Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Publicado en Excélsior (www.exonline.com.mx), 26 de junio de 2009;
Un poco de oxígeno político
Quienes han escuchado el debate (de alguna forma hay que llamarlo) entre el gobernador de Sonora, Eduardo Bours (¿cómo explicar su transformación?, ¿qué le ha pasado a Bours que se ha convertido en un pandillero de cantina?, ¿tanto miedo tiene de perder el 5 de julio como para arrojar todo por la borda?), y el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, tienen toda la razón de apostar por el voto nulo o en blanco. Difícilmente se puede recordar un enfrentamiento donde, sobre todo por el gobernador, se haya mostrado tanta intemperancia y bajo nivel político al intentar ocultar, además, la responsabilidad del gobierno local en una tragedia que ha dejado tan honda huella social.
Pero quienes estuvimos en el debate entre gobernadores, en el Foro sobre Seguridad y Justicia, organizado por la SOS, de Alejandro Martí, y otras 40 agrupaciones sociales, la expectativa por mejorar y hacer más creíble nuestro sistema político resulta justificada y confirma que en política siempre hay opciones, mejores o peores, pero que es posible apostar por algo mejor.
En la mesa que me tocó moderar participaron los gobernadores Emilio González Márquez, de Jalisco; Enrique Peña Nieto, del Estado de México; Marco Antonio Adame, de Morelos; José Reyes Baeza, de Chihuahua; José Natividad González Parás, de Nuevo León, y el jefe de Gobierno capitalino, MarceloEbrard. Hablamos sobre la reforma judicial e inevitablemente acerca de la seguridad. El debate no resultó nada extraordinario o fuera de lo común, pero sí el comportamiento de los participantes y del público. En la mesa se habló, en un momento particularmente crítico, sobre el tema de la coordinación entre los niveles de gobierno y los Poderes de la Unión. De las posibilidades de establecer esa coordinación sin politizarla, así como temas sustantivos, por ejemplo, la relación entre los delitos del fuero común (90% del total) y los federales; el índice de impunidad, que alcanza 98 por ciento. Sobre cómo las reformas judiciales y los juicios orales pueden influir en la percepción de inseguridad (los dos estados que más han avanzado en ese esquema, Nuevo León y Chihuahua, han tenido brotes de violencia que no están relacionados con el nuevo sistema de impartición de justicia, pero afectan la percepción acerca de los beneficios del mismo). Sobre la necesidad de cumplir con la ley, además de adecuarla. También con respecto a la confianza necesaria entre los poderes de la Federación para sacar adelante los temas de la agenda de seguridad y justicia y sobre la continuidad de la reforma de justicia después de 2012.
Probablemente el debate se terminó centrando en un tema que no es menor: ¿cuesta reformar el sistema de justicia?, ¿debe haber partidas presupuestales extraordinarias con ese fin? Ebrard (y en menor medida González Parás, que demuestra una articulación intelectual indudable) fue quien más y mejor puso el acento en el tema, mientras que González Márquez y Adame insistieron en que se podía avanzar sin pensar que necesariamente esa reforma debía costarle demasiado a la gente. Todos coincidieron en que se podían coordinar las responsabilidades con los otros estados y con la Federación y la percepción de la politización, mucho más firme en el perredista y los priistas, mostró visiones tan diferentes como las que se expresan pública y cotidianamente.
Quedaron muchas preguntas pendientes, por lo apresurado de los tiempos, pero creo que las intervenciones de ayer refuerzan la idea que expresaron en la inauguración del evento tanto Alejandro Martí como el presidente Calderón: la ciudadanía no debe abstenerse, en ninguna de sus formas, de intervenir en el proceso político, estamos obligados a participar en el mismo si queremos mejorar su calidad. Y hay opciones y es posible hacerlo: ayer, rodeados de especialistas, organizaciones civiles, con una presencia inaudita de medios de comunicación, los gobernadores y el jefe de Gobierno tuvieron, con altas y bajas, con mejores y peores intervenciones, una presencia política civilizada, seria, propositiva, con ánimo de construir, apoyando o criticando, pero siempre, por lo menos esa fue mi impresión, de mirar un poco más allá.
En se sentido, no fue menor el que todos coincidieran (incluidos por supuesto Peña Nieto y Ebrard) en que esas reformas de seguridad y justicia deben perdurar en el futuro, después de 2012, porque las aprobaron en su momento todos los partidos y, como tal, deben tener continuidad política e institucional.
¿Cómo estuvieron los gobernadores y el jefe de Gobierno? Algunos un poco impresionados por un escenario, insistimos, a reventar de medios. Con un Marcelo Ebrard y un González Parás que demostraron mayor experiencia de gobierno y en la presentación de sus temas; con un Adame muy echado para adelante (las porras presidenciales tienen que tener algún efecto); un Peña Nieto que, hasta la última pregunta, que se relacionaba con la continuidad de las reformas después de 2012, me pareció demasiado contenido, para no brindar flancos débiles o exponerse; con un Reyes Baeza que se siente muy seguro en los temas de la reforma judicial, de la que ha sido pionero, y un González Márquez que defendió bien las posiciones federales, pero podría haber ido más allá con sus propuestas. Si me dijeran quién obtuvo más votos con su presentación, no dudaría en decir que Ebrard, quien, sin duda, mostró su mejor cara en el encuentro de ayer.
Pero ahora que está de moda hablar del “tono” con que se habla entre políticos y poderes, creo que el mejor sabor de boca del encuentro fue precisamente el “tono” (y quien diga que el mismo no importa no entiende de qué está hablando) de los participantes: moderados, críticos, con diferencias, pero sabiendo de qué hablaban y pensando más en la construcción del futuro que en la destrucción del presente. En nuestra vida política eso es casi oxígeno puro.
Creo que el mejor sabor de boca del encuentro fue precisamente el “tono” de los participantes: moderados, críticos, con diferencias, pero sabiendo de qué hablaban.
Quienes han escuchado el debate (de alguna forma hay que llamarlo) entre el gobernador de Sonora, Eduardo Bours (¿cómo explicar su transformación?, ¿qué le ha pasado a Bours que se ha convertido en un pandillero de cantina?, ¿tanto miedo tiene de perder el 5 de julio como para arrojar todo por la borda?), y el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, tienen toda la razón de apostar por el voto nulo o en blanco. Difícilmente se puede recordar un enfrentamiento donde, sobre todo por el gobernador, se haya mostrado tanta intemperancia y bajo nivel político al intentar ocultar, además, la responsabilidad del gobierno local en una tragedia que ha dejado tan honda huella social.
Pero quienes estuvimos en el debate entre gobernadores, en el Foro sobre Seguridad y Justicia, organizado por la SOS, de Alejandro Martí, y otras 40 agrupaciones sociales, la expectativa por mejorar y hacer más creíble nuestro sistema político resulta justificada y confirma que en política siempre hay opciones, mejores o peores, pero que es posible apostar por algo mejor.
En la mesa que me tocó moderar participaron los gobernadores Emilio González Márquez, de Jalisco; Enrique Peña Nieto, del Estado de México; Marco Antonio Adame, de Morelos; José Reyes Baeza, de Chihuahua; José Natividad González Parás, de Nuevo León, y el jefe de Gobierno capitalino, MarceloEbrard. Hablamos sobre la reforma judicial e inevitablemente acerca de la seguridad. El debate no resultó nada extraordinario o fuera de lo común, pero sí el comportamiento de los participantes y del público. En la mesa se habló, en un momento particularmente crítico, sobre el tema de la coordinación entre los niveles de gobierno y los Poderes de la Unión. De las posibilidades de establecer esa coordinación sin politizarla, así como temas sustantivos, por ejemplo, la relación entre los delitos del fuero común (90% del total) y los federales; el índice de impunidad, que alcanza 98 por ciento. Sobre cómo las reformas judiciales y los juicios orales pueden influir en la percepción de inseguridad (los dos estados que más han avanzado en ese esquema, Nuevo León y Chihuahua, han tenido brotes de violencia que no están relacionados con el nuevo sistema de impartición de justicia, pero afectan la percepción acerca de los beneficios del mismo). Sobre la necesidad de cumplir con la ley, además de adecuarla. También con respecto a la confianza necesaria entre los poderes de la Federación para sacar adelante los temas de la agenda de seguridad y justicia y sobre la continuidad de la reforma de justicia después de 2012.
Probablemente el debate se terminó centrando en un tema que no es menor: ¿cuesta reformar el sistema de justicia?, ¿debe haber partidas presupuestales extraordinarias con ese fin? Ebrard (y en menor medida González Parás, que demuestra una articulación intelectual indudable) fue quien más y mejor puso el acento en el tema, mientras que González Márquez y Adame insistieron en que se podía avanzar sin pensar que necesariamente esa reforma debía costarle demasiado a la gente. Todos coincidieron en que se podían coordinar las responsabilidades con los otros estados y con la Federación y la percepción de la politización, mucho más firme en el perredista y los priistas, mostró visiones tan diferentes como las que se expresan pública y cotidianamente.
Quedaron muchas preguntas pendientes, por lo apresurado de los tiempos, pero creo que las intervenciones de ayer refuerzan la idea que expresaron en la inauguración del evento tanto Alejandro Martí como el presidente Calderón: la ciudadanía no debe abstenerse, en ninguna de sus formas, de intervenir en el proceso político, estamos obligados a participar en el mismo si queremos mejorar su calidad. Y hay opciones y es posible hacerlo: ayer, rodeados de especialistas, organizaciones civiles, con una presencia inaudita de medios de comunicación, los gobernadores y el jefe de Gobierno tuvieron, con altas y bajas, con mejores y peores intervenciones, una presencia política civilizada, seria, propositiva, con ánimo de construir, apoyando o criticando, pero siempre, por lo menos esa fue mi impresión, de mirar un poco más allá.
En se sentido, no fue menor el que todos coincidieran (incluidos por supuesto Peña Nieto y Ebrard) en que esas reformas de seguridad y justicia deben perdurar en el futuro, después de 2012, porque las aprobaron en su momento todos los partidos y, como tal, deben tener continuidad política e institucional.
¿Cómo estuvieron los gobernadores y el jefe de Gobierno? Algunos un poco impresionados por un escenario, insistimos, a reventar de medios. Con un Marcelo Ebrard y un González Parás que demostraron mayor experiencia de gobierno y en la presentación de sus temas; con un Adame muy echado para adelante (las porras presidenciales tienen que tener algún efecto); un Peña Nieto que, hasta la última pregunta, que se relacionaba con la continuidad de las reformas después de 2012, me pareció demasiado contenido, para no brindar flancos débiles o exponerse; con un Reyes Baeza que se siente muy seguro en los temas de la reforma judicial, de la que ha sido pionero, y un González Márquez que defendió bien las posiciones federales, pero podría haber ido más allá con sus propuestas. Si me dijeran quién obtuvo más votos con su presentación, no dudaría en decir que Ebrard, quien, sin duda, mostró su mejor cara en el encuentro de ayer.
Pero ahora que está de moda hablar del “tono” con que se habla entre políticos y poderes, creo que el mejor sabor de boca del encuentro fue precisamente el “tono” (y quien diga que el mismo no importa no entiende de qué está hablando) de los participantes: moderados, críticos, con diferencias, pero sabiendo de qué hablaban y pensando más en la construcción del futuro que en la destrucción del presente. En nuestra vida política eso es casi oxígeno puro.
Creo que el mejor sabor de boca del encuentro fue precisamente el “tono” de los participantes: moderados, críticos, con diferencias, pero sabiendo de qué hablaban.