La voz de Dios / Mario Vargas Llosa, /Retrospectiva)
Publicado en EL PAÍS | 10-09-1995.
Si alguien confeccionara un libro de idiotismos contemporáneos para uso de intelectuales políticamente correctos, semejante al
sotissier del siglo XIX que compuso Flaubert, dos mandatos deberían encabezarlo: a) atacar la sociedad de consumo
y b) señalar a la televisión como fuente de incultura, violencia y estupidez masificadas. Desde luego, es un derecho inalienable de todo el mundo condenar 'el consumismo', pero, a condición de sercoherentes en la condena y aceptar los condenadores que esa sociedad austera que proponen, donde las gentes sólo comprarían lo indispensable para su supervivencia, sin productos superfluos -es decir, sin industrias- sería un mundo primitivo, de muchedumbres desocupadas y hambrientas, a merced de las plagas y la ley del más fuerte, en el que la precariedad de la existencia no dejaría mucho tiempo para la vida espiritual ni intelectual a la inmensa mayoría de mortales. Porque la escueta verdad es que, mientras más consuman los ciudadanos los productos industriales -si son superfluos o indispensables es algo que sólo corresponde decidir al propio consumidor-, habrá más puestos de trabajo, mejores niveles de vida y, por lo mismo, educación más extendida y más ocio (sin los cuales no hay vida espiritual o intelectual que valga).