La
ciudad sin Laura/Francisco Luis Bernardez (1900-1978), poeta argentino
Cuando mi boca estaba muda, mi corazón era invisible como el viento.
En la ciudad callada y sola mi voz
despierta una profunda resonancia.
Mientras
la noche va creciendo pronuncio un nombre y este nombre me
acompaña.
La
soledad es poderosa pero sucumbre ante mi voz enamorada.
No
puede haber nada tan fuerte como una voz cuando esa voz es la del alma.
En
el sonido con que suena siento el sonido de una música lejana.
Y
en la energía que la mueve siento el calor de una remota llamarada.
Porque
mi voz es una vaga reminiscencia de la música sin causa.
Para
poblar este desierto me basta y sobra con decir una palabra.
El
dulce nombre que pronuncio para poblar este desierto es el de Laura.
Las cosas son inteligibles porque este
nombre de mujer las ilumina.
Porque
este nombre las arranca de las tinieblas en que estaban sumergidas.
Una
por una recuperan su resplandor espiritual y resucitan.
Una
por una se levantan con el candor y la belleza que tenían.
La
oscuridad desaparece mientras el sueño silencioso se disipa.
Por
este nombre de los nombres hasta la muerte sin palabras tiene vida.
Ya
no resuena entre las cosas el gran torrente de las noches y los días.
El
tiempo calla y se detiene para escuchar esta perfecta melodía.
Mi
vida entera permanece porque este nombre que recuerdo no me olvida.
Portque
este nombre me sostiene con emoción desde su tierna lejanía.
Cuando mi boca lo ignoraba, la soledad
era más homda que el silencio.
Cuando
mi boca estaba muda, mi corazón era invisible como el viento.
Se
conocía que vivía por la canción que lo tenía prisionero.
Pero
vivía en otro mundo; para las cosas de este mundo estaba muerto.
La
pesadumbre de las horas era más íntima que nunca en aquel tiempo.
Porque
las noches eran largas; porque los días de las noches eran lentos.
La
tierra estaba más obscura porque faltaban las estrellas en el cielo.
El
manantial de donde brota la luz que alumbra el corazón estaba seco.
¿Qué
hubiera sido de mi vida sin este nombre que pronuncio en el desierto?
¿Qué
hubiera sido de mi vida sin este amor que me acompaña desde lejos?
Lejos está la dulce causa del corazón, de
la cabeza y de la mano.
Pero
su ausencia es la del río, que con la fuente que lo llora vive atado.
Nunca
he sentido como ahora la vecindad de la mujer que estoy cantando.
Cuando
el amor está presente no puede haber nada escondido ni lejano.
La
luz del fuego que me alumbra ¿no es la del fuego en que se quema sin
descanso?
Aunque
las lenguas se interpongan entre nosotros, ya no pueden separarnos.
Porque
el amor que vence al tiempo no puede estar sino a cubierto del
espacio.
Entre
la dicha y mi existencia la diferencia que hubo ayer se va borrando.
El
ser que nombro es el que, siendo, me da una vida sin dolor ni sobresalto.
Selección:
Xavier Villaurrutia, Emilio Prados,
Juan
Gil Albert y Octavio Paz.