30 may 2010

Don Lorenzo Sertvitje

 “¿Y don Lorenzo no tendrá nada qué decir?”.
El “mea culpa” de (Don Lorenzo) Servitje/
Rodrigo Vera

Revista Proceso 30 de mayo de 2010
Trece años después del boicot publicitario del empresario Lorenzo Servitje al Canal 40 por denunciar los abusos sexuales de Marcial Maciel, Miguel Ángel Granados Chapa dedicó su columna “Interés Público” de hace dos semanas a ese tema y la tituló “¿Y don Lorenzo no tendrá nada qué decir?”. Días más tarde, el dueño de la empresa Bimbo, uno de los más generosos patrocinadores de los Legionarios de Cristo, envió una carta al columnista en la que intenta deslindarse de ese episodio. En su descargo, Servitje expone: “Si en aquel entonces hubiera tenido conciencia de esta posibilidad (de apoyar a quienes se atrevieron a denunciar a Maciel), habría buscado, téngalo usted por seguro, otras formas de impedir el escándalo”.
Lorenzo Servitje, dueño de panificadora Bimbo, lamenta hoy el sufrimiento que provocó a las víctimas de Marcial Maciel por haber retirado en 1997 la publicidad de su empresa al Canal 40, debido a que esta televisora trasmitió, en mayo de ese año, un programa en el que se dieron a conocer los abusos sexuales cometidos por el fundador de los Legionarios de Cristo.

Suicidios entre jóvenes

Epidemia de suicidios entre los jóvenes/Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría y Presidente de la Fundación Rojas-Estapé para jóvenes con trastornos de la personalidad, con pocos recursos económicos
Publicado en EL MUNDO, 19/03/10;
Acaba de aparecer en el anuario del Instituto Nacional de Estadística (2009) que la primera causa de muerte entre la gente joven es el suicidio, por encima de los accidentes de circulación. El número de españoles que se quita la vida ha crecido en un 31% en sólo 10 años. El tema es inquietante. Decía Albert Camus, el filósofo existencialista: «Sólo hay un problema filosófico realmente serio: el suicidio» (el mito de Sísifo).
El asunto es verdaderamente preocupante. ¿Qué está pasando, qué ha sucedido en nuestra sociedad para que en la edad mas vital de la existencia, tanta gente no quiera seguir en la aventura de la vida?
La infancia es la razón en reposo. La juventud es la emotividad saltando con bravura dentro de uno. Cuando eres joven estás lleno de posibilidades; cuando eres mayor estás lleno de realidades. El problema es que hoy los jóvenes están perdidos, sin rumbo, bombardeados por un sinfín de noticias, tirones, demandas, exigencias… y cada vez con menos criterio. Hay mucha información, pero poca formación: es decir, ideas claras, nitidez en los conceptos, comprensión de lo que está pasando.
Educar es enseñarle al hombre lo que es la vida. Estamos en una era de progresos insospechados. Los avances habidos en los últimos tiempos de la Historia de la humanidad son increíbles y positivos. Y, al mismo tiempo, hoy y ahora el ser humano está más perdido que nunca en lo esencial. Masas de gente sin rumbo, a la deriva, desorientadas. ¿Cómo se manifiesta esto en la gente joven? Estar desorientado es no tener respuesta a esas dos grandes cuestiones que yo planteaba: qué es el hombre, por un lado, y qué es la vida, por otro. No hay respuesta, porque no hay criterio, ni formación, ni ideas claras sobre cuestiones fundamentales.
¿Cuáles son las principales causas y motivos que dan lugar a esta epidemia de suicidios juveniles en España y en Europa?
1. Las depresiones en sus distintas modalidades. La depresión es la enfermedad de la tristeza. El paisaje interior está presidido por la melancolía, la pena, el disgusto de vivir, la falta de ilusiones. En la gran mayoría de los jóvenes son depresiones exógenas o reacciones depresivas. Están producidas por impactos negativos de la vida. Pueden ser macrotraumas: hechos de gran dureza, que marcan y van dejando una huella negativa, que conduce, arrastra y lleva a estar en ese estado de ánimo. O los microtraumas: que son vivencias negativas de menor intensidad, que sumadas una al lado de la otra, forman una constelación que es como una rampa deslizante, que lleva a estar depresivo.
Familias rotas y mal avenidas, ausencia de modelos sanos de identidad, hechos no superados ni digeridos -como abusos sexuales, padres alcohólicos, ejemplos demoledores de familias neuróticas-; en una palabra: haber vivido ya desde edades muy tempranas situaciones de agresividad, desequilibrio a su alrededor que han dejado una marca casi imborrable.
2. Fracasos sentimentales. La juventud es la edad de los grandes amores. De las mejores audacias y osadías. Los sentimientos hacen de intermediarios entre los instintos y la razón. Por eso hay que educarlos con especial cuidado. Veo cada vez más relaciones afectivas demasiado tempranas (los jóvenes empiezan a emparejarse desde los 15-16 años), lo que, por su misma condición, no puede durar, y al mismo tiempo con la sexualidad en primer plano.
Se produce una cadena de desengaños. Decepciones, desencuentros y todo un paisaje sombrío en una época de la vida en que el extremismo está muy presente. Como psiquiatra, he visto intentos autolíticos que arrancan de estas vivencias donde se mezcla un amor roto en el que se había puesto una intensidad que no procedía, acompañado de soledad, aislamiento, dificultades para comunicarse en profundidad con un amigo o una persona de confianza. Y, de pronto, se hace balance existencial precipitado y no se ve otra salida que quitarse uno de en medio, creyendo que así se arregla todo rápidamente.
3. Los trastornos de la personalidad. Hoy se han multiplicado éstos, al haberse quebrado el tejido socio-familiar y ante las nuevas coordenadas que han ido asomando en los últimos tiempos. Es lo que he llamado la tetralogía light, que está constituida por hedonismo, consumismo, permisividad y relativismo.
Los cuatro desajustes de la personalidad que con más frecuencia intentan el suicidio son, por este orden: los trastornos mixtos (aquéllos en lo que se da una mezcla de alteraciones), la personalidad límite, la histriónica y la obsesiva.
En el mixto, el esquema resumido de este tipo de sujetos en los que prosperan las ideas autodestructivas podría quedar así: joven de 18 a 24 años aproximadamente que va mal en los estudios o que tiene un trabajo con el que no se siente identificado, impulsivo, inestable, con tendencia a convertir los problemas en dramas, impaciente, con poca madurez de los sentimientos, que ha tenido algún contacto con drogas más o menos esporádico y que va viendo su incipiente biografía con escasos resultados positivos… Y que lo quiere casi todo y de inmediato.
En el límite todo está presidido por la reacción en cortocircuito. En el histriónico, lo que se quiere es llamar la atención, sin buscar realmente la muerte. En el obsesivo lo que sucede en que se va instalando una idea fija que no le suelta y le atrapa en sus redes.
4. La ansiedad y las crisis de pánico. Hay dos modalidades en esta vivencia. La ansiedad generalizada, que es como estar envuelto en una red de temores difusos, etéreos, desdibujados, imprecisos y de perfiles que parece que se escapan.Y las crisis de ansiedad o de pánico: aquí la experiencia es breve, súbita, inesperada, como si se tratara de una borrachera de ansiedad a lo grande, en donde asoman tres espectros amenazadores cuando la intensidad se hace mayor: temor a la muerte, temor a la locura y temor a perder el control. Es muy dura y sobrecogedora y da lugar al miedo a que se repita, lo que lleva a estar en guardia, al acecho, a un cierto estado de vigilancia y anticipación expectante.
EN MIS LIBROS Estudios sobre el suicidio y Adiós depresión he descrito la secuencia de pasos que se dan en la acción suicida. Primero parece la idea suicida que se va abriendo paso en el escenario mental; después, la etapa de la ambivalencia afectiva, en donde existe un forcejeo íntimo; más tarde, la fase de las influencias informativas (aquí el oír que alguien ha intentado suicidarse o el hecho de un suicidio consumado pueden ser determinantes) y, por último, la decisión y el paso al acto. En cada uno de esos momentos es importante la posible labor del psiquiatra, del psicólogo y, por supuesto, de la familia y de algún amigo muy cercano. Las creencias religiosas son fundamentales y constituyen un factor preventivo de primer orden.
Sólo puedo esbozar aquí algo de los llamados suicidios atípicos, que son las conductas de riesgo (ir a gran velocidad en un coche, jugándose uno la vida; comportamientos muy atrevidos), ordalías (conductas en donde uno pone una prueba a Dios para que Él decida…) y el desinterés por vivir (aquí está el abandono, la dejadez, la apatía…). Y, por último, los suicidios enmascarados, que son aquellos en los que todo queda camuflado, como los autocidios o intentos de suicidio de los automovilistas que prefieren escoger esta técnica para que su acción sea confusa; y las drogodependencias suicidas, que se dan en personas que consumen sustancias de forma crónica y que llevan una muerte en vida, con la entrega a la adición a la cocaína, heroína y productos sintéticos.
¿Qué podemos hacer los psiquiatras y los psicólogos en tales casos? Lo primero es detectar estas inclinaciones y tipificar un diagnóstico correcto. Después, contamos con una tetralogía terapéutica, que consiste en lo siguiente:
- Farmacoterapia: a base de antidepresivos, ansiolíticos y sedantes. Aquí la pericia del médico es decisiva y va a tener un papel de primer orden.
- Psicoterapia: pautas de conducta para enseñarle a esa persona a interpretar su realidad de forma más sana, equilibrada y positiva. En la edad juvenil, esto es fundamental. Arte y oficio. Saber escuchar y sugerir comportamientos que reestructuren a ese sujeto y le devuelvan la esperanza y las ilusiones por vivir.
- Socioterapia: muchos jóvenes están solos, sin apoyos humanos. Hay que diseñar estrategias realistas y exigentes que le hagan descubrir la importancia de la relación interpersonal y la amistad verdadera.
- Laborterapia: se ha descrito el concepto de los jóvenes ni-ni, aquellos que ni estudian ni trabajan: que flotan sin asideros. Un trabajo, una ocupación, son aquí muy importantes.
Nuestra sociedad debe ser más sensible a esta realidad que es el suicidio juvenil y mostrar un rostro más humano, no tan materialista y racional. Superar las heridas del pasado es buena salud

Listo e inteligente

Qué diferencia hay entre listo e inteligente?/Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría y presidente de la Fundación Rojas-Estapé
Publicado en EL MUNDO, 21/05/10):
Cuando yo era un adolescente, aprendí en casa de mis padres la importancia de una buena conversación durante las comidas familiares. Y eso es algo que he heredado de ellos. Lo solemos hacer en nuestra casa y salen temas de conversación en donde conseguimos que se dé un solo asunto, un solo argumento sobre la mesa a partir del que todos podamos hablar y dar nuestra opinión. Y pasar de ese a otro, si en el curso de la conversación la cosa ha llegado a su fin y se ve necesario hacer un cambio. Es importante que exista un moderador que ponga orden, porque con frecuencia queremos todos hablar al mismo tiempo y nos quitamos la palabra unos a otros. En esos casos es difícil entenderse y pueden sucederse varias conversaciones al mismo tiempo o cruzadas. A esto somos muy dados los latinos en general y los españoles, en particular.
Hace unos días, saqué yo este tema. Y como ha ocurrido otras veces, la conversación fue apasionante y unos nos rectificábamos a otros, matizando entre las distintas estirpes de inteligencias que pueden darse.
Lista es una persona rápida, sagaz, astuta, operativa, práctica. Hablamos de alguien con capacidad para resolver problemas y dificultades y poner sobre la marcha una solución que resuelve esa dificultad. También, es el que sabe lo que hay que hacer en cada momento y lo hace. Sabe funcionar. Tiene habilidades para moverse con la gente y tiene una visión inmediata de la realidad. Por decirlo de una forma sencilla: es habilidoso para la vida. No analiza tanto y se dirige a la meta con prontitud. Es la inteligencia operativa, pegada al día a día. Quiere resultados a corto plazo, ¡ya!
El listo es avispado, veloz, perspicaz, despierto, sutil, está muy atento a los que sucede y toma buena nota de lo que está pasando. Es el triunfo de la inmediatez, la visión más corta de la jugada, la capacidad para resolver un problema. También, saber situarse en la vida de forma realista. Saber resolver un problema que surge de forma inesperada y que pone a prueba la capacidad para ensayar una solución sobre la marcha. Lista es una persona con capacidad de síntesis, lo que le lleva a actuar y a resolver y a salir delante de una situación de conflicto. Es saber adaptarse al medio y resolver. Tiene más información que cultura.
Si el listo está muy pagado de sí mismo puede caer en la vanidad. Mientras que si el inteligente se magnifica a sí mismo puede tender a caer en los brazos de la soberbia.
Inteligente es el que tiene más conocimiento e información y sabe más. Comprender lo complejo y hacerlo sencillo. Es más teórico y analítico, desmenuza los temas y los pone sobre la mesa y los segmenta. Después hace un recorrido sobre ellos, serpenteando sus características y siendo capaz de detenerse en sus pliegues y matices. Es la disquisición pormenorizada. Si se acompaña de cultura, todo se enriquece. Y puede haber brillantez. Es, por tanto, más profundo; su cabeza es más lenta por los muchos datos que se hospedan en ella y esto significa que hay más reflexión. Tiene un componente más intelectual y de estudio. Tiene una visión más larga de la jugada.
El amor es la poesía de los sentidos, la inteligencia la nitidez de la razón. La afectividad y la inteligencia son los dos bastiones más importantes de la vida. Si sabemos situar ambos dentro del mapa del mundo personal, habremos dado un paso al frente para alcanzar un buen equilibrio psicológico.
Uno y otro son los principales protagonistas de la sinfonía de la felicidad.
El inteligente puede saber muchas cosas y recrearse en el conocimiento y en todo lo que esto le aporta, pero puede costarle manejar situaciones difíciles. Tiene más formación y cultura.
Entre el listo y el inteligente hay una gama de expresiones inteligentes en donde nosotros nos situamos y, al mismo tiempo, ubicamos a los demás.
HAY MUCHOS tipos de inteligencias en plural y, generalmente, unas se excluyen con otras, es bien difícil tenerlas todas. Pero debo insistir en que existen dos modelos: uno monárquico, que habla de un factor rey o global, que aloja a todas las posibles estirpes que pueden darse dentro de ellas. Y otro, el oligárquico, que habla de muchos espacios y modalidades de inteligencias y cada una de ellas tiene un cierto perímetro propio, que se entrecruza con otra.
Enumero a continuación algunas de ellas.
- Inteligencia teórica: capacidad para moverse en el terreno de las ideas y los conceptos. Facilidad para el trabajo abstracto. Busca el rigor del pensamiento. Es el intelectual en el amplio sentido de la palabra.
- Inteligencia práctica: es saber resolver problemas. Quien la posee se mueve mediante esquemas de conducta y tiene una eficacia directa, que casi se dispara como un muelle. Es más imaginativo y maneja más la intuición, pero es más superficial.
- Inteligencia social: saber moverse en el campo de las relaciones interpersonales, con soltura. Estamos ante el gran relaciones públicas.
- Inteligencia analítica: facilidad para desmenuzar un tema y escudriñarlo, distinguiendo y puntualizando los matices y vertientes que en él se presentan. Es el inteligente en el sentido que da título a este artículo.
- Inteligencia sintética: capacidad para saber resumir las características que se hospedan en un tema o asunto; espíritu sumario, de reducción abreviada, sabiendo hacer un extracto esquemático que facilita el trabajo. Tesis, antítesis, síntesis. Es el listo.
- Inteligencia discursiva: se manifiesta en la facilidad de expresión del lenguaje verbal, que se hace capaz, suficiente, bien trazado y con recursos adecuados para manifestar conceptos. Es la facilidad expositiva y dialéctica. Es el profesor con garra.
- Inteligencia matemática: saber captar el mundo en lenguaje cuantitativo. Las matemáticas no hacen hombres sabios, pero sí prudentes.
- Inteligencia creativa: saber fabricar un mundo nuevo que es expresión de arte: la pintura, la escultura, la novela, el ensayo, la poesía, la música… Ésta tiene muchos matices que se abren en abanico, según la cuestión específica de la que se trate.
- Inteligencia fenicia: es la del hombre de negocios. Siempre asoma aquí la idea de invertir y sacar más beneficio.
- Inteligencia científica: es la del investigador, que en su laboratorio hace progresar la ciencia paso a paso. El rigor del método es decisivo. Se suelen volver poco prácticos para el día a día.
- Inteligencia emocional: ésta ha sido muy estudiada en los últimos años a raíz de la descripción que hizo de ella Goleman. Capacidad para mezclar corazón y cabeza, sentimientos y razones, ser clásico y romántico a la vez. Está en auge por la epidemia de parejas que se rompen, en gente que no sabe manejar ambos ingredientes.
- Inteligencia instrumental: a ésta me he referido con alguna frecuencia aquí en EL MUNDO. Es decisiva porque está en la base de la persona. Tiene cuatro vertientes: orden, constancia, voluntad y motivación. Son las joyas de la corona. El que las ha trabajado tiene mucho terreno andado y llegará a lo que se proponga. Con ella uno se asoma al brocal de la vida con resultados muy favorables.
- Inteligencia para la vida: consiste en saber gestionar bien la propia trayectoria. En la obra del genial Valle-Inclán Luces de bohemia hay un breve diálogo entre Max y Don Latino de Híspalis. El primero dice: «Yo nunca tuve talento, he vivido siempre de modo absurdo». Y le dice el segundo: «No has tenido el talento de saber vivir». Aquí se daría una buena mezcla entre el listo y el inteligente.
¿Qué es lo mejor en la vida: ser listo o ser inteligente? Depende de en qué circunstancias. Lo que es evidente es que lo más positivo es una buena ecuación entre ellas, algo que no suele ser fácil. ¿Son todas las inteligencias iguales; hay muchos tipos; se llevan bien entre ellas, puede uno tener casi todas las modalidades casi al mismo tiempo?
He tratado de ir respondiendo a esta serie de interrogantes para dejar las cosas lo más claras posibles, dentro de la dificultad de esta excursión que atraviesa valles, quebradas y ríos que cruzan geografías imprecisas en donde unos límites fronterizos se cuelan dentro de otros. La psicología no es una ciencia exacta, sino aproximada.
Termino. La palabra inteligencia procede del latín: intus, legere, leer por dentro. Es apresar, escoger, aprehender, captar la realidad en su complejidad y en sus conexiones. El gran maestro es el tiempo y la mejor sabiduría es la experiencia.

Las prisas

La generación instantánea/FRANCESC MIRALLES
Publicado en El País Semanal, 23/05/2010;
Desde hace una década vivimos en la cultura del aquí y ahora, en la que la urgencia domina nuestra vida. Pero ¿vivir así nos hace más felices o sólo oculta el miedo a pensar?
Tanto antes de la crisis como durante la crisis, la sociedad del derroche ha penetrado hasta tal punto en todos los aspectos de nuestra vida, que el consumo compulsivo ya no se limita a lo que adquirimos en las tiendas. El consumismo se ha trasladado a las relaciones sentimentales, cada vez más efímeras, por no hablar de nuestra sufrida agenda diaria, que sobrecargamos de compromisos y actividades. Consumimos tiempo y recursos en una carrera alocada contra el ritmo natural de las cosas.
Todo lo queremos instantáneo. Antes, preparar un café en casa era un ritual que implicaba desenroscar la cafetera, llenar el filtro de café molido, volverla a cerrar, esperar a que el fuego hiciera emerger el café con un sonido inconfundible… Hoy ponemos una cápsula en la máquina y obtenemos en cuestión de segundos un café instantáneo.
El problema no es el café, sino que esta misma urgencia domina el resto de ámbitos de nuestra vida. Somos la generación Nespresso.
Con prisa y sin pausa
“Tanta urgencia tenemos por hacer cosas, que olvidamos lo único importante: vivir” (Robert Louis Stevenson)
La cultura de la impaciencia se empezó a gestar con la revolución industrial y ha llegado a su cénit esta última década. Con la implantación masiva de Internet y de la telefonía móvil, nos hemos acostumbrado a los resultados inmediatos. Escribimos el nombre de un restaurante en la ventanita de Google y antes de un segundo tenemos su ubicación exacta en el mapa. Mandamos un correo electrónico, y si no obtenemos respuesta rápida, llamamos para ver qué sucede.
Según el psicólogo Miguel Ángel Manzano, “las nuevas tecnologías nos han construido un mundo virtual con el que nos relacionamos la mayor parte del tiempo; por tanto, cada vez estamos más acostumbrados a esos tiempos de reacción y cualquier cosa que se dilate demasiado nos molesta”.
Nuestra generación exige resultados a cortísimo plazo. Pero ¿vivir así nos hace más felices? ¿Dónde está el placer de la espera? ¿Qué sentido tiene correr tanto cuando no sabemos hacia dónde queremos ir?
Antiguamente, la paciencia y la lentitud se consideraban virtudes capitales para hacer grandes obras, como copiar un manuscrito o edificar una catedral. De hecho, estudios modernos como el de Malcolm Gladwell y su ley de las 10.000 horas reivindican el tiempo y la dedicación como clave de la excelencia. La precipitación, en cambio, genera estrés, angustia y frustración. Tal como decía hace un siglo el escritor británico Chesterton, el problema de las prisas es que al final nos hacen perder mucho tiempo.
‘Speed dating’
“Las grandes leyes de la naturaleza son: no corras, no seas impaciente y confía en el ritmo eterno” (Nikos Kazantzakis)
La pasión por lo instantáneo explica el auge de fórmulas como el speed dating, en el que los singles disponen de siete minutos con cada persona en una multicita que les obliga a saltar de mesa en mesa. En cada minicharla, el emparejado/a debe decidir si va a marcar en la cartulina el nombre de quien tiene delante para un futuro contacto o bien termina aquí el encuentro.
Una sesión de speed dating comporta conocer de siete a 10 personas en una hora, aunque en versiones más aceleradas –con encuentros de dos minutos– se puede aumentar el número de citas a 25 por hora. En muchos de estos locales se promueve el fast food durante los encuentros, porque se ha comprobado que tener algo en la mano, por ejemplo un trozo de pizza, permite controlar mejor los nervios. La música machacona a buen volumen hará el resto.
La pregunta es adónde nos lleva todo esto. Aunque en esta cadena de flirteos elijamos a alguien que a su vez nos ha seleccionado, nuestro umbral de tolerancia en la próxima cita será más bien escaso. Quien no quiere perder más de siete minutos en conocer a alguien tardará ese mismo tiempo en desencantarse cuando se adentre en la complejidad del otro.
Esta misma prisa hace que los padres hayan perdido la paciencia a la hora de educar a sus hijos, además de sufrir constantes conflictos con familiares, amigos y compañeros de trabajo por una simple falta de tiempo para aclarar las cosas.
Antes o después tendremos que preguntarnos por qué estamos viviendo de esta manera y qué obtenemos con ello.
Lo que oculta la carrera
“La velocidad no sirve para nada si te dejas el cerebro por el camino” (Karl Kraus)
Detrás de la generación Nespresso se oculta un problema de ansiedad generalizada. Corremos sin cesar porque no sabemos adónde vamos ni qué queremos hacer con nuestra vida. Como detenernos a pensar nos da miedo –existe el riesgo de descubrir que andamos perdidos–, entre una cápsula de experiencia instantánea y la siguiente, seguimos a la carrera.
Sobre esto, el periodista José María Romera afirma que “la agitación que impera en nuestro tiempo deja poco espacio a la reflexión y al sosiego. Esperar es casi un acto heroico cuando la conducta más frecuente ante el rechazo o el fracaso es el abandono a las primeras de cambio. Sólo en la medida en que nos reconciliemos con la duración propia de cada cosa podremos obtener de ella el máximo beneficio”.
Hay una serie de hábitos que nos permiten pasar de lo instantáneo al lento y placentero rugido de la cafetera de la vida. Algunos de ellos serían:
Recuperar el hábito de esperar. Aunque haya cola en una tienda o parada del mercado, si es allí donde queremos comprar, no buscar una solución instantánea cambiando de lugar.
Congelar los correos electrónicos conflictivos. Al menos 24 horas, ya que una respuesta instantánea y en caliente puede destruir en cinco minutos una relación edificada en años.
Encargar un libro en la tienda del barrio. Como en los viejos tiempos, esperar su llegada una semana o dos aumentará la ilusión cuando lo tengamos en las manos.
Ver películas de arte y ensayo. Contra la velocidad que imprime el cine comercial, revisitar películas europeas de los sesenta y setenta, o bien optar por la filmografía oriental, nos educa en un ritmo más calmado y reflexivo.
Ejercitarnos en la espera y la lentitud tiene un valor adicional, ya que hay indicios de que el gran batacazo que ha supuesto para nuestro modo de vida la última crisis económica va a imprimir un giro radical al mundo.

El fin del ‘low cost’
“Uno puede estar a favor de la globalización y en contra de su rumbo actual, lo mismo que se puede estar a favor de la electricidad y contra la silla eléctrica” (Fernando Savater)
Antes de que nos cansemos de lo instantáneo, parece ser que el mundo va a encoger y nos obligará a vivir con un ritmo más pausado y natural. Esa es la tesis del analista económico Jeff Rubin, que en su libro Por qué el mundo está a punto de hacerse mucho más pequeño anuncia el retorno a una cultura basada en los productos locales.
“Cuando el barril de petróleo vuelva a costar tres dígitos, esto acabará con la cultura low cost y demostrará que la globalización ha sido un sueño o una pesadilla, pero, en cualquier caso, que es económicamente insostenible. Ya era ecológicamente inviable, pero ahora también lo será desde un punto de vista financiero. Tomaremos el avión, pero no para ir a Vietnam de vacaciones, sino en ocasiones muy señaladas y pagando un precio muy alto, tal y como sucedía antes.
La imposibilidad de transportar mercaderías baratas de una parte del mundo a otra, según Rubin, nos obligará a producirlo todo más cerca: desde los granos de arroz hasta los barcos. Lo que era exótico volverá a ser exótico, y caro. Dicho de otro modo, tener fresas en invierno se convertirá en un lujo de excéntricos. Nos tendremos que reacostumbrar a una cultura más local y artesana y, con ello, a los ciclos naturales.
La próxima generación
“Ha de haber algo más en la vida que tenerlo todo” (Maurice Sendak)
Si se cumplen estos pronósticos, nos aguarda un mundo más lento y pequeño que implicará viajar menos en coche y caminar más a menudo. Compraremos y trabajaremos más cerca de casa y, por tanto, nuestros vecinos y el barrio en el que vivimos recuperarán la importancia de antaño.
El fin de lo frívolo y lo inmediato tendrá gran repercusión en la psicología de la sociedad. Así lo asegura el periodista cultural David Barba, que prepara el primer ensayo sobre la generación Nespresso: “Nuestra visión de la escasez será sustituida por una mentalidad de abundancia. A lo largo de la historia, las sociedades tradicionales, mucho más pobres en lo material, han sentido como una bendición la posesión de alimentos u objetos de sobra, y jamás faltó un lugar en la mesa para el caminante que necesita un plato de comida. Sin embargo, nuestra sociedad de la opulencia siente como ninguna otra la idea de la escasez, el preconcepto de que no hay suficiente para todos y, por tanto, no es posible compartir el bienestar con los recién llegados o con los elementos ‘no-productivos’. En una sociedad moralmente mejorada, la solidaria mentalidad de la abundancia –más propia de la naturaleza humana, como han demostrado las psicologías humanistas del siglo XX– emergerá para quedarse”.
Por tanto, la buena noticia de la crisis es que, cuando pase el vendaval, seremos capaces de ver nuestras verdaderas prioridades, todo lo esencial que nos había pasado de largo en nuestra agotadora carrera hacia ninguna parte.
PARA DESACELERAR
1. Libros
- ‘El desierto de los tártaros’, de Dino Buzzati (Alianza).
– ‘Del caminar sobre el hielo’, de Werner Herzog (La Tempestad).
2. Películas
- ‘Hierro 3’, de Kim Ki-duk (Cameo).

– ‘Una historia verdadera’, de David Lynch (Vértice).

3. Discos

- ‘I’m the man’, de Simone White (Honest Jones).

– ‘Lhasa’, de Lhasa (Warner).
¿POR QUÉ CORREMOS?
“Una reunión del Club de Roma de los años setenta llegó a la conclusión de que cada solución que encontramos para un problema global genera de media cuatro problemas nuevos. La sociedad de la prisa corre para no dejarse atrapar por los problemas. Esta prisa es imprescindible para mantener la caldera del sistema en marcha, aunque cada vez da mayores signos de estar a punto de estallar, al tiempo que convertimos el bosque en hollín. En una dimensión psicológica, corremos por lo mismo de siempre: para escapar del dolor y de la muerte. Pero, ¡ay!, el dolor es un corredor de fondo. La gran diferencia es que la tecnología nos ha permitido multiplicar exponencialmente nuestra prisa hasta alcanzar velocidades de vértigo; una tecnología que, por cierto, sólo se ha ocupado de encontrar la manera de acelerar, pero se olvidó de los mecanismos de frenado”, afirma David Barba.

El velo

La libertad y el velo/Francesc de Carreras
Publicado en LA VANGUARDIA, 27/05/10;
La prohibición de cubrirse las mujeres con el velo en las escuelas u otros edificios públicos, como manifestación de profesar la religión musulmana, ¿vulnera el derecho a la libertad religiosa? El problema, desde hace bastantes años, es recurrente.
Ahora mismo, en Francia se debate una ley que pretende prohibir el velo integral, es decir, el que cubre total o parcialmente el rostro de la mujer. A su vez, en Pozuelo de Alarcón, la joven Najwa Malha fue expulsada recientemente del instituto Camilo José Cela por no renunciar al uso del velo en dicho recinto. Hace unas semanas precisamente se celebraron en la Universitat Autònoma de Barcelona unas muy interesantes jornadas sobre Libertad religiosa y ciudadanía musulmana, organizadas por ÁlexSeglers, profesor de dicha universidad y reconocido especialista en la materia. Así pues, estos problemas aún no resueltos preocupan a los gobiernos, a la gente de la calle y a los medios académicos. Para solucionarlos suelen mezclarse confusamente cuestiones identitarias, respeto a las tradiciones y políticas de género, cuando en realidad, a mi parecer, se trata simplemente de un problema de libertad y de sus límites.
En efecto, la cuestión no se debe enfocar como un problema en defensa de la igualdad de la mujer ni de la identidad cultural. Este es, según mi parecer, el mal planteamiento que está llevando a cabo el Gobierno francés. “Somos una vieja nación unida alrededor de cierta idea de la dignidad de la persona y en particular de la dignidad de la mujer, alrededor de cierta idea de la vida en común…”, ha manifestado el presidente Sarkozy. Por su parte, Eric Besson, ministro francés de la Inmigración, de la Integración y de la Identidad Nacional, ha declarado: “El velo integral no es el principal problema de Francia en este momento, eso es evidente. Pero afecta a los principios mismos de la identidad francesa y de la identidad occidental”. Dignidad de la mujer, identidad francesa y occidental: no creo que estos sean argumentos para prohibir el velo.
El ámbito en el cual hay que situar el problema es, a mi entender, el derecho a la libertad religiosa que implica, a su vez, la idea de Estado laico o no confesional, reconocidos en el artículo 16 de la Constitución española. Efectivamente, Estado laico significa que sus instituciones, fines y actividades no deben reflejar ninguna preferencia religiosa entre las varias existentes: todos los poderes públicos deben ser neutrales en esta materia. Por ejemplo, el crucifijo como signo religioso cristiano no debe estar presente, como tal signo, en las escuelas públicas o en otros edificios de este mismo carácter. En cambio, no hay inconveniente en que ocupen un lugar preferente en las escuelas privadas con ideario religioso cristiano.
Posición distinta al Estado y a los poderes públicos en general es la que ocupan los ciudadanos, personas libres a los que la Constitución les da el derecho a la libertad religiosa, es decir, la posibilidad de optar por una religión u otra, o bien por ninguna, así como a manifestarlo frente a los demás e, incluso, a hacer proselitismo, siempre que se respeten los derechos de los demás y la seguridad pública. El Estado, al ser laico, está sujeto a la neutralidad religiosa; pero los ciudadanos son libres y por ello pueden adoptar la ideología, religión y creencias que prefieran, siempre que se atengan a los límites señalados.
Sentadas estas premisas: ¿se puede prohibir a las mujeres la utilización del velo musulmán en el ámbito público argumentando que el Estado es laico y, en ese ámbito, se debe prescribir toda manifestación religiosa? Es evidente que no: las personas, sujetos del derecho a la libertad religiosa, pueden manifestar frente a los demás sus creencias religiosas y el uso del velo es un signo de ellas, protegido, precisamente, por este derecho fundamental. Ahora bien, si este velo no permite la identificación de la persona que lo usa se puede poner en riesgo la seguridad pública y, naturalmente, en este supuesto su utilización se puede prohibir al exceder el ámbito de la libertad religiosa.
La ley que se tramita en Francia prohíbe el velo integral, es decir, el burka, que oculta por completo el rostro de la mujer, y el niqab, que sólo permite ver sus ojos. Tal prohibición respeta el derecho a la libertad religiosa no por los argumentos que alegan Sarkozy y su ministro Besson, es decir, la dignidad de la mujer o la identidad francesa y occidental, sino por razones de seguridad pública, un límite general al ejercicio de las libertades fundamentales.
En el caso de la joven de Pozuelo Najwa Malha las circunstancias son distintas porque no utilizaba ningún velo integral. Se la expulsó del instituto, en virtud de su reglamento disciplinario interno, simplemente por usar el hiyab, es decir, el velo que sólo cubre la cabeza y que no ofrece ningún riesgo para la seguridad de los demás al ser su rostro perfectamente identificable. Najwa Malha, al usar el hiyab, ha ejercido su derecho a la libertad religiosa, un derecho fundamental que debe prevalecer sobre cualquier ley, más aún sobre cualquier reglamento. Su expulsión del instituto es, por tanto, nula al no ser conforme a derecho.

¿Se puede para el Tiempo?

¿Se puede parar el Tiempo?/JULIA LUZÁN
El País Semanal, 23/05/2010;
Harold Edgerton lo logró. Supo apresar el tiempo en milésimas de segundo en sus fotos. Inventor y científico, capturó detalles que el ojo humano es incapaz de percibir. Sus obras se exponen por primera vez en España.
Mitad científico, mitad fotógrafo, mitad inventor. Harold E. Edgerton (Nebraska, 1903; Boston, 1990), un ingeniero electrónico cuyos logros no hubieran traspasado los archivos de la biblioteca del Massachusetts Institute of Tecnology (MIT), donde estudió e impartió clases hasta su muerte, fue un hombre con la habilidad de avanzar un paso por delante de sus contemporáneos hasta capturar el tiempo. Lo logró con extraños artilugios de su cosecha, como el estroboscopio, un innovador sistema de iluminación que sustituyó al flash convencional, y con fotografías tan espectaculares como el momento en que la bota del jugador de rugby deforma el balón, o cuando una bala atraviesa el corazón de una manzana produciendo una explosión de su jugo. Un pionero de la ciencia-ficción aplicada.

El día de la "Nakba"

El día de la ‘Nakba’ y del engaño/Ben Dror Yemini es analista israelí. Una versión más extensa de este artículo se publicó en el diario Maariv el pasado 15 de mayo Publicado en EL PAÍS, 27/05/10;
Los palestinos ostentan el título de refugiados desde hace más de seis décadas. Se las han ingeniado para crear su propia narrativa histórica peculiar. Este mito se ha ido inflando como una burbuja, por lo que se hace necesario explotar dicha burbuja y presentar los hechos fehacientes: la población palestina era escasa antes de la primera aliá (ola de inmigración judía sionista), cientos de miles de judíos fueron expulsados también de los países árabes y en ningún lugar del mundo hay precedente alguno sobre el derecho de retorno.
La Nakba, la historia de los refugiados palestinos, es el mayor éxito de la historia moderna. Un éxito que es una absoluta impostura. Ningún otro grupo de “refugiados” del mundo disfruta de una cobertura mediática global tan amplia. No hay semana en que no haya una conferencia, otra conferencia, en que se trate la triste situación de los palestinos. No hay campus occidental que no dedique innumerables eventos, conferencias, publicaciones, cada año, o cada mes, para recordar a los refugiados palestinos. Se han convertido en la víctima por antonomasia. Desde que los árabes, y entre ellos los palestinos, declararon una guerra de aniquilación contra Israel, el mundo ha sufrido un millón de calamidades, injusticias, separaciones, movimientos de población, actos de genocidio y masacres así como guerras, pero la Nakba de los palestinos ocupa un lugar privilegiado. Un habitante de otra galaxia que visitara el planeta Tierra podría pensar que esta es la mayor injusticia del universo desde la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, hay que reventar esta mentira. Hay que presentar los hechos tal y como son. Hay que desvelar el engaño.
Los judíos llegaron a la Tierra de Israel, que formaba parte del Imperio Otomano, en sucesivas olas de poca envergadura, incluso antes de la primera aliá. Cabría preguntarse: ¿expulsaron realmente a millones de árabes? Nadie discute que en aquellos años no había “palestinos”, ni “Palestina”, y tampoco existía una “identidad palestina”. Y sobre todo, no existía una frontera real entre los árabes de Siria, Egipto o Jordania. Había un movimiento constante de personas. En los años en que Muhamad Ali y su hijo conquistaron estas tierras, desde 1831 hasta 1840, enviaron a muchos árabes de Egipto a Gaza, a Jaffa y a otras ciudades. Los judíos que llegaron también en aquellos años a Jaffa dieron lugar al desarrollo de la ciudad.
Existe una polémica entre los historiadores sobre el número de árabes que habitaban en esos años en Palestina, que agrupaba de hecho, varios distritos sujetos a Damasco o Beirut, formando parte del Imperio Otomano. La prueba más importante de la situación antes de la primera aliá es un testimonio que ha caído en el olvido, quizá no por casualidad. Se trata de una delegación de investigadores británicos (The Palestine Exploration Fund), que recorrió la parte occidental de Israel entre 1871 y 1878 y publicó un mapa exacto y auténtico de la población, según el cual el número total de habitantes era de aproximadamente 100.000 personas.
Otra cuestión también controvertida reside en la envergadura de la inmigración árabe a Israel a raíz del sionismo. Winston Churchill dijo en 1939: “A pesar de no ser perseguidos, los árabes fluyeron masivamente hacia esas tierras y se multiplicaron de tal manera que la población árabe creció más de lo que habrían podido sumar todos los judíos del mundo a la población judía”.
Durante los años que duró el mandato británico había aquí dos poblaciones: la judía y la árabe. El territorio del mandato original, en virtud de la Declaración Balfour, incluía la ribera oriental del Jordán.La zona, como se ha señalado, estaba escasísimamente poblada. El establecimiento de un hogar para el pueblo judío no representaba injusticia alguna, porque no había aquí un Estado ni había aquí un pueblo. Este era el verdadero fundamento de la Declaración Balfour.
Al mismo tiempo que la ONU se pronunciaba sobre la propuesta de partición, los Estados árabes declararon una guerra de aniquilación contra Israel. El resultado es conocido por todos. La declaración de la guerra implicó que cientos de miles de árabes se vieran obligados a marchar a los países vecinos. Muchos de ellos huyeron. Muchos testificaron que se vieron obligados a salir bajo la presión de los dirigentes. Hubo también quienes fueron expulsados en el fragor de las batallas y la guerra. Unas 600.000 personas se convirtieron en refugiados.
La experiencia vital por la que pasaron los árabes se convirtió en la Nakba, cuya historia se fue inflando con los años. Se convirtieron en los únicos expulsados de todos los países y conflictos. Y no hay mayor mentira que esta. En primer lugar, porque al mismo tiempo sucedía también la Nakba judía: con el mismo telón de fondo, el mismo enfrentamiento, más judíos de países árabes, más de 800.000, fueron desposeídos y expulsados. Ellos no declararon una guerra de aniquilación contra los países de los que procedían. En segundo lugar, y lo que es más importante, más de 50 millones de personas han pasado por la experiencia de los movimientos de población como consecuencia de conflictos nacionalistas o al crearse nuevos Estados-nación. No hay ninguna diferencia entre los árabes de Palestina y los demás refugiados, incluidos los judíos. Solo en la década posterior a la Segunda Guerra Mundial, y solo en Europa, fueron más de 20 millones las personas que pasaron por la experiencia de un movimiento de población. Esto ha sucedido también posteriormente, durante el conflicto entre griegos y turcos en Chipre, entre Armenia y Azerbaiyán, entre los países que se crearon como consecuencia del desmembramiento de Yugoslavia, y en muchas otras zonas de conflicto en el mundo.
Ahora, son solo los palestinos, los únicos entre todos esos grupos, los que ostentan el título de refugiados desde hace más de seis décadas. Ellos han conseguido crear su propia narrativa histórica peculiar. Este mito crece progresivamente incluso con la ayuda de UNRWA, un órgano dedicado exclusivamente a tratar la cuestión de los refugiados palestinos, por separado del resto de los refugiados del mundo. La tragedia es que si los palestinos hubiesen recibido el mismo trato que los otros refugiados por parte de la comunidad internacional, su situación hoy por hoy sería mucho mejor.
En muchos de los debates en los que he participado, he preguntado a mis colegas, defensores de la narrativa palestina, ¿desde cuándo los expulsados que han declarado la guerra, y la han perdido, pueden beneficiarse del “derecho de retorno”? ¿Hay algún grupo de las decenas de grupos, alguna de las decenas de millones de personas que han pasado por la experiencia de la expulsión durante el siglo pasado, que se haya beneficiado del “derecho de retorno” causando con ello la destrucción política de un Estado-nación? Hasta hoy no he recibido respuesta. Porque ese derecho no existe.
La referencia más seria sobre la cuestión del derecho de retorno la encontramos en el Acuerdo de Chipre, a instancias del anterior secretario general Kofi Annan. El acuerdo no reconoce el derecho de retorno, a pesar de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos reconoció los derechos de los peticionarios griegos de la parte turca al retorno y a la devolución de sus bienes. Es decir, no todo precedente legal se puede convertir en una realidad política o de Estado. El acuerdo recibió el beneplácito de la comunidad internacional en general y de la Unión Europea en particular. No es casualidad que los palestinos no mencionen el precedente de Chipre. La razón reside en que el derecho de retorno fue limitado en ese caso, de manera que la mayoría turca se mantuviera siempre en un mínimo del 80%.
Es importante recordar también la Resolución 194 de la ONU, en la que se basan los palestinos. La resolución establece las siguientes condiciones: reconocimiento del Estado judío, que deben producirse las condiciones apropiadas y que los que solicitan regresar deben aceptar vivir en paz con sus vecinos. No hace falta recordar que los palestinos insisten en no reconocer al Estado judío, cosa que deja claro que las condiciones apropiadas no se cumplen.
Una de las alegaciones palestinas es que para resolver el conflicto hay que reconocer la Nakba palestina, y sobre todo la responsabilidad de Israel con respecto al problema de los refugiados. Todo lo contrario: la exageración del mito de la Nakba es lo que retrasa una solución al conflicto. Los palestinos están ocupados en magnificar el problema, inflarlo, exigiendo algo que no tiene precedentes internacionales. Fueron ellos los que se opusieron a la partición. Fueron ellos los que incitaron a la aniquilación. Fueron ellos los que declararon la guerra.
Mientras sigan con el mito de la Nakba, haciendo caso omiso de los hechos fundamentales, no hacen sino eternizar su propio sufrimiento. Y a pesar de todo esto, los palestinos merecen respeto, libertad y también independencia. Pero al lado de Israel. No en lugar de Israel. Y no a través de la Nakba que no es más que un fraude político y un fraude histórico.

La historia

¿Se puede entender la Historia?/Gabriel Tortella, profesor emérito en la Universidad de Alcalá. Sus últimos libros son Los orígenes del siglo XXI y Para comprender la crisis, con Clara E. Núñez
EL MUNDO, 27/05/10;
En Alicia en el País de las Maravillas, libro que ha tenido un resurgir con motivo de la reciente película, hay un pasaje que revela la aversión de su autor por la Historia. Lewis Carroll era matemático y consideraba la Historia como una narración de hechos sin ilación lógica; así, para secar a Alicia tras un baño, la mejor receta que se le ocurre a su amigo el ratón es contar la historia de Guillermo el Conquistador y su relación con el Papado, porque es lo más seco y aburrido que se puede imaginar.
Ésta es una visión muy general: historia es para muchos sinónimo de crónica, una simple narración enumerativa de los hechos de reyes y príncipes. Casi podríamos llegar así a aplicar a la Historia la definición de la vida que Shakespeare nos da en MacBeth: un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada. ¿Es esto la Historia? ¿Un cuento que no significa nada, que, todo lo más, resulta divertido como una gran revista del corazón, un gran culebrón lleno de batallas, traiciones y heroísmos, que nos ilustra sobre las vidas de ricos y famosos, sin mucho trasfondo? Ésta es (quizá expresada con menos crudeza) la opinión de muchos, incluidos historiadores ilustres, alguno de los cuales ha escrito recientemente en estas páginas.
No es, ciertamente, la mía. Yo creo que la Historia es inteligible, interpretable, que nos enseña mucho no sólo como magistra vitae, es decir, como una serie de fábulas ejemplificantes, sino como ciencia social que estudia el comportamiento de las sociedades humanas. El hombre es un ser mucho menos racional de lo que se dice; pero sí es un animal pensante, y su comportamiento social opera con arreglo a una cierta lógica: por ejemplo, está muy afectado por las variables económicas y también por los condicionante históricos: la Historia explica la Historia, lo cual nos indica que ésta, al menos hasta cierto punto (en la medida en que el ser humano puede entenderse a sí mismo), es inteligible.
Otro obstáculo para la comprensión de la Historia es el del enfoque. Ocurre con la Historia como con la fotografía: si no enfocamos la lente a la distancia adecuada, el cuadro queda borroso. La Historia no nos permite comprender todo lo que pasa, porque el azar tiene un papel importante. Por ejemplo: si Hitler hubiera muerto en la Gran Guerra, ¿hubiera existido el III Reich y todos los horrores anejos? O, si las carabelas de Colón se hubieran hundido en mitad del Atlántico en 1492, ¿hubiera sido diferente la Historia de América? Un historiador británico afincado en Estados Unidos intentó hace unos años, con éxito dudoso, popularizar la Historia contrafactual. En mi opinión, fue un proyecto fallido. Pero la Historia contrafactual, que es lo más parecido a un experimento de ciencia física que puede hacerse en Historia, es lícita, aunque raramente deba salir del gabinete del especialista (el primer contrafactual lo hizo ya Heródoto en su Historia).
Yo argüiría, por ejemplo, que ni la muerte temprana de Hitler ni el naufragio de Colón hubieran cambiado mucho las cosas. Las técnicas de navegación en el siglo XV hacían inevitable la travesía del Atlántico: en 1500, Cabral descubrió Brasil accidentalmente. Lo mismo ocurre con el nazismo: en la Alemania de 1930 abundaban los partidos de extrema derecha, y el fascismo estaba inventado ya por Mussolini. Los detalles pueden haber variado, pero el descubrimiento de América y el triunfo de la extrema derecha en Europa central durante la Gran Depresión eran ineluctables.
Evidentemente, hay mucho de impredecible en la Historia. Pero hoy podemos explicar una parte considerable de sus grandes contornos y podemos también señalar cuáles son los principales elementos de imprevisibilidad. En una novela de la serie Foundation, Isaac Asimov nos pinta un sabio que predice el futuro con arreglo a un sistema de ecuaciones, y lega sus predicciones para ilustración de futuros gobernantes. Esto es ciencia ficción de la buena, pero es inconcebible que pueda ocurrir, porque existe un gran elemento de imprevisibilidad histórica: la propia ciencia. No podemos saber qué derroteros va a tomar la ciencia y, como ésta determina en gran parte la evolución económica, que a su vez es el gran sustrato de la Historia, no podemos predecir el futuro ni siquiera a medio plazo. Pero sí podemos explicar el pasado racionalmente.
Dicho de otro modo, las cosas que ocurren no son totalmente previsibles o explicables, pero sí pueden establecerse gradaciones de probabilidad. La Guerra Civil española, por ejemplo, no era inevitable, digamos, a finales de 1935, pero era muy probable, y de eso eran conscientes muchos contemporáneos. Tenía España una serie de condiciones en aquellos momentos que la hacían proclive al conflicto fratricida. En primer lugar, la guerra civil (carlista y otras) había sido endémica en el siglo XIX. En segundo lugar, estaba en plena transición económica, periodo muy propenso a revoluciones y guerras civiles. En tercer lugar, la Gran Depresión agudizó las tensiones sociales interiores. En cuarto lugar, la Depresión causó el triunfo del nazismo y un resurgir del fascismo, lo que también ejerció un fuerte impacto social sobre la derecha y la izquierda: la convicción de que no había solución democrática se extendió a capas cada vez mayores de la población. En quinto lugar, acababa de tener lugar una insurrección revolucionaria en Asturias y en Cataluña. Y en sexto lugar, España tenía un ejército con una tradición golpista, tradición que se había acentuado por las tensiones de la guerra en Marruecos y la insurrección de 1934. Hubo muchas responsabilidades personales en el estallido de la conflagración; sin embargo, muy posiblemente, de no haber existido todos esos elementos explosivos, los conspiradores no hubieran triunfado.
La Historia probabilística puede parecer menos excitante que la que adopta un enfoque puramente narrativo (aunque no lo creyera Lewis Carroll). Ahora bien, si lo que queremos es comprender, más que juzgar (y condenar), el método probabilístico y el contrafactual serán de más ayuda que las historias de buenos y malos. La verdad científica acostumbra a ser más aburrida que los culebrones; pero más cierta.

Ficción a tiempo completo

Ficción a tiempo completoELISA SILIÓ
Babelia, El País, 29/05/2010;
El escritor y académico José María Merino (A Coruña, 1941) compara su vida matutina con la de un funcionario. "A las ocho y media me siento, consulto el correo electrónico y, si estoy con algo, empiezo a tomar notas. La escritura es un continuo ensayo. Tienes que ponerte a trabajar como la bailarina, que vuela porque entrena ocho horas", sostiene. Las tardes, cuando tiene entre manos relatos cortos, las dedica al ocio. Pero si anda absorto con una ficción larga no existen los horarios. "Me levanto de la cama a apuntar algo". La liberación la consigue alternando los dos géneros: "El cuento es chas, la iluminación. Tengo que verlo entero aunque cambie el final. Y en la novela entras con el machete en un territorio muy frondoso y suceden cosas. Se van creando lógicas sin saber muy bien adónde vas". Estas semanas el funcionariado es escaso. Viaja para promocionar Historias del otro lugar (Alfaguara), una recopilación de los cuentos que fue publicando en diferentes títulos entre 1982 y 2004.
La supervisión de esta nueva edición ha sido muy leve: "De sustancia no he cambiado nada. Algunas erratas, algunos leísmos que me chirrían con los años...". Y, desde luego, sin ningún afán de revisar los textos para ajustarlos a lo políticamente correcto. "Ahora existe la idea de que hay que renovar los cuentos populares. Mis hijas se criaron escuchándolos y son unas ciudadanas hechas y derechas. A usted nunca le han contado un cuento en su infancia y por eso ahora encuentra cosas raras. ¡Qué me está contando!", se indigna. Reconoce una evolución narrativa en estos veintidós años de minificciones. "A veces me sorprenden los primeros: ¡qué frescura! Seguramente he perdido júbilo, pero me sigue encantando escribir cuentos. Cada vez tiendo a hacerlos más realistas, pero en un contexto en el que se pueden leer de forma fantástica".
"Ahora estoy leyendo cuentos para el concurso La Hucha de Oro y hay un nivel estupendo", se felicita Merino, quien ya no ejerce de profesor en talleres de cuentos. "Terminaba exhausto", se justifica rodeado de unos libros que engullen el cuarto, pese a regalar muchos y trasladar otros a su casa de León. Los apila por temática, pero encontrar el que interesa es una odisea. Así que oír la palabra "obra" o "mudanza" le produce urticaria. Tiene hasta un plan trazado ante la trágica idea de tener que cambiar un día el suelo algo desgastado. "Cuando vaya a los países árabes voy a ir comprando alfombras y algún día lo tapizaré todo", desvela satisfecho.