1 dic 2006

Antonio Gamoneda, poeta de barrio


Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931), uno de los poetas más prestigiosos de las letras españolas, fue galardonado con el Premio Cervantes, el máximo reconocimiento de las letras hispanas, que concede el Ministerio de Cultura ESPAÑOL. Al enterarse de la noticia, Gamoneda reconoció estar "abrumado" y añadió divertido que al conseguirlo "me han despojado de la condición de finalista, que era casi una profesión". Además dijo que no se sentía a la altura de otros galardonados como Octavio Paz, Juan Carlos Onetti, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa y Miguel Delibes. "No es cuestión de humildad sino de realismo", reconoció. Gamoneda diece sentirse "sólo el mejor poeta" de su barrio. "Mi poesía en su consistencia verdadera no es mejor hoy que ayer".

Nacido el 30 de mayo de hace 75 años en la capital asturiana, tras morir su padre y con sólo dos años, Gamoneda se trasladó con su madre a León, donde ha vivido desde entonces y donde dirige la Fundación Sierra-Pambley (creada en 1887 por Francisco Giner de los Ríos). Con cinco años aprendió a leer solo, con el único libro que su madre había trasladado a su nueva casa: se titulaba Otra más alta vida y lo había escrito su padre, Antonio Gamoneda, que era un poeta modernista. En 1960 publicó sus primeros poemas, escritos muchos años antes, y también se convirtió en víctima de la censura de la dictadura de Franco, que prohibió que su Blues castellano (1982) saliera a la luz. Incluido en la Generación de los 50 pese a sentirse alejado de esa línea poética, Gamoneda destiló una poesía con conciencia moral muy implicada en la resistencia antifranquista.

Tras la muerte de Franco y después de algunos años de silencio poético y de "frustración ideológica", volvió a la literatura con libros como Arden las pérdidas, donde reflexiona sobre la pérdida, el olvido, el paso del tiempo y la muerte. Su primer libro de poemas fue Sublevación inmóvil (1966) y con él trata de escapar a cualquier restricción realista. Siguieron Descripción de la mentira (1977), León en la mirada (1979) y Blues castellano (1982), que incluye poemas redactados casi veinte años antes. Lápidas (1987) le supuso un gran reconocimiento por parte de la crítica, y con Edad (1987), una recopilación de su poesía hasta el momento con algunos inéditos, obtuvo el Premio Nacional de Poesía. Libro del frío (1992) volvió a confirmarle como uno de los poetas más importantes del siglo. En 2000 publicó la antología Sólo luz y en 2003 salió a la luz una reedición del Libro del frío, con la incorporación de veinte poemas nuevos.

Gamoneda reside en León desde 1934. Es doctor honoris causa por la Universidad de León. Actualmente tiene asumidas tareas de dirección en la Fundación Sierra-Pambley, creada en 1887 como prolongación de la Institución Libre de Enseñanza.

Recibirá tembién el premio el 23 de abril de manos del rey Juan Carlos en una ceremonia en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, localidad donde nació Cervantes.

¡Felicidades!

  • El mundo de un gran poeta/Miguel Casado*
*Poeta, crítico y editor de la poesía completa de Antonio Gamoneda
Tomado de ABC, 01/12/2006.
Antonio Gamoneda fue proclamado ayer premio Cervantes de Literatura, el mismo día que recogía el Reina Sofía de Poesía de manos de Su Majestad. Tal conjunción favorable supone un reconocimiento, tal vez tardío, pero de ineludible justicia para un autodidacta cuya poesía encarna la lucha de un hombre que ha sabido sobreponerse a sus circunstancias. Ofrecemos en esta página el artículo sobre Antonio Gamoneda del poeta y crítico Miguel Casado del que ha editado su poesía completa (1947-2004) que quedó plasmada en el libro «Esta luz: poesía reunida» (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores). También Eduardo Jordá, Hugo Múgica, Andrés Sánchez Robayna e Ildefonso Rodríguez escriben en páginas interiores sobre el nuevo premio Cervantes.
TRATANDO de definir el impulso que animaba la poesía de Baudelaire, escribió Walter Benjamin: «El problema de Baudelaire podía plantearse así: «ser un gran poeta, pero no ser ni Lamartine, ni Hugo, ni Musset». Yo no digo que este propósito fuera consciente, pero estaba necesariamente en Baudelaire -e incluso era esencialmente Baudelaire-. En el terreno de la creación, la necesidad de ser distinto equivale a la existencia misma». Son frases que no hablan sólo de un poeta: la poesía moderna encuentra su ser en la discontinuidad, en la apertura en cada caso de una lengua-mundo singular, distinta, en la que sin embargo los lectores puedan encontrarse. Así, en Baudelaire o Rimbaud, en Vallejo o Dickinson, en Celan.
En la obra de Antonio Gamoneda ha alentado esta misma conciencia: que la escritura traza un espacio propio, que perseverar en ello es el compromiso que contrae el poeta. De ahí procede seguramente tanto la fuerza de sus textos como las vicisitudes que ha padecido su recepción. Cuando leí por primera vez a Gamoneda -hacia 1983-, su poesía era un secreto bien guardado entre las murallas de León, aunque hubiera ya publicado tres libros, entre ellos el memorable
Descripción de la mentira. Veintitantos años después, su nombre se ha convertido en la más importante referencia de la poesía española actual; no se puede hablar de poesía moderna en nuestra lengua sin reconocer el papel clave de su obra. El proceso que ha llevado de aquel silencio a este reconocimiento reúne, de modo emocionante e insólito, la necesidad con la justeza. Y hoy la escritura de Gamoneda ya es patrimonio de todos los que aman una poesía que lleve al máximo singularidad e intensidad.
También su trayectoria biográfica resulta infrecuente entre los poetas de esta época. Nacido en Oviedo en 1931 y enseguida huérfano de padre, su madre se trasladó con él a León en 1934, comenzando una etapa de grandes estrecheces económicas; Gamoneda empezó a trabajar como recadero en un banco el mismo día que cumplió los catorce años, y permaneció luego en la misma entidad, en distintos puestos, otros veinticuatro años. La dureza de una vida laboral sin límites de jornada y las necesidades familiares no impidieron su formación autodidacta, su intensa dedicación a la escritura desde adolescente y tampoco su larga militancia antifranquista. Se encargó después de poner en marcha la actividad cultural de la Diputación leonesa, dirigiendo la colección «Provincia» en su mejor época y una prestigiosa sala de exposiciones, aunque fue separado de su cargo, tras un proceso legal, por falta de determinados títulos académicos. Sus últimos años profesionales los dedicó a la Fundación Sierra Pambley, entidad surgida, hace más de un siglo, en el campo de energía de la Institución Libre de Enseñanza. Su jubilación ha venido a coincidir con el reconocimiento de su obra.
Quizá la poesía de Gamoneda tenga como núcleo central la tensión entre autonomía del texto y referencia autobiográfica. Se trata de una tensión tan manifiesta como difícil de nombrar: una construcción lingüística rigurosa y autosuficiente que, a la vez, no conoce otros materiales, otras temperaturas que los de la propia vida. Así, indagar en la memoria del poeta se hace indistinto de releer su obra; no hay en ella propiamente relato, pero sí diseminación y fragmentación de cápsulas narrativas, de figuras y personajes que reaparecen una y otra vez. Las imágenes y los núcleos emocionales del poema proceden del lugar del relato y en ellos se manifiesta la vida; sin llegar a declararse, se muestra.
De este modo, por debajo de las palabras fluye una corriente de memoria, para cuyas emergencias Gamoneda encuentra una imagen presente también en autores como Walter Benjamin o Cesare Pavese: la del relámpago. El sustrato de memoria aparece, estalla en súbitos relámpagos que tiñen, cambian el color, las proporciones y perspectivas de la luz, hacen que el sentido exceda siempre su circunstancia concreta. De este excedente de sentido proceden las formas invisibles que habitan cada frase, del mismo modo que las personas que estaban próximas, cercanas, y han desaparecido, siguen habitando la vida, son las pérdidas que en ella no cesan de arder.
Esta permanencia de la memoria, y la actividad de sus «formas invisibles», componen la materia del mundo cristalizado en Descripción de la mentira (1977) y que se prolonga, aun con muy fuertes transformaciones, hasta los recientes Arden las pérdidas (2003) y Cecilia (2004). Las palabras van sumergiéndose en el mundo creado entonces, moviéndose dentro de sus coordenadas, y eso provoca -cada vez que se pronuncian de nuevo-, que se enciendan con luz retrospectiva: cada poema hace nuevos los anteriores, alterando, removiendo sus condiciones de lectura; cada libro queda abierto y sigue transformándose al compás de cada libro posterior que aparece. El mundo de un gran poeta crece así.
Hay en ello un espesor o una consistencia existencial y, a la vez, un pálpito de límite, de inminencia destructiva, una intensa intuición de negatividad. Lo que se ha calificado como poética de la muerte de Antonio Gamoneda es, realmente, una poética de la vida conducida a su límite. El mundo de Gamoneda -cuando se decanta en la mitad de los años setenta- era el de un superviviente, y daba cuenta, a la vez, de la precaria identidad del yo y del estado de un país oprimido y esquilmado: hacerse fuerte de manera beckettiana en los residuos -lo que queda-, hallar en la necesidad virtud, producir en ese lugar pobre y precario una concentración de energía existencial han sido el poder de los poemas.
En la constancia de las formas invisibles se asienta la capacidad mítica del lenguaje de Gamoneda: para fundir la intimidad y el ser de la vida, para prolongar hasta la obsesión ciertas sensaciones tenidas en la infancia, para hacer persistente a lo largo de décadas el olor de unas hortensias, el tacto de unos guantes, la luz de una habitación donde alguien lloraba, unas manos lavando la ropa en una tabla de lavar -la taja-, la serpiente prodigiosa de una melodía deslizándose sobre el corazón.
Trabajo mítico, pero también -en una síntesis admirable de niveles- de auto-análisis, ya que el mundo creado no se distingue de la propia vida: el deseo de un conocimiento de sí impulsa toda la obra de Gamoneda. Por eso hubo de escribir en ocasiones que lo que estaba diciendo le resultaba a él mismo incomprensible, indescifrable, que le inducía a perplejidad. Escribir para entender, para entenderse. El poetase sitúa ante una sustancia de memoria y palabras que se le impone, que se ofrece desbordante de emociones oscuras, que no muestra otra claridad que la del retorno obsesivo. El poeta persigue ese núcleo, nos permite a los lectores acompañarle en esa lenta erosión, en ese conocimiento aplazado, intenso y efímero, como el de los relámpagos de la memoria infantil.
  • El poeta del frío/José Luis Pardo, filósofo
Tomado de EL PAÍS, 01/12/2006
En 1978 aparecieron los primeros recuentos generacionales de los poetas del medio siglo, de la mano de Antonio Hernández y Juan García Hortelano. Para entonces, Antonio Gamoneda era un poeta leonés, aunque nacido en Oviedo, que apenas había publicado un libro, Sublevación inmóvil (Rialp, 1960). Los duros acaeceres cotidianos, la resistencia política y el silencio impuesto o elegido no le habían dejado decir su voz más auténtica. Además de poeta, Gamoneda fue promotor de la colección de poesía Provincia, en León.
En los años sesenta, el influjo de los espirituales negros y del poeta turco Nazim Hikmet activó los versos insomnes de Blues castellano (Noega, 1982), aunque las miserias culturales y la cerrazón de la censura impidieron que el libro apareciera antes de los ochenta. A veces las paradojas son necesarias. Paradoja fue el hecho de que el autor necesitara la obturación de su estímulo poético para que su poesía rompiera diques y compuertas para irrumpir, asoladora, en un espacio de libertad en el que no había aprendido a vivir. Hasta 1975 Antonio Gamoneda había organizado su existencia a la contra: contra la opresión, contra la mendacidad, contra la miseria diaria. Muerto Franco, desaparecían bajo sus pies los motivos en los que había sustentado su vida. De esa frustración y del espacio vacío en que el antiguo poeta insurgente había quedado sin función surge la plétora agónica de Descripción de la mentira (Diputación de León, 1977): un despiadado recorrido por los despeñaderos de la angustia que se derramaba en versículos sin término, y adquiría una sonoridad apocalíptica como la de un profeta antiguotestamentario que hundiese sus plantas en las sentinas de la posmodernidad. Allí no había ironía, ni guiños cómplices, ni culturalismo, ni metaliteratura, ni ambigüedad en su asentir o disentir respecto a la clase social a la que pertenecía. Él era un proletario, y sus versos arrastraban un dolor atávico en el que daba frío reconocerse. Poesía de la desolación, del conocimiento, del conflicto.
Otros años transcurrieron y otros libros, como Lápidas (Trieste, 1987). Pero fue Edad (Cátedra, 1987), la compilación de su obra completa hasta ese momento, la que lo presentó ante los lectores de manera compendiosa y global, de la mano experta de Miguel Casado. A partir de entonces, Gamoneda dejó de ser una voz inaudible, aunque prestigiada, para convertirse en referente imprescindible (con Claudio Rodríguez, con Valente, con Gil de Biedma) de la poesía de la segunda mitad del siglo XX.
Aún no había dicho su última, y tampoco su mejor, palabra. Cuando apareció, Libro del frío (Siruela, 1992), pudimos al fin asistir a la fiesta del dolor, a la alucinación de una muerte inminente. Cánulas y hospitales, sendas de alta montaña, paisajes sin figura, recordatorios vetustos de un amor aún palpitante poblaban los versículos de ese libro. Al cabo de una ascensión al monte Nevo, el poeta divisaba la sábana blanca -una luz alumbrando el sudario- de la muerte. Todas las derrotas de su existencia se calcinaron en Arden las pérdidas (Tusquets, 2003): segunda parte de aquel Libro del frío que se alza como uno de los monumentos aere perennius (más duradero que el bronce) de la poesía de nuestro tiempo.

El silencio puede ser delito

  • Delito del silencio/ Federico Mayor Zaragoza*
*Presidente de la Fundación Cultura de Paz y copresidente del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones
Tomado de EL PAÍS, 30/11/2006):

La Administración de Bush ha promovido la aprobación de una norma -aunque es de esperar que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos evitará este despropósito- por la que se suprime respecto a ciertos detenidos la protección del hábeas corpus, una de las grandes conquistas de la humanidad y uno de los pilares de la democracia. Y silencio. En contra de lo que cabría esperar, no se ha producido la respuesta inmediata y severa de tantas instituciones y personas que deberían hacerlo y, sobre todo, por parte de la Unión Europea. La callada por respuesta. Guantánamo, vuelos “secretos”… Silencio. ¡Cuántos acontecimientos nocivos podrían evitarse si se hablara a tiempo! Lo advirtió Martín Luther King: “Nuestras vidas empiezan a acabarse el día que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan”.

En el pasado español, Quevedo -”No he de callar por más que con el dedo…”- y Garcilaso de la Vega -”Yo que tanto callar ya no podía…”- expresaron el deber de hablar. En mi experiencia -lo he comentado en muchas ocasiones- hay un silencio peor que el de los silenciados, de los que no hablan porque no pueden o no saben: es el silencio de los silenciosos, de los que callan pudiendo y debiendo hablar. Y, así, la “voz que pudo ser remedio, por miedo no fue nada”.
El peor de los silencios es el institucional. El que guardan entidades que, por su propia naturaleza, conocen los temas y no deberían dejar pasar la oportunidad de expresarse. Las universidades, las academias, la comunidad científica… deberían estar particularmente atentas, sobre todo cuando se trata de cuestiones que pueden conducir a situaciones potencialmente irreversibles. Los patólogos -médicos, biólogos moleculares, sociales, etcétera- saben bien que no sólo hay que aplicar el tratamiento adecuado, sino que hay que hacerlo antes de que el proceso que se trata de corregir haya alcanzado un punto de no retorno. Entonces, el mejor correctivo es totalmente ineficaz.

Sucede que andamos distraídos, ocupados en exceso en cosas urgentes y secundarias, y preocupados por noticias que, con frecuencia progresiva, proporcionan una visión incompleta y altisonante, cuando no sesgada, de la realidad. El resultado neto es que somos receptores, espectadores pasivos, resignados a ver “qué pasa”, “qué hacen”… Ante la confusión conceptual actual, en un mundo que sufre las consecuencias de que se hayan sustituido los valores universales por las leyes de mercado y en el que las asimetrías de todo orden no cesan de incrementarse, es apremiante que, pacíficamente, se produzca un gran clamor popular que, por su extensión y firmeza, logre corregir las tendencias presentes que representan unos horizontes tan sombríos para las generaciones futuras, nuestro compromiso supremo.
Y que este clamor induzca a los líderes europeos -a Europa corresponde hoy, por muchas razones, este papel de faro y torre de vigía- a expresarse, claros, rotundos, convincentes. Los Estados Unidos necesitan voces amigas, independientes, que les hagan ver que la época de la discrecionalidad de las decisiones sobre política exterior, empeñada en identificar “enemigos” a los que se acomete siempre por la fuerza, ha terminado. Que ni Europa ni América Latina van a seguir ciegamente arbitrarias políticas económicas, militares o culturales que impliquen dominación o prevalencia.
Ante la creciente pobreza que genera el proceso de “globalización” liderado por los países más prósperos, silencio. Ante la deslocalización productiva hacia el Este y directiva hacia el Oeste, silencio. Ante los grandes desafíos que significan la incorporación de China y la India al crecimiento planetario, silencio. Silencio ante la aceptación de regímenes dictatoriales -aunque la gente trabaje en condiciones laborables lamentables- porque benefician a la economía de mercado y de guerra en la que estamos viviendo. ¿Cuánto gastamos al día en armamento? ¿Cuántos miles de millones de dólares se han gastado en la adquisición de armas -incluidas “bombas racimo”- los distintos países, algunos de ellos manifiestamente pobres, en los últimos cinco años? ¿A quién pertenece África? ¿A qué manos van a parar los inmensos réditos de la explotación de los recursos naturales de países cuyos ciudadanos no tienen después unas migajas que llevarse al plato? ¿Cuándo acabaremos con los paraísos fiscales para que podamos abordar con posibilidades de éxito la lucha contra el tráfico de drogas, que tantos estragos produce, de armas, de personas…? ¿Cuándo aplicaremos, como se decidió en las Naciones Unidas en el año 2000 y se ha reiterado en 2005, los Objetivos del Milenio, para luchar contra el hambre y el sida, y construiremos viviendas para todos en lugar de cohetes y artificios bélicos? Alguien debe tomar la iniciativa de esta nueva era consistente en hablar en lugar de imponer. Debería ser Europa y sus instituciones, sus centros de enseñanza superior, sus artistas y creadores… los que iniciaran el camino histórico del rearme intelectual que el mundo ansía.
Unamos nuestras voces para conseguir unas Naciones Unidas realmente representativas de “Nosotros, los pueblos”… como establece el primer párrafo de la Carta. Unas Naciones Unidas de tal naturaleza, que con todo el sistema de instituciones que representa, incluyendo desde luego el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, pueda garantizar a escala internacional el cumplimiento de los acuerdos económicos, sociales, medioambientales, culturales y éticos. Y donde, todos juntos, se haga frente con la adecuada visión prospectiva a los grandes desafíos de la humanidad: energía, agua, nutrición, salud…
Unas Naciones Unidas capaces de hacer frente a los transgresores que hoy habitan en el espacio supranacional con la mayor impunidad, con frecuencia al abrigo de corporaciones multinacionales cuya codicia no tiene límites.
Unas Naciones Unidas capaces de practicar un multilateralismo eficiente, donde la seguridad venga de la justicia, de la diligencia para transformar la fuerza en diálogo.
Frente a la inercia, voluntad de cambio. En estos albores de siglo y de milenio, es más necesario que nunca estar ojo avizor, con perseverancia para evitar la indefensión y los excesos de políticas basadas en la paz de la seguridad. La “legítima lucha contra el terrorismo se ha utilizado como pretexto para privar o revocar derechos humanos”, declaró Koffi Anan ante la Asamblea General en septiembre de este año.
Para que la Unión Europea recupere la credibilidad perdida, los países “occidentales” no pueden seguir siendo “interlocutores altivos”. No se cumplen los Objetivos del Milenio, especialmente en África. La inmensa tragedia de los inmigrantes subsaharianos que llegan desesperados a las costas de la abundancia se debe a que las condiciones de vida en sus pueblos de origen son inhumanas. Vienen hacia nosotros porque nosotros, reiteradamente, hemos incumplido las promesas de ir hacia ellos, al tiempo de que nos beneficiábamos de sus recursos naturales: petróleo, gas, peces, frutos, minerales… Los muros -sin que sea necesario añadir ahora otros, por favor- son ya altos y numerosos. Y las heridas profundas. No es con el olvido como se resolverá el futuro. Es con la memoria.
Nos acercamos a la época de la participación masiva en la que, a través de Internet y de los teléfonos móviles (SMS) la gente empezará a implicarse activamente en los asuntos públicos. Creo que la era de la resignación y del silencio están, por fortuna, terminando. Sería por eso especialmente conveniente que Europa tuviera el liderazgo de un movimiento ya imparable.
Que las generaciones que llegan a un paso de nosotros no nos acusen de silencio cuando tan perentoria es nuestra voz. En pie de paz, infatigables en la resistencia, a favor de la democracia auténtica. Que nunca puedan decirnos: “Esperábamos vuestra voz. Y no llegó”. El silencio puede llegar a ser delito.

Vistazo a Miami

  • Vistazo a Miami/Por Jorge Edwards
Al comienzo entiendo bastante poco del español de Miami. Tengo la impresión de que entiendo menos que en etapas anteriores, y no sé por qué razón. ¿Porque me he chilenizado más, porque mi oído se ha puesto más provinciano, más lugareño? En todo caso, en los detalles, por razones prácticas, prefiero pasarme al inglés. Una camarera me pregunta si quiero cerveza “de la botella”. Como no tenía de barril, de presión, le contesto que sí, de la botella. Entonces me trae la botella y no me trae vaso. Es que mucha gente, me explica más tarde, prefiere beberla en esa forma, empinándola y tragándola desde el gollete. Gente que viene del Far West o del Middle West, de las películas de vaqueros. Por mi parte, observo los malentendidos verbales y me divierto. Pero los editores no son optimistas y se divierten poco. Dicen que la ambición de todo hispano que consigue emigrar al sur de los Estados, por las buenas o por las malas, consiste en aprender inglés lo antes posible. De manera que el mercado de libros en español, en contra de todas las expectativas superficiales, es débil y tiende a debilitarse todavía más. Ni los inmigrantes italianos leen al Dante, ni los hispanoamericanos leen a Cervantes o a Jorge Luis Borges. Y los inmigrantes que escriben, ya que la manía de escribir es universal, tienden a hacerlo en lengua inglesa.

Los edificios modernos crecen en Miami como las callampas: muchos temen que se produzca un exceso de oferta y que los departamentos y las oficinas no puedan venderse. En líneas generales, intuyo aspectos inquietantes y hasta asustadores en el horizonte. ¿Qué pasaría si la gente dejara de comprar automóviles, casas en la costa, yates, aparatos electrónicos de toda clase? Se vive en el mundo del dinero plástico, del crédito interminable, de los ciudadanos endeudados desde niños, hasta la camisa y por generaciones. Cuando la capacidad de pago llegue al límite, el castillo de naipes podría derrumbarse. Y habría que volver a empezar. Es decir, el capitalismo a la norteamericana es como el mito de Sísifo. Y la angustia, la ansiedad, el miedo al futuro, son emociones contagiosas.
La Feria del Libro se realiza en una parte vieja de la ciudad, en salas universitarias y en galpones callejeros. El día domingo en la noche penan las ánimas. Me resigno a dirigirme a un auditorio vacío, pero de repente empieza a salir gente no se sabe de dónde y llena la sala. Hay una notoria mayoría de cubanos y de chilenos, pero no faltan los colombianos, los mexicanos, los peruanos y uno que otro brasileño. Tengo la intuición de que los rioplatenses brillan por su ausencia. Y los norteamericanos de habla inglesa, desde luego. Ahora bien, es un auditorio educado, comprensivo, atento, que suelta la risa con gran facilidad. Fueron a escuchar mis comentarios actuales sobre Persona non grata, un libro que ya está cerca de cumplir los treinta y tres años, pero se quedaron sorprendidos con las historias de El inútil de la familia. Lo que ocurre, pienso, es que la tradición hispánica está llena de inútiles, de holgazanes familiares, de ovejas negras. En la Feria del Libro de Madrid, en mayo del año pasado, había grupos que miraban la tapa del libro y exclamaban: “¡Mira, hay que regalarle esto a Pepito, a Manolo, a Fulanito!”. “¿Y quién es el inútil?”, preguntaban en Miami durante el turno de la firma de ejemplares. Yo mismo, primero que nadie, contestaba, y ellos, por halagarme, por buena educación, por lo que fuera, replicaban: “Usted es un inútil muy útil”. Pero no estoy tan convencido, no les creo demasiado. Me gustaría ser útil en alguna cosa, al menos en calidad de voz que clama en el desierto, y no lo consigo. La semana anterior me retaron en público por el delito de manifestar una relativa solidaridad con Fernando Flores en el caso de Chiledeportes. Lo único que había hecho el senador Flores, más allá de consignas partidarias, era manifestar un rechazo sin concesiones, un deseo de transparencia. Ya ven ustedes. No estoy muy seguro de que tengamos remedio. Entre otras razones, por nuestra tendencia irresistible a politizarlo todo y a partir de ahí a excluir. Algunas de mis opiniones recientes, dicen por ahí, son o han llegado a ser “de derecha”, y por lo tanto, aunque tenga la veleidad de votar por la izquierda, mis palabras ya no tendrían validez alguna. Es una forma de negación de la independencia intelectual, de la auténtica libertad, pero la gente supuestamente política no suele mirar más allá de sus narices. Son formas menores, degradadas, de la vida política, y si no les damos algo más de altura, vamos mal. Antes de formular una idea que me parece válida, no me pregunto si es de derecha o de izquierda, si es correcta o incorrecta. Pero los censores, a la vuelta de la esquina, están bien preparados, con sus tijeras listas.

El auditorio de Miami me pregunta por la transición cubana. ¿Cómo cree usted, señor, que se darán las cosas? Y les contesto algo evidente: no soy adivino político, no tengo ninguna capacidad para leer el porvenir. Pero noto, a través de los años, un fenómeno evolutivo que no carece de interés. A comienzos de la década de los noventa, en un semestre en el que hice clases en la Universidad de Georgetown, los cubanos con que me encontraba en un café, en un bar, en cualquier parte, en Washington o en Miami, eran abrumadoramente pinochetistas. Y siempre tuve la impresión de que soñaban con una transición violenta, con algo parecido a una devolución. Hace poco, en Madrid, el poeta cubano Raúl Rivero, ex prisionero político en las cárceles fidelistas y ahora exiliado, me aseguró que esa situación había cambiado mucho, que el exilio cubano se había democratizado. En la rueda de preguntas de la sesión inaugural de Miami tuve una sensación parecida, no sé si provocada por un exceso de optimismo de parte mía. Había, en cualquier caso, una notoria simpatía por el Chile actual y por las figuras de Ricardo Lagos y de Michelle Bachelet. Algo ha cambiado, en consecuencia, pensé, y algo podría seguir cambiando. Y tuve también la impresión de que el triunfo electoral avasallador de los demócratas influía de alguna manera en el ambiente. El Estado de Florida sigue siendo una excepción republicana, pero una de las conclusiones electorales más claras es que el voto hispano cambió de tendencia. Aunque no lo parezca, esto es importante para el presente y para el futuro, el de la isla e incluso el de los Estados Unidos. Un exilio cubano más democrático y una Casa Blanca menos agresiva, que acepta su derrota en Irak y saca las consecuencias internacionales del asunto, pueden influir de una manera más conciliadora, menos peligrosa, en la transición que se acerca.
A todo esto, las encuestas norteamericanas de estos días indican que la mayoría del país desea una clara intervención del Partido Demócrata en la política exterior. En otras palabras, la guerra de Irak ha sido un factor decisivo en los resultados electorales. La gente quiere que los demócratas cumplan con la misión que se les ha encargado y cambien la línea oficial. No existen ambigüedades a este respecto. La mayoría piensa que el nuevo Congreso subirá los impuestos y por lo visto no se opone. También cree que el costo efectivo de las medicinas vendidas bajo receta médica será menor. Y está segura de que el nuevo Congreso votará en favor del retiro de las tropas de Irak. Es, como vemos, un cambio anunciado y de fondo. A partir de enero del año próximo empezaremos a verlo en acción. Y si Fidel Castro ya no regresa al poder para celebrar su cumpleaños postergado, el próximo 2 de diciembre, y si tampoco lo hace en los primeros meses del año 2007, empezaremos a ver otras cosas. Los cubanos de Miami ya tienen sus botellas de champaña listas, como ocurría en España en las primeras semanas de noviembre de 1975. ¿Y qué pasa, entretanto, en el interior de Cuba? Me preguntan a menudo por la opinión de los cubanos de adentro, y mi respuesta es siempre la misma: no sabemos una sola palabra sobre lo que piensan los cubanos de adentro. El miedo es cosa viva y permanente, es el veneno de la existencia cotidiana de allá. He conocido a cubanos que parecían castristas furiosos en el interior y que en el momento mismo de escapar de Cuba, al colocar un pie en el aeropuerto de Madrid, de Roma, de cualquier parte, se transformaban en apasionados anticastristas. Presenté hace poco un libro en Santiago de Chile. Al entrar en la sala, un hombre de alrededor de sesenta años, de acento cubano inconfundible, se precipitó a saludarme del modo más efusivo. Había sido, dijo, el funcionario de la seguridad estatal encargado de vigilarme en La Habana y había conseguido escapar por Bulgaria. ¿Cómo había conseguido llegar hasta el remoto Chile? La explicación del misterio se encontraba en una historia de amor. Había que buscar a la chilena. Aun cuando el personaje me habría pulverizado a fines de 1970, hablamos con simpatía humana. Me acordé de mi última conversación en Madrid con Raúl Rivero. No sólo el exilio tiene ahora una cara más democrática. También, a juicio suyo, la oposición interior ha crecido y ha madurado. Cuando llegué a La Habana en diciembre de 1970 me encontré con un Fidel Castro que ya no era el mismo de 1959, el primer año de la revolución: el hombre, envejecido, tenía la cara marcada por el fracaso de la zafra azucarera. El de ahora, fotografiado en su cuarto de hospital, filmado mientras camina con pasos de robot, parece una caricatura y un fantasma. Los de Miami ya lo dan por muerto, pero ellos tienen una visión alterada, deformada por la pasión. El personaje podría vivir años, pero ya será, sea como sea, una sombra de sí mismo. Me imagino las exclamaciones delirantes que habría lanzado Heberto Padilla, el poeta, el autor de Fuera de juego. No bastaba, sin duda, con quedarse afuera y tomar palco. ¡Qué historia, qué drama de las personas, de la nación entera, la del exilio y la de adentro!

Tomado de EL PAIS; 1/12/2006

Comunicado de los obispos

Comunicado de la Conferencia del Episcopado Mexicano

México, D.F., 1 de diciembre de 2006

Todos, artífices del futuro de México
Felipe Calderón Hinojosa ha protestado ante el Congreso de la Unión como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Los Obispos de México reconocemos al nuevo Presidente, y deseamos que el éxito de su administración redunde en bien de nuestra Nación.
Será responsabilidad de la nueva administración atender el flagelo de la inseguridad y del crimen organizado, brindar una adecuada educación a nuestros niños y jóvenes, una vida digna a las personas más vulnerables y combatir la impunidad, el narcotráfico y la corrupción que tanto han dañado a nuestras instituciones.
El nuevo gobierno necesita de la colaboración generosa y fraterna de todos los mexicanos, de todos los partidos políticos, de todos los actores sociales, haciendo a un lado intereses personales y de grupo para contribuir a esta gran tarea. Debemos promover la reconciliación nacional, teniendo en cuenta la inclusión, el respeto por el adversario y por quien ejerce una oposición crítica, responsable y constructiva.
El reciente proceso electoral trajo como consecuencia la sensibilidad de que el gran reto de México es superar las enormes desigualdades sociales. Por eso es indispensable la colaboración de todos los sectores, especialmente de las fuerzas políticas entre sí, estableciendo los puentes para el diálogo y el entendimiento, y lograr así los acuerdos imprescindibles que nos conduzcan al desarrollo integral del País.
Que Cristo Rey extienda su reino de amor y justicia sobre nuestra Patria, y que María Santísima de Guadalupe, en el 475 aniversario de sus apariciones, que celebraremos el próximo 12 de diciembre, conserve la paz y la unidad entre todos los mexicanos.
Por los obispos de México,

+ Carlos Aguiar Retes, obispo de Texcoco, Presidente de la CEM
+ José Leopoldo González González, obispo Auxiliar de Guadalajara, Secretario General de la CEM

El Presidente Calderón



El Presidente Calderón tomo protesta hoy 1 de diciembre del 2006, ante el una sesión del Congreso General de tal sólo 17 minutos.
Sin embargo, la protesta de ley duró sólo cuatro minutos.
En una rápida y tensa ceremonia, Calderón se puso él mismo la banda presidencial mientras el presidente saliente, Vicente Fox, presenciaba el juramento.

Calderón pronunció la fórmula constitucional, mientras los legisladores del partido oficialista aplaudían y la izquierda silbaba.

Para evitar la confrontación con los diputados del PRD, el nuevo gobernante apareció de pronto en la tribuna - por la puerta trasera-, y segundos después lo hizo Fox.

El presidente del Congreso, Jorge Zermeño, recibió la banda presidencial de manos de Fox y se la entregó a Calderón.

Esta es la versión estenográfica de la sesion de Congreso General, del viernes 1 de diciembre de 2006 en la que Felipe Calderón prestó la protesta constitucional

El Presidente diputado Jorge Zermeño Infante: Solicito al Presidente de la Mesa Directiva del Senado, pase a ocupar su lugar.

Pido a la Secretaría haga del conocimiento de esta Presidencia el resultado del cómputo del registro de asistencia de las ciudadanas diputadas y diputados.
El Secretario diputado José Gildardo Guerrero Torres: Se informa a la Presidencia que existen registrados previamente 335 diputadas y diputados.
El Presidente diputado Jorge Zermeño Infante: Pido al Secretario de la Honorable Cámara de Senadores haga del conocimiento de esta Presidencia la asistencia de las ciudadanas senadoras y senadores.

El Secretario senador Rodolfo Dorador Pérez Gavilán: Señor Presidente, hay una asistencia de 94 senadoras y senadores.
El Presidente diputado Jorge Zermeño Infante (9:33 horas): Se abre la sesión de Congreso General.
Esta Presidencia invita a los legisladores integrantes de las comisiones de cortesía a cumplir con su cometido.
Pido a los señores legisladores pasar a ocupar sus lugares. Pido a los señores de los medios de comunicación pasen a ocupar sus lugares.
(Calderón llegó a las 9:47 horas, inmediatamente después apareció el expresidente Fox).
Tiene la palabra el Presidente de la República, licenciado Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, para rendir la protesta constitucional.
El Presidente de la República licenciado Felipe de Jesús Calderón Hinojosa: Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y la prosperidad de la Unión y si así no lo hiciere que la nación me lo demande.
El Presidente diputado Jorge Zermeño Infante: Invito a los presentes a ponerse de pie para entonar el Himno Nacional Mexicano. Invito a los presentes, respetuosamente, a entonar el Himno Nacional Mexicano.
(Himno Nacional Mexicano)
El Presidente diputado Jorge Zermeño Infante (9:51 horas): Pido a la comisión designada acompañar al Presidente de la República, cumpla con su cometido.
Se levanta la sesión de Congreso General. Se cita a sesión de Cámara de Diputados el próximo 5 de diciembre a las 11:00 horas. Muchas gracias.
Palabras del Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos Felipe Calderón, durante la Salutación de las Fuerzas Armadas del Estado Mexicano, que tuvo lugar en el Campo Marte.

Honorables miembros del Ejército, la Armada y Fuerza Aérea de México:
El día de hoy he asumido la alta responsabilidad de servir a la Patria como Presidente de la República y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de México.
El más alto y honroso de nuestros deberes es el de servir a la Nación con lealtad, patriotismo y entrega.

México exige de nosotros responsabilidad, valentía y compromiso con las mejores causas y los más altos ideales de nuestra sociedad.
Tengo bien presente que el origen de nuestras Fuerzas Armadas es el pueblo de México. Su razón de ser es la defensa del supremo interés de la Nación.
La sociedad mexicana reconoce y agradece la lealtad que las Fuerzas Armadas siempre han profesado a la Constitución, a la República y a nuestras instituciones.
Los mexicanos estamos conscientes y orgullosos de la historia de valentía, honor, heroísmo que lo respalda y que hoy siguen ustedes escribiendo todos los días.
Lealtad a su vocación institucional, lealtad que nuestras Fuerzas Armadas han demostrado una y otra vez y que ha sido puntal en la consolidación y avance de nuestro régimen democrático.
La seguridad que nos brindan ha sido fundamental para que el pueblo de México avance por la vía del progreso y de las libertades.
Su amor a la Patria, su compromiso con la sociedad, y su incansable labor de defensa de la integridad del territorio son y serán fundamentales para el progreso de México.
Reconozco en las Fuerzas Armadas una inquebrantable vocación de servicio; ustedes son ejemplo cotidiano de lealtad, disciplina y entrega.
Mi compromiso será comandar al Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada con estricto apego a la ley y siempre mirando por el bien superior de la Patria.
Mi compromiso es trabajar al lado de ustedes, los soldados y marinos de México para fortalecer aún más la buena imagen que tiene nuestra sociedad de sus Fuerzas Armadas.
El sacrificio y la labor insustituible que realizan mujeres y hombres leales y comprometidos con la seguridad y el bienestar de los mexicanos debe ser, justamente, valorado y recompensado.
Soldados y marinos de la República:
Nuestro pueblo ha depositado en cada uno de ustedes la enorme responsabilidad y el gran privilegio de ser garantes de la seguridad, de la soberanía nacional y de la protección de los intereses de la Nación.
Sé que cumplen con el deber de servir a la Patria a pesar de las difíciles condiciones que tienen para sacar adelante a su familia.
Sé bien que con el ingreso que tienen es difícil proporcionarle a los suyos una vida digna.
Por eso les digo que seré un Presidente que se ocupe de sus soldados y sus marinos, que trabaje junto con el Congreso para atender sus condiciones de vida, porque sé muy bien que es la hora de velar por la tropa.
Sobre todo, lo que tendrán del Comandante Supremo es también lealtad, patriotismo y entrega sin reservas a la causa de México.
Sé que México recibirá lo mismo de sus Fuerzas Armadas.
Como su Comandante Supremo los instruyo para que sirvan a la Patria con justicia, con compromiso social; que sirvan a México con integridad, rectitud y profesionalismo.
Así es como ustedes contribuyen al fortalecimiento de nuestra libertad y nuestra soberanía.
Así es como construimos los mexicanos la unidad, la estabilidad y el desarrollo del país.
Así es como contribuimos y contribuyen, especialmente, las Fuerzas Armadas a construir un México distinto y mejor, un México ganador, un México exitoso, próspero y justo que queremos legar a nuestros hijos.
Muchas gracias.
Palabras del Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos Felipe Calderón Hinojosa, durante el Mensaje al Pueblo de México, que tuvo lugar en el Auditorio Nacional de esta ciudad, 1/12/2006);
Mexicanas y mexicanos;
Amigas y amigos todos:
Me alegra mucho el poder estar hoy aquí con todos ustedes, líderes y familias de nuestro México y de otras partes del mundo.
Hace unos momentos me presenté ante el Congreso de la Unión y rendí la Protesta Constitucional tal como lo establece el Artículo 87 de nuestra Carta Magna.
Lo que hice fue comprometerme con los mexicanos representados en los legisladores a guardar y hacer guardar la Constitución Política y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la unión.
Y ahora me honra mucho dirigirme a ustedes como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
Reconozco el patriotismo y la convicción democrática de los legisladores de mi partido, desde luego, y de partidos diferentes; y, desde luego, de partidos diferentes al mío que no obstante nuestras diferencias de mucho tiempo atrás hicieron posible que la República tuviese la solemne ceremonia de protesta constitucional.
Junto con toda la sociedad mexicana reconozco y agradezco la lealtad que las Fuerzas Armadas han profesado siempre a la Patria, a la Constitución, a nuestras instituciones, a la República.
Asumo la Presidencia de la República y con ésta el mandato legítimo de servir a la Nación como Jefe de Estado y Jefe de Gobierno.
Sé de la complejidad de las circunstancias en que estoy asumiendo el Gobierno de México; sin embargo, estoy habituado a enfrentar y superar todos los obstáculos.
Sí se pudo y sí se puede.
Hoy acepto el compromiso de ser el Presidente de todos los mexicanos sin importar su preferencia política, la religión que practiquen, su origen étnico, su condición de género, su nivel de ingreso, posición social o lugar donde vivan en nuestro gran país.
Hoy concluye un largo camino e inicia otro. Estoy muy agradecido con ustedes que me han acompañado de una u otra forma a lo largo de esta travesía llena de esperanza.
Les pido ahora que me acompañen en este compromiso de servir a México durante los próximos seis años.
Yo agradezco el voto de todos, de todos los mexicanos sin excepción que confiaron en la democracia.
A quienes votaron por mí, les agradezco su apoyo y les digo que sabré cumplir con su mandato y a quienes válidamente votaron por otras opciones políticas les digo que no ignoraré las razones, ni las causas de voto y les pido que me permitan ganarme con hechos su confianza.

Con enorme gusto, honor y sentido de responsabilidad tomo en mis manos el desafío de encabezar los esfuerzos para seguir transformando a la Patria.
Es claro que México vive momentos de tensión entre las principales fuerzas políticas, soy consciente de la seriedad de nuestros distanciamientos y asumo plenamente la responsabilidad que me corresponde para resolverlos y reunificar a México.
Pero lo que sí señalo enfáticamente es que la Patria nos reclama a todos poner por encima de nuestras diferencias políticas el interés supremo de la Nación.
Mientras nosotros sigamos atrapados por nuestros desencuentros estaremos incumpliendo la responsabilidad que nos han asignado los mexicanos.
Los conflictos entre políticos sólo dañan a la gente y, sobre todo, a los que menos tienen.
Por eso reitero formalmente mi invitación a un diálogo con todas las fuerzas políticas, por el bien de México este diálogo no puede esperar, dialogaré con quien esté dispuesto a dialogar y construiré con quien quiera construir, pero siempre sabré gobernar para todos.
Si hay que cambiar las reglas, cambiemos las reglas, hagámoslo para adecuarlas a los nuevos tiempos que vivimos; del Presidente habrá siempre la disposición para fortalecer la democracia y abrir caminos diferentes para entendernos, para tomar decisiones y para resolver los conflictos.
Estaré dispuesto siempre a dialogar, pero no esperaré el diálogo para ponerme a trabajar, más allá de los intereses de partido y de grupo hay una ciudadanía, hay una ciudadanía dispuesta y decidida a trabajar.
Una ciudadanía que lo hace todos los días al buscar el sustento para su familia, con ellos y por ellos, con los ciudadanos y por los ciudadanos vamos a trabajar.
Sé que no puede invocarse la democracia para atentar contra la democracia y su representación.
La solución, la solución a los problemas debe construirse por la vía de la paz y de la legalidad, dentro del marco de las leyes e instituciones que nos hemos dado los mexicanos y no fuera de él.
La política no es una batalla en donde un partido gana y otro pierde, eso debe quedar en la arena de las contiendas electorales.
La política es la colaboración entre partidos, poderes y ciudadanos para mejorar las condiciones de vida de la gente.
La política es obligación de entendernos para resolver los problemas de México.
Ese es nuestro mandato, para eso nos eligieron y para eso debemos servir a los ciudadanos.
Al final de cuentas, como decía don Manuel Gómez Morín: nadie vino aquí a triunfar ni a obtener, sino a definir y decidir lo que es mejor para México.

Los políticos estamos obligados a resolver los problemas de los ciudadanos y no a agravarlos con nuestra discordia.

Soluciones, eso es lo que esperan ellos; soluciones como un seguro universal de salud, como la infraestructura que necesitan las escuelas básicas de México, como el empleo que demandan los jóvenes que hoy están terminando de estudiar, como las guarderías que necesitan las madres que trabajan y los espacios públicos libres de delincuencia que necesitan nuestras familias.
Por ello, pongámonos a trabajar, sin descanso y de inmediato.
Un cambio de Gobierno no significa refundar la Nación cada seis años. A lo largo de nuestra historia hemos construido instituciones sólidas que han reflejado demandas por los derechos sociales y políticos de los mexicanos.
Pero también es cierto que para enfrentar los problemas que tenemos será necesario realizar cambios en instituciones y en políticas públicas.
En todo esfuerzo de cambio, el objetivo central será que las instituciones públicas sirvan a los ciudadanos para que vivamos mejor.
Hoy la delincuencia pretende atemorizar e inmovilizar a la sociedad y al Gobierno; la inseguridad pública amenaza a todos y se ha convertido en el principal problema de estados, ciudades y regiones enteras.
Una de las tres prioridades que voy a encabezar en mi Gobierno es, precisamente, la lucha por recuperar la seguridad pública y la legalidad; las instituciones responsables de la seguridad pública requieren transformaciones profundas para incrementar sustancialmente su eficacia.
Los resultados que estas instituciones le deberán entregar a los mexicanos son vitales para recuperar la fortaleza del Estado y la convivencia social, seguridad de que nuestra vida, la de nuestras familias y nuestro patrimonio estarán protegidos.
Espacios públicos para nuestros hijos y no territorio para los delincuentes, no impunidad, no abuso de los poderosos, justicia para todos.
Por eso, instruyo al procurador general de la República y al Gabinete de Seguridad Nacional a que en un plazo no mayor de 90 días presenten un programa de seguridad para renovar los mecanismos de procuración e impartición de justicia.

Para ordenar, depurar y fortalecer nuestros cuerpos policíacos, para crear cuanto antes un sistema único de información criminal que nos permita poner los más sofisticados avances tecnológicos a la defensa de nuestras familias.

Y ordeno a los secretarios de Marina y de Defensa a redoblar el esfuerzo para garantizar la seguridad nacional por encima de cualquier otro interés y al propio tiempo a velar para que se mejoren cuanto antes y en la medida en que el Congreso lo disponga la condición humana y familiar de los soldados y los marinos de México.

Asimismo, en el próximo periodo ordinario de sesiones presentaré ante el Congreso una iniciativa de reformas legales con el objeto de mejorar la procuración y la administración de justicia, aumentar las penas para quienes más agravian a la sociedad y para que las leyes sean instrumento que protejan los derechos de los ciudadanos y no vías de impunidad para los criminales.
Sé, que restablecer la seguridad no será fácil ni rápido, que tomará tiempo, que costará mucho dinero, e incluso y por desgracia, vidas humanas.
Pero ténganlo por seguro, esta es una batalla en la que yo estaré al frente, es una batalla que tenemos que librar y que unidos los mexicanos vamos a ganar a la delincuencia.
Pongamos fin a la impunidad, a la impunidad de los delincuentes que amenazan nuestras vidas y familias.
A la impunidad de los políticos que violentan la ley en su beneficio, a la impunidad de quienes abusan de una sociedad inerme cualquiera que sea su posición de privilegio político, económico o social.
De igual manera, soy plenamente consciente de la dramática condición de pobreza en la que vive la mitad de la población mexicana.
México tiene una enorme deuda social que pagar con los mexicanos más pobres, para cubrir esa enorme deuda social, la que permita reducir la pobreza extrema que es también la prioridad de mi Gobierno, es vital que sociedad y autoridades hagamos un esfuerzo mayor para orientar el gasto público hacia los que más lo necesitan.
Sé que tenemos que resolver de fondo la desigualdad de los mexicanos, particularmente la desigualdad entre el norte y el sur, entre el campo y la ciudad, entre los indígenas y quienes no lo son, entre las mujeres y los hombres, entre los adultos mayores y los jóvenes.
Los esfuerzos del Gobierno deben estar orientados, fundamentalmente, a acabar con esta disparidad y con todas las formas de discriminación.
El principal instrumento del Estado para reducir desigualdades y construir un país justo es el gasto social, pues gracias a él los mexicanos pueden tener acceso a los derechos sociales que establece la Constitución: derecho a la alimentación, a la salud, a la educación y la vivienda.
Para fortalecer la política social debemos cambiarla en dos sentidos.
Primero, dotarla de más recursos para que más mexicanos, especialmente quienes menos tienen, puedan ejercer sus derechos sociales y puedan verdaderamente tener una vida acorde con su dignidad.
Y, en segundo lugar, utilicemos mejor los recursos de los mexicanos.
Como resultado de esos cambios mi Gobierno deberá haber avanzado sustancialmente en el acceso universal a los servicios de salud, en la educación de calidad y en una reducción sustantiva de la pobreza extrema.
Para lograrlo instruyo a la secretaria de Desarrollo Social, a la secretaria de Educación, al secretario de Salud y a todos los miembros del Gabinete Social, a mantener, perfeccionar e intensificar los programas sociales que han sido eficaces en combatir la pobreza extrema.
Esto es, la instrucción es, ampliar el Programa de Oportunidades, el Seguro Popular y las becas escolares y también los instruyo a revisar con objetividad aquellas políticas que sólo distraen recursos y no contribuyen a combatir la pobreza.
Asimismo, instruyo al Gabinete Social a poner en práctica cuanto antes un programa orientado a que los niños mexicanos, todos los niños que nazcan a partir de hoy, 1 de diciembre en el territorio nacional, cuenten con un seguro médico que proteja eficazmente a su salud.
Una condición indispensable para combatir la pobreza y la desigualdad es lograr tasas de crecimiento que nos permitan elevar el ingreso de los mexicanos y, sobre todo, crear los empleos que tanta falta nos hacen.
Así, claramente mis prioridades serán: seguridad para los mexicanos, superación de la pobreza extrema y creación de empleos en México.
El reto económico para lograrlo es enorme.
La migración sigue dividiendo a nuestras familias.
Yo quiero que en lugar de que salga la mano de obra a buscar la inversión a Estados Unidos, mejor que venga aquí la inversión a donde está nuestra mano de obra y que no se dividan más nuestras familias y nuestras comunidades.
Para generar los empleos que necesitamos es indispensable remover los obstáculos que impiden a las empresas y a la economía en su conjunto crecer más y más rápido; requiere cambios importantes en la política económica.
Un primer cambio tiene que ver con orientarla hacia la competitividad.
Si nuestros trabajadores, nuestros campesinos y nuestras empresas tienen que competir con el mundo, que lo hagan en condiciones de igualdad con otros trabajadores, con otros campesinos y con otras empresas en las demás naciones del mundo.
Si nos lo proponemos, podemos hacer que las inversiones que se concreten y en consecuencia los empleos que se generen en los próximos años se concreten aquí en México y no en Asia, en Europa o en cualquier otra parte.
México tiene todo para ser una Nación que reciba inversión y genere empleo para su gente.
Un segundo cambio será el no depender de lo que podemos venderle a otros países, para estimular el crecimiento y el empleo me propongo hacer que el mercado interno sea, precisamente, motor de crecimiento.
Para lograrlo, impulsaré el turismo y la infraestructura para aprovechar así nuestra privilegiada posición geográfica y las enormes riquezas naturales y culturales de nuestro país.
Un tercer cambio económico será que el Gobierno se ponga en los zapatos del mecánico que tiene su taller, del ama de casa que tiene su cocina económica, del abuelo que tiene una tienda de abarrotes.
En pocas palabras, quiero facilitarle la vida a las micro, pequeñas y medianas empresas en México, porque son las que generan más empleo para los mexicanos.
Un cuarto cambio tiene que ser el propiciar bienes y servicios en calidad y precios competitivos para empresas y consumidores, lo cual sólo puede ser resultado de condiciones verdaderas de competencia justa y sin privilegios.
Estos cambios deberán producir resultados para la gente y, en particular, para mejorar el nivel de vida.
Estos cambios implican, también, tener un campo productivo y ganador, que posibilite verdaderas oportunidades de desarrollo humano y desarrollo rural y que cierre la brecha que tenemos que saldar con los campesinos que siguen siendo los mexicanos más pobres.
Por eso instruyo al Gabinete Económico, a que en este mismo mes de diciembre presente un programa para reorientar el gasto y que en el primer trimestre del Gobierno, presente medidas concretas para hacer más eficiente al aparato productivo nacional.
A presentar un programa de apoyo a las medianas y pequeñas empresas y a privilegiar el empleo seguro, formal, bien remunerado, con capacitación y basado en la productividad.
Le instruyo también a que incorpore dentro del paquete presupuestal que será entregado la próxima semana el sustento del Programa de Primer Empleo.
A través de él, mi Gobierno estimulará a las empresas para que crezcan, se expandan y generen nuevos puestos de trabajo en especial para los jóvenes mexicanos.
Me propuse y seré el Presidente del Empleo en México.
Encabezaré un Gobierno decidido a encauzar a México en el mundo, en un mundo que compite, México debe competir y debe de ganar.
Para ello quiero convocarlos a todos, a todos los mexicanos, en especial a los jóvenes a que seamos capaces de crear las oportunidades de superación personal y al mismo tiempo a tener el coraje y el valor para hacer de nuestro México un país ganador que mira hacia adelante.
Creo en un México ganador, fuerte y seguro de sí mismo; orgulloso de su riqueza, de su cultura, de su identidad, de la energía de su gente.
Un México que es capaz de superar las dificultades y lograr para todos un futuro diferente y mejor.
Ese México es posible construirlo y por eso estamos hoy aquí.
Por otra parte, antes de pedir más sacrificios a los mexicanos para resolver nuestros problemas soy consciente de que el Gobierno de México debe demostrar con acciones que realiza un esfuerzo significativo para usar de manera eficiente y transparente los recursos de los ciudadanos.
El esfuerzo que hace la población para salir adelante reclama criterios de elemental eficiencia y austeridad por parte del Gobierno.
Por eso anuncio que en la primera semana de mi Gobierno emitiré un decreto de austeridad en los gastos del Poder Ejecutivo y reduciré el salario del Presidente y de los altos funcionarios de mi Gobierno para no incrementarlos hasta en tanto el Congreso revise una Ley de Sueldos de los Servidores Públicos.
Una ley que someteré a la consideración de los legisladores antes del próximo periodo de sesiones.
Se trata de establecer normas claras que regulen de manera objetiva y justa el pago de los servidores públicos en los tres órdenes de Gobierno y en los tres poderes de la Unión.
La corresponsabilidad es el nuevo signo del Gobierno, los tres poderes y los tres órdenes: el Federal, el estatal y el municipal somos corresponsables de la autoridad que nos han depositado los ciudadanos, de su buen funcionamiento y, sobre todo, de otorgar soluciones diarias a los problemas que enfrentan los mexicanos.
Como mexicano y como Presidente creo que la división de poderes debe ser equilibrio y diálogo, y no más confrontación entre poderes.
Por eso llamo, nuevamente, a un proceso de negociación abierta y sincera entre los partidos representados en el Congreso con el Presidente de la República.
Llamo a un diálogo que no tenga otro propósito que el de analizar y resolver los problemas que el pueblo de México está sufriendo y cuya solución es impostergable.
Los problemas de miseria, de inseguridad, de marginación, de desempleo y de falta de oportunidades para una vida digna.
Soy un mexicano que cree profundamente en la ley y en las instituciones. Creo que el respeto al orden jurídico es la única garantía de convivencia pacífica entre los mexicanos.
Creo, como decía el Presidente Juárez: Que entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.
Habrá un Presidente que respetará el derecho.
Invito a todos los mexicanos a renovar una cultura de legalidad entre nosotros, a ver en la ley y en las instituciones la vía para ordenar nuestra convivencia.
Y por ello instruyo a todos los miembros de mi Gabinete a cumplir y hacer cumplir la ley sin excepciones entre gobernantes y gobernados.
Creo en la diversidad y en la pluralidad, no me afrentan ni me ofenden las diferencias.
He sido un hombre que ha luchado por el establecimiento de un régimen plural y democrático y sé que éste es aún insuficiente para garantizar plenamente el ideal de todos los mexicanos.
Por eso, yo convoco al Congreso a una reforma institucional que parta de una transformación a nuestro régimen electoral.
Convoco a los integrantes del Congreso de la Unión a que discutamos una iniciativa de reformas a la Constitución y las leyes electorales para dar paso a la tercera generación de avances en esta materia.
Instruyo al secretario de Gobernación para que realice los acercamientos necesarios con todas las fuerzas políticas y se establezca una agenda de diálogo y negociación que facilite el camino para llegar a las reformas que requiere nuestro sistema político electoral.
Propongo discutir las reformas que nos lleven a reducir el gasto en campañas electorales y a reducir el financiamiento público a los partidos políticos, a acortar los plazos de campaña y regular debidamente las precampañas.
Asimismo, propondré también aumentar las facultades de vigilancia y fiscalización del Instituto Federal Electoral sobre los ingresos, gastos y patrimonio de los partidos políticos.
Como Presidente, seré un promotor y no obstáculo en la búsqueda de mejores mecanismos de representación entre los mexicanos.
Mexicanas y mexicanos:
Veo a nuestro a México como una Nación fuerte y poderosa que sabe superar las adversidades.
Veo en cada uno de los mexicanos, en los jóvenes, en las mujeres, en los padres de familia, un México decidido a salir adelante.
Veo en cada niño, en cada persona con discapacidad, en cada madre soltera, en cada adulto en plenitud, en cada indígena la razón para estar y seguir aquí.
La razón para luchar sin descanso y sin tregua, para darle a México y a los mexicanos el nivel de vida que merecen.
Quiero convocar a todos, sin distingos, a que imaginemos a nuestro México libre, puesto de pie superando sus problemas.
Quiero que imaginemos y luchemos por un México que frente al mundo es capaz de competir y de ganar; que imaginemos que es posible una verdadera sociedad del conocimiento donde todos tengan acceso a la educación de calidad.
Que es posible abrir oportunidades de trabajo para quienes luchan intensamente por sacar adelante a su familia; que nuestros hijos pueden caminar y jugar libremente en nuestras calles.
Estoy seguro que ese México vendrá, estoy seguro que podemos hacerlo y que lo vamos a hacer unidos todos los mexicanos.
Iniciemos con decisión y orgullo una nueva etapa en la vida del país, sumemos nuestros esfuerzos, sumemos nuestras inteligencias y nuestras fortalezas como mexicanos.
Sumemos nuestro arrojo, nuestra capacidad de entendimiento y, sobre todo, sumemos también nuestras diferencias y enriquezcamos a México.
Por ese México justo, por ese México libre y democrático, por ese México seguro y limpio, por ese México distinto y mejor, por ese México ganador, vamos juntos
a conducir a México al futuro.
Viva México.
Viva México.
Viva México.

Ahora, si me permiten, voy a tomarle la protesta a los miembros del gabinete.
Mexicanas y mexicanos, protestan desempeñar leal y patrióticamente el cargo que les ha sido conferido y guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, mirando en todo por el bien y prosperidad de la unión.
-VOCES A CORO: Sí, protesto.
-PRESIDENTE FELIPE CALDERÓN HINOJOSA: Si no lo hicieren así,
que la Nación de los demande.
Muchas felicidades.

El Padre Roqueñí


Notas y comentarios en la Prensa sobre el deceso de Antonio Roqueñí.La Jornada, 30 de noviembre de 2006
El cardenal Rivera Carrera le quitó cargos en la curia
Murió Antonio Roqueñí, un sacerdote crítico de la IglesiaALMA E. MUÑOZ, reportera.
Ayer por la mañana falleció Antonio Roqueñí, uno de los sacerdotes más críticos de la Iglesia católica y quien, entre otras causas, fue representante legal de los primeros denunciantes del padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, ante el Vaticano.Roqueñí fue apoderado legal de la arquidiócesis de México, bajo la dirección del cardenal Ernesto Corripio Ahumada ­con quien tuvo una cercanía muy estrecha­ además de ser por 20 años juez del tribunal eclesiástico.
Entre sus acciones destaca que el 4 de junio de 1994, junto con el ex rector de la Universidad Iberoamericana, Enrique González Torres, pidió al entonces nuncio apostólico, Girolamo Prigione, su renuncia por considerar que estaba interviniendo de manera indebida en el conflicto de Chiapas. El diplomático quería la renuncia de quien en ese momento era el obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García.

Más sobre Ségolne

Los destinos de Ségolne Royal/Bernard-Henri Lévy, escritor y filósofo francés. Vértigo norteamericano: viaje por los Estados Unidos tras los pasos de Tocqueville es su obra más reciente
Tomado de EL MUNDO, 30/11/2006):

Me siento perfectamente libre para explicar la mezcla de sentimientos que me inspira el triunfo de Ségolène Royal. Primero, porque, gracias al cielo, no formo parte de esa panda de amigos internautas en la que está a punto de convertirse el Partido Socialista francés. Y segundo, porque, precisamente por eso, no me veo obligado a tragar sapos y culebras de todo tipo, en nombre de lo que suele llamarse la disciplina de partido.
No voy a abordar ahora el caso de [el ex ministro de Economía y uno de los candidatos en las primarias que acaba de realizar el PS] Dominique Strauss-Khan, del que sigo pensando, por mucho que les moleste a los que ya han cambiado de chaqueta, que hubiese sido el mejor para reinventar una izquierda con posibilidades de gobierno.
Tampoco me centraré en Laurent Fabius, al que la sonrisa de la cazadora de elefantes lanzó de un puntapié fuera del terreno de juego. ¿Lo merecía, realmente? ¿No es Fabius, a pesar de sus errores, uno de los escasos hombres de Estado de la galaxia socialista?
No insistiré demasiado sobre el personaje en sí mismo de Ségolène Royal, esa mezcla inestable de demagogia y de carácter, de narcisismo radical y de auténtica audacia política. Paso de ese aspecto de Blancanieves y de Dama Blanca, de Juana de Arco de la era catódica y de Inmaculada Concepción neosocialista. Paso de su «apúntese a mi traje de chaqueta color crema» y «simbolice en él sus sueños, dolencias y deseos de futuro», tal y como la describe Marc Lambron en un retrato que se va a publicar estos días y cuya lectura recomiendo.
No. El problema es político. Fundamental y radicalmente político. Se trata de ese nudo gordiano de ideas y de reflejos que la candidata designada tiene menos de seis meses para abordar y decidir.
Porque tiene dos posibilidades. Una es claramente seguir adelante con lo que su éxito ha tenido de más positivo, es decir, se aprovecha del movimiento que ha creado y de la prodigiosa libertad que ha conquistado, para seguir con su buen trabajo de rompedora de ídolos, tabúes y otros tótems que atufan el discurso progresista desde hace tanto tiempo; o bien sigue retorciéndole el cuello, por ejemplo, a lo que queda de robespierrismo en el partido de Jules Guede y de Georges Frêche.
O bien liquida los residuos del conformismo marxista que no terminan de despegarse de la piel de la sedicente izquierda de la izquierda. O bien termina de reconciliarnos con el mercado. O bien inventa un blairismo a la francesa, en el que la palabra liberalismo deje de ser un insulto y una blasfemia. O bien, en definitiva, moderniza y renueva el panorama político y la primera mujer de la historia de la izquierda que se postula a la sucesión de Jean Jaurès y de Leon Blum se convierte -¡qué bello símbolo!- en agente de la providencia o, mejor dicho, de la astucia de la Historia a la que invocaba a Maurice Clavel cuando, hace 40 años, ya exhortaba a «romper la izquierda», para «vencer, un día, realmente a la derecha». Y, por supuesto, como condición indispensable, nos decía también que la izquierda gala debería parecerse, a su juicio, a un planeta cuyo horizonte no terminara en las fronteras de Poitou-Charentes. Si esto se acaba cumpliendo así, su plebiscito de hoy -y su victoria de mañana- sería verdaderamente una buena noticia para Francia.
Pero puede, por el contrario, seguir el otro camino. Porque ella procede, en efecto, de los robespierrismos, las tesis marxistas, etcétera, pero siguiendo esta segunda vía que ella llama la nostalgia del «orden justo» y que ya le hizo dar sus primeros traspiés al transmitir una idea de los profesores como todos ellos vagos y perezosos; al considerar a los intelectuales, en el mejor de los casos, como «expertos» y, en el peor, como «personas-recursos»; a referirse a los jóvenes como delincuentes militarmente formados; a tratar de que los diputados, en el nombre de la «nueva democracia participativa», fueran convenientemente vigilados de cerca por magistrados nombrados por sorteo; etcétera. Sin hablar de sus tesis acerca de toda clase de cuestiones políticas difíciles, como la entrada de Turquía en la Unión Europea, respecto a lo que no se corta un pelo a la hora de decir que será la opinión pública -es decir, los sondeos-, la que decida el momento y la manera de resolver ese espinoso problema.
¿Cree realmente eso la señora Royal? ¿Es una devota de los sondeos de opinión? ¿Esta veleta de la ideología que gira al son del viento que sople va a esperar a ver lo que dicen los sondeos, antes de legislar, como Simone Veil, sobre el aborto o, como Robert Badinter, sobre la pena de muerte?
¿Piensa, al igual que ha declarado su consejero, Arnaud Montebourg, que vamos a entrar en un tiempo de turbulencia, en el que la competencia y la experiencia pueden convertirse (sic) en serios handicaps? Si lo cree así, sería terrible. Y si no lo cree, si sólo cree en lo que sus futuros electores piensen y quieran que crea, es todavía peor. Porque en todo esto hay un aspecto del ojo de Poitou que da en la diana de las cosas y el terruño que no miente ni engaña que, de entrada, no tranquiliza en absoluto.
Y es que flota, en torno al royalismo, una especie de garantía provinciana frente a París -en un 100%, tradición francesa-, un perfume de trabajo, familia y matriarcado que, verdaderamente, no augura nada bueno.