26 oct 2008

Norman Mailer

Mailer secreto
Publicado en El País Semanal (www.elpais.com); 26/10/2008;
Las cartas inéditas sobre política de norman mailer son los primeros textos del autor que ven la luz tras su muerte en 2007. 'el país semanal' les ofrece en exclusiva una selección. reflexiones sobre ee uu de uno de sus más valiosos intelectuales, que cobran especial relevancia a 10 días de una cita electoral crucial en la historia del país.
"Sólo voy a decir -y todavía no he escrito
sobre este tema- que, mientras los demócratas,
y en primer lugar Clinton, me repugnan
con lo que llamo su 'política de boutique'
-un poco aquí, un poco allá, y todo servido
con grandes dosis de gilipollez por encima-,
los republicanos son una monstruosidad
psicótica. Por un lado, son Dios, bandera
y familia -aunque pocos de ellos reconocerían
a Jesucristo si estuviera haciendo pis en el retrete de al lado-, y un número asombroso
no ha servido jamás en las fuerzas armadas
ni ha oído una bala, y, como políticos, engañan como conejos a sus esposas y sus familias.
Pero da igual, ¿de qué sirve ser político si uno
no puede ganarse la vida siendo un hipócrita?".
A Sal Cetrano
28 de marzo de 1999
El fantasma de Harvard, Norman Mailer y la CIA
Por Barbara Probst Solomon
Voy a intentar situar las cartas de contenido político de Norman Mailer en el contexto de las fases fundamentales de su vida. Lo primero en lo que pensé fue en El fantasma de Harlot, sobre la CIA, que tal vez debería haberse llamado El fantasma de Harvard. Hace varios años le pregunté a Norman Mailer: "El fantasma de Harlot es una novela sobre Harvard, ¿verdad?
Harvard fue el primer sitio en el que viste un microcosmos en el que el poder, el Gobierno, los comunistas y la CIA se mezclaron y se unieron para siempre". Me dijo que sí. En el libro, Mailer cuenta que llevaba 40 años pensando en escribir sobre la CIA. ¿Qué ocurrió hace 40 años, y por qué una espera tan larga?
En 1950, el profesor estrella de Harvard F. O. Matthiessen, que estaba perseguido por el HUAC [las siglas en inglés del Comité de Antiamericanos de la Cámara de Representantes] y Joseph McCarthy, alquiló una habitación en el piso 12 del hotel Manger, en una zona poco recomendable de Boston, y se arrojó desde la ventana. Aristócrata y heredero de la fortuna de la familia Westclox, Matthiessen tuvo la precaución, antes de saltar, de colocar sus dos pertenencias más preciadas en una mesa junto a una nota: su reloj de pulsera y su llave para entrar en la supersecreta Sociedad de la Calavera y los Huesos de Yale, cuyos miembros prestaban juramento de no traicionarse jamás unos a otros. Pese a ello, su íntimo amigo y camarada del club Henry Luce, propietario de Time / Life, había hecho mucho daño a Matty, como le llamaban sus amigos y alumnos. En un artículo de la revista Life se le había calificado de criptocomunista. Matthiessen tenía tendencia a la depresión crónica, y la muerte de su pareja, el artista Russell Cheney, le había dejado emocionalmente exhausto, a lo que había que añadir que el HUAC seguía acosándole. En su nota de despedida, Matthiessen decía: "Estoy deprimido por la situación del mundo. Soy cristiano y soy socialista. Estoy en contra de cualquier orden que interfiera con ese objetivo...".
La primera vez que oí hablar de Matthiessen fue cuando conocí a Norman, su esposa Bea, su hermana Barbara y Paco Benet, en París, en 1948. Mailer había publicado Los desnudos y los muertos, pero no sabía aún que, a su regreso a Nueva York, iba a convertirse, a los 25 años, en una estrella literaria mundial. Los mejores amigos de Norman y Bea en París eran otra pareja de Harvard, el crítico Mark Linenthal y la futura novelista Alice Adams. En las reuniones en el piso de Norman y Bea, en la Rue Madame, Mark hablaba del maravilloso verano que Alice y él habían pasado en la primera asamblea del Seminario de Estudios Americanos de Salzburgo, al que habían ido intelectuales de toda Europa.
MIENTRAS HABLÁBAMOS, sentí la angustia de Norman sobre qué escribir. ¿Cómo podía capturar el alma y el estado del Estados Unidos de posguerra? ¿Cómo sintonizar con las nuevas generaciones más jóvenes? Norman, por un lado, necesitaba el estímulo de sus amigos intelectuales como Mark Linenthal y Jean Malaquais, a quien va dirigida una de las cartas reproducidas a continuación. Por otro, quería ser capaz de escribir sobre la parte más siniestra de Estados Unidos. Y esa contradicción le persiguió toda su vida. Además tomaba prestados como personajes a sus amigos y familiares y les asignaba papeles más dramáticos que en la vida real. Por ejemplo, azuzaba a Bea para que fuera su pareja osada y supersexy. La amorosa carta dirigida a ella representa muy bien la actitud que tenían en la época; yo estaba convencida de que el matrimonio duraría para siempre.
Jean Malaquais, que tanto fascinó a Norman en París, y que siguió siendo íntimo amigo suyo durante toda su vida, era un escritor judío polaco que emigró a París en los años treinta, se hizo trotskista, se incorporó al POUM en España en 1936 y escapó por los pelos de ser ejecutado allí por los comunistas. La influencia de Malaquais le hizo flaco favor a Norman cuando le convenció para que, en un Estados Unidos en plena caza de rojos, pronunciara en la Conferencia de Paz de 1949 un discurso en el que denunció el estalinismo y el comunismo. Norman insistió en que no era comunista y en que ya no tenía ninguna simpatía por ellos, afirmando que era trotskista (como Malaquais), aunque no era así.
Norman era el joven novelista deslumbrante, el trofeo que se disputaban las distintas izquierdas. En estas cartas que ahora ven la luz late el deseo de Mailer de no ser un peón en la guerra fría de la izquierda, que pretendía reivindicarlo como su novelista. Es evidente, como se desprende del cuerpo de misivas del que procede esta selección, que tenía reservas sobre Partisan Review, Diana Trilling, incluso Irving Howe, más socialista, y que siempre tuvo el deseo, hasta la muerte de Lillian Hellman, de hacer de árbitro entre ella -que no denunció ningún nombre al HUAC y cuya pareja, el escritor Dashiell Hammett, acabó en la cárcel- y Mary McCarthy, la sofisticada intelectual de la izquierda anticomunista. En cierto modo, la conferencia de 1949 y el posterior suicidio de Matthiessen debieron de atormentar a Norman, que quizá tuvo la impresión de que, como sugería Hellman, su discurso fue la razón por la que el HUAC nunca le pidió que testificara. Su novela sobre Hollywood, El parque de los ciervos, indica su preocupación por los que prestaron testimonio, por los que dieron nombres y los que no.
Norman entró en Harvard en 1939, al final de la Depresión; procedía de una familia judía de Brooklyn que había tenido que hacer esfuerzos para pagarle la matrícula. En aquella época, Harvard mandaba en el mundo, tenía enorme influencia en Washington, producía presidentes y magistrados del Tribunal Supremo. Casi no había alumnos negros y eran escasos los judíos. Harvard reveló a Mailer un mundo en el que los líderes del país, futuros agentes de la CIA, comunistas, espías, estaban en el mismo entorno.
El fantasma de Harlot, la novela sobre la CIA que Mailer escribió, termina en 1963, en el momento del asesinato de Kennedy. Sus protagonistas son Henry Hubbard, su amante ocasional, Kittredge, amante a su vez del jefe y manipulador de la CIA Hugh Tremont Montague, alias Harlot, al que Mailer conoció cuando estaba en Radcliffe. Kittredge es además amante de Allen Dulles (Mailer salpicó su novela de nombres auténticos). Una de las cartas más inesperadas que aparecen en esta selección es la que Mailer dirige a Mary Bancroft, hija del aristócrata de Boston Hugh Bancroft, propietario de The Wall Street Journal. Aunque Norman despliega en abundancia el encanto y el respeto que mostraba hacia las mujeres de la generación de su madre, deja bien claro que no tiene nada que ver con las ideas políticas de Bancroft. "Ford, Reagan, Dole y el resto de la nave pirata, Mary, son de vómito".
COMO TODOS LOS BUENOS NOVELISTAS, Mailer daba nueva forma a los elementos que tomaba prestados. Al leer las primeras páginas de El fantasma... en las que Hubbard, el protegido de Harlot, camina hacia la bruma en Maine mientras piensa en el intento de suicidio frustrado de Kittredge, me pasó por la cabeza un recuerdo fulminante de Matty. Harlot, el hombre de Harvard, me recordó a Matthiessen, el profesor de Harvard. Matty y Kittredge / Bancroft tenían la misma edad, y es verdad que el suicidio de Matty fue prácticamente lo opuesto a un suicidio / asesinato de la CIA, pero, con todo, hay ecos.
Y tenía otros motivos para pensar en Matty. Cuando volví de Europa en los años cincuenta, me casé con Harold Solomon, profesor de derecho y amigo de mi hermano Mark. En 1967, Harold murió de un repentino ataque al corazón. Yo estaba en estado de shock y lo único que me preocupaba eran mis hijas pequeñas, pero, días después, mis amigos me preguntaron: "¿Quién era ese tal Matty?". En el funeral habían hablado varios antiguos alumnos de Matthiessen, los "chicos de Matty", entre ellos Lewis Pollak, el decano de la Facultad de Derecho de Yale. Un amigo dijo: "Por fin están intentando enterrar a Matty. Enterrarlo como es debido". Porque, en 1950, Harvard no había querido hacerlo.
Al año siguiente visité Washington y, una noche, quedé a tomar una copa con Adam Yarmolinsky. Adam, Harold y Norman habían estado en el mismo curso en Harvard. Adam, además de otras cosas en la Casa Blanca de Kennedy, había sido asesor del secretario de Defensa Robert McNamara en el Pentágono. Se quejó de que Norman era un escritor pésimo y demasiado belicoso. Yo le respondí: "Adam, por lo menos él escribió Las escaleras del Pentágono [la primera parte de Los ejércitos de la noche] mientras vosotros estabais en el Pentágono apretando el botón de guerra".
Años después, gracias a la Ley de Libertad de Información, se hicieron públicos los archivos del FBI y, en los años ochenta, a petición mía, me enviaron los expedientes de Matthiessen y mi marido. Había dos cartas que me llamaron la atención. Una de J. Edgar Hoover, el director del FBI, enviada en 1943 a la oficina de Boston, para pedir que se quitara el nombre de Matthiessen de la lista de personajes clave, alegando que no era comunista y que sus actividades como tapadera de los comunistas parecían limitadas (la oficina de Boston no hizo caso a Hoover). ¿Pensó Hoover que Matthiessen no tenía importancia? ¿O, como había esperado Matty, algún camarada de la poderosa Sociedad de la Calavera y los Huesos había intervenido en su favor? ¿O acaso Hoover no quería meterse en líos con Harvard con unas pruebas endebles? Después del suicidio de Matthiessen, el abogado designado por el juez contactó con el FBI para preguntar si querían ver los papeles del difunto (una cosa completamente ilegal) antes de que pasaran a manos de sus herederos. El FBI respondió que no, puesto que, dada la relación de Matthiessen con Harvard, podía acabar siendo un motivo de bochorno para el departamento. El personaje había muerto y el expediente quedaba cerrado. The Boston Globe informó sobre esa oferta. ¿Qué hizo Harvard al respecto? ¿Por qué no dijeron nada? En los años ochenta, creo recordar, la universidad creó un aula oficial con el nombre de Matthiessen en Eliot House.
Sin embargo, curiosamente, la muerte de Matthiessen hizo un sutil favor a Harvard: después de su suicidio, Joe McCarthy dejó de perseguir a la universidad, en la que había profesores radicales y ex radicales, además del número habitual de homosexuales en una época en la que la homosexualidad se mantenía en secreto.
El informe del FBI sobre aquel periodo oscuro de la historia de Estados Unidos, la época en la que Norman se hizo adulto, presenta un mundo en torbellino, en el que los informadores estaban constantemente espiando a alumnos y profesores, en el que algunos sabían quiénes eran los espías, en el que Harvard era el centro de una educación gloriosa, mientras que en Boston, una mezcla de política corrupta apoyada en el aparato irlandés y en aristócratas reaccionarios hacía que se pudieran pisotear los derechos de los muertos y que el joven Bobby Kennedy, hijo del viejo reaccionario Joseph Kennedy, pudiera verse obligado a trabajar para Joe McCarthy y, sin embargo, acabar muriendo asesinado como hombre de izquierdas.
COMO MUESTRAN ALGUNAS de las cartas de épocas posteriores, con el tiempo, la vida de Norman se hizo menos tumultuosa. Sus 35 años de matrimonio con Norris Church fueron felices y duraron hasta su muerte, y Norman y Norris vivieron rodeados de sus nueve hijos y la familia de su hermana Barbara. Ahora bien, hasta el final, la musa de Norman fue Estados Unidos. Siempre siguió tratando de capturarlo, retenerlo, poseerlo, interpretarlo, alcanzar su oscuridad y su luz de mil formas diferentes, como un niño que intentara correr sin parar para rodear con sus brazos una estrella fugaz.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
A Beatrice Mailer (*)
8 de agosto de 1945
Cariñito:
La noticia de la bomba atómica ha dado más que hablar aquí que la de la victoria en Europa, y tanto como la muerte del presidente Roosevelt. Me siento muy confuso sobre el tema (escribo estas líneas justo después del primer comunicado escueto. No sé lo que han hecho). Ahora comprendo cómo afectan los vínculos del interés a las ideas. Una buena parte de mí aprueba cualquier cosa que acorte la guerra y me devuelva antes a casa, y eso va muchas veces en contra de principios anteriores, más esenciales. Por ejemplo, confío en que se apruebe el llamamiento a filas en tiempo de paz, porque, si no, la desmovilización será angustiosamente lenta. Es en ese mismo sentido en el que apruebo un instrumento que mata en condiciones óptimas a mucha gente en un instante.
Pero, la verdad, qué perspectiva tan aterradora es ésta. Siempre hemos hablado de que la humanidad se iba a destruir, pero ahora parece una cosa tan cercana, cuestión de décadas, de un número de bombas que pueden contarse fácilmente. Este asunto de la explosión del átomo será el preludio de la victoria definitiva de la máquina. Nunca había sido más que una serie de cálculos entretenidos en la física que estudié, un sueño remotamente alcanzable y, aun así, terrible, porque la energía atómica en una masa del tamaño de un guisante basta para mover una locomotora un montón de veces alrededor de la Tierra. Creo que nuestra era representará el final de conceptos como la voluntad del hombre y la determinación del poder por parte de las masas. El mundo estará controlado por unos cuantos hombres, políticos y técnicos, los hombres de Spengler en la tardocivilización occidental-europeo-norteamericana. Y, por más que me estimule, no soy nada spengleriano. Ante la alternativa de hacer lo necesario o no hacer nada, prefiero nada, si lo necesario es desagradable.
Verdaderamente, querida, el panorama es espantoso. Habrá otra guerra, si no en veinte años, en cincuenta, y, si sobrevive la mitad de la humanidad, ¿qué pasará con la siguiente guerra? Creo que, para sobrevivir, las ciudades del futuro se construirán a más de un kilómetro bajo tierra. De esa forma, el hombre habrá escapado a su legado animal: los insectos ya no le molestarán y, como Scarr en búsqueda del cielo, habrá descendido mil brazas hacia el infierno.
Ya sabes que me estoy volviendo tan enfermizo respecto a las máquinas como mi madre lo es respecto a Jack Maher. (En mi vida exterior, eso se refleja en cosas como haber rechazado un trabajo de chófer de un jeep, uno de los vehículos de reconocimiento, para asombro e indignación de todos).
Y siento desprecio hacia marineros y aviadores. ¿Qué saben verdaderamente de la guerra? En cierto modo, los marineros con los que hablé en el buque que nos trajo aquí parecían muy ingenuos. Les caían mal los hombres hoscos, heridos y huraños a los que transportaban. Cuando oían hablar del barro, las náuseas y el horror, chasqueaban la lengua con simpatía, pero sin comprender nada. ¿Qué sabían ellos (en palabras de Gwaltney) del trabajo, la miseria y la muerte? La suya es una vida rutinaria y sin sorpresas, llena de la esclavitud y las ventajas de servir a una máquina. Cuando les llega la muerte es como un trueno repentino, por obra de la naturaleza. No tienen ninguna intimidad con ella y, por consiguiente, sus repercusiones supremas tienen un carácter de pesadilla y son tan irreales como los desastres en tiempo de paz. No pueden comprenderlo porque la máquina es algo tan engañoso, tan benigno durante mucho tiempo, que se olvidan de que tiene un fusible. No han experimentado la muerte como suceso cotidiano, como constante emocional aproximadamente de la misma intensidad que abrir la lata de una ración fría de carne grasienta cuando a uno le arde y le molesta el estómago por haber recorrido demasiadas colinas bajo un sol húmedo y cruel. No conocen la fatiga que hace que uno pise un cadáver de tres semanas porque no tiene fuerzas para sortearlo. Y los aviadores son como los marineros. Ellos también luchan de manera abstracta, en un fluido abstracto. Sus vidas también son cómodas, solitarias y pendientes de un sexo que no tienen, y también para ellos la muerte es un trueno devastador e incomprensible. Son vidas en las que el peor olor es el de la gasolina, el metal, el aceite lubricante. No saben que las letrinas, los cuerpos y los pantanos son difíciles de distinguir.
Y ver cómo personifican sus máquinas me da náuseas. Es el sustituto de la soledad y las ganas de sexo, pero también es aterrador. Hemos llegado a un punto en el que amamos las máquinas y odiamos a las mujeres. El siguiente paso es la adoración religiosa, y la bomba atómica parece la deidad suprema, la línea de entelequia definitiva.
Hay poco amor en ésta, pero esta noche tengo el alma un poco enferma. Cuanto más pienso en estas cosas, más aterradoras me parecen. Qué combinación puede derrotar a la aleación de mecanismo y sentimentalismo.
Te necesito en mis brazos esta noche.
Te quiero,
Norman
-
A Lewis Allen (**)
30 de abril de 1954
Querido Lew:
Bueno, al final tengo prácticamente acabada mi novela. He terminado de escribir y, después de una semana de comprimir frases y pulir un poco más, estaré listo para pasarla a máquina. Así que, de aquí a un mes, creo que podré enviársela a Rinehart y empezar a pensar en qué demonios va a ser el tema de la siguiente novela. Por cierto, no le he dado el empujón extra con el que soñaba. [...]
Anoche hubo una fiesta en casa de Styron, y todos nos emborrachamos y decidimos enviar un telegrama a Joe McCarthy. Decía así:
QUERIDO JOE. NOS CAES BIEN, PERO, POR FAVOR, ¡DEJA DE HURGAR EN LA MIERDA!
VANCE BOURJAILY
JAMES JONES
NORMAN MAILER
JOHN PHILLIPS
WILLIAM STYRON.
A pesar de nuestra hilaridad y nuestra borrachera, creo que, en el fondo, nos quedamos un poco espantados. Es exactamente el tipo de cosa por el que uno acaba en un campo de concentración tres años después. En fin, hay muchas otras razones que puedo utilizar para ir. Tuyo, Lew,
Norm
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A Jean Malaquais (*)
13 de octubre de 1956
Querido Jean:
He tardado demasiado en contestar tu carta, teniendo en cuenta todo lo que disfruté con ella, pero, querido amigo, he tenido excusas. Y lo mejor es que las presente cuanto antes. Para empezar, la búsqueda de vivienda en Nueva York se volvió cada vez más descorazonadora, precios altos, preocupaciones, etcétera, y por debajo de todo lo principal, el sentimiento creciente, tanto en Adele como en mí, de que estábamos hartos de Nueva York. Es curioso, pero, después de tantos años aquí, tengo muy pocos amigos, en parte por mi culpa y en parte, de forma peculiar, por culpa de mi inconformismo. Lo digo de verdad. Es una peculiaridad de ser radical; pasan los años y, quién lo iba a decir, llega un momento en el que ya no hay llamadas de teléfono de los amigos situados en las capas más altas de la sociedad. Creo sencillamente que uno se convierte en un lujo como amigo y, si no te quieren verdaderamente mucho -que no es el caso con ninguna de mis amistades sociales-, poco a poco te apartan de sus órbitas de circulación. Y luego, además, estaba harto de Nueva York propiamente dicha, esta ciudad desesperadamente competitiva e inhumana con su violencia, su frialdad, su agresión eléctrica a los nervios -tal vez me estoy volviendo mayor-; en cualquier caso, fuimos al campo, a Connecticut, a visitar a unos amigos, y encontramos una casa que nos gustó mucho, y ahora estamos comprándola. Es una casa grande con 20 hectáreas de tierra, un prado muy hermoso, un poco parecido a Vermont, pero suave y civilizado, un lugar apropiado para un viejo, pero hacia eso es hacia lo que se inclinan mis gustos. Desde luego, como todas las cosas bellas, era cara y, si llegara una depresión en los próximos años, me encontraré con un gran elefante blanco entre las manos.
En cualquier caso, eso fue hace un par de semanas y, poco después de hacer la oferta de compra, estaba paseando a los perros (nuestros dos grandes caniches) a última hora de una noche de sábado o, para ser más técnicos, a primera hora de la mañana del domingo -era la una-, cuando los perros se detuvieron a olisquear cerca de tres matones que merodeaban ante un portal. Uno de ellos hizo una broma de mal gusto, los otros se rieron, y yo, que debo de tener un ramalazo de locura, le pregunté qué había dicho. Entonces él me insultó, comenzamos una discusión verbal, me dijo que me fuera, yo estaba asustado pero me negué, y, por fin, nos peleamos. Seguramente yo habría ganado, porque, créeme, era más fuerte que el matón -que era alto, pero pesaba menos que yo, y tenía unos 21 años-, como digo, creo que habría ganado, pero empezó a sacarme los ojos con los dedos, y de forma muy profesional, la verdad. Me lo quité de encima lo mejor que pude, peleamos un poco más, volvió a agarrarme y volvió a atacarme los ojos. En ese momento salió una masa de gente -una banda- de una de las casas (estábamos peleando en la acera) y un personaje enorme y brutal me golpeó y me dijo: "¿Tienes suficiente?".
Claro que tenía suficiente. Casi no podía ver, los ojos me sangraban, y ya me veía muriendo de una paliza. Así que asentí, impotente, y murmuré varias veces: "Sí, tengo suficiente, tengo suficiente, tengo suficiente", recuperé a los perros que otro matón, irónicamente, había estado guardando durante la pelea, y me fui arrastrando los pies. Lo que hace que la historia no sea completamente inhumana es que dos hombres de color, miembros de la banda, me siguieron. Me alcanzaron al llegar a la esquina. A esas alturas ya no me importaba nada, así que, seguramente por eso, no me dieron miedo. Sentía que, si iban a atacarme, podía darme por muerto. Quizá fue eso, no sé, pero el caso es que uno de los tipos de color dijo: "No te han dado una pelea justa, tío". Y eso, en cierto modo, me animó durante los días siguientes, cada vez que me acordaba.
Pero las consecuencias fueron malas. El ojo izquierdo me dolía bastante, y tuve un punto ciego en mitad de mi campo de visión durante varios días, y hube de permanecer en una habitación oscura durante casi una semana. Todavía ahora se me cansa la vista, y seguramente tardaré un mes en superar eso. Cuánto me alegro de haber comprado la casa antes de que sucediera esto, porque, si no, siempre habría tenido la sensación de que estaba huyendo de Nueva York en un ataque de pánico.
En cualquier caso, he estado demasiado deprimido para escribirte durante una temporada, y esto es lo que ha pasado. No lo cuentes mucho por ahí, porque a mis padres les dije que tenía una infección en los ojos, y no me gustaría que llegase algún rumor a los periódicos. Lo que está claro es que la experiencia confirmó el sentimiento cada vez más intenso que tengo de que hay una barbarie que está muy cerca de la superficie en Estados Unidos -no tienes ni idea de lo horrible que está volviéndose este país-, es intangible, pero tengo el fuerte sentimiento de que casi ninguna de las personas a las que conozco desde hace años está madurando, sino deteriorándose y cayendo en el odio, el odio a sí misma y una especie de vida constante con la conciencia de la muerte. Para que luego hablen de nuestra bombita atómica. [...]
En otro orden de cosas, Adele está deslumbrante. Nunca la he visto más bella, y tiene cada vez más aplomo. Es algo encantador para mí, porque siento que he sido positivo para una persona en este mundo, y eso me alegra.
En cuanto a la casa, tienes un lugar en el que dormir mientras sea nuestra, y me gustaría que estuvieras aquí, porque os echamos de menos a Galy y a ti. Sobre la cámara, tendrás que esperar a mi próxima carta. He sido poco aplicado en ese aspecto. Perdóname.
Con cariño de un guerrero a otro,
Norman
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A la Sra. de John F. Kennedy (*)
3 de noviembre de 1960
Querida Sra. Kennedy:
Fue muy amable por su parte enviarme la carta, y le doy las gracias por ella. De vez en cuando, cuando pienso en la posibilidad de viajar a otro siglo, me inclino por el XVIII, en Francia, las tres últimas décadas, y la primera del XIX, supongo. Pero no sé si me irían muy bien las cosas allí. Si, por casualidad, nos vemos en Hyannisport el próximo año, podríamos hablar de ello. Sospecho que usted sabe del tema más que yo. Mi competencia se vuelve inexperiencia en cuanto paso de las obras del Marqués de Sade. He ahí un hombre del que me gustaría escribir una biografía cuando yo esté muerto sin remedio. Quizá podría dar una o dos pistas sobre el peculiar pero sólido sentido del honor del personaje.
Mientras tanto, permítame expresar mi deseo de estar equivocado en mi miedo a la noche del 7 de noviembre. No estoy de acuerdo con su marido respecto a Cuba, creo que se dispone a cometer un grave error, pero votaré por él, de todas formas. Creo que es más importante que nunca que gane él. Es sólo que he perdido ya gran parte del placer de emitir el voto...
Atentamente, querida señora,
Norman Mailer
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A Mickey Knox (**)
17 de diciembre de 1963
Querido Mickey:
La cosa de Kennedy afectó mucho aquí. Las mujeres lloraban por la calle (sobre todo, mujeres atractivas), muchos negros de mediana edad tenían aspecto triste y preocupado, y todos nos sentamos en medio de una atmósfera de pesimismo a ver la televisión durante las setenta y dos horas siguientes. En conjunto, tuvo mucho en común con otros dos acontecimientos: el día de Pearl Harbor y la muerte de Roosevelt. Y lo de Ruby y Oswald fue el remate. No me he sentido con ganas de escribir ni una sola palabra sobre todo esto, he estado demasiado jodido y deprimido. En mi opinión, la mayor pérdida ha sido una pérdida cultural. Quisiera o no, Kennedy estaba dando gran impulso a las artes, no porque Jackie Kennedy invitase a Richard Wilbur a la Casa Blanca, sino porque, de algún modo, la tapa se había abierto, y ahora temo que vuelva a cerrarse de golpe.
En cuanto a Oswald y Ruby, no sé qué pasó, pero no tengo ninguna seguridad de que lo sepamos alguna vez. Me gustaría creer que el FBI tuvo una mano siniestra en todo esto, pero, no sé por qué, lo dudo. Sospecho que la verdad es que dos tipos solitarios, por su cuenta y riesgo, pusieron palos en las ruedas hasta un punto como no había hecho nadie antes, y lo que nos ha quedado ahora es un lío, un lío miserable.
El libro [Un sueño americano], por supuesto, ha quedado apartado en medio de todo esto, una más del millón de víctimas secundarias. Cuando Kennedy estaba vivo era un buen libro, pero, con él muerto, no es más que una curiosidad, y su tono resulta algo irritante. Ni siquiera lo echo en falta, curiosamente.
Respecto a la película, ha habido una sorprendente falta de interés, y no ha picado nadie. Creo que, si alguien tuviera cinco o diez millones de dólares, podría ser un gran filme. Pero me da la impresión de que nadie va a comprarla hasta que lleven al cine alguna otra cosa que escriba y ésa gane mucho dinero. Lo malo es que no es el tipo de historia que puede rodar un productor independiente con poco presupuesto, porque, para que tenga éxito, necesitaría un tratamiento épico.
Lo cual trae a colación, en cierto modo, tu comentario de "aventurero intelectual". Se me había olvidado que lo habías dicho, pero tu mención me lo ha recordado, salvo que tú lo citas de forma completamente distinta, con un tono aprobador. El personaje del entorno de Kennedy que lo dijo, desde luego, empleó el término con desprecio. [...]
Las cosas aquí están tranquilas. Mucho trabajo para mí, y después más trabajo. Sigo dándole duro a la serie por entregas y ya he terminado la tercera. Es un libro bastante bueno hasta ahora, pero espero y ruego poder mantener el nivel, porque la tensión es tremenda. Es como ser un viejo profesional y disputar un combate en ocho asaltos cuando uno no está en su mejor forma. En cualquier caso, si puedo conseguirlo, el año que viene debería ser más relajado.
Siento muchísimo que te fueras cuando te fuiste. Siempre nos cuesta un par de semanas encontrarnos a gusto uno con otro y esta vez fue una verdadera lástima, porque creo que estamos llegando a un punto en nuestras vidas en el que nuestros respectivos oídos son cada vez mejores y podemos escuchar con más atención lo que dice el otro. Lo que me has dejado entrever de Yugoslavia es fascinante y, si tienes ocasión, hazme saber algo de tus impresiones.
Con cariño,
Norman
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A Marvin Gorson (***)
11 de abril de 1968
Querido Marvin:
He tardado mucho en contestar, pero estaba trabajando en mi segunda película, Bust 80, cuando llegó tu carta, y desde entonces he estado haciendo todo lo posible para ganar algo de dinero porque me he arruinado haciendo estas dos películas. En cualquier caso, no creo que vaya a aceptar tu amable invitación a convertirme en el filósofo residente del Partido por la Paz y la Libertad, por dos de las mejores razones posibles. No acabo de tener las ideas claras sobre una postura política coherente. Como quizá sepas o no, soy un conservador de izquierdas, que implica contradicciones como estar en contra de la renovación urbana, pero, por otra parte, no estar necesariamente a favor de la legalización de la marihuana. Puede que acabe teniendo que defender la legalización de la marihuana. Puede que acabe teniendo que defenderla si la policía continúa acosando a la gente y haciendo detenciones innecesarias, pero, pese a todo, prefiero que sea ilegal, porque le da algo de picante al hecho de fumarla y nos evita que las empresas puedan meter vitaminas en una marihuana híbrida, de cultivo hidropónico y con filtro. Para no hablar de todos los anuncios psicodélicos que nos ahorramos. Además, no estoy tan seguro de que McCarthy y Kennedy sean indistintos de Humphrey, que, por lo menos, debería pagar el precio de su compromiso total con la guerra en Vietnam. Está muy bien decir que no hay diferencias entre Kennedy y Johnson, pero no estoy nada seguro de estar de acuerdo. No se trata tanto de lo que le pase por la cabeza a Kennedy como de que tendremos un país completamente distinto si se convierte en presidente un hombre que lleva el pelo como lo lleva él. En cualquier caso, esta carta llega después de una conversación que tuve ayer con Barbara en la que se mostró naturalmente disgustada a propósito de Eldridge Cleaver. De modo que adjunto una declaración que puedes utilizar en defensa de Cleaver, aunque es posible que, si salta la noticia, llame a Barbara y le dicte el contenido a ella. En cualquier caso, por ahora, te deseo lo mejor y te doy muchas gracias por el placer de leer tu magnífica crítica de ¿Por qué estamos en Vietnam?
Atentamente,
Norman
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A Mary Bancroft (*)
18 de octubre de 1976
Querida Mary:
... Me resulta difícil sentir la misma pasión que tú a propósito de Carter, porque no tengo más que pensar en Ford o, que Dios me perdone, Reagan, para preguntarme cómo es posible que una conservadora que se precie como tú pueda volver a pensar una vez más en meter la cuchara en esa olla repugnante. Sí, creo que Carter es increíblemente ambiguo y que podría ser el diablo y que, desde luego, podría haberme engañado, y que no hay duda de que los demócratas nos llevarán a la guerra antes que los republicanos, y sí, que podría estar cometiendo el mayor error de mi vida, pero lo único que podría decirte es que, con los años, he aprendido a ser cada vez más simple. He decidido que, después de todo, no es casualidad que, después de conocer a alguien, me guste o no. Todo lo que me ha ocurrido desde mi perspectiva de los cincuenta y tres años ha dependido de mi juicio. Y cuando conocí a Carter, me gustó de verdad, me dejó una buena sensación. No hay muchas personas que me la den.
Como esa parte, para mí, es indiscutible, tengo que reconocer que, si es el diablo, yo también, y tuve esa buena sensación de camaradería que sienten los diablos cuando se encuentran en lugares elevados y secretos. Pero en cuanto a Ford, Reagan, Dole y el resto de la nave pirata, Mary, son de vómito. Son horribles. ¿No ves lo que le han hecho a este país? Johnson fue una trágica monstruosidad que nos metió en Vietnam diez veces más que Kennedy, estoy de acuerdo. Pero lo que hizo Nixon al no sacarnos durante cuatro largos años es incalificable, y lo que hacen Ford y Reagan respecto a la economía, que está dirigida por los tipos que se pasean en carritos de golf, oh, cuánta corrupción; oh, cuánto lodo; oh, te echo de menos. Dios mío, cómo te echo de menos. Mary, ¿por qué no voy nunca a verte?...
Te quiere,
Norman
-
A Sal Cetrano (**)
28 de enero de 1985
Querido Sal:
Con el trabajo añadido, no, con la carga del Congreso del PEN, que ha supuesto una nueva avalancha de correo, llevo como un mes de retraso, y ahora veo tu carta del 24 de diciembre, que me es imposible responder como es debido, primero, porque tu prosa es tan rica que tendría que sentarme a tratar de averiguar exactamente lo que quieres decir, y segundo, porque no tengo tiempo. Pero, si puedo adivinar lo que indicas, creo que estás cayendo en la trampa que nos tienden con la Unión Soviética. Es un sitio horroroso; es como Estados Unidos tras 50 años de depresión económica, gobernado por una mezcla de exaltados de West Point y gánsteres de la Mafia. La verdad es que, incluso en un mundo tan horrible, siempre habrá camarillas y facciones, y unas serán mejores que otras. Creo que fueron los guardianes y los escritorzuelos de pacotilla los que generaron toda la reacción negativa sobre Bonner y Sajarov, y tipos como tú y como yo dentro del aparato soviético se quejaron y gruñeron del mismo modo que yo gruño y me quejo cuando Reagan empieza a hablar del gran tanto en favor de la libertad que obtuvo cuando invadió Granada. El error que no hay que cometer jamás es pensar que Rusia es monolítica. No lo es. Es un lugar deprimido, triste, opresivo, pero está desgarrado por las distintas facciones, y todavía queda alguna esperanza. Si la guerra fría pudiera acabar, su situación económica podría empezar a mejorar, porque, por el momento, todos los buenos ingenieros están dedicados a los cohetes. Cuando empiece a mejorar su nivel de vida, aunque sólo sea un poco comparado con el nuestro, seguro que se arma la de Dios. Pero no caigas en la trampa de creerte una información de prensa a pies juntillas. Eso es lo que quieren que hagamos.
Me encantó verte en Strawhead, y me alegro de que la obra más o menos te gustara. Estamos como un equipo de baloncesto en la primera semana de partidos de exhibición. Es más, la semejanza entre los actores y los deportistas no deja nunca de asombrarme. Si son buenos, cuanto mejores son, más se esfuerzan. Resulta bastante tranquilizador.
Por ahora, saludos,
Norman
P. S. Escribes prosa como un buen poeta. A los buenos poetas normalmente es difícil seguirles su prosa.
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A Richard Stratton (***)
principios de enero de 1987
Querido Rick:
[...]
Norris y yo fuimos a Moscú invitados a esa conferencia que convocó Gorbachov. Rick, te lo aseguro, es increíble: allí está pasando algo. Es como un oso, viejo, maloliente, herido, obeso, enredado en sus propias corrupciones, y que tiene una mirada concreta: quiere volver al circo, quiere ser un oso entrenado y recibir aplausos, y que todos los demás animales le rindan homenaje. Es una forma demasiado fantasiosa de decirlo, pero la verdad es que supongo que llevo dándole vueltas a Rusia desde que se publicó Los desnudos y los muertos, porque viví la misma experiencia que tantos de mi generación, de pensar que los rusos eran estupendos durante la guerra mundial y respetar a su ejército y su infantería como sólo podía hacerlo alguien de infantería de Estados Unidos, y sus sacrificios de guerra, y luego sumergirme de cabeza en la guerra fría con un vuelco total de todas las señales. A partir de ahí no volví a confiar en nadie, ni siquiera en los rusos, cuando llegué a Lenin sobre el estalinismo y los verdaderos horrores que hay allí. Hay una diferencia entre los rusos y los americanos, y es crucial: en Estados Unidos vamos siempre por delante de nuestra culpa. Nos mantenemos por delante gracias a la técnica, a todo lo que se pone de moda. Nos analizamos, nos tranquilizamos y robotizamos, nos llenamos de nouvelle cuisine, nos volvemos yuppies, nos mantenemos por delante de nuestra ansiedad y nuestro gran sentimiento de culpa, y así somos capaces de eludir la cuestión. Los rusos, no. Están enfangados en su culpa, y hay muy pocos rusos que no tengan mala conciencia porque la historia de aquel país, durante 30 años, exigió que cada uno traicionara a sus amigos, no abiertamente, quizá, pero sí mediante actos de omisión, no ayudando a amigos que estaban perseguidos por las autoridades. Y la propia autoridad mantenía las cosas paralizadas por su enorme mala conciencia. Los rusos, en mi opinión, viven más próximos a su alma que nosotros, porque son culpables, y no puedo decirte cuánto me conmueve que desde las altas instancias de la burocracia haya surgido este reconocimiento de que tienen que cambiar y tener un gobierno más humano. Te lo aseguro, Rick, si yo fuera de los que rezan, incluso pediría que baje desde arriba la buena voluntad necesaria para ayudar a esa cosa increíble que está intentando Gorbachov en Rusia, y, hermano, cómo me compenetro con él. Podría salir todo mal con tanta facilidad, pero, si sale bien, este país, nuestro país, Estados Unidos, tendrá que renunciar a gran parte de sus tonterías y, si el comunismo se vuelve democracia, hacerse a la idea de que nuestros propios establos están desbordados. Y de que la mierda de caballo nos llega ya a la nariz. En fin, ya veremos.
Tres saludos,
Norman
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A Don DeLillo (*)
25 de agosto de 1988
Querido Don:
Qué libro tan magnífico. Tengo que decirte que lo he leído contra corriente. Estoy con una novela espantosamente larga sobre la CIA y, por supuesto, se solapa lo suficiente como para decir: "Este hijo de puta está tocando la misma música que yo", pero me impresionó, me impresionó mucho, algo que pocas cosas consiguen. Creo que seguimos escribiendo gracias a que nunca dejamos que nos toquen el centro de nuestra vanidad si podemos evitarlo, pero esta vez no lo conseguí. Una actuación de virtuoso, todo el libro, y, lo que es más, creo que estás llevando a cabo una tarea de la que todos nos hemos olvidado, que es la de transformar las obsesiones de Estados Unidos -esos agujeros negros en el espacio- en mantras con los que podamos vivir. Lo que nos has dado [es] una visión comprensible y creíble de cómo era Oswald y cómo era Ruby, lo que podría haber sucedido. Que luego la historia te quite o no la razón es casi lo de menos: lo que cuenta es que has devuelto a la vida un lugar en nuestra imaginación que ha sobrevivido todos estos años como tierra quemada, es decir, a duras penas. Qué poco frecuente es que una novela nos ofrezca un propósito tan profundo, y te juro, Don, que te aplaudo por ello.
Saludos,
Norman
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A Sal Cetrano (*)
28 de marzo de 1999
Querido Sal:
Nunca hemos hablado sobre el hecho de que eres republicano, porque las pocas veces que hemos tenido la suerte de compartir mesa, ¿quién va a querer sacar eso a colación? Sólo voy a decir -y todavía no he escrito sobre este tema- que, mientras los demócratas, y en primer lugar Clinton, me repugnan con lo que llamo su "política de boutique" -un poco aquí, un poco allá, y todo servido con grandes dosis de gilipollez por encima-, los republicanos son una monstruosidad psicótica. Por un lado, son Dios, bandera y familia -aunque pocos de ellos reconocerían a Jesucristo si estuviera haciendo pis en el retrete de al lado-, y un número asombroso no ha servido jamás en las fuerzas armadas ni ha oído una bala, y, como políticos, engañan como conejos a sus esposas y sus familias. Pero da igual, ¿de qué sirve ser político si uno no puede ganarse la vida siendo un hipócrita?
Lo que quiero decir es esto: el Partido Republicano es esquizofrénico; por un lado, son, como digo, Dios, bandera y familia, pero, por otro, están a favor de la expansión descontrolada del capitalismo y, por tanto, se olvidan de algo que tal vez es importante aún para ti, que es que Jesús, como Karl Marx, pensaba que el dinero impide que pasen todos los demás valores. Y es verdad. Si el país está viniéndose abajo, y lo está, creo que podría trazarse un gráfico del declive en paralelo al ascenso del Dow Jones: cuanto más alto el Dow, más bajos los demás criterios. El dinero destruye todos los demás valores. Puedo incluso respetar a los republicanos de derechas por tener sus criterios, como los tienen, pero nunca atacan el capitalismo, que, descontrolado, es el peor azote de los valores humanos que tenemos hoy.
Quizá hubo una época en la que el comunismo era un azote peor, pero ahora llevamos nosotros la delantera, y te sugiero que trates de vivir sabiendo que tu partido preferido está paralizado en sus centros morales. Si es así, ¿por qué esperar más de tus chicos negros? Quizá nunca sepan de qué hablas.
En cuanto a Clinton, que se ocupe de él el cielo. Su delito no es que tuvo un lío en la Casa Blanca -al fin y al cabo, uno llega a tener éxito como político a base de dar satisfacción a la carne y, al cabo de un tiempo, es como una comida para un hambriento, y no veo a Hillary sirviendo comida a nadie salvo en un comedor de beneficencia-, sino que terminó con el sistema de prestaciones sociales "que conocemos" sin poner fin al sistema de prestaciones sociales que no conocemos, es decir, movido por empresas. En mi opinión, es una monstruosidad ahorrar dinero a base de sermonear a los pobres y lamer el culo a los ricos. Como dice la vieja canción, "eso no es saludable". Perdona por esta diatriba que no tiene la elocuencia de tu espléndida carta, pero me pillas en uno de esos días en los que estoy intentando contestar 50 cartas desde mediodía hasta el atardecer.
Saludos, viejo amigo,
Norman
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A Emmerich Kusztrich (*)
26 de enero de 2005
Querido Imre:
Qué atento fuiste al mandarme el artículo sobre la artritis de las rodillas. Veo que, a medida que pasa el tiempo, puedo vivir cada vez más cómodo con la enfermedad. Andar con dos bastones -y no lo digo como gracia- es hasta divertido una vez que has aprendido sus dimensiones. Su mayor placer es que puedes hacerte la ilusión de que estás haciendo esquí de fondo, y eso es muy divertido. Además, nunca tienes que permanecer de pie mucho rato; siempre hay alguien que te ofrece el asiento.
Sans façons, confío en volver a Alemania en algún momento del año que viene y estoy deseando veros otra vez a Gertrud y a ti; entonces podremos hablar sobre la operación. No siento gran necesidad de ello en estos momentos, pero estas cosas cambian con el tiempo. Será una de las cien cosas sobre las que podemos hablar. Leí el recorte que me enviaste del Financial Times y es desalentador. No sé hacia dónde nos encaminamos. En el siglo XX era el terror de que una guerra nuclear fuera a hacernos volar a todos. Pero parece surrealista. Ahora, en el XXI, está presente en muchos la sombría idea de que no se sabe si llegaremos o no al final de este siglo en nuestra condición actual. A mi edad no importa mucho, pero tengo nueve hijos y unos cuantos nietos, y la perspectiva no es precisamente prometedora para ellos.
Perdóname por esta visita al catastrofismo. Me temo que me he dejado llevar. Pero también quiero decir lo que ya he dicho otras veces: nos conocemos muy poco y, sin embargo, somos buenos amigos. Es una cosa muy agradable. Saludos a ti y a Gertrude... y, ¿me atreveré a decirlo?, un poco de cariño.
Norman

El Ingeniero Tello Peón

Un 'espía' en Los Pinos
ALEJANDRO JIMÉNEZ
El Universal Domingo 26 de octubre de 2008
El fundador del Cisen, ingeniero hidráulico devenido en experto en inteligencia, vuelve a los sótanos de la planeación estratégica
“Un jugador de ajedrez con las manos sudorosas”, es como definen sus allegados al nuevo asesor presidencial en materia de seguridad nacional, el chilango de origen yucateco Jorge Enrique Tello Peón, quien nació hace 52 años y es ingeniero hidráulico devenido en experto en inteligencia nacional.
“Es hiperactivo, pero no de los impulsivos, más bien tranquilo”, nos dice una fuente sobre él. “Eso sí, jamás se está quieto”.
Su llegada, la semana pasada, como asesor de seguridad nacional del presidente Felipe Calderón, no pasó desapercibida para sus incondicionales ni para sus detractores, generando en ambos un clima de expectación que sólo personas con su halo de enigma pueden despertar.
Para llegar a donde hoy se encuentra ha vencido cuando menos cuatro obstáculos: las intrigas y sospechas inherentes a sus cargos, el desgaste moral de sus mentores, un cáncer que lo puso al borde de la tumba y un veto familiar para regresar a la función pública.
Comenzó dando clases a muchachos de la preparatoria Vallarta, de la que llegó a ser director, más o menos en la misma época en la que se casa con Emma Laura Luna Díaz y trabaja en varias empresas constructoras para ganarse la vida aplicando los conocimientos adquiridos en las aulas.
Así perfilaba su vida, en la clase media, hasta que su carrera se cruza con la del general Jorge Carrillo Olea, quien detecta la habilidad analítica del joven ingeniero y lo adentra en el intrincado mundo de la seguridad nacional.
De la mano de ese otro viejo lobo de mar de la seguridad, le toca ser testigo de primera línea del intento de rescate de la Dirección Federal de Seguridad, para sacarla del marasmo y la corrupción en la que la sumieron en las décadas de los 70 y 80 hombres como Miguel Nazar Haro o Florentino Ventura.
“Vamos a hacer un FBI mexicano”, le decía Carrillo, quien le vendió al presidente Salinas de Gortari la idea de una agencia de inteligencia “con hombres nuevos, científicos y limpios”, como el joven Tello.
Ahí conoce lo mejor y lo peor de la carrera policial. Hombre de paz, rehúye a las armas y se concentra en la parte teórica de la seguridad y es encargado de la elaboración de parámetros, inexistentes hasta entonces, de una agenda de riesgos nacional, en la que no sólo entrarán delincuentes y guerrilleros, sino asuntos geopolíticos, climáticos, socioeconómicos, municipales y hasta epidemiológicos.
Sin ser un hombre gris, sus nuevas funciones lo convierten en un fantasma de los sótanos de la inteligencia nacional. Cero protagonismo, nada de vida pública.
Le toca ver el ascenso y descenso de su maestro Carrillo Olea, quien no logra ganarse toda la confianza de Salinas, que se va de gobernador a Morelos y sale en medio del escándalo y el juicio político, acusado, paradojas de la vida, de patrocinar secuestradores.
El ‘diablo’ de los guerrilleros
Tello comienza a brillar con luz propia. Participa directamente en la concepción y desarrollo del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen); del Centro de Planeación para el Control de Drogas (Cendro), órgano de inteligencia de la Procuraduría General de la República (PGR); del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas (INCD) y del proyecto de la Policía Federal Preventiva (PFP), todos bajo la concepción de la seguridad como una política de Estado.
Los grupos guerrilleros, básicamente el núcleo duro del EPR, lo alucinan. Para ellos es la encarnación del mismísimo diablo, el ejemplo más acabado de la contrainsurgencia burguesa. En no pocos comunicados revolucionarios aparece entre los más despreciables adversarios y torturadores de Estado.
Trabajó 17 años en la Secretaría de Gobernación, interrumpidos por laborar tres años en la PGR.
Ya en el foxismo, tiene un fugaz paso por la subsecretaría de Gobernación, pero el nuevo gobierno no confía en los viejos agentes priístas. El pretexto para correrlo llegó rápido: el 19 de enero de 2001 escapa de Puente Grande, Jalisco, Joaquín El Chapo Guzmán, líder del cártel de Sinaloa, justo días después de que Tello exaltara los avances en los sistemas de seguridad y rehabilitación social del país.
Enferma de un cáncer al que logra sobreponerse. Poco se sabe del tema. Dicen quienes lo conocen que en su casa los secretos familiares son más sagrados que los del país. Se alcanza a saber que promete a los suyos jamás regresar a la vida pública, al golpeteo político, a las amenazas, a la vida en coches blindados y grandes enemigos del crimen organizado. “Ya párale, que esto te enseñe a estarte quieto”, cuentan que le dijo el alto mando familiar.
Es contratado por Lorenzo Zambrano, dueño de Cemex, para dirigir en sus 26 plantas la instalación de los sistemas de seguridad. En paralelo, inicia su vida académica en el Tec de Monterrey.
Se inscribe en la Sociedad de Profesionales de Inteligencia Competitiva, donde abreva una variante del análisis de inteligencia al servicio de empresas privadas.
Se desempeña como vicepresidente de Inteligencia Competitiva de Cemex, hasta que, en 2006, el entonces candidato del PAN a la Presidencia de la República, Felipe Calderón, lo contacta como asesor.
Ya electo, Calderón le ofrece dirigir la SSP. Tentadora oferta que, sin embargo, rompía el pacto familiar. “Muy honrado, pero no, gracias”, fue su respuesta.
Dos años después, en medio de la mayor crisis de seguridad pública de los tiempos modernos en México, Tello Peón regresa a la palestra, a un puesto muy semejante al de Consejero de Seguridad Nacional que existe en Estados Unidos, al que todos los responsables de inteligencia y seguridad pública tendrán que reportar y con quien tendrán que coordinarse.
Por lo pronto, su promesa familiar de paz y tranquilidad está en tregua; su colección de corbatas y tirantes en el clóset; y sus alumnos en persecución del hombre que no sabe estar quieto para que les dé sus calificaciones del semestre pasado, antes que desaparezca, una vez más, del horizonte público y se ponga a diseñar la estrategia de seguridad nacional en las oficinas presidenciales.
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El peón que avanza como alfil
Andrés Becerril, reportero
Jorge Tello Peón es un ingeniero civil que despunta en un bosque de licenciados en leyes, maestros de seguridad y doctores en políticas públicas, dedicados a la seguridad nacional. Es enemigo de las estridencias mediáticas y prefiere el bajo perfil en sus vidas pública y privada.
Tello Peón es de esos funcionarios de gobierno que han llegado al top y que brincaron a la iniciativa privada a cargos ejecutivos, de los que públicamente nadie habla mal ni les conocen cola que se les pueda pisar.
En cambio, debido a sus puestos en la administración pública y en el sector privado, Tello ha acumulado y procesado tal cantidad de información, que conoce santo y seña de políticos, empresarios, diplomáticos, periodistas, líderes de movimientos sociales, jefes guerrilleros, grupos delictivos y los capos de éstos. Ello lo ha convertido en el hombre con la mejor reputación en el ámbito de la seguridad pública de México.
Quienes lo conocen y han trabajado cerca de él desde mediados de la década de los ochenta, lo menos adulador que dicen es que se trata de un hombre “decente”. Aunque también expresan que es “un caballero” y cuenta con “muy buen gusto para elegir trajes y corbatas”.
Tello Peón tiene 50 años de edad. Su trabajo en el gobierno empezó hace más de 25 años y en el inicio del gobierno de Felipe Calderón se convirtió en el hombre de confianza, su consejero en la lucha contra el crimen organizado.
Legisladores panistas y priistas opinan que Tello Peón es el hombre que pondrá orden a las pugnas entre el procurador Eduardo Medina Mora y el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna. Por cierto, fue Tello Peón quien recomendó a García Luna para el cargo, cuando el nuevo asesor presidencial declinó el ofrecimiento de Calderón de ocupar esa cartera.
Hace un cuarto de siglo, Tello Peón empezó a procesar la información de las otrora famosas tarjetas en las que se escribían los datos de personas y organizaciones. Esos contenidos se ponían al servicio de los sistemas de inteligencia del aparato de seguridad nacional, que por igual han servido para combatir a policías corruptos, narcotraficantes, secuestradores, grupos guerrilleros y otros colectivos considerados por el gobierno agentes dignos de ser vigilados.
Jorge Tello es parte de una generación de funcionarios que hace más de 20 años llegó a unas modestas oficinas de la Secretaría de Gobernación, en General Prim, y que después ocupó el edificio que fue sede de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), en la Plaza de la República, desde donde se mudaron a un búnker por los rumbos de Contreras, entre 1990 y 1991, el cual fue estructuralmente diseñado por Tello Peón en su calidad de ingeniero civil.
En ese mismo grupo de jóvenes analistas, reclutados principalmente en planteles de la UNAM, están el actual secretario del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Alejandro Rubido García, y Alejandro Alegre Rabiela, encargado de seguridad del Banco de México. Además del secretario de Seguridad Pública García Luna.
De la mano del entonces coronel Jorge Carrillo Olea (hoy general brigadier), en 1980, Tello Peón empezó su carrera como servidor público en la paraestatal Astilleros Unidos de Veracruz. En 1982 se fue con el militar a la Secretaría de Gobernación, específicamente a la subsecretaría de esa dependencia, desde donde fue creada la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, embrión de lo que hoy funciona como Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional (Cisen) y que antes había sido la Dirección General de Investigación y Seguridad Nacional.
El Cisen es el órgano que sentó las bases para la creación, en tiempos del presidente Carlos Salinas de Gortari, de organismos como el Centro Nacional de Planeación contra las Drogas (Cendro) y el Instituto Nacional de Combate a las Drogas (INCD), así como, con Ernesto Zedillo, de la Policía Federal Preventiva (PFP), en los que también Tello Peón fue parte de su ingeniería.
Después de una etapa de fogueo en la década de los ochenta, manejando información de los casos que llevaban los agentes de la DFS, la cual estaba en su etapa final, en 1989 Tello Peón fue nombrado, por Carrillo Olea, director de servicios técnicos del Cisen.
El ingeniero Tello emigró del Cisen a la Procuraduría General de la República (PGR), al lado de Carillo Olea, porque el 19 de octubre de 1990 el militar fue nombrado, por el presidente Salinas de Gortari, coordinador de la lucha contra el narcotráfico, convirtiéndolo en el primer zar antidrogas del país. En esa época, como parte de la estructura de la PGR, entonces a cargo de Jorge Carpizo, Tello fue quien desarrolló el modelo del Cisen, así surgieron el Cendro y, después, el INCD.
Cuando Carrillo Olea se va a buscar el gobierno de Morelos, la carrera de Tello Peón toma luz propia. Es nombrado titular del Cisen en 1994, después del levantamiento armado del EZLN, el primero de enero de ese año. Poco tiempo después la relación de Tello y Carrillo terminó por romperse.
Tello sustituye a Alejandro Pontones Chico, quien en realidad tenía toda la información sobre las actividades del grupo armado en Chiapas, pues en mayo de 1993 la estructura de seguridad nacional conoció a detalle el enfrentamiento que tuvo el Ejército Mexicano con fuerzas regulares del EZLN en la sierra de Corralchén, en Ocosingo, pero en el amanecer de la entrada de año cuando entró en funciones el Tratado de Libre Comercio (TLC), los aparatos de inteligencia se quedaron congelados, o hicieron como que no sabían nada.
El presidente Ernesto Zedillo mantuvo como director del Cisen a Tello Peón, hasta que en 1999 lo nombró subsecretario de Seguridad Pública, entonces a las órdenes de la Secretaría de Gobernación.
Tello Peón permaneció en ese cargo al inicio de la administración de Fox, sólo que pasó a formar parte del organigrama de la nueva Secretaría de Seguridad Pública, a cargo entonces de Alejandro Gertz Manero, con quien no tenía una muy buena relación. Dicen quienes trabajaron en esa dependencia que ambos eran como “dos agujas, que no se pican”.
En 2001 se fugó de la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo. Dos días antes de la huida del jefe del cártel del Golfo, Tello Peón y Nicolás Suárez Valenzuela (entonces coordinador de inteligencia de la PFP) estuvieron en el penal, con el fin de hacer una inspección.
Fue por ese motivo que a Tello se le quiso responsabilizar mediáticamente por la evasión de Guzmán. El subsecretario renunció, pero no dice gente que trabajó muy cerca de Gertz Manero debido a tener alguna culpabilidad, sino porque encontró en esa coyuntura la mejor vía para salir de la administración pública, donde ya no se hallaba. De hecho, se supo que Jorge Tello ordenó que Guzmán Loera fuera separado de la celda que habitaba con Héctor Palma Salazar, El Güero.
A su salida del gobierno federal, Tello Peón se integró al equipo de seguridad del grupo Carso, de Carlos Slim, desde donde pasó a ejecutivo de Cemex, de Lorenzo Zambrano, con el puesto de vicepresidente de desarrollo de información internacional del área de planeación a escala mundial del sistema de información estratégica, es decir, era máximo responsable de seguridad del monstruo cementero. Luego de ello, volvió a brincar a la administración pública, pero ahora con una vasta experiencia y con muchas posibilidades de alcanzar puestos más altos.
Mucha gente que ha trabajado con él dice que está capacitado, no sólo para asesorar al presidente Calderón en materia de seguridad, sino para “mucho más”. Ese “mucho más”, que también circula entre políticos panistas y priistas, tiene jiribilla futurista con tres escenarios:
Uno, que el equipo del presidente Calderón recuperará el plan original para desaparecer las secretarías de Gobernación y Seguridad Pública, con miras a crear la Oficina del Jefe de Gabinete o la Secretaría de la Presidencia de funciones estrictamente políticas y la Secretaría del Interior, la cual asumiría las responsabilidades de la seguridad pública, ahí es donde encajaría Tello Peón.
Dos, que él se convierta en el comisionado general de la Policía Federal, si es que prospera la propuesta del presidente Felipe Calderón para desaparecer la PFP y en su lugar poner en marcha a la Policía Federal (PF), la cual tendrá capacidad de investigación y tendría como sus auxiliares a las policías locales de todo el país.
Tres, que de asesor presidencial pase momentáneamente a comisionado de la PF y, de ahí, a secretario del Interior.
Tello Peón es un hombre en el que el gobierno de México ha invertido mucho, no sólo porque ha recibido cursos de capacitación en el Mossad, la CIA, el FBI y Scotland Yard, sino porque conoce las tripas y el corazón de muchos de los personajes de la política mexicana.
Ex colaboradores refieren que a Tello Peón le gusta el bajo perfil, por ello creen que una de las estrategias que seguirá en su tarea al lado del presidente de México será bajar el nivel de decibeles que ha alcanzado la lucha contra el crimen organizado, es decir, no tener en la opinión pública los efectos de matanzas, secuestros y actividades del narcotráfico, que azuelan en estos momentos al país.
Al respecto expone que: “La gran cantidad de información que ‘fluye’ sobre la seguridad en México: crimen, violencia e impunidad, es asimilada como riesgo a la seguridad personal, transformándose en miedo, confusión, enojo y frustración.
“Las notas cotidianas de homicidios y anécdotas de espeluznantes hechos que provocan emoción intensa, se manejan como parte natural del negocio de los medios de comunicación. El proceso concluye con saturación que ‘embota’ y aturde los sentidos, sin capacidad para construir soluciones y alternativas de acción, que ofrezcan una respuesta al problema percibido”.
Las dependencias en las que ha participado en su construcción y que están encaminadas a la seguridad nacional y el combate a la delincuencia organizada siguen vigentes. Las cartas de Tello Peón son vastas
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Reporte Indigo hizo una extensa investigación de Tello Peón, la denominó: ¿Peón de quién?, la firman Ramón Alberto Garza y Félix Arredond, recomiendo su lectura en el siguiente link:

La Camorra napolitana

Nápoles. Territorio Camorra/Reportaje
MIGUEL MORA
Publicado en El País Semanal (www.elpais.com), 26/10/2008;
Algo huele a podrido aquí. En 30 años, la Camorra se ha apuntado 3.600 asesinatos. La ciudad lucha por respirar. La recorremos junto a personajes como el escritor amenazado, Roberto Saviano.
Doce de la mañana. El 19 de septiembre, día de San Gennaro, fiesta mayor en Nápoles. En la catedral, el cardenal arzobispo de la ciudad, Crescenzio Sepe, habla, micrófono en mano, delante del altar. Un año más, el centro de su homilía es la Camorra. La noche anterior, mientras el Napoli jugaba un partido de Copa de la UEFA en el estadio de San Paolo contra el Benfica, en Castel Volturno, a sólo 20 kilómetros de la ciudad, un grupo de sicarios ha ametrallado a seis emigrantes africanos y a un italiano.
Sepe define a los pistoleros como "serpientes venenosas", y les dice: "Entregad las armas, estas armas con las que hoy matáis. Mañana os matarán a vosotros, a vuestras familias y a vuestros hijos. Esta tierra, esta ciudad, no puede morir y no morirá. Lo repito con fuerza y convicción, porque el pueblo napolitano tiene consigo el coraje de sus raíces y de su identidad". Sólo unas decenas de fieles escuchan al cardenal.
San Gennaro ha hecho el milagro de licuar la sangre de la ampolla un rato antes, a las nueve y media de la mañana, como hace puntualmente tres veces al año, y los napolitanos han dejado la catedral seguros de que nada malo podrá sucederles hasta el siguiente milagro. Al fin y al cabo, San Gennaro es sólo uno más entre los miles de dogmas y contradicciones de esta ciudad en la que conviven la Camorra y la religión, la superstición y el miedo, la desesperanza y la lucha, la miseria y la solidaridad, el fútbol más apasionado de Italia y las mejores cabezas del país.
Fuera de la catedral, en el centro histórico, un hervidero de gente llena las calles, bellísimas y tocadas por un halo de suciedad antigua, por la gracia de las sábanas colgadas, los altares populares a los otros dos grandes santos (Maradona y Totó), el cesto que la mamma lanza al hijo con una cuerda desde la ventana para enviarle la llave, o el tabaco, o el dinero olvidado, y evitar así que el chico tenga que subir a pie otra vez.
Calles y cuestas y callejones parados en el tiempo, 2.800 años de historia, con monumentos barrocos de quitar el hipo, callejuelas empinadas del barrio de los Españoles, vecinos que discuten y vocean, coches que circulan por sitios inverosímilmente estrechos, miles de tiendas minúsculas, quioscos de quincallería, perros y gatos, niños jugando, mujeres sensuales, hombres capaces de meter miedo con una mirada.
La vida en Nápoles fluye ajena al mundo, como si su alma hubiese renunciado al enloquecido sprint del progreso y el consumo. Apenas hay marquesinas de marcas globales, y la ciudad vive y regatea mucho más asomada al pasado que al futuro.
"Ves Nápoles y después mueres", según el dicho. Pero demasiadas veces los napolitanos mueren mientras la están viendo. La región encabeza las listas de muertes violentas de Italia, seguramente de Europa. Desde 1979, la Camorra ha firmado 3.600 homicidios. Un récord más letal que el que suman, juntos, la Mafia siciliana, ETA y el IRA. Sangre con coca: sumando los datos de las Fiscalías Antimafia calabresa y napolitana, La 'Ndrangheta y la Camorra mueven cerca de 600 toneladas de cocaína cada año.
Atada a sus viejos tópicos y vicios, avergonzada de su propia omertá, familiar y cotilla, furiosa contra el racismo que magnifica siempre sus malas noticias, Nápoles sigue existiendo, tratando de vivir y respirar, de ver alguna luz. Sus habitantes sufren, pero no se callan. Unos culpan al Estado; otros, a la historia. Todos filosofan, opinan, maldicen.
Pese a todos los peros, la ciudad sigue siendo un lugar fascinante, pero mucho menos moderno que en tiempos de los romanos, cuando era la única gran ciudad europea que contaba con agua potable en las casas. La Nápoles de hoy se conforma, simplemente, con que no haya basura en las calles.
Y ahora las calles están por fin (más o menos) limpias otra vez. Toda una novedad, porque la emergencia de la basura dura ya 14 años, lo que permite a un humorista local hacer el chiste fácil: "¿Pero se puede saber dónde diablos estáis tirando la basura?".
"La basura está en los vertederos", responde el escritor y periodista Roberto Saviano. "Berlusconi ha firmado un pacto con las autoridades locales, ha metido el Ejército en los vertederos, ha impedido que los jueces y la población bloqueen las descargas y ha solucionado así el asunto. Pero es una solución frágil, momentánea. Lo importante no es la basura, sino los residuos tóxicos. Campania está envenenada y tiene el índice más alto de cáncer del Mediterráneo. Siete mil muertos al año".
Luego volveremos con Saviano, sin cuya voz, Nápoles parece muda. Pero conozcan antes a otros napolitanos.
El 'manager' sensible. Andrea Aragusa, de 41 años y mirada franca, es el primer guía del viaje. Es productor artístico, organiza festivales y conciertos, y lleva la carrera del saxofonista Enzo Avitabile. Aragusa es un tipo inquieto, y está trabajando con el Ministerio de Cultura español, que ha firmado un acuerdo de colaboración con el Ayuntamiento de Nápoles. "Se acabó la monarquía y empezaron los problemas del sur", dice. "De hecho, en el referéndum de la posguerra, el sur votó monarquía. Antes, con la unidad de Italia había nacido el brigantaggio, el bandidaje napolitano. Eran una especie de no alineados de la unidad, vivían en las montañas porque no querían integrarse. Paraban las caravanas y las asaltaban. Ése es el origen de la Camorra. De ahí nace todo".
Salvatore, el dueño del restaurante, nos explica luego los secretos de la comida napolitana. "Es pobre y antigua. La pizza y la pasta son la base fundamental. Las salsas, el ragú..., tienen carnes distintas, que están un día entero cociendo. El día clave es el domingo. Se empieza a comer a las dos y se acaba a las siete". Pero es en las bodas donde las familias tiran la casa por la ventana. "Almejas y mejillones crudos, algas, croquetas de patata, salamis, callos, manitas, morro... El antipasto (aperitivo) no acaba nunca". ¿Y ha evolucionado? "Cambia mucho, porque hay millones de locales. Pero Ferran Adrià, aquí, cerraría".
Aragusa tiene tres hijos y todavía cree en el futuro, pese a que conoce bien la Camorra y los tejemanejes políticos de la ciudad. "Tenemos una música riquísima, un barroco espléndido, los tambores que se tocaban en Pompeya, unos cantos campesinos sin tonalidad, maravillosos, tenemos la canción napolitana, el Oh sole mio y la canción neomelódica que adoran los camorristas. Tenemos de todo, el problema es que no funciona lo ordinario, lo normal, lo básico. Los autobuses, los aparcamientos. El metro llevan 12 años ampliándolo, y el segundo año que hicieron la Noche Blanca en la ciudad hubo que suspenderla porque en la Piazza Dante la gente se metió en el metro, no cabía, y casi hubo muertos por aplastamiento".
Un drama doble: hay talento, pero no se puede desarrollar. "Nos falta normalidad, tranquilidad, orden público, Estado. Que la niña pueda hacer deporte cerca de casa, que la madre pueda bajar al niño al parque, que el Ayuntamiento recoja la basura, que pongan contenedores. Aquí no se puede vivir".
Antes de solventar todo eso, Nápoles tiene otros planes. La ciudad se prepara ya para albergar el Fórum de Culturas 2013. Será en Bagnoli, una deprimida zona ex industrial. De manera que Aragusa insiste en pagar la cuenta del restaurante y en que vayamos a ver al concejal de Cultura, Nicola Oddati.
El concejal ateo. Se ve que Oddati anda ocupado con el Fórum: tarda 50 minutos en recibirnos. Pero merece la pena. Lleva perilla y collar, fuma en pipa, va vestido de negro, tiene 44 años, nació en Salerno, tifa por el Inter, y algunas mujeres le llaman homo eróticus.
"Llevamos 15 años invirtiendo en cultura para luchar contra la Camorra y mejorar la imagen de Nápoles", explica. "Hubo una fase de muy buenos resultados, de gran vitalidad cultural, abrimos los dos museos y el teatro Mercadante. Ahora hemos montado el Festival de Teatro Italia. Pero es verdad que la basura ha sido una losa tremenda, enorme...". El Fórum, la cita que albergó ya Barcelona con resultados poco alentadores, debe ser para la ciudad "la bandera del nuevo renacimiento", afirma Oddati. "Berlusconi ha dicho que nos apoyará. Es fundamental revitalizar la ciudad, generar recursos contra el paro juvenil, mover esta bellísima ciudad ".
¿Es Nápoles una víctima del racismo del Norte o merece sus estereotipos? "Hay las dos cosas, racismo y culpa. Debemos dar una imagen mejor, respetar más las reglas, defender la ciudad, estar más orgullosos de nuestra identidad, dejar nuestra inclinación al disfattismo (deshacer), al nonsipuotismo (no se puede hacer), y dar una imagen de ciudad moderna, organizada, que puede hacer lo mismo que Barcelona. Tenemos autoestima individual, nos falta la colectiva".
El escritor amenazado. La canción que ha ganado el último Festival de Piedigrotta, el evento más napolitano de Nápoles, estaba dedicada a Saviano. "Roberto está escapando / porque la Camorra le está buscando".
Saviano (Nápoles, 1979) es el autor de Gomorra, el impactante reportaje-novela que ha revelado al mundo la estrafalaria cotidianidad y la terrorífica capacidad de matar, envenenar la tierra, ganar dinero y expandirse globalmente de la Camorra. Tras vender 1,5 millones de copias en Italia, Gomorra se ha traducido a 33 lenguas y se despacha en las librerías de 42 países. Como consecuencia, Saviano ha sido amenazado de muerte por los Casalesi, el clan más sanguinario de Italia, y llega a la cita protegido por cinco escoltas armados hasta los dientes.
El escritor, barba rala y ojos tristes, lleva dos móviles y va vestido de un oscuro muy discreto. Mientras bebemos un acedrato, rico refresco local, no para de mirar los teléfonos. Aunque no tiene miedo, "sólo tristeza y un poco de inquietud", los efectos de las amenazas se sienten ya en su vida, que ahora es una especie de no vida. "En Nápoles duermo en el cuartel de la policía, en la Piazza della Carità, porque la gente se niega a alquilarme un apartamento. No por miedo a la Camorra, sino porque les obligas a tomar partido. Tengo casa en Roma, pero ya no veo a mis amigos, y la relación con mi novia se acabó. Habían dejado de ser lo que eran para ser los amigos y la novia de Saviano. Quizá fue culpa mía, porque no tenía la cabeza para eso. O quizá, inconscientemente, me fui alejando de ellos para evitar que sufrieran represalias".
Las últimas estimaciones señalan que la Camorra factura 17.000 millones de euros anuales en droga, 5.800 en negocios públicos y privados, 4.700 en extorsión y usura, 1.000 en tráfico de armas, 580 en prostitución... En total, cerca de 30.000 millones de euros anuales. Según esos cálculos de las instituciones antimafia, la facturación global de las cuatro grandes bandas italianas (Camorra, Cosa Nostra, 'Ndrangheta y Sacra Corona Unita) no baja de los 100.000 millones por año.
Con esos datos, ¿se siente Saviano un cadáver ambulante, objeto de una fatua irremisible? "La Camorra piensa que haciendo esa política de tierra quemada me lo ha quitado todo", dice sonriendo. "Ahora, como dijo Von Clausewitz, sólo tengo el recuerdo. Esto se ha convertido en una cosa personal, he cambiado de frente. Antes fingía que era un sicario de la Camorra, ahora parece que soy policía. Estoy con los esbirros. Y para poder seguir escribiendo recurro al material policial: escuchas, soplones, investigaciones...".
"Me inquieta una cosa", cuenta después. "En mayo mataron a tiros a Domenico Noviello, un empresario que hace nueve años había denunciado la extorsión. Tuvo escolta todo ese tiempo, y cuando se la quitaron, lo asesinaron. Eso quiere decir que los clanes son "tardarielli, ma mai scordarielli" (tardones, pero nunca olvidadizos)".
Desde que hace dos años su libro fue publicado por Mondadori, la editorial del imperio Berlusconi, Gomorra ha crecido hasta convertirse en un fenómeno extraliterario. Primero fue obra de teatro, escrita por el mismo Saviano con Mario Gelardi. Y luego, película, una adaptación libre de Matteo Garrone que obtuvo el Gran Premio del Jurado en el último Festival de Cannes y se estrenará en España el próximo mes. "No me siento mal por publicar con Berlusconi", explica Saviano. "Rushdie, Pasolini o Camilleri también están en ese catálogo, y creo que los grandes editores deben tener un papel en la lucha antimafia, aunque habrá gente a la que le parezca asqueroso ganar dinero con eso. Si yo hubiera publicado el libro con una pequeña editorial, habría vendido 10.000 copias. Y los lectores, y no yo, son el verdadero peligro para los clanes. Porque son ellos quienes fuerzan a las televisiones y a los periódicos a hablar de las mafias. Y sólo así acabará la omertá (la ley del silencio)".
El escritor sabe que, de momento, su gran objetivo, acabar con la connivencia de los políticos corruptos con el sistema, no ha dado frutos. Quizá porque, en los últimos años, ambos han cambiado su forma de relacionarse. "Ellos prefieren condicionar a los políticos con su brazo económico, presionando como si fueran la General Motors. Y los políticos se dejan condicionar por la doble moral. Les gusta perseguir a los líderes, a los bosses. Pero si les hablas de que ese hotel o aquel negocio son de la Camorra, entonces te llaman demagogo".
El problema es que la Camorra es una mafia internacional, y vive muy cómoda en Europa. "Salvo en Italia, en ningún país de la UE existe el delito de asociación mafiosa. Tampoco en España, un país que adoran. No produce líderes mafiosos, pero genera mucho cemento y los alberga sin problemas".
Aunque España ha detenido a algunos jefes mafiosos en los últimos tiempos [el último fue arrestado el 21 de septiembre en Barcelona], Saviano cree que "la policía española sólo se fija en ETA y aplica la doctrina Mitterrand: 'Mientras no mates, puedes quedarte'. Cuando vivía cerca de ellos, siempre me decían: 'Vete a España, Roberto, aquello es territorio nuestro".
También es notoria la habilidad para blanquear dinero ilícito con empresas de apariencia legal, que muchas veces medran en la Administración captando fondos públicos que luego reinvierten en Milán (Lombardía es la cuarta región italiana, tras Sicilia, Calabria y Campania, en bienes confiscados a la mafia), pero también en Nueva York o España. En casa, la Camorra ha levantado algunas infraestructuras de la región, entre ellas carreteras, algunos de los centros comerciales más grandes de Europa y la cárcel de Santa Maria Capua Vetere. Allí está encerrado el jefe del clan, Francesco Schiavone, Sandokán. "Levantaron ellos mismos las cárceles donde están encerrados", ironiza Saviano.
La historia personal de Saviano es la de un adolescente de la burguesía local que estuvo a punto de caer en las redes de la mafia y se escapó justo a tiempo. "Crecí en el Casertano, y por suerte mi familia tenía anticuerpos mafiosos. Mi madre me ayudó a tomar distancia; luego empecé a escribir sobre la Camorra, no tanto por denunciar, sino porque me fascinaba la potencia literaria de sus historias". Un ejemplo: la mujer de un sicario descubrió que su marido era un asesino una noche que llegó a casa tarde del trabajo. El tipo había metido en el bolsillo de la chaqueta la mandíbula de un muerto. "Se le había desprendido de la cara cuando le mataron y se la llevó a casa sin darse cuenta". Otro ejemplo: Michele Zagharía, un boss que lleva 12 años escondido, se presentó con una tigresa de circo una noche en una fiesta. "Esas historias tan novelescas sólo podían contarse con nombres verdaderos. Para que fuera creíble decidí escribir con estilo de novela y nombres reales".
Más allá de lo novelesco, la realidad es que el Estado no puede con las mafias. "Los políticos campanos han cerrado los ojos durante años. Han convertido la ciudad en un museo y han utilizado la cultura como un anestésico. Caravaggio mola, sin duda, pero no puede servir para tapar. Las contradicciones llevan siglos ahí, y al final la política se ha devorado a sí misma. Es una bestia extraña. Lo consideran un fenómeno fisiológico".
Según algunos, la política simplemente es incapaz de acabar con ella; Saviano cree que hay un pacto tácito irrompible. "El Estado no es un monolito. Hay políticos cómplices que se venden, y otros que se dejan matar por hacer justicia. El problema es cómo quitar a las mafias los 100.000 millones de euros que mueven al año. Si fuesen un motor de desarrollo, bueno. Pero no crean nada, en el sur sólo montan pequeños negocios y pagan 1.200 euros por matar. El dinero de verdad lo invierten en el Norte".
Los policías se acercan. Saviano se tiene que marchar. "Este país está enfermo", dice al final. "Para poder sacar el talento a la luz hay que trabajar 100 veces más que en otro sitio. Aquí, incluso el que vale necesita protección y enchufe. Tengo ganas de irme, quiero ser escritor y no camorrólogo, recuperar mi vida. Pero todavía no puedo. Irme ahora sería como si me echaran".
El abogado filósofo. Gerardo Marotta, de 81 años, hombre sabio y entusiasta, sigue siendo uno de los grandes cerebros de la ciudad. Director del Instituto para los Estudios Filosóficos, que continúa la obra del gran filósofo italiano, y napolitano, Benedetto Croce, Marotta vive "para formar una minoría de jóvenes que pueda luchar contra ese mar de negociantes y de mala vida".
El Instituto da decenas de becas cada año, y Marotta trata de mezclar reflexión, estímulo y acción. Es un marxista convencido. Por mediación del artista Giuseppe Zevola, otro resistente, el filósofo nos invita a su casa, un palacio situado en el barrio de Monte di Dio que cuelga sobre la bahía. Hay que entrar por la cocina porque tras la puerta principal tiene una barricada de libros que se extienden hasta el enorme salón, el comedor, los dormitorios. Marotta aparece tocado con su borsalino, se sienta y da su visión dialéctica de la situación:"El Instituto sirve para combatir a la nueva burguesía. La burguesía del gestor de basuras, del cemento, de la intermediación financiera, del saqueo de las empresas del Estado, del saqueo urbanístico, de la droga. Ese gran negocio no es el pequeño comercio de los pobres reclutas del subproletariado, sino el sustento de una burguesía que no estudia y no paga impuestos. El sur es cada vez más un sitio de gente que no lee. Somos un reducto viscoso: sin nervio, sin voluntad, sin memoria histórica. Y es cada vez más difícil vivir en esta ciudad".
Hace cuatro siglos, la culpa de los males de Nápoles la tenían los Borbones. El 7 de julio de 1647, Masaniello, un napolitano rebelde, levantó al pueblo contra los españoles al grito de "¡Viva il re di Spagna, mora il malgoverno!". La república independiente napolitana duró apenas 10 días, pero forzó al rey a aceptar las reivindicaciones. Masaniello empezó a comportarse como un déspota estrambótico, fue acusado de loco y acabó asesinado por sus propios correligionarios.
Hoy, según Marotta, la televisión impide cualquier atisbo de rebelión. "Presenta una falsa Italia, la Italia del divertimento, de los concursos, de las locutoras, de las adivinanzas. ¡Pero la vida es otra cosa!".
Pero él no se rinde. "Croce decía que no hace falta mirar al elemento inerte, flaco, pesado, átono y desganado de la sociedad, sino al elemento activo, a esa parte de la sociedad que se mueve. Los intelectuales, o mejor, los hombres de cultura, sufrían también mucho en aquel tiempo, pero acabaron haciendo la unidad de Italia, se impusieron a esa masa inerte. Hoy no quedan hombres de cultura, sólo intelectuales sedientos de dinero y poder cuya tarea es montar una representación periodística y mediática para privar a los jóvenes de la conciencia y la sabiduría".
¿Y cuál es entonces el elemento activo? "La mafia, la Camorra, el nuevo capital, que se ha aliado en bloque perverso con la política". ¿La esperanza, entonces? "Los jóvenes que salen de la Universidad, del Instituto de Filosofía, del Instituto de Estudios Históricos de Croce, del de Biología y Genética, del de Cibernética". Y una pequeña burguesía que será la salvación: "Los empleados de archivos, bibliotecas y patrimonio, y los maestros. Si ellos se movilizan se podrá derrotar al bloque social. No tienen periódicos ni televisiones, pero ganarán, como pasó en el Risorgimento. Desenmascarando a los intelectuales bufones".
Si se le pregunta qué responsabilidad tiene Berlusconi en esa decadencia, Marotta lo piensa largamente. "Él se encontró la Italia de Tangentópolis, un país completamente corrupto. Una Italia que no sabía gobernar, que no tenía hombres de Estado, en la que socialistas y comunistas estaban ya dispersos. Un país en manos de los banqueros y los poderes fuertes, que saqueaban los bienes públicos... Él maniobró en medio de esa porquería, de esa inmundicia. ¿Qué podía hacer? No iba a decir '¡Italianos, volved a estudiar!'. Se encontró en el barro y lo está maleando, hace estatuillas que parecen hombres políticos. Pero ni Berlusconi, ni Prodi hacen lo que quieren. Por encima siempre están los poderes fuertes. Nosotros no los vemos porque somos pequeños, pero ellos sienten su soplido en el cogote".
La extranjera resistente. Nathalie Dolores Heidsieck es francesa, pero sabe de Nápoles y de Italia más cosas que muchos nativos. Hija de una pareja de amigos de William Burroughs y de la generación beat, llegó a la ciudad en 1993, el año en que Berlusconi ganó las elecciones por primera vez. Heidsieck era periodista y vendedora de alfombras persas, y se instaló en un gran apartamento situado en el Palazzo Spinelli, en la zona de Spaccanapoli, la calle que parte en dos la ciudad. "Me llamaban la extranjera. No había ninguno más. Era una ciudad blindada, cerrada y pobre. Se parecía a Praga". Hoy se gana la vida como galerista de arte contemporáneo y hotelera. Las dos cosas a la vez, en esta Nápoles sin turistas desde hace un año largo, son una garantía de ruina. Pero Heidsieck resiste, dirige la asociación cultural Locus Solus y está dispuesta a morir aquí. "La amo más que a nadie, y la odio. Esta ciudad es de una belleza que ya no existe".
Su hotel se llama El Purgatorio y es un gran piso de cinco habitaciones escondido en otro palacio del XVI, el Marigliano. En su camiseta puede leerse: "Hábleme suavemente, soy rubia". Rubia, flaquísima y ágil, Heidsieck nos conduce hacia una trattoría cercana y allí nos da su pequeña lección de historia: "América mantuvo a Nápoles blindada y bloqueada durante medio siglo desde el final de la II Guerra Mundial. Llegaron con el apoyo de Lucky Luciano a Sicilia, y desde ahí subieron. El acuerdo fue que se quedaran con el Sur como puerto franco para importar sus bienes: alcohol y tabaco, sobre todo de contrabando".
Cien años antes, la unidad de Italia había entregado el poder al norte del país, y Nápoles, "que había sido la ciudad más importante de Europa hasta 1850, se quedó anclada en el pasado, fuera del circuito de los viajes románticos a Venecia, Florencia y Roma. Entre 1870 y 1945 emigraron millones de personas".
"En 1993, la ciudad era un paraíso de corrupción, burocracia y parálisis", continúa Heidsieck, "pero como la mejor parte de ser francesa son los genes del decir no, pese a todos los problemas me quedé. La ciudad estaba muerta, la Camorra surgió por pura necesidad. Tras el terremoto de 1980, los americanos se habían ido del centro a Bagnoli. 20.000 soldados dejaron el centro. EE UU había financiado universidades, investigación, laboratorios, industrias, pero no el comercio. El comercio era suyo, y las únicas opciones que tenía la gente eran estudiar o gestionar. Lo demás estaba en manos del crimen. La gran burguesía fingía no darse cuenta, porque el sistema movía mucho dinero. Y se creó una bestia monstruosa. Un Estado putrefacto y corrupto, y una Camorra eficaz y que daba de comer. Inseparables".
Dos cómicos. Estamos yendo al Casertano, la zona de Casal del Príncipe, el feudo de los Casalesi. Sigue siendo el día de San Gennaro, y en Lago Patria, a 30 kilómetros de la ciudad, hay una boda camorrista. Allí actúan Cocó, de 55 años, y Albertuccio, de 42. Son humoristas de bodas, bautizos y comuniones, llevan siete años juntos y hacen sceneggiata, la palabra local que designa el talk show o cabaré. Su mundo es el circuito paralelo del espectáculo: fiestas y ceremonias de la Camorra y allegados. Cobran 700 euros por actuación. Como hoy es fiesta, su representante, Salvatore, les ha cerrado cuatro: "Dos bodas, un bautizo y luego una plaza".
El circuito del espectáculo camorrista es una actividad fiscalmente tan oscura como todas las demás. De él comen cientos de actores y cantantes neomelódicos.
Todos cobran en negro, por supuesto, así que no hay impuestos que declarar. La jubilación es una preocupación menor en este ambiente, donde no es fácil que la vida se prolongue tanto. "Vamos ahorrando y no pensamos en el futuro. En Nápoles preferimos ser leones un día que ovejas cien días. No tenemos pretensiones, estamos acostumbrados a arreglarnos con poco, y sabemos que la realidad es difícil de cambiar", explica Cocó. La noche anterior, un grupo de sicarios con metralletas ha matado a los africanos en un pueblo cercano. La policía se apresuró a tranquilizar a todo el mundo diciendo que se trataba de un ajuste de cuentas. Pero el hotel-restaurante Prince Garden queda en una tranquila carretera secundaria, y los invitados comen y hablan animadamente, como si nada pasara ni hubiera pasado. Fuera llueve y la sangre de los inmigrantes tiñe todavía el suelo. Dentro es la normalidad, un día de fiesta.
"Somos artistas de calle, de los buenos", cuenta Albertuccio. El Prince tiene amplísimos salones refrigerados y un aparcamiento-jardín con palmeras y fuentes desmesuradas. Las Cascadas, el local de al lado, sigue también el estilo Scarface que tanto gusta a la Camorra. El representante cuenta que el negocio renta porque muchos napolitanos piden créditos a la Camorra para tirar la casa por la ventana el día de su boda. "La tradición manda que los novios sean generosos. Así que piden su crédito y luego se vuelven a vivir a casa de los padres porque no les llega para el piso".
Si se le pregunta a Cocó, Ciro Maggio en la vida real, traje a rayas, reloj espectacular, gafas de diseño, la Camorra no es una cosa excepcional. "Crimen y basura hay en todas partes", explica, "pero sólo se habla de la de Nápoles porque somos la coartada. Del norte y del mundo. Los napolitanos son buena gente. Aquí siempre ha habido problemas, pero la gente no se abate. Somos solidarios, muy sociales".
¿Piensa que puede acabar la Camorra? "Debería cambiar el Gobierno. La Camorra existe desde los Borbones. Siempre ha habido acuerdos entre los gobiernos y la Camorra. La política es Camorra, y la Camorra es política. El problema es que el napolitano no tiene trabajo. Si lo tuviera, no haría eso. Antes tenía el contrabando, ahora tiene esto. Y las víctimas son los jóvenes que no tienen otra salida".
Acaba el viaje. Sigue lloviendo sobre el Casertano. La Camorra ha envenenado durante 20 años las aguas subterráneas de esta zona depositando allí las basuras tóxicas de Milán, Parma, Venecia. Nápoles es Gomorra, y el Vesubio, un balneario comparado con lo que se trajina en la ciudad. Sus días gloriosos, Pompeya y Herculano, Pulcinella y Croce, quedan ya muy lejos. También la II Guerra Mundial, cuando la ciudad vivió otra famosa revuelta, Los Cuatro Días de Nápoles. La gente se rebeló contra la ocupación nazi. ¿Volverá a pasar algo semejante?
¿Y contra quién se rebelarán esta vez? ¿Contra los Casalesi? ¿Contra los chinos? ¿Contra la prensa? ¿Contra Italia? ¿O contra Saviano?

Zambada responsable del bombazo en Zona Rosa

Fortalecen el vínculo de Zambada con bombazo
Nota de Icela Lagunas; E
l Universal Lunes 27 de octubre de 2008
Implicadas coinciden en descripción de ‘El Rey’
Del grupo de implicados en el bombazo de Chapultepec, fue Karla María de Monserrat, La Monse, la que perfiló en su declaración ministerial a un hombre apodado El Patrón como jefe de los detenidos, quien ahora se presume es Jesús Reynaldo Zambada, El Rey, el que ordenó preparar la bomba en contra de un jefe policiaco capitalino.
En el expediente del caso, Karla María de Montserrat y Tania Vázquez coinciden en que El Patrón, proveniente de Sinaloa, es quien dio la orden el atentado en contra de Julio César Sánchez Amaya, entonces llamado jefe Pegaso de la Secretaría de Seguridad Pública del DF.
La Monse detalló que uno de los detenidos, Daniel Ramírez Ávila, El Nazi, conocía a una persona que apodaban El Patrón, que vivía en Sinaloa y era quien le pedía armas; cargamentos que eran entregados en hoteles de la ciudad de México, por el rumbo de Tlalpan.
En esta investigación, La Monse, originaria de Tepito, explicó que en enero de 2008 El Patrón viajó al DF y se reunieron en un hotel para pactar la entrega de armamento.
Como resultado de esta relación entre El Patrón y El Nazi, así como con Óscar Santoyo, El Mosco, la mujer declaró que el 11 de febrero de 2008 fue testigo de una conversación en la que sus amigos hablaban con un hombre que venía de Mazatlán, Sinaloa.
Karla declaró a las autoridades que escuchó decir a Óscar Santoyo por teléfono: “Necesito que llegues el martes en la noche para que el miércoles esté el pedido. ¿Cuándo vas a llegar? Entonces el miércoles te deposito para los viáticos y te veo aquí en la noche. Yo te voy a recoger”.
Según Karla, El Nazi le comentó que la persona que venía de Mazatlán iba a prepararles una bomba que colocarían a una persona y que el explosivo se preparó en la casa de un hombre apodado El Gun.
Tras su captura, La Monse proporcionó los datos de media filiación de El Patrón que permitió elaborar un retrato hablado. Con esta declaración, la PGJDF estableció que la orden para perpretar el bombazo del 15 de febrero provino de El Patrón, un hombre de Sinaloa quien al parecer ordenó que una persona de ese estado del norte se trasladara los días 12 y 14 de febrero a la ciudad de México para preparar el artefacto explosivo.
Tras la detención de Jesús Reynaldo Zambada, El Rey, la PGR confrontará las fotografías de este hombre con las de los detenidos por el bombazo para determinar si lo reconocen como el mismo hombre apodado El Patrón.
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Planeó 'El Rey' Zambada bomba en el DF
Con el nombre de 'Jossac' y desde su habitación del hotel Aranjuez, en Calzada de Tlalpan, Jesús Reynaldo Zambada, El Rey, planeó el atentado contra el director de la Policía Sectorial, Julio César Sánchez Amaya, ex Jefe Pegaso, según una de las líneas de investigación más consolidadas
Nota de José Gerardo Mejía.
El Universal, Domingo 26 de octubre de 2008
Jesús Reynaldo Zambada, El Rey, planeó desde su habitación del hotel Aranjuez, bajo el nombre de Jossac, el atentado contra el director de la Policía Sectorial, Julio César Sánchez Amaya, ex Jefe Pegaso, de acuerdo con línea de investigación más consolidada del expediente.Con base en la indagatoria FACI/50/T3/00210/08-02, EL UNIVERSAL confirmó que en los primeros meses del año, Jesús Zambada ocupó la habitación 2002, junto con otras dos personas, entre ellas, una mujer identificada como Érika, de unos 21 años.El nombre de Jossac fue confirmado, con base en una lista de clientes que estuvieron del 10 al 14 de enero de 2008, días en los que supuestamente El Rey estuvo enel hotel Aranjuez y que fue entregada por el representante legal a las autoridades.De los 250 nombres, en su mayoría falsos, que están registrados en ese periodo, solamente el de Jossac, así, a secas, está anotado los cuatro días, por lo que las autoridades establecieron que ese sobrenombre utilizó El Rey.Cabe recordar que el 22 de octubre pasado, cuando fue detenido Jesús Zambada dijo llamarse Víctor Rosas Montes, ya que gusta de cambiarse el nombre y hasta los apodos.La policía capitalina solicitó dicha relación, luego de que Tania Vázquez, una de las presuntas implicadas en el bombazo del 15 de febrero y el que iba dirigido al mando policiaco, declaró que ella acudió a ese lugar junto con Daniel Ramirez Ávila, El Nazi, para entregar dos cajas a El Patrón.A partir del 4 de agosto de 2008, EL UNIVERSAL publicó un trabajo en serie sobre el bombazo, donde destacó que Tania Vázquez conoció a El Patrón en el hotel Aranjuez, a quien describió “como un hombre de un metro sesenta de estatura, con barba, mucha papada, complexión robusta, piel apiñonada y gordo, más bien panzón”.La descripción de Vázquez permitió a las autoridades hacer un retrato hablado del supuesto jefe de la banda, que coincide con los rasgos de El Rey, por lo que el procurador del DF Miguel Mancera informó el jueves pasado, que sería nuevamente interrogada para corroborar el dato.Vázquez comentó a las autoridades que El Nazi, “pasó por mí en su coche color blanco sin placas, para ir hacia Tlalpan a un hotel muy elegante que tiene cascadas en la entrada. Nos metimos a uno de los cuartos y bajamos una caja de whisky.“Entregamos también otra caja de la que no recuerdo qué era. Posteriormente, me presentó a ese sujeto, del cual no se le entendía muy bien su acento, al parecer era extranjero”, comentó Vázquez.Por separado, Karla María de Montserrat González, otra de las acusadas de haber participado en el malogrado atentado, también declaró que El Nazi, le había comentado en varias ocasiones que abastecía de armas a El Patrón en hoteles de Tlalpan.Sobre Érika, el expediente del bombazo consigna que participó en el atentado contra el ex jefe Pegaso, ya que sus presuntos cómplices declararon que acudió con ellos a vigilar al jefe policiaco a las afueras de su casa. En esas incursiones, comentó a Vázquez que había participado en un asesinato.En sus declaraciones, Vázquez la identifica como La mujer de las armas o La Pendeja, ya que en sus pláticas, Érika acostumbra decir de cualquier persona que “ese es un pendejo”, además de repetir que ha viajado con frecuencia a Estados Unidos, país al que pudo haber escapado en febrero pasado, de acuerdo a las pesquisas sobre su paradero.En su retrato hablado, La Pendeja es descrita por sus cómplices como una persona con tez apiñonada, cabello negro ondulado, boca media y labios regulares, mentón oval, de complexión delgada, nariz aguileña, de 21 años de edad y tan solo un 1.58 de estatura.
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José Gerardo Mejía
El Universal Domingo 26 de octubre de 2008
Manuel Pérez González, representante legal del hotel Aranjuez, se declaró incompetente para presentar grabaciones con los clientes que estuvieron entre el 10 y el 14 de enero de 2008 en ese lugar, ya que el inmueble solamente cuenta con circuito cerrado de televisión.
Como lo informó EL UNIVERSAL el 4 de agosto pasado, dicho hotel, así como en el Wings y el Tequilas Beers, restaurante y centro nocturno, donde supuestamente se planeó el atentado contra el jefe policiaco del Distrito Federal, Julio César Sánchez Amaya, carecen de sistemas de grabación, por lo que no hay pruebas, además de testigos que corroboren a presencia de esa banda en dichos lugares.
“Estoy en la imposibilidad de exhibir dichos videos, toda vez que mi representada no los tiene, únicamente se tiene circuito cerrado de televisión para que los empleados observen qué está pasando, sin que dicha información sea grabada.
“Sin embargo, exhibo en copia simple, la relación de nombres con los clientes del 10 al 14 de enero, así como la lista de empleados de esos días”, aclaró Pérez González, originario de Orense, España, de 43 años de edad, con escolaridad de preparatoria y apoderado legal desde 2002.
Entre los documentos que presentó para acreditarse está el acta constitutiva donde se consigna la asamblea general extraordinaria de accionistas de Hotelera Aranjuez, ubicada en Calzada de Tlalpan 413, colonia Álamos, siendo una sociedad anónima de capital variable