Publicado en La Vanguardia | 17 de marzo de 2014
El golpe de fuerza de Vladímir Putin en Crimea indudablemente ha puesto en tela de juicio la integridad territorial de Ucrania. Es una clara injerencia en los asuntos internos de este país. Está claro que son soldados rusos, aunque lleven otro uniforme, los que fueron enviados a tomar posesión de la región. El referéndum celebrado anteayer no se ha desarrollado en condiciones aceptables. La comparación hecha por Putin respecto del que se celebrará en Escocia no se sostiene. No hay tropas extranjeras en Escocia que pudieran influir en la validez del escrutinio. Y la consulta escocesa se efectúa con el consentimiento de Londres.
También hay que señalar que los chinos esta vez no comparten la posición rusa, lo que es coherente con su constante denuncia de cualquier injerencia. La paradoja es que muchos partidarios occidentales del concepto de injerencia denuncian la acción rusa. A sus ojos, la injerencia resulta beneficiosa y es legítima cuando la lleva a cabo Occidente, y debe ser condenada cuando la cometen otros.