico argentino Alberto Olmedo lanzó en su show de televisión un nuevo personaje, el Yeneral González, dictador de una república bananera llamada Costa Pobre. El Yeneral González tenía un humor chabacano y callejero tan cómico como peripatético. Era un payaso enfundado en un uniforme fucsia remendado hasta el trasero y rematado con una gorra de portero de la Quinta Avenida. Cruzada sobre el pecho, como banda presidencial, llevaba una cinta mortuoria que decía: “Tus amigos”.El Yeneral González mentía con tanta simpatía que todos reíamos porque nos gustaba el engaño cómplice. Embaucaba, robaba, seducía y trataba a las mujeres como carne sin cerebro mientras repetía, cínico, que el pueblo no agradecía sus sacrificios. Daba imagen de duro, decía, pero tenía el corazón noble. Era un santo, un mártir que haría todo por salvar a la patria del desastre. “Soy el protector de los humildes”, repetía el Yeneral. “El pueblo me ama”.