31 ago 2007

Europa y el Islam



  • Europa y el islam/Ramin Jahanbegloo es filósofo iraní.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo
Pulicado en El País, 29/08/2007;
"Menor razón hay para que los defectos y costumbres incultas y no moderadas que en estas nuestras indianas gentes halláremos nos maravillen y, por ellas, las menospreciemos, pues no solamente munchas y aun todas las repúblicas fueron muy más perversas, irracionales y en prabidad más estragadas, y en muchas virtudes y bienes morales muy menos morigeradas y ordenadas. Pero nosotros mismos, en nuestros antecesores, fuimos muy peores, así en la irracionalidad y confusa policía como en vicios y costumbres brutales por toda la redondez desta nuestra España".
Estas frases, escritas por Bartolomé de las Casas (1484-1566) en su libro Apologética Historia Sumaria, reflejan que el descubrimiento y posterior conquista del Nuevo Mundo por parte de la corona española suscitaron una seria, cuando no acalorada, polémica intelectual, centrada en la humanidad y cristianización de los indios. El debate llegó a su punto culminante en 1550, cuando Carlos I de España ordenó la constitución de una junta que, formada por juristas y teólogos y reunida en Valladolid, escucharía los argumentos a favor y en contra del uso de la fuerza para incorporar a los nativos a las Indias españolas. Por una parte estaba Juan Ginés de Sepúlveda, un destacado humanista y experto en griego que justificaba la conquista y evangelización de los pueblos indígenas americanos. Frente a él se situaba Las Casas, que defendía los derechos de los pueblos indios y estaba a favor de su conversión pacífica.
Las Casas, a pesar de su fracaso en la controversia con Sepúlveda, se las arregló para representar a los indios ante la corte real y, de este modo, llamar la atención de la Iglesia y de la corona española sobre la aterradora disparidad entre los objetivos misionales del encuentro entre cristianos europeos e indígenas del Nuevo Mundo y la brutal explotación de los segundos a manos de los primeros. Las Casas consiguió proclamar la humanidad, racionalidad y libertad personal y colectiva de los pueblos indígenas. Además, su controversia con Ginés de Sepúlveda en Valladolid logró que las Nuevas Leyes de Indias de 1542, inicialmente concebidas para abolir el sistema de encomiendas (en virtud del cual trabajadores indígenas eran adjudicados a los colonos españoles, entendiendo que éstos les enseñarían la fe cristiana a cambio de su esfuerzo), siguieran en vigor. De este modo, el resultado de la llamada Controversia de Valladolid fue que los españoles siguieran teniendo en mente los derechos humanos de los indios.
En consecuencia, desde esta perspectiva, dicha polémica tuvo un gran impacto en las teorizaciones elaboradas por los europeos para tratar de comprender las diversas culturas indígenas del Nuevo Mundo. La Controversia de Valladolid inició un nuevo debate sobre el concepto de "civilización".
En el siglo III antes de Cristo, Aristóteles estableció una diferencia entre los grupos humanos regidos más por la razón que por las pasiones, llamados civilizados, y los bárbaros, entre los que la pasión se imponía a la razón. Para Aristóteles, era natural que éstos estuvieran supeditados a aquéllos. En 1500, Ginés de Sepúlveda aplicó esta teoría a los indios. En su opinión, eran una raza bárbara cuya inferior condición natural concedía a los españoles el derecho a hacerles la guerra. Por el contrario, Las Casas llegó a la conclusión de que, como los indios eran seres humanos racionales y civilizados, los españoles no tenían derecho a someterlos ni a la esclavitud ni a la guerra.
Aunque los juristas y teólogos de Valladolid no lograron instar de manera concluyente a Carlos I para que detuviera de modo definitivo todas las guerras de conquista en el Nuevo Mundo, limitándose a tratar de cristianizar pacíficamente a los indios, parece que la controversia entre Las Casas y Ginés de Sepúlveda sigue teniendo gran relevancia para europeos y estadounidenses en los debates actuales sobre los derechos del "otro". Su legado radica en la idea de que es preciso comprender y abordar la situación del "otro" desde la propia perspectiva de éste.Hoy en día, Europa se enfrenta a una nueva Controversia de Valladolid. No es sorprendente que el debate sobre el islam y los musulmanes en Europa recuerde con frecuencia el argumento de Ginés de Sepúlveda: "Siendo por naturaleza siervos los hombres bárbaros, incultos e inhumanos, se [negaban] a admitir la dominación de los que [eran] más prudentes, poderosos y perfectos que ellos [los españoles]". Al igual que en la polémica entre Las Casas y Ginés de Sepúlveda, el debate actual sobre Europa y el islam se enmarca en un contexto polarizado, en el que los que se consideran parte del mundo civilizado (los europeos) se ven a sí mismos en guerra con los nuevos bárbaros (los musulmanes). En consecuencia, dentro de este debate surge en Europa una concepción cultural dual, un punto de vista polarizado que enfrenta la cultura de los civilizados a la de los bárbaros. Es justo preguntarse aquí a quién le corresponde determinar quién es o no civilizado. En una ocasión en que a Mahatma Gandhi le pidieron su opinión sobre la civilización occidental replicó: "Creo que sería una buena idea". Con esto quería decir que la humanidad aún no ha concluido su misión civilizadora original.
Diez mil años no han generado mucha "civilización". Todavía nos enfrentamos a la pobreza, la tiranía y el fanatismo, que se esconden detrás de las civilizadas fachadas de la tecnología y el capitalismo. En cuanto a la idea de Europa como "fuerza civilizadora", su propia aparición como posibilidad y potencialidad en ese sentido se debe a otras culturas. Hace siglos que Europa lleva en la frente el concepto de interculturalidad, y omitirla u olvidarla sólo significaría que la historia del Viejo Continente se escribe y concibe en términos monoculturales. De ser así, Europa no sería una "buena idea" en el sentido en que Gandhi utilizaba el término civilización, es decir, entendiendo que designaba una cultura de la diversidad en proceso continuo, sino que, después de todo, seguiría siendo una "no idea". Es mucho más realista abordar la civilización europea desde el pluralismo que desde la singularidad. Hay muchas culturas europeas, ¡pero sólo hay una Europa y Europa es una buena idea! Europa es una trayectoria, no un destino. Al igual que la democracia, es un proyecto inacabado. Nos estamos engañando si proclamamos que hemos alcanzado una civilización europea. La civilización, como la democracia, es un ideal por el que merece la pena luchar.
Como la antorcha de un maratón de relevos, el proceso civilizador ha ido pasando de mano en mano, de una cultura a otra. Tanto Europa como el islam siguen contándose entre los principales pilares de la civilización humana. Al reconocerlo, Europa y el islam podrían entablar un intercambio dialógico, con el fin de aportar soluciones consensuadas a problemas como el fundamentalismo, el terrorismo, el racismo y la integración, colaborando especialmente en materia de creencias, acción y ciudadanía.
Si los europeos se sienten parte del destino de Europa y el Viejo Continente no tiene nada que temer del islam, en esta ocasión el resultado de la nueva Controversia de Valladolid no sólo será el reconocimiento de la "alteridad" de los musulmanes, sino la aceptación de que la diversidad cultural europea es algo legítimo. De este modo, uno podría ser un musulmán residente en Europa tanto como un musulmán europeo. No hay contradicción entre esos dos términos, y no habría que pedirle a nadie que eligiera entre uno y otro, ni obligarle a hacerlo. No hay que olvidar que el precio de una Europa plural y democrática no es ni la estrategia del miedo ni la política del odio. Es la cultura política basada en la moderación y la deliberación que Las Casas formuló de este modo en su Apologética Historia Sumaria: "... claramente parece no haber naciones en el mundo, por rudas e incultas, silvestres y bárbaras, groseras, fieras y bravas y cuasi brutales que sean, que no puedan ser persuadidas, traídas y reducidas a toda buena orden y policía y hacerse domésticas, mansas y tratables, si se usare aquel camino que es propio y natural a los hombres mayormente, a saber, por amor y mansedumbre, suavidad y alegría".
Si no tenemos en cuenta voces como las de Las Casas, podríamos terminar asumiendo la benevolencia de la civilización que Ginés de Sepúlveda propugnaba, respaldándola con la firme necesidad de controlar a los pueblos atrasados, por medios militares si es necesario.

Anna Politkóskaya


Anna Politkóvskaya fue asesinada el pasado mes de octubre aparentemente por los servicios secretos rusos. El crimen causó una gran conmoción, y no pocos pusieron la mirada hacia el entorno del presidente ruso como principal fuente de sospecha. Ahora, el fiscal general de ese, Yuri Chaika, ha dado por cerrado el caso al anunciar que han sido detenidos los organizadores, los cómplices y los ejecutores: un total de 10 personas, entre ellos varios miembros de una banda criminal chechena así como un agente del Servicio Federal de Seguridad (SFS, sucesor del KGB) y cuatro funcionarios del Ministerio del Interior.
"El fiscal general no ha sido capaz de afirmar quién fue el verdadero cerebro, pero ha dejado entrever que el asesinato pudo haber sido urdido desde el exterior por grupos interesados en desestabilizar el país, y en particular por el oligarca Borís Berezovski, el ex amigo y hoy acérrimo enemigo de Putin, que se encuentra exiliado en Londres (...) Aun siendo positivo que las autoridades rusas se hayan esforzado por detener a los presuntos autores y cómplices -cuatro de ellos fueron ayer formalmente acusados de la muerte-, no parece ni mucho menos que el caso haya quedado resuelto. Lo único cierto que se desprende de las afirmaciones del fiscal general es que, como aseguraba la asesinada periodista, en la Rusia de Putin existe una colaboración entre el crimen organizado, que mata por encargo, y las fuerzas de seguridad y los servicios secretos." (editorial de El País, 29/08/2007;)
El caso, como dice el editorial sigue sin ser resuelto, al contrario.

El hijo secreto de Arthur Miller


Una nota de Bárbara Celis para El Páis - citando a Vanity Fair-, señala que el escritor Arthur Miller tuvo un hijo con síndrome de Down en 1966, fruto de su matrimonio con la fotógrafa Inge Morath, a la que conoció durante el rodaje de Vidas rebeldes cuando aún estaba casado con la protagonista de aquel filme, Marilyn Monroe. Morath tuvo primero una hija, Rebecca Miller, hoy una reconocida cineasta, y luego llegó Daniel, quien cuatro días después de nacer, y pese a la oposición de Inge Morath, sería depositado en un orfanato y eliminado por completo de la vida pública y privada del escritor. "Nunca se ha publicado una fotografía suya, pero quienes conocen a Daniel Miller dicen que se parece a su padre".
Así arranca un reportaje de investigación que por primera vez saca a la luz los detalles de la oscura relación entre el escritor y su hijo secreto. Rebecca Miller asegura que Daniel es hoy "parte de la familia", pero nunca lo fue mientras su padre estuvo vivo.
Con fama de ególatra, frío y orgulloso, el escritor escondió públicamente la existencia de aquel hijo que no parecía ser compatible con su vida de dramaturgo e intelectual de referencia. Ni siquiera lo menciona en su libro de memorias, Timebends. Sin embargo, seis semanas antes de morir, a los 89 años, Miller quiso enmendar 40 años de ausencias y decidió incluir a Daniel en su testamento, repartiendo su riqueza a partes iguales entre sus cuatro hijos (además de Rebecca y Daniel, también fue padre de Jane y Robert, fruto de su matrimonio con Mary Slattery).
Daniel, quien llegó a participar en los Juegos Paralímpicos compitiendo en categorías como esquí y ciclismo, creció solo en diferentes instituciones y no conoció a su padre hasta 1995, cuando durante un acto público en el que el escritor iba a hablar en defensa de un discapacitado mental acusado de asesinato, Daniel subió al escenario y abrazó a Miller.
Arthur Miller está considerado como uno de los mejores dramaturgos del siglo XX. Escritor comprometido, Miller supo trasladar a los escenarios el conflicto del ser humano y el espíritu crítico, arremetió contra el masificador antihumanismo estadounidense, se acercó al marxismo, para después criticarlo, se opuso activamente a la “caza de brujas” del senador McCarthy y denunció la intervención estadounidense en Corea y Vietnam. Su nombre fue sinónimo de audacia y de ruptura, tanto temática como estructural.
Arthur Asher Miller
estuvo siempre del lado de los desfavorecidos, pero repudió a su propio hijo por ser un discapacitado mental. Al final al parecer se arrepintió.
Lo que hay que leer es el reportaje en Vanity Fair de este mes de septiembre.

Secular Turks will settle for nothing less than a truly liberal society

Secular Turks will settle for nothing less than a truly liberal society/Mehmet Karli, who is studying for a PhD at Oxford and is a former president of Oxford University Turkish Society
THE GUARDIAN, 31/08/2007;
Your leader (Islam and democracy, August 22) is correct to state that a military intervention to defend secularism in Turkey would be “bad for the military itself, … bad for Turkey and, indeed, bad for the rest of the Muslim world”. Moreover, it should not be forgotten that it was the Turkish army that prepared the fertile ground for the development of political Islam. The military coup of 1980 cleared the way for political Islamists by crushing established political parties and by propagating an authoritarian ideology called the Turkish-Islamic synthesis, a poisonous mix of nationalism and Islamism.
However, I find your conclusion troubling. Although your leader states that some policies of the Justice and Development Party (AKP) are worrying “from a European liberal perspective”, it nevertheless seems to condone them because “in parts of the Middle East [Turkey] is often seen as a model”. This implies an Orientalist mindset, an assumption that a Muslim society cannot be as liberal as a European one. Why should we lower the bar? Is it wise to dismiss secular Turks’ criticisms of the illiberal policies of the AKP so that it can be presented as a role model elsewhere in the Middle East?
It is indeed true that “the Turkish brand of secularism has its unattractive side too”, being associated with “politics that at times can be far from progressive”. But it would be wrong to think that all secular Turks want an army intervention. Many are determined to protect not only secularism but also democracy. As your leader suggests, the danger in Turkey is not the establishment of an Islamic state. Neither the history nor the social structure of Turkey would allow this. The real danger is the creeping Islamisation of social life, and a rise in societal conservatism which puts pressure on secular Turks. While the AKP does not impose any laws towards the establishment of an Islamic state, it fuels social conservatism through political and economic incentives. Municipalities controlled by the AKP use social policies to promote conservatism, and in the central administration a conservative lifestyle becomes necessary for those who wish to be promoted to key positions.
You say Abdullah Gul, “in anticipation of becoming president … has made some reassuring noises”. Not all leading figures in the AKP have been so reassuring. After the secular Turkish columnist Bekir Coskun recently wrote that he would not accept Gul as his president (reminiscent of “not my president” protests against George Bush), Recep Tayyip Erdogan, the prime minister, urged him to give up his Turkish nationality and leave the country. Many secular Turks believed that this comment was addressed not only to Coskun but to all of them.
Many words and deeds of the AKP are indeed worrying from a European liberal perspective. Some in the west may condone them in line with the role they have tailored for Turkey: a role model for the Middle East. But some of us in Turkey still think that we should and can not settle for anything less than a truly liberal society - liberal in the European sense of the word. If that prevents us from being a role model to other Muslim societies in the Middle East, so be it.

Las OCS instituciones con credibilidad

La credibilidad de las ONG/Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovación Social de ESADE.
Tomado de El País, 01/09/2007
Hasta ahora todas las encuestas que sondean el nivel de confianza de los ciudadanos del mundo en diferentes tipos de organizaciones siempre han situado a las ONG en el primer lugar. Así se constata en el octavo barómetro de confianza presentado el pasado mes de febrero por la empresa de comunicación Edelman y realizado entre 1.500 líderes de opinión de varios países. Según este estudio, las ONG son las instituciones que gozan de mayor nivel de credibilidad (50% de los encuestados en Europa confían en ellas, siendo el porcentaje aún mayor en el sondeo específico de España), por delante de las entidades religiosas (45%), las empresas (36%), los medios de comunicación (28%) y los gobiernos (27%). Se valora positivamente que las ONG trabajen por el bien común sin defender intereses particulares.

"Hace más ruido un árbol que cae que otros cien que crecen", nos recuerda el dicho popular. Qué duda cabe que la credibilidad del conjunto de las ONG ha quedado seriamente afectada en España por los supuestos delitos de apropiación indebida, presuntamente atribuidos a los máximos responsables de dos organizaciones concretas: Intervida y Anesvad, ambos casos pendientes de decisión judicial. La trayectoria muy positiva de cientos de ONG que realizan un trabajo de gran relevancia en el ámbito de la cooperación al desarrollo o en otros campos como la acción social, el medio ambiente o los derechos humanos ha quedado súbitamente bajo sospecha a consecuencia de las supuestas irregularidades de estas dos ONG.
Seguramente, lo que más desconcierte a los ciudadanos, y por ende afecta a la credibilidad de las ONG, es que estas acusaciones vayan directamente dirigidas contra los que han sido sus respectivos presidentes. Muchas personas se preguntan: ¿cómo vamos a confiar en las ONG si no podemos confiar en aquellas personas que están al frente de ellas? Lo que se espera de un líder de cualquier institución, y aun más si cabe de una ONG, es que sea honesto. También es necesario que inspire y entusiasme a voluntarios, técnicos y donantes sobre la causa social a desarrollar y que sea competente para alcanzar resultados satisfactorios según la misión de su organización. Pero lo que es imprescindible es que sea honesto y que todas sus actuaciones se basen en los principios éticos que deben caracterizar los valores de toda ONG.
Tanto Anesvad como Intervida han tenido graves deficiencias de liderazgo. Todo indica que sus líderes responden a lo que en la literatura académica sobre el tema se conoce como "síndrome del líder fuerte": personas que acostumbran a ser carismáticas, pioneras de las causas que impulsan, emprendedoras y con una gran capacidad para conducir sus organizaciones durante largos periodos de tiempo. Asimismo, estos líderes fuertes suelen dominar sus organizaciones, tienen un estilo de liderazgo basado en las afinidades personales, toleran mal las críticas o propuestas diferentes de las suyas y no son transparentes ni rinden cuentas de su gestión. La característica más negativa de este tipo de liderazgo, si bien la más excepcional y poco frecuente es el abuso de poder y la apropiación personal de los fines de la organización.
Ambas organizaciones también han sufrido otra grave carencia: el mal funcionamiento de su órgano de gobierno. Los patronatos de la Fundación Intervida y de la Fundación Anesvad estaban compuestos, durante el periodo que está siendo investigado por la justicia, por personas de confianza de sus presidentes, que seguían sus indicaciones sin mayor cuestionamiento.
Una tercera deficiencia del liderazgo de ambas entidades era su aislamiento respecto del resto de ONG. Algunas de las prácticas de Anesvad e Intervida no se ajustaban al código de conducta de la Coordinadora Española de ONG de Desarrollo. Esto hizo que Anesvad dejase de ser miembro de la misma y que Intervida, cuyo origen es mucho más reciente, no fuese aceptada como tal. Al estar fuera de la Coordinadora dejaron de beneficiarse del intercambio con otras ONG, y las carencias de liderazgo de ambas organizaciones aún se acentuaron más. Asimismo, ninguna de las organizaciones que nos ocupan está entre las ONG que voluntariamente se someten cada año al control de la Fundación Lealtad, la entidad impulsora de la Guía de la transparencia y las buenas prácticas de las ONG. En su quinta edición la guía analiza a 117 ONG que en conjunto suponen aproximadamente el 40% de los fondos gestionados por las ONG con presencia en nuestro país. En la web www.fundaciónlealtad.org aparece el grado de cumplimiento de los nueve principios por parte de cada una de dichas organizaciones, con un balance general bastante satisfactorio.
Sin restar importancia a los hechos que la justicia está examinando, vale la pena recordar que los casos de Intervida y Anesvad son la excepción y no la norma en el panorama de las ONG. Y no sólo eso, sino que además están generando una reacción en el conjunto del sector, y en las propias dos organizaciones afectadas, que, afortunadamente, va mucho más allá de la lógica actitud defensiva de su credibilidad. Se están reforzando diversas iniciativas para asegurar el buen gobierno de las ONG. Ha quedado claro que es prioritario mejorar el funcionamiento de sus órganos de gobierno. Éste es un punto débil del sector no lucrativo en todos los países. Las ONG crecen y se hacen más complejas a un ritmo superior que la evolución que experimentan sus órganos, los patronatos en el caso de las fundaciones y las juntas directivas en el de las asociaciones, a los que corresponde asegurar un buen gobierno de las mismas. Va a haber un cambio de tendencia en virtud de la cual el buen gobierno, que también incluye más transparencia y mejor rendición de cuentas y de resultados, pasará a ser uno de los ámbitos en los que las ONG están dispuestas a avanzar con mayor determinación.
Si algo caracteriza al sector de las ONG es su voluntad de ir a la raíz de los problemas. La crisis de dos organizaciones determinadas está haciendo avanzar al conjunto del sector. Las ONG son conscientes de que su credibilidad está en tela de juicio y de que se ha acabado la edad de la inocencia, pero asumen el reto de ganarse diariamente la confianza de los ciudadanos con la clara voluntad de aprender de la situación creada y hacer de ello una oportunidad para mejorar.

La familia real en España; entre el mito y la realidad

Una familia en el Trono/ Isabel Burdiel, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia y autora de Isabel II. No se puede reinar inocentemente.
Tomado de El País, 31/08/2007
En 1867, el periodista y analista político británico Walter Bagehot escribió una obra titulada The English Constitution cuyo objetivo era analizar el secreto de la estabilidad política británica frente a las convulsiones que experimentaron casi todos los otros regímenes europeos durante la primera mitad del siglo XIX. Aquel secreto eficaz consistía, a su juicio, en la cuidadosamente preservada relación entre mito y realidad respecto al ejercicio efectivo del poder que, sin reglas escritas, había sido transferido desde un monarca que gobernaba sólo en apariencia a un gabinete responsable primordialmente ante los Comunes. El desvelamiento de la intencionadamente obscurecida relación entre el ejercicio dignificado (dignified) y efectivo (efficient) del poder tenían en Bagehot un sentido que oscilaba entre la descripción y la prescripción. Entre una herramienta de análisis y una guía política de tintes maquiavélicos para afrontar los retos de gobernabilidad en la Inglaterra capitalista y liberal.
Frente a los toscos y peligrosos alardes revolucionarios europeos, la delicadeza del sistema británico había consistido (debía seguir consistiendo) en reducir al mínimo los cambios en la apariencia del funcionamiento del gobierno del país al tiempo que éste era alterado de forma dramática y definitiva. La estabilidad victoriana (la envidia de todos los liberales europeos) se sostenía sobre la capacidad de la Monarquía para representarse (y dejarse representar) como un referente de autoridad al tiempo que, en la práctica, la Reina había sido despojada de todos sus poderes legislativos y ejecutivos relevantes. En realidad, la Monarquía británica era una "república disfrazada" al servicio de los intereses de unas clases medias amenazadas por aspiraciones políticas y cambios socioeconómicos muy rápidos e intensos.
Sin embargo, para que aquella noble mentira funcionase a largo plazo, para que la Monarquía conservase su papel de preservadora de un sistema de deferencia capaz de acolchar el conflicto social y no fuese intercambiable con un régimen republicano, la realeza debía tener la habilidad de variar, no sólo su comportamiento público (político) sino también el privado. Paradójicamente, el monarca impotente, inactivo en el espacio de la política, debía ser muy activo y muy potente en la representación pública de su vida privada. Debía estar preparado, de hecho, para asumirla como un espectáculo popular capaz de sublimar (y representar) los valores morales de la sociedad en su conjunto y, muy especialmente, aquellos valores burgueses relacionados con la familia, el autocontrol, el trabajo y el mérito. Por eso, para Walter Bagehot, "una familia en el Trono es una idea interesante". Una interesante idea (de ingeniería política) porque la eficacia de la Monarquía como elemento de cohesión social habría de medirse por su capacidad para inscribirse en el orden de lo más cotidiano y de lo más íntimo, en el reducto de los valores asociados simbólicamente a lo que (entonces y ahora) se consideraba el gran cemento de una sociedad ordenada y estable: la familia o su imagen idealizada de lugar de encuentro de los hombres y las mujeres con su yo más íntimo, con su auténtica realidad, con sus aspiraciones y logros más esenciales. También con sus demonios.
La conversión de las vidas privadas de los reyes en materia de interés público tiene una larga trayectoria pero, en el sentido que acabo de aludir, es un producto necesario del muy complicado y en ocasiones violento proceso que ha conducido (en varios países democráticos, entre ellos España) a la Monarquía parlamentaria en la que el Rey reina pero no gobierna. Un tipo de Monarquía que, en todos los países donde pervive, ha ido depurando su representación de la unidad nacional no sólo, ni fundamentalmente, en un sentido político sino moral: como encarnación de los valores y aspiraciones (sueños y demonios) de las familias de clase media.
Comparto con El Roto -un humorista poco sospechoso de complacencia con los poderes constituidos- la opinión de que la ya célebre portada veraniega de El Jueves es un atentado a la inteligencia. Entre otras cosas porque -como en el muy prepolítico exabrupto de Iñaki Anasagasti- busca anular y tergiversa toda posibilidad de conocimiento serio respecto a lo que significa (y puede significar) "trabajar" para un miembro de una Casa Real que reina sin gobernar. La cuestión no estriba (sólo) en la manifiesta grosería machista de la viñeta o en que su secuestro comprometa la libertad de expresión y sea, a su vez, otro insulto a la inteligencia -deliciosamente decimonónico, por cierto- en la era de información digital. La cuestión estriba en qué se está diciendo (a un nivel cultural y político profundo) con esa viñeta. Sobre qué sustrato de ideas compartidas se asientan la crítica y el chiste, o su posibilidad como tal. Los propios humoristas de El Jueves -buscando exculparse probablemente- lo han dejado claro. La viñeta y su alusión a los 2.500 euros que (también) les corresponderían a los Príncipes pertenecen al mismo género, a la misma concepción compartida de la representatividad idealizada de la familia real que las fotos de verano en Marivent. No se trata de que en una Monarquía democrática no debería haberse secuestrado El Jueves. Se trata de que tan sólo en una Monarquía democrática tiene sentido (puede entenderse) el chiste de El Jueves, o su posibilidad como tal. Utilizar a los Príncipes para criticar la desenfocada medida del Gobierno de Zapatero de subvencionar con 2.500 euros el nacimiento de un hijo -independientemente del nivel económico de los padres- tan sólo tiene sentido en un universo de democratización efectiva de la Monarquía en la que ésta asienta su valor simbólico (como el resto de la realeza europea) en la incesante representación pública de una familia en difícil equilibrio entre normalidad y excepcionalidad.
El pasado 14 de abril, Antonio Elorza escribía en este periódico que la deriva populista de la Monarquía -enfatizada por el matrimonio del Príncipe de Asturias con Letizia Ortiz- hacía que la realeza basculase en exceso hacia la normalidad minando el aura de excepcionalidad tradicionalmente asociado a la Corona. Con un curioso argumento para un nostálgico de la República, afirmaba que el acercamiento de la familia real al pueblo, sus usos y sus normas, privaba de sentido a la institución monárquica. O al contrario, la historia dirá. De hecho, el incidente veraniego de la viñeta aludida y la explotación de su estela, demuestra que la familia real sigue siendo el centro de un sistema simbólico, de un espectáculo popular (en el sentido que Bagehot creía necesario para dotar de arraigo a la Monarquía) que abarca desde las revistas del corazón (supuestamente monárquicas) hasta las supuestamente antimonárquicas como El Jueves.
No se trata sólo de recordar que la Monarquía actual ha ayudado decisivamente a consolidar en España las mejores aspiraciones y los logros de la II República, o que la historia demuestra hasta la saciedad que no hay relación necesaria entre democracia y república. Las dictaduras más sangrientas se han desarrollado en un marco republicano. Las ostentaciones de privilegio y despilfarro -como por ejemplo la boda de la hija de Aznar en El Escorial- no son patrimonio exclusivo de las monarquías. Se trata de constatar el no tan extraño fenómeno por el cual los esforzados humoristas de El Jueves no han hecho otra cosa que demostrar su plena inclusión (vía explotación comercial) en ese sistema simbólico (y político) para el cual "una familia en el Trono es una idea interesante". Así es que la cosa no pasa de ser otro jueves de verano en Marivent.

Otro comunicado de Los Pinos

Comunicado Los Pinos CGCS-173, 30/07/2007;
La Presidencia de la República informa que el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe Calderón Hinojosa, acudirá el primero de septiembre a la apertura de la Sesión Ordinaria del Congreso de la Unión y presentará un Informe sobre el estado general que guarda la Administración Pública del País, de conformidad con el artículo 69 de la Constitución Política y de la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos.
Una vez cumplido el compromiso constitucional y con el objetivo de responder al interés de la sociedad mexicana, el próximo domingo a las 10 de la mañana en Palacio Nacional, el titular del Ejecutivo Federal ampliará la información sobre las acciones emprendidas por su Gobierno en los primeros nueve meses de su gestión.

Los militares turcos



A sólo tres días de estar en el cargo de presidente en Turquía, Abdullah Gül recibió una fría recepción en el que los militares se negaron a saludarlo con una inclinación de cabeza, como era costumbre, en señal de respeto hacia el jefe de Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas del país.Toda la prensa nacional informó en portada de que los oficiales se dirigieron en esa ocasión a Gül con el título de 'Señor presidente' en lugar del habitual 'Mi presidente', un cambio relevante en un mundo cargado de símbolos.
Incluso el jefe de Estado fue invitado a las ceremonias con los militares sin su esposa, que al igual que la del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, se cubre con el tradicional pañuelo de cabeza musulmán, una prenda prohibida en Turquía en actos oficiales y públicos. El Ejército y los sectores laicos del país consideran este velo como un símbolo de islamización política y la entrada de mujeres con ese pañuelo en instalaciones militares está estrictamente prohibido.
La cúpula castrense turca, ha sido responsable -de 1960 a la fecha- de cuatro golpes de estado en Turquía, e incluso lanzó en abril pasado una velada amenaza al gobierno por insistir en presentar a Gül como candidato presidencial, al considerar que un político con una fuerte convicción religiosa podría acelerar la islamización en un país con una larga tradición secular. Un sondeo publicado por el periódico Milliyet apunta que el 35,4 por ciento de la población cree que los islamistas reaccionarios han ganado terreno en la sociedad en los últimos cuatro años y medio que ha gobernado Erdogan, al frente del AKP, lo que también ha aumentado el escepticismo hacia Gül en gran medida.
Por otra parte, el 46,7 por ciento de los votantes optó por el AKP en las elecciones del 22 de julio, lo que fue interpretado como un voto de confianza hacia la candidatura de Gül como futuro jefe de Estado.
El nuevo presidente turco se debe reunir con frecuencia con los jefes militares y los analistas prevén que estos encuentros no serán muy placenteros.
La pregunta obligada es y entonces ¿dónde esta la lealtad?
Fuente; agencias