26 dic 2008

Feliz Navidad por Martín Garzo


El buey y los Angeles/Gustavo Martín Garzo, escritor, psicólogo de profesión, Premio Nacional de Narrativa en 1994, Premio Nadal (1999) por "Las historias de Marta y Fernando" Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (2004), entre otros.
Publicado en EL PAÍS, 26/12/08;
En uno de sus poemas más hermosos, Thomas Hardy evoca un recuerdo de su infancia. Es Nochebuena y alguien, al hablar de los bueyes del portal, exclama: “Ahora estarán todos de rodillas”. Pasa el tiempo, y el poeta, que tiene ahora 75 años y se ha convertido en uno de los escritores más grandes de la lengua inglesa, escribe (utilizo la traducción de Joan Margarit): “Todavía / si alguien dijese en Nochebuena, ‘vamos a ver a los bueyes de rodillas, / dentro de la cabaña solitaria / de aquel valle lejano que solíamos visitar en la infancia’, con él iría por la oscuridad / esperando encontrármelos así”.
También Jules Supervielle, el poeta uruguayo francés, escribió un relato sobre los animales del portal. Se titula El buey y el asno del pesebre, y es una delicada muestra de amor a esas criaturas inocentes cuyas figuras de barro tantas veces pusimos en nuestra infancia junto a la cuna del Niño. Supervielle nos cuenta esa historia desde los ojos de un narrador imprevisto: el buey que vive en el portal. Es un relato de un extraño lirismo, pues lo que nos conmueve del buey es esa capacidad para relacionarse con lo no revelado todavía, con ese ámbito de lo invisible que constituye la esencia de la poesía. El buey de Supervielle asiste asombrado a lo que tiene lugar a su alrededor. Ve al Niño que acaba de nacer y se pone a calentarle con su aliento. Todo se vuelve maravillosamente difícil para él. Los ángeles no paran de ir y venir, y acude gente humilde cargada de regalos. Cuando sale al campo se da cuenta de que hasta las piedras y las flores saben lo que ha pasado, y están nimbadas de luz. Y el pobre se pasa las noches en vela, arrodillado junto al niño, viendo aquel mudo celeste que penetra en el establo sin ensuciarse. Esa dicha le conduce al agotamiento más extremo y cuando por fin María, José y el Niño se alejan con el asno, en busca de un lugar más seguro, no puede seguirles, y se queda solitario en el establo, donde muere, sin llegar a entender nada de lo que le ha pasado. José Ángel Valente, al comentar este relato, y lamentándose de que tantos hombres hayan llegado a perder el sentimiento de lo poético, escribe: “Ignoran tanto hasta qué punto los rodea lo invisible, que ni siquiera tienen la prudencia de aquel buey de un delicioso cuento de Jules Supervielle, que en el colmo del júbilo ‘temía aspirar un ángel’, tan denso está el aire de espirituales criaturas”.
Es la misma atmósfera de los frescos que el Giotto pintó en la capilla de los Scrovegni, en Padua. En uno de ellos, María permanece en el lecho y tiende sus manos para tomar agotada a su hijo, y a su lado están el buey y la mula mirándoles. Muy cerca, junto a un san José, misteriosamente ausente, adormecido, hay un rebaño de ovejas y dos pastores, que miran hacia el cielo, donde varios ángeles revolotean sobre el techado de madera como si hubiera tomado alguna sustancia psicotrópica. Todo está detenido y, a la vez, ardiendo, lleno de luz, como si hombres, animales y ángeles fueran presas del mismo hechizo. Una de las cosas que más me conmueve de esta historia, la más hermosa del universo cristiano, es este extraño protagonismo de los animales: que las pobres bestias estén al lado de los hombres y los ángeles participando en un plano de igualdad de la misma revelación.
Coleridge pensaba que la verdadera poesía debía transmutar lo familiar en extraño y lo extraño en familiar, y es justo a eso a lo que asistimos aquí. James Joyce llamó epifanías a estos instantes de comunicación profunda con las cosas, y es esa capacidad para transformar el detalle trivial en símbolo prodigioso la que transforma esta ingenua y antigua historia en verdadera poesía. Eso es una epifanía, una pequeña explosión de realidad que hace del mundo el lugar de la restitución. Miles de niños nacen en el mundo a cada instante y no todos tienen, por desgracia, la misma suerte; pero basta con que sean recibidos con amor para que algún buey aturdido ande cerca y exista el peligro de aspirar alguna criatura invisible al menor descuido.
Un viejo anarquista de un pueblo minero leonés acostumbraba a poner todos los años el belén. Era un belén peculiar, en el que estaban ausentes el castillo de Herodes y el portal, pues, según él, sólo el pueblo merecía figurar en él por ser lo único sagrado. Pero basta acercarse a cualquier niño que nace para saber que ese portal y ese castillo deben estar ahí, pues dan cuenta de la belleza, el misterio y el temor que acompañan su nacimiento. El mundo de los recién nacidos es el mundo de la adoración, de los pastores y los bueyes, de los peregrinos conducidos por señales errantes; pero también el de la muerte de los inocentes y el de la incierta huida a Egipto. No es posible ver la crianza de un niño separada de un humilde portal, de la luz de una estrella, de las innumerables visitas y las calladas atenciones; pero tampoco de la fuga en la noche y de la persecución injustificable y cruel. El mundo de la adoración tiene su contrafigura en ese otro en el que el niño cuanto más querido más vulnerable nos parece, y en que toda vigilancia es poca para preservarle de los peligros que le aguardan en la vida.
Recuerdo ahora los belenes de mi infancia y la emoción que sentíamos cuando, al llegar las navidades, se sacaban las figuras de barro del cajón en que descansaban para montarlos. El río hecho de papel de plata; el musgo, que había que ir a coger al pinar; la escoria, que quedaba en la caldera tras la combustión del carbón; y el serrín, que nos regalaban en una tienda de telas que, por una mágica coincidencia, se llamaba Sederías de Oriente. Pero la casa estaba llena de niños que inevitablemente cogían las figuras de barro al menor descuido para jugar con ellas. Además, de tanto guardarlas y volverlas a sacar de su cajón, era inevitable que muchas se rompieran. Algunas se reponían, pero otras nos daba pena tirarlas, y así el belén se fue poblando de lavanderas con un solo brazo, burros sin orejas, ovejas que habían perdido una pata y campesinos cojos.
Años después escribí una novela en que aparecía una María manca. Cuando me preguntaban por qué, yo solía decir que esa imperfección me permitía arrancarla de aquel mundo de retablos llenos de racimos dorados, vidrieras iluminadas e iconos de oro en que María solía estar, para devolverla al mundo, entre las muchachas reales. Ésta era la explicación que daba, pero creo que la virgen de mi libro venía directamente de ese belén de mi infancia, de ese pequeño pueblo de tullidos, que bien mirado es el que mejor habla de lo que somos. Aquellas figuras rotas y amadas representaban las penas y dolores de la vida, pero también su hondo e incomprensible misterio. El misterio de la belleza y de lo inexplicable, que tan bien representa ese buey del relato de Supervielle que no sabemos si muere de dicha o de tristeza. Aquí termina mi cuento. Ahora sólo me queda desearle una feliz Navidad, querido lector.

Obama

Obama: ¿cambio de rumbo/Fawaz A. Gerges, de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio, Sarah Lawrence College, Nueva York. Autor de El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana, Ed. Libros de Vanguardia
Publicado en LA VANGUARDIA, 23 y 26 /12/08;
Aunque ahora conocemos a los principales responsables del equipo de Obama encargado de la seguridad nacional, no conocemos aún sus prioridades en política exterior. Al decidirse por un equipo de centroderecha, el presidente electo envía múltiples mensajes tanto a su propia casa como al extranjero. Una vez situadas figuras propias del establishment al frente de la seguridad nacional, resulta improbable que se produzcan experimentos radicales o un cambio paradigmático de la política exterior estadounidense.
Estados Unidos volverá a utilizar la brújula del realismo que guió sus relaciones internacionales desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el 11-S del 2001: vuelta a la razón de Estado y el poder de persuasión con énfasis simbólico en los derechos humanos y el imperio de la ley y el derecho.
La política exterior de Obama será una prolongación de la política de la Administración Clinton.
La ironía del caso radica en que el candidato presidencial cuyos lemas de campaña aludieron a un “cambio esencial” se ha rodeado de consejeros y asesores que tienen por lema la continuidad.
Obama es demasiado inteligente y políticamente astuto como para no advertir la tensión existente entre las promesas que hizo durante la campaña de las elecciones presidenciales y el carácter conservador de su equipo económico y de seguridad nacional. En una reciente conferencia de prensa, el presidente electo defendió sus decisiones diciendo que izará la bandera del cambio en la Casa Blanca y será su motor y guía.
“Entiendan - puntualizó Barack Obama a los periodistas-de dónde procede principalmente la visión del cambio. Procede de mí. Este es mi trabajo, aportar una visión de adónde vamos y asegurar, acto seguido, que mi equipo la pone en práctica”.
En otra conferencia de prensa en la que presentó a su antigua rival en la campaña electoral, Hillary Clinton, como secretaria de Estado y dio cuenta de su decisión de mantener en el cargo a Robert Gates como secretario de Defensa y nombrar al general de la Armada retirado James Jones consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, el presidente electo trató de tranquilizar a algunos de sus seguidores más fervorosamente progresistas. “Entiendan - recalcó Obama-, yo marcaré como presidente el rumbo político. Seré el responsable de la visión que este equipo ponga en práctica y confío en que así proceda una vez adoptadas las decisiones”.
Obama tiene razón. Como presidente, su responsabilidad fundamental se cifra en aportar visión y guía a su gobierno y administración, aunque topará con opciones políticas presentadas por los secretarios de Estado, Defensa y Tesoro y el consejero de Seguridad Nacional.
El peligro estriba en que la visión de Obama se diluya entre intereses rivales en el seno de su equipo.
La crisis de Oriente Medio es el ámbito en el que la visión de Obama podría representar una diferencia crucial en el empeño de restablecer el poder y el prestigio de Estados Unidos. Pero ¿será realmente innovador Obama, contribuyendo al logro de un amplio acuerdo árabe-israelí y rompiendo la barrera psicológica entre musulmanes y judíos y musulmanes y occidentales? O, por el contrario, ¿se centrará en los acuciantes retos que Estados Unidos afronta actualmente en Iraq, Afganistán, Pakistán e Irán?
Para el presidente electo, Iraq es importante por razones de orden simbólico y personal (se opuso a la guerra y durante la campaña presidencial prometió varias veces retirar la mayoría de las tropas estadounidenses en un plazo de 16 meses) y por necesidades de tipo económico. Estados Unidos gasta alrededor de 148.000 millones de dólares anualmente en Iraq, una suma asombrosa tratándose de una economía abrumada por la recesión que busca fondos con urgencia para financiar sus grandes proyectos de recuperación económica y pagar el gasto creciente del conflicto afgano-pakistaní.
Sin embargo, acabar con la misión militar estadounidense en Iraq no modificará de modo espectacular el panorama de la región ni solucionará los aprietos que arrostra la seguridad de Estados Unidos en el mundo islámico.
De forma similar, volver atrás en materia de un compromiso más activo en Afganistán es una senda erizada de peligros. Como descubrieron con retraso grandes potencias, Afganistán es una trampa mortal que frustró sus aspiraciones imperiales y abocó al declive. Estados Unidos, en definitiva, debe disminuir el nivel de su compromiso militar y apoyarse en una fórmula de alcance regional para estabilizar este país desgarrado por la guerra. Diversas declaraciones del equipo de seguridad nacional de Obama reconocen que no existe solución militar en Afganistán ni en Pakistán, como los responsables del Pentágono reconocen actualmente.
¿En dónde puede radicar el talante innovador de Obama con respecto al mundo musulmán? ¿Cómo puede propinar un KO a Al Qaeda y al extremismo en general reforzando al tiempo las fuerzas moderadas y progresistas en la región?
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El cambio de rumbo, en el caso de Obama, entraña la inversión de su considerable capital político en el logro de un acuerdo de paz árabe-israelí. No se trata de hacerse ilusiones o de ejecutar una pirueta académica. Según se ha informado, los asesores con más experiencia de Obama - entre ellos, Dennis Ross, antiguo enviado para Oriente Medio durante los mandatos de Clinton y Bush; Daniel Kurtzer, antiguo embajador de Estados Unidos en Israel y Egipto, y Zbigniew Brzezinski, antiguo consejero de Seguridad Nacional-le han apuntado que es el momento oportuno para negociar un audaz acuerdo de paz entre árabes e israelíes en los primeros seis a doce meses de su mandato, mientras pueda beneficiarse de una actitud más benevolente.
Frente a los catastrofistas y pesimistas, puede producirse un avance importante en la crisis centenaria de Oriente Medio.
Parece que se ha abierto paso un cierto consenso tanto en el mundo árabe como en Israel en el sentido de que será más viable y duradero un acuerdo general de paz que acuerdos bilaterales.
Los dirigentes de ambas partes evocan el plan de paz árabe propuesto por Arabia Saudí en el 2002 y aprobado por la Liga Árabe,que implica el reconocimiento de Israel por parte del mundo árabe a cambio de su retirada a las fronteras anteriores a 1967. Los sondeos de opinión en Israel y Palestina indican que una mayoría de israelíes y palestinos es favorable a un acuerdo basado en una solución de dos estados.
Apoyada por todos los gobiernos árabes, incluso los llamados “del rechazo” (Siria, Libia y Sudán), la fórmula de “paz por territorios” ha contado recientemente con la conformidad de Tzipi Livni, ministra de Asuntos Exteriores de Israel y líder del partido Kadima, así como la del primer ministro saliente, Ehud Olmert. En una conferencia de las Naciones Unidas bajo patrocinio saudí sobre la reconciliación religiosa, celebrada en Nueva York el pasado noviembre, el presidente Shimon Peres elogió públicamente al rey Abdulah de Arabia Saudí, que promovió la iniciativa de paz árabe y se esforzó por alcanzar su aprobación oficial en la cumbre árabe celebrada en Beirut el 2000.
Ante casi 50 jefes de Estado y otros líderes mundiales, Peres dijo al rey Abdulah: “Deseo que su voz se convierta en la voz predominante de toda la región y de sus habitantes”. Las declaraciones de Peres, que obtuvieron amplio eco en los medios de comunicación árabe-musulmanes e israelíes, propiciaron un gran debate sobre las condiciones de un acuerdo de paz general árabe-israelí.
Israel, en particular, se halla sumido en un gran debate sobre sus relaciones con el mundo árabe. El mes pasado, 500 ex generales, diplomáticos y veteranos de los servicios de seguridad israelíes lanzaron una campaña para vender el plan de paz árabe a la sociedad israelí. En un anuncio de página entera en la prensa israelí, sus 500 promotores, encabezados por el general de división retirado Danny Rothschild, instaban a sus conciudadanos a “no desperdiciar la ocasión histórica que ofrece el mundo árabe moderado”.
En sus primeros siete años en el poder, la Administración Bush desatendió el proceso de paz y consumió su precioso capital político en la llamada guerra global contra el terrorismo y el fomento de la democracia en tierras del islam. Obama ha prometido modificar todo esto. A la mañana siguiente de remachar la nominación demócrata, el presidente electo manifestó ante una nutrida audiencia del comité de asuntos públicos EE. UU.-Israel (favorable a la óptica del partido Likud) imbuida, en cierto modo, de escepticismo: “Como presidente, trabajaré para ayudar a Israel a alcanzar el objetivo de dos estados, un Estado judío de Israel y un Estado palestino, que convivan en paz y seguridad. Yno esperaré hasta el fin de mi presidencia”.
Hillary Clinton siguió en su subida al podio al hombre que la había derrotado, insistiendo en los mismos temas. Aunque el nombramiento de Clinton para el cargo de mayor responsabilidad diplomática atenuó el optimismo existente en el mundo árabe sobre las perspectivas de paz, los puntos de vista de Clinton son casi idénticos a los del presidente electo. Será una negociadora eficaz y respetada en el extranjero y venderá en casa el programa de política exterior del presidente.
Según se ha informado, Obama en su visita a Israel y Palestina preguntó a Mahmud Abas y a los líderes israelíes sobre las perspectivas de la iniciativa de paz árabe. Según The Sunday Times londinense, Obama dijo a Abas que “los israelíes estarían locos si no aceptaran esta iniciativa, que les daría paz con el mundo musulmán desde Indonesia hasta Marruecos”.
Ross y Kurtzer, experimentados asesores de Obama que le acompañaron en su visita a Oriente Medio, han elevado al presidente documentos escritos sobre la urgencia de impulsar una iniciativa inmediata para solucionar el conflicto árabe-israelí.
Sólo le resta Obama proceder en consecuencia siguiendo su consejo.
Asimismo, un grupo de pesos pesados en política exterior de ambos partidos apremió al presidente electo a dar preferencia a la iniciativa árabe inmediatamente después de su victoria electoral. Entre ellos se contaban Lee Hamilton, ex copresidente del grupo de estudio sobre Iraq; Brent Scowcroft, ex consejero republicano de Seguridad Nacional, y el citado Brzezinski. Scowcroft dijo que un pronto inicio del proceso de paz representaría “una manera de modificar psicológicamente el ánimo en la región”, el área más difícil y conflictiva del mundo.
Europa también insta a proceder con celeridad, advirtiendo que se acerca la hora en que la solución basada en dos estados ya no sea posible. La UE de 27 miembros ha elaborado un documento en el que hace un llamamiento a Obama para que preste pronta atención al conflicto, al tiempo que se ofrece a desempeñar un papel estabilizador. Tony Blair, el ex primer ministro británico, ha expresado su esperanza de que la Administración Obama presione enérgica e inmediatamente a favor de un progreso en las negociaciones palestino-israelíes. Blair, el enviado internacional para Oriente Medio, indicó al Consejo de Relaciones Exteriores reunido en Nueva York a principios de diciembre que era el momento de dar un nuevo empujón a favor del proceso de paz. Mucho dependerá de lo que haga Obama, dijo Blair. En su opinión, la cuestión clave - de la que está pendiente la gente-es la siguiente: “¿Se impulsará el proceso con la necesaria urgencia y resolución? Tengo plena confianza en ello”. De hecho, Obama debería presionar inmediatamente a favor de un amplio acuerdo de paz árabe-israelí susceptible de transformar la política árabe y musulmana y las relaciones de Estados Unidos con esta parte del mundo.
Para numerosos árabes y musulmanes, la penosa situación de los palestinos constituye una cuestión de identidad, no sólo política. Es una herida sangrante, de huellas psicológicas, que ha radicalizado y militarizado la política árabe. De Naser a Bin Laden, Palestina ha sido un clamor a favor de una causa.
A Israel se le ve como una fortaleza occidental en el corazón del islam, y su ocupación de tierras musulmanas constituye un recordatorio constante de la dominación y yugo europeo y, actualmente, estadounidense de árabes y musulmanes. A Estados Unidos, en particular, se le considera responsable de permitir que Israel oprima y humille a los palestinos. Crecientes sentimientos antiamericanos son resultado de la hostilidad árabe-israelí siempre a punto de estallar.
Los riesgos de una iniciativa de Obama merecen la pena por las posibles compensaciones. Una solución negociada del conflicto con ayuda de la mediación estadounidense remacharía el último clavo sobre el ataúd de Al Qaeda y la militancia islamista en general. Favorecería el compromiso político de Estados Unidos en relación con Irán y su decisión de hallar una fórmula de alcance regional para estabilizar Afganistán y afrontar el creciente extremismo político en Pakistán.
Obama podría, incluso, pasar a la historia como el hombre que llevó la paz a Tierra Santa.

Gandhi, hoy

Gandhi y los atentados de Bombay/Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní y catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo
Publicado en EL PAÍS, 26/12/08;
Mientras el mundo continúa haciéndose preguntas sobre los atentados de Bombay, sería un error político e intelectual centrarse únicamente en la violencia de raíz islámica y en el terrorismo procedente de Pakistán.
Con frecuencia, la islamofóbica obsesión con el terrorismo musulmán impide tener una visión general del asunto, que trate de comprender qué motivaciones llevan a los individuos a matar para defender la democracia o para oponerse a ella. La batalla por esa democracia no podrá ganarse mediante la intervención militar en Oriente Medio o en el Sur de Asia, sólo se ganará cuando los diversos puntos de vista de las culturas musulmanas tengan medios de expresarse.
Para que en una de esas regiones, o en las dos, pueda surgir un Gandhi musulmán, las democracias, más que ser únicamente fieles a sus bases pragmáticas, tendrán que atenerse a sus fundamentos éticos. Después de todo, la democracia parte de la confianza en la conciencia ética del ser humano, que debe despertarse y cultivarse.
Hoy en día, en gran medida a consecuencia de la obra de Mahatma Gandhi, la India goza de independencia política y en el proceso de desarrollo de las libertades que él puso en marcha continúan empeñadas personas de todo el país. Mahatma Gandhi sigue siendo un pensador relevante, no sólo por su teoría y práctica de la no violencia, sino porque durante toda su vida defendió la tolerancia política y el pluralismo religioso. Nada tiene esta defensa de doctrinario o de apriorístico. Todos sus presupuestos sobre la importancia de la autonomía personal y la libertad política para la existencia humana y la vida moderna han sido contrastados en la práctica.
Es de sobra conocido que las ideas de Gandhi evolucionaron con la experiencia, pasando de una perspectiva enormemente simplista a otra más madura, elaborada y fundamentada. Hace más de doscientos años el famoso filósofo alemán Immanuel Kant respondió a la pregunta que le hizo un periódico berlinés, “¿Qué es la Ilustración?”, equiparando ésta con una madurez alcanzada mediante el recurso a la razón. Para Gandhi, la madurez consiste en la asunción por parte del hombre de la responsabilidad de utilizar su razón crítica y ésta consiste en el inquebrantable examen de nuestros presupuestos más preciados y vehementes.
En consecuencia, Gandhi consiguió articular un escenario de transformación, no sólo indio sino contemporáneo, que todavía mantiene la vigencia de su filosofía. Pero no creó un sistema. Fundamentalmente, encontró vías para alcanzar objetivos sociales e individuales. En realidad, era un ardiente defensor del Estado de derecho y un partidario de los derechos humanos básicos, que criticaba cualquier forma de acción política basada en la violencia y la intolerancia, manifestándose fervientemente a favor de un gobierno limitado. De este modo, el pensamiento político de Gandhi no puede identificarse ni con la tradición liberal ni con la anarquista, ni tampoco con las propuestas de diversos filósofos comunitaristas de hoy en día.
De igual manera, Gandhi no se encuadra en ninguna de las tres opciones ideológicas disponibles en el mundo actual. La primera es el retorno al “dogmatismo religioso”. La segunda, un “relativismo” ejemplificado por el movimiento posmoderno, para el que la verdad objetiva debe sustituirse por una verdad hermenéutica. La tercera opción es el “fundamentalismo racionalista”, que cree en el poder absoluto de la razón, desacralizando todo lo relevante. Gandhi no encaja en ninguna de esas tres visiones principales que inciden sobre nuestro presente. No es un fundamentalista religioso, no es un revitalizador del culturalismo y tampoco participa de la fe absoluta en la razón.
Gandhi tuvo el valor de defender y de contestar la autoridad de la tradición, siendo consecuente con sus creencias, pero sin dejar de renunciar a la libertad de cambiar de idea, descubrir cosas nuevas y redescubrir lo que en su momento había dejado de lado. En realidad, una de las tareas que se impone la no violencia de Gandhi es la de acabar con los estereotipos y categorías reduccionistas que limitan el diálogo entre los seres humanos.
En este sentido, la aportación de Mahatma Gandhi a la creación y fomento de una cultura pública que, basada en la ciudadanía, garantice a todos el derecho a expresar su opinión y a actuar, constituyéndose en alternativa a un sistema de representación basado en los partidos y estructuras estatales de carácter burocrático, es uno de los temas de debate más importantes dentro de la filosofía política occidental de hoy en día. Gandhi era muy consciente de que, para fomentar un “pluralismo ampliado”, es preciso desarrollar instituciones y prácticas que permitan a todo el mundo articular, contrastar y transformar su opinión y su perspectiva.
Se adelantó mucho a su tiempo. De hecho, dos generaciones después de su muerte, aún va muy por delante del nuestro. Si siguiera vivo, nos pediría que aceptáramos que el ser humano es igual en todas partes, que es un tremendo error considerar que hay pueblos, ya sean los judíos, los musulmanes, los hindúes, los cristianos, los blancos o los negros, que son imperfectos o peores que otros. En segundo lugar, pediría un diálogo que salvara las divisorias religiosas y que denunciara el carácter absolutamente inaceptable e injustificable del terrorismo.
Como para Gandhi la India albergaba diversas religiones y culturas, el diálogo interconfesional demostró ser un método seguro para forjar vínculos de unidad entre hombres de credos distintos, convirtiéndose en un método contrastado de transformar la discordia y el conflicto en armonía y cooperación. Sin dejar de predicar la igualdad entre las religiones, Gandhi no dejó de enumerar principios de diversos credos que habían contribuido a enriquecer la espiritualidad existente en territorio indio.
Lamentablemente, hoy en día sigue habiendo conflictos religiosos y es frecuente que la violencia vaya unida a pasiones que se relacionan con distintas comunidades basadas en la pertenencia a un credo. Problemas como la pobreza y la desesperación, por poner sólo dos ejemplos, pueden ir ligados a cuestiones religiosas, produciendo a veces agresiones y prácticas como la de convertir a los demás en chivo expiatorio.
En la actualidad, la civilización islámica y la occidental están presas de una relación funesta, que las hace odiarse y temerse mutuamente. Sin embargo, en el caso de las polémicas y de la violencia que enfrentan al islam con Occidente, no estamos asistiendo a un choque de civilizaciones, sino a un choque de intolerancias. La intolerancia es sobre todo la incapacidad o la falta de disposición a soportar algo diferente. Es evidente que en las sociedades actuales impera la intolerancia hacia los que no son como nosotros. Y no sólo hablamos de intolerancia moral o política, sino de la que sufre cualquiera que de una u otra forma es distinto.
Una vez más, las luchas en defensa de la paz y la igualdad han demostrado que la no violencia tiene un poder moral que suscita en nosotros un respeto y una veneración que la violencia nunca podrá engendrar.
Gandhi ha sido un luminoso ejemplo para mucha gente, en concreto para los que han decidido resistirse a la injusticia. El hecho de que algunos de sus seguidores hayan fracasado no significa que ya no esté vigente. Como dijo Martin Luther King en una ocasión: “Si queremos que la humanidad avance, no podemos prescindir de Gandhi”. Ha llegado el momento de que busquemos en nuestra alma y nos preguntemos por qué hoy en día Gandhi está aún más vigente.

Desiderata de la felicidad


La desiderata de la felicidad/ de Max Ehrmann*
La desiderata de la felicidad/
Camina plácido entre el ruido y la prisa
y recuerda
qué paz se puede encontrar en el silencio.
En cuanto sea posible y sin rendirte,
mantén buenas relaciones con todas las personas.
Enuncia tu verdad de una manera serena y clara
y escucha a los demás,
incluso al torpe e ignorante,
también ellos tienen su propia historia.
Esquiva a las personas ruidosas y agresivas,
ya que son un fastidio para el espíritu.
Si te comparas con los demás, te volverás
vano y amargado,