30 jul 2006

Premio a Alfredo Jiménez M.

La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) anunció el pasado viernes 28 de junio en Miami, Fl., que concedió su Gran Premio a la Libertad de Prensa al periodista mexicano Alfredo Jiménez Mota, periodista desaparecido del diario mexicano El Imparcial de Hermosillo. El galardón le será entregado a sus familiares en octubre próximo.

“A raíz de la publicación en abril del 2005 de la serie 'Mafia en Sonora', en la que se develaron las relaciones entre el narcotráfico y la policía, Alfredo Jiménez Mota fue secuestrado y su paradero se desconoce desde entonces ” , indicó la SIP.
La SIP estimó que “ la serie no sólo es testimonio de un importante trabajo periodístico sino también reflejo del compromiso social y la valentía personal de su autor”. “Recientemente, más de cien publicaciones de México y del sur de Estados Unidos publicaron simultáneamente un reportaje sobre la desaparición de Jiménez Mota”.

Según la SIP, “el narcotráfico ha sido el factor de la mayor cantidad de asesinatos contra periodistas en la historia reciente de México”.
"Al premiar la obra periodística y moral de Jiménez Mota estamos defendiendo la libertad de prensa y resaltando el coraje del periodista, expresó Gustavo Mohme, de La República, Perú, copresidente de la Comisión de Premios."
La Comisión de Premios también seleccionó a los ganadores en otras once categorías, cuyos premios serán entregados en el marco de la 62ª Asamblea General en Ciudad México, México, que se realizará del 29 de septiembre al 2 de octubre.
Los premios consisten en $2,000 en efectivo, además de placas y diplomas.

¡No estoy sólo! AMLO


Discurso de Andrés Manuel López Obrador, en la tercera asamblea informativa en el Zócalo de la Ciudad de México, 20 de julio del 2006

Amigas y amigos:
Agradezco de todo corazón el esfuerzo que, de nueva cuenta, han hecho para venir de todas las regiones de México a esta Tercera Asamblea Informativa. A todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, mi sincero agradecimiento. Muchas gracias.
Estamos reunidos aquí una vez más, ciudadanos libres de todas las clases y condiciones sociales, mexicanas y mexicanos de todos los colores, de todas las edades, razas y lenguas que pueblan nuestra gran Nación.
Hay indígenas, obreros, campesinos, empresarios, integrantes de clases medias, empleados, profesionistas, artistas, intelectuales, comerciantes, estudiantes, maestras y maestros, médicos, enfermeras, universitarios. De manera particular, quiero destacar la presencia de mucha gente humilde, del pueblo pobre, que es la base de nuestro país y de nuestro movimiento; ellos son mi mayor timbre de orgullo como ser humano y como dirigente.
Hay familias enteras, gente mayor, jóvenes y niños; juntos por igual, formando una sola voluntad colectiva en defensa de la democracia. Estamos todos unidos, demostrando en los hechos que queremos un país justo, libre, democrático, plural y diverso. Estamos aquí porque queremos una nueva economía, una nueva forma de hacer política, una nueva convivencia social, más humana y más igualitaria. Estamos aquí porque queremos una patria nueva.
Estamos aquí para sellar nuestro compromiso con la historia. Vivimos momentos definitivos para México. Se está jugando el destino de nuestro pueblo. No sólo está en cuestión la Presidencia de la República, sino el derecho de los ciudadanos a elegir libre y democráticamente a sus gobernantes. En estos días se está decidiendo si en México instauramos en definitiva una democracia verdadera o si se impone un régimen de simulación democrática, donde al final de cuentas, los privilegiados de siempre, van a seguir decidiendo sobre el destino de toda la Nación.
En el 2000, muchos pensaron que habíamos dado un paso en firme para consolidar la democracia en México. Pero todo resultó una farsa y Fox no supo estar a la altura de las circunstancias.
No está por demás recordar que, en otro momento histórico de transición democrática, Francisco I. Madero expresó a un periodista estadounidense en 1911, lo siguiente: “Al subir yo al poder voy encarnando dos principios; uno de ellos, sancionado ya por la Constitución y que de mi depende que se cumpla y que es el de la no reelección. Otro, el sufragio efectivo. Para lograr este último, se necesita reformar la ley electoral y esto depende principalmente del pueblo. Pero yo me voy a constituir en el principal guardián de esa prerrogativa popular y consideraré que mi principal deber es facilitar la libre manifestación de la voluntad popular, a fin de que las leyes sean genuina expresión de esa voluntad. En una palabra, voy a ser el principal amigo y defensor de las libertades del pueblo. Por los momentos históricos porque atraviesa México, considero secundario todo lo demás.”
Ésta fue la lección que nunca entendió Vicente Fox. En lugar de ser el guardián del sufragio efectivo, se convirtió en un traidor a la democracia.
Por eso, el tema de la democracia vuelve a ser un asunto central en la agenda política de nuestro país y una preocupación básica de los ciudadanos.
Tengamos presente que la democracia no sólo es el mejor sistema de gobierno que la humanidad haya encontrado; es también, el método más eficaz para garantizar la convivencia en condiciones de armonía. La democracia genera equilibrios y contrapesos, propicia la dignidad y evita que alguien o unos cuantos, en cualquiera de los sitios mayores o menores de la escala social, se comporten como dueños absolutos del poder público.
Pero no sólo eso, en un país como el nuestro, con tantos privilegios y tanta desigualdad, la democracia adquiere una dimensión social fundamental, se convierte en un asunto de sobrevivencia. La democracia es la única opción, la única esperanza para millones de pobres, para la mayoría de la gente de mejorar sus condiciones de vida y de trabajo.
Si se cierran los cauces democráticos, sólo quedan el sometimiento o la violencia. Por eso, es que tenemos que defender la democracia y hacerla valer.
Además, no podemos olvidar que por esta causa muchos mexicanos se han sacrificado y han perdido hasta la vida.
Por eso estamos aquí, para manifestar nuestro rechazo al fraude electoral que pretende falsificar el resultado de la voluntad ciudadana expresada el dos de julio en las urnas.
Desde el principio, hemos tenido indicios de nuestro triunfo, y ahora, a 28 días de la elección, tenemos la certeza, todos los elementos y pruebas para sostener sin titubeos, que ganamos la Presidencia de la República.

Como ya hemos dicho, a pesar de que todo el proceso electoral estuvo plagado de irregularidades y actos fraudulentos, no pudieron ganarnos con votos, y por eso se niegan a abrir los paquetes electorales y hacer de nuevo el recuento voto por voto y casilla por casilla.
La prueba más contundente de que ganamos la elección presidencial, estriba en la actitud de rechazo que ha asumido el candidato de la derecha ante la demanda de que se cuenten de nuevo los votos.
Si él sostiene que ganó, no tiene por qué negarse a despejar dudas y limpiar la elección. El que nada debe nada teme.

No es mucho pedir que haya transparencia, que se cuente voto por voto, casilla por casilla. Y repito: México, nuestro gran país, no merece ser gobernado por un presidente espurio, sin legitimidad, sin autoridad moral y política.
Ahora estamos en espera de que el Tribunal Electoral, tome la decisión de limpiar y transparentar la elección, ordenando que se cuenten todos los votos. Esa es la solución racional y sensata; esa es la solución legal y política que más conviene a México y a la democracia.
Aunque también sabemos que los integrantes del Tribunal están sometidos a fuertes presiones de los poderosos de siempre, quienes se creen amos y señores de México. Aquí conviene aclarar: no es que no respetemos a las instituciones, es que en nuestro país, desgraciadamente, no tenemos una tradición que nos asegure que los hombres que tienen en sus manos las instituciones actúen con rectitud y decoro. (!!!!!!)
No olvidemos que siempre ha imperado la simulación. Históricamente, la Constitución y las leyes sólo se han cumplido en la forma y se han violado en el fondo.

En México, desgraciadamente, el derecho ha significado por lo común lo opuesto a su razón de ser; aunque siempre se invoca al Estado de Derecho, los encargados de impartir justicia en vez de proteger al débil, sólo sirven para legalizar los despojos y abusos que comete el fuerte; el derecho que ha imperado ha sido el del dinero y del poder por encima de todo.
Por eso, aunque no descartamos que los magistrados del Tribunal puedan actuar como mujeres y hombres libres y tener la estatura moral, el arrojo y el patriotismo que exige el momento, no podemos confiarnos y quedarnos esperando cruzados de brazos.
Además, recordemos que todo lo alcanzado en nuestro país en materia de libertades, de justicia y democracia, se ha logrado con la organización y con la lucha del pueblo. Nada o casi nada ha sido una concesión graciosa del poder. Fuimos país independiente no porque la Corona Española lo haya decidido, sino por la lucha popular encabezada por Hidalgo y Morelos. Se llevó a cabo la Reforma, no por voluntad de los conservadores, sino por las convicciones y la tenacidad de los liberales. Y lo poco o mucho de justicia social que se ha logrado se dio a partir de la Revolución Mexicana y de la lucha de Villa y de Zapata y de muchos héroes anónimos. Por eso no pensemos que de arriba para abajo se hará valer la democracia. Esto sólo será posible con el esfuerzo y la movilización de los ciudadanos. La democracia, como la justicia, como la libertad, no se implora, sino se conquista.
Por eso, hoy les propongo que esperemos el fallo del Tribunal movilizados, con entereza y con orgullo.
Antes de hacerles una propuesta concreta, quiero insistir que es fundamental la causa que estamos defendiendo. Quiero decirles que esto va más allá del hecho de que reconozcan mi triunfo como presidente de la República. Reitero: no soy un ambicioso vulgar. No me mueve el interés al dinero y siempre he sostenido que el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud, cuando se pone al servicio de los demás.
Yo lucho por principios e ideales, que es lo que estimo más importante en
mi vida, no por puestos públicos, aunque se trate del cargo más importante del país. Y por eso sostengo que en estos momentos, por encima de todo, lo mero principal es dejar a salvo la democracia.
A quienes no piensan como nosotros, les ofrezco una disculpa sincera por las molestias que pueda ocasionar nuestro movimiento. Espero que algún día lleguen a comprendernos, a entender que esta lucha es necesaria, no sólo para nosotros, sino para todos; porque sólo con democracia viviremos en armonía y México será un país respetable y respetado.

Escuchen bien lo que les voy a decir: les propongo que nos quedemos aquí, en asamblea permanente, hasta que resuelva el Tribunal. Les propongo que aquí nos quedemos, que permanezcamos aquí, día y noche, hasta que se cuenten los votos y tengamos un presidente electo con la legalidad mínima que nos merecemos los mexicanos.
Les aseguro que no será en vano nuestro esfuerzo y sacrificio.

Si decidimos quedarnos, nos organizaremos de la siguiente manera:

Aquí en el Zócalo se quedarán los que provienen de los 31 estados del país, y a lo largo de Madero, Juárez y todo el Paseo de la Reforma hasta la Fuente de Petróleos, se establecerán los habitantes de las 16 delegaciones del Distrito Federal.
Lo aclaro más: aquí en el Zócalo organizaremos 31 campamentos, uno por estado y habrá 16 más, uno por cada delegación, desde el Zócalo hasta la Fuente de Petróleos.

Estamos hablando de 47 campamentos. En cada campamento habrá una coordinación integrada por senadores y diputados electos, jefes delegacionales electos, dirigentes de los partidos de la coalición, de todos los estados y en las delegaciones. Y habrá un representante de las Redes Ciudadanas en cada campamento.
El campamento de la delegación Cuauhtémoc estará en la calle de Madero hasta Motolinía. El de Venustiano Carranza, desde la esquina de Madero y Motolinía hasta el Eje Central. El de Iztacalco en la avenida Juárez, del Eje Central hasta Revillagigedo. El de Iztapalapa en avenida Juárez, de Revillagigedo hasta Reforma. El de Benito Juárez, de Reforma y Bucareli hasta Donato Guerra. El de Gustavo A. Madero, sobre Reforma, de Donato Guerra a Insurgentes. El de Tláhuac, de Reforma e Insurgentes a Niza. El de Coyoacán de la glorieta de la Palma al Ángel. El de Miguel Hidalgo, del Ángel a la Glorieta de la Diana Cazadora. El de Álvaro Obregón, de la Diana Cazadora a Lieja. El de Magdalena Contreras, de Lieja al Museo de Arte Moderno. El de Tlalpan, del Museo de Arte Moderno a la puerta principal del Bosque de Chapultepec. El de Milpa Alta, de la entrada al Lago a la entrada al Zoológico. El de Xochimilco, de la puerta del Zoológico a la pantalla del Auditorio Nacional. El de Cuajimalpa, de la pantalla del Auditorio a Alejandro Dumas. Y el de Azcapotzalco de Alejandro Dumas a la Fuente de Petróleos.
En todos los campamentos tiene que haber disciplina, respeto y limpieza.
Vamos a cuidar los jardines, los monumentos históricos, a no pintar espacios públicos y evitar provocaciones.
Toda nuestra actuación se sujetará a la idea de la resistencia civil pacífica, en el marco de la no violencia. Legalmente, vamos a hacer uso pleno de nuestro derecho de manifestación que nos otorga la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Durante el tiempo que estemos en asamblea permanente, en todos los campamentos y en todas las plazas públicas, del Zócalo hasta la Fuente de Petróleos, habrá eventos artísticos y culturales. Llamo a intelectuales, artistas y trabajadores de la cultura, a organizar talleres y exposiciones culturales, foros de lectura de poesía, eventos musicales, torneos de ajedrez, obras de teatro, talleres infantiles. Con este propósito, diariamente, se dará a conocer una cartelera cultural.
También llamo a los médicos que están a favor del movimiento para que nos ayuden a organizar brigadas de salud que atiendan a enfermos y a gente necesitada de atención especial.
Yo también viviré en este sitio mientras estemos en Asamblea Permanente.
Sé que no es sencillo ni fácil lo que les estoy proponiendo, pero es lo que sentimos más conveniente para nuestra causa.
Pongo a consideración de ustedes esta propuesta. ¿Nos quedamos? ¿Sí o no?
Amigas y amigos, empecemos pues a organizar los campamentos. Le he pedido a algunos compañeros que coloquen lonas para protegernos de la lluvia. Pero todos tenemos que tomar la iniciativa, desatemos nuestro ingenio y capacidad de autoorganización. Estoy seguro que poco a poco todo va a funcionar mejor.
Hago también un llamado a la solidaridad para el acopio de alimentos, medicinas, cobijas y plásticos para la gente que lo necesite.
Desde esta Asamblea Permanente surgirán otras acciones de resistencia civil pacífica que daremos a conocer y llevaremos a cabo en su momento.
Manos a la obra. Vamos a defender con hechos la democracia.
Tengo la convicción de que no estoy solo. No estoy solo porque todos estamos juntos.
Muchas gracias, amigas y amigos.

Voltaire y el Islam

Voltaire y el islam/ por Juan Goytisolo

Publicado en El País, 4 de mayo del 2006

En su vehemente proceso al islam y al estatus de inferioridad legal y de sumisión de la mujer que prevalece en la mayoría de países musulmanes, Telima Nesreen, Ayaam Hirsi Ali y otras emancipadas de su credo religioso han evocado y evocan repetidas veces el nombre del autor de Cándido: "Permitidnos un Voltaire... Dejemos a los Voltaire de nuestro tiempo trabajar en un entorno seguro en el desarrollo de una época de ilustración para el islam".
El llamamiento es en términos generales justo y merece nuestro apoyo, pero exige una serie de matizaciones, no sólo por la variedad de situaciones existentes en el ámbito musulmán, sino también por la multiplicidad de posiciones, a menudo contradictorias, que adopta Voltaire en el tema. Reducir su vastísima obra a la tragedia Mahoma o el fanatismo escrita en 1739 y estrenada en la Comédie Française en 1742, equivale a limitarla a un periodo muy breve de su labor filosófica y literaria. Un recorrido por sus casi inabarcables Obras Completas nos muestra que el "patriarca de Ferney" y amigo de los grandes de este mundo, como Federico II de Prusia y de Catalina la Grande, no cesó de exponer sus ideas, opiniones y sentimientos respecto a los que llamaba "mahometanos" -denominación errónea, pero común en su tiempo-, en ensayos, artículos de la Enciclopedia, cuadernos personales, correspondencia, novelas y obras teatrales. Si los cálculos no me fallan, más de una treintena de textos, como dice Etiemble, "en su edad adulta y en su vejez, Voltaire no dejó de informarse [sobre el profeta y su religión] con una avidez no reñida con el discernimiento".

Ante la imposibilidad de extractar aquí tal masa de documentos en los que el autor reitera con otras palabras lo ya dicho, lo modifica y, muy a menudo, lo contradice, he recurrido al excelente libro de Djevad Hadidi, Voltaire y el islam, editado en 1974 por Publicaciones Orientalistas de Francia y que, lamentablemente, no ha sido traducido aún al español.

Desde la imparable expansión del Imperio Otomano por los Balcanes y el norte de África -especialmente tras la caída de Constantinopla y tentativa de apoderarse de Roma-, el interés de los cronistas franceses por las Cruzadas y la presencia de los sarracenos en la península Ibérica cedió paso a una creciente fascinación, entreverada con envidia y temor, por los turcos. Hasta el siglo XVI, la visión de Mahoma y los agarenos respondía a las leyendas forjadas en la llamada Reconquista, cuyo contenido mítico y extravagante analizó Edward Said en Orientalismo. Dicha literatura de índole religiosa y militante, a la que el joven Voltaire tuvo acceso por sus lecturas de Buffier, Maracci y Bossuet, se vio desbancada de pronto por la de los viajeros a la nueva Meca del Bósforo.
La masa de observaciones, datos y comentarios referentes al "capital enemigo de la Cristiandad" crearon un verdadero grupo de presión proturco, compuesto en su inmensa mayoría por hugonotes y luteranos: Guillaume Postel, Philippe de Fresne-Canay, Tavernier, Chardin, D'Hebertot, Tournefort, etcétera, autores que leí con atención en la fase preparatoria de Estambul Otomano (y a ellos habría que añadir al padre del extraordinario Viaje de Turquía, probablemente el protestante español Juan de Ulloa, juzgado y reconciliado en el auto de fe de Valladolid de 1554).

Aunque por las fechas en que compuso la tragedia, Voltaire profesaba ya su doctrina deísta -la de una "religión natural" no corrompida por ninguna clase de preceptos ni dogmas-, no tuvo en cuenta los conocimientos aportados por la corriente ideológica favorable a los otomanos que desmentían las toscas invenciones y fábulas de la tradición devota. En Mahoma o el fanatismo, su retrato del profeta como un hombre exaltado, ambicioso y buen conocedor de los mecanismos del alma humana favorables a la consecución de sus fines va acompañado de epítetos denigrantes sobre su carácter y falsos milagros. En realidad, si leemos cuidadosamente el texto, el ataque a Mahoma encubre otro: el dirigido al Mesías de los cristianos y a los profetas bíblicos. Una buena parte del público parisiense lo entendió así: los jansenistas se sintieron aludidos y arremetieron contra la obra.

Si seguimos por orden cronológico los escritos posteriores, desde Sottisier (Disparatario o Repertorio de sandeces, germen sin duda del Diccionario de ideas comunes de Flaubert) hasta Ensayo sobre las costumbres, fechado en 1756, vemos perfilarse los temas centrales de Voltaire -odio al fanatismo, impugnación de las religiones reveladas, denuncia de la alianza de intereses celestes y terrenales para empujar a la guerra a los exaltados- paralelamente a una profundización de sus conocimientos sobre el islam y los otomanos, fruto de su amistad con Boulainvilliers y de su lectura de la traducción inglesa del Corán. Mientras la crítica a Jesús, tildado de fanático y alienado en sus Epístolas filosóficas, se acentúa, su visión de Mahoma se suaviza al punto de concederle cualidades de justicia y tenacidad: "El legislador de los musulmanes, hombre dominante y terrible, estableció sus dogmas con su valor y con las armas; con todo, su religión se volvió benigna y tolerante. El institutor divino del Cristianismo, viviendo en la humildad y en la paz, predicó el perdón de las injurias; y su santa y dulce religión se ha convertido, por nuestros furores, en la más intolerante de todas y la más bárbara". (Ensayo sobre las costumbres, capítulo VI).
En el cambio operado en el intervalo ha intervenido su ya asentada, aunque sujeta a vaivenes y fluctuaciones, admiración por los otomanos. La evocación de las hogueras inquisitoriales para los judíos portugueses en Cándido, en contraposición a las jocosas aventuras del protagonista en la corte del Gran Señor, así como las andanzas de Scarmentado, héroe de su deliciosa novela Zadig, por tierras del Sultán, se adscriben a la tradición proturca de los hugonotes, al punto que Voltaire fue calificado por sus adversarios de "patriarca in petto de Constantinopla".
En Tratado sobre la tolerancia -escrito a raíz de la ejecución de varios librepensadores como Calas y el chevalier de La Barre, cuya estatua conmemorativa de su juvenil rebeldía me mostró en Abbeville Jean Genet- Voltaire se lanza a una elocuente defensa del turco: "El Gran Señor gobierna en paz a veinte pueblos de religiones distintas; doscientos mil griegos viven en paz en Constantinopla; el muftí en persona nombra al patriarca griego y lo presenta al emperador" (sic), y el imperio, añade, "está lleno de jacobinos, nestorianos y monoteístas". Las guerras intestinas entre cristianos -como las que desgarran hoy el mundo islámico- atizan su indignación contra el fanatismo, responsable, dice, de todos los males del mundo. Años después, en "La profesión de los deístas", denunciará que mientras los cristianos a orillas del Bósforo portan libremente a su Dios por las calles, en Europa "se condena a la horca o la rueda a cualquier predicador calvinista y a galeras a quienes le escuchan". A lo que Voltaire añade: "¡Oh naciones, comparad y juzgad!".
La coexistencia de diferentes credos correspondía al deísmo del filósofo -que nada tiene que ver, no lo olvidemos, con el ateísmo de Diderot-: a su profunda convicción, que hoy denominaríamos multiculturalista, de que la tolerancia favorece el intercambio de ideas por encima de las creencias y de que, como señala Hadidi, fomenta el progreso material y moral, al mantener la paz y la prosperidad en el interior de los Estados. Pero, en su entusiasmo del momento por el modelo otomano, Voltaire llega a una sorprendente defensa de la poligamia, "útil a la sociedad y a la propagación" (de la especie), ya que "el tiempo perdido por los embarazos, los pañales, por las incomodidades propias de las mujeres, parece exigir que dicho lapso sea compensado" (¡) Más perturbador aún: en su artículo titulado irónicamente "Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos", el autor admirado por Ayaam Hirsi Ali y otras feministas, tal vez sin haberlo leído con detenimiento, opina no sólo que Mahoma fue más generoso con ellas que David, Salomón y quienes los justificaron a posteriori como los santos Padres de la Iglesia -lo cual es hasta cierto punto verdad-, sino también, y en contradicción con la aleya 38 de la "Sura de las mujeres" del Corán, niega que los varones musulmanes tengan autoridad sobre ellas y les exijan obediencia, algo que sí, agrega, les imponía San Pablo.
Como vemos, a lo largo de su vasta y a menudo admirable obra, Voltaire yerra, rectifica, se contradice. Su odio a la figura de Jesús se atenúa conforme entra en la vejez. Su apreciación de Mahoma, en cuanto fundador de "una religión sabia, severa, casta y humana", no obsta para un persistente rechazo a su figura. La inmensidad del corpus doctrinal volteriano contiene infinidad de facetas y se presta a contradictorias lecturas. El autor de Cándido y Zadig -en cuya relectura no ceso de recrearme- sufría además las turbulencias de la ambición y de su condigna lisonja a los monarcas que le protegieron y con quienes se carteaba con desenvoltura. Para ellos, Federico II de Prusia y la zarina rusa, proyectó una cruzada contra sus admirados otomanos, con miras a deshacerse de los "usurpadores" del trono de los Constantinos y de los Marcos Aurelios, esto es, del Sultán y del Papa. Mas dichas veleidades y errores valen poco frente a su condena radical del fanatismo y de toda creencia dogmática.
Volviendo al comienzo: el mundo islámico de 2006 necesita muchos Voltaire para salir de su atraso, ignorancia y de las luchas sectarias que le desgarran. El cambio de estatus de la mujer, este subproducto nocivo de raíz bíblica -la fórmula es mía, no de Voltaire- constituye un instrumento indispensable para todo proyecto modernizador y algunos pasos recientes en la buena dirección deben ser alentados. Pero, junto al Voltaire radical en su lucha contra la intolerancia, hay mucho que aprender también del que se esforzó en analizar con pragmatismo la diversidad y antinomias de las sociedades musulmanas de su siglo, por muy diferentes que sean de las del nuevo milenio. Nada peor para nuestro futuro que recurrir, como los doctrinarios exaltados de hoy, al viejo espíritu de las Cruzadas.

TEPJF: "México esta en sus manos"


Mensaje de Felipe Calderón ante el TEPJF, hoy 30 de julio.

Muy buenas tardes, en virtud de que la audiencia que me fue concedida por el Tribunal fue una audiencia no abierta a los medios de comunicación, habíamos solicitado ciertamente una audiencia publica pero comprendemos cabalmente las razones el Tribunal, me voy a permitir leer antes ustedes puntualmente lo que expresé ante los 7 magistrados del Tribunal Federal Electoral esta mañana al filo de las 12:00 horas.
Ciudadana y ciudadanos Magistrados:
Agradezco enormemente la oportunidad de poder exponer ante Ustedes nuestros puntos de vista respecto de la elección presidencial que están calificando y aportar elementos que conduzcan a la expedición de la declaratoria de validez de la elección.
He venido aquí personalmente, porque quiero refrendar con mi presencia mi plena confianza en la ley y en las instituciones, incluido el Tribunal Federal Electoral, porque sé que en cada uno de ustedes hay plena conciencia de la repercusión histórica de su resolución. Porque sabemos que dicho fallo que ustedes emitan quedará registrada en la historia y será revisado una y otra vez por las generaciones de mexicanos que nos siguen. Porque sé que cualquiera de ellos que lo revise sólo podrá decir que es una resolución apegada a Derecho y por lo mismo sirvió al pueblo de México en un momento en que la vía de la ley y la de las instituciones estaba puesta a prueba.
Soy un mexicano que cree en la democracia y que está perfectamente convencido de que las diferencias entre los mexicanos, son naturales. Que la pluralidad no sólo no debilita sino que enriquece la vida nacional. Pero que tiene que resolverse por medios pacíficos y no por medios violentos cualquier diferencia que haya entre mexicanos. Que deben resolverse conforme a la legalidad y no conforme a la presión que pueda ejercerse y mucho menos por medios hostiles. Por la vía de las instituciones y no por la vía de las movilizaciones.
Toda mi vida he luchado porque existan elecciones libres y se respete la voluntad de los ciudadanos. Ese ha sido un ideal que ha definido y moldeado al México moderno y una de las principales razones de la lucha del Partido Acción Nacional.
Para mi fortuna he podido participar en la paulatina edificación democrática del país, desde la configuración del primer Tribunal Electoral que con alcances limitados dio ya entonces rumbo a la certeza legal que México necesitaba. Me tocó aprobar como legislador la reforma constitucional que terminó con los Colegios Electorales, marcados por la auto calificación y el interés de los partidos políticos en el Congreso.
Me enorgullece haber seguido en el curso de mi vida a hombres como el que hoy me acompaña Luis Héctor Álvarez, que fue perseguido, amenazado, incluso encarcelado en la lucha democrática. De hombres como él aprendí que había que buscar la democracia en México por medios democráticos aunque nuestro medio fuera profundamente antidemocrático. Luchar de manera no violenta en un entorno terriblemente violento.

Hoy lo que buscamos es lo mismo, aunque en condiciones muy distintas. Buscamos que se respete el voto que los mexicanos emitimos el dos de julio. El voto de los indígenas, el de las amas de casa, el de los trabajadores, el de los profesionistas, el de los padres de familia, el voto de todos, el voto de ustedes, el voto mío.
Hoy México tiene que hacer una definición esencial, si quiere ser una Nación democrática, ordenada y con capacidad de construir su futuro con dignidad y justicia.
La definición no es si la elección fue limpia o no. Esa es una valoración que ustedes harán con claridad y nuestros argumentos no sólo han sido expuestos ya por mis compañeros sino el pueblo de México los conoce: El voto fue libre, tuvimos la elección más competida, pero también la más vigilada y la más participativa de la historia de México. Tuvimos la elección presidencial más democrática. Tampoco la definición principal que debemos hacer es acerca de quien ganó la elección: El cómputo de votos realizado por los ciudadanos arroja una diferencia a nuestro favor que parece pequeña pero que no lo es. Un cuarto de millón de votos. En Alemania la diferencia entre el primero y el segundo lugar fue de tan sólo 6 000 votos. En Italia de menos de 5000. En Costa Rica de 14 000 votos, donde por cierto no hubo un recuento de votos como se ha dicho.
Ganamos además en las encuestas de salida, en todos los ejercicios de conteo rápido realizados el día de la elección, incluyendo el conteo rápido realizado por el propio Instituto Federal Electoral y que no se dio a conocer el 2 de julio sino después. Ganamos según el Programa de Resultados Electorales Preliminares. Es una irresponsabilidad haber iniciado la descalificación de la elección cuestionando el PREP, para que tres semanas después simple y sencillamente se reconociese que no hubo fraude cibernético por parte de quien esta impugnando la elección (léase AMLO).

Ganamos por supuesto en el Cómputo de votos realizado en los Consejos Distritales Electorales. Ganamos también la mayoría relativa en la Cámara de Diputados y en la de Senadores, ganamos la elección del Congreso, una elección que, por cierto, nadie ha impugnado, a pesar de haberse realizado en las mismas casillas electorales y recibida la votación por las mismas personas.

Ciudadana y ciudadanos Magistrados:
La definición que México debe tomar no es si la elección fue democrática o no fue democrática. Sí lo fue. Tampoco quien ganó esa elección. Nosotros la ganamos. La definición es si las diferencias que tenemos los mexicanos al respecto se van a resolver con movilizaciones y presiones, o con razones y con la ley en la mano. Si puede más la fuerza y la amenaza que la ley y la autoridad electoral. Si 42 millones de votos pueden suplantarse con campamentos y movilizaciones.

Nosotros creemos en la fuerza de la ley. Porque la ley tiene la fuerza de los pacíficos. Crememos en la fuerza de la razón, y no en la razón de la fuerza. Por eso hoy estoy aquí, por eso hoy estamos aquí, dando nuestras razones y no fuera de aquí, dando rienda suelta a la sinrazón.

La elección fue democrática.
El proceso electoral que culminará con la calificación de validez de este Tribunal ha sido sin duda uno de los más competidos en la historia, pero al mismo tiempo de más democráticos, transparentes y equitativos.
Los candidatos recorrimos el país sin límites y sin cortapisas. Los medios de comunicación estuvieron abiertos a todas las expresiones políticas y dieron testimonio de la pluralidad en que vivimos los mexicanos. Se han realizado monitoreos constantes que dan constancia de ello. Es más, en materia de cobertura noticiosa, el candidato de la Alianza por el Bien de Todos fue el más y mejor cubierto en los noticieros de radio y televisión en todo el país. También fue el que mayor número de anuncios contrató en televisión.
En suma, las elecciones federales para renovar el Poder Legislativo de la Unión y la Presidencia de la República fueron limpias, libres y democráticas. Así lo atestiguaron casi un millón de ciudadanos que fueron funcionarios de casilla y casi un millón y medio de representantes de casilla entre ellos cientos de miles representando al candidato que ha impugnado la elección presidencial. No es justo con esos ciudadanos que, sin aportar una sola prueba en un solo caso, se diga que esos millones de mexicanos fueron comprados o corrompidos. Es una ofensa que ni los ciudadanos ni México merecen.
La jornada electoral fue no sólo fue limpia sino ejemplar según lo atestiguaron los observadores nacionales y extranjeros acreditados y todos los partidos y candidatos a la Presidencia de la República lo reconocimos públicamente así el 2 de julio antes de conociera el resultado electoral.
Se ha argumentado que la elección fue inequitativa. La verdad es que no es así. La Coalición por el Bien de Todos fue la opción política que dispuso un mayor volumen de recursos públicos derivados de las prerrogativas a las que legítimamente tenían derecho. Ello se vio reflejado en el gasto electoral y en los medios de comunicación. Mi partido ha exhibido al respecto varias pruebas que sé que serán debidamente valoradas por el Tribunal, y entre otras las siguientes:
Primero el estudio de "Porción de Audiencia" o "share of voice", realizado por la empresa más acreditada del mundo IBOPE, que demuestra que la publicidad de la Alianza por el Bien de Todos tuvo el mayor porcentaje de audiencia entre el electorado. Esto es perfectamente consistente con el monitorio final de medios de comunicación realizado por el Instituto Federal Electoral y que no fue impugnado por la Coalición por el Bien de Todos, en dicho monitoreo se expresa que la Coalición del PRD fue la que contrató el mayor número de spots televisivos, es decir un total de 319 mil 155 segundos de anuncios, más 296 mil 498 segundos en programas televisivos, para un gran total de 615 mil 653 segundos de televisión contra tan sólo 277 mil 108 del Partido Acción Nacional.

Y lo digo con toda seguridad señores magistrados. Ni la campaña presidencial de 1988, ni la de 1994, ni siquiera la del 2000 registraron el nivel de competencia y presencia equilibrada de todos los partidos y candidatos. En pocas palabras, la campaña no sólo fue equitativa sino que fue la elección presidencial más equitativa de las que se hayan realizado en México.
Por otra parte, los candidatos pudimos debatir, frente a frente, nuestras ideas y propuestas. Es la primera vez que se realizan dos debates presidenciales al que hayan podido asistir todos los candidatos a la Presidencia de la República, sin excepción, y no sólo los punteros. Los debates son por su propia naturaleza oportunidades que igualan a los candidatos en condiciones de expresión ante los electores. Y si no tuvimos más debates, fue por una razón muy simple: porque el impugnante candidato del Partido de la Revolución Democrática se negó tajantemente a ello e incluso declinó participar en el primero. Eso también provocó que comenzara a perder la confianza del electorado.
También se invoca la presencia del presidente de la República en mi favor. Déjenme decirles señores magistrados que eso no es así. Más allá de que en cualquier democracia el gobernante no pierde su carácter de ciudadano e incluso su propia filiación partidaria, a grado tal que en muchos países lo común es que el gobernante sea líder de su partido, en el caso de esta elección no hay un solo elemento que permita afirmar que la actuación del Presidente de la República haya estado al margen de la ley. Es más, por primera vez en la historia de México el Presidente de la República no participa en un solo acto del candidato y del partido al que pertenece. Por lo demás, no hay prueba alguna que demuestre como es posible que la comunicación a la que está obligado el Estado afecte la libertad del ciudadano para emitir su voto.
El Presidente de la República ha sido el funcionario más acotado desde la historia del México moderno. Incluso aceptó someterse al llamado Acuerdo de Neutralidad, a través del cual suspendió durante los 40 días anteriores a la jornada electoral y en el transcurso de la misma, cualquier tipo de campaña publicitaria de programas de obra pública o de promoción de imagen personal en todos los medios de comunicación.

Se invoca como causal de nulidad el decir que los programas federales de beneficio social fueron utilizados en mi favor. Eso es rotundamente falso. Falso porque no se exhibe ninguna prueba y falso porque ni siquiera se surte una elemental relación de causa a efecto entre tales programas y la votación en mi favor. En efecto, los programas públicos por una parte estuvieron protegidos mediante acuerdos para el blindaje electoral entre la Fiscalía Especial para los Delitos Electorales, los gobiernos de los Estados, el Gobierno Federal y el Instituto Federal Electoral y se contó para ello con apoyo del Programa de Nacionales Unidas para el Desarrollo, que protegían a tales programas de cualquier participación o sesgo electoral.
No existe ninguna prueba ni siquiera en casos aislados de casillas y ya no digamos alguna prueba generalizada de que el voto a favor mío o de nadie fuese condicionado a obtener precisamente los beneficios de dichos programas, es decir nadie fue obligado para obtener el beneficio de dichos programas a emitir el voto en favor mío ni de ningún otro candidato. El candidato de la Coalición de la Coalición de Todos obtuvo la mayoría de los votos emitidos en 153 de los 200 municipios con mayor índice de marginación y con mayor cobertura de programas sociales, mientras que el PAN sólo alcanzó mayoría en 20 de ellos. Es decir, no hay una relación de causa a efecto, entre programa social y resultado electoral.
A mayor abundamiento, en el recurso principal en el Distrito 15 del Distrito Federal, impugnado por el PRD, cuyo caso se ha asumido como emblemático o recurso madre, no existen siquiera beneficiarios del programa de Oportunidades o del Seguro Popular. Independientemente de lo absurdo de pretender dar por probados hechos, pruebas y alegatos llevados a cabo ante casillas y consejos electorales distintos, es decir, como fueron distintas las autoridades del Distrito 15 y los 299 Distritos restantes del país, ¿De qué manera incidieron los programas del gobierno federal en nuestro triunfo en el Distrito 15, si no existen ahí esos programas? Este sólo hecho bastaría para ver como el argumento cae por su propio peso.
En cuanto a la jornada electoral, es importante subrayar que fue una jornada verdaderamente civica. Se instaló el mayor número de casillas en todo el país. Prácticamente todas, salvo once, en más de 130 mil fueron instaladas y sin incidentes relevantes. A lo largo del día no hubo más que expresiones de elogio para su organización y para la participación ciudadana. Cabe recordar que los funcionarios de casilla fueron escogidos al azar por insaculación y bien decía el ex consejero presidente del IFE, José Woldenberg que no creía que todos los mexicanos nacidos en enero fueran corruptos. El voto además fue vigilado por representantes de los partidos políticos, incluyendo cientos de miles de la Coalición por el Bien de Todos.

Y para que el Tribunal garantice la soberanía popular expresada en el voto, sus resoluciones deberán hacerse con estricto apego a derecho se trata de una materia de Derecho Publico no de Derecho Privado, y precisamente por la enorme trascendencia política que tienen para la vida del país, el Tribunal no puede apartarse de la ley en un asunto de tal magnitud. El camino de la ley es el único posible.
El cómputo de votos debe regirse precisamente con los principios de certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad como principios rectores. A este habrá que agregar el respeto a la participación de los ciudadanos en la función estatal de la organización de las elecciones federales consagrada en la Constitución y en particular la participación de los funcionarios de las Mesas Directivas de Casilla y de los Representantes de partidos.
El principio de certeza se cumple en el cómputo mismo de los votos el día de la casilla y el día de la elección. Ahí la observación respecto de cómo se distribuyen las boletas electorales, como se vota en secreto, como se deposita el voto en urnas transparentes, como se cuentan los votos sigue siendo un principio de inmediatez en tiempo y lugar que debe respetarse. Ese no es sólo el espíritu, sino también la letra de la ley. Porque no hay otro momento ni otro lugar en el que los votos están mejor vigilados y mejor contados.
En cualquier caso, respetaré y apoyaré lo que en esta materia resuelva este honorable Tribunal Federal Electoral.
Déjenme en todo caso comentarles desde mi experiencia porqué la legislación mexicana es tan clara y ha dado tanto énfasis a la validez del cómputo realizado en la casilla y porque el artículo 247 de la ley electoral reserva para casos excepcionales el recuento, la razón es histórica y me tocó vivirla desde la oposición: Porque generalmente el fraude electoral incluía también y fundamentalmente la alteración de paquetes electorales. Así le ocurrió infinidad de veces a nuestro partido, desde 1939.
Pero para darle mayor objetividad a mi argumento no evocaré casos que involucren directamente a mi partido, sino al partido que pide el recuento, el Partido de la Revolución Democrática. Remito a Ustedes a los testimonios de la elección intermedia en Michoacán, en 1989, que constan en las actas de la autoridad electoral de Michoacán y que fueron también recogidos por la prensa, entre ellos por el periodista Pascal Beltrán del Río en su libro Michoacán, ni un paso atrás. Editorial Proceso.
En él se dice por parte del dirigente perredista Fidel Marín que la alquimia era muy tradicional, básicamente los: "Básicamente los tacos, los robos de urnas y la alteración de paquetes electorales."
En aquella elección, en mi estado, los perredistas grabaron conversaciones realizadas durante la madrugada del 3 de julio, las cuales formaron parte de una operación para revertir resultados en el I distrito electoral, con cabecera en Morelia.
· Las comunicaciones fueron interceptadas en Morelia, Tarímbaro, Cuitzeo y Santa Ana Maya. Auxiliares electorales del gobierno tenían el objetivo de llevar los paquetes electorales al Consejo Consultivo Estatal de Seguridad Pública, con el fin de alterar su contenido antes de que llegaran al comité distrital electoral, cosa que lograron.
· En 12 casillas instaladas en La Huerta, El Recreo y Presa El Rosario, entre otros, el PRI consiguió casi la mitad de los 9 mil votos que obtuvo oficialmente en la demarcación electoral.
· En otro Distrito, en el XVIII, el PRI sacó 4 mil votos de sus 10,500 en sólo 6 de las 83 casillas. En 4 de esas casillas, las poblaciones no rebasan los 265 habitantes.
Fueron estos casos los que llevaron a todos los partidos políticos, desde luego el PAN y también el PRD a darle validez formal al acta de escrutinio de las casillas y a reducir la apertura y el recuento a los casos excepcionales que se establece en la ley, de ahí que en las sucesivas reformas incluida la vigente, votada por el PRD, se le dio plena validez al computo de casillas con miras a evitar el fraude cometido a través de la alteración de paquetes electorales.
El ultimo revisado por el Tribunal Federal Electoral fue en el caso de Tecpan de Galeana, Guerrero, donde el Pleno del Tribunal, aprobó la ponencia en donde con toda razón dio validez al acta de escrutinio de la casilla que favorecía al PRD aún por encima del recuento ordenado por la autoridad estatal electoral que favorecía al PRI
Señora y señores magistrados:
Vengo aquí porque creo en la ley, en la paz y en la razón. Porque es aquí y no en la calle donde debe calificarse la elección.
Gracias por esta oportunidad. He venido porque quiero decirles, con absoluta tranquilidad de conciencia que gané limpiamente la Presidencia de la República.
No fue fácil. Tuve muchos obstáculos incluso hasta para ser candidato. Tuve adversarios poderosos, muy carismáticos. Pero gané limpiamente. A pulso. Y no permitiremos que esos votos emitidos por millones y millones de mexicanos se cancelen por la demagogia y la sin razón que acabaría no solo con una elección democrática sino con el futuro del país.

Lo único que tengo de valor, en serio, para dejarles a mis hijos es mi buen nombre. Es en lo personal lo más valioso que tengo que heredarle y vengo a defenderlo. Pero no sólo eso. También quiere heredarles un México democrático, un México seguro, un México justo y limpio. Un México donde por encima de nuestras diferencias podamos respetarnos.
Por eso vengo a expresarles mi confianza y mi apoyo. Sé que estarán a la altura del momento histórico de México como ya lo estuvieron los ciudadanos.
Por mi parte tengan la seguridad de que seguiré contribuyendo a fortalecer las instituciones democráticas y a establecer desde el gobierno de la República todas las garantías para que cada día se fortalezca más le trabajo del Tribunal y de sus integrantes.
Y no es difícil lo que hay que hacer. Es una decisión muy difícil por su relevancia pero fácil de tomar, simple y sencillamente hay que seguir con decisión lo que la ley dice. Simple y sencillamente hay que reconocer la decisión que ya tomaron los ciudadanos, hay que respetar lo que ya se y se hizo bien por ellos, sólo hay que respetar el voto que ya se emitió, y hay que declarar Presidente Electo a quien ya los mexicanos eligieron.
México está en sus manos. Y que la Patria reconozca la emisión de un fallo apegado a derecho, a la justicia y a la democracia. Muchas gracias.

Preguntas simples, respuestas complicadas


El periódico El País reproduce hoy - ¡en español, gracias a Dios !- un texto del profesor Timothy Garton Ash publicado originalmente en The Guardian, el 27 de julio: We Europeans must never forget that we created the Middle East conflict - anexo- (Oriente Próximo, problema europeo. Están en juego intereses vitales y la posible reacción de las minorías étnicas marginadas).
(Garton Ash es historiador británico, profesor de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford y uno de los intelectuales más lúcidos del siglo XXI).
¿Cuándo y dónde comenzó esta guerra? ¿Poco después de las nueve de la mañana, hora local, del miércoles 12 de julio, cuando unos militantes de Hezbolá capturaron a Ehud Goldwasser y Eldad Regev -nos reservistas israelíes en el último día de su turno de servicio- en una incursión en el norte de Israel desde el otro lado de la frontera? ¿El viernes 9 de junio, cuando unos proyectiles israelíes mataron al menos a siete civiles palestinos en una playa de la franja de Gaza? ¿En enero de este año, cuando Hamás venció en las elecciones legislativas palestinas, un triunfo ambiguo para la política estadounidense de apoyo a la democratización? ¿En 1982, cuando Israel invadió Líbano? ¿En 1979, con la revolución islámica en Irán? ¿En 1948, con la creación del Estado de Israel? ¿O quizá en Rusia, en la primavera de 1881?

Las preguntas simples exigen respuestas muy complicadas. Incluso aunque nos pongamos de acuerdo sobre los datos esenciales, todos y cada uno de los términos están en discusión: ¿militantes, soldados o terroristas?, ¿detenidos, capturados o secuestrados? Cada forma de escoger los hechos implica una interpretación. Y en historias tan atormentadas como ésta, cada horror se explica o se justifica mediante la referencia a otro horror anterior.

"De tiranía en tiranía hasta la guerra. / De dinastía en dinastía hasta el odio. / De villanía en villanía hasta la muerte. / De política en política hasta la tumba... La canción es tuya. Ordénala como quieras", dice el poeta James Fenton en su Balada del imán y el sha.
Sin embargo, al observar las reacciones europeas ante el conflicto actual, quiero insistir en que existen muchas razones para que Europa esté entre las primeras causas. Los pogromos rusos de 1881; la turba francesa que gritaba "¡abajo los judíos!" mientras al capitán Dreyfus le arrancaban los galones en la École Militaire; el antisemitismo enconado en Austria alrededor de 1900, encarnado en la figura del joven Adolf Hitler; hasta desembocar en el Holocausto de los judíos europeos y las oleadas de antisemitismo que sacudieron Europa inmediatamente después. Esa historia de un rechazo europeo cada vez más radical, desde la década de 1880 hasta la de 1940, es la que impulsó el sionismo político, la emigración judía a Palestina y la creación del Estado de Israel.

"Lo que me hizo sionista fue el caso Dreyfus", decía Theodor Herzl, el padre del sionismo moderno. Europa había decidido que cada nación debía poseer su propio Estado, no aceptaba ni a los judíos emancipados como miembros de pleno derecho de la nación francesa o la alemana, y acabó convirtiéndose en escenario del intento de exterminio de todos los judíos, de modo que éstos necesitaban tener su hogar nacional en algún otro lugar. El hogar -según una definición que le gustaba mucho a Isaiah Berlin- es el lugar en el que, cuando llegas, tienen que acogerte.
Nunca más volverían a ir los judíos como ovejas al matadero. Como israelíes, lucharían por la vida de cada uno de ellos. Los estereotipos decimonónicos del Helden alemán y el Händler judío se han invertido. Los alemanes, y con ellos la mayoría de los europeos aburguesados de hoy, se han convertido en los eternos comerciantes; los judíos, en Israel, son los eternos guerreros.
Un hilo importante
Por supuesto, éste no es más que un hilo en el que tal vez es el tejido político más complicado del mundo, pero es un hilo muy importante. Creo que ningún europeo debería hablar o escribir sobre el conflicto actual en Oriente Próximo sin ser consciente de nuestra responsabilidad histórica. Me temo que algunos europeos lo hacen, y no me refiero a los ultraderechistas alemanes que se manifestaron el sábado de la semana pasada en la ciudad de Verden, en la Baja Sajonia, ondeando banderas iraníes y gritando "¡Israel, centro internacional del genocidio!" Me refiero asimismo a gente de izquierdas, personas que participan en los foros de discusión de The Guardian y otros similares. Al tiempo que criticamos al ejército israelí por matar a civiles libaneses y observadores de la ONU con la excusa de querer recobrar a Ehud Goldwasser (y destruir la infraestructura militar de Hezbolá), debemos recordar que todo esto, seguramente, no ocurriría si algunos europeos no hubieran intentado, hace varios decenios, borrar a todos los que se llamaban Goldwasser de la faz de Europa... o incluso de la Tierra.

Que quede claro lo que quiero decir. Esta terrible historia europea no significa que los europeos deban mostrar una solidaridad ciega con cualquier cosa que se le ocurra hacer al Gobierno de Israel, por violenta o equivocada que sea. Al contrario, el amigo de verdad es el que no se calla cuando estás cometiendo un error. No significa que debamos apuntarnos a las más recientes y peligrosas simplificaciones de una "guerra tercermundista" contra "una alianza terrorista de Irán, Siria, Hezbolá y Hamás" (según el republicano estadounidense Newt Gingrich) o un "movimiento totalitario unificado" del islamismo político (según el parlamentario y periodista conservador británico Michael Gove).

No significa que cualquier europeo que critique a Israel es un antisemita encubierto, como parecen insinuar algunos comentaristas en EE UU. Y desde luego, no significa que debamos prestar menos atención al sufrimiento de los árabes, entre ellos los árabes palestinos que huyeron o fueron expulsados de sus casas al crearse el Estado de Israel o sus descendientes que crecieron en campos de refugiados. La vida de cada libanés muerto o herido por los bombardeos israelíes vale exactamente lo mismo que la de cada israelí muerto o herido por los cohetes de Hezbolá.

La huella de los europeos
¿Significa que los europeos tienen una obligación especial de involucrarse para tratar de lograr un acuerdo de paz con el que el Estado de Israel pueda vivir dentro de unas fronteras seguras y al lado de un Estado palestino viable? En mi opinión, sí. Por supuesto, dado que los europeos han dejado su huella, de uno u otro modo, casi en cualquier rincón de la Tierra, este argumento histórico podría llevarnos, en teoría, a todas partes: el legado del imperialismo europeo ofrecería una excusa moral universal para el neoimperialismo europeo. Pero la historia de los judíos expulsados de sus hogares europeos y que, a su vez, expulsaron de su hogar a los árabes palestinos, es un caso extraordinario. Y aunque uno no acepte el argumento de la responsabilidad histórica y moral, están en juego intereses vitales para Europa: petróleo, proliferación nuclear y la posible reacción de nuestras propias minorías musulmanas marginadas, por no citar más que tres factores.

No está tan claro en qué debería consistir esa intervención. Se ha propuesto que los europeos participen en una fuerza de paz multinacional en el sur de Líbano, pero eso sólo tiene sentido si se establecen unos parámetros realistas que permitan llevar a cabo una misión clara, factible y concreta. Unos parámetros que no se ven todavía cerca. Ni siquiera se ve cerca un alto el fuego. La cumbre de Roma terminó el miércoles por la tarde disimulando a duras penas las claras discrepancias entre Estados Unidos e Israel, por un lado, y la mayor parte del resto del mundo -incluidas la UE y la ONU-, por otro, sobre cómo lograr el alto el fuego. La verdad es que, más que nunca, la clave diplomática está en que EE UU se comprometa a fondo, utilice su influencia sobre Israel y negocie de la forma más directa posible con todas las partes en el conflicto, por desagradable que resulte. Mientras eso no ocurra, Europa puede hacer poco por sí sola.
Pero lo importante aquí no es sólo cambiar las cosas en Oriente Próximo. Lo que los europeos dicen y escriben sobre la situación de los judíos en la región a la que los europeos les empujamos está relacionado con nuestra forma de definirnos a nosotros mismos. Tenemos que medir cada palabra.
En Ingles:
We Europeans must never forget that we created the Middle East conflict/ By Timothy Garton Ash (THE GUARDIAN, 27/07/06):

When and where did this war begin? Shortly after 9am local time on Wednesday July 12, when Hizbullah militants seized Ehud Goldwasser and Eldad Regev - Israeli reservists on the last day of their tour of duty - in a cross-border raid into northern Israel? Friday June 9, when Israeli shells killed at least seven Palestinian civilians on a beach in the Gaza strip? January this year, when Hamas won the Palestinian legislative elections, in a backhanded triumph for an American policy of supporting democratisation? 1982, when Israel invaded Lebanon? 1979, with the Islamic revolution in Iran? 1948, with the creation of the state of Israel? Or how about Russia in the spring of 1881?
Simple questions require such complicated answers. Even if the basic facts are agreed, every term is disputed: militants, soldiers or terrorists? Seized, captured or kidnapped? Every selection of facts implies an interpretation. And in tortured histories like this, every horror will be explained or justified by reference back to some antecedent horror:
From tyranny to tyranny to war
From dynasty to dynasty to hate
From villainy to villainy to death
From policy to policy to grave…
“The song is yours. Arrange it as you will,” writes the poet James Fenton, in his Ballad of the Imam and the Shah.
Yet observing European responses to the current conflict, I want to insist on Europe’s own strong claim to be among the earliest causes. The Russian pogroms of 1881; the French mob chanting “à bas les juifs” as Captain Dreyfus was stripped of his epaulettes at the École Militaire; the festering anti-semitism of Austria around 1900, shaping the young Adolf Hitler; all the way to the Holocaust of European Jewry and the waves of anti-semitism that convulsed parts of Europe in its immediate aftermath. It was that history of increasingly radical European rejection, from the 1880s to the 1940s, that produced the driving force for political Zionism, Jewish emigration to Palestine and eventually the creation of the state of Israel.
“What made me a Zionist was the Dreyfus trial,” said Theodor Herzl, the father of modern Zionism. If Europe decided that each nation should have its own state, would not accept even emancipated Jews as fully members of the French or German nation, and eventually became the scene of the attempted extermination of all Jewry, then the Jews must have their own national home somewhere else. Home - in a definition beloved of Isaiah Berlin - is the place where, if you have to go there, they have to take you in. And never again would Jews go as lambs to the slaughter. As Israelis, they would fight for the life of every single fellow Jew. The 19th-century stereotypes of German Helden and Jewish Händler have been reversed. The Germans, and with them most of today’s bourgeois Europeans, have become the eternal traders; the Jews, in Israel, the eternal warriors.
Of course, this is only one thread in perhaps the world’s most complicated political tapestry; but it’s a very important one. I don’t think any European should speak or write about today’s conflict in the Middle East without displaying some consciousness of our own historical responsibility. I’m afraid that some Europeans today do so speak and write; and I don’t just mean the German rightwing extremists who marched through the town of Verden in Lower Saxony last Saturday, waving Iranian flags and chanting “Israel - international genocide centre”. I also mean thinking people on the left, contributors to discussion threads on Guardian blogs and the like. Even as we criticise the way the Israeli military are killing Lebanese civilians and UN monitors in the name of recovering Ehud Goldwasser (and destroying the military infrastructure of Hizbullah), we must remember that all of this would almost certainly not be happening if some Europeans had not attempted, a few decades back, to remove everyone called Goldwasser from the face of Europe - if not the earth.
Let me be very clear what I mean. It does not follow from this terrible European history that Europeans must display uncritical solidarity with whatever the current government of Israel chooses to do, however violent or ill-advised. On the contrary, the true friend is the one who speaks up when you’re making a mistake. It does not follow that we should sign up to the latest dangerous simplifications about a “third world war” against “an Iran-Syrian-Hizbullah-Hamas terrorist alliance” (according to the US Republican Newt Gingrich) or a “seamless totalitarian movement” of political Islamism (according to the Conservative MP and journalist Michael Gove).
It does not follow that every European who criticises Israel is a covert anti-semite, as some commentators in the United States tend to imply. And it certainly does not follow that we should be any less alert to the suffering of the Arabs, including the Palestinian Arabs who fled or were driven out of their homes at the founding of the state of Israel, and their descendants who grew up in refugee camps. The life of every single Lebanese killed or wounded by Israeli bombing is worth exactly as much as that of every Israeli killed or wounded by Hizbullah rocket attacks.
Does it follow that Europeans have a special obligation to get involved in trying to secure a peace settlement in which the state of Israel can live in secure frontiers next to a viable Palestinian state? I think it does. To be sure, since Europeans have one way or another affected almost every corner of the earth, such an argument from history could in theory take us everywhere - the legacy of European imperialism providing a universal moral excuse for European neo-imperialism. But the story of the Jews driven from their European homelands, and in their turn driving Palestinian Arabs from their homeland, is unique. Even if you don’t accept this argument from historical and moral responsibility, Europe’s vital interests are plainly at stake: oil, nuclear proliferation and the potential reaction among our alienated Muslim minorities, to name but three.
It’s less clear what that involvement should be. One proposal is for European forces to participate in a multinational peacekeeping force in southern Lebanon, but that only makes sense if realistic parameters are established for a clear, feasible and finite mission. Those are not yet in sight. Even a ceasefire is not yet in sight. The Rome summit concluded yesterday afternoon barely papering over a clear difference between the United States and Israel, on the one side, and most of the rest of the world, including the EU and the UN, on the other, about how a ceasefire should be achieved. The truth is that now, more than ever, the diplomatic key lies in the full engagement of the United States, using its unique influence with Israel and negotiating as directly as possible with all partners to the conflict, however unsavoury. Until that happens, Europe alone can do little.
Yet the issue here is not just changing the realities on the ground in the Middle East. How Europeans speak and write about the position of the Jews in the region to which Europeans drove them is also a matter of our own self-definition. We should weigh every word.

Cuando éramos huerfanos: Dreseer

Cuando éramos huérfanos/Denise Dresser
Siempre me ha gustado vivir en México. Todos los días doy gracias por vivir en un país con tanta belleza, con tanta historia, con tanta cultura, con tanta vida, con tanta dignidad. Lo digo cada vez que puedo: amo a México con un amor perro. Amo sus olores y sus sabores, sus regiones más transparentes y sus rincones más oscuros, sus volcanes y sus valles y todo lo de en medio. La vida en México para una persona de clase media alta como yo es, en muchos sentidos, envidiable.
Vivo en una casa rentada y muy linda; mando a mis hijos a una escuela privada y no excesivamente cara; soy dueña de dos autos usados y en buena condición; vivo de mi trabajo y puedo mantener a mi familia con él; empleo a un par de personas que ayudan en casa y me alcanza el sueldo para pagarles; tomo vacaciones anuales y estoy ahorrando para asegurarle una educación universitaria a mis hijos. Tengo la vida que siempre he querido, llena de ideas y libros y arte y alumnos y amigos y la oportunidad de escribir en Proceso y una profesión socialmente útil. Este país me la ha dado. Soy producto de la movilidad social que aún existía en los sesenta cuando nací. De beca en beca obtuve una buena educación y con ella he ido ascendiendo la escalera social. En un país con 40 millones de pobres, soy de las privilegiadas.
Aún así, me doy cuenta de manera cotidiana que algo está mal. Y podría usar el lenguaje sofisticado de la ciencia política para explicarlo, pero en esta columna prefiero hablar como simple ciudadana. Algo está mal cuando las personas que trabajan para mí -la nana y el chofer y el jardinero- no tienen ninguna expectativa de ser más de lo que son hoy. Cuando no tienen ninguna posibilidad de aspirar a algo más porque el país no se los ofrece. Cuando sexenio tras sexenio un presidente u otro les da tan sólo más de lo mismo. Cuando saben que la vida de sus hijos será -en el mejor de los casos- una versión facsimilar de la suya. Esa vida precaria, estancada, difícil.
La que tantos con quienes comparto el país padecen. Y por eso el 2 de julio voté por Andrés Manuel López Obrador. Fui de esos votantes indecisos hasta el momento de entrar a la casilla y una vez adentro opté en función de una sola razón: no podía votar por una persona que piensa que el país está bien. No podía votar por un partido que ofrece sólo la continuidad. No podía formar parte de aquellos que piensan que el país funciona aunque para mí lo hace. Ni más ni menos. Pero voté con ambivalencia, porque a lo largo de la campaña siempre pensé que AMLO tenía el diagnóstico correcto pero no las soluciones adecuadas. Que peleaba por una buena causa pero no con armas modernas. Que sabía lo que no funcionaba pero no tenía propuestas coherentes de política pública para arreglarlo.
Nunca me convenció la idea de sembrar árboles por el sureste o construir trenes bala. Recuerdo habérselo dicho: "Andrés Manuel, estás ofreciendo pobreza con dignidad. Estás ofreciendo darle a cada mexicano una pala para que construya un segundo piso". Los pobres merecen y necesitan más.
Aún así pensé que una victoria de AMLO ofrecía la oportunidad para sacudir las cosas; para nivelar el terreno de juego; para pensar en cómo construir un país más justo y menos rapaz. Y López Obrador no me asustaba como asustaba a otros miembros de mi clase social. De hecho en reunión tras reunión, en conferencia tras conferencia, me convertí en su defensora involuntaria. Porque los argumentos sobre su personalidad mesiánica me parecían exagerados. Porque pensaba que a demasiados de sus detractores les salía espuma por la boca. Incluso una semana antes de la elección publiqué un artículo en Los Angeles Times argumentando que antes de odiar a López Obrador, las élites económicas y políticas deberían odiar las condiciones que lo produjeron: un sistema socioeconómico que concentra la riqueza y no tiene ningún incentivo para distribuirla mejor.
Pero desde la noche de la elección miro lo que está haciendo Andrés Manuel López Obrador y me desconcierta. Me preocupa. Veo a un hombre cada vez más combativo, cada vez más confrontacional, cada vez más antiinstitucional. Veo a alguien que confirma, paso a paso, todo lo malo que se decía de él. Alguien que habla del "crimen" monumental cometido contra el pueblo de México, pero que no lo ha podido probar. Alguien que un día sugiere fraudes cibernéticos y al otro día aclara que más bien fueron "a la antigüita". Alguien cuyas posturas poco claras -y con frecuencia contradictorias- me inspiran desconfianza.
Porque no puedo evitarlo: fui entrenada en el doctorado para examinar evidencias, ponderar datos, analizar argumentos. Y los que presenta AMLO hasta hoy para sustentar su caso no me convencen. He leído todos los correos electrónicos sobre el famoso algoritmo y dudo de su existencia; he discutido las irregularidades detectadas hasta ahora y no me parecen determinantes; he escuchado todas las denuncias sobre la "elección de Estado" y no creo que podamos clasificarla así. Con lo que sabemos hasta el momento, no me parece inconcebible pensar que López Obrador perdió la elección. Por la multiplicidad de motivos que ya conocemos: el voto de miedo, la campaña mediática de Vicente Fox, la compra de publicidad por terceros, el apoyo de gobernadores priistas a Felipe Calderón y los errores que el propio AMLO -aunque se niegue a aceptarlo- cometió.
Pero para despejar dudas y rescatar la confianza perdida, he apoyado la propuesta de contar de nuevo, ya sea parcial o totalmente, los votos. Si el recuento revela que López Obrador en realidad ganó, México tendrá que aceptarlo. Y si ocurre lo contrario, también. Esa debería ser la apuesta de todos, pero sobre todo de una izquierda responsable que quiere gobernar al país y no sólo partirlo en dos.
Lo más preocupante es que AMLO no parece estar pensando así. Declaración tras declaración, López Obrador se está radicalizando. Y todo lo que dice sugiere que -en realidad- no está buscando el recuento de los votos, sino la anulación. Ya no busca ganar sino seguir peleando. Ya no quiere que se respeten los resultados "reales" de esta elección sino reventarla. Ya no tiene la mira puesta en las próximas semanas sino en los próximos años. Quiere consolidar su base y ser una fuerza política de largo plazo. Quiere exaltar los ánimos de 10 millones de votantes enojados aunque pierda a los moderados que votaron por él. Su papel ya no es seguir las reglas del juego sino romperlas. Su papel ya no es atemperar para gobernar sino azuzar para polarizar. Para ser el presidente moral del sur de México. Para seguir confrontando al resto del país desde allí.Y ése va a ser un viaje peligroso porque recorre la ruta de la división. Su brújula es la polarización. Su mapa es la radicalización.
Su destino es destruir primero para reconstruir después. Entraña incendiar institución tras institución y eso es lo que le está ocurriendo actualmente al IFE. Al actuar como lo está haciendo AMLO, coloca a personas como yo que votamos por su causa en una posición difícil. Pide que dejemos de confiar en todo para tan sólo confiar en él. Pide que formemos parte de lo que José Woldenberg ha llamado una "comunidad de fe", y dejemos a un lado la razón para pertenecer a ella. Pide que depositemos toda nuestra confianza en un solo hombre, cuando las democracias reales se construyen precisamente para evitar que eso ocurra. Pide que creamos en la palabra de operadores políticos como Jesús Ortega y Leonel Cota y Fernández Noroña y Martí Batres, cuya trayectoria suscita grandes dudas. Pide que destacemos a la única institución política creíble que hemos logrado erigir, y que nos sumemos a la cruzada para desacreditarla.
Y nos deja con las siguientes preguntas: Si tiramos al IFE por la ventana, ¿con qué otro instrumento va a contar el país para transferir pacíficamente el poder? Si las elecciones no son confiables nunca, ¿qué otro proceso funcionará para representar a los ciudadanos? Si el voto no es confiable, ¿no nos queda otro remedio más que renunciar a él? Si quienes están al frente de una institución cometen errores, ¿entonces hay que descalificarla de tajo? ¿La elección será vista como legítima por el PRD sólo si AMLO es declarado el ganador? Si no es posible creer en nada, ¿no hay otra opción más que creer en López Obrador? Planteo estas preguntas con dolor.
De manera apesadumbrada. Veo la certeza que anima las posiciones de apoyo a AMLO que han asumido personas a quienes respeto como Julio Scherer, quienes admiro como Carlos Monsiváis, quienes quiero como Elena Poniatowska, quienes adoro como Eugenia León. He estado a su lado en otras batallas -como la librada contra el desafuero- y me entristece no poder estar allí, mano a mano, en ésta. Y me angustia aún más ver que el otro lado tampoco tiene buenas respuestas. Las élites atrincheradas se comportan como siempre lo han hecho: saboteando, obstaculizando, posponiendo soluciones difíciles a problemas ancestrales. Pagando spots para promover sus posiciones aunque constituyan una violación a la legislación electoral. Preservando sus privilegios, blindando sus cotos, sacando legislación a modo -como la Ley de Radio y Televisión- y evidenciando todo lo que quieren proteger con ella. Los complacidos y los complacientes. Esos que escuchan los gritos del México que apoya a López Obrador y se tapan los oídos. Esos que miran la radiografía del país partido que esta elección arroja, y creen que bastará ampliar el Programa Oportunidades para reconciliarlo. Esos que produjeron a AMLO y hoy no saben cómo lidiar con él.
Ante este escenario es difícil no padecer una sensación de orfandad. De desconsuelo. Ese sentimiento que describe tan bien Kazuo Ishiguro en su novela Cuando éramos huérfanos. Esa soledad que produce estar parada en tierra de nadie, entre fuego cruzado, sin complacer a un bando y sin apoyar al otro. Intentando izar la bandera blanca entre las bazukas.
Intentando suplantar la incondicionalidad partidista por la reflexión ciudadana. Preocupada por la construcción de un centro vital donde sea posible construir, conversar, reconciliar, institucionalizar. Pelear menos por el poder, y más por formas de compartirlo mejor. Pelear menos por quién ganó la elección, y más por el país herido que ambos bandos están dejando tras de sí.
Publicado en el semanario Proceso No. 1551, 23 de julio del 2006