Columna Arsenal/Francisco Garfias
Publicado en Excelsior, 9/01/2008;
Los integrantes de la redacción de noticieros de la W fueron convocados ayer a un encuentro con los directivos de la estación. La empresa quería dar su versión sobre la salida de Carmen Aristegui del noticiero Hoy por Hoy. Nos cuentan que los representantes de la empresa explicaron que durante cinco años la emisora ha perdido mucho dinero, algo así como 30 millones de pesos, y esa situación no se podía prolongar. Utilizaron cifras que proyectaron en una pantalla, para demostrar que el espacio de la conductora estrella trabajaba también con números rojos, a pesar de una alta audiencia.
La razón? Dicen que Aristegui no respetaba la disciplina comercial ni los cortes ni el manejo del reloj. Manejaba a su libre albedrío las cuatro horas que duraba su espacio, lo que complicaba la contratación de anuncios. “Hacía lo que quería”, sintetizó un directivo.
En la W explican que, en una estrategia de crecimiento, es imposible tener éxito con números rojos, ni revertir las pérdidas, sin orden en el manejo de los cortes. “No puedes resolver el problema, si en el espacio más importante no tienes el respaldo ni la disciplina comercial que se requiere”, subrayan. Juran que hicieron esfuerzos por llegar a un acuerdo con Aristegui, para que Hoy por Hoy se manejara de manera más ordenada, pero aseguran que la prestigiada conductora no aceptó someterse a la famosa “disciplina comercial”.
En forma tajante niegan que haya habido un plan preconcebido para sacarla del aire por motivos vinculados con los temas incómodos que trataba. “Hasta el final buscamos un arreglo, tan es así que no tenemos un conductor de relevo”, aseveran. Rafael Arce, quien la reemplaza desde el pasado lunes, permanecerá al frente de ese espacio mientras encuentran a la “persona adecuada”.
El asunto ha cobrado visos de escándalo nacional. La senadora Yeidckol Polevnsky subirá hoy el tema a la tribuna de la Comisión Permanente. En un punto de acuerdo que va a someter al pleno propone que se haga un amplio reconocimiento a la labor periodística de Aristegui y pide a la empresa una explicación clara de los motivos por los que no se renovó el contrato a la conductora. “Tenemos todas las pautas para afirmar que su salida tiene que ver con la postura que asumió frente a la reforma electoral”, afirma Polevnsky.
La opínión de Sergio Aguayo en Reforma 9/01/2008;
La razón? Dicen que Aristegui no respetaba la disciplina comercial ni los cortes ni el manejo del reloj. Manejaba a su libre albedrío las cuatro horas que duraba su espacio, lo que complicaba la contratación de anuncios. “Hacía lo que quería”, sintetizó un directivo.
En la W explican que, en una estrategia de crecimiento, es imposible tener éxito con números rojos, ni revertir las pérdidas, sin orden en el manejo de los cortes. “No puedes resolver el problema, si en el espacio más importante no tienes el respaldo ni la disciplina comercial que se requiere”, subrayan. Juran que hicieron esfuerzos por llegar a un acuerdo con Aristegui, para que Hoy por Hoy se manejara de manera más ordenada, pero aseguran que la prestigiada conductora no aceptó someterse a la famosa “disciplina comercial”.
En forma tajante niegan que haya habido un plan preconcebido para sacarla del aire por motivos vinculados con los temas incómodos que trataba. “Hasta el final buscamos un arreglo, tan es así que no tenemos un conductor de relevo”, aseveran. Rafael Arce, quien la reemplaza desde el pasado lunes, permanecerá al frente de ese espacio mientras encuentran a la “persona adecuada”.
El asunto ha cobrado visos de escándalo nacional. La senadora Yeidckol Polevnsky subirá hoy el tema a la tribuna de la Comisión Permanente. En un punto de acuerdo que va a someter al pleno propone que se haga un amplio reconocimiento a la labor periodística de Aristegui y pide a la empresa una explicación clara de los motivos por los que no se renovó el contrato a la conductora. “Tenemos todas las pautas para afirmar que su salida tiene que ver con la postura que asumió frente a la reforma electoral”, afirma Polevnsky.
La opínión de Sergio Aguayo en Reforma 9/01/2008;
Se reactiva la polarización. Ése es el saldo de la salida de Carmen Aristegui de la W Radio.
Con la información proporcionada por Prisa, carece de lógica empresarial su decisión de no renovar el contrato de Carmen. Su programa tenía un rating al alza y Prisa no aclara en qué consiste el "modelo editorial" con el cual era incompatible la periodista. Ante el hermetismo se justifica una interpretación que construí con fuentes confiables pero que está sujeta a correcciones.
La propuesta de Prisa sí modificaba la libertad editorial que había disfrutado la periodista. Por ejemplo, transfería a otras instancias la generación de la información. Tampoco hubo disposición para extender el tiempo y poder modificar el acuerdo vigente. Es entonces posible razonar que Prisa dejó de defenderla frente a las presiones de Televisa porque, tal vez, entraron en juego consideraciones comerciales más amplias. Eso explicaría ese comunicado tan escueto y contradictorio que difundieron el 4 de enero y que han complementado con llamadas de un directivo de la empresa a periodistas selectos durante las cuales se busca desacreditar a la periodista.
¿Cuáles podrían ser los motivos de Televisa para exigir la salida de Carmen? Sería demasiado burdo que fuera una revancha por la posición que Carmen adoptó frente a la Ley Televisa. Me parece más lógico que el gigante de la comunicación considerara inaceptable que una estrella mediática utilizara una estación de su propiedad para afectar sus intereses en el debate futuro sobre la Ley de Medios.
El desencuentro entre una empresa y una conductora se complicó por la reacción de un centro-izquierda que trasciende, y con mucho, al Partido de la Revolución Democrática o a Andrés Manuel López Obrador. Ese centro-izquierda capturó en el 2006 una tercera parte del electorado y está bien presente en los medios impresos, pero está ausente de los espacios privilegiados de los grandes medios electrónicos.
Un matiz indispensable. Carmen no era una representante "orgánica" del centro-izquierda; lo que hacía era darle una gran atención a los asuntos que inquietan a este sector concentrándose, para ello, en asuntos paradigmáticos. Existen, por supuesto, otros conductores haciendo lo mismo. La diferencia está en el tamaño de la plataforma. La ahora desempleada tenía a su disposición 20 horas a la semana en una estación, la W Radio, que llega a todos los rincones del país envuelta en el halo de la tradición y sintetizando, de manera simbólica, el México de hoy y el de antaño. Entre las seis y las diez de la mañana escuchábamos dramones mucho más inquietantes por reales que las lacrimosas telenovelas que llenan las tardes y las noches mexicanas. Su impacto era enorme, sus consecuencias medibles.
Cada noche Carmen cerraba la pinza con media hora en el influyente CNN en español. Si la periodista adquirió tanto protagonismo fue por sus méritos y porque no había quien la acompañara en las grandes ligas. El brillo alimentó la inquina de quienes vieron afectados sus intereses... y la convirtieron en un peligro para el México de los poderes fácticos.
Sería imposible asegurar que en la cancelación del contrato se movió alguna mano de Los Pinos; tampoco puede negarse que el equipo del Presidente puede tener la mano pesada con los periodistas incómodos y lo confirma la experiencia de otro comunicador independiente, José Gutiérrez Vivó. Renacen, como herencia del 2006, las dudas sobre el compromiso de Felipe Calderón con la democracia. El Presidente no puede imponer su voluntad a un concesionario de medios pero sí puede influir sobre sus decisiones. Pero pronto sabremos si algún concesionario de medios electrónicos importantes extiende una invitación a Carmen o si la castigan por un buen tiempo. Por lo pronto, el centro-izquierda ve reducida su presencia en los espacios privilegiados de los grandes medios electrónicos.
Imposible dejar el tema sin referirse al peso del factor externo en nuestra transición. Una novedad de los últimos años es la creciente presencia española en el hemisferio. De España han venido empresarios honestos y emprendedores... y corsarios dispuestos a todo con tal de obtener la ganancia fácil. También han venido políticos sensibles y respetuosos y patanes arrogantes como José María Aznar quien, en el 2006, se plantó en un México polarizado por una elección competida, lodosa y dudosa para decirnos que debíamos votar por el candidato afín al Partido Popular español.
El centro-izquierda mexicano colocó a Prisa en la categoría de los españoles buenos; eran una especie de herederos del legendario y admirado exilio republicano. La extrapolación se justificaba porque Prisa es un referente de ética editorial que remite a Jesús de Polanco y a El País y a Santillana y a otras empresas que han tomado riesgos para defender a una democracia racional, moderna, civilizadora. En mis colaboraciones para El País o en mis tratos con dos sellos de Santillana (Aguilar y Taurus) he constatado y disfrutado del respeto y el profesionalismo. La defensa que Prisa hizo de Carmen durante varios años confirmaba que en México replicarían los mismos códigos de su relación con el poder.
El desenlace del affaire Carmen y el hermetismo con el cual se han manejado provocaron una comprensible sacudida. Tal vez Prisa se inclinó por la lógica mercantil y puso a un lado las necesidades de una democracia sin consolidar. Tiene todo el derecho a hacerlo aunque tal vez está cometiendo un error de largo plazo; después de todo, la izquierda es una realidad política en México. Pero ya habrá tiempo para regresar a los retos y dilemas creados por la reconquista española de América.
De nuestro Congreso depende ahora que este asunto no se convierta en el "escándalo de la semana". En la trayectoria de Carmen Aristegui se condensan los retos que deberán atender si se deciden a hacer una Ley de Medios. Por ahora, en el centro-izquierda estamos de luto y duelo por esa vuelta de tuerca que extiende la vigorosa polarización desencadenada en el 2006.
Con la información proporcionada por Prisa, carece de lógica empresarial su decisión de no renovar el contrato de Carmen. Su programa tenía un rating al alza y Prisa no aclara en qué consiste el "modelo editorial" con el cual era incompatible la periodista. Ante el hermetismo se justifica una interpretación que construí con fuentes confiables pero que está sujeta a correcciones.
La propuesta de Prisa sí modificaba la libertad editorial que había disfrutado la periodista. Por ejemplo, transfería a otras instancias la generación de la información. Tampoco hubo disposición para extender el tiempo y poder modificar el acuerdo vigente. Es entonces posible razonar que Prisa dejó de defenderla frente a las presiones de Televisa porque, tal vez, entraron en juego consideraciones comerciales más amplias. Eso explicaría ese comunicado tan escueto y contradictorio que difundieron el 4 de enero y que han complementado con llamadas de un directivo de la empresa a periodistas selectos durante las cuales se busca desacreditar a la periodista.
¿Cuáles podrían ser los motivos de Televisa para exigir la salida de Carmen? Sería demasiado burdo que fuera una revancha por la posición que Carmen adoptó frente a la Ley Televisa. Me parece más lógico que el gigante de la comunicación considerara inaceptable que una estrella mediática utilizara una estación de su propiedad para afectar sus intereses en el debate futuro sobre la Ley de Medios.
El desencuentro entre una empresa y una conductora se complicó por la reacción de un centro-izquierda que trasciende, y con mucho, al Partido de la Revolución Democrática o a Andrés Manuel López Obrador. Ese centro-izquierda capturó en el 2006 una tercera parte del electorado y está bien presente en los medios impresos, pero está ausente de los espacios privilegiados de los grandes medios electrónicos.
Un matiz indispensable. Carmen no era una representante "orgánica" del centro-izquierda; lo que hacía era darle una gran atención a los asuntos que inquietan a este sector concentrándose, para ello, en asuntos paradigmáticos. Existen, por supuesto, otros conductores haciendo lo mismo. La diferencia está en el tamaño de la plataforma. La ahora desempleada tenía a su disposición 20 horas a la semana en una estación, la W Radio, que llega a todos los rincones del país envuelta en el halo de la tradición y sintetizando, de manera simbólica, el México de hoy y el de antaño. Entre las seis y las diez de la mañana escuchábamos dramones mucho más inquietantes por reales que las lacrimosas telenovelas que llenan las tardes y las noches mexicanas. Su impacto era enorme, sus consecuencias medibles.
Cada noche Carmen cerraba la pinza con media hora en el influyente CNN en español. Si la periodista adquirió tanto protagonismo fue por sus méritos y porque no había quien la acompañara en las grandes ligas. El brillo alimentó la inquina de quienes vieron afectados sus intereses... y la convirtieron en un peligro para el México de los poderes fácticos.
Sería imposible asegurar que en la cancelación del contrato se movió alguna mano de Los Pinos; tampoco puede negarse que el equipo del Presidente puede tener la mano pesada con los periodistas incómodos y lo confirma la experiencia de otro comunicador independiente, José Gutiérrez Vivó. Renacen, como herencia del 2006, las dudas sobre el compromiso de Felipe Calderón con la democracia. El Presidente no puede imponer su voluntad a un concesionario de medios pero sí puede influir sobre sus decisiones. Pero pronto sabremos si algún concesionario de medios electrónicos importantes extiende una invitación a Carmen o si la castigan por un buen tiempo. Por lo pronto, el centro-izquierda ve reducida su presencia en los espacios privilegiados de los grandes medios electrónicos.
Imposible dejar el tema sin referirse al peso del factor externo en nuestra transición. Una novedad de los últimos años es la creciente presencia española en el hemisferio. De España han venido empresarios honestos y emprendedores... y corsarios dispuestos a todo con tal de obtener la ganancia fácil. También han venido políticos sensibles y respetuosos y patanes arrogantes como José María Aznar quien, en el 2006, se plantó en un México polarizado por una elección competida, lodosa y dudosa para decirnos que debíamos votar por el candidato afín al Partido Popular español.
El centro-izquierda mexicano colocó a Prisa en la categoría de los españoles buenos; eran una especie de herederos del legendario y admirado exilio republicano. La extrapolación se justificaba porque Prisa es un referente de ética editorial que remite a Jesús de Polanco y a El País y a Santillana y a otras empresas que han tomado riesgos para defender a una democracia racional, moderna, civilizadora. En mis colaboraciones para El País o en mis tratos con dos sellos de Santillana (Aguilar y Taurus) he constatado y disfrutado del respeto y el profesionalismo. La defensa que Prisa hizo de Carmen durante varios años confirmaba que en México replicarían los mismos códigos de su relación con el poder.
El desenlace del affaire Carmen y el hermetismo con el cual se han manejado provocaron una comprensible sacudida. Tal vez Prisa se inclinó por la lógica mercantil y puso a un lado las necesidades de una democracia sin consolidar. Tiene todo el derecho a hacerlo aunque tal vez está cometiendo un error de largo plazo; después de todo, la izquierda es una realidad política en México. Pero ya habrá tiempo para regresar a los retos y dilemas creados por la reconquista española de América.
De nuestro Congreso depende ahora que este asunto no se convierta en el "escándalo de la semana". En la trayectoria de Carmen Aristegui se condensan los retos que deberán atender si se deciden a hacer una Ley de Medios. Por ahora, en el centro-izquierda estamos de luto y duelo por esa vuelta de tuerca que extiende la vigorosa polarización desencadenada en el 2006.
Critica Cencos la salida del aire de Carmen Aristegui
Nota de Emir Olivares Alonso, reportero de La Jornada, 9/01/2008;
Con la salida del aire del informativo de la periodista Carmen Aristegui en W Radio la libertad de expresión “recibió un nuevo golpe, ya que se acalla a sectores que no tienen voz ni acceso a los medios por los grandes costos que imponen las empresas privadas”, aseguró el Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos). La organización señaló que la decisión de Grupo Prisa (trasnacional española) y Televisa de no renovar el contrato a la conductora (quien transmitió su último programa al aire el pasado viernes) “evidencia cómo la libertad de expresión –requisito indispensable para la existencia de una sociedad democrática– está sujeta a los modelos empresariales que acotan este derecho humano fundamental”. En un documento en el que lamentó la salida del aire de Aristegui, la ONG subrayó que “la libertad de expresión que reclaman y ejercen los empresarios (de la comunicación) parece ser incompatible con la ejercida por los periodistas críticos y parte de la sociedad civil que no se somete a sus intereses”. Agregó que este derecho no debe ser un monopolio de los medios de información, ya que los operadores privados “tienen la obligación de garantizar los derechos de todos” los mexicanos con las concesiones que les otorga el Estado. “Éstos no deben restringir los derechos públicos y garantías de la ciudadanía como el de la libertad de expresión; sin pluralidad y diversidad comunicativa no hay condiciones garantes en la democracia”.
Con la salida del aire del informativo de la periodista Carmen Aristegui en W Radio la libertad de expresión “recibió un nuevo golpe, ya que se acalla a sectores que no tienen voz ni acceso a los medios por los grandes costos que imponen las empresas privadas”, aseguró el Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos). La organización señaló que la decisión de Grupo Prisa (trasnacional española) y Televisa de no renovar el contrato a la conductora (quien transmitió su último programa al aire el pasado viernes) “evidencia cómo la libertad de expresión –requisito indispensable para la existencia de una sociedad democrática– está sujeta a los modelos empresariales que acotan este derecho humano fundamental”. En un documento en el que lamentó la salida del aire de Aristegui, la ONG subrayó que “la libertad de expresión que reclaman y ejercen los empresarios (de la comunicación) parece ser incompatible con la ejercida por los periodistas críticos y parte de la sociedad civil que no se somete a sus intereses”. Agregó que este derecho no debe ser un monopolio de los medios de información, ya que los operadores privados “tienen la obligación de garantizar los derechos de todos” los mexicanos con las concesiones que les otorga el Estado. “Éstos no deben restringir los derechos públicos y garantías de la ciudadanía como el de la libertad de expresión; sin pluralidad y diversidad comunicativa no hay condiciones garantes en la democracia”.
Aristegui: despido preventivo /Luis Linares Zapata
La Jornada, 9/01/2008;
La Jornada, 9/01/2008;
El programa radiofónico de Carmen Aristegui en la antigua XEW se colocó, por voluntad propia, en un sitio de obligado quiebre según la lógica del modelo de gobierno vigente. En ese punto coinciden tres diferentes conjuntos de voluminosos intereses y particulares visiones que forman parte integral del poder en México. Los tres contrarios no sólo a mucho de los contenidos, sino también a las orientaciones que la conductora imprimió en su actuación difusiva.
Por un lado, y como segmento primordial, está la actitud entreguista que abrazan con insólita fe y conveniencias el Presidente del oficialismo y sus grandes patronos. Las marcadas carencias de legitimidad de Calderón, aunadas a su pobre desempeño durante el pasado año, lo tornan por demás sensible a las diferentes opiniones, en especial aquéllas con amplia recepción entre el público. En otro de los vértices se apilan los sentires y los negocios del consorcio Televisa. Por experiencia acumulada se sabe que en esa empresa las antipatías para con todos aquellos que no le son fieles hasta la ignominia son argumentos cruciales para evaluar los futuros de personas y programas. Y, por último, la estrategia imperial de las empresas españolas y su gobierno para con los consumidores y usuarios de sus antiguas colonias en América. Una tripleta de masivos intereses frente a una sola mujer, por más que ésta haya mostrado la capacidad operativa suficiente (rating) para atraer, alrededor de sus enfoques, apertura y diversas voces, al amplio auditorio de ciudadanos que le respondió.
A Carmen, sin embargo, no se le despide únicamente por lo que ha hecho, sino, de manera primordial, por lo que podría representar en el próximo futuro, que ya se configura desde los centros decisorios de dentro y fuera del país. Y esto es lo interesante de un movimiento que bien puede ser llamado de acción preventiva empresarial.
En efecto, sobre la evaluación que se hace de su trayectoria pesan sus propias posturas, enfoques y agenda sobre espinosos temas. Todos ya bien examinados por distintos articulistas y actores de la vida pública. Muchos de los cuales, por no decir que todos ellos, incómodos para las derechas y distanciados de la línea oficial. En ese segmento ideológico y programático, crecientemente conservador y hasta reaccionario, Aristegui hizo muchos enemigos jurados y otros tantos celosos rivales que no podían menos que reaccionar en defensa de sus posiciones y de sus inocultables ambiciones. Al mismo tiempo, y por contraste necesario, se acercó a otro segmento del mercado radiofónico. Uno, muy vasto, que se ha dejado de lado por aquellos afiliados a la oficialidad: el del centro y la izquierda nacionales. Así se da esa confluencia, antes mencionada, que determinó su airosa y digna salida. El costo para con los autores de tan inicua medida preventiva es sustancial. Pero los intereses que se defienden por parte de esas tres fuerzas en movimiento es, también, inmenso: el petróleo y, más ampliamente, el control de los negocios con la energía de México.
La idea, avanzada por Ciro Gómez Leyva en uno de sus condensados artículos, de reducir el asunto a un diferendo entre una conductora y los burócratas que manejan la estación (W), es simplista, por decir lo menos. Si ése fuera el caso, los dos sujetos mencionados por la crítica ya hubieran tenido que dejar esa estación por el daño ocasionado a la imagen y objetivos de sus patrones. A Calderón por inducir su salida a través de su cuñado, aun cuando éste niegue su directa participación. A Televisa por cobrar venganzas indebidas y torpes.
Aristegui no asistió al descomunal acto de fuerza de los concesionarios frente al Senado y sostuvo posturas independientes y diferenciadas en cuanto a la ley de medios, dando cabida a disidentes para informar mejor a la ciudadanía. Y, sobre todo, ha afectado la imagen imperial que tanto las empresas españolas como su gobierno se van labrando y donde Prisa es factor primordial.
La actuación estelar de las empresas españolas en Latinoamérica es un fenómeno de reciente conformación. En Argentina, en Nicaragua, en Venezuela, en Bolivia y Ecuador han dejado una estela de abusos, atropellos y trampas inocultables. Baste recordar la inscripción, como de su propiedad, que Repsol hizo en la bolsa de valores de Nueva York de las reservas de gas bolivianas. Mucho del enfrentamiento entre el rey, Ortega y Chávez obedece a este tipo de fricciones en distintos renglones de negocios.
En realidad, Prisa y sus andanzas difusivas en estas regiones la han convertido no sólo en un agente de sus propios intereses (El País, Santillana), sino en un ariete de respaldo y promoción para la nueva colonización. Actividad que concretan numerosas empresas, en primer término las energéticas, campo donde han concentrado sus ambiciones, aunque no de manera exclusiva. Las telecomunicaciones y la banca son otras de ellas a cual más estratégicas para el futuro desarrollo del país receptor y ante el cual ejercen las debidas presiones, siempre aunadas al oficialismo en turno.
En todas estas actividades empresariales la buena disposición, la simpatía, los intereses cruzados y las complicidades con las autoridades son cruciales. De ahí que mantener relaciones fluidas y aceptadas por las mayorías se convierte en un objetivo trascendente. Varias empresas españolas han incursionado ya en el gas mexicano (Burgos) y otras esperan hacerlo ahora que la administración de Calderón (junto con el priísmo entreguista) abra oportunidades en las diversas áreas de Pemex hasta hoy reservadas para el Estado.
La penetración de los españoles en la Comisión Federal de Electricidad ya es abrumadora (recuérdese la causa eficiente de las inundaciones en Tabasco). Prisa no es ajena a toda la embestida que se dará para forzar la participación del capital privado en Pemex, sobre todo el internacional, donde los españoles, por sus propias e ingentes necesidades, ambicionan una tajada considerable del suculento pastel. Por eso en la XEW, y en el resto de Latinoamérica, han diseñado un ejercicio editorial sometido a sus designios y no permitirán que los conductores tengan independencia alguna. Los que sustituyan a Carmen sabrán a qué atenerse y la audiencia también.
Por eso sale Aristegui de la XEW. A la ya firme audiencia que tenía había que unirle lo que podría adicionarse si, con sus micrófonos abiertos, diera cabida a la inconformidad que sobrevendrá cuando se cambien las reglas constitucionales o se alteren leyes secundarias para la entrega de la joya productiva nacional. Un panorama tan difícil de digerir por el poder, que se opta por esa medida preventiva que, como todos esos experimentos represivos, tendrá sus inevitables consecuencias y, a pesar de todo, un final inesperado.
Por un lado, y como segmento primordial, está la actitud entreguista que abrazan con insólita fe y conveniencias el Presidente del oficialismo y sus grandes patronos. Las marcadas carencias de legitimidad de Calderón, aunadas a su pobre desempeño durante el pasado año, lo tornan por demás sensible a las diferentes opiniones, en especial aquéllas con amplia recepción entre el público. En otro de los vértices se apilan los sentires y los negocios del consorcio Televisa. Por experiencia acumulada se sabe que en esa empresa las antipatías para con todos aquellos que no le son fieles hasta la ignominia son argumentos cruciales para evaluar los futuros de personas y programas. Y, por último, la estrategia imperial de las empresas españolas y su gobierno para con los consumidores y usuarios de sus antiguas colonias en América. Una tripleta de masivos intereses frente a una sola mujer, por más que ésta haya mostrado la capacidad operativa suficiente (rating) para atraer, alrededor de sus enfoques, apertura y diversas voces, al amplio auditorio de ciudadanos que le respondió.
A Carmen, sin embargo, no se le despide únicamente por lo que ha hecho, sino, de manera primordial, por lo que podría representar en el próximo futuro, que ya se configura desde los centros decisorios de dentro y fuera del país. Y esto es lo interesante de un movimiento que bien puede ser llamado de acción preventiva empresarial.
En efecto, sobre la evaluación que se hace de su trayectoria pesan sus propias posturas, enfoques y agenda sobre espinosos temas. Todos ya bien examinados por distintos articulistas y actores de la vida pública. Muchos de los cuales, por no decir que todos ellos, incómodos para las derechas y distanciados de la línea oficial. En ese segmento ideológico y programático, crecientemente conservador y hasta reaccionario, Aristegui hizo muchos enemigos jurados y otros tantos celosos rivales que no podían menos que reaccionar en defensa de sus posiciones y de sus inocultables ambiciones. Al mismo tiempo, y por contraste necesario, se acercó a otro segmento del mercado radiofónico. Uno, muy vasto, que se ha dejado de lado por aquellos afiliados a la oficialidad: el del centro y la izquierda nacionales. Así se da esa confluencia, antes mencionada, que determinó su airosa y digna salida. El costo para con los autores de tan inicua medida preventiva es sustancial. Pero los intereses que se defienden por parte de esas tres fuerzas en movimiento es, también, inmenso: el petróleo y, más ampliamente, el control de los negocios con la energía de México.
La idea, avanzada por Ciro Gómez Leyva en uno de sus condensados artículos, de reducir el asunto a un diferendo entre una conductora y los burócratas que manejan la estación (W), es simplista, por decir lo menos. Si ése fuera el caso, los dos sujetos mencionados por la crítica ya hubieran tenido que dejar esa estación por el daño ocasionado a la imagen y objetivos de sus patrones. A Calderón por inducir su salida a través de su cuñado, aun cuando éste niegue su directa participación. A Televisa por cobrar venganzas indebidas y torpes.
Aristegui no asistió al descomunal acto de fuerza de los concesionarios frente al Senado y sostuvo posturas independientes y diferenciadas en cuanto a la ley de medios, dando cabida a disidentes para informar mejor a la ciudadanía. Y, sobre todo, ha afectado la imagen imperial que tanto las empresas españolas como su gobierno se van labrando y donde Prisa es factor primordial.
La actuación estelar de las empresas españolas en Latinoamérica es un fenómeno de reciente conformación. En Argentina, en Nicaragua, en Venezuela, en Bolivia y Ecuador han dejado una estela de abusos, atropellos y trampas inocultables. Baste recordar la inscripción, como de su propiedad, que Repsol hizo en la bolsa de valores de Nueva York de las reservas de gas bolivianas. Mucho del enfrentamiento entre el rey, Ortega y Chávez obedece a este tipo de fricciones en distintos renglones de negocios.
En realidad, Prisa y sus andanzas difusivas en estas regiones la han convertido no sólo en un agente de sus propios intereses (El País, Santillana), sino en un ariete de respaldo y promoción para la nueva colonización. Actividad que concretan numerosas empresas, en primer término las energéticas, campo donde han concentrado sus ambiciones, aunque no de manera exclusiva. Las telecomunicaciones y la banca son otras de ellas a cual más estratégicas para el futuro desarrollo del país receptor y ante el cual ejercen las debidas presiones, siempre aunadas al oficialismo en turno.
En todas estas actividades empresariales la buena disposición, la simpatía, los intereses cruzados y las complicidades con las autoridades son cruciales. De ahí que mantener relaciones fluidas y aceptadas por las mayorías se convierte en un objetivo trascendente. Varias empresas españolas han incursionado ya en el gas mexicano (Burgos) y otras esperan hacerlo ahora que la administración de Calderón (junto con el priísmo entreguista) abra oportunidades en las diversas áreas de Pemex hasta hoy reservadas para el Estado.
La penetración de los españoles en la Comisión Federal de Electricidad ya es abrumadora (recuérdese la causa eficiente de las inundaciones en Tabasco). Prisa no es ajena a toda la embestida que se dará para forzar la participación del capital privado en Pemex, sobre todo el internacional, donde los españoles, por sus propias e ingentes necesidades, ambicionan una tajada considerable del suculento pastel. Por eso en la XEW, y en el resto de Latinoamérica, han diseñado un ejercicio editorial sometido a sus designios y no permitirán que los conductores tengan independencia alguna. Los que sustituyan a Carmen sabrán a qué atenerse y la audiencia también.
Por eso sale Aristegui de la XEW. A la ya firme audiencia que tenía había que unirle lo que podría adicionarse si, con sus micrófonos abiertos, diera cabida a la inconformidad que sobrevendrá cuando se cambien las reglas constitucionales o se alteren leyes secundarias para la entrega de la joya productiva nacional. Un panorama tan difícil de digerir por el poder, que se opta por esa medida preventiva que, como todos esos experimentos represivos, tendrá sus inevitables consecuencias y, a pesar de todo, un final inesperado.
Columna la GACETA DEL ÁNGEL de Germán Dehesa
Reforma, 9/'1/2008;
CARMEN ARISTEGUI No entiendo. El grupo PRISA surge de una memorable aventura del derecho a la información en España; aventura que culmina con el periódico "El País" tan notable por tantas cosas, una de ellas su apertura informativa y su respeto a todas las voces. Por eso a M.A. Granados Ch. y a mí nos suena tan incoherente la noticia de que al grupo PRISA le bastó contraer un raro amasiato con la XEW (lugar de donde también echaron a María Victoria Llamas) para pasarse del lado de la censura, la estrechez de criterio y el estreñimiento mental.
Ahora nos traen la noticia de la salida de Carmen Aristegui. Las razones que aducen para esto son todo lo contrario; son las sinrazones de la mentalidad franquista y las babosadas de aquél que sabe que no tiene por qué darle explicaciones a nadie. La empresa así lo decidió y a los macehuales sólo nos toca callar y obedecer. Olvidan que se trata de una concesión para dar servicio a la comunidad y que ésta ya no se halla en plan de callar y obedecer; queremos explicaciones razonadas, o en su caso, la reinstalación de Carmen, o lo que ella considere conveniente. Lo primero que tienen que saber los encomenderos hertzianos es que Carmen no está sola y que cada vez seremos más los que salgamos en defensa de sus derechos que son también los nuestros. Mi cuatacha Denise Dresser ya sacó también la armadura y la lanza y se dispone a dar la ruda batalla contra los dragones con PRISA. Creo que es deber de todos los verdaderos ciudadanos salir en defensa de todo lo que Carmen representa.
ALGUNAS PRECISIONES Dice Gutiérrez Vivales: yo le dije a Germán que teníamos problemas económicos (después de varios meses sin cobrar, ya lo había yo deducido).Que me enseñe la carta donde yo lo corro. (Fue más fácil: el programa salió del aire y cuando volvió nadie me invitó).
Aquí está su lugar: (para seguir trabajando sin cobrar. No, gracias).
¡¡¡Cen-su-ra!!!/Guadalupe Loaeza
Reforma, 08/01/2008;
Reforma, 08/01/2008;
Sin el noticiario de Carmen Aristegui no me hallo. Esta sensación entre vacío y zozobra me acompañó durante todo el día de ayer. En realidad empezó desde el sábado por la tarde, ¿a quién voy a escuchar el lunes?, me preguntaba preocupada. El domingo por la noche me dormí inquieta a sabiendas que al otro día no escucharía la voz de Carmen. En los últimos dos años, la primera cosa que hacía al abrir los ojos era voltearme hacia donde se encuentra mi pequeño radio Sony, oprimir un botón y dejarme llevar por las noticias y los análisis que diariamente hacía Aristegui con un excepcional espíritu de independencia. Debo confesar que ésta era la única razón por la que me despertaba tan temprano, antes de las siete de la mañana. Con esas tres horas de noticias ya no sentía necesidad de leer, compulsivamente, los periódicos como acostumbraba hacerlo. Para las diez de la mañana que terminaba el noticiario Hoy por hoy me consideraba lista para enfrentar un país rebasado por todo tipo de problemas; desde los que tenían que ver con el crimen organizado, hasta aquellos que hablaban de las más recientes denuncias de los Fox. Algo que me maravillaba de la forma en que Carmen daba las noticias aparte de su objetividad era el respeto que siempre le manifestaba a su amplísimo auditorio. Nunca le sentí un tono paternalista, impositivo, ni mucho menos amarillista. Cuando se equivocaba, de inmediato reconocía su error; siempre estaba abierta para darle voz a aquellos que exigían una réplica respecto ya sea a denuncias o a dichos emitidos por algunos políticos; cuando analizaba un tema político o social, procuraba ir, invariablemente, hasta sus últimas consecuencias sin importarle el tiempo que le tomara; me gustaba que de vez en cuando recurriera al humor como solía hacerlo con el analista de deportes o bien cuando se echaba sus carcajadas; admiraba la agilidad y la inteligencia con la que conducía su sección política con Denise Dresser, José Antonio Crespo y Lorenzo Meyer; me conmovía su sincera empatía cuando entrevistaba a las madres de los niños violados de Oaxaca; admiraba el profesionalismo y la libertad que le permitían entrevistar a López Obrador y a otros representantes de la izquierda mexicana, sabiendo que esto le ocasionaría muchas críticas de un cierto sector de la sociedad mexicana; muchas veces le aplaudí su postura ética y honesta respecto a la Ley Televisa, totalmente contraria a muchos de sus colegas; me gustaban los largos diálogos que sostenía con San Juana respecto a sus investigaciones alrededor de los sacerdotes pedófilos; pero de todo lo anterior lo que más me llamaba la atención de Carmen era que en un país donde reina el fatalismo, el conformismo y el arribismo, ella fuera tan valiente. Por más que colaborara en una empresa como Televisa o Prisa, dos consorcios poderosísimos, jamás hizo a un lado sus convicciones, jamás optó por una actitud acomodaticia y jamás se contaminó por una línea editorial contraria a la suya propia. Pienso que esto en un o una periodista vale oro.
¿Fue precisamente por todo lo anterior que Prisa no le renovó su contrato a Carmen? ¿A ese grado la periodista se volvió para ellos tan incómoda? Al no haberle renovado su contrato, ¿con quiénes quedan bien los del grupo Prisa, con sus socios mexicanos o con los del gobierno? ¿Con los dos? ¿Qué no se darán cuenta, ellos que son supuestamente tan profesionales en la materia, del costo que esto les representa? ¿Por qué en ningún momento pensaron en el auditorio que llevaba más de cinco años escuchando a Carmen? ¿Para ellos los radioescuchas valdrán cacahuates? ¿Siendo la sociedad mexicana tan desconfiada especialmente en lo que se refiere a la libertad de expresión, ¿de veras pensarán los señores de Prisa que les vamos a creer cuando nos dicen que la salida de Carmen se debió a una "incompatibilidad editorial"? ¿Creerán de verdad que somos tan ingenuos, cándidos y confiados? Podrán decir que la periodista actuaba con demasiado individualismo, que tenía un salario sumamente elevado, que manejaba a su antojo su equipo de reporteros, que era demasiado rebelde... Que el cuñado del Presidente, Juan Ignacio Zavala, contratado por el consorcio de los Polanco no tuvo nada que ver... Porque la periodista quería todo o nada, que si esto y que si lo otro... El caso es que seguramente para la mayoría de los radioescuchas de la W, la salida de Carmen Aristegui de la estación nada más existió por un solo motivo, uno solo: ¡cen-su-ra! (O como dirían los españoles, zen-zu-ra).
Para el periodista José Antonio Crespo, ex colaborador de Aristegui (Proceso 1627) todavía no se sabe a ciencia cierta si la falta de renovación de su contrato se trata de un caso "de autocensura de Televisa o de una orden de censura directa de Los Pinos. Esto se definirá, si ninguna otra empresa radiofónica le otorga un espacio informativo a Carmen" (qué maravilloso sería que el Distrito Federal contara con su propia estación de radio, en donde todos los periodistas que han corrido de la W tendrían, seguramente, un espacio). Es cierto que la periodista no ha declarado aún si su salida tiene que ver, efectivamente, con un acto de censura. No obstante, basta con hacer una recapitulación de los temas "incómodos" que había tratado Carmen especialmente en los últimos dos años (desafuero, fraude electoral, el caso Lydia Cacho, el dictamen de la Suprema Corte de Justicia respecto al góber precioso, la grabación telefónica de éste con Kamel Nacif, el caso de la indígena Ernestina Ascensio, presunta víctima de violación tumultuaria, las denuncias contra el sacerdote Nicolás Aguilar, protegido del cardenal Norberto Rivera, etcétera, etcétera) y con evaluar las extrañas salidas de la W tanto de Carlos Loret de Mola, de Ezra Shabot y de los integrantes del espléndido programa El Weso, Christian Ahumada y Salvador García, para concluir que, junto con ellos, la partida de Carmen, también se trató de una demostración de puritita ¡cen-su-ra!
Tomando en cuenta mi absoluta orfandad que me provoca el no poder escuchar en la radio el programa de Carmen, tres cosas me consuelan. En primer lugar pensar en lo feliz que ha de estar Emilio ahora que su mamá puede llevarlo, todas las mañanas, al colegio; imaginar a la madre y al hijo tan contentos me reconforta. En segundo, que todas las noches podré seguir viendo, como suelo hacer, a la periodista por el canal de CNN, incluso dos veces, tanto en la emisión de las 10:00, como la de las 11:30 pm. Y en tercer lugar, volverme adicta al noticiario de Radio 13, de Javier Solórzano y de Ricardo Rocha, dos de los periodistas con más cre-di-bi-li-dad.
No cabe duda, sin Carmen Aristegui, en tan sólo unas horas, Hoy por hoy se convirtió simplemente en Ayer por ayer...
¿Fue precisamente por todo lo anterior que Prisa no le renovó su contrato a Carmen? ¿A ese grado la periodista se volvió para ellos tan incómoda? Al no haberle renovado su contrato, ¿con quiénes quedan bien los del grupo Prisa, con sus socios mexicanos o con los del gobierno? ¿Con los dos? ¿Qué no se darán cuenta, ellos que son supuestamente tan profesionales en la materia, del costo que esto les representa? ¿Por qué en ningún momento pensaron en el auditorio que llevaba más de cinco años escuchando a Carmen? ¿Para ellos los radioescuchas valdrán cacahuates? ¿Siendo la sociedad mexicana tan desconfiada especialmente en lo que se refiere a la libertad de expresión, ¿de veras pensarán los señores de Prisa que les vamos a creer cuando nos dicen que la salida de Carmen se debió a una "incompatibilidad editorial"? ¿Creerán de verdad que somos tan ingenuos, cándidos y confiados? Podrán decir que la periodista actuaba con demasiado individualismo, que tenía un salario sumamente elevado, que manejaba a su antojo su equipo de reporteros, que era demasiado rebelde... Que el cuñado del Presidente, Juan Ignacio Zavala, contratado por el consorcio de los Polanco no tuvo nada que ver... Porque la periodista quería todo o nada, que si esto y que si lo otro... El caso es que seguramente para la mayoría de los radioescuchas de la W, la salida de Carmen Aristegui de la estación nada más existió por un solo motivo, uno solo: ¡cen-su-ra! (O como dirían los españoles, zen-zu-ra).
Para el periodista José Antonio Crespo, ex colaborador de Aristegui (Proceso 1627) todavía no se sabe a ciencia cierta si la falta de renovación de su contrato se trata de un caso "de autocensura de Televisa o de una orden de censura directa de Los Pinos. Esto se definirá, si ninguna otra empresa radiofónica le otorga un espacio informativo a Carmen" (qué maravilloso sería que el Distrito Federal contara con su propia estación de radio, en donde todos los periodistas que han corrido de la W tendrían, seguramente, un espacio). Es cierto que la periodista no ha declarado aún si su salida tiene que ver, efectivamente, con un acto de censura. No obstante, basta con hacer una recapitulación de los temas "incómodos" que había tratado Carmen especialmente en los últimos dos años (desafuero, fraude electoral, el caso Lydia Cacho, el dictamen de la Suprema Corte de Justicia respecto al góber precioso, la grabación telefónica de éste con Kamel Nacif, el caso de la indígena Ernestina Ascensio, presunta víctima de violación tumultuaria, las denuncias contra el sacerdote Nicolás Aguilar, protegido del cardenal Norberto Rivera, etcétera, etcétera) y con evaluar las extrañas salidas de la W tanto de Carlos Loret de Mola, de Ezra Shabot y de los integrantes del espléndido programa El Weso, Christian Ahumada y Salvador García, para concluir que, junto con ellos, la partida de Carmen, también se trató de una demostración de puritita ¡cen-su-ra!
Tomando en cuenta mi absoluta orfandad que me provoca el no poder escuchar en la radio el programa de Carmen, tres cosas me consuelan. En primer lugar pensar en lo feliz que ha de estar Emilio ahora que su mamá puede llevarlo, todas las mañanas, al colegio; imaginar a la madre y al hijo tan contentos me reconforta. En segundo, que todas las noches podré seguir viendo, como suelo hacer, a la periodista por el canal de CNN, incluso dos veces, tanto en la emisión de las 10:00, como la de las 11:30 pm. Y en tercer lugar, volverme adicta al noticiario de Radio 13, de Javier Solórzano y de Ricardo Rocha, dos de los periodistas con más cre-di-bi-li-dad.
No cabe duda, sin Carmen Aristegui, en tan sólo unas horas, Hoy por hoy se convirtió simplemente en Ayer por ayer...