17 jun 2007

Jon Sobrino

Radicalmente cristiano
Jesús Ruiz Mantilla, entrevista a Jon Sobrino
Tomado de El País, 14/06/2007;
Se libró de milagro de una muerte segura junto a Ignacio Ellacuría en El Salvador sangriento de los ochenta. Ahora, su visión de un Cristo demasiado humano no ha superado las 'hogueras' vaticanas. Este jesuita, sin embargo, sigue fiel a sus compromisos con los más oprimidos.
Como no hay mal que por bien no venga, la última bronca que le montó la curia vaticana a Jon Sobrino, que no fue ninguna tontería, con notificación incluida, ha servido para que este jesuita empecinado en la defensa radical de los más oprimidos sepa lo que son los blogs. Aquellos días de marzo de este mismo año, cuando resurgió de las más abruptas entrañas de la Tierra el Tribunal para la Doctrina de la Fe -léase la Inquisición de nuestros días- para tirarle de las orejas y echarle en cara, una vez más en los últimos 30 a
ños, sus desviaciones sobre la línea oficial, este cura amigo y compañero en El Salvador de Ignacio Ellacuría y monseñor Romero, este pastor que admite sin remilgos su vocación revolucionaria, pudo leer una avalancha inaudita de reacciones a favor y en contra en los foros libérrimos de Internet. Pese a lo encendido de algunos comentarios, Sobrino, por el contrario, guardó silencio. Se apartó del mundanal ruido quizá un tanto asustado por el ambiente, aunque no por encararse a la autoridad, cosa que ha hecho toda su existencia aun a riesgo de que le mataran.
De hecho, esta nueva llamada de atención no va a hacerle bajar las orejas, al menos por lo que uno puede deducir después de dos horas de conversación con él sobre lo divino y lo humano. Si no lo consiguieron en los años setenta y ochenta los paramilitares salvadoreños que instauraron un más que grotesco lema, "Haga patria, mate un cura", ni tampoco los grandes patriarcones centroamericanos, ni los mismísimos politicastros que ahogaban en esos días con una bota militar el futuro de lo que consideraban el patio trasero de su casa con jardín del Norte, es difícil que se asuste de los que han sido recién investidos con nuevas púrpuras. Si se salvó, aquel funesto y negro 16 de noviembre de 1989, de aquella matanza que después muchos han convertido en martirio, cuando unos salvajes entraron en la Universidad Centroamericana (UCA) y asesinaron sin miramientos a ocho de los suyos -seis compañeros jesuitas y dos empleadas de la casa-, no debió de ser en vano.
Le gusta rememorar uno a uno sus nombres, justo como cuando le dieron la noticia; primero le hablaron de Ignacio Ellacuría, después le enumeraron al resto de la lista: Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno, el salvadoreño Joaquín López-López y, sobre todo, a quienes más le indignó que pagaran aquella caza macabra: la empleada de la UCA Elba Julia Ramos, cocinera, y su hija Celina, de 15 años, testigos de una barbaridad que tuvieron la mala fortuna de encontrarse frente a frente.
Hoy, de paso por Madrid, lo recuerda todavía con la justa emoción, pero con la evidente cicatriz del paso del tiempo en su mirada limpia. Sobrino parece de esas personas sabias que han sabido extraer, sobre las tragedias más injustas de la vida, conclusiones positivas. Por eso se muestra obsesionado por hablar; no de la inquina y el odio que arrebató a los suyos y a quienes él consideraba su familia de la faz de la Tierra, sino de la bondad que quedó. De la semilla que sembraron, del fin positivo de todas las cosas, aunque muchas veces sea necesario hacer verdaderos esfuerzos para llegar a él.
El propio e íntimo sufrimiento ha sido su mayor fuerza. La conciencia de fragilidad que le da cada día estar a expensas de los bajones de una diabetes muy aguda, y el hecho de haberse salvado por casualidad, gracias a encontrarse en Tailandia dando un curso, de su muerte segura, han forjado en él una proverbial valentía. Una desafiante serenidad construida a base de esa autoridad que no pueden retar moralmente quienes se sientan en los sillones confortables de los despachos; esa altura que da estar en primera línea del frente, expuesto a los más feroces ataques, a morir incluso por un gramo extra de justicia.
Dice que pobres son quienes no tienen asegurado comer tres veces al día; que él, al fin y al cabo, es un privilegiado por disponer garantizada hasta la insulina. Pero pobres son también para él, mente privilegiada con cuatro carreras -teología e ingeniería entre ellas- que a los 18 años abandonó su Bilbao natal y a su familia para dejarse la piel en ese lejano El Salvador que le ha dado nacionalidad y sentido a su vida, quienes son pisoteados, humillados, arrastrados, heridos, injuriados... Todos aquellos sujetos siempre anónimos que merecen reparo; esos desheredados para los que en su día Leonardo Boff, el propio Ignacio Ellacuría, él mismo y tantos otros comenzaron a predicar la Teología de la Liberación, esa doctrina revolucionaria que asusta tanto a los próceres en los pasillos del Vaticano y que Juan Pablo II y ahora el papa Ratzinger se han empeñado, con una fijación obtusa, en enterrar. Pero Sobrino y los suyos parece que no van a dejar que se saque de ese hoyo ni una sola palada.
-Con la Iglesia sigue usted topando. ¿Cuándo fue la primera vez?
-Toparse en castellano significa algún tipo de encuentro inesperado o encontronazo. Y la Iglesia es una realidad de muchísimos seres humanos. Con 68 años, en la Iglesia me he topado ante todo con Jesús de Nazaret y después con otras cosas. Una, la primera, cuando yo tenía veintitantos años, con Juan XXIII, que hablaba de un Jesús que bien puede hacer presente la Iglesia o que lo puede ocultar. Los jesuitas estamos en la Iglesia, y en ese sentido me he topado con el padre Arrupe, y en El Salvador me topé con algo que creo que en conjunto es lo mejor: campesinos, oprimidos, pobres, gente sencilla, con gran amor a los demás y con mucha fe en Dios. Al español de hoy, esto le puede sonar a religiosidad fácil o superstición. Pero no tiene por qué ser así. Gente que estaba decidida a arriesgar todo no por una causa, ni por pertenecer a tal o cual partido, sino por amor a los demás. Así surgieron entonces en El Salvador lo que yo llamo mártires.
-¿Por qué mártires?
Son aquellos que en vida y en muerte se parecen a Cristo. En vida porque han tratado de defender al pobre, denunciar al opresor, y en muerte porque acaban crucificados en esa cruz que es terrible y expresión de un gran amor. El símbolo de ese tipo de mártir, con el que yo me topé -y cuando lo escribas pon que cuando pronuncio topar cambio el tono de voz, para aclarar, ¿verdad?-, para mí fue monseñor Romero. Pero es evidente que yo he tenido con otros sectores relaciones más tensas, y estos días se ha hecho público que a varios de nosotros, entre ellos también el padre Ellacuría, las congregaciones nos han cuestionado. A mí, varias veces me han pedido dar cuenta de mis escritos porque creen que mi teología no es adecuada, que contiene errores, que es peligrosa. Estos días se ha hecho público en varios medios de comunicación, tanto lo que ha dicho el Vaticano como lo que han expresado otros teólogos, muy respetables, que no comparten las amonestaciones. Y, por cierto, aprovecho para hacer una aclaración: la carta estrictamente confidencial que escribí al padre Kolvenbach apareció en la prensa sin mi conocimiento ni autorización. Volviendo al asunto. La tensión con esa porción de Iglesia, con algunos jerarcas, ha sido para mí habitual durante 30 años. Ellos también son Iglesia. Pero para mí, ante todo, lo son quienes nos hacen presente a Jesús. Yo me topé con esas gentes. Me enseñaron a vivir con esperanza, con menos egoísmo, con alegría.
¿También le ha marcado una cierta conciencia de superviviente, después de haberse salvado de una matanza o ver como caían otros, como monseñor Romero?
Aquello fue un shock. Estaba en Tailandia precisamente dando un curso de cristología, hablando de pueblos enteros crucificados.
Ochenta mil en El Salvador...
Así es. Pero le cuento cómo recibí aquella noticia. En Tailandia eran las doce de la noche y un amigo me llamó de Londres. Tuve la sensación, por la hora, de que algo serio había pasado, y pensé: Ellacuría. Mi amigo me preguntó: "¿Tienes papel y lápiz? Han matado a Ellacuría, y a Nacho, y a Santiago Montes, y al padre López-López, y a Juan Ramón Norea, y a Amando...", y así siguió. Y ahora ya no siento ni el dolor, ni el shock, ni la indignación de entonces, pero en el fondo me pasa lo mismo, como si me fueran quitando uno a uno jirones de piel. Pero mi máxima indignación fue cuando me dijeron lo de la cocinera y una hijita suya, y si lo cuento no es para que suene lírico, es porque lo siento. Porque que mataran a Ellacuría era una barbaridad, pero ¿cómo no le iban a matar? Predicaba contra los sumos sacerdotes, los fariseos, el opresor..., no era sorpresa. Ahora, que mataran a una cocinera que pasaba escondida la noche en nuestra casa porque la guerra había llegado a la ciudad y no era seguro salir, eso superaba las reglas del mal. Quedé en silencio y paseé por una playa que estaba cerca con un compañero que venía conmigo. En un momento me dijo: "¿Has pensado por qué no te han matado a ti?". Y me salió una respuesta tomada casi de antiguas vidas de santos: "Pues se ve que no soy digno". No sabía qué decir. Al día siguiente hicieron allí una misa, con un altar de flores precioso, y yo comenté: "Tengo una mala noticia que daros: han matado a toda mi familia. Pero tengo una buena noticia también: he vivido con gente buena". Así pienso hoy día.
¿Cómo estas personas tan próximas al martirio, que se han jugado el pellejo, no se las reconoce como a auténticos Cristos en su Iglesia?
Yo tampoco lo entiendo. Me preocupa y a veces me indigna. Mi esperanza es que pronto, oficialmente o con algún signo eclesial que todo el mundo entienda, canonicen a monseñor Romero y a todos los mártires latinoamericanos y del Tercer Mundo. Ya he dicho que me entristece que no ocurra. Pero también he dicho que no me gusta ser profeta de calamidades. A veces pienso que los medios encubren muy interesadamente la maldad y las aberraciones, pero que encubren todavía más la bondad. El amor de aquellas personas está vivo en muchos. En sus aniversarios se juntan multitudes. ¿Qué hacen allí? Recordar que han visto y oído cosas buenas, y cuando digo buenas me refiero a enseñanzas que les han dado dignidad. Recuerdan, con lágrimas, a hijos muertos, inocentes a los que han denigrado; que los han llamado comunistas, algo que allí es equivalente a calificar a alguien de terrorista aquí.
Eran los tiempos de "Hagan patria, maten un cura"...
Exactamente. Y en esas procesiones, las madres les dicen a sus hijos que su padre no fue un criminal, sino un buen hombre, generoso, que se organizó en movimientos políticos y lo mataron. Luego, claro, allí, Dios suena a algo real. Pero ¿cómo es Dios para ellos? Esa fuerza, ese misterio que ni vemos ni tocamos, de alguna manera nos conoce, nos quiere, nos da dignidad. Que luego le pidan milagros, a mí me parece muy bien, porque si no tienen seguro social, ni dinero, ni nada, si Estados Unidos ni la Unión Europea les arreglan la vida, ¿qué van a hacer? Es cierto que ese misterio también puede ser alienación. Psicólogos, psiquiatras, economistas habrá que lo analicen, a mí no me acaban de convencer del todo. Los que nada tienen, de Dios sacan fuerza para vivir, y en esto no veo alienación.
No le convencen porque ustedes han visto en Dios una materia revolucionaria, más que de resignación.
Entiendo, entiendo. Estoy de acuerdo. Si no hay más que ver. Jesús de Nazaret, ¿qué dijo? Ay de ustedes los ricos, que han comido y han gozado, sufrirán. Los que pasan hambre, los que lloran, comerán y reirán. Esas palabras hay que hacerlas históricamente eficaces, hay que buscarles modos concretos. Pensar en Jesús, en Dios, así, entonces era y es revolucionario.
¿Entonces? ¿Cuándo es entonces?
Los años setenta, ochenta. Todavía ahora queda algo. Revolucionario quiere decir eso: darle vuelta a las cosas. La revolución no se da sólo en el ámbito político, sino en el humano; pensar distinto, tener esperanza, que no vivamos en un mundo sumamente injusto como el actual, con las democracias más importantes a la cabeza. Una revolución en la esperanza, en la caridad..., una famosa palabrita que ya no creo que se use...
Pues porque a la caridad, el sentido que le ha otorgado la Iglesia es el de esa propina para los pobres. ¿Ustedes le han dado valor revolucionario?
De nuevo hay que distinguir cosas al hablar de la palabra Iglesia. Cierto es que hay una tradición y una doctrina de la Iglesia en que la caridad se entendió más como acaba de decir. Pero con Juan XXIII, incluso con Juan Pablo II, tiene más que ver con el amor, con el sentido de la justicia. Con proclamar una verdad que defiende al pobre frente a quien le oprime. Pero yo también creo en el equivalente a cariño, ternura, delicadeza. Un ámbito del amor distinto al de justicia que humanizan personal y socialmente. Lo que no se puede admitir es el sentido que le daban algunas novelas del siglo pasado, en las que salían marquesas que hablaban de "mis pobres", ¿verdad? Y ojalá tampoco lo digan hoy, entre otros lenguajes, Iglesias, Estados, ONG.
Aun así, como concepto, sigue en crisis.
La justicia está en crisis en la Iglesia. No creo que se vuelque hacia ella con todo el peso social que tiene. Y no digamos en la sociedad. Al viajar a Europa o a Estados Unidos no veo que los pueblos y sus Gobiernos vivan y se desvivan para que 2.000 o 3.000 millones de seres humanos puedan simplemente vivir...
Puede que la gente que tiene las necesidades cubiertas crea que ya ha pasado la revolución, que no la necesita.
Sí, y se ríen un poquito de todo esto. Pero es que la esencia que mueve el amor y los cambios está en no empezar por uno mismo. Hemos ido aprendiendo cosas. Es normal que uno se fije en sus hijos; pero mientras no se salga de ese yo familiar, no hacemos nada y somos ignorantes.
En cuanto a señalar a los pobres, a veces es la jerarquía la que nos hace caer en la cuenta de que existen condenando determinadas prácticas, como ha ocurrido en Madrid en la parroquia de San Carlos Borromeo que quieren cerrar.
Evidente. Me da tristeza que no haya creatividad cristiana para que la Iglesia institucional no resuelva estos problemas y no dialogue. Que los medios lo saquen a relucir puede ayudar. Pero debemos ir a lo profundo. Hay mucha gente..., religiosos silenciados que hacen una gran labor, pero no se sabe, no se difunde porque hoy existe un cierto miedo al bien. La bondad se silencia. ¿Por qué? Porque nos viene a decir que es posible, que es asequible a todo el mundo, y que no se ejercita porque nos exige algo. No sólo la heroica, la del día a día.
Quienes primero tienen miedo de hacer explícita esa bondad parecen estar en la Iglesia, porque no es normal que a ustedes o a quienes andan por el Congo o comprometidos aquí con marginados se les azuce. Mucha gente se pregunta por qué no se han salido ustedes. Qué les hace seguir dentro de una organización que les maltrata.
Yo le contaré mi caso. No me he salido porque nunca se me ha ocurrido. He visto un "invierno eclesial", que decía Karl Raher. Un retroceso en la entrega sincera a los pobres de este mundo. Pero sigo en la Iglesia. Porque veo un sentido en esta tradición de Jesús que, al pasar por la Iglesia, por un lado se ha deteriorado muchísimo. Eso, sin duda. En ella me entrego a Jesús de Nazaret, con problemas fuera e inmensas incoherencias de la Iglesia con ese Jesús, y con problemas dentro, mis limitaciones, épocas de gran oscuridad; pero me encuentro en mi casa, con innumerables compañeros con los que caminar. En esa casa siento una gran luz y ánimo en medio de las decepciones. También vengo de una tradición democrática, cuyos Estados han asesinado a millones de seres humanos inocentes, violentamente, con bombas atómicas y convencionales, con torturas y guerras injustas, con políticas comerciales que pueden aumentar la muerte por hambre. Y, sin embargo, hay seres humanos que honradamente pueden seguir esperando el advenimiento de la libertad, la igualdad, la fraternidad. Cuando preguntas a alguien por qué no se sale de su visión democrática, puede responder: porque están representados todos los partidos y yo me apunto al que más me convence. En la Iglesia, lo mismo. Hay varias tendencias.
Pero el Espíritu Santo siempre tiende a elegir a los mismos.
Bueno, el Espíritu Santo, así nombrado, con perdón, es poco riguroso. No es el ministro de Asuntos Exteriores que designa embajadores. Es ese misterio que llamamos Dios, y que tiene fuerza; no poder, fuerza. A Dios lo empequeñecemos seriamente cuando empezamos a hablar de él en términos de poder. ¿Para qué le sirve la fuerza? Ah, para que los seres humanos hagamos el bien. El Espíritu no es eso que está sobrevolando en un cónclave...
Son metáforas, padre, metáforas.
Sí, pero metáforas que desvían. Espíritu significa viento, fuerza. Yo, ¿dónde lo he encontrado? En Juan XXIII, en Arrupe, en un compañero jesuita, Javier Ibisate, que acaba de fallecer; lo veía en Gorbachov, se ve en los campos de refugiados de Bukavu... Cuando he estado con gente que ha dicho: aquí nos quedamos. Ya está.
Aun así, y aunque crea usted que la Iglesia no es poder, que resulta evidente que lo es, siempre se fija en los mismos.
La Iglesia debe ser ante todo fuerza, pero, en la realidad, también es poder. Lo sé muy bien. El espíritu a veces no está en la Iglesia cuando no se hace el bien, sino el mal. Pero está cuando somos fieles a Jesús. Dice él en el Evangelio de Lucas: "El espíritu está sobre mí, me ha configurado. ¿Para qué? Para dar vista a los ciegos, para hacer caminar a los cojos, para anunciar una buena noticia y para liberar a los pobres. Él comprende así al Espíritu. Entonces, ¿dónde lo veo yo? ¿Donde está el poder? No. Ahí es donde aprecio lo que constituye a los seres humanos, que lleva también al egoísmo, al sometimiento, a la falta de entendimiento. Esta sociedad necesita espíritu, y no sólo espíritu crítico, sino otras cosas; espíritu que nos dé fuerza para la reconciliación.
¿Dónde?
Aquí, en África, en Naciones Unidas...
Ya, porque eso le iba a preguntar. Pese a lo lejos que le queda España, ¿cómo ve el conflicto en el País Vasco, que es su tierra natal? Ya notará cómo andan por aquí los cuchillos. ¿Tendrá su opinión?
No soy muy amigo de tener sólo opiniones. Leo ahora los blogs, que están llenos de eso, de opiniones. Y se pueden decir cosas verdaderamente disparatadas. Ante asuntos serios no me gusta expresar sólo opiniones. Yo, ¿qué observo? Se ha llegado aquí a un buen vivir que es en la práctica un absoluto, un ídolo, y eso dificulta muchas cosas. Esto lo tengo meditado, no es sólo una opinión para un blog...
Le tienen obsesionado los 'blogs'. No los lea, hombre. No conducen a la felicidad.
Bueno, pero son una realidad, como los partidos de fútbol. Hay partidos en los que 44 piernas corriendo equivalen casi al presupuesto de un país africano como Chad. Que eso ocurra...
Es pornográfico.
Obsceno, yo lo he escrito. Eso me impacta. Lo de ETA, por otra parte, es serio, evidentemente. Yo soy de allí, pero no tengo fórmulas. Mi esperanza es, a medio plazo, humanizar aquello..., gentes, ideas, esperanzas. No sé cuánto llevará.
Al menos una generación. Pero veo que a usted no le preocupa el hecho de que tenga que haber una negociación tarde o temprano, que es evidente, sino cómo curará esa herida después de años de violencia.
Supongo que acabará con algún tipo de negociación. Pero eso lo hacen seres humanos. Se debe hacer con perspectiva política para que salga bien; pero todo eso, además, debe tener en cuenta el factor humano. No me es fácil hablar de esto. Tengo esperanza en que podamos vivir humanamente unos con otros. Y eso significa no tener miedo a no poner el problema en términos de vencedores y vencidos. Algo de eso he aprendido en El Salvador. La esperanza de reconciliación es posible, los seres humanos pueden perdonar.
¿Qué le ha molestado a la Iglesia de su idea de Cristo? ¿Por qué llevan 30 años mareándole?
Bueno, se ha hecho público. En el Vaticano dicen que yo presento a un Cristo muy humano, cercano a los pobres, y que eso les parece bien, pero que no expreso con suficiente claridad su divinidad. Hay teólogos capaces y responsables que piensan que mis escritos no incurren en esos peligros.
A lo mejor es que esa divinidad es radicalmente humana.
Sí, sí, sí, es que está en la doctrina más tradicional de la Iglesia. La clave está en cómo esa divinidad se ha hecho visible. En la fe cristiana, a diferencia de otras, se da un paso crucial, y no así en otras: que ese misterio se hizo presente. Que Jesús es el sacramento. Fue Jesús de Nazaret el que dice tener una idea de humanidad. Los bienaventurados, los sencillos, los limpios de corazón, quienes luchan y trabajan por la paz y la justicia. Es el de la palabra del Buen Samaritano.
Es el mismo Jesucristo, entonces, quien pone en evidencia esa doctrina. Su mensaje radical es humanismo. ¿Cómo la jerarquía no lo entiende, o ese tribunal...? Por cierto, ¿cómo es ese tribunal?
Pues un tribunal que se reúne en Roma, que analiza los aspectos teológicos y juzga si están o no de acuerdo con la doctrina de la Iglesia.
¿Pero usted ha estado?
No, mi contacto ha sido por escrito.
¿Qué les ha dicho?
Pues lo que se ha hecho público. Que el misterio de Dios se hizo presente en Jesús. Que es la encarnación del hijo eterno del padre que es divino, pero que lo que nosotros vemos es el producto de esa encarnación. Que el misterio de Dios pasa por este mundo en él y que estuvo a merced de los poderes de este mundo; por eso no me gusta llamarlo omnipotente, porque lo insultan, y él no tiene más que dejarse insultar y acabar en la cruz. Lo que podemos saber de él es lo que se ha hecho presente aquí. Hay teólogos que hablan de un Dios crucificado. Jesús es esa realidad humana, transparente, que también se ha visto en otros.
Y esa divinidad que ha apreciado usted en otros estaba en los mártires de El Salvador. ¿Se siente usted una especie de apóstol de ellos al haber sobrevivido?
Jesús se ha hecho presente de una manera especial, pero, indudablemente, ese Dios se ha hecho presente además en muchos otros. En Ellacuría, en monseñor Romero..., en muchos. En cuanto a lo de sentirme apóstol de ellos, pues sí, pero sin dramatizarlo. No tengo conciencia en absoluto de haber llevado la antorcha de Ellacuría, pero sí siento una fuerza que me empuja a seguir por ese camino, con la idea de pertenecer a una tradición, a un grupo.
¿Cómo les recuerda?
Cada uno tenía su forma de ser. Ellacuría era ocho años mayor que yo y era el discípulo predilecto de Zubiri, y éste lo llamaba a él; era un filósofo impresionante que usó su conocimiento para bajar de la cruz a los crucificados. Tenía las limitaciones de todo ser humano, pero esa idea de que en El Salvador se encontró con un cuerpo crucificado...
Que debía liberar...
Así es. Eso era lo positivo. Y, simultáneamente, enfrentarse a todos aquellos que han crucificado a los pueblos.
Era todo un radical, ¿no?
Sí, pero radical con amor radical al pueblo víctima. También fue un filósofo crítico. No aceptaba cualquier enfoque de Dios crédulamente. Se movía como filósofo en un mundo donde Dios no era lo evidente.
¿Usted también?
Sí, claro, los filósofos de ahora son agnósticos.
Pero eso les habrá ocasionado enormes y permanentes crisis de fe.
Algunas. De Ellacuría, que no era nada crédulo, he escrito que luchó con Dios, como Jacob. Y pienso que Dios le venció. Aquello no fue para él una cosa sencilla. Uno lee a Nietzsche y ve que es un ateo como Dios manda... Ateo, eh, en serio, no un ateíllo. Pero Ellacuría, por otra parte, vio en otros, como en monseñor Romero, a alguien que tenía presencia de Dios. Y lo dijo. Tres días después de que lo mataran: "Con monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador". Y eso dominó en él más que otras cosas.
O sea, que ustedes vieron en Romero a un santo.
Más. Esa palabra no describe la calidad de mi experiencia.
¿Más que a un santo?
No encuentro términos apropiados. Su palabra, su compasión no sólo nos remitía a Dios, sino que hacía a Dios presente.
Esto, algunos lo podrían ver como una blasfemia.
Espero que no. Romero no era un intelectual, como Ellacuría. Incluso fue moderado y cambió a raíz del asesinato de Rutilio Grande. Entonces se convirtió en un decidor de la verdad. Claro, la verdad en El Salvador era denunciar una opresión espantosa. Sus homilías eran terriblemente duras, pero consoladoras. Su última homilía fue durísima contra la Guardia Nacional. Se dirigió a ellos diciendo: "Nadie está obligado a obedecer una orden de matar. En nombre de Dios, y en nombre de este sufrido pueblo, les ruego, les pido, les ordeno cesen la represión".
Eran ustedes duros. Porque llegaron a justificar la violencia en algunos casos.
Es una verdad mucho más compleja. La violencia había comenzado mucho antes de que ellos hablaran. Provenía del lado de la opresión criminal de la derecha que mataba a la gente, algunos se organizaron para combatirla a diversos niveles, uno de ellos armado. Ellacuría habló de la redención de la violencia, y una de las condiciones para eso es, primero, cargar con ella. Yo sé que es terrible, pero es eso, estar dispuesto. Aunque antes hay que erradicar también las causas que le dieron origen. Lo que tenía de carga nuestra posición era eso, erradicar la pobreza; acabar con las estructuras económicas, sociales, políticas..., transformarlas. Pero cargar con la violencia quiere decir que te den, así, como suena. Habló de poner fin de manera negociada a la situación salvadoreña. De humanizar la violencia. Pero eso es algo muy creativo. ¿Cómo se hace? Aportando verdad, comprensión, perdón; ofreciendo perdón; aceptando perdón. A Ellacuría, qué curioso, lo mataron cuando él estaba negociando la paz. Era consciente. Me lo dijo: "Ahora que estoy trabajando por la paz es cuando me pueden matar". Y no cuando defendía la resistencia a la violencia. Pero lo decía con serenidad.
Esa diabetes le hace a usted más fuerte, si cabe.
Nunca he hecho drama de ella. Desde hace más de treinta años soy diabético. Me quita energías. Hay momentos peores, una vez tuve un coma, pero la diabetes ya es compañera; si fuera san Francisco de Asís diría: "La hermana diabetes". Pero yo vivo porque puedo comprar insulina, que es cara, y tiritas para medir el azúcar. Puedo vivir, mientras que quienes yo defino como pobres, es decir, aquellos que no dan la vida por supuesta, espero que me comprendan.

Justicia militar

Justicia militar: de la Inmunidad a la impunidad/Jorge Carrasco Araizaga, reportero.
Publicado en Proceso No. 1598, 17/06/2007
En la “guerra” emprendida por Felipe Calderón, el Ejército Mexicano no sólo viola la Constitución y desatiende las recomendaciones de la ONU, sino que al tomar en sus manos el proceso de los 19 militares que mataron a cinco miembros de una familia en La Joya, Sinaloa, beneficiará a los homicidas con penas mínimas. Tal es la conclusión de varios expertos consultados por Proceso que, sin embargo, advierten que esas anomalías y los vicios de origen del Código de Justicia Militar pudieran motivar un recurso de los civiles afectados que obligara al Poder Judicial de la Federación a revisar el caso e inclusive llegar hasta el propio secretario de la Defensa...
De la mano de Felipe Calderón, el Ejército Mexicano ha incurrido en violaciones a la Constitución, a los derechos humanos y a las recomendaciones de la ONU en el sentido de que el Estado debe hacer prevalecer la justicia ordinaria sobre la castrense, sobre todo cuando las víctimas de los militares son civiles.
Lo anterior se desprende de declaraciones hechas a este semanario por especialistas en garantías constitucionales y derechos humanos, así como en justicia penal militar, consultados en torno a la matanza de una familia en el poblado La Joya, Sinaloa, y al proceso que se sigue a los tres oficiales y 16 elementos de tropa detenidos.
Los expertos advierten que la justicia militar por los hechos de violencia del pasado 1 de junio en el municipio de Sinaloa de Leyva –donde murieron cinco personas, tres de ellas menores de edad, en tanto que otras tres resultaron heridas– no alcanzará a los mandos que ordenaron el desplazamiento de los militares porque es justamente el secretario de la Defensa, general Guillermo Galván Galván, quien administra la justicia en el Ejército y nombra a toda la estructura de ese aparato.
Dicen, no obstante, que esa matanza pudiera derivar en que el Poder Judicial de la Federación revise la constitucionalidad del Código Militar que, al ser emitido en 1934, no pasó por el Congreso y que, al colocarse por encima de la justicia ordinaria, es muy benigno con los militares cuando afectan a civiles.
“Lo ocurrido en Sinaloa es un caso doloroso, pero también una oportunidad para que el Poder Judicial tome posición si la familia se ampara en contra de la decisión del Ejército y de las autoridades civiles de que sea la Procuraduría de Justicia Militar la que investigue los hechos”, expresa Miguel Sarre, quien en 2003 fue consultor de la ONU para elaborar un diagnóstico sobre los derechos humanos en el país donde se criticó el alcance que tiene el fuero militar en México.
Además, el de la familia acribillada no es el único caso en que el Ejército ha sido recientemente cuestionado, sino también en el relativo a las violaciones de mujeres en Michoacán, donde la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha documentado por lo menos dos casos, luego de que el mismo organismo exoneró a las fuerzas castrenses de la muerte de la anciana Ernestina Ascencio en Zongolica, Veracruz, víctima de una presunta violación cometida por militares.
Sin embargo, el abogado litigante en la justicia penal militar Félix Garza advierte que el caso de Sinaloa se podría cerrar en los próximos meses con una pena mínima para los responsables, conforme al Código de Justicia Militar (CJM).
Defensor en acusaciones de las que han quedado absueltos los generales Francisco Gallardo, Francisco Quirós Hermosillo (ya fallecido) y Jesús Gutiérrez Rebollo, Garza explica que los militares implicados en la matanza de Sinaloa se benefician no sólo por quedar a cargo de la justicia militar, sino también por la forma en que fue tipificado el delito: “violencia contra las personas” causante de homicidio y lesiones calificadas.
A su juicio, todo debió quedar en manos de las autoridades de Sinaloa, porque los militares estaban realizando una labor de policía no permitida por la Constitución. En todo caso, matiza, por el tipo de arma utilizada, la Procuraduría General de la República pudiera haberse encargado de la investigación.
“Pero, en definitiva, no tenía que ser la justicia penal militar la que llevara el proceso” contra los soldados que dispararon hacia la camioneta donde viajaba la familia, a la que distintas instancias militares obstruyeron luego el paso en su trayecto para atender a los heridos (Proceso 1597).
Y aunque “se presume que estamos ante instituciones de buena fe –continúa–, las penalidades son muy benignas para el personal castrense, pues de acuerdo con el CJM la máxima penalidad para el homicidio pudiera ser de 15 años”, en comparación con los 30 establecidos en el Código Penal Civil.
Debido a que el auto de formal prisión que dictó el juez adscrito a la III Región Militar, con sede en Mazatlán, se refiere al delito de violencia, el abogado estima que la penalidad podría ser menor, de acuerdo con el castigo previsto en el artículo 330 del CJM.
Esa disposición establece que quien “hiciere innecesariamente uso de las armas contra cualquier persona, o que sin autorización ejerciere cualquier otro acto injustificado de violencia contra algún individuo, será castigado con la pena de un año de prisión”, aunque las circunstancias abren la posibilidad de una pena de 15 años, “tal vez conmutable a 20”, acota el litigante.
Garza advierte también que, para reducir la sentencia, los implicados pueden alegar una excluyente de responsabilidad: que actuaron bajo órdenes del servicio. El CJM considera la violencia a los civiles como una falta a la disciplina militar. Según el artículo 57, fracción II, inciso a, son delitos contra la disciplina militar aquellos del orden común o federal cuando “fueren cometidos en los momentos de estar en servicio o con motivo de actos del mismo”.
Lo que pueden alegar entonces es que lo ocurrido “se hizo en cumplimiento de una orden desde el punto de vista militar”. Es decir, el principio de la “obediencia debida”.
Pero nadie está autorizado para cometer un delito, aunque sea bajo una orden, puntualiza el abogado, y ejemplifica con lo que podría decir ante esto un miembro de la tropa: “Por más que me digan ‘aquí no pasa nadie’, a pesar de exponerme a sufrir una infracción por parte de mis superiores, yo razono y no voy a poner en peligro a nadie, contra esas órdenes”.
Calcula que si se decide castigar por un año a los responsables, el proceso no puede durar más de cuatro meses, pues no se abriría Consejo de Guerra. Si la pena es mayor a dos años, se abre esa instancia, pero si es inferior, la determinación es judicial, explica.
“Esto va a ocultarse bajo el fuero de guerra, como muchas otras cosas. El panorama no es nada halagüeño, menos para las familias de las víctimas. Los ciudadanos quedan indefensos ante la militarización de la procuración de la justicia”, afirma desde su experiencia de litigio contra el Ejército.
Código inconstitucional
Lo ocurrido en el retén del municipio Sinaloa de Leyva no es un hecho aislado en las violaciones a la Constitución identificadas por los expertos. Félix Garza menciona que las faltas se dieron desde el momento en que se decidió que las Fuerzas Armadas establecieran puestos especiales de vigilancia.
El artículo 129 de la Constitución proscribe las labores policiacas del Ejército en tiempos de paz. En ese período, dice el texto constitucional, “ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”. Ello significa que todos los retenes son ilegales, pues la ley no se puede aplicar por excepción.
El abogado insiste en que el Ejército no puede hacer labores de policía. “Lo hace a conveniencia del Ejecutivo, pero no está facultado para eso”, a pesar de la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que, en 1996, autorizó la participación de las Fuerzas Armadas en acciones civiles en favor de la seguridad pública, pero a condición de ser respetuosas del derecho y de las garantías individuales.
Garza menciona otra violación a la Constitución: El Código de Justicia Militar, publicado en el Diario Oficial de la Federación en agosto de 1933 y vigente a partir de 1934, fue emitido por el entonces presidente Abelardo L. Rodríguez, pero nunca pasó por el Congreso. Sólo fue refrendado por los entonces secretarios del Despacho de Guerra y Marina y de Gobernación.
“El Congreso le ha hecho algunas reformas que en cierta forma lo han validado, pero está viciado de origen. Se ha corregido algo que no es jurídicamente válido”, afirma.
El profesor e investigador del Instituto Tecnológico Autónomo de México Miguel Sarre encuentra otros actos de inconstitucionalidad, tanto en la actuación de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) en el caso de Sinaloa, como en el propio CJM:
“Dejar el asunto en la justicia militar es contrario a la Constitución. En el 2000 se hizo una adición al apartado B del artículo 20 de la Constitución para establecer un sistema de protección a las víctimas. Eso tuvo repercusión en el artículo 13 constitucional, según el cual en ningún caso los tribunales militares pueden extender su jurisdicción sobre civiles”.
Exsecretario técnico del Consejo de la CNDH y extitular de la tercera visitaduría del organismo, Sarre sostiene que la reforma fue importante porque tuvo que ver no sólo con los inculpados, sino con los derechos de las víctimas. Pero en este caso “los juzgados militares se están extralimitando porque están aplicando a los civiles el fuero militar”, que es sólo para la disciplina interna de las Fuerzas Armadas.
Además, “se está aplicando un Código que de por sí es inconstitucional”, pues ni el Ejecutivo ni el Legislativo han corregido la primacía en que ese instrumento coloca a la justicia militar sobre la civil.
De acuerdo con el abogado especializado en justicia y derechos humanos, procede interponer un amparo en contra de la inconstitucionalidad del artículo 57 fracción II, inciso a del Código de Justicia Militar: “Lo ocurrido en Sinaloa es un asunto de tal envergadura que se debe plantear de esa manera. De otro modo, será un tema más que quede impune”.
Aunque es un caso doloroso, prosigue, “también es una oportunidad para que el Poder Judicial de la Federación tome posición”, ya sea en los tribunales o en la propia Suprema Corte.
Rechaza, así mismo, el argumento de la obediencia como atenuante de los hechos: “La obediencia debida no procede cuando se trata de un asunto suficientemente delictivo”. Y más aún, plantea que debiera determinarse la responsabilidad superior, es decir, identificar a quienes dieron la orden para usar la fuerza. “Lo primero a tomar en cuenta es que se trata de cuerpos jerarquizados, por lo que se puede llegar hasta el secretario de la Defensa Nacional”.
Sin embargo, descarta que la responsabilidad alcance al presidente de la República, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
“Técnicamente, el presidente no está vinculado con la forma específica en que se deben realizar los operativos” contra el narcotráfico, si bien la decisión política es de él. Cómo máximo, apunta, “la responsabilidad jurídica puede llegar al secretario” de la Defensa.
La Sedena presenta sus operativos y el establecimiento de retenes como resultado de “la campaña permanente contra el narcotráfico y la aplicación de la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos”, pero para el investigador Miguel Sarre es un vano intento de darle legalidad a sus acciones.
“Es una mentira que los operativos sólo se estén haciendo en aplicación de esa ley. El problema es que no se ha legislado de frente. Hace falta legislar sobre las garantías individuales en una materia que se conoce como el debido proceso y que es compatible con los derechos humanos.”
Esa legislación, relativa a actos de investigación restrictivos de derechos y medidas cautelares y de apremio, se puede hacer con arreglo a lo establecido por Naciones Unidas sobre la potestad legítima del Estado y podría ser parte de la reforma judicial que se pretende, precisa.
Inmunidad militar
En 2003, Sarre participó en la elaboración del Diagnóstico sobre los Derechos Humanos en México que estuvo a cargo de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
En el reporte se asentó: “La aplicación del CJM a miembros de las Fuerzas Armadas inculpados de ilícitos que estrictamente no constituyen una trasgresión a la disciplina militar y, por otra parte, el alcance que en esos casos tienen las resoluciones de la justicia militar en perjuicio de víctimas y ofendidos particulares, principalmente tratándose de violaciones a los derechos humanos, afectan los derechos de las víctimas reconocidos en el ámbito nacional e internacional”.
En el caso del artículo 57 del CJM, observa que la disposición de incluir en el fuero militar los delitos del fuero común o federal que fueran cometidos en los momentos de estar en servicio o con motivo de actos del mismo, “permiten extender aún más la jurisdicción militar”.
También recuerda que, desde 1997, la Relatoría Especial de la ONU sobre la Tortura advirtió que en México “el personal militar parece ser inmune a la justicia civil y generalmente protegido por la justicia civil”.
Desde entonces, Naciones Unidas le recomendó al Estado mexicano que “los casos de delitos graves cometidos por el personal militar contra ciudadanos civiles, en particular tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, deberían, independientemente de que tuvieran lugar en acto de servicio, ser conocidos por la justicia civil”.
Como resultado de ese diagnóstico del Alto Comisionado de la ONU, el gobierno del expresidente Vicente Fox prometió una serie de reformas constitucionales, entre ellas al artículo 13 de la Carta Magna, con el propósito de que los órganos de justicia militar no extiendan su jurisdicción ni en la investigación ni en la sanción de los delitos del orden común o que impliquen violaciones a los derechos humanos. El compromiso se quedó en un buen propósito, ya que el tema nunca se discutió en el Congreso.
El representante de ese Alto Comisionado de la ONU en México, Amerigo Incalcaterra, enfatizó la semana pasada que el caso de Sinaloa corresponde a los tribunales civiles y no al Ejército, conforme a los postulados de la ONU y de la jurisprudencia internacional.
El general Francisco Gallardo, quien durante ocho años estuvo encarcelado mediante argucias de la justicia militar ante su propuesta de crear un defensor de los derechos humanos dentro del Ejército, opina que aun cuando el Ministerio Público Militar quisiera hacer una investigación independiente, el artículo 81, fracción IV del CJM, lo somete a cumplir las órdenes del titular de la Sedena.
También llama la atención sobre los derechos humanos de los detenidos, pues considera difícil que los 19 hayan participado en la matanza. “Se trata de una acusación masiva que hace la justicia militar sólo como un ejemplo para las demás unidades. En el Ejército los castigos masivos son comunes”.
En el Ejército existe “la fatiga”, que es una relación que incluye el nombre del batallón, de la unidad, del comandante, el tipo de armas que se lleva, el lugar donde se instala y los turnos. Por tanto, es fácil saber quiénes estuvieron involucrados en los homicidios. Por eso, concluye, sorprende que hayan detenido a tantos elementos de tropa.

Los chamos de Venezuela

Diario de América Latina
La revuelta de los chamos/Joaquim Ibarz, Corresponsal en México de la Vanguardia.
Tomado de La Vanguardia On line, 16/06/2007
El presidente Hugo Chávez anda desubicado, sin rumbo aparente, sin comprender lo que pasa. Por primera vez se encuentra en aprietos, a la defensiva. No entiende que los chamos –así llaman en Venezuela a los jóvenes- se manifiesten por las calles gritando "libertad" y "democracia". Ha perdido la intuición para discernir lo que pasa. Le desconcierta que los universitarios se rebelen y, por supuesto, no puede sino atribuirlo a una manipulación del imperio.
Se muestra irritado porque esas demandas de libertad y democracia lo presentan ante los ojos del mundo como un autócrata camino de la dictadura. Se niega a aceptar que Venezuela ha entrado en una nueva etapa de su vida política desde el cierre de Radio Caracas Televisión (RCTV), el canal con más audiencia y de mayor antigüedad del país, que gracias a sus telenovelas, programas de humor (Radio Rochela, con 45 años en el aire, era el más veterano de América Latina) y espacios informativos tenía enorme penetración en los barrios populares.
En Venezuela está ocurriendo algo profundo que Hugo Chávez no esperaba. Ha aparecido un movimiento social (estudiantil) que se enganchó con el sentimiento popular. La demanda de reapertura de Radio Caracas Televisión, cerrada por el régimen por mantener una línea crítica, conectó con el sentimiento popular, con el venezolano que todas las noches mira telenovelas y no dispone de dinero para contratar la televisión por cable. El movimiento estudiantil representa una espina cortante en su relación con los sectores populares. Los jóvenes consiguieron lo que la oposición política no logró jamás: rasgar un pedazo de los afectos que Chávez monopolizaba.
Las manifestaciones de universitarios críticos han dado un vuelco al mundo político de los últimos años, dejando sin sentido el discurso de Chávez sí o Chávez no, de pobres o ricos, del este (en Caracas, las zonas de clase media) o del oeste (las barriadas populares). Los estudiantes han protagonizado las protestas más importantes que se han visto en Venezuela en los ocho años que Hugo Chávez lleva en el poder. No por el número de participantes (fueron mucho más nutridas las marchas celebradas durante la huelga general de diciembre 2002 y enero 2003), sino porque son conducidas por gente fresca, inteligente, con buena estrategia, sin conexiones con el pasado y que no usa la desgastada frase de: "¡Chávez fuera!".
Las protestas de los jóvenes marcan la aparición en Venezuela de fuerzas políticas emergentes. Cada vez se hace más evidente la irrelevancia de los viejos partidos y de los desgastados dirigentes.
Los estudiantes muestran madurez, arrestos y buena estrategia. La dirección del movimiento evidenció su clarividencia en la Asamblea Nacional, donde el joven Douglas Barrios, representante de la Universidad Metropolitana, leyó el documento político más punzante y esperanzador que se haya escuchado en mucho tiempo en el país. Con entereza, Barrios defendió los valores fundamentales –libertad, democracia, autonomía universitaria, pluralismo informativo, y reapertura de RCTV- ante los irritados diputados chavistas. Luego se marcharon sin esperar la orquestada réplica de estudiantes oficialistas que nadie había elegido (los chavistas no han ganado ni una votación universitaria para escoger a los delegados).
¿Qué hicieron los jóvenes designados para defender al Gobierno? Recitar el casette contra el imperio y repetir el viejo discurso con monótono estribillo antiburgués, que cualquier izquierdista serio ya borró de su agenda. La prensa venezolana ha denunciado que los estudiantes revolucionarios que debían "enfrentar" a los contrarrevolucionarios eran empleados del gobierno con sueldos de hasta 2.000 dólares mensuales.
"Y aquí es donde se revela que la revolución es pura burocracia estatizada con personal eventual de fin de semana que se incorpora a las marchas y mítines del comandante en jefe, solo por participar en un espectáculo que, es cierto, es repetitivo y cansón, pero es el único donde se cobra por estar ahí, gritar y gesticular", afirma el comentarista Manuel Malaver.
En el último mitin de Hugo Chávez en la avenida Bolívar, de nuevo se puso en evidencia la improvisación, la poca convocatoria del comandante y su imaginario partido único. Tan escuálido resultó que la gente acarreada en su mayoría del interior del país aprovechó el viaje pagado a Caracas para comprar en los centros comerciales "burgueses".
El principal problema para Chávez es que la mayoría de los venezolanos "rechaza que se confisquen los derechos fundamentales, como la libertad, la propiedad privada, la libre empresa, la libertad de expresión, la autonomía universitaria, una educación plural y no ideologizada, y el respeto a la soberanía", recalca el analista político Manuel Felipe Sierra. Sierra advierte que en el futuro cercano se avizora "más conflictividad social", porque Chávez no va a retroceder en sus planes totalitarios con reelección vitalicia y la gente va a continuar expresando su descontento.
Las marchas estudiantiles son entusiastas, informales, sin recursos materiales, -las consignas son garabateadas sobre cartulinas- y se combinan con otras formas de protesta, como pintarse las manos de blanco, entregar flores a los policías o irrumpir en el metro con las bocas tapadas con cinta adhesiva.
Dado que la televisión ya está totalmente controlada por el Gobierno –la única excepción es Globovisión, un canal de noticias que emite por cable- , los estudiantes se comunican por internet y con mensajes SMS por teléfono móvil. Los dirigentes universitarios transmiten un nuevo mensaje, de búsqueda de unidad y de consenso, pluriclasista, en defensa de valores democráticos esenciales, que se contrapone al discurso de confrontación que mantiene el presidente Chávez.
"Nuestra lucha no es sólo por el cierre de una televisora, sino por el conjunto de nuestros derechos, por la libertad de elegir lo que queremos ver y por la libertad de protestar, porque muchos manifestantes han sido detenidos y llevados ante la justicia. El caso Radio Caracas Televisión es el mayor atentado a la libertad de expresión, pero todos los medios están amenazados. Salimos todos los días a la calle porque la defensa de la democracia es más importante que aprobar un examen", declara a 'La Vanguardia' Jon Goicoechea, líder de los estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello (jesuitas).
Las palabras de Goicoechea, 22 años, están teniendo un amplio eco en Venezuela por la brillantez, coherencia y madurez de sus planteamientos. Los muchachos no tienen miedo y por eso no se amedrentan con esa imagen tenebrosa de tanquetas desfilando por las autopistas y avenidas de las ciudades, tan propia de los gobiernos militares.
La retórica oficialista, antes y después del cierre de RCTV, no ha sido sino un burdo intento de criminalizar una protesta legítima. Creyeron que llamándoles golpistas iban a asustar a la gente. No lo lograron. El país reviró. Esos jóvenes estudiantes que han cogido la calle se autodirigen. No los manipulan, ni hay una mano peluda detrás de ellos. Los intentos oficiales de desprestigiar su protesta han sido infructuosos, sólo muestran lo que es capaz de hacer el sectarismo político.
Todo cuanto haga o deje de hacer Hugo Chávez le comporta riesgos. Los primeros días reprimió con dureza a los estudiantes, detuvo a cerca de 200 (la mayoría menores de edad). La protesta aumentó. "Alerta en los cerros, en los barrios y en los pueblos para defender nuestra revolución de esta nueva arremetida fascista", dijo en forma amenazante el presidente Chávez al exhortar a sus incondicionales a cerrar filas.
Sin embargo, de los cerros no bajó nadie a apoyarlo al y a enfrentar a los estudiantes. Entre otras cosas porque la gente humilde es la que más resiente el cierre de RCTV porque le quitaron su única diversión. Con la terrible inseguridad que hay en Caracas, la gente pobre se recluye en sus casas a las seis de la tarde. Y no tiene otra distracción que sus añoradas telenovelas, que forman parte de la cultura popular venezolana. De ahí que el 85 % de la población rechace el cierre de la emisora, según indican todas las encuestas.
La mayor humillación para Chávez ha sido la mínima audiencia que está consiguiendo el canal oficialista TeVes, que utiliza la señal y usurpa las instalaciones de la emisora clausurada. Mientras RCTV registraba más del 49% de la audiencia en las semanas previas a su cierre, TeVes, un bodrio que aburre a las piedras, tan sólo alcanza el 0"9%. Por el contrario, Globovisión ha cuadruplicado su audiencia, y pese a ser un canal por cable que sólo emite noticias, se ha convertido en el segundo con mayor rating en todo el país.
Mostrando cierto nerviosismo, Chávez sermonea durante cinco horas seguidas, un día sí y al otro también, en cadenas obligatorias de radio y televisión, a las que tienen que conectarse todas las emisoras del país; los venezolanos deben escuchar forzosamente –la alternativa es apagar la radio y la televisión- los insultos y descalificaciones del presidente a los estudiantes. Pero ya no convence ni a los suyos. Chávez se desconcierta al comprobar que no le funcionan las viejas estrategias de culpar de las protestas a los oligarcas, al imperio o a la oposición golpista. La gente no le está creyendo.
A la vieja izquierda que aún apoya a Chávez se le rompen los esquemas al ver las imágenes de la policía golpeando a los estudiantes que gritan "libertad". El articulista Carlos Blanco subraya que "Chávez no concibe que una palabra que se refiere a un mundo complejo, a veces inefable, mueva los espíritus; pero ésa es la magia de la palabra libertad. El régimen no intuye cómo los de abajo se rebelan por ella".
Por su parte, el comentarista Manuel Malaver dice que "la era de los ideólogos que le cocinaron a Chávez el mondongo de marxismo, rupturismo, castrismo y postmodernismo está llegando a su fin; gente como Hans Dieterich, Ignacio Ramonet y Marta Harnecker ya recibieron información de que sus pagos están suspendidos y deben resetear sus cerebros para mantenerse en la nómina de la revolución".
El cierre de RCTV y la represión dialéctica y física del movimiento estudiantil explica que continúe el desplome de la popularidad del presidente. La medición de Hinterlaces, una conocida firma encuestadora que ha venido haciendo sondeos diarios desde la clausura de RCTV el 27 de mayo, revela una fuerte caída en el nivel de aceptación de Chávez. Durante su reelección en diciembre del 2006 tenía 49 % de opinión favorable, la última medición le otorga 31 %; un descenso de 18 puntos, el nivel más bajo en los últimos cinco años.
La encuesta indica que 74% de los entrevistados piensa que las protestas estudiantiles son democráticas y tienen el apoyo popular; 61 % opina que deben continuar, y el 51% coincide en que Chávez actúa más como dictador que como demócrata; sólo el 31 % cree lo contrario.
Chávez, que conoce la historia de su país, sabe que en la Venezuela de los últimos cien años, el adversario dialéctico de los militares fueron siempre los estudiantes. Aunque el movimiento universitario estuvo ausente de la convulsionada escena política venezolana en los últimos 20 años, el cierre de RCTV lo sacó a la calle porque los jóvenes comprendieron que estaban en juego las libertades.
La gran incógnita se centra en si esta protesta inédita que nació en forma espontánea en todas las universidades del país puede tomar mayor envergadura. De momento, todo indica que se ha logrado paralizar la nueva ley de educación que, entre otras cosas, iba a terminar con la autonomía universitaria. Por primera vez desde que está en el poder, Chávez mide los pasos que se dispone a dar, no sea que incendie la pradera con alguna medida que irrite aún más a la ciudadanía. Hay que tener presente que las encuestas indican que el 85 % de los venezolanos rechaza la implantación de un régimen como el cubano, y más del 75% defiende la propiedad privada.
Seguir adelante con su agenda totalitaria le resultará a Chávez más problemático de lo que pensaba hace unos meses. Si el cierre de RCTV ha provocado protestas masivas y desplome de la popularidad del presidente, cuando se consagren las anunciadas reformas radicales de la Constitución para instaurar el llamado socialismo del siglo XXI, se podría producir un desborde de la conflictividad social.
La sociedad estaba dormida y los estudiantes la despertaron. Así de simple resumió el estudiante de comunicación social Fred Guevara la manera como el movimiento estudiantil empezó las protestas que mantienen con la guardia en alto al gobierno de Chávez. Hasta el cierre de RCTV se decía que los opositores venezolanos estaban apáticos, cansados, frustrados, resignados, impotentes, ante la profundización de la vía totalitaria que sigue Hugo Chávez.
Sin embargo, apunta Carlos Blanco, todo cambió de repente. La vibrante energía estudiantil que recorre las calles tomó a más de uno por sorpresa. "Artistas, periodistas, profesores, estudiantes, jóvenes al por mayor, caminan allá afuera. ¿Dónde estaban? -se preguntan los analistas-, y se ensayan respuestas de altísima sociología; no estaban bajo las piedras, ni idos ni ausentes; estaban allí, confundidos con el paisaje, en reposo, hasta que penetraron el silencio", señala el comentarista.
Nadie puede predecir cuánto durará y en qué desembocará este movimiento estudiantil que en vez de revolución convoca a celebrar una asamblea general para la "reconciliación nacional". Llevan ya tres semanas de marchas y protestas sin dar muestras de cansancio. Por el contrario, el gobierno sigue descolocado, incapaz de entender cómo la juventud impugna la ruta totalitaria de Chávez.
Luis Vicente León, director de la firma encuestadora Datanálisis, dice que es ingenuo pensar que las protestas estudiantiles sacarán a Chávez del poder o comprometerán su gobernabilidad, y que es exagerado comparar estos eventos con el Mayo Francés. Sin embargo, destaca que, sin ninguna duda, los estudiantes ganan la batalla simbólica, abren nuevas vías de conexión política y anuncian el surgimiento de liderazgos diferentes, en un país que los pide a gritos.