20 abr 2008

Fernando Lugo Méndez SVD



Se confirma en Paraguay la victoria del exobispo emérito de San Pedro, Fernando Lugo Méndez SVD (misionero dle Verbo Divino), líder de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC).
El Tribunal Superior de Justicia Electoral de Paraguay (TSJE) ha confirmado el triunfo deLugo, con una ventaja de 10 puntos sobre la oficialista Blanca Ovelar.
El vicepresidente del TSJE, Juan Manuel Morales, detalló que Lugo obtuvo el 40,83% de los votos y Ovelar el 30,71%, escrutados el 92% de los resultados.
Morales añadió que en tercer lugar se situó el general retirado Lino Oviedo
del partido Unión Nacional de Ciudadanos Éticos, con el 21,98%.
Blanca Ovelar, candidata del Partido Colorado, formación que durante los últimos 61 años ha llevado las riendas del país ha reconocido el triunfo del obispo en una rueda de prensa.
El líder izquierdista termina así con décadas de poder del Partido Colorado, que ha dirigido el Gobierno desde 1989, año en que se puso fin a los 35 años de dictadura de Alfredo Stroessner.
¿Quién es el Obispo Fernando Lugo Méndez SVD?
Fue ordenado sacerdote en 1977; nombrado obispo en 1994 por Juan Pablo II.
Sólo puedo decir hoy que es un sacerdote comprometido con los pobres; "Lo mío es la opción pastoral por los pobres", dice. Esta formado en la teología de la Liberación.
No porta el anillo obispal, pero le gusta que le llamen Monseñor.
Pertenece a los Misioneros del Verbo Divino, congregación fundada en septiembre de 1875 por el padre (hoy Santo) Arnoldo Janssen; en Syel, un pequeño pueblo de Holanda, cerca de la frontera con Alemania.
Los Misioneros del Verbo Divino son un Instituto Católico internacional de Religiosos-Misioneros, con presencia en los cinco continentes; (no tienen presencia en México).
Dicen los medios que nadie sabe quién es realmente "unos lo consideran un santo que en sus funciones de obispo de San Pedro, compartía el pan de los pobres y los ayudaba a defender sus derechos. Otros lo asocian con el grupo extremista que en 2005 secuestró y ejecutó a Cecilia Cubas, la hija del ex presidente Raúl Cubas."
El presidente de la conferencia episcopal paraguaya, Ignacio Gogorza, ha declarado que el Papa "va a encontrar una solución" para la situación del obispo, sancionado canónicamente por dedicarse a la política y a quien Roma va a otorgar ahora una dispensa.
Por su parte, el vocero de los obispos, Mons. Adalberto Martínez destaca que la intención del colegiado episcopal es mantener las buenas relaciones, de colaboración mutua con el próximo gobierno.
Los obispos también debatieron la situación canónica de Lugo y al respecto Martínez indicó que el mismo ex prelado está con intenciones de buscar una salida a su situación canónica a través de la Nunciatura.
El vocero episcopal indicó que los canonistas del Vaticano estudiarán el tema y aún no se puede aventurar una respuesta. Como Conferencia Episcopal estaríamos en ese proceso de reflexión con el nuncio, quien oportunamente estará en conversación con el presidente electo, explicó.
Martínez no quiso adelantar cuál sería la solución a un sacerdote que ha reconocido que no es su camino y que ha optado por el del laicado sin apartarse de la Iglesia.
El Derecho Canónico prevé la reducción laical solo a sacerdotes y diáconos, pero no contempla a los obispos, por lo que se podía ver la situación de Lugo como un caso especial.
Pero no ha habido tal dispensa, desde enero del 2007 tiene suspensión A Divinis, aquí esta el decreto
Suspensión "A Divinis" de Mons. Fernado Lugo Méndez
Nota y decreto de suspensión «a divinis» del obispo Mons. Fernando Lugo Méndez, S.V.D., obispo emérito de San Pedro, después de que se presentara como candidato a la Presidencia de la Republica de Paraguay.
* * *
Vaticano, 4 de enero de 2007
A su Excelencia Mons. Fernando Lugo Méndez, S.V.D.
Obispo Emérito de San Pedro
Excelencia:
El Santo Padre ha recibido su carta del 18 de diciembre de 2006, con la cual Usted exponía su intención de aceptar la candidatura a Presidente de la República de esa Nación, que le ha sido ofrecida por un movimiento formado por varios partidos políticos.
Con el fin de superar la disposición de la Constitución Republicana que inhabilita los ministros de cualquier culto a ser Presidente o Vicepresidentes de Paraguay, Vuestra Excelencia ha presentado al Santo Padre la “renuncia al ministerio eclesial”, “a los derechos, deberes y privilegios del estado clerical”, “para retornar a la condición de laico en la Iglesia”.
Usted fue nombrado Obispo por el Sumo Pontífice en 1994, y libremente aceptó el nombramiento y recibió la consagración episcopal. Como Usted bien sabe, la gracia de la consagración episcopal imprime en el Obispo el carácter sacramental que lo configura interiormente a Cristo Buen Pastor, para ser en la iglesia maestro, sacerdote y guía espiritual. El episcopado es un servicio aceptado libremente para siempre. La tarea de un Obispo es estar al lado de los fieles siguiendo en todo la suprema ley de la Iglesia que es efectivamente la salvación de las almas y no el gobierno de la comunidad política.
La colaboración del Obispo en procurar el bien de la sociedad civil debe ser desempeñada siempre en modo pastoral, actuando como padre, hermano y amigo y ayudando con su ministerio a construir caminos de justicia y de reconciliación, como está justamente subrayado por la Exhortación Apostólica “Pastores gregis”.
A la luz de tales consideraciones, usted comprende cuánto el servicio de un Obispo sea diverso de aquel de quien desempeña funciones políticas. Usted justamente observa que también la política es una forma de caridad, pero ella tiene un rol, leyes y finalidades propias, bien distintas de la misión de un Obispo, llamado a iluminar con el Evangelio todos los ámbitos de la sociedad y a formar las conciencias.
Tarea del Obispo es la de anunciar la esperanza
cristiana, para defender la dignidad de cada hombre, para tutelar y proclamar con firmeza aquellos valores, que el Santo Padre ha definido “no negociables”. Durante la historia, y también hoy, numerosos Obispos han debido luchar y sufrir para conservar la propia libertad de Pastores ante toda forma de poder, para ser únicamente al servicio de Jesucristo y de su Evangelio.
Usted cita el canon 287 & 2 del Código de Derecho Canónico para poder asumir directamente el empeño político, pero la excepción a la prohibición general prevista en tal canon no es aplicable a su caso: Paraguay de hecho es una nación libre y democrática y la Iglesia – cuyos derechos se respetan – está presente con un laicado comprometido, serio y motivado, capaz de asumir las propias responsabilidades en cada sector social, incluido el de la política.
La candidatura política de un Obispo sería un motivo de confusión y de división entre los fieles, una ofensa al laicado y una “clericalización” de la misión específica de los laicos y de la misma vida política.
La Santa Sede por lo tanto no ve la existencia de una justa y razonable causa, exigida por el canon 90 para conceder la dispensa por Usted solicitada. En su carta, citando el canon 187, Vuestra Excelencia “renuncia al ministerio eclesial” para “retornar a la condición de laico en la Iglesia”. Dicho canon no es congruente con su solicitud, en cuanto se refiere a la renuncia “a un oficio eclesiástico”, que es algo muy diverso del estado de vida clerical originado en la sagrada ordenación. Usted sabe bien que la sagrada ordenación una vez recibida validamente no puede ser nunca anulada y no puede ser ni siquiera suspendida “ad tempos”, en cuanto al Sacramento del Orden imprime un carácter indeleble (canon 1008) y permanente.
La reducción jurídica al estado laical viene concedida por el Papa a los diáconos por motivos graves, a los presbíteros por motivos gravísimos (cfr. can. 290 & 3), pero nunca a los Obispos, en cuanto la plenitud del sacerdocio recibido en la ordenación episcopal obliga en grado máximo a la fidelidad a Cristo y a la Iglesia por toda la vida, como también obliga a la coherencia con las obligaciones libremente asumidas en la ordenación presbiteral, y aún más en la ordenación episcopal.
Vuestra Excelencia en su carta afirma de haber sopesado sus decisiones a la luz de su conciencia.
Precisamente a ella quiero apelar recordando que la conciencia debe ser recta e iluminada. Una decisión tan grave, que se refiere a su ser como Obispo en la Iglesia Católica no puede prescindir de las razones anteriormente expuestas.
Cumplo el deber de comunicarle que el Santo Padre no ve posible acoger la solicitud de dimisión del estado clerical presentada por Vuestra Excelencia.
Recurriendo a su sentido de responsabilidad y de obediencia al Papa, ruego por Usted, confiado en la intercesión de la Santísima Virgen María y espero que Cristo Buen Pastor lo ilumine para que pueda permanecer fiel a su vocación divina y a su misión apostólica.
Giovanni Battista Re, Prefeto
CONGREGATIO PRO EPISCOPIS SUSPENSIÓN A DIVINIS DE S.E. MONS. FERNANDO LUGO MÉNDEZ, S.V.D. OBISPO EMÉRITO DE SAN PEDRO DECRETO
El 21 de diciembre de 2006 el Nuncio Apostólico en Paraguay le ha consignado el texto de la Amonestación canónica que lo invitaba a no aceptar la candidatura a Presidente de la República de Paraguay, advirtiéndole que en caso contrario le sería impuesta –como primer paso- la pena canónica de la suspensión, que prohíbe a los ministros sagrados todos los actos de potestad de orden y de jurisdicción (can. 1333 & 1). Considerando que el 25 de diciembre de 2006, solemnidad de la Natividad del Señor, Vuestra Excelencia ha declarado públicamente ponerse a disposición de encargos políticos o institucionales y hasta ahora no ha cambiado su decisión, con sincero dolor cumplo el deber de infligir a Vuestra Excelencia, mediante el presente Decreto, la pena de la suspensión a divinis, a norma del canon 1333 & 1, con la prohibición de poner en ejecución todos los actos de potestad de orden y de gobierno y el ejercicio de todas las funciones y derechos inherentes al oficio episcopal.
Con esta sanción penal Usted permanece en el estado clerical y continúa estando obligado a los deberes a él inherentes, aunque suspendido en el ejercicio del ministerio sagrado.
Confío en que Vuestra Excelencia retirará su decisión de ser fiel a las obligaciones libremente asumidas con la consagración episcopal.
Dado en la Ciudad del Vaticano, en la sede de la Congregación para los Obispos, el 20 de enero de 2007.
+ Giovanni Battista Card. Re Prefecto + Francisco Monterisi Secretario

Cardenal Alfonso López Trujillo


Alfonso López Trujillo 1935-2008
Conservador y otrora papable, cercano a dos Papas: Juan Pablo II Y Benedicto XVI.
Falleció este sábado 19 de abril el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, a los 72 años de edad.
Originario de Villahermosa (Tolima), Colombia donde nació el 8 de noviembre de 1935:
Estudio en la Universidad Pontificia Angelicum de Roma donde se doctoró en Filosofía, cursando también estudios de espiritualidad en la Pontificia Facultad Teológica Teresianum, también de Roma.
Fue ordenado sacerdote el 13 de noviembre de 1960 para la Arquidiócesis de Bogotá.
Fue miembro de la facultad del Seminario de Bogotá, de 1962 a 1966. En 1968 comenzó el nuevo departamento arquidiocesano para la pastoral. De 1970 a 1972, en Bogotá, fue vicario general; párroco; consejero y miembro de la facultad de la Universidad Nacional.
El Papa Pablo VI le nombró obispo auxiliar de Bogotá, el 25 de febrero de 1971.
En 1972 fue elegido secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).Fue promovido a arzobispo y nombrado coadjutor, con derecho a sucesión, de Medellín, el 22 de mayo de 1978 por Pablo VI. Se convirtió en pastor de esa arquidiócesis el 2 de junio de 1979. De 1979 a 1982 fue elegido presidente del CELAM.
Juan Pablo II le nombró cardenal el 2 de febrero de 1983.
Fue presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, de 1987 a 1990.
Comenta Néstor Ponguta, colaborador del periódico El Tiempo que alguna vez monseñor López Trujillo fue a Roma para tratar de ver al papa Juan Pablo I y plantearle la realización de un encuentro mundial de la familia. Sin embargo, no fue posible la reunión. Pero justo se encontró con otro prelado, al que le contó lo que había sucedido. Ese hombre era el cardenal Karol Wojtyla, quien días después se convirtió en Papa.
Y años despúes, el 8 de noviembre de 1990 Juan Pablo II le nombró presidente del Pontificio Consejo para la Familia cargo que ocupo hasta su muerte.
A partir de 1994, ese Consejo se ha convertido en el responsable para la organización de los Encuentros Mundiales de las Familias, que por el momento se han celebrado en Roma 1994; Río de Janeiro 1997; Roma 2000 en el marco del Jubileo de las Familias; Manila 2003, Valencia España en 2006.
López Trujillo fue legado papal para las celebraciones del IV Encuentro de la Familia en Manila, Filipinas.
Formó parte en la Curia vaticana, no sólo como residente de la comisión pra la Familia, sino también miembro de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe, para la Causa de los Santos, para los Obispos y para la Evangelización de los Pueblos. Pertenecía a la Comisión para América Latina
Por cierto, la próxima reunión de la familia será en México en 2009 y se esperá la participación de Benedicto XVI.
López Trujillo erá cercano a Norberto Rivera Carrera, arzobispo Primado de México, de alguna manera fue su padrino;
Benedicto XVI se enteró de su deceso la noche del sábado 19 de abril en EE UU, y fue informado a través del cardenal Angelo Sodano, otrora Secretario de Estado.
Federico Lombardi, portavoz del Vaticano destacó la "gran figura" del cardenal colombiano, cuya "función en el Consejo Pontificio para la Familiaera de gran importancia para la pastoral de la Iglesia". Además confirmó que Benedicto XVI presidirá el miércoles próximo en la Basílica de San Pedro del Vaticano las exequias de Trujillo
Con su deceso el Colegio cardenalicio queda compuesto por 195 purpurados, de los cuales 118 son electores (menos de 80 años) y 77 no electores.

Fin de la gira papal


Fin de la gira.
Benedicto XVI concluyó con broche de oro su visita pastoral a EE UU, con un servicio religioso en el estadio del equipo de béisbol los Yankees de Nueva York, y ante la presencia de más de 50 mil feligreses.
Aprevechó para celebrar los doscientos años de la creación de las diócesis de Boston, Nueva York, Filadelfia, y Louisville; al final se entonó el Himno a la Alegría de Beethoven, dando el ambiente de esperanza que el pontífice ha querido imprimir a esta visita.
La celebración religiosa de este domingo fue un claro ejemplo del "bilingüismo", español e inglés, que se vive en muchas ciudades de EE UU.
Entre los católicos de ese país, el 29% son latinos y el porcentaje aumenta hasta el 44,5% entre los que tienen entre 18 y 39 años. Por ello, el arzobispo de Nueva York, el cardenal Edward Egan, leyó también un mensaje de bienvenida al Papa en español en nombre de "la importante comunidad del Centro y Sur de América y del Caribe".
Las lecturas, cánticos, y peticiones también se alternaron en los dos idiomas, y el Papa, como ha realizado siempre en las grandes ceremonias de este viaje, pronunció una pequeña parte de la homilía en español.
"El rostro de la comunidad católica en vuestro país ha cambiado considerablemente. Pensemos en las continuas oleadas de emigrantes, cuyas tradiciones han enriquecido mucho a la Iglesia en América", recordó Benedicto XVI.
Los más de 50 mil fieles que asistieron esperaron durante horas su llegada, amenizados por un concierto en el que se exhibieron cantantes como el puertorriqueño José Feliciano, el tenor Marcello Giordano y Harry Connick Jr.
El Papa aprovechó esta misa para lanzar uno de los mensajes que ha reiterado en este viaje, la necesidad de defender la vida y condenar el aborto.
Asimismo, invitó a la política a abrazar la fe en todas sus decisiones, pues "ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios".
Por ello, el Papa elogió un país donde "los católicos han encontrado no sólo la libertad para practicar su fe, sino también para participar plenamente en la vida civil, llevando consigo sus convicciones morales a la esfera pública, cooperando con sus vecinos a forjar una vibrante sociedad democrática".
En su homilía, interrumpida en varias ocasiones por los aplausos, el Papa destacó el valor de la "autoridad" y de la "obediencia", consideradas como "un obstáculo para muchos de nuestros contemporáneos, especialmente en una sociedad que justamente da más valor a la libertad personal".
Homilía:
[En inglés]
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
En el Evangelio que acabamos de escuchar, Jesús dice a sus Apóstoles que tengan fe en Él, porque Él es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Cristo es el camino que conduce al Padre, la verdad que da sentido a la existencia humana, y la fuente de esa vida que es alegría eterna con todos los Santos en el Reino de los cielos. Acojamos estas palabras del Señor. Renovemos nuestra fe en Él y pongamos nuestra esperanza en sus promesas.
Con esta invitación a perseverar en la fe de Pedro (cf. Lc 22,32; Mt 16,17), les saludo a todos con gran afecto. Agradezco al Señor Cardenal Egan las cordiales palabras de bienvenida que ha pronunciado en vuestro nombre. En esta Misa, la Iglesia que peregrina en los Estados Unidos celebra el Bicentenario de la creación de las sedes de Nueva York, Boston, Filadelfia y Louisville por la desmembración de la sede madre de Baltimore. La presencia, en torno a este altar, del Sucesor de Pedro, de sus Hermanos Obispos y sacerdotes, de los diáconos, de los consagrados y consagradas, así como de los fieles laicos procedentes de los cincuenta Estados de la Unión, manifiesta de forma elocuente nuestra comunión en la fe católica que nos llegó de los Apóstoles.
La celebración de hoy es también un signo del crecimiento impresionante que Dios ha concedido a la Iglesia en vuestro País en los pasados doscientos años. A partir de un pequeño rebaño, como el descrito en la primera lectura, la Iglesia en América ha sido edificada en la fidelidad a los dos mandamientos del amor a Dios y del amor al prójimo. En esta tierra de libertad y oportunidades, la Iglesia ha unido rebaños muy diversos en la profesión de fe y, a través de sus muchas obras educativas, caritativas y sociales, también ha contribuido de modo significativo al crecimiento de la sociedad americana en su conjunto.
Este gran resultado no ha estado exento de retos. La primera lectura de hoy, tomada de los Hechos de los Apóstoles, habla de las tensiones lingüísticas y culturales que había en la primitiva comunidad eclesial. Al mismo tiempo, muestra el poder de la Palabra de Dios, proclamada autorizadamente por los Apóstoles y acogida en la fe, para crear una unidad capaz de ir más allá de las divisiones que provienen de los límites y debilidades humanas. Se nos recuerda aquí una verdad fundamental: que la unidad de la Iglesia no tiene más fundamento que la Palabra de Dios, hecha carne en Cristo Jesús, Nuestro Señor. Todos los signos externos de identidad, todas las estructuras, asociaciones o programas, por válidos o incluso esenciales que sean, existen en último término únicamente para sostener y favorecer una unidad más profunda que, en Cristo, es un don indefectible de Dios a su Iglesia.
La primera lectura muestra además, como vemos en la imposición de manos sobre los primeros diáconos, que la unidad de la Iglesia es "apostólica", es decir, una unidad visible fundada sobre los Apóstoles, que Cristo eligió y constituyó como testigos de su resurrección, y nacida de lo que la Escritura denomina "la obediencia de la fe" (Rm 1,5; Hch 6,7).
"Autoridad"... "obediencia". Siendo francos, estas palabras no se pronuncian hoy fácilmente. Palabras como éstas representan "una piedra de tropiezo" para muchos de nuestros contemporáneos, especialmente en una sociedad que justamente da mucho valor a la libertad personal. Y, sin embargo, a la luz de nuestra fe en Cristo, "el camino, la verdad y la vida", alcanzamos a ver el sentido más pleno, el valor e incluso la belleza de tales palabras. El Evangelio nos enseña que la auténtica libertad, la libertad de los hijos de Dios, se encuentra sólo en la renuncia al propio yo, que es parte del misterio del amor. Sólo perdiendo la propia vida, como nos dice el Señor, nos encontramos realmente a nosotros mismos (cf. Lc 17,33). La verdadera libertad florece cuando nos alejamos del yugo del pecado, que nubla nuestra percepción y debilita nuestra determinación, y ve la fuente de nuestra felicidad definitiva en Él, que es amor infinito, libertad infinita, vida sin fin. "En su voluntad está nuestra paz".
Por tanto, la verdadera libertad es un don gratuito de Dios, fruto de la conversión a su verdad, a la verdad que nos hace libres (cf. Jn 8,32). Y dicha libertad en la verdad lleva consigo un modo nuevo y liberador de ver la realidad. Cuando nos identificamos con "la mente de Cristo" (cf. Fil 2,5), se nos abren nuevos horizontes. A la luz de la fe, en la comunión de la Iglesia, encontramos también la inspiración y la fuerza para llegar a ser fermento del Evangelio en este mundo. Llegamos a ser luz del mundo, sal de la tierra (cf. Mt 5,13-14), encargados del "apostolado" de conformar nuestras vidas y el mundo en que vivimos cada vez más plenamente con el plan salvador de Dios.
La magnífica visión de un mundo transformado por la verdad liberadora del Evangelio queda reflejada en la descripción de la Iglesia que encontramos en la segunda lectura de hoy. El Apóstol nos dice que Cristo, resucitado de entre los muertos, es la piedra angular de un gran templo que también ahora se está edificando en el Espíritu. Y nosotros, miembros de su cuerpo, nos hacemos por el Bautismo "piedras vivas" de ese templo, participando por la gracia en la vida de Dios, bendecidos con la libertad de los hijos de Dios, y capaces de ofrecer sacrificios espirituales agradables a él (cf. 1 P 2,5). ¿Qué otra ofrenda estamos llamados a realizar, sino la de dirigir todo pensamiento, palabra o acción a la verdad del Evangelio, o a dedicar toda nuestra energía al servicio del Reino de Dios? Sólo así podemos construir con Dios, sobre el cimiento que es Cristo (cf. 1 Co 3,11). Sólo así podemos edificar algo que sea realmente duradero. Sólo así nuestra vida encuentra el significado último y da frutos perdurables.
Hoy recordamos doscientos años de un momento crucial la historia de la Iglesia en los Estados Unidos: su primer gran fase de crecimiento. En estos doscientos años, el rostro de la comunidad católica en vuestro País ha cambiado considerablemente. Pensemos en las continuas oleadas de emigrantes, cuyas tradiciones han enriquecido mucho a la Iglesia en América. Pensemos en la recia fe que edificó la cadena de Iglesias, instituciones educativas, sanitarias y sociales, que desde hace mucho tiempo son el emblema distintivo de la Iglesia en este territorio. Pensemos también en los innumerables padres y madres que han transmitido la fe a sus hijos, en el ministerio cotidiano de muchos sacerdotes que han gastado su vida en el cuidado de las almas, en la contribución incalculable de tantos consagrados y consagradas, quienes no sólo han enseñado a los niños a leer y escribir, sino que también les han inculcado para toda la vida un deseo de conocer, amar y servir a Dios. Cuántos "sacrificios espirituales agradables a Dios" se han ofrecido en los dos siglos transcurridos. En esta tierra de libertad religiosa, los católicos han encontrado no sólo la libertad para practicar su fe, sino también para participar plenamente en la vida civil, llevando consigo sus convicciones morales a la esfera pública, cooperando con sus vecinos a forjar una vibrante sociedad democrática. La celebración actual es algo más que una ocasión de gratitud por las gracias recibidas: es una invitación para proseguir con la firme determinación de usar sabiamente la bendición de la libertad, con el fin de edificar un futuro de esperanza para las generaciones futuras.
"Ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que les llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa" (1 P 2,9). Estas palabras del Apóstol Pedro no sólo nos recuerdan la dignidad que por gracia de Dios tenemos, sino que también entrañan un desafío y una fidelidad cada vez más grande a la herencia gloriosa recibida en Cristo (cf. Ef 1,18). Nos retan a examinar nuestras conciencias, a purificar nuestros corazones, a renovar nuestro compromiso bautismal de rechazar a Satanás y todas sus promesas vacías. Nos retan a ser un pueblo de la alegría, heraldos de la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5) nacida de la fe en la Palabra de Dios y de la confianza en sus promesas.
En esta tierra, ustedes y muchos de sus vecinos rezan todos los días al Padre con las palabras del Señor: "Venga tu Reino". Esta plegaria debe forjar la mente y el corazón de todo cristiano de esta Nación. Debe dar fruto en el modo en que ustedes viven su esperanza y en la manera en que construyen su familia y su comunidad. Debe crear nuevos "lugares de esperanza" (cf. Spe salvi, 32 ss) en los que el Reino de Dios se haga presente con todo su poder salvador.
Además, rezar con fervor por la venida del Reino significa estar constantemente atentos a los signos de su presencia, trabajando para que crezca en cada sector de la sociedad. Esto quiere decir afrontar los desafíos del presente y del futuro confiados en la victoria de Cristo y comprometiéndose en extender su Reino. Significa superar toda separación entre fe y vida, oponiéndose a los falsos evangelios de libertad y felicidad. Quiere decir, además, rechazar la falsa dicotomía entre la fe y la vida política, pues, como ha afirmado el Concilio Vaticano II, "ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios" (Lumen gentium, 36). Esto quiere decir esforzarse para enriquecer la sociedad y la cultura americanas con la belleza y la verdad del Evangelio, sin perder jamás de vista esa gran esperanza que da sentido y valor a todas las otras esperanzas que inspiran nuestra vida.
Queridos amigos, éste es el reto que os presenta hoy el Sucesor de Pedro. Como "raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada", sigan con fidelidad las huellas de quienes les han precedido. Apresuren la venida del Reino en esta tierra. Las generaciones pasadas les han legado una herencia extraordinaria. También en nuestros días la comunidad católica de esta Nación ha destacado en su testimonio profético en defensa de la vida, en la educación de los jóvenes, en la atención a los pobres, enfermos o extranjeros que viven entre ustedes. También hoy el futuro de la Iglesia en América debe comenzar a elevarse partiendo de estas bases sólidas.
Ayer, no lejos de aquí, me ha conmovido la alegría, la esperanza y el amor generoso a Cristo que he visto en el rostro de tantos jóvenes congregados en Dunwoodie. Ellos son el futuro de la Iglesia y merecen nuestras oraciones y todo el apoyo que podamos darles. Por eso, deseo concluir añadiendo una palabra de aliento para ellos. Queridos jóvenes amigos: igual que los siete hombres "llenos de espíritu de sabiduría" a los que los Apóstoles confiaron el cuidado de la joven Iglesia, álcense también ustedes y asuman la responsabilidad que la fe en Cristo les presenta. Que encuentren la audacia de proclamar a Cristo, "el mismo ayer, hoy y siempre", y las verdades inmutables que se fundamentan en Él (cf. Gaudium et spes, 10; Hb 13,8): son verdades que nos hacen libres. Se trata de las únicas verdades que pueden garantizar el respeto de la dignidad y de los derechos de todo hombre, mujer y niño en nuestro mundo, incluidos los más indefensos de todos los seres humanos, como los niños que están aún en el seno materno. En un mundo en el que, como Juan Pablo II nos recordó hablando en este mismo lugar, Lázaro continúa llamando a nuestra puerta (Homilía en el Yankee Stadium, 2 de octubre de 1979, n. 7), actúen de modo que su fe y su amor den fruto ayudando a los pobres, a los necesitados y a los sin voz. Muchachos y muchachas de América, les reitero: abran los corazones a la llamada de Dios para seguirlo en el sacerdocio y en la vida religiosa. ¿Puede haber un signo de amor más grande que seguir las huellas de Cristo, que no dudó en dar la vida por sus amigos (cf. Jn 15,13)?
En el Evangelio de hoy, el Señor promete a los discípulos que realizarán obras todavía más grandes que las suyas (cf. Jn 14,12). Queridos amigos, sólo Dios en su providencia sabe lo que su gracia debe realizar todavía en sus vidas y en la vida de la Iglesia de los Estados Unidos. Mientras tanto, la promesa de Cristo nos colma de esperanza firme. Unamos, pues, nuestras plegarias a la suya, como piedras vivas del templo espiritual que es su Iglesia una, santa, católica y apostólica. Dirijamos nuestra mirada hacia él, pues también ahora nos está preparando un sitio en la casa de su Padre. Y, fortalecidos por el Espíritu Santo, trabajemos con renovado ardor por la extensión de su Reino.
"Dichosos los creyentes" (cf. 1 P 2,7). Dirijámonos a Jesús. Sólo Él es el camino que conduce a la felicidad eterna, la verdad que satisface los deseos más profundos de todo corazón, y la vida trae siempre nuevo gozo y esperanza, para nosotros y para todo el mundo. Amén.
[En español]
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Les saludo con afecto y me alegro de celebrar esta Santa Misa para dar gracias a Dios por el bicentenario del momento en que empezó a desarrollarse la Iglesia Católica en esta Nación. Al mirar el camino de fe recorrido en estos años, no exento también de dificultades, alabamos al Señor por los frutos que la Palabra de Dios ha dado en estas tierras y le manifestamos nuestro deseo de que Cristo, Camino, Verdad y Vida, sea cada vez más conocido y amado.
Aquí, en este País de libertad, quiero proclamar con fuerza que la Palabra de Cristo no elimina nuestras aspiraciones a una vida plena y libre, sino que nos descubre nuestra verdadera dignidad de hijos de Dios y nos alienta a luchar contra todo aquello que nos esclaviza, empezando por nuestro propio egoísmo y caprichos. Al mismo tiempo, nos anima a manifestar nuestra fe a través de nuestra vida de caridad y a hacer que nuestras comunidades eclesiales sean cada día más acogedoras y fraternas.
Sobre todo a los jóvenes les confío asumir el gran reto que entraña creer en Cristo y lograr que esa fe se manifieste en una cercanía efectiva hacia los pobres. También en una respuesta generosa a las llamadas que Él sigue formulando para dejarlo todo y emprender una vida de total consagración a Dios y a la Iglesia, en la vida sacerdotal o religiosa.
Queridos hermanos y hermanas, les invito a mirar el futuro con esperanza, permitiendo que Jesús entre en sus vidas. Solamente Él es el camino que conduce a la felicidad que no acaba, la verdad que satisface las más nobles expectativas humanas y la vida colmada de gozo para bien de la Iglesia y el mundo. Que Dios les bendiga.
[Traducción distribuida por la Santa Sede-

Benedicto XVI en EE UU

Discurso del Papa a los jóvenes y seminaristas en el Seminario de San José de Nueva York, sabado 19 de abril/2008;
[En inglés]
Queridos Hermanos en el Episcopado
Queridos jóvenes amigos:
Proclamen a Cristo Señor, "siempre prontos para dar razón de su esperanza a todo el que se la pidiere" (1 Pe 3,15). Con estas palabras de la Primera carta de san Pedro, saludo a cada uno de ustedes con cordial afecto. Agradezco al Señor Cardenal Egan sus amables palabras de bienvenida y también doy las gracias a los representantes que han elegido por sus manifestaciones de gozosa acogida. Dirijo un particular saludo y expreso mi gratitud al Señor Obispo Walsh, Rector del Seminario de San José, al personal y a los seminaristas.
Jóvenes amigos, me alegra tener la ocasión de hablar con ustedes. Lleven, por favor, mis cordiales saludos a los miembros de sus familias y a sus parientes, así como a sus profesores y al personal de las diversas Escuelas, Colegios y Universidades a las que pertenecen. Me consta que muchos han trabajado intensamente para garantizar la realización de este nuestro encuentro. Les quedo muy reconocido. Gracias también por haberme cantado el "Happy Birthday". Gracias por este detalle conmovedor; a todos les doy un sobresaliente por la pronunciación del alemán.
Esta tarde quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el ser discípulo de Jesucristo; siguiendo las huellas del Señor, nuestra vida se transforma en un viaje de esperanza.
Tienen delante las imágenes de seis hombres y mujeres ordinarios que se superaron para llevar una vida extraordinaria. La Iglesia les tributa el honor de Venerables, Beatos o Santos: cada uno respondió a la llamada de Dios y a una vida de caridad, y lo sirvió aquí en las calles y callejas o en los suburbios de Nueva York. Me ha impresionado la heterogeneidad de este grupo: pobres y ricos, laicos y laicas -una era una pudiente esposa y madre-, sacerdotes y religiosas, emigrantes venidos de lejos, la hija de un guerrero Mohawk y una madre Algonquin, un esclavo haitiano y un intelectual cubano.
Santa Isabel Ana Seton, Santa Francisca Javier Cabrini, San Juan Neumann, la beata Kateri Tekakwitha, el venerable Pierre Toussaint y el Padre Félix Varela: cada uno de nosotros podría estar entre ellos, pues en este grupo no hay un estereotipo, ningún modelo uniforme. Pero mirando más de cerca se aprecian ciertos rasgos comunes. Inflamados por el amor de Jesús, sus vidas se convirtieron en extraordinarios itinerarios de esperanza. Para algunos, esto supuso dejar la Patria y embarcarse en una peregrinación de miles de kilómetros. Para todos, un acto de abandono en Dios con la confianza de que él es la meta final de todo peregrino. Y cada uno de ellos ofrecían su "mano tendida" de esperanza a cuantos encontraban en el camino, suscitando en ellos muchas veces una vida de fe. Atendieron a los pobres, a los enfermos y a los marginados en hospicios, escuelas y hospitales, y, mediante el testimonio convincente que proviene del caminar humildemente tras las huellas de Jesús, estas seis personas abrieron el camino de la fe, la esperanza y la caridad a muchas otras, incluyendo tal vez a sus propios antepasados.
Y ¿qué ocurre hoy? ¿Quién da testimonio de la Buena Noticia de Jesús en las calles de Nueva York, en los suburbios agitados en la periferia de las grandes ciudades, en las zonas donde se reúnen los jóvenes buscando a alguien en quien confiar? Dios es nuestro origen y nuestra meta, y Jesús es el camino. El recorrido de este viaje pasa, como el de nuestros santos, por los gozos y las pruebas de la vida ordinaria: en vuestras familias, en la escuela o el colegio, durante vuestras actividades recreativas y en vuestras comunidades parroquiales. Todos estos lugares están marcados por la cultura en la que estáis creciendo. Como jóvenes americanos se les ofrecen muchas posibilidades para el desarrollo personal y están siendo educados con un sentido de generosidad, servicio y rectitud. Pero no necesitan que les diga que también hay dificultades: comportamientos y modos de pensar que asfixian la esperanza, sendas que parecen conducir a la felicidad y a la satisfacción, pero que sólo acaban en confusión y angustia.
Mis años de teenager fueron arruinados por un régimen funesto que pensaba tener todas las respuestas; su influjo creció -filtrándose en las escuelas y los organismos civiles, así como en la política e incluso en la religión- antes de que pudiera percibirse claramente que era un monstruo. Declaró proscrito a Dios, y así se hizo ciego a todo lo bueno y verdadero. Muchos de los padres y abuelos de ustedes les habrán contado el horror de la destrucción que siguió después. Algunos de ellos, de hecho, vinieron a América precisamente para escapar de este terror.
Demos gracias a Dios, porque hoy muchos de su generación pueden gozar de las libertades que surgieron gracias a la expansión de la democracia y del respeto de los derechos humanos. Demos gracias a Dios por todos los que lucharon para asegurar que puedan crecer en un ambiente que cultiva lo bello, bueno y verdadero: sus padres y abuelos, sus profesores y sacerdotes, las autoridades civiles que buscan lo que es recto y justo.
Sin embargo, el poder destructivo permanece. Decir lo contrario sería engañarse a sí mismos. Pero éste jamás triunfará; ha sido derrotado. Ésta es la esencia de la esperanza que nos distingue como cristianos; la Iglesia lo recuerda de modo muy dramático en el Triduo Pascual y lo celebra con gran gozo en el Tiempo pascual. El que nos indica la vía tras la muerte es Aquel que nos muestra cómo superar la destrucción y la angustia; Jesús es, pues, el verdadero maestro de vida (cf. Spe salvi, 6). Su muerte y resurrección significa que podemos decir al Padre celestial: "Tú has renovado el mundo" (Viernes Santo, Oración después de la comunión). De este modo, hace pocas semanas, en la bellísima liturgia de la Vigilia pascual, no por desesperación o angustia, sino con una confianza colmada de esperanza, clamamos a Dios por nuestro mundo: "Disipa las tinieblas del corazón. Disipa las tinieblas del espíritu" (cf. Oración al encender el cirio pascual).
¿Qué pueden ser estas tinieblas? ¿Qué sucede cuando las personas, sobre todo las más vulnerables, encuentran el puño cerrado de la represión o de la manipulación en vez de la mano tendida de la esperanza? El primer grupo de ejemplos pertenece al corazón. Aquí, los sueños y los deseos que los jóvenes persiguen se pueden romper y destruir muy fácilmente. Pienso en los afectados por el abuso de la droga y los estupefacientes, por la falta de casa o la pobreza, por el racismo, la violencia o la degradación, en particular muchachas y mujeres. Aunque las causas de estas situaciones problemáticas son complejas, todas tienen en común una actitud mental envenenada que se manifiesta en tratar a las personas como meros objetos: una insensibilidad del corazón, que primero ignora y después se burla de la dignidad dada por Dios a toda persona humana. Tragedias similares muestran también que lo podría haber sido y lo que puede ser ahora, si otras manos, vuestras manos, hubieran estado tendidas o se tendiesen hacia ellos. Les animo a invitar a otros, sobre todo a los débiles e inocentes, a unirse a ustedes en el camino de la bondad y de la esperanza.
El segundo grupo de tinieblas -las que afectan al espíritu- a menudo no se percibe, y por eso es particularmente nocivo. La manipulación de la verdad distorsiona nuestra percepción de la realidad y enturbia nuestra imaginación y nuestras aspiraciones. Ya he mencionado las muchas libertades que afortunadamente pueden gozar ustedes. Hay que salvaguardar rigurosamente la importancia fundamental de la libertad. No sorprende, pues, que muchas personas y grupos reivindiquen en voz alta y públicamente su libertad. Pero la libertad es un valor delicado. Puede ser malentendida y usada mal, de manera que no lleva a la felicidad que todos esperamos, sino hacia un escenario oscuro de manipulación, en el que nuestra comprensión de nosotros mismos y del mundo se hace confusa o se ve incluso distorsionada por quienes ocultan sus propias intenciones.
¿Han notado ustedes que, con frecuencia, se reivindica la libertad sin hacer jamás referencia a la verdad de la persona humana? Hay quien afirma hoy que el respeto a la libertad del individuo hace que sea erróneo buscar la verdad, incluida la verdad sobre lo que es el bien. En algunos ambientes, hablar de la verdad se considera como una fuente de discusiones o de divisiones y, por tanto, es mejor relegar este tema al ámbito privado. En lugar de la verdad -o mejor, de su ausencia- se ha difundido la idea de que, dando un valor indiscriminado a todo, se asegura la libertad y se libera la conciencia. A esto llamamos relativismo. Pero, ¿qué objeto tiene una "libertad" que, ignorando la verdad, persigue lo que es falso o injusto? ¿A cuántos jóvenes se les ha tendido una mano que, en nombre de la libertad o de una experiencia, los ha llevado al consumo habitual de estupefacientes, a la confusión moral o intelectual, a la violencia, a la pérdida del respeto por sí mismos, a la desesperación incluso y, de este modo, trágicamente, al suicidio? Queridos amigos, la verdad no es una imposición. Tampoco es un mero conjunto de reglas. Es el descubrimiento de Alguien que jamás nos traiciona; de Alguien del que siempre podemos fiarnos. Buscando la verdad llegamos a vivir basados en la fe porque, en definitiva, la verdad es una persona: Jesucristo. Ésta es la razón por la que la auténtica libertad no es optar por "desentenderse de". Es decidir "comprometerse con"; nada menos que salir de sí mismos y ser incorporados en el "ser para los otros" de Cristo (cf. Spe salvi, 28).
Como creyentes, ¿cómo podemos ayudar a los otros a caminar por el camino de la libertad que lleva a la satisfacción plena y a la felicidad duradera? Volvamos una vez más a los santos. ¿De qué modo su testimonio ha liberado realmente a otros de las tinieblas del corazón y del espíritu? La respuesta se encuentra en la médula de su fe, de nuestra fe. La encarnación, el nacimiento de Jesús nos muestra que Dios, de hecho, busca un sitio entre nosotros. A pesar de que la posada está llena, él entra por el establo, y hay personas que ven su luz. Se dan cuenta de lo que es el mundo oscuro y hermético de Herodes y siguen, en cambio, el brillo de la estrella que los guía en la noche. ¿Y qué irradia? A este respecto pueden recordar la oración recitada en la noche santa de Pascua: "¡Oh Dios!, que por medio de tu Hijo, luz del mundo, nos has dado la luz de tu gloria, enciende en nosotros la llama viva de tu esperanza" (cf. Bendición del fuego). De este modo, en la procesión solemne con las velas encendidas, nos pasamos de uno a otro la luz de Cristo. Es la luz que "ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos" (Exsultet). Ésta es la luz de Cristo en acción. Éste es el camino de los santos. Ésta es la visión magnífica de la esperanza. La luz de Cristo les invita a ser estrellas-guía para los otros, marchando por el camino de Cristo, que es camino de perdón, de reconciliación, de humildad, de gozo y de paz.
Sin embargo, a veces tenemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, de dudar de la fuerza del esplendor de Cristo, de limitar el horizonte de la esperanza. ¡Ánimo! Miren a nuestros santos. La diversidad de su experiencia de la presencia de Dios nos sugiere descubrir nuevamente la anchura y la profundidad del cristianismo. Dejen que su fantasía se explaye libremente por el ilimitado horizonte del discipulado de Cristo. A veces nos consideran únicamente como personas que hablan sólo de prohibiciones. Nada más lejos de la verdad. Un discipulado cristiano auténtico se caracteriza por el sentido de la admiración. Estamos ante un Dios que conocemos y al que amamos como a un amigo, ante la inmensidad de su creación y la belleza de nuestra fe cristiana.
Queridos amigos, el ejemplo de los santos nos invita, también, a considerar cuatro aspectos esenciales del tesoro de nuestra fe: oración personal y silencio, oración litúrgica, práctica de la caridad y vocaciones.
Lo más importante es que ustedes desarrollen su relación personal con Dios. Esta relación se manifiesta en la plegaria. Dios, por virtud de su propia naturaleza, habla, escucha y responde. En efecto, San Pablo nos recuerda que podemos y debemos "ser constantes en orar" (cf. 1 Ts 5,17). En vez de replegarnos sobre nosotros mismos o de alejarnos de los vaivenes de la vida, en la oración nos dirigimos hacia Dios y, por medio de Él, nos volvemos unos a otros, incluyendo a los marginados y a cuantos siguen vías distintas a las de Dios (cf. Spe salvi, 33). Como admirablemente nos enseñan los santos, la oración se transforma en esperanza en acto. Cristo era su constante compañero, con quien conversaban en cualquier momento de su camino de servicio a los demás.
Hay otro aspecto de la oración que debemos recordar: la contemplación y el silencio. San Juan, por ejemplo, nos dice que para acoger la revelación de Dios es necesario escuchar y después responder anunciando lo que hemos oído y visto (cf. 1 Jn 1,2-3; Dei Verbum, 1). ¿Hemos perdido quizás algo del arte de escuchar? ¿Dejan ustedes algún espacio para escuchar el susurro de Dios que les llama a caminar hacia la bondad? Amigos, no tengan miedo del silencio y del sosiego, escuchen a Dios, adórenlo en la Eucaristía. Permitan que su palabra modele su camino como crecimiento de la santidad.
En la liturgia encontramos a toda la Iglesia en plegaria. La palabra "liturgia" significa la participación del pueblo de Dios en "la obra de Cristo Sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Sacrosanctum concilium, 7). ¿En qué consiste esta obra? Ante todo se refiere a la Pasión de Cristo, a su muerte y resurrección y a su ascensión, lo que denominamos "Misterio pascual". Se refiere también a la celebración misma de la liturgia. Los dos significados, de hecho, están vinculados inseparablemente, ya que esta "obra de Jesús" es el verdadero contenido de la liturgia. Mediante la liturgia, "la obra de Jesús" entra continuamente en contacto con la historia; con nuestra vida, para modelarla. Aquí percibimos otra idea de la grandeza de nuestra fe cristiana. Cada vez que se reúnen para la Santa Misa, cuando van a confesarse, cada vez que celebran uno de los Sacramentos, Jesús está actuando. Por el Espíritu Santo los atrae hacia sí, dentro de su amor sacrificial por el Padre, que se transforma en amor hacia todos. De este modo vemos que la liturgia de la Iglesia es un ministerio de esperanza para la humanidad. Vuestra participación colmada de fe es una esperanza activa que ayuda a que el mundo -tanto santos como pecadores- esté abierto a Dios; ésta es la verdadera esperanza humana que ofrecemos a cada uno (cf. Spe salvi, 34).
Su plegaria personal, sus tiempos de contemplación silenciosa y su participación en la liturgia de la Iglesia les acerca más a Dios y les prepara también para servir a los demás. Los santos que nos acompañan esta tarde nos muestran que la vida de fe y de esperanza es también una vida de caridad. Contemplando a Jesús en la cruz, vemos el amor en su forma más radical. Comencemos a imaginar el camino del amor por el que debemos marchar (cf. Deus caritas est, 12). Las ocasiones para recorrer este camino son muchas. Miren a su alrededor con los ojos de Cristo, escuchen con sus oídos, intuyan y piensen con su corazón y su espíritu. ¿Están ustedes dispuestos a dar todo por la verdad y la justicia, como hizo Él? Muchos de los ejemplos de sufrimiento a los que nuestros santos respondieron con compasión, siguen produciéndose todavía en esta ciudad y en sus alrededores. Y han surgido nuevas injusticias: algunas son complejas y derivan de la explotación del corazón y de la manipulación del espíritu; también nuestro ambiente de la vida ordinaria, la tierra misma, gime bajo el peso de la avidez consumista y de la explotación irresponsable. Hemos de escuchar atentamente. Hemos de responder con una acción social renovada que nazca del amor universal que no conoce límites. De este modo estamos seguros de que nuestras obras de misericordia y justicia se transforman en esperanza viva para los demás.
Queridos jóvenes, quisiera añadir por último una palabra sobre las vocaciones. Pienso, ante todo, en sus padres, abuelos y padrinos. Ellos han sido sus primeros educadores en la fe. Al presentarlos para el bautismo, les dieron la posibilidad de recibir el don más grande de su vida. Aquel día ustedes entraron en la santidad de Dios mismo. Llegaron a ser hijos e hijas adoptivos del Padre. Fueron incorporados a Cristo. Se convirtieron en morada de su Espíritu. Recemos por las madres y los padres en todo el mundo, en particular por los que de alguna manera están lejos, social, material, espiritualmente. Honremos las vocaciones al matrimonio y a la dignidad de la vida familiar. Deseamos que se reconozca siempre que las familias son el lugar donde nacen las vocaciones.
Saludo a los seminaristas congregados en el Seminario de San José y animo también a todos los seminaristas de América. Me alegra saber que están aumentando. El Pueblo de Dios espera de ustedes que sean sacerdotes santos, caminando cotidianamente hacia la conversión, inculcando en los demás el deseo de entrar más profundamente en la vida eclesial de creyentes. Les exhorto a profundizar su amistad con Jesús, el Buen Pastor. Hablen con Él de corazón a corazón. Rechacen toda tentación de ostentación, hacer carrera o de vanidad. Tiendan hacia un estilo de vida caracterizado auténticamente por la caridad, la castidad y la humildad, imitando a Cristo, el Sumo y Eterno Sacerdote, del que deben llegar a ser imágenes vivas (cf. Pastores dabo vobis, 33). Queridos seminaristas, rezo por ustedes cada día. Recuerden que lo que cuenta ante el Señor es permanecer en su amor e irradiar su amor por los demás.
Las Religiosas, los Religiosos y los Sacerdotes de las Congregaciones contribuyen generosamente a la misión de la Iglesia. Su testimonio profético se caracteriza por una convicción profunda de la primacía del Evangelio para plasmar la vida cristiana y transformar la sociedad. Quisiera hoy llamar su atención sobre la renovación espiritual positiva que las Congregaciones están llevando a cabo en relación con su carisma. La palabra "carisma" significa don ofrecido libre y gratuitamente. Los carismas los concede el Espíritu Santo que inspira a los fundadores y fundadoras y forma las Congregaciones con el consiguiente patrimonio espiritual. El maravilloso conjunto de carismas propios de cada Instituto religioso es un tesoro espiritual extraordinario. En efecto, la historia de la Iglesia se muestra tal vez del modo más bello a través de la historia de sus escuelas de espiritualidad, la mayor parte de las cuales se remontan a la vida de los santos fundadores y fundadoras. Estoy seguro que, descubriendo los carismas que producen esta riqueza de sabiduría espiritual, algunos de ustedes, jóvenes, se sentirán atraídos por una vida de servicio apostólico o contemplativo. No sean tímidos para hablar con hermanas, hermanos o sacerdotes religiosos sobre su carisma y la espiritualidad de su Congregación. No existe ninguna comunidad perfecta, pero es el discernimiento de la fidelidad al carisma fundador, no a una persona en particular, lo que el Señor les está pidiendo. Ánimo. También ustedes pueden hacer de su vida una autodonación por amor al Señor Jesús y, en Él, a todos los miembros de la familia humana (cf. Vita consecrata, 3).
Amigos, de nuevo les pregunto, ¿qué decir de la hora presente? ¿Qué están buscando? ¿Qué les está sugiriendo Dios? Cristo es la esperanza que jamás defrauda. Los santos nos muestran el amor desinteresado por su camino. Como discípulos de Cristo, sus caminos extraordinarios se desplegaron en aquella comunidad de esperanza que es la Iglesia. Y también ustedes encontrarán dentro de la Iglesia el aliento y el apoyo para marchar por el camino del Señor. Alimentados por la plegaria personal, preparados en el silencio, modelados por la liturgia de la Iglesia, descubrirán la vocación particular a la que el Señor les llama. Acójanla con gozo. Hoy son ustedes los discípulos de Cristo. Irradien su luz en esta gran ciudad y en otras. Den razón de su esperanza al mundo. Hablen con los demás de la verdad que les hace libres. Con estos sentimientos de gran esperanza en ustedes, les saludo con un "hasta pronto", hasta encontrarme de nuevo con ustedes en julio, para la Jornada Mundial de la Juventud en Sidney. Y, como signo de mi afecto por ustedes y sus familias, les imparto con alegría la Bendición Apostólica.
[En español]
Queridos Seminaristas, queridos jóvenes:
Es para mí una gran alegría poder encontrarme con todos ustedes en este día de mi cumpleaños. Gracias por su acogida y por el cariño que me han demostrado.
Les animo a abrirle al Señor su corazón para que Él lo llene por completo y con el fuego de su amor lleven su Evangelio a todos los barrios de Nueva York.
La luz de la fe les impulsará a responder al mal con el bien y la santidad de vida, como lo hicieron los grandes testigos del Evangelio a lo largo de los siglos. Ustedes están llamados a continuar esa cadena de amigos de Jesús, que encontraron en su amor el gran tesoro de sus vidas. Cultiven esta amistad a través de la oración, tanto personal como litúrgica, y por medio de las obras de caridad y del compromiso por ayudar a los más necesitados. Si no lo han hecho, plantéense seriamente si el Señor les pide seguirlo de un modo radical en el ministerio sacerdotal o en la vida consagrada. No basta una relación esporádica con Cristo. Una amistad así no es tal. Cristo les quiere amigos suyos íntimos, fieles y perseverantes.
A la vez que les renuevo mi invitación a participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Sidney, les aseguro mi recuerdo en la oración, en la que suplico a Dios que los haga auténticos discípulos de Cristo Resucitado. Muchas gracias.
[Traducción distribuida por la Santa Sede

El Papa en la Zona Cero

Oración de Benedicto XVI en la Zona Cero
Benedicto XVI visitó este domingo 20 de abril la Zona Cero, el cráter sobre el que surgían las Torres Gemelas de Nueva York.
Lo acompaño el cardenal Edward Egan, arzobispo de Nueva Yor y fueron recibido por el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg; el gobernador de Nueva York, David A. Paterson; el gobernador de Nueva Jersey, John Corzine; y 24 personas en representación de quienes prestaron ayuda a las víctimas de los atentados del 11-S
Antes de encender el cirio y de dar la bendición, el Papa pronunció esta oración:
* * *
¡Oh Dios de amor, compasión y salvación!
¡Míranos, gente de diferentes creencias y tradiciones,
reunidos hoy en este lugar,
escenario de violencia y dolor increíbles.
Te pedimos que por tu bondad
concedas la luz y la paz eternas
a todos los que murieron aquí-
a los que heroicamente acudieron los primeros,
nuestros bomberos, policías,
servicios de emergencia y las autoridades del puerto,
y a todos los hombres y mujeres inocentes
que fueron víctimas de esta tragedia
simplemente porque vinieron aquí para cumplir con su deber
el 11 de septiembre de 2001.
Te pedimos que tengas compasión
y alivies las penas de aquellos que,
por estar presentes aquí ese día,
hoy están heridos o enfermos.
Alivia también el dolor de las familias que todavía sufren
y de todos los que han perdido a sus seres queridos en esta tragedia.
Dales fortaleza para seguir viviendo con valentía y esperanza.
También tenemos presentes
a cuantos murieron, resultaron heridos o sufrieron pérdidas
ese mismo día en el Pentágono y en Shanskville, Pennsylvania.
Nuestros corazones se unen a los suyos,
mientras nuestras oraciones abrazan su dolor y sufrimiento.
Dios de la paz, concede tu paz a nuestro violento mundo:
paz en los corazones de todos los hombres y mujeres
y paz entre las naciones de la tierra.
Lleva por tu senda del amor
a aquellos cuyas mentes y corazones
están nublados por el odio.
Dios de comprensión,
abrumados por la magnitud de esta tragedia,
buscamos tu luz y tu guía
cuando nos enfrentamos con hechos tan terribles como éste.
Haz que aquellos cuyas vidas fueron salvadas
vivan de manera que las vidas perdidas aquí
no lo hayan sido en vano.
Confórtanos y consuélanos,
fortalécenos en la esperanza,
y danos la sabiduría y el coraje
para trabajar incansablemente por un mundo
en el que la verdadera paz y el amor
reinen entre las naciones y en los corazones de todos.
[Traducción distribuida por la Santa Sede]

Caballos de troya del Pentágono


Los analistas independientes, "el caballo de Troya del Pentágono"
Un Reportaje de The New York Times desvela que el Pentágono usa a analistas de cadenas de Televisión para transmitir sus puntos de vista
En primera plana (abajo), el diario señala que, en su campaña de persuasión, el Pentágono ha infiltrado en la radio y televisión a militares jubilados, que por su experiencia tienen vasta "autoridad" para opinar sobre asuntos de defensa y seguridad nacional tras los atentados de 2001.
Dice El País, que tras realizar entrevistas y un análisis de archivos oficiales (el rotativo asegura haber analizado más de 8,000 páginas), el diario afirma que el Gobierno del presidente George W. Bush "ha utilizado su control del acceso y la información para transformar a los analistas en una especie de caballo de Troya en los medios, un instrumento para moldear la cobertura mediática de la lucha antiterrorista".
Sin embargo, detrás de la apariencia de objetividad, lo que el Departamento de Defensa ha querido con estos métodos es "generar cobertura noticiosa favorable a la gestión del Gobierno en tiempos de guerra", agrega el rotativo.
La campaña, en marcha desde poco antes de la invasión de Irak en 2003, "ha intentado explotar las alianzas ideológicas y militares, además de una potente dinámica financiera: la mayoría de los analistas tienen vínculos con contratistas militares con intereses en las mismas políticas de guerra que debían evaluar" en los programas de televisión, según el diario.
Estos asesores se presentaban ante los medios de comunicación como analistas
independientes.-"No estoy aquí representando a la administración", repetía Jeffrey D. McCausland, analista militar de la CBS.
En declaraciones al New York Times, un portavoz del Pentágono, Bryan Whitman, defendió la relación con estos analistas con el argumento de que ellos sólo han dado información puntual sobre la guerra.
El reportaje:
April 20, 2008
Message Machine
Behind Analysts, the Pentagon’s Hidden Hand
By David Barstow
In the summer of 2005, the Bush administration confronted a fresh wave of criticism over Guantánmo Bay. The detention center had just been branded “the gulag of our times” by Amnesty International, there were new allegations of abuse from United Nations human rights experts and calls were mounting for its closure.
The administration’s communications experts responded swiftly. Early one Friday morning, they put a group of retired military officers on one of the jets normally used by Vice President
Dick Cheney and flew them to Cuba for a carefully orchestrated tour of Guantánamo.
To the public, these men are members of a familiar fraternity, presented tens of thousands of times on television and radio as “military analysts” whose long service has equipped them to give authoritative and unfettered judgments about the most pressing issues of the post-Sept. 11 world.
Hidden behind that appearance of objectivity, though, is a Pentagon information apparatus that has used those analysts in a campaign to generate favorable news coverage of the administration’s wartime performance, an examination by The New York Times has found.
The effort, which began with the buildup to the
Iraq war and continues to this day, has sought to exploit ideological and military allegiances, and also a powerful financial dynamic: Most of the analysts have ties to military contractors vested in the very war policies they are asked to assess on air.
Those business relationships are hardly ever disclosed to the viewers, and sometimes not even to the networks themselves. But collectively, the men on the plane and several dozen other military analysts represent more than 150 military contractors either as lobbyists, senior executives, board members or consultants. The companies include defense heavyweights, but also scores of smaller companies, all part of a vast assemblage of contractors scrambling for hundreds of billions in military business generated by the administration’s war on terror. It is a furious competition, one in which inside information and easy access to senior officials are highly prized.
Records and interviews show how the Bush administration has used its control over access and information in an effort to transform the analysts into a kind of media Trojan horse — an instrument intended to shape terrorism coverage from inside the major TV and radio networks.
Analysts have been wooed in hundreds of private briefings with senior military leaders, including officials with significant influence over contracting and budget matters, records show. They have been taken on tours of Iraq and given access to classified intelligence. They have been briefed by officials from the White House, State Department and Justice Department, including Mr. Cheney,
Alberto R. Gonzales and Stephen J. Hadley.
In turn, members of this group have echoed administration talking points, sometimes even when they suspected the information was false or inflated. Some analysts acknowledge they suppressed doubts because they feared jeopardizing their access.
A few expressed regret for participating in what they regarded as an effort to dupe the American public with propaganda dressed as independent military analysis.
“It was them saying, ‘We need to stick our hands up your back and move your mouth for you,’ ” Robert S. Bevelacqua, a retired Green Beret and former Fox News analyst, said.
Kenneth Allard, a former NBC military analyst who has taught information warfare at the National Defense University, said the campaign amounted to a sophisticated information operation. “This was a coherent, active policy,” he said.
As conditions in Iraq deteriorated, Mr. Allard recalled, he saw a yawning gap between what analysts were told in private briefings and what subsequent inquiries and books later revealed.
“Night and day,” Mr. Allard said, “I felt we’d been hosed.”
The Pentagon defended its relationship with military analysts, saying they had been given only factual information about the war. “The intent and purpose of this is nothing other than an earnest attempt to inform the American people,” Bryan Whitman, a Pentagon spokesman, said.
It was, Mr. Whitman added, “a bit incredible” to think retired military officers could be “wound up” and turned into “puppets of the Defense Department.”
Many analysts strongly denied that they had either been co-opted or had allowed outside business interests to affect their on-air comments, and some have used their platforms to criticize the conduct of the war. Several, like Jeffrey D. McCausland, a CBS military analyst and defense industry lobbyist, said they kept their networks informed of their outside work and recused themselves from coverage that touched on business interests.
“I’m not here representing the administration,” Dr. McCausland said.
Some network officials, meanwhile, acknowledged only a limited understanding of their analysts’ interactions with the administration. They said that while they were sensitive to potential conflicts of interest, they did not hold their analysts to the same ethical standards as their news employees regarding outside financial interests. The onus is on their analysts to disclose conflicts, they said. And whatever the contributions of military analysts, they also noted the many network journalists who have covered the war for years in all its complexity.
Five years into the Iraq war, most details of the architecture and execution of the Pentagon’s campaign have never been disclosed. But The Times successfully sued the Defense Department to gain access to 8,000 pages of e-mail messages, transcripts and records describing years of private briefings, trips to Iraq and Guantánamo and an extensive Pentagon talking points operation.
These records reveal a symbiotic relationship where the usual dividing lines between government and journalism have been obliterated.
Internal Pentagon documents repeatedly refer to the military analysts as “message force multipliers” or “surrogates” who could be counted on to deliver administration “themes and messages” to millions of Americans “in the form of their own opinions.”
Though many analysts are paid network consultants, making $500 to $1,000 per appearance, in Pentagon meetings they sometimes spoke as if they were operating behind enemy lines, interviews and transcripts show. Some offered the Pentagon tips on how to outmaneuver the networks, or as one analyst put it to
Donald H. Rumsfeld, then the defense secretary, “the Chris Matthewses and the Wolf Blitzers of the world.” Some warned of planned stories or sent the Pentagon copies of their correspondence with network news executives. Many — although certainly not all — faithfully echoed talking points intended to counter critics.
“Good work,” Thomas G. McInerney, a retired Air Force general, consultant and Fox News analyst, wrote to the Pentagon after receiving fresh talking points in late 2006. “We will use it.”
Again and again, records show, the administration has enlisted analysts as a rapid reaction force to rebut what it viewed as critical news coverage, some of it by the networks’ own Pentagon correspondents. For example, when news articles revealed that troops in Iraq were dying because of inadequate body armor, a senior Pentagon official wrote to his colleagues: “I think our analysts — properly armed — can push back in that arena.”
The documents released by the Pentagon do not show any quid pro quo between commentary and contracts. But some analysts said they had used the special access as a marketing and networking opportunity or as a window into future business possibilities.
John C. Garrett is a retired Army colonel and unpaid analyst for Fox News TV and radio. He is also a lobbyist at Patton Boggs who helps firms win Pentagon contracts, including in Iraq. In promotional materials, he states that as a military analyst he “is privy to weekly access and briefings with the secretary of defense, chairman of the
Joint Chiefs of Staff and other high level policy makers in the administration.” One client told investors that Mr. Garrett’s special access and decades of experience helped him “to know in advance — and in detail — how best to meet the needs” of the Defense Department and other agencies.
In interviews Mr. Garrett said there was an inevitable overlap between his dual roles. He said he had gotten “information you just otherwise would not get,” from the briefings and three Pentagon-sponsored trips to Iraq. He also acknowledged using this access and information to identify opportunities for clients. “You can’t help but look for that,” he said, adding, “If you know a capability that would fill a niche or need, you try to fill it. “That’s good for everybody.”
At the same time, in e-mail messages to the Pentagon, Mr. Garrett displayed an eagerness to be supportive with his television and radio commentary. “Please let me know if you have any specific points you want covered or that you would prefer to downplay,” he wrote in January 2007, before President Bush went on TV to describe the surge strategy in Iraq.
Conversely, the administration has demonstrated that there is a price for sustained criticism, many analysts said. “You’ll lose all access,” Dr. McCausland said.
With a majority of Americans calling the war a mistake despite all administration attempts to sway public opinion, the Pentagon has focused in the last couple of years on cultivating in particular military analysts frequently seen and heard in conservative news outlets, records and interviews show.
Some of these analysts were on the mission to Cuba on June 24, 2005 — the first of six such Guantánamo trips — which was designed to mobilize analysts against the growing perception of Guantánamo as an international symbol of inhumane treatment. On the flight to Cuba, for much of the day at Guantánamo and on the flight home that night, Pentagon officials briefed the 10 or so analysts on their key messages — how much had been spent improving the facility, the abuse endured by guards, the extensive rights afforded detainees.
The results came quickly. The analysts went on TV and radio, decrying Amnesty International, criticizing calls to close the facility and asserting that all detainees were treated humanely.
“The impressions that you’re getting from the media and from the various pronouncements being made by people who have not been here in my opinion are totally false,” Donald W. Shepperd, a retired Air Force general, reported live on CNN by phone from Guantánamo that same afternoon.
The next morning, Montgomery Meigs, a retired Army general and NBC analyst, appeared on “Today.” “There’s been over $100 million of new construction,” he reported. “The place is very professionally run.”
Within days, transcripts of the analysts’ appearances were circulated to senior White House and Pentagon officials, cited as evidence of progress in the battle for hearts and minds at home.
Charting the Campaign
By early 2002, detailed planning for a possible Iraq invasion was under way, yet an obstacle loomed. Many Americans, polls showed, were uneasy about invading a country with no clear connection to the Sept. 11 attacks. Pentagon and White House officials believed the military analysts could play a crucial role in helping overcome this resistance.
Torie Clarke, the former public relations executive who oversaw the Pentagon’s dealings with the analysts as assistant secretary of defense for public affairs, had come to her job with distinct ideas about achieving what she called “information dominance.” In a spin-saturated news culture, she argued, opinion is swayed most by voices perceived as authoritative and utterly independent.
And so even before Sept. 11, she built a system within the Pentagon to recruit “key influentials” — movers and shakers from all walks who with the proper ministrations might be counted on to generate support for Mr. Rumsfeld’s priorities.
In the months after Sept. 11, as every network rushed to retain its own all-star squad of retired military officers, Ms. Clarke and her staff sensed a new opportunity. To Ms. Clarke’s team, the military analysts were the ultimate “key influential” — authoritative, most of them decorated war heroes, all reaching mass audiences.
The analysts, they noticed, often got more airtime than network reporters, and they were not merely explaining the capabilities of Apache helicopters. They were framing how viewers ought to interpret events. What is more, while the analysts were in the news media, they were not of the news media. They were military men, many of them ideologically in sync with the administration’s neoconservative brain trust, many of them important players in a military industry anticipating large budget increases to pay for an Iraq war.
Even analysts with no defense industry ties, and no fondness for the administration, were reluctant to be critical of military leaders, many of whom were friends. “It is very hard for me to criticize the United States Army,” said William L. Nash, a retired Army general and ABC analyst. “It is my life.”
Other administrations had made sporadic, small-scale attempts to build relationships with the occasional military analyst. But these were trifling compared with what Ms. Clarke’s team had in mind. Don Meyer, an aide to Ms. Clarke, said a strategic decision was made in 2002 to make the analysts the main focus of the public relations push to construct a case for war. Journalists were secondary. “We didn’t want to rely on them to be our primary vehicle to get information out,” Mr. Meyer said.
The Pentagon’s regular press office would be kept separate from the military analysts. The analysts would instead be catered to by a small group of political appointees, with the point person being Brent T. Krueger, another senior aide to Ms. Clarke. The decision recalled other administration tactics that subverted traditional journalism. Federal agencies, for example, have paid columnists to write favorably about the administration. They have distributed to local TV stations hundreds of fake news segments with fawning accounts of administration accomplishments. The Pentagon itself has made covert payments to Iraqi newspapers to publish coalition propaganda.
Rather than complain about the “media filter,” each of these techniques simply converted the filter into an amplifier. This time, Mr. Krueger said, the military analysts would in effect be “writing the op-ed” for the war.
Assembling the Team
From the start, interviews show, the White House took a keen interest in which analysts had been identified by the Pentagon, requesting lists of potential recruits, and suggesting names. Ms. Clarke’s team wrote summaries describing their backgrounds, business affiliations and where they stood on the war.
“Rumsfeld ultimately cleared off on all invitees,” said Mr. Krueger, who left the Pentagon in 2004. (Through a spokesman, Mr. Rumsfeld declined to comment for this article.)
Over time, the Pentagon recruited more than 75 retired officers, although some participated only briefly or sporadically. The largest contingent was affiliated with Fox News, followed by NBC and CNN, the other networks with 24-hour cable outlets. But analysts from CBS and ABC were included, too. Some recruits, though not on any network payroll, were influential in other ways — either because they were sought out by radio hosts, or because they often published op-ed articles or were quoted in magazines, Web sites and newspapers. At least nine of them have written op-ed articles for The Times.
The group was heavily represented by men involved in the business of helping companies win military contracts. Several held senior positions with contractors that gave them direct responsibility for winning new Pentagon business. James Marks, a retired Army general and analyst for CNN from 2004 to 2007, pursued military and intelligence contracts as a senior executive with McNeil Technologies. Still others held board positions with military firms that gave them responsibility for government business. General McInerney, the Fox analyst, for example, sits on the boards of several military contractors, including Nortel Government Solutions, a supplier of communication networks.
Several were defense industry lobbyists, such as Dr. McCausland, who works at Buchanan Ingersoll & Rooney, a major lobbying firm where he is director of a national security team that represents several military contractors. “We offer clients access to key decision makers,” Dr. McCausland’s team promised on the firm’s Web site.
Dr. McCausland was not the only analyst making this pledge. Another was
Joseph W. Ralston, a retired Air Force general. Soon after signing on with CBS, General Ralston was named vice chairman of the Cohen Group, a consulting firm headed by a former defense secretary, William Cohen, himself now a “world affairs” analyst for CNN. “The Cohen Group knows that getting to ‘yes’ in the aerospace and defense market — whether in the United States or abroad — requires that companies have a thorough, up-to-date understanding of the thinking of government decision makers,” the company tells prospective clients on its Web site.
There were also ideological ties.
Two of NBC’s most prominent analysts,
Barry R. McCaffrey and the late Wayne A. Downing, were on the advisory board of the Committee for the Liberation of Iraq, an advocacy group created with White House encouragement in 2002 to help make the case for ousting Saddam Hussein. Both men also had their own consulting firms and sat on the boards of major military contractors.
Many also shared with Mr. Bush’s national security team a belief that pessimistic war coverage broke the nation’s will to win in Vietnam, and there was a mutual resolve not to let that happen with this war.
This was a major theme, for example, with Paul E. Vallely, a Fox News analyst from 2001 to 2007. A retired Army general who had specialized in psychological warfare, Mr. Vallely co-authored a paper in 1980 that accused American news organizations of failing to defend the nation from “enemy” propaganda during Vietnam.
“We lost the war — not because we were outfought, but because we were out Psyoped,” he wrote. He urged a radically new approach to psychological operations in future wars — taking aim at not just foreign adversaries but domestic audiences, too. He called his approach “MindWar” — using network TV and radio to “strengthen our national will to victory.”
The Selling of the War
From their earliest sessions with the military analysts, Mr. Rumsfeld and his aides spoke as if they were all part of the same team.
In interviews, participants described a powerfully seductive environment — the uniformed escorts to Mr. Rumsfeld’s private conference room, the best government china laid out, the embossed name cards, the blizzard of PowerPoints, the solicitations of advice and counsel, the appeals to duty and country, the warm thank you notes from the secretary himself.
“Oh, you have no idea,” Mr. Allard said, describing the effect. “You’re back. They listen to you. They listen to what you say on TV.” It was, he said, “psyops on steroids” — a nuanced exercise in influence through flattery and proximity. “It’s not like it’s, ‘We’ll pay you $500 to get our story out,’ ” he said. “It’s more subtle.”
The access came with a condition. Participants were instructed not to quote their briefers directly or otherwise describe their contacts with the Pentagon.
In the fall and winter leading up to the invasion, the Pentagon armed its analysts with talking points portraying Iraq as an urgent threat. The basic case became a familiar mantra: Iraq possessed chemical and biological weapons, was developing nuclear weapons, and might one day slip some to
Al Qaeda; an invasion would be a relatively quick and inexpensive “war of liberation.”
At the Pentagon, members of Ms. Clarke’s staff marveled at the way the analysts seamlessly incorporated material from talking points and briefings as if it was their own.
“You could see that they were messaging,” Mr. Krueger said. “You could see they were taking verbatim what the secretary was saying or what the technical specialists were saying. And they were saying it over and over and over.” Some days, he added, “We were able to click on every single station and every one of our folks were up there delivering our message. You’d look at them and say, ‘This is working.’ ”
On April 12, 2003, with major combat almost over, Mr. Rumsfeld drafted a memorandum to Ms. Clarke. “Let’s think about having some of the folks who did such a good job as talking heads in after this thing is over,” he wrote.
By summer, though, the first signs of the insurgency had emerged. Reports from journalists based in Baghdad were increasingly suffused with the imagery of mayhem.
The Pentagon did not have to search far for a counterweight.
It was time, an internal Pentagon strategy memorandum urged, to “re-energize surrogates and message-force multipliers,” starting with the military analysts.
The memorandum led to a proposal to take analysts on a tour of Iraq in September 2003, timed to help overcome the sticker shock from Mr. Bush’s request for $87 billion in emergency war financing.
The group included four analysts from Fox News, one each from CNN and ABC, and several research-group luminaries whose opinion articles appear regularly in the nation’s op-ed pages.
The trip invitation promised a look at “the real situation on the ground in Iraq.”
The situation, as described in scores of books, was deteriorating.
L. Paul Bremer III, then the American viceroy in Iraq, wrote in his memoir, “My Year in Iraq,” that he had privately warned the White House that the United States had “about half the number of soldiers we needed here.”
“We’re up against a growing and sophisticated threat,” Mr. Bremer recalled telling the president during a private White House dinner.
That dinner took place on Sept. 24, while the analysts were touring Iraq.
Yet these harsh realities were elided, or flatly contradicted, during the official presentations for the analysts, records show. The itinerary, scripted to the minute, featured brief visits to a model school, a few refurbished government buildings, a center for women’s rights, a mass grave and even the gardens of Babylon.
Mostly the analysts attended briefings. These sessions, records show, spooled out an alternative narrative, depicting an Iraq bursting with political and economic energy, its security forces blossoming. On the crucial question of troop levels, the briefings echoed the White House line: No reinforcements were needed. The “growing and sophisticated threat” described by Mr. Bremer was instead depicted as degraded, isolated and on the run.
“We’re winning,” a briefing document proclaimed.
One trip participant, General Nash of ABC, said some briefings were so clearly “artificial” that he joked to another group member that they were on “the George Romney memorial trip to Iraq,” a reference to Mr. Romney’s infamous claim that American officials had “brainwashed” him into supporting the Vietnam War during a tour there in 1965, while he was governor of Michigan.
But if the trip pounded the message of progress, it also represented a business opportunity: direct access to the most senior civilian and military leaders in Iraq and Kuwait, including many with a say in how the president’s $87 billion would be spent. It also was a chance to gather inside information about the most pressing needs confronting the American mission: the acute shortages of “up-armored” Humvees; the billions to be spent building military bases; the urgent need for interpreters; and the ambitious plans to train Iraq’s security forces.
Information and access of this nature had undeniable value for trip participants like William V. Cowan and Carlton A. Sherwood.
Mr. Cowan, a Fox analyst and retired Marine colonel, was the chief executive of a new military firm, the wvc3 Group. Mr. Sherwood was its executive vice president. At the time, the company was seeking contracts worth tens of millions to supply body armor and counterintelligence services in Iraq. In addition, wvc3 Group had a written agreement to use its influence and connections to help tribal leaders in Al Anbar Province win reconstruction contracts from the coalition.
“Those sheiks wanted access to the C.P.A.,” Mr. Cowan recalled in an interview, referring to the Coalition Provisional Authority.
Mr. Cowan said he pleaded their cause during the trip. “I tried to push hard with some of Bremer’s people to engage these people of Al Anbar,” he said.
Back in Washington, Pentagon officials kept a nervous eye on how the trip translated on the airwaves. Uncomfortable facts had bubbled up during the trip. One briefer, for example, mentioned that the Army was resorting to packing inadequately armored Humvees with sandbags and Kevlar blankets. Descriptions of the Iraqi security forces were withering. “They can’t shoot, but then again, they don’t,” one officer told them, according to one participant’s notes.
“I saw immediately in 2003 that things were going south,” General Vallely, one of the Fox analysts on the trip, recalled in an interview with The Times.
The Pentagon, though, need not have worried.
“You can’t believe the progress,” General Vallely told Alan Colmes of Fox News upon his return. He predicted the insurgency would be “down to a few numbers” within months.
“We could not be more excited, more pleased,” Mr. Cowan told Greta Van Susteren of Fox News. There was barely a word about armor shortages or corrupt Iraqi security forces. And on the key strategic question of the moment — whether to send more troops — the analysts were unanimous.
“I am so much against adding more troops,” General Shepperd said on CNN.
Access and Influence
Inside the Pentagon and at the White House, the trip was viewed as a masterpiece in the management of perceptions, not least because it gave fuel to complaints that “mainstream” journalists were ignoring the good news in Iraq.
“We’re hitting a home run on this trip,” a senior Pentagon official wrote in an e-mail message to
Richard B. Myers and Peter Pace, then chairman and vice chairman of the Joint Chiefs of Staff.
Its success only intensified the Pentagon’s campaign. The pace of briefings accelerated. More trips were organized. Eventually the effort involved officials from Washington to Baghdad to Kabul to Guantánamo and back to Tampa, Fla., the headquarters of United States Central Command.
The scale reflected strong support from the top. When officials in Iraq were slow to organize another trip for analysts, a Pentagon official fired off an e-mail message warning that the trips “have the highest levels of visibility” at the White House and urging them to get moving before Lawrence Di Rita, one of Mr. Rumsfeld’s closest aides, “picks up the phone and starts calling the 4-stars.”
Mr. Di Rita, no longer at the Defense Department, said in an interview that a “conscious decision” was made to rely on the military analysts to counteract “the increasingly negative view of the war” coming from journalists in Iraq. The analysts, he said, generally had “a more supportive view” of the administration and the war, and the combination of their TV platforms and military cachet made them ideal for rebutting critical coverage of issues like troop morale, treatment of detainees, inadequate equipment or poorly trained Iraqi security forces. “On those issues, they were more likely to be seen as credible spokesmen,” he said.
For analysts with military industry ties, the attention brought access to a widening circle of influential officials beyond the contacts they had accumulated over the course of their careers.
Charles T. Nash, a Fox military analyst and retired Navy captain, is a consultant who helps small companies break into the military market. Suddenly, he had entree to a host of senior military leaders, many of whom he had never met. It was, he said, like being embedded with the Pentagon leadership. “You start to recognize what’s most important to them,” he said, adding, “There’s nothing like seeing stuff firsthand.”
Some Pentagon officials said they were well aware that some analysts viewed their special access as a business advantage. “Of course we realized that,” Mr. Krueger said. “We weren’t naïve about that.”
They also understood the financial relationship between the networks and their analysts. Many analysts were being paid by the “hit,” the number of times they appeared on TV. The more an analyst could boast of fresh inside information from high-level Pentagon “sources,” the more hits he could expect. The more hits, the greater his potential influence in the military marketplace, where several analysts prominently advertised their network roles.
“They have taken lobbying and the search for contracts to a far higher level,” Mr. Krueger said. “This has been highly honed.”
Mr. Di Rita, though, said it never occurred to him that analysts might use their access to curry favor. Nor, he said, did the Pentagon try to exploit this dynamic. “That’s not something that ever crossed my mind,” he said. In any event, he argued, the analysts and the networks were the ones responsible for any ethical complications. “We assume they know where the lines are,” he said.
The analysts met personally with Mr. Rumsfeld at least 18 times, records show, but that was just the beginning. They had dozens more sessions with the most senior members of his brain trust and access to officials responsible for managing the billions being spent in Iraq. Other groups of “key influentials” had meetings, but not nearly as often as the analysts.
An internal memorandum in 2005 helped explain why. The memorandum, written by a Pentagon official who had accompanied analysts to Iraq, said that based on her observations during the trip, the analysts “are having a greater impact” on network coverage of the military. “They have now become the go-to guys not only on breaking stories, but they influence the views on issues,” she wrote.
Other branches of the administration also began to make use of the analysts. Mr. Gonzales, then the attorney general, met with them soon after news leaked that the government was wiretapping terrorism suspects in the United States without warrants, Pentagon records show. When
David H. Petraeus was appointed the commanding general in Iraq in January 2007, one of his early acts was to meet with the analysts.
“We knew we had extraordinary access,” said Timur J. Eads, a retired Army lieutenant colonel and Fox analyst who is vice president of government relations for Blackbird Technologies, a fast-growing military contractor.
Like several other analysts, Mr. Eads said he had at times held his tongue on television for fear that “some four-star could call up and say, ‘Kill that contract.’ ” For example, he believed Pentagon officials misled the analysts about the progress of Iraq’s security forces. “I know a snow job when I see one,” he said. He did not share this on TV.
“Human nature,” he explained, though he noted other instances when he was critical.
Some analysts said that even before the war started, they privately had questions about the justification for the invasion, but were careful not to express them on air.
Mr. Bevelacqua, then a Fox analyst, was among those invited to a briefing in early 2003 about Iraq’s purported stockpiles of illicit weapons. He recalled asking the briefer whether the United States had “smoking gun” proof.
“ ‘We don’t have any hard evidence,’ ” Mr. Bevelacqua recalled the briefer replying. He said he and other analysts were alarmed by this concession. “We are looking at ourselves saying, ‘What are we doing?’ ”
Another analyst, Robert L. Maginnis, a retired Army lieutenant colonel who works in the Pentagon for a military contractor, attended the same briefing and recalled feeling “very disappointed” after being shown satellite photographs purporting to show bunkers associated with a hidden weapons program. Mr. Maginnis said he concluded that the analysts were being “manipulated” to convey a false sense of certainty about the evidence of the weapons. Yet he and Mr. Bevelacqua and the other analysts who attended the briefing did not share any misgivings with the American public.
Mr. Bevelacqua and another Fox analyst, Mr. Cowan, had formed the wvc3 Group, and hoped to win military and national security contracts.
“There’s no way I was going to go down that road and get completely torn apart,” Mr. Bevelacqua said. “You’re talking about fighting a huge machine.”
Some e-mail messages between the Pentagon and the analysts reveal an implicit trade of privileged access for favorable coverage. Robert H. Scales Jr., a retired Army general and analyst for Fox News and
National Public Radio whose consulting company advises several military firms on weapons and tactics used in Iraq, wanted the Pentagon to approve high-level briefings for him inside Iraq in 2006.
“Recall the stuff I did after my last visit,” he wrote. “I will do the same this time.”
Pentagon Keeps Tabs
As it happened, the analysts’ news media appearances were being closely monitored. The Pentagon paid a private contractor, Omnitec Solutions, hundreds of thousands of dollars to scour databases for any trace of the analysts, be it a segment on “The O’Reilly Factor” or an interview with The Daily Inter Lake in Montana, circulation 20,000.
Omnitec evaluated their appearances using the same tools as corporate branding experts. One report, assessing the impact of several trips to Iraq in 2005, offered example after example of analysts echoing Pentagon themes on all the networks.
“Commentary from all three Iraq trips was extremely positive over all,” the report concluded.
In interviews, several analysts reacted with dismay when told they were described as reliable “surrogates” in Pentagon documents. And some asserted that their Pentagon sessions were, as David L. Grange, a retired Army general and CNN analyst put it, “just upfront information,” while others pointed out, accurately, that they did not always agree with the administration or each other. “None of us drink the Kool-Aid,” General Scales said.
Likewise, several also denied using their special access for business gain. “Not related at all,” General Shepperd said, pointing out that many in the Pentagon held CNN “in the lowest esteem.”
Still, even the mildest of criticism could draw a challenge. Several analysts told of fielding telephone calls from displeased defense officials only minutes after being on the air.
On Aug. 3, 2005, 14 marines died in Iraq. That day, Mr. Cowan, who said he had grown increasingly uncomfortable with the “twisted version of reality” being pushed on analysts in briefings, called the Pentagon to give “a heads-up” that some of his comments on Fox “may not all be friendly,” Pentagon records show. Mr. Rumsfeld’s senior aides quickly arranged a private briefing for him, yet when he told
Bill O’Reilly that the United States was “not on a good glide path right now” in Iraq, the repercussions were swift.
Mr. Cowan said he was “precipitously fired from the analysts group” for this appearance. The Pentagon, he wrote in an e-mail message, “simply didn’t like the fact that I wasn’t carrying their water.” The next day James T. Conway, then director of operations for the Joint Chiefs, presided over another conference call with analysts. He urged them, a transcript shows, not to let the marines’ deaths further erode support for the war.
“The strategic target remains our population,” General Conway said. “We can lose people day in and day out, but they’re never going to beat our military. What they can and will do if they can is strip away our support. And you guys can help us not let that happen.”
“General, I just made that point on the air,” an analyst replied.
“Let’s work it together, guys,” General Conway urged.
The Generals’ Revolt
The full dimensions of this mutual embrace were perhaps never clearer than in April 2006, after several of Mr. Rumsfeld’s former generals — none of them network military analysts — went public with devastating critiques of his wartime performance. Some called for his resignation.
On Friday, April 14, with what came to be called the “Generals’ Revolt” dominating headlines, Mr. Rumsfeld instructed aides to summon military analysts to a meeting with him early the next week, records show. When an aide urged a short delay to “give our big guys on the West Coast a little more time to buy a ticket and get here,” Mr. Rumsfeld’s office insisted that “the boss” wanted the meeting fast “for impact on the current story.”
That same day, Pentagon officials helped two Fox analysts, General McInerney and General Vallely, write an opinion article for The Wall Street Journal defending Mr. Rumsfeld.
“Starting to write it now,” General Vallely wrote to the Pentagon that afternoon. “Any input for the article,” he added a little later, “will be much appreciated.” Mr. Rumsfeld’s office quickly forwarded talking points and statistics to rebut the notion of a spreading revolt.
“Vallely is going to use the numbers,” a Pentagon official reported that afternoon.
The standard secrecy notwithstanding, plans for this session leaked, producing a front-page story in The Times that Sunday. In damage-control mode, Pentagon officials scrambled to present the meeting as routine and directed that communications with analysts be kept “very formal,” records show. “This is very, very sensitive now,” a Pentagon official warned subordinates.
On Tuesday, April 18, some 17 analysts assembled at the Pentagon with Mr. Rumsfeld and General Pace, then the chairman of the Joint Chiefs.
A transcript of that session, never before disclosed, shows a shared determination to marginalize war critics and revive public support for the war.
“I’m an old intel guy,” said one analyst. (The transcript omits speakers’ names.) “And I can sum all of this up, unfortunately, with one word. That is Psyops. Now most people may hear that and they think, ‘Oh my God, they’re trying to brainwash.’ ”
“What are you, some kind of a nut?” Mr. Rumsfeld cut in, drawing laughter. “You don’t believe in the Constitution?”
There was little discussion about the actual criticism pouring forth from Mr. Rumsfeld’s former generals. Analysts argued that opposition to the war was rooted in perceptions fed by the news media, not reality. The administration’s overall war strategy, they counseled, was “brilliant” and “very successful.”
“Frankly,” one participant said, “from a military point of view, the penalty, 2,400 brave Americans whom we lost, 3,000 in an hour and 15 minutes, is relative.”
An analyst said at another point: “This is a wider war. And whether we have democracy in Iraq or not, it doesn’t mean a tinker’s damn if we end up with the result we want, which is a regime over there that’s not a threat to us.”
“Yeah,” Mr. Rumsfeld said, taking notes.
But winning or not, they bluntly warned, the administration was in grave political danger so long as most Americans viewed Iraq as a lost cause. “America hates a loser,” one analyst said.
Much of the session was devoted to ways that Mr. Rumsfeld could reverse the “political tide.” One analyst urged Mr. Rumsfeld to “just crush these people,” and assured him that “most of the gentlemen at the table” would enthusiastically support him if he did.
“You are the leader,” the analyst told Mr. Rumsfeld. “You are our guy.”
At another point, an analyst made a suggestion: “In one of your speeches you ought to say, ‘Everybody stop for a minute and imagine an Iraq ruled by Zarqawi.’ And then you just go down the list and say, ‘All right, we’ve got oil, money, sovereignty, access to the geographic center of gravity of the Middle East, blah, blah, blah.’ If you can just paint a mental picture for Joe America to say, ‘Oh my God, I can’t imagine a world like that.’ ”
Even as they assured Mr. Rumsfeld that they stood ready to help in this public relations offensive, the analysts sought guidance on what they should cite as the next “milestone” that would, as one analyst put it, “keep the American people focused on the idea that we’re moving forward to a positive end.” They placed particular emphasis on the growing confrontation with Iran.
“When you said ‘long war,’ you changed the psyche of the American people to expect this to be a generational event,” an analyst said. “And again, I’m not trying to tell you how to do your job...”
“Get in line,” Mr. Rumsfeld interjected.
The meeting ended and Mr. Rumsfeld, appearing pleased and relaxed, took the entire group into a small study and showed off treasured keepsakes from his life, several analysts recalled.
Soon after, analysts hit the airwaves. The Omnitec monitoring reports, circulated to more than 80 officials, confirmed that analysts repeated many of the Pentagon’s talking points: that Mr. Rumsfeld consulted “frequently and sufficiently” with his generals; that he was not “overly concerned” with the criticisms; that the meeting focused “on more important topics at hand,” including the next milestone in Iraq, the formation of a new government.
Days later, Mr. Rumsfeld wrote a memorandum distilling their collective guidance into bullet points. Two were underlined:
“Focus on the Global War on Terror — not simply Iraq. The wider war — the long war.”
“Link Iraq to Iran. Iran is the concern. If we fail in Iraq or Afghanistan, it will help Iran.”
But if Mr. Rumsfeld found the session instructive, at least one participant, General Nash, the ABC analyst, was repulsed.
“I walked away from that session having total disrespect for my fellow commentators, with perhaps one or two exceptions,” he said.
View From the Networks
Two weeks ago General Petraeus took time out from testifying before Congress about Iraq for a conference call with military analysts.
Mr. Garrett, the Fox analyst and Patton Boggs lobbyist, said he told General Petraeus during the call to “keep up the great work.”
“Hey,” Mr. Garrett said in an interview, “anything we can do to help.”
For the moment, though, because of heavy election coverage and general war fatigue, military analysts are not getting nearly as much TV time, and the networks have trimmed their rosters of analysts. The conference call with General Petraeus, for example, produced little in the way of immediate coverage.
Still, almost weekly the Pentagon continues to conduct briefings with selected military analysts. Many analysts said network officials were only dimly aware of these interactions. The networks, they said, have little grasp of how often they meet with senior officials, or what is discussed.
“I don’t think NBC was even aware we were participating,” said Rick Francona, a longtime military analyst for the network.
Some networks publish biographies on their Web sites that describe their analysts’ military backgrounds and, in some cases, give at least limited information about their business ties. But many analysts also said the networks asked few questions about their outside business interests, the nature of their work or the potential for that work to create conflicts of interest. “None of that ever happened,” said Mr. Allard, an NBC analyst until 2006.
“The worst conflict of interest was no interest.”
Mr. Allard and other analysts said their network handlers also raised no objections when the Defense Department began paying their commercial airfare for Pentagon-sponsored trips to Iraq — a clear ethical violation for most news organizations.
CBS News declined to comment on what it knew about its military analysts’ business affiliations or what steps it took to guard against potential conflicts.
NBC News also declined to discuss its procedures for hiring and monitoring military analysts. The network issued a short statement: “We have clear policies in place to assure that the people who appear on our air have been appropriately vetted and that nothing in their profile would lead to even a perception of a conflict of interest.”
Jeffrey W. Schneider, a spokesman for ABC, said that while the network’s military consultants were not held to the same ethical rules as its full-time journalists, they were expected to keep the network informed about any outside business entanglements. “We make it clear to them we expect them to keep us closely apprised,” he said.
A spokeswoman for Fox News said executives “refused to participate” in this article.
CNN requires its military analysts to disclose in writing all outside sources of income. But like the other networks, it does not provide its military analysts with the kind of written, specific ethical guidelines it gives its full-time employees for avoiding real or apparent conflicts of interest.
Yet even where controls exist, they have sometimes proven porous.
CNN, for example, said it was unaware for nearly three years that one of its main military analysts, General Marks, was deeply involved in the business of seeking government contracts, including contracts related to Iraq.
General Marks was hired by CNN in 2004, about the time he took a management position at McNeil Technologies, where his job was to pursue military and intelligence contracts. As required, General Marks disclosed that he received income from McNeil Technologies. But the disclosure form did not require him to describe what his job entailed, and CNN acknowledges it failed to do additional vetting.
“We did not ask Mr. Marks the follow-up questions we should have,” CNN said in a written statement.
In an interview, General Marks said it was no secret at CNN that his job at McNeil Technologies was about winning contracts. “I mean, that’s what McNeil does,” he said.
CNN, however, said it did not know the nature of McNeil’s military business or what General Marks did for the company. If he was bidding on Pentagon contracts, CNN said, that should have disqualified him from being a military analyst for the network. But in the summer and fall of 2006, even as he was regularly asked to comment on conditions in Iraq, General Marks was working intensively on bidding for a $4.6 billion contract to provide thousands of translators to United States forces in Iraq. In fact, General Marks was made president of the McNeil spin-off that won the huge contract in December 2006.
General Marks said his work on the contract did not affect his commentary on CNN. “I’ve got zero challenge separating myself from a business interest,” he said.
But CNN said it had no idea about his role in the contract until July 2007, when it reviewed his most recent disclosure form, submitted months earlier, and finally made inquiries about his new job.
“We saw the extent of his dealings and determined at that time we should end our relationship with him,” CNN said.