Intervención del Presidente de EE UU, Barack Obama, en la Cena que en su honor ofrecen el Presidente Calderón
Jueves, 16 de Abril de 2009 Discurso
(Interpretación del inglés al español)
Buenas noches y muchísimas gracias.
Quiero comenzar expresándole al Presidente Calderón, a la señora Zavala, mi profundo agradecimiento por su bienvenida tan amable, y muchísimas gracias por este lugar tan espectacular para esta comida.
Este es mi primer viaje a México como Presidente y es uno que siempre recordaré con gran cariño por la hospitalidad y la calidez que me han ofrecido durante esta breve visita.
El día de hoy hemos concluido una serie productiva de reuniones, sobre todo, una gama de desafíos y oportunidades que tenemos en común.
Hemos hablado de nuestros lazos económicos profundos que reflejan los mil millones de dólares de comercio que cruzan nuestra frontera todos los días; y hemos hablado de los pasos que podemos adoptar juntos a nivel bilateral y a nivel global, para avanzar en la oportunidad y la prosperidad de nuestros dos países y en todas las Américas.
Hemos hablado de los lazos profundos que unen a nuestros pueblos y los pasos que podemos tomar para cumplir con el desafío de la inmigración, y eso incluye la aprobación de la Reforma Migratoria Integral en los Estados Unidos, que estoy dedicado a lograr, una reforma que cumple con las tradiciones de mi país como Nación de inmigrantes y como Estado de Derecho.
Hemos hablado de nuestra obligación de tomar pasos para construir un futuro de energía limpia que pueda sustentar nuestras economías. Y, claro está, hemos hablado de los graves peligros que establecen los cárteles de narcotraficantes que amenazan a hombres, mujeres y niños inocentes en ambos de la frontera.
Y estamos decididos a ponerle fin a esta guerra de la droga.
Estos son algunos de los desafíos de importancia crítica que encaramos como resultado de la frontera que compartimos, pero lo que nos hace buenos vecinos no es que nuestros intereses siempre estén alineados, y que estemos siempre de acuerdo.
En nuestra larga historia no siempre hemos estado del mismo lado de cada tema, y no hay duda que en el futuro habrá diferencias también, pero lo que nos hace buenos vecinos es una verdad muy sencilla: que nuestros pueblos comparten tanto más que los desafíos comunes y los intereses comunes.
También compartimos valores, ideales. Los nuestros son pueblos que conocen lo que significa el trabajo y saben lo que es luchar y sacrificarse por sus hijos y sus nietos.
Pueblos que saben que la fuerza viene de la fe y de la familia; pueblos que han conocido las épocas duras y han perseverado a pesar de todo.
Esa es la historia de las luchas separadas de independencia que nos han hecho las naciones que somos, luchas que han forjado en este continente a dos países contiguos, fundados en una serie de ideales compartidos.
Que nuestra democracia no es simplemente un don de generaciones anteriores, sino que es la responsabilidad de cada generación que debe protegerla y pasarla, los dos comprendemos que ninguno sea a través en la influencia de la política, el poder del dinero o el temor de la fuerza; está más allá de la ley.
Que todos, cada uno, somos iguales y hemos recibido los derechos humanos básicos que surgen no de la ley, sino de nuestro Creador.
Cada una de nuestras naciones fue formada de este sentido, de que un Estado no tiene mayor responsabilidad que mantener la dignidad esencial de sus ciudadanos. Fue esa la promesa de la lucha de mi pueblo por su Independencia y fue la promesa de la lucha de México por su Independencia; fue la promesa de la Independencia americana una promesa avanzada por Hidalgo, así como Washington, por Lincoln, pero también por Juárez. Y es una promesa que ahora está en manos de todos nosotros para avanzar en nuestra época.
Hace más de 60 años, en un momento en que nuestro mundo estaba consumido por la guerra, uno de mis antecesores vino aquí, a México, para reafirmar la relación que une a nuestras dos naciones.
En un discurso al pueblo de México, Franklin Delano Roosevelt dijo: nuestros pueblos encuentran que tienen aspiraciones comunes, pueden trabajar juntos para un objetivo común. Nunca perdamos de vista esa verdad.
Ese fue el mensaje del Presidente Roosevelt, de entonces, y es mi mensaje ahora y confío en que si podemos seguir logrando la fuerza en nuestras aspiraciones y propósitos comunes de nuestros objetivos comunes, si seguimos actuando como lo hemos hecho en esta visita con un espíritu de responsabilidad mutua, afecto mutuo, interés mutuo, será una verdad que vamos a mantener juntos en los próximos meses y años.
Y me complace tanto tener un socio como el Presidente Calderón, una persona que ha demostrado su valor, su valentía, una persona que ha demostrado que combina un sentido de principio con un sentido práctico.
Una persona que, yo sé, quiere ser un socio mío al ir fortaleciendo esta asociación y nos aseguramos de que los niños de México y los niños de los Estados Unidos, tendrán un futuro aún más próspero y de mayor esperanza que las generaciones anteriores.
Muchas gracias a todos.
Quiero brindar por mi anfitrión.
(Interpretación del inglés al español)
Buenas noches y muchísimas gracias.
Quiero comenzar expresándole al Presidente Calderón, a la señora Zavala, mi profundo agradecimiento por su bienvenida tan amable, y muchísimas gracias por este lugar tan espectacular para esta comida.
Este es mi primer viaje a México como Presidente y es uno que siempre recordaré con gran cariño por la hospitalidad y la calidez que me han ofrecido durante esta breve visita.
El día de hoy hemos concluido una serie productiva de reuniones, sobre todo, una gama de desafíos y oportunidades que tenemos en común.
Hemos hablado de nuestros lazos económicos profundos que reflejan los mil millones de dólares de comercio que cruzan nuestra frontera todos los días; y hemos hablado de los pasos que podemos adoptar juntos a nivel bilateral y a nivel global, para avanzar en la oportunidad y la prosperidad de nuestros dos países y en todas las Américas.
Hemos hablado de los lazos profundos que unen a nuestros pueblos y los pasos que podemos tomar para cumplir con el desafío de la inmigración, y eso incluye la aprobación de la Reforma Migratoria Integral en los Estados Unidos, que estoy dedicado a lograr, una reforma que cumple con las tradiciones de mi país como Nación de inmigrantes y como Estado de Derecho.
Hemos hablado de nuestra obligación de tomar pasos para construir un futuro de energía limpia que pueda sustentar nuestras economías. Y, claro está, hemos hablado de los graves peligros que establecen los cárteles de narcotraficantes que amenazan a hombres, mujeres y niños inocentes en ambos de la frontera.
Y estamos decididos a ponerle fin a esta guerra de la droga.
Estos son algunos de los desafíos de importancia crítica que encaramos como resultado de la frontera que compartimos, pero lo que nos hace buenos vecinos no es que nuestros intereses siempre estén alineados, y que estemos siempre de acuerdo.
En nuestra larga historia no siempre hemos estado del mismo lado de cada tema, y no hay duda que en el futuro habrá diferencias también, pero lo que nos hace buenos vecinos es una verdad muy sencilla: que nuestros pueblos comparten tanto más que los desafíos comunes y los intereses comunes.
También compartimos valores, ideales. Los nuestros son pueblos que conocen lo que significa el trabajo y saben lo que es luchar y sacrificarse por sus hijos y sus nietos.
Pueblos que saben que la fuerza viene de la fe y de la familia; pueblos que han conocido las épocas duras y han perseverado a pesar de todo.
Esa es la historia de las luchas separadas de independencia que nos han hecho las naciones que somos, luchas que han forjado en este continente a dos países contiguos, fundados en una serie de ideales compartidos.
Que nuestra democracia no es simplemente un don de generaciones anteriores, sino que es la responsabilidad de cada generación que debe protegerla y pasarla, los dos comprendemos que ninguno sea a través en la influencia de la política, el poder del dinero o el temor de la fuerza; está más allá de la ley.
Que todos, cada uno, somos iguales y hemos recibido los derechos humanos básicos que surgen no de la ley, sino de nuestro Creador.
Cada una de nuestras naciones fue formada de este sentido, de que un Estado no tiene mayor responsabilidad que mantener la dignidad esencial de sus ciudadanos. Fue esa la promesa de la lucha de mi pueblo por su Independencia y fue la promesa de la lucha de México por su Independencia; fue la promesa de la Independencia americana una promesa avanzada por Hidalgo, así como Washington, por Lincoln, pero también por Juárez. Y es una promesa que ahora está en manos de todos nosotros para avanzar en nuestra época.
Hace más de 60 años, en un momento en que nuestro mundo estaba consumido por la guerra, uno de mis antecesores vino aquí, a México, para reafirmar la relación que une a nuestras dos naciones.
En un discurso al pueblo de México, Franklin Delano Roosevelt dijo: nuestros pueblos encuentran que tienen aspiraciones comunes, pueden trabajar juntos para un objetivo común. Nunca perdamos de vista esa verdad.
Ese fue el mensaje del Presidente Roosevelt, de entonces, y es mi mensaje ahora y confío en que si podemos seguir logrando la fuerza en nuestras aspiraciones y propósitos comunes de nuestros objetivos comunes, si seguimos actuando como lo hemos hecho en esta visita con un espíritu de responsabilidad mutua, afecto mutuo, interés mutuo, será una verdad que vamos a mantener juntos en los próximos meses y años.
Y me complace tanto tener un socio como el Presidente Calderón, una persona que ha demostrado su valor, su valentía, una persona que ha demostrado que combina un sentido de principio con un sentido práctico.
Una persona que, yo sé, quiere ser un socio mío al ir fortaleciendo esta asociación y nos aseguramos de que los niños de México y los niños de los Estados Unidos, tendrán un futuro aún más próspero y de mayor esperanza que las generaciones anteriores.
Muchas gracias a todos.
Quiero brindar por mi anfitrión.
****
El Presidente Cálderón en la Cena Oficial que ofrecen en honor del Presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama
Excelentísimo señor Barack Obama, Presidente de los Estados Unidos de América.
Distinguidos integrantes de la Comitiva que le acompaña.
Señoras y señores:
El pueblo y el Gobierno de México nos sentimos muy honrados, señor Presidente, por su visita. Usted representa una voz de cambio y de esperanza, la voluntad de renovación de un gobierno y un pueblo entero, que son, además, pueblo y gobierno amigos.
Nos da gusto recibirle en este recinto emblemático para todos los mexicanos. Aquí está el legado de las grandes civilizaciones que florecieron en Mesoamérica y también el testimonio de la riqueza pluricultural de nuestro México; aquí están los símbolos de nuestras raíces ancestrales y más profundas.
Hoy ha iniciado una nueva etapa en la relación entre México y los Estados Unidos. En este día histórico nos hemos reconocido como dos pueblos hermanos, como dos naciones unidas por anhelos y por valores.
El mundo está viendo caer viejos paradigmas: la falsa creencia de que podíamos abusar de la naturaleza sin preocuparnos por las consecuencias, la noción equivocada de que el consumo sin límites o las finanzas sin mesura podrían generar prosperidad automática.
La humanidad, quizá, ha cometido muchos de los que Mahatma Gandhi llamó pecados capitales:
Tener riqueza sin trabajo, placer sin conciencia, ciencia sin humanidad, conocimiento sin carácter, comercio sin moral, oración sin sacrificio y política sin principios.
Esta civilización, la nuestra, como lo demuestra este museo, ha tenido el privilegio de desenterrar muchas civilizaciones antiguas, sin embargo, nos ha dado cuenta del riesgo de su propia mortalidad.
Sé, señor Presidente, la enorme responsabilidad que pesa sobre sus hombros. Es usted el Presidente de los Estados Unidos, pero al mismo tiempo representa, como en muy pocas ocasiones, la esperanza de millones y millones de mujeres y de hombres no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo.
La esperanza de que vengan mejores días para una humanidad que sufre los efectos de sus propios errores, una humanidad herida por la guerra y la violencia, por el crimen organizado y el terrorismo; una humanidad marcada aún por la miseria de miles de millones y por el súbito y prolongado deterioro en el nivel de vida de otros tantos, producto de la crisis económica más grave que las generaciones presentes hayan contemplado.
Son de los que opinan que la responsabilidad que cada ser humano asume en la Tierra, va aparejada con los talentos que ha recibido.
Usted, señor Presidente, sé que ha sido provisto con la inteligencia, la sencillez y el carisma suficientes para ejercer el liderazgo que se necesita para enfrentar y resolver los problemas de la era actual.
Sepa usted que cuenta en México con amigos, con socios, con vecinos y con aliados dispuestos a enfrentar juntos esta tarea.
Pertenecemos, sin duda, a la generación del cambio, la generación que tiene ante sí la oportunidad histórica de transformar nuestra realidad y como usted lo dijera en Berlín, dejar nuestra huella en la historia.
Esto requerirá de un gran esfuerzo, pero estoy seguro de que se puede lograr. Esta es una de las pocas ocasiones en la historia tan compleja entre nuestros pueblos, en que ambos Presidentes podemos tendernos la mano y hablar con verdad.
Es momento, por lo mismo, de actuar, Presidente, para acercar más a nuestros pueblos y resolver juntos nuestros grandes desafíos.
México y Estados Unidos quieren que su gente viva en paz y con tranquilidad; que sus niños y jóvenes vivan libres de la violencia que provoca el crimen organizado, y libres de la esclavitud de las drogas.
Por eso es tan positivo que nuestros países hayan renovado hoy su alianza para derrotar a las organizaciones criminales que actúan en ambos lados de la frontera.
Ambas naciones queremos que nuestra gente pueda salir adelante con la dignidad de su propio esfuerzo.
A los mexicanos nos duele que muchos de los nuestros se marchen a Estados Unidos en busca de una vida mejor, y que incluso lleguen a perder la vida en el intento.
Por eso estamos trabajando para que en México haya más oportunidades para nuestra gente.
Mientras tanto es muy esperanzador que su Administración tenga una valoración más justa y comprensiva de la migración, que busque una solución integral a este problema y que esté consciente de las enormes aportaciones de los trabajadores mexicanos al bienestar de los norteamericanos.
En estos momentos de grave dificultad económica debemos fortalecer la competitividad regional para tener éxito como Norteamérica completa ante un mundo que nos compite ferozmente.
Y por ello es necesario no sólo que defendamos, sino que ampliemos nuestro comercio y también la cooperación en aéreas estratégicas como la infraestructura, la energía, la salud, las oportunidades laborales.
En alguno de sus discursos más memorables el Presidente Abraham Lincoln dijo que una casa dividida no puede permanecer. Hoy, en cierto sentido, la casa común es la región donde nos tocó vivir. América del Norte; y por eso es indispensable que trabajemos unidos, para que cada uno de los habitantes de esta gran casa pueda hacer valer su derecho inalienable a buscar la felicidad.
Señor Presidente:
Son muchas las cosas que compartimos. Pertenecemos a una generación forjada en los principios de lucha, de trabajo y de superación. Usted y yo compartimos también la mirada puesta en el futuro y valores de justicia, de democracia, de libertad, de legalidad, de respeto al medio ambiente.
Sé que éstas, además de muchas otras coincidencias, nos unirán todavía más en nuestra lucha por el bienestar de nuestros pueblos.
Y ahora, queridos amigos, quiero pedirles a todos ustedes que me acompañen en un brindis en honor del Excelentísimo Presidente de los Estados Unidos de América y de los integrantes de su Comitiva.
Brindo por una nueva era sustentada en el respeto mutuo y en la responsabilidad compartida entre nuestras naciones.
Distinguidos integrantes de la Comitiva que le acompaña.
Señoras y señores:
El pueblo y el Gobierno de México nos sentimos muy honrados, señor Presidente, por su visita. Usted representa una voz de cambio y de esperanza, la voluntad de renovación de un gobierno y un pueblo entero, que son, además, pueblo y gobierno amigos.
Nos da gusto recibirle en este recinto emblemático para todos los mexicanos. Aquí está el legado de las grandes civilizaciones que florecieron en Mesoamérica y también el testimonio de la riqueza pluricultural de nuestro México; aquí están los símbolos de nuestras raíces ancestrales y más profundas.
Hoy ha iniciado una nueva etapa en la relación entre México y los Estados Unidos. En este día histórico nos hemos reconocido como dos pueblos hermanos, como dos naciones unidas por anhelos y por valores.
El mundo está viendo caer viejos paradigmas: la falsa creencia de que podíamos abusar de la naturaleza sin preocuparnos por las consecuencias, la noción equivocada de que el consumo sin límites o las finanzas sin mesura podrían generar prosperidad automática.
La humanidad, quizá, ha cometido muchos de los que Mahatma Gandhi llamó pecados capitales:
Tener riqueza sin trabajo, placer sin conciencia, ciencia sin humanidad, conocimiento sin carácter, comercio sin moral, oración sin sacrificio y política sin principios.
Esta civilización, la nuestra, como lo demuestra este museo, ha tenido el privilegio de desenterrar muchas civilizaciones antiguas, sin embargo, nos ha dado cuenta del riesgo de su propia mortalidad.
Sé, señor Presidente, la enorme responsabilidad que pesa sobre sus hombros. Es usted el Presidente de los Estados Unidos, pero al mismo tiempo representa, como en muy pocas ocasiones, la esperanza de millones y millones de mujeres y de hombres no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo.
La esperanza de que vengan mejores días para una humanidad que sufre los efectos de sus propios errores, una humanidad herida por la guerra y la violencia, por el crimen organizado y el terrorismo; una humanidad marcada aún por la miseria de miles de millones y por el súbito y prolongado deterioro en el nivel de vida de otros tantos, producto de la crisis económica más grave que las generaciones presentes hayan contemplado.
Son de los que opinan que la responsabilidad que cada ser humano asume en la Tierra, va aparejada con los talentos que ha recibido.
Usted, señor Presidente, sé que ha sido provisto con la inteligencia, la sencillez y el carisma suficientes para ejercer el liderazgo que se necesita para enfrentar y resolver los problemas de la era actual.
Sepa usted que cuenta en México con amigos, con socios, con vecinos y con aliados dispuestos a enfrentar juntos esta tarea.
Pertenecemos, sin duda, a la generación del cambio, la generación que tiene ante sí la oportunidad histórica de transformar nuestra realidad y como usted lo dijera en Berlín, dejar nuestra huella en la historia.
Esto requerirá de un gran esfuerzo, pero estoy seguro de que se puede lograr. Esta es una de las pocas ocasiones en la historia tan compleja entre nuestros pueblos, en que ambos Presidentes podemos tendernos la mano y hablar con verdad.
Es momento, por lo mismo, de actuar, Presidente, para acercar más a nuestros pueblos y resolver juntos nuestros grandes desafíos.
México y Estados Unidos quieren que su gente viva en paz y con tranquilidad; que sus niños y jóvenes vivan libres de la violencia que provoca el crimen organizado, y libres de la esclavitud de las drogas.
Por eso es tan positivo que nuestros países hayan renovado hoy su alianza para derrotar a las organizaciones criminales que actúan en ambos lados de la frontera.
Ambas naciones queremos que nuestra gente pueda salir adelante con la dignidad de su propio esfuerzo.
A los mexicanos nos duele que muchos de los nuestros se marchen a Estados Unidos en busca de una vida mejor, y que incluso lleguen a perder la vida en el intento.
Por eso estamos trabajando para que en México haya más oportunidades para nuestra gente.
Mientras tanto es muy esperanzador que su Administración tenga una valoración más justa y comprensiva de la migración, que busque una solución integral a este problema y que esté consciente de las enormes aportaciones de los trabajadores mexicanos al bienestar de los norteamericanos.
En estos momentos de grave dificultad económica debemos fortalecer la competitividad regional para tener éxito como Norteamérica completa ante un mundo que nos compite ferozmente.
Y por ello es necesario no sólo que defendamos, sino que ampliemos nuestro comercio y también la cooperación en aéreas estratégicas como la infraestructura, la energía, la salud, las oportunidades laborales.
En alguno de sus discursos más memorables el Presidente Abraham Lincoln dijo que una casa dividida no puede permanecer. Hoy, en cierto sentido, la casa común es la región donde nos tocó vivir. América del Norte; y por eso es indispensable que trabajemos unidos, para que cada uno de los habitantes de esta gran casa pueda hacer valer su derecho inalienable a buscar la felicidad.
Señor Presidente:
Son muchas las cosas que compartimos. Pertenecemos a una generación forjada en los principios de lucha, de trabajo y de superación. Usted y yo compartimos también la mirada puesta en el futuro y valores de justicia, de democracia, de libertad, de legalidad, de respeto al medio ambiente.
Sé que éstas, además de muchas otras coincidencias, nos unirán todavía más en nuestra lucha por el bienestar de nuestros pueblos.
Y ahora, queridos amigos, quiero pedirles a todos ustedes que me acompañen en un brindis en honor del Excelentísimo Presidente de los Estados Unidos de América y de los integrantes de su Comitiva.
Brindo por una nueva era sustentada en el respeto mutuo y en la responsabilidad compartida entre nuestras naciones.