Iglesia y narco: la confrontación
PATRICIA DáVILA Y RODRIGO VERA
Proceso # 1695, 25 de abril de 2009
En respuesta a las amenazas de muerte contra siete obispos y 120 sacerdotes, la jerarquía católica entra a la guerra contra el crimen organizado: desde miles de parroquias y comisiones de pastoral social alentarán a los laicos para que denuncien a los cárteles de la droga, a la manera de la Red Libera, una organización italiana antimafia. De cara a los riesgos, la Conferencia del Episcopado Mexicano advierte: “Los narcos tendrán que pensarlo muy bien antes de meterse con la Iglesia”.
Con el señalamiento que hizo el arzobispo de Durango, Héctor González Martínez, de que el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán Loera vive impunemente en esa entidad, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) entró en una etapa de acusaciones directas contra los capos de la droga, después de años de denunciar al narcotráfico de manera muy general, sin dar nombres ni lugares específicos.
Ahora, los centros de derechos humanos que tienen las diócesis del país, así como sus miles de parroquias y sus respectivas comisiones de pastoral social, darán un fuerte impulso a la denuncia contra los cárteles de la droga. Al grado de que, en un “futuro cercano”, es probable que auspicien un movimiento de laicos similar a Libera, la organización antimafia que opera en Italia y que encabeza el sacerdote Luigi Ciotti, quien ya está en México asesorando a la Iglesia católica.
El episcopado dice saber los riesgos de esta nueva etapa, ya que actualmente siete obispos y unos 120 sacerdotes han sido amenazados de muerte por el crimen organizado. Sin embargo, asegura la jerarquía que está dispuesta a derramar “la sangre” de sus ministros, pues para la Iglesia “los mártires son su gloria y no su desgracia”.
El sacerdote Manuel Corral, vocero de la CEM, comenta al respecto:
“Es peligroso denunciar al narcotráfico aportando nombres y lugares. Y más todavía cuando la corrupción de la justicia es tan grande. Podríamos entrar en una guerra. Sin embargo, es necesario impulsar a los laicos para que éstos se organicen; de lo contrario, combatir al narcotráfico será una lucha larguísima.”
–¿De qué manera participará el episcopado?
–A través de nuestras organizaciones en ese ámbito. Hablo de los centros de pastoral social y de derechos humanos que tienen las distintas diócesis, o de otros que operan a nivel nacional como el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro. Y, por supuesto, de las parroquias mismas, cuya reestructuración debatieron los obispos en su última asamblea.
“Nuestras organizaciones se están metiendo cada vez más en ese tipo de defensa de los derechos humanos. Realizan reuniones al respecto. Yo participé, a finales de marzo, en un encuentro al que asistieron varios de nuestros centros de derechos humanos, como los de las diócesis de Saltillo y Tlaxcala. Y repito, la idea del episcopado es que los laicos sean los protagonistas.”
Señala Manuel Corral que la Comisión de Pastoral Social del episcopado será la encargada de “impulsar” esta cruzada católica contra el narco. Y muy probablemente, después pondrá en marcha una organización antimafia similar a Red Libera, que en Italia dirige el sacerdote Luigi Ciotti y combate a mafias como La Cosa Nostra, La Camorra o La Ndrangheta.
“No me extrañaría que, en un futuro cercano, se cree un movimiento semejante a Libera. Por lo pronto, el padre Ciotti ya está en México, compartiendo sus experiencias con nuestros obispos”, dice Corral.
–¿Estarán dispuestos los sacerdotes mexicanos a participar en un movimiento como éste?
–No conozco a ninguno de nuestros sacerdotes que haya renunciado por amenazas del narco. Al contrario, el ser amenazados les da más fuerza para seguir luchando. A viva voz me lo han dicho: “Entrego mi vida por esta causa justa”.
–¿Cuántos sacerdotes mexicanos han sido amenazados por el narcotráfico?
–Alrededor de 120 han recibido amenazas de muerte. Aparte hay siete obispos amenazados, como don Raúl Vera, de Saltillo, que ya lo ha declarado públicamente.
–¿Quiénes son los otros obispos?
–No revelaré sus nombres para no exponerlos. Y las amenazas que han recibido son a través de llamadas telefónicas, mensajes anónimos escritos o de terceras personas que les piden no censurar al narcotráfico en sus mensajes.
–¿Ninguno de ellos ha puesto una denuncia ante las autoridades judiciales?
–No, ninguno, porque les es difícil precisar de dónde provienen esas amenazas. Pero el Consejo Permanente del episcopado está al tanto del problema.
Indica Manuel Corral que, “por fortuna”, los sacerdotes y obispos tienen “un respaldo muy fuerte” de la población. Y advierte:
“Los narcos tendrán que pensarlo muy bien antes de meterse con la Iglesia. Que no se les ocurra matarnos un sacerdote, porque entonces se ganarán el repudio popular.”
El pasado 17 de abril, Héctor González abrió el frente al señalar: “El Chapo vive más delante de Guanaceví, todos lo saben menos la autoridad”.
Después revelaría que el cártel de La Familia Michoacana opera al sur del estado, en las colindancias con Zacatecas, donde seis de sus sacerdotes fueron amenazados.
Pero sus acusaciones no eran nuevas. Ya el 6 de agosto de 2008, él y su consejo presbiterial emitieron la Exhortación pastoral por la salud y la vida, en la que aseguraron que, además de ser zona de paso de la droga, Durango se convertía “en campo de consumo al narcomenudeo promovido e impulsado por ventanas clandestinas, picaderos, casas de consumo, expendios y puchadores”.
El arzobispo del estado norteño –que junto con Sinaloa y Chihuahua integran el “triángulo dorado” del narcotráfico– advirtió a los cárteles que “Durango no es tierra de nadie o disponible para quien la quiera tomar”. Les pidió recapacitar porque la droga “es un camino equivocado que con frecuencia termina en muerte”.
Dijo que el clero permanecía “callado”, cuando debía “promover una lucha frontal contra el consumo y tráfico de drogas, insistiendo en la acción preventiva y reeducativa”. Pedía a los sacerdotes “la manifestación de nuestro testimonio cristiano”.
Pero lejos de disminuir, en 2008 los crímenes relacionadas con el narcotráfico aumentaron 600% en Durango: 300 ejecuciones, 90 levantones y 30 secuestros. En lo que va de 2009, se ha registrado una ejecución cada 20 horas (Proceso Edición Especial número 24).
El alarmante incremento del narcotráfico preocupó más al prelado, por lo que el pasado 12 de abril emitió otra exhortación en la que dijo: “La situación no ha mejorado, al contrario, se acrecienta”.
Explicó que “debido al cierre de la frontera norte de México, el narcotráfico se ha replegado a los estados del norte del país. En consecuencia, va para dos años que la inseguridad y la violencia que origina el narcotráfico, nos hace recordar los años de la mafia de Sicilia o de Chicago”.
Los grupos de narcotraficantes –añadía en su segunda exhortación– “quieren repartirse el control del territorio. Cada semana se sabe de balaceras; de amenazas de bombas y explosiones de granadas, de levantados, de ejecutados y cobro de denuncias”.
Indicó que los grupos antagónicos se disputan a morir las plazas: “Van por los contrarios, los levantan, los ocultan, los masacran, los descabezan y los exponen en la vía pública”, mientras se “posesionan del control de los pueblos, suplantando a las autoridades legítimamente constituidas, sintiéndose sus protectores; en pago de ello obligan a la gente a pagar un tributo”.
Mencionó también a los grupos que, aprovechando la confusión, se dedican a extorsionar, haciéndose pasar por gente de Los Zetas, La Familia Michoacana o La Línea.
La arquidiócesis de Héctor González –a quien el gobernador de Durango, Ismael Hernández Deras, le pidió denunciar a El Chapo ante la PGR– tiene jurisdicción en Durango y Zacatecas. En su exhortación, el arzobispo enlistó los lugares en manos de la delincuencia organizada donde “las autoridades no han mostrado capacidad y competencia para reestablecer la paz pública”.
De Durango, mencionó al municipio de la capital, Santa María del Oro, San Bernardo, Guanaceví, Tepehuanes, Santiago Papasquiaro, El Salto, Guadalupe Victoria, Ramón Corona, Vicente Guerrero, Cuencamé y Súchil. Y de Zacatecas enlistó a Chalchihuites y San Andrés del Téul.
Después de las declaraciones del arzobispo, el 21 de abril, en Ciénega de Escobar, municipio de Tepehuanes (tierra natal del arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera), fueron asesinados a balazos dos militares, José Antonio Cabrera Rosas y Jesús Sánchez Meléndez. Junto a sus cadáveres, las autoridades señalaron que se encontró un narcomensaje que decía: “Con El Chapo nunca van a poder ni gobiernos ni sacerdotes”.
La incógnita que sembró es: ¿Realmente radica El Chapo en Durango? ¿Recibe ahí la protección de las autoridades, como lo sugirió el arzobispo?
Lo cierto es que el municipio de Canelas, enclavado en pleno corazón del “triángulo dorado”, fue escenario de una peculiar historia de amor: ahí El Chapo contrajo matrimonio con Emma Coronel Aispuro, el 2 de julio de 2007. Ella era entonces la reina del Café y la Guayaba de la feria local. Meses antes, el narcotraficante la ayudó a obtener la corona y consolidó su compromiso nupcial con un baile en su honor realizado en la plaza del pueblo el 6 de enero de ese año, al que invitó a los lugareños y fue amenizado por el grupo Los Canelos de Durango. Todo ese día, el capo se apoderó de la localidad (Proceso 1609).
De Canelas también es originario Ignacio Nacho Coronel, brazo derecho de Guzmán Loera. Y muy cerca de ahí, en el municipio de Badiraguato, Sinaloa, vive la madre del capo, Consuelo Loera Pérez.
El arzobispo arremetió contra El Chapo justo tres días antes de que la CEM comenzara su 87 asamblea plenaria, el pasado lunes 20, la cual sirvió de escenario para que los más de 100 obispos y arzobispos participantes cerraran filas y respaldaran a Héctor González.
El obispo de Campeche, Ramón Castro Castro, afirmó tajante en rueda de prensa:
“El episcopado mexicano no se ha desmarcado de don Héctor. Los obispos de ninguna manera lo dejaremos solo. Un sacerdote y un obispo son también profetas, por lo que debemos denunciar esas injusticias. La denuncia es parte de nuestra misión.”
El obispo Raúl Vera fue más allá de la defensa de Héctor González, al señalar que “se tiene que empezar a investigar y meter a la cárcel a gobernadores y presidentes municipales, porque muchos están coludidos con el crimen”. Y agregó que es un “fracaso” la “famosa lucha contra el narcotráfico”.
A la embestida eclesiástica se sumó la arquidiócesis primada de México, a través de su comunicado Narcotraficantes, en la puerta del infierno, en el que pidió no tomar “a la ligera” las denuncias del arzobispo de Durango.
Agregó:
“Nos preocupa la seguridad de nuestros obispos, sacerdotes y fieles, pero es obligación de la Iglesia alzar la voz en contra de aquellos criminales que dañan a la sociedad.”
Y lanzó esta advertencia:
“La Iglesia recuerda que los mártires son su gloria y no su desgracia, y que si es preciso que los ministros de la Iglesia derramen su sangre por proteger a los fieles que Dios le ha encomendado, no dudarán en hacerlo.”
Así, el episcopado pasó a las denuncias concretas contra los capos de la droga, después de años de venir haciéndolas de manera muy general, mediante documentos pastorales o comunicados de prensa. Manuel Corral menciona que la CEM llegó a elaborar “unos 10 documentos dedicados exclusivamente al tema del narcotráfico”, aparte de “muchos otros” donde lo abordó de manera indirecta. Pero siempre evitando hacer “acusaciones concretas”.
Por su parte, el sacerdote italiano Luigi Ciotti comenta a Proceso:
“Todos saben los nombres de los narcotraficantes y los lugares donde se encuentran. Pero se requiere el valor de la palabra para denunciarlos. El arzobispo tuvo ese valor. Ahora, no basta solo con aplaudirle y gritarle ‘¡bravo! ¡bravo!’. No. Hace falta que todos nos hagamos responsables y emprender una línea social contra el narcotráfico y la ilegalidad.”
–¿Cómo vino usted a México?
–Por invitación del episcopado, al que le preocupa la violencia del narcotráfico y quiere saber sobre mi experiencia en Italia. He hablado con los obispos mexicanos y siempre me han hecho esta pregunta: ‘¿Debe la Iglesia participar en este problema, que es de carácter civil?’. Mi respuesta es un sí rotundo. La Iglesia debe participar en estos casos de gravedad extrema que afectan la convivencia social.
Debido a las amenazas que ha recibido por parte de los capos italianos, a Ciotti lo custodia en México un grupo de guardaespaldas trajeados que llevan “chícharos” en los oídos. No es exagerada esta vigilancia, pues en Italia el crimen organizado ha tomado fuertes represalias contra los sacerdotes que realizan activismo antimafia.
Explica Ciotti:
“En una ocasión, el Papa Juan Pablo II visitó Sicilia e hizo fuertes declaraciones contra la mafia. Nos dijo que la Iglesia debía combatirla. Los capos se sintieron agredidos. Uno de ellos declaró: ‘Los hombres de honor de la mafia siempre habíamos respetado a la Iglesia. Pero ahora que ésta interfiere en contra nuestra, debemos enviarle señales de desacuerdo’. Y así fue. Entre otras medidas, han realizado atentados explosivos contra dos templos y nos han matado a dos sacerdotes. Pero esta sangre derramada ha servido para hacer crecer a las conciencias.”
Ciotti creó la Red Libera en 1995, dedicada a coordinar acciones ciudadanas antimafia. Actualmente aglutina a mil 500 asociaciones de todo tipo. Libera impulsó una ley, ya aprobada, que restituye a las comunidades y a los familiares de las víctimas los bienes decomisados a la mafia, canalizados sobre todo a actividades productivas.
“La clave es el beneficio social, que estos bienes se restituyan a la colectividad, de donde salieron con mucha sangre e injusticias”, dice el sacerdote.
En México, Ciotti es requerido ya no sólo por el episcopado, sino también por legisladores, agrupaciones civiles y funcionarios públicos como Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública, con quien se reunió el jueves pasado.
Con sus guardaespaldas de pie, vigilando en torno suyo, el religioso concluye:
“A todos les digo que la solución al problema del narcotráfico no la tiene nadie, que más bien es una respuesta que cada quien construye a su manera. Eso sí, debemos tener esperanza. Pero la savia que nutre a la esperanza es el valor”.