Recojamos, con el ánimo indeclinable que Juan Camilo nos transmitía, el amor por el desafío de entregar nuestra labor cotidiana por el México que soñamos: Presidente Calderón
Domingo, 9 de Noviembre de 2008 Discurso
Ciudad de México
Amigos y compañeros de Acción Nacional.
Muy querida Mari Geli.
Muy queridos papás y hermanos de Juan Camilo.
Estimada Daisy, Ana Mariana, Aranza.
Señor licenciado Germán Martínez Cázares, Presidente del Comité Ejecutivo Nacional.
Licenciado Rogelio Carbajal Tejeda, Secretario General del Partido.
María Asunción Caballero May, Presidenta del Partido en Campeche.
Querida Nelly.
Muy estimados Gobernadores y estimados legisladores.
Servidores públicos federales, estatales y municipales de Acción Nacional.
Muy estimados don Luis, Juan Manuel.
Amigos y familiares de nuestro entrañable Juan Camilo y de Arcadio.
Amigas y amigos:
Estamos aquí para honrar, para honrar la memoria de un amigo, de un servidor público y de un gran panista, Juan Camilo Mouriño.
Y celebro que se haya decidido hacerlo aquí, en la sede del partido, la casa que lo vio nacer a la política, la casa en la que se formó, su casa.
Juan Camilo fue un mexicano y un panista ejemplar, que marcó una época, quizá sin tener conciencia clara del enorme legado que dejaría entre nosotros.
Hoy lo recordamos con cariño, con afecto, con tristeza. Un hombre entregado por completo a nuestros ideales y a las causas más elevadas de México, que son, precisamente, nuestros ideales.
Su paso por la escena política fue breve, como su vida; pero, sin duda, dejará una huella firme en la historia de nuestro partido y de nuestro país.
Desde 1939, los principios de Acción Nacional convocaron a los ciudadanos a la creación y administración de un orden dinámico que jerarquice, justamente, las diversas funciones y los distintos intereses que existen dentro de la vida social.
Cumplir este deber, dicen nuestros principios del 39, es necesidad imperiosa y urgente, cuya omisión acarrea el envilecimiento de la vida social.
Así lo entendió Iván desde el día en que nos conocimos y que hablamos de política. Recuerdo que gracias a la generosidad de sus papás, me tocó visitar Campeche como dirigente del partido, incluso, todavía como Secretario General.
Y, bueno, Campeche era, en términos políticos, una tierra inhóspita y terriblemente autoritaria. Y don Carlos y su señora esposa me abrieron las puertas de su casa, e invitaron a un grupo de campechanos, pequeño, que se atrevió a ir a esa reunión, para que habláramos de política y del PAN.
Y, entonces, como solíamos hacer en aquellos tiempos de prédica y de siembra, comenzábamos a romper el hielo y sugerí que nos fuéramos presentando. Y alguien dijo, bueno, yo soy comerciante, me dedico a esto, tengo interés, se me invitó hoy.
Y otro más, bueno, yo soy arquitecto, y soy amigo de la familia Mouriño y estamos aquí. En fin, hasta que, bueno, sin saber que fuera él, dijo: yo soy Iván, acabo de regresar de la universidad, y la verdad no tenía muchas opciones, o me quedaba en mi casa y me tomaba un sándwich o me venía aquí con mis papás y comía muy rico.
Y, entonces, dice que, bueno, dice que ese fue el primer regaño que yo le di, bueno, lo lamento.
Le dije: pues que pena que tú teniendo todo, todas las oportunidades, de estudiar, de salir adelante, y teniendo México tantas necesidades, la gente que tiene en sus manos los mayores talentos, no los ponga a este servicio. Y algo me contestó ahí Juan Camilo.
Y desde entonces nos hicimos muy buenos amigos. Y lo que me quedó claro es que desde entonces se comprometió y concurrió con su clara inteligencia y su indomable voluntad, a las causas de México.
Tenía dentro de sus muchas cualidades, una que cuánta falta le hace a la política y al partido; no sólo tener ideas, sino llevarlas a la práctica; y no a ese terreno etéreo y abstracto de las afirmaciones dogmáticas, de las peticiones de principios, de los discursos farragosos, cargados de la palabra dignidad humana; sino al terreno duro y concreto, áspero, ingrato de la política.
Fue un hombre capaz no sólo de tener convicciones, sino de llevarlas a la práctica hasta sus últimas consecuencias en el terreno más incomprendido, en el más difícil, en el más necesario del servicio a los demás, que es la política llevada con rectitud.
Como integrante del PAN, Juan Camilo fue un hombre que combinaba en su persona las convicciones y principios con la acción en la realidad, la praxis, la práctica, el verdadero pragmatismo; no entendido como una carencia de principios o de escrúpulos, sino al contrario, como la capacidad, el talento y el valor de aplicar esos principios en cosas prácticas, en la praxis, en la acción; esa es nuestra acción nacional, se olvida frecuentemente.
En él las ideas y la praxis, lejos de ser una contradicción, doctrina y pragmatismo, esta combinación de atributos lo convirtió en estratega y operador excepcional, al cual nuestro partido le debe importantes triunfos, desde aquel distrito electoral en Campeche, que sacudió a la vida pública de ese estado, hasta la Presidencia de la República.
No sólo soñó en grande, sino que como en él convergían la solidez de los principios y valores, y la visión estratégica y la efectividad política, la eficacia; supo siempre encontrar el camino, aún en los escenarios diversos, el camino hacia la victoria.
Juan Camilo no sólo soñó en grande, sino que trabajó siempre con estrategias claras, por hacer de sus sueños una realidad.
Comentaba poco de la ocasión en que estuvo secuestrado, pero si algo me quedó claro de él es que cuando recuperó la libertad, amaba más que nunca la vida.
Y sabía bien en claro qué era lo que en la vida debía de vivir. Comentaba alguna vez a sus amigos que una de las cosas que más coraje le daban él estando en cautiverio es que se iba a ir y no iba a dejar nada suyo. Se refería, precisamente, a un hijo suyo.
Y se refería, yo estoy seguro también, porque lo vi muy de cerca de él, vivir tan intensamente.
Se refería a dejar algo en la vida. Dejar la vida misma en ese algo.
Y Juan Camilo tuvo la bendición de tres maravillosos hijos: de María, Juan Camilo, y para no errarle al otro hombre también le puso Iván. Y nos dejó ese legado.
Pero a nosotros como mexicanos y como panistas, nos dejó un legado muy grande, y yo creo que hay que honrar también con convertirlo en una realidad nacional.
Poco después de que lo conocí, que fue, bueno, ya tiempo después, cuando fue candidato a diputado local, seguramente ocurrió uno de esos extraños fenómenos, de que a los recién llegados y entusiastas siempre les ponemos el distrito más difícil, porque nadie acepta ser candidato.
Y aún ante la burla y el desprecio de sus adversarios, que nunca lo tomaron en serio como candidato, empezó a hacer una campaña vertiginosa, carismática. A sus 25 años Juan Camilo, como hasta sus 37, Juan Camilo irradiaba luz, era carismático, era alegre, era jovial, era un hombre capaz de transformar y de convencer a quienes lo rodeaban.
Las posibilidades, obviamente, eran mínimas, el partido nunca había llegado a los dos dígitos de porcentaje en Campeche y entonces se armó de su carisma, de su inteligencia, de su valor se fue a una campaña de diputado local en el V Distrito. Y simple y sencillamente ganó.
Fueron muchos y muy importantes los logros que alcanzó. Ya Nelly Márquez los ha descrito: fue coordinador y tuvo un rol importante en la campaña presidencial del año 2000, contribuyó al triunfo tan importante del partido.
Y luego fuimos diputados los dos en el año 2000, precisamente. Yo buscaba, precisamente, a alguien, en algo que a mí me gusta, además, que es la economía; buscar a alguien que estuviera formado en términos económicos y que además conociera un sector tan complejo y tan delicado como era el de energía.
Y revisando los curriculum de los diputados, me encontré con el de Juan Camilo que, efectivamente, nos habíamos dejado de ver, yo había estado fuera de México algún tiempo. Y le pedí que se encargara de la Comisión de Energía, y fue un extraordinario y siempre leal Presidente de la Comisión.
Él tuvo la habilidad, por ejemplo, política y técnica, como bien ha dicho Germán, de resolver para México el terrible conflicto que se había hecho entonces por un manejo desaseado y muy poco cuidadoso, el tema del Horario de Verano. Y supo entender argumentos, explicar razones, escuchar voces y, finalmente, sacó adelante aquella normatividad.
Después que corrió el tiempo; yo en BANOBRAS, él se fue a Campeche. Y ya estando yo en la Secretaría le pedí que me ayudara. Y vino. Y tiempo después, cuando en las circunstancias en que yo renuncié al cargo, él fue el primero de los primeros en estar ahí, y decir qué se te ofrece, vamos a hacerlo, en ayudarme, me prestó un vehículo, me ayudó a organizar una oficina.
Incluso, yo le tenía que decir: mira, no, espérate, quédate en la Secretaría, porque tú eres el Secretario en turno, eres el encargado del Despacho, hazle una buena relación de asuntos al nuevo Secretario, quien quiera que vaya a ser, y encárgate de que salga adelante la Secretaría, porque lo que no podemos hacer es que eso salga mal y luego nos echen la culpa.
Y se quedó, y cuando pudo, finalmente, renunció inmediatamente y se puso a coordinar la oficina, la Fundación de Desarrollo Humano Sustentable y, finalmente, llegaba, por más que yo trataba de atemperar, él era entusiasta y, finalmente, un día llegó con toda una estrategia, con un plan y con una absoluta seguridad de que no sólo tendríamos que presentar la precandidatura a la Presidencia, sino que íbamos a ganar contundentemente la Presidencia de la República.
Y transmitía su entusiasmo. Claro que con las encuestas que se publicaban en aquel entonces en los periódicos, eso parecía una locura, y en cierta medida lo era.
Dice Efraín González Morfín, ex Presidente del partido, que para ser panista no es requisito indispensable estar loco, pero sí ayuda muchísimo.
Entonces, él hizo el proyecto, fue, como ya se dijo, el arquitecto, organizó el equipo y se dedicó a hacer lo imposible en aquel momento tan adverso. Por cierto, siempre nos tocaron momentos adversos, por alguna razón siempre nos ha tocado enfrentar la adversidad y superarla.
Y pienso que estas circunstancias tan complejas nos hicieron madurar, a él y a mí, a pasos agigantados.
Juan Camilo siempre supo articular una estrategia clara, con plazos, con objetivos, con interlocutores, con tiempos definidos, con recursos.
Contra todo pronóstico, no sólo logró integrar un equipo, superar la adversidad, delinear la estrategia; sino conducirnos, me incluyo, nos condujo hacia la victoria.
Con el mismo liderazgo fue coordinador operativo en la campaña presidencial en el 2006, donde siempre demostró inteligencia y talento.
En esos días de intensa contienda política siempre, siempre supo encontrar, como fuera, siempre supo encontrar el aliento para los compañeros, siempre supo reunir al equipo y volverlo a lanzar a la lucha. Siempre supo, precisamente, encontrar la estrategia, el punto fuerte nuestro, el punto vulnerable de otros, que nos permitiera salir adelante.
Y articulando esfuerzos, sumando liderazgos, inyectando optimismo, tomando decisiones claves, difíciles, verdaderamente estratégicas, siempre fiel a sus ideales y a sus principios, supo conducir al panismo a la victoria.
Ese idealismo pragmático, esa forma de pensar y de traducir las ideas en hechos, que caracterizó a Juan Camilo, es un legado que debemos continuar y fortalecer en Acción Nacional.
Al igual que don Efraín González Luna, Juan Camilo sabía que lo importante no es el poder, sino aquello para lo cual debe servir el poder.
Y, por eso, puso siempre toda su capacidad al servicio de los demás, en la muchas veces incomprendida, seguramente en su caso, búsqueda del bien común a través del servicio público.
Luego vino la Coordinación en la Transición, y siempre enfrentando la adversidad, largas horas nos sentábamos a planear aquel histórico 1° de diciembre.
Tenía articulada la estrategia y tenía un equipo dando seguimiento a la parte legal en el Tribunal, y tenía un equipo impulsando siempre el vigor y el ánimo de la sociedad; tenía otro equipo al mismo tiempo preparando las tareas de Gobierno.
Siempre le admiré su capacidad de organización y su capacidad de atender problemas diversos de gran complejidad al mismo tiempo.
Desde la Oficina de la Presidencia potenció las capacidades del Gabinete; fue un líder natural.
Le daba cohesión al equipo, actuaba como promotor de esfuerzos colectivos, orquestador de tareas en conjunto; siempre un hombre de palabra y de acción.
Él fue capaz de abrir vías para construir un México a la altura de sus ideales, que eran los ideales de Acción Nacional.
Ahí supo, por ejemplo, coordinar un arranque sólido, contundente del Gobierno, contra todos los pronósticos y los augurios que se nos hacían, coordinó una brillante campaña, la campaña de los cien primeros días de Gobierno.
Le dio seguimiento y una coordinación afable, además, al resto del Gabinete, a las Secretarías, y atendía los asuntos más delicados de la oficina.
Fue un factor clave en el diseño e implementación de estrategias para impulsar reformas inéditas del país, que sin demérito de los muy buenos oficios de todos los servidores públicos del Gobierno que participaron y, la verdad, es un buen equipo, ha sido y es un buen equipo.
Él supo ahí, desde la Coordinación de la Presidencia impulsar, juntar esfuerzos, coordinar, y finalmente salieron reformas vitales para México, que no había sido posible sacarlas en más de una década: la Reforma de Pensiones del ISSSTE, primero; la Reforma Fiscal y, al mismo tiempo, analizar los temas de coyuntura y darles salida.
Siempre como Secretario de Gobernación mantuvo en todo momento respeto, diálogo, comunicación y conciliación con otras autoridades, con otros partidos, con otros interlocutores. Siempre fue capaz de hacer a un lado diferencias políticas, ideológicas o partidistas, siempre buscó impulsar un federalismo moderno, que nos permitiese atender y solucionar problemas de los ciudadanos concretos, de carne y hueso, en cada rincón de México.
Y a su paso por la Secretaría de Gobernación, supo articular estrategias, conciliar intereses, vencer obstáculos. Trabajó incansablemente por el bien del país, promovió la interlocución con los poderes y con los Gobernadores, y eso nos permitió seguir avanzando rápidamente en otras cosas importantes para México.
Uno. La histórica Reforma Constitucional en Materia de Seguridad y Justicia, con la que México está ahora en la ruta correcta para fortalecer las instituciones encargadas de investigar y sancionar los delitos.
Es vital que el proceso que cuidadosamente seguía Juan Camilo con Santiago Vasconcelos, madure y se concrete en reformas legales y operativas que hagan, verdaderamente, realidad lo que él impulsó en esta área, que era un México de justicia, de justicia pronta y expedita.
Segundo. La suscripción del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad.
Juan Camilo tomó las riendas del Gabinete de Seguridad, se dice fácil; se dice fácil, pero articular, precisamente, la complejidad del problema que recibimos en materia de seguridad en México, articular los esfuerzos de policías, y de Ejército, y de Marina, y de política misma, y de gobernadores, y ser capaz de leer los mapas, y ser capaz de enfrentar y de asumir los retos, y de seguir avanzando adelante.
Porque si algo puedo decirles, amigas y amigos panistas, es que Juan Camilo nunca titubeó, nunca dudó; nunca se permitió siquiera ser presa de temores o de flaquezas.
Amaba entrañablemente la vida y sabía lo importante que era, precisamente, trascender, entregar, legar.
Tercero. La aprobación reciente de la Reforma para fortalecer a Petróleos Mexicanos. Él sabía, una razón fundamental, también por la que estaba ahí, es que él sabía perfectamente el tema. Lo conocía técnicamente, políticamente.
Fue capaz de hablar con todos: con unos, con otros, con partidos, con gobernadores, con el sindicato. Fue capaz de articular y entender los argumentos de otros, de tomar la sensibilidad de la opinión pública.
Llevábamos un seguimiento muy puntual de qué opinaba la gente, precisamente, sobre este tema, porque sabíamos que una victoria en la opinión pública facilitaría la victoria política legislativa, y así fue.
Tenía un contacto con legisladores, con los nuestros, en su rol heroico, diría yo, vital para la transformación del país.
Fue también un operador dedicado, atento, pero siempre confiable para todos los que intervenían en el Acuerdo por la Calidad Educativa.
Un hombre que pudo, precisamente, sumar con las áreas respectivas algo que parecía imposible. Como yo decía en el Campo Marte, todavía el tema de Morelos, ese paro de maestros que muchos auguraban terminaría peor y con peor desenlace que el de Oaxaca, supo articularlo cuidadosamente.
Y supo dialogar cuando hubo que dialogar y supo ser firme cuando había que ser firme, y supo ser, precisamente, un negociador articulado cuando había que serlo. Finalmente, el problema se resolvió justo, precisamente, el día de su muerte.
Los logros para mí al frente de la Secretaría están a la vista: un clima de negociación, una relación de respeto con las fuerzas políticas, la generación de acuerdos en beneficio de México. La solución de problemas, todo ello gracias a la sensibilidad política, a la inteligencia y a la amplitud de miras de Juan Camilo.
Y ahora nos toca a todos nosotros, amigas y amigos, ahora nos toca a los miembros de Acción Nacional hacer que la labor de este mexicano excepcional sirva de ejemplo a todos los que integramos este partido, muy especialmente a los jóvenes panistas; porque Juan Camilo es la expresión de una nueva generación de políticos, una nueva generación mucho más audaz, mucho más férrea, mucho más sólida, mucho más alegre.
Una nueva generación de mexicanas y mexicanos que tomó la decisión de transformar al país y dejar atrás los complejos y los mitos y los miedos y los prejuicios y los intereses. La expresión de una nueva generación, que debe hacer sentir su paso en la historia nacional, como ya lo ha hecho él.
Honrar y recordar a Juan Camilo como el hombre también que condujo al PAN a triunfos vitales, importantes y que parecían imposibles, como lo ha dicho el presidente nacional.
Honrémoslo y recordémoslo como un panista ejemplar que, siguiendo la enseñanza de don Adolfo Christlieb, se decidió en la vida diaria a poner sus actividades al servicio del bien.
Y yo les pido y les propongo, amigas y amigos, que a Juan Camilo lo recordemos como lo que es, como un hombre alegre, un hombre decidido.
Hay que recordarlo con alegría porque él era un hombre alegre, aún en las circunstancias más difíciles, y tenía una paz y tranquilidad, que la daba cada vez que externaba su punto de vista.
Honrémoslo y recordémoslo como un ser humano cálido, alegre, que siempre proveía ánimo, comentarios serenos aún en los problemas y los temas más difíciles; alguien que infundía fuerza en todo momento, aún en los de desánimo y pesimismo; como una persona infinitamente generosa que no dudó en ayudar a los demás. Como un hombre que sabía integrar equipos y que era leal entre los leales, amigo entre los amigos; como un hombre profundamente enamorado de sus hijos y de su esposa; como un hombre profundamente enamorado de México.
Recordemos a Juan Camilo como alguien alegre y decidido a trascender, a dejar algo suyo, como nos decía recordando aquel episodio funesto de su vida, que fue el secuestro.
Ese es el Juan Camilo que yo voy a recordar, ese es el Juan Camilo que debemos recordar y que llevaremos siempre en el corazón. El amigo, el compañero de lucha, el estratega, el hombre alegre, joven, el que hizo de su biografía pública y privada un orgullo y un ejemplo para todos nosotros, para el Partido Acción Nacional y para México.
Amigas y amigos:
Decía don Manuel Gómez Morín que en la capacidad de insistir estriba la lucha misma, porque en ella está el secreto final del éxito.
Don Manuel Gómez Morín insistió y él quizá no vio el éxito final, pero sabía que la lucha era, precisamente, el insistir.
Juan Camilo era un hombre perseverante, invencible, inderrotable. No lo podían detener en vida y tampoco lo detendrán en muerte, porque sus ideas y sus valores, y su ejemplo y su recuerdo, como el Cid Campeador, seguirán ganando batallas después de muerto. Él creía firmemente en esto, en la idea de tener la victoria en la mente y el de luchar sin detenerse hasta alcanzarla.
Como miembro del PAN, como servidor público, siempre orientó su ímpetu y energía a la lucha por un futuro que estuviera a la altura de los anhelos de las generaciones del presente y del mañana.
Un hombre íntegro y honesto, para quien la búsqueda de una Patria libre, ordenada y generosa, fue el motor de cada uno de sus pasos.
La honestidad, el amor a México, la lealtad y la justicia eran para él valores inquebrantables y sí también podemos decir cómo vivía su vida, digamos que era un hombre intenso, vivía su vida intensamente, cada hora, cada día, cada segundo; no escatimaba un mínimo de intensidad, vivía a plenitud. Y estoy seguro que, precisamente, esa plenitud nos inundará ahora con su ejemplo.
Por su parte, otros de nuestros Manueles, Manuel Clouthier, dijo que el México de nuestros ideales es posible y está a la mano.
Tenía mucha razón y Juan Camilo también creía en eso. El México de nuestros ideales, de los ideales panistas, es posible y sé que ese México vendrá, amigas y amigos; lo sé yo y lo sabía él, porque depende de todos y cada uno de nosotros que ese México en el que hemos soñado, ese México por el cual hemos trabajado todos, ese México por el cual Juan Camilo luchó, se consolide y sea realidad, que hemos de heredar a las siguientes generaciones.
Yo creo que el partido debe recordar hoy sus razones de ser. Yo quiero agradecerle hoy a don Carlos Mouriño la carta que nos ha escrito en la prensa. Que nos alienta y, yo diría, nos exige a seguir, a seguir más fuerte y no detenernos hasta la victoria que es, precisamente, la materialización de nuestros ideales en un México mejor.
Es inevitable, amigas y amigos, que al encontrarnos con la muerte, nos preguntemos el sentido de la vida.
Y a mí esto me ha permitido refrescar y recordar el sentido de nuestra vida y el sentido de nuestra lucha.
Yo creo que el partido hoy debe recordar su razón de ser, todos debemos recordar su razón de ser. Preguntarnos por qué estamos aquí; no sólo digo en esta sede del PAN, sino por qué estamos en este mundo, por qué estamos en este México, por qué estamos en este tiempo, por qué estamos en este partido.
Y estamos aquí, precisamente, para darle razón a nuestra existencia, como dice nuestra herencia aristotélico-tomista brillante, estamos aquí en este mundo para ser felices.
Estamos aquí en la felicidad plena que se da, precisamente, cuando se hace el bien, el bien individual, que es el perfeccionamiento mismo de la persona; pero el bien colectivo, el bien de los demás, que no es otra cosa, amigas y amigos, que el bien común, el bien que nos planteamos en Acción Nacional.
Y para nosotros el sentido de nuestra vida tiene que ver totalmente con la política, y tuvo que ver para Juan Camilo, tuvo que ver con la política porque él se realizaba plenamente haciendo el bien. Se hace el bien sí, para uno, se hace el bien personal, hay otros más que hacen el bien para algunos prójimos que están muy próximos, hacer el bien por filantropía y por generosidad, y por caridad y, por supuesto, que también realizan el sentido humano.
Pero hay otros más, amigas y amigos, que hacen el bien no sólo para el prójimo más inmediato, sino para el prójimo como colectivo entendido para todas y todos, cada una y cada uno de los demás.
Y la única manera de hacer ese bien para todas y para todos, amigas y amigos, lo sabemos aquí, que es la política, es la política entendida con rectitud, porque política en Acción Nacional, amigas y amigos, es muy parecido al principio ético medular del ser humano, que es hacer el bien.
Para nosotros política es hacer el bien común, sí hacer el bien común en su sentido amplio, pero también el que hacía Juan Camilo ahí en la Secretaría de Gobernación, en su sentido estricto, política es la acción humana encaminada a acceder, ejercer y vigilar el poder para hacer el bien común.
Y él estaba ahí, él vigiló el poder desde que éramos oposición y él accedió al poder, tanto que fue el estratega de la victoria, y ejerció el poder con todas sus consecuencias, con todas sus amenazas, con todas sus flaquezas, con todas sus fortalezas, con todas sus ingratitudes; porque es muy fácil pontificar sentados, como dije alguna vez, desde la columna de mármol, desde el pedestal que se convierte, precisamente, por la inacción, en pedestal de imbéciles.
Pero estar ahí, precisamente, dialogando y negociando, no con ángeles, no con demonios, sino con mexicanas y mexicanos de carne y hueso, con intereses, y ambiciones, y capacidades, y decisiones concretas, de cuya articulación depende el bien o el mal de la Nación, eso, amigas y amigos, eso es precisamente servir a los demás.
Responder y resistir a la ingratitud, a la incomprensión, al insulto y hacerlo con la dignidad, y no sólo eso; con la alegría y con la sonrisa con la que Juan Camilo actuaba, eso es precisamente trascender; eso es precisamente legar, eso es precisamente marcar la diferencia en el mundo en que vivimos, al que llegamos, en el país en el que estamos; eso precisamente transforma y trasciende, eso precisamente inspira y motiva hoy más que nunca.
Hoy el PAN debe recordar estas tareas, las de Juan Camilo, pero las nuestras. Por qué estamos aquí y por qué estamos en esta organización; por qué luchó él y por qué luchamos nosotros.
Estamos aquí para hacer el bien. Y en su memoria, pienso, que se debieran tocar otra vez todas las puertas de México, tocar con los nudillos y decirle a los ciudadanos las ideas que tenemos; tocar las puertas y reconquistar a la gente, acercarse a ella; hacerle ver que aquí, en esta casa hay y ha habido gente y habrá, capaz de ofrendar todo lo que cree, de vivir intensamente su vida y entregarla por ella, por transformar a México, por transformar a la gente.
Ser capaces de llevar las ideas, y no sólo llevarlas al discurso, sino llevarlas a la práctica; ser capaz de luchar por los ideales, como él luchó.
Así que, amigas y amigos:
También homenajearlo significa dejar atrás y de una vez las mezquindades, las ruindades que nos impiden servir, que nos impiden hacer el bien y que nos atrapan en pleitos, en envidias; ruindades sin fin, que paralizan la acción del partido, nos alejan de los ciudadanos y además nos hacen perder elecciones.
Que hoy decidamos en memoria de él, motivados por el dolor que nos hace reflexionar otra vez el sentido de la vida, decidamos cumplir con el deber ético de ponernos a trabajar; el dejar atrás la mohína, el dejar atrás la pereza, de dejar atrás la ambición, de dejar atrás la envidia, que tanto sufrió él, y seguir luchando contra los enemigos de México con la convicción y determinación con la que él lo hizo, con más fuerza aún y de presentar siempre, siempre, siempre, invariablemente, las mejores opciones a los ciudadanos. Esto implica también las mejores y los mejores candidatos.
Porqué el deber ético es precisamente ese, es de ese tamaño y esa magnitud. En la historia de los pueblos que luchan por alcanzar su destino, que conciben un destino común de libertad y de paz en la democracia, siempre hay quienes encarnan la aspiración colectiva de un mañana de grandeza con una misión indeclinable; hay quienes con la llama viva de sus convicciones, de su amada encomienda, de su trabajo incansable, transforman la moral profunda de un grupo de mujeres y hombres entregados a una visión de futuro.
Hay vidas, como la de Juan Camilo, que se siembran y que florecen. Hay quienes proyectan liderazgos genuinos dirigidos a los demás y que hacen ver que el futuro en el que creen es un futuro posible. Hacen ver que el sueño con el que sueñan puede ser una realidad si se hace lo que el deber impone que se deba hacer.
Hoy, amigas y amigos, estamos en presencia, y así lo digo, en presencia de un gran hombre, de un gran amigo, de un gran hermano.
Y, precisamente, por lo que él ha hecho, por sus fieles amigos y colaboradores, como Arcadio, que lo siguieron en este ideal, hoy México, precisamente, es diferente y fue gracias a él que en muchas de las cosas más trascendentes de lo que ahora México está viviendo de cambio, se pudo concretar.
Juan Camilo era un hombre así y por eso siempre será recordado como un joven excepcional, talentoso, alegre. Líderes como él necesita el país, porque construyen la esperanza y son capaces, precisamente, de hacer que esa esperanza se realice; líderes que tienen no sólo la fuerza, sino la congruencia vital, escasa en nuestro tiempo, de ser coherentes entre lo que piensan y lo que dicen.
Juan Camilo, con su amable sonrisa, con sus manos abiertas, infatigables, fue capaz, precisamente, de llamar a otros, a muchos, a crecer, a trabajar limpia y solidariamente por el país, por el bien común, por la seguridad de los mexicanos, por el diálogo y el entendimiento, por las reformas que México necesita.
Fue capaz de lanzarse a la odisea de construir un México donde imperara la ley y se respetara los derechos de todos, sin distingo, no importa el tiempo que nos tomara alcanzar ese ideal.
Fue capaz de creer que México podía ser más justo y que dejara atrás la sombra del atraso y la pobreza, él que fue capaz de dejar lo mucho que tenía, para transformar el rostro y hacer un rostro de justicia en México.
Fue capaz de creer que México sería un país más democrático y que prospera, precisamente, a través del diálogo y del acuerdo.
Y fue capaz de dialogar y fue capaz de acordar.
Recojamos, con el ánimo indeclinable que Juan Camilo nos transmitía, el amor por el desafío de entregar nuestra labor cotidiana por el México que soñamos.
Hagámoslo hoy para honrar su memoria y seguir adelante con la humildad, que es generosidad; seguir adelante con la generosidad, que no puede ser sino infatigable grandeza por nosotros mismos, por los demás mexicanos y por los mexicanos que mañana vendrán.
A todos nos ha podido enormemente esta semana, este evento trágico, pero vamos a seguir adelante; seguiremos con la alegría de su recuerdo y con el testimonio de su ejemplo.
Luis Felipe, mi hijo, que trataba de ver en los periódicos qué había pasado, veía las esquelas y me imagino que intentó, no intentó, hizo la propia; y se las comparto, simplemente porque reúne también sentimientos nuestros.
Dice: Lamento la muerte del licenciado Juan Camilo Mouriño Terrazo, Secretario de Gobernación. Que Dios te ponga entre sus brazos, que te abrace muy fuerte. Nunca te olvidaré.
Juan Camilo, te quiero mucho. Yo y todos tus familiares y amigos.
Adiós, que Dios te cuide y te proteja muy bien.
Nos vemos arriba.
Descansa en paz.
Luis Felipe Calderón Zavala. Una cruz, un símbolo del PAN y un moño negro.
Adiós y hasta siempre, querido Juan Camilo.
Muchas gracias.