Seis requisitos para que gane Clinton/Edward N. Luttwak
Publicado en La Vanguardia, 06/05/2008;
Traducción: José María Puig de la Bellacasa.
Obama continúa atrayendo a la elite y a los demócratas negros en tanto que Clinton atrae un mayor número de demócratas no pertenecientes a la elite. Una parte de estos últimos la prefiere y a otros les disgusta Obama; algunos afirman que votarán a McCain en noviembre si Obama es el candidato demócrata.
Como se cuida de recordar a todo el mundo, Clinton ha ganado en todos los estados más grandes que decidirán la elección en noviembre, a excepción del Estado que fue la cuna política de Obama, Illinois. Tal circunstancia ha brindado a Clinton una serie decisiva de victorias: California, Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania. Por el contrario, la mayoría de delegados de Obama proceden de estados que probablemente votarán republicano en noviembre, según su costumbre habitual en todas las elecciones presidenciales desde 1988.
Parecería, en consecuencia, que los cuadros del Partido Demócrata podrían decidirse a intervenir para detener estas onerosas y destructivas primarias a fin de otorgar la nominación a Clinton. Ahora bien, es precisamente lo contrario de lo que está sucediendo: los cuadros del partido, junto a la elite demócrata, prefieren a Obama y temen las consecuencias si al primer posible presidente negro ¡le para los pies el propio Partido Demócrata!
Clinton aún puede ganar, pero únicamente si triunfa en seis diversos terrenos.
El primero es el dinero. La máquina de recaudación de fondos de Obama se puso en marcha desde un principio para obtener sumas pequeñas (alrededor de 50 dólares) procedentes de una gran cantidad de donantes, de modo que la campaña, posteriormente, ha podido aspirar a más. Clinton se centró en la recaudación de sumas de donantes más importantes, muchos de los cuales ya han aportado fondos del orden de 2.300 dólares. La organización de campaña de Clinton sigue enviándoles e-mails donde les pide que encuentren a su vez a nuevos donantes, aunque sin mucho éxito. A día 31 de marzo del 2008, Clinton había recaudado 194 millones de dólares, gastado 163 millones y disponía de 31 millones. Obama había recaudado 240 millones, gastado 189 millones y aún disponía de 51 millones. Esos veinte millones adicionales permitieron a Obama gastar más que Clinton en Pensilvania, concretamente en anuncios televisivos en proporción de 2 a 1, tal vez de 3 a 1. Obama perdió, pero Clinton no puede dormirse; ha de procurar contar no sólo con grandes donantes, sino con nuevos donantes. De hecho la organización de campaña de Clinton manifestó que había recaudado diez millones en 24 horas después de ganar en Pensilvania mediante el envío de mensajes por teléfono móvil y correo electrónico que pedían tan sólo 50 dólares, necesariamente procedentes de nuevos donantes. Si esto es así, Clinton hace buenos progresos, pero ha de recaudar otros 30 millones de dólares muy deprisa…
El segundo es el ímpetu. Clinton debe ganar en Indiana hoy 6 de mayo. Podría perder, porque Indianápolis cuenta con una significativa elite demócrata; al menos el 20% del electorado es negro, es un estado contiguo al de Illinois y pesa la influencia de la figura de Obama en los medios de comunicación. Si Clinton pierde en Indiana, queda fuera de competición. En cambio, si Clinton gana por un 10% o más, Obama quedaría seriamente tocado pero no se vería obligado a abandonar.
El tercero es la victoria sorpresa: Clinton aún derrota a la mística de Obama. El éxito ideal sería el logrado en las primarias de hoy en Carolina del Norte en razón de su dificultad: al menos el 50% de los votantes demócratas en las primarias son negros y en recientes primarias Obama ha logrado atraer el 90% del voto negro.
Actualmente, los sondeos de opinión dan a Obama un margen de victoria de al menos el 10%. Si Clinton puede reducir el margen de Obama hasta el 5% o cifra similar, podría considerarlo como una gran victoria sorpresa, que de hecho presionaría sobre los cuadros del partido. Clinton está gastando cuanto puede en anunciarse en Carolina del Norte y protagoniza numerosos actos de campaña; una opción realmente costosa porque en su caso Indiana es la próxima victoria necesaria.
El cuarto es persuadir a los cuadros del Partido Demócrata para que acrediten las dos primarias “ilegales” de Florida y Michigan que violaron las normas del partido. Hasta el presente, los asesores legales de Obama - primeras espadas jurídicas de Washington DC- y su equipo como tal han logrado atajar los intentos de computar como válidos los votos y delegados en los dos estados. Tanto la gobernadora demócrata de Michigan, Jennifer Granholm, como el gobernador republicano de Florida, Charlie Crist, han pedido que se computen los votos, aunque de momento sin éxito. La organización de campaña de Clinton sigue intentándolo y si los resultados de hoy son suficientemente buenos, los cuadros del Partido Demócrata habrán de dar al menos con una solución parcial.
El quinto es forzar otro debate en televisión. Corredor en cabeza y orador excelente (aunque menos ducho en el fragor del debate), Obama se ha negado a otro debate televisivo. El plazo para organizar otro debate antes de hoy era demasiado corto, pero a la organización de campaña de Clinton le conviene otro cara a cara porque a Obama le perjudica rechazarlo otra vez.
El sexto es el control de la economía. La mayor novedad desde el inicio de la campaña estriba en el giro de la economía estadounidense, desde un crecimiento impulsado por el consumo hacia un crecimiento cero y una posible recesión. Los votantes son sensibles, principalmente, al desempleo y el temor ante tal eventualidad, a la devaluación de sus viviendas que usualmente sirven de garantía y, de forma creciente, a la pérdida de ingresos reales debido al aumento de los precios del combustible y los alimentos.
Clinton se halla muy bien capacitada para demostrar que posee mayores conocimientos económicos que Obama o Mc-Cain y, factor más importante, se halla mejor situada para ofrecer soluciones convincentes porque puede recordar a los votantes cómo la Administración Clinton superó problemas muy similares en 1992. La fórmula mágica Clinton-Wall Street es nuevamente válida: reducciones drásticas del déficit federal que conducen a tipos de interés más bajos y consiguientemente a mayor inversión y mayor crecimiento, que a su vez generan mayores reducciones del déficit federal…
Clinton, hasta la fecha, no ha logrado explotar su ventaja. Sigue hablando de su determinación y voluntad de alzarse con la victoria. Pero si Clinton puede cambiar de tono para hablar sistemáticamente de la economía, tanto la elite como las actitudes populares hacia su candidatura podrían cambiar.
En este momento, Hillary Clinton sigue siendo la perdedora. Para convertirse en la ganadora ha de persuadir a una parte significativa de la elite demócrata que apoya apasionadamente a Barack Obama - tarea casi imposible- pero que aún reserva un estrecho paso a la victoria de una mujer que ha demostrado una determinación extraordinaria.
Como se cuida de recordar a todo el mundo, Clinton ha ganado en todos los estados más grandes que decidirán la elección en noviembre, a excepción del Estado que fue la cuna política de Obama, Illinois. Tal circunstancia ha brindado a Clinton una serie decisiva de victorias: California, Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania. Por el contrario, la mayoría de delegados de Obama proceden de estados que probablemente votarán republicano en noviembre, según su costumbre habitual en todas las elecciones presidenciales desde 1988.
Parecería, en consecuencia, que los cuadros del Partido Demócrata podrían decidirse a intervenir para detener estas onerosas y destructivas primarias a fin de otorgar la nominación a Clinton. Ahora bien, es precisamente lo contrario de lo que está sucediendo: los cuadros del partido, junto a la elite demócrata, prefieren a Obama y temen las consecuencias si al primer posible presidente negro ¡le para los pies el propio Partido Demócrata!
Clinton aún puede ganar, pero únicamente si triunfa en seis diversos terrenos.
El primero es el dinero. La máquina de recaudación de fondos de Obama se puso en marcha desde un principio para obtener sumas pequeñas (alrededor de 50 dólares) procedentes de una gran cantidad de donantes, de modo que la campaña, posteriormente, ha podido aspirar a más. Clinton se centró en la recaudación de sumas de donantes más importantes, muchos de los cuales ya han aportado fondos del orden de 2.300 dólares. La organización de campaña de Clinton sigue enviándoles e-mails donde les pide que encuentren a su vez a nuevos donantes, aunque sin mucho éxito. A día 31 de marzo del 2008, Clinton había recaudado 194 millones de dólares, gastado 163 millones y disponía de 31 millones. Obama había recaudado 240 millones, gastado 189 millones y aún disponía de 51 millones. Esos veinte millones adicionales permitieron a Obama gastar más que Clinton en Pensilvania, concretamente en anuncios televisivos en proporción de 2 a 1, tal vez de 3 a 1. Obama perdió, pero Clinton no puede dormirse; ha de procurar contar no sólo con grandes donantes, sino con nuevos donantes. De hecho la organización de campaña de Clinton manifestó que había recaudado diez millones en 24 horas después de ganar en Pensilvania mediante el envío de mensajes por teléfono móvil y correo electrónico que pedían tan sólo 50 dólares, necesariamente procedentes de nuevos donantes. Si esto es así, Clinton hace buenos progresos, pero ha de recaudar otros 30 millones de dólares muy deprisa…
El segundo es el ímpetu. Clinton debe ganar en Indiana hoy 6 de mayo. Podría perder, porque Indianápolis cuenta con una significativa elite demócrata; al menos el 20% del electorado es negro, es un estado contiguo al de Illinois y pesa la influencia de la figura de Obama en los medios de comunicación. Si Clinton pierde en Indiana, queda fuera de competición. En cambio, si Clinton gana por un 10% o más, Obama quedaría seriamente tocado pero no se vería obligado a abandonar.
El tercero es la victoria sorpresa: Clinton aún derrota a la mística de Obama. El éxito ideal sería el logrado en las primarias de hoy en Carolina del Norte en razón de su dificultad: al menos el 50% de los votantes demócratas en las primarias son negros y en recientes primarias Obama ha logrado atraer el 90% del voto negro.
Actualmente, los sondeos de opinión dan a Obama un margen de victoria de al menos el 10%. Si Clinton puede reducir el margen de Obama hasta el 5% o cifra similar, podría considerarlo como una gran victoria sorpresa, que de hecho presionaría sobre los cuadros del partido. Clinton está gastando cuanto puede en anunciarse en Carolina del Norte y protagoniza numerosos actos de campaña; una opción realmente costosa porque en su caso Indiana es la próxima victoria necesaria.
El cuarto es persuadir a los cuadros del Partido Demócrata para que acrediten las dos primarias “ilegales” de Florida y Michigan que violaron las normas del partido. Hasta el presente, los asesores legales de Obama - primeras espadas jurídicas de Washington DC- y su equipo como tal han logrado atajar los intentos de computar como válidos los votos y delegados en los dos estados. Tanto la gobernadora demócrata de Michigan, Jennifer Granholm, como el gobernador republicano de Florida, Charlie Crist, han pedido que se computen los votos, aunque de momento sin éxito. La organización de campaña de Clinton sigue intentándolo y si los resultados de hoy son suficientemente buenos, los cuadros del Partido Demócrata habrán de dar al menos con una solución parcial.
El quinto es forzar otro debate en televisión. Corredor en cabeza y orador excelente (aunque menos ducho en el fragor del debate), Obama se ha negado a otro debate televisivo. El plazo para organizar otro debate antes de hoy era demasiado corto, pero a la organización de campaña de Clinton le conviene otro cara a cara porque a Obama le perjudica rechazarlo otra vez.
El sexto es el control de la economía. La mayor novedad desde el inicio de la campaña estriba en el giro de la economía estadounidense, desde un crecimiento impulsado por el consumo hacia un crecimiento cero y una posible recesión. Los votantes son sensibles, principalmente, al desempleo y el temor ante tal eventualidad, a la devaluación de sus viviendas que usualmente sirven de garantía y, de forma creciente, a la pérdida de ingresos reales debido al aumento de los precios del combustible y los alimentos.
Clinton se halla muy bien capacitada para demostrar que posee mayores conocimientos económicos que Obama o Mc-Cain y, factor más importante, se halla mejor situada para ofrecer soluciones convincentes porque puede recordar a los votantes cómo la Administración Clinton superó problemas muy similares en 1992. La fórmula mágica Clinton-Wall Street es nuevamente válida: reducciones drásticas del déficit federal que conducen a tipos de interés más bajos y consiguientemente a mayor inversión y mayor crecimiento, que a su vez generan mayores reducciones del déficit federal…
Clinton, hasta la fecha, no ha logrado explotar su ventaja. Sigue hablando de su determinación y voluntad de alzarse con la victoria. Pero si Clinton puede cambiar de tono para hablar sistemáticamente de la economía, tanto la elite como las actitudes populares hacia su candidatura podrían cambiar.
En este momento, Hillary Clinton sigue siendo la perdedora. Para convertirse en la ganadora ha de persuadir a una parte significativa de la elite demócrata que apoya apasionadamente a Barack Obama - tarea casi imposible- pero que aún reserva un estrecho paso a la victoria de una mujer que ha demostrado una determinación extraordinaria.