8 may 2007

Erdogan

EDITORIAL: La fuerza de Erdogan
El País, 08/05/2007;
La decisión del ministro de Asuntos Exteriores turco, Abdulá Gül, de retirar su candidatura a la presidencia de la República constituye una victoria para los partidos laicos y las Fuerzas Armadas, que se movieron para impedir que un islamista moderado llegara a la jefatura del Estado. Cabe preguntarse si el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, midió bien sus fuerzas. Estaba en su perfecto derecho de proponer a Gül. No había otro candidato, y el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) es el mayor con diferencia. Pero la oposición boicoteó la elección y el Constitucional la apoyó, espoleados ambos por las masivas manifestaciones en Ankara y Estambul y por declaraciones de los militares.
Erdogan se ha visto obligado a anticipar las elecciones legislativas para el 22 de julio. Seguramente el AKP será el más votado, pero no necesariamente con la misma holgura que en 2002. La fusión en el nuevo Partido Demócrata de las históricas formaciones de la derecha, los partidos de la Madre Patria y de la Recta Vía, pueden llevar a Erdogan a tener que pactar después de las elecciones. De hecho, lo está haciendo ya con el mayor de la izquierda, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), para intentar apresuradamente sacar adelante una reforma de la Constitución antes de disolver el Parlamento.
Erdogan propone que el presidente sea elegido por sufragio universal directo por un mandato de cinco años, renovable, en vez de por el Parlamento por siete, como hasta ahora. Además, quiere acortar la legislatura a cuatro años, reducir la edad para ser elegible de 30 a 25 años, y rebajar el quórum necesario para las decisiones parlamentarias, para que no se pueda repetir el boicoteo de la oposición a la elección de Gül. Son pasos que harían avanzar la mayor democratización de Turquía y que hacen saltar algunos de los seguros impuestos por los militares, que prácticamente dictaron la actual Constitución.
La elección en Francia de un presidente abiertamente opuesto al ingreso de Turquía en la UE como Nicolas Sarkozy, que coincide en ello con la canciller alemana, Angela Merkel, alimentará todavía más la crisis de identidad de los turcos. Su sueño europeo se aleja, lo que puede dificultar la modernización y democratización del país, a la vez que la propia UE va perdiendo influencia sobre lo que allí sucede. Ante lo que está ocurriendo en Turquía -donde está prohibido el porte del pañuelo islámico en las actividades públicas, incluidas las universidades, algo que no pasa en la UE, salvo en las escuelas francesas. la actitud europea debe ser clara: defender y apoyar ante todo la democracia.

Irán

  • Política exterior e interior en Irán/

Por Mahmud Sariolghalam, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Irán (Universidad Shahid Beheshti) en Teherán.

Publicado en La Vanguardia, 07/05/2007;

Traducción: Juan Gabriel López Guix

En su libro titulado ¿Necesita Estados Unidos una política exterior?, Henry Kissinger afirma de modo convincente: “Son pocos los países del mundo con los que Estados Unidos tiene menos razones de querellarse o más intereses compatibles que con Irán”. Expresado de otro modo, las palabras no importan, los intereses perduran. Lo que se declara ante las cámaras es mucho menos irrelevante. Son la geopolítica y la geoeconomía las que marcan la dirección y definen horizontes de modo determinante. En realidad, a la comunidad mundial le resulta demasiado oneroso que Irán y EE UU se comuniquen por medio de la retórica y las declaraciones altisonantes. En la actual situación de tensión, Washington tiene más responsabilidad porque su poder es mayor. En tanto que actor global, EE UU no tiene por costumbre comprender la política interior de otros países a la hora de planificar su estrategia. El subconsciente estadounidense supone que EE UU es muy poderoso y que los demás países deben aceptar sus prioridades. Sin embargo, Irán es un caso único. Posee un sofisticado sistema político. Y su vida política, abigarrada y múltiple, no debe entenderse a partir de lo que suele ocurrir en la política de Oriente Medio.
A diferencia de la Unión Soviética, Irán no es un sistema monolítico. A pesar de las limitaciones, hay grupos organizados que compiten por tener influencia. Los iraníes utilizan un lenguaje claro para decir lo que quieren en un país donde la ambigüedad es una virtud y la sutileza una práctica social. La retórica no sólo forma parte de la política iraní; constituye una parte integral de la cultura. Quizá no hay otro país con un talento oratorio tan vigoroso. (Empero) La retórica y los gestos públicos no deben confundirse con la política.
Los medios de comunicación y los analistas occidentales suelen fijarse en los clérigos iraníes y creer que son el grupo más relevante a la hora de entender la política iraní. De modo curioso, hay un importante grupo de profesionales en el poder, de forma muy mayoritaria ingenieros y médicos, que considera que el país debe luchar contra todo lo occidental. No debemos infravalorar la influencia política de los funcionarios con un título de ingeniero. Su ortodoxia ideológica es mucho más intensa. En todo el mundo musulmán no hay un solo fundamentalista famoso con un título en ciencias sociales; todos los fundamentalistas destacados son ingenieros o médicos. Su comprensible pobreza conceptual en temas sociales, económicos y políticos ha hecho en parte que la política iraní experimente un interminable proceso de prueba y error.
Los ingenieros y médicos que formulan la política económica y toman las decisiones sobre política exterior no reconocen la diversidad y aplauden el provincialismo. Para ellos, sólo hay una solución para todos los problemas y una respuesta para todas las preguntas.
En Irán, los ingenieros definen y establecen los criterios de la corrección política. De modo similar, los médicos explican las raíces del conflicto árabe-israelí y especulan en la televisión nacional sobre el pensamiento estratégico estadounidense reciente. Al tiempo que los ingenieros leen en Irán los últimos libros traducidos en el campo de las ciencias sociales y se dedican a formarse, el país pasa por otra revisión de una teoría reciente. La lógica binaria de la ingeniería en la política interior y exterior iraní ha generado un enfoque mecanicista y una perspectiva a corto plazo sobre los procesos humanos complejos. Esta construcción mental deja poco espacio para el matiz, la complejidad, las opciones alejadas del maniqueísmo en la solución de los problemas y una definición a largo plazo de la vida.
De modo similar a la experiencia soviética y china en la década de 1970, existen en la actualidad diferencias en Irán entre los internacionalistas y los revolucionarios; los primeros defienden la integración con el resto del mundo manteniendo al mismo tiempo la soberanía, mientras que los últimos creen en un distanciamiento de la comunidad internacional en casi todos los asuntos. Desde una perspectiva sociopolítica, las dos escuelas de pensamiento reflejan la divergencia de opinión en el seno de la sociedad iraní. Los partidarios de ambas poseen una fuerte base política, económica e institucional. Los revolucionarios se funden con la historia. Los internacionalistas están dispuestos a competir, influir y ser influidos: son políticos sofisticados. Los revolucionarios apuntan a tratar con las masas y, en consecuencia, defienden el populismo. Los internacionalistas están convencidos de que la eficacia es resultado del internacionalismo. Entienden las proporciones. Se trata de un debate natural en todas las revoluciones. También en Irán son los propios iraníes quienes deben determinar el resultado final.
La política iraní no debe interpretarse a partir de una única institución. Hay destacados políticos internacionalistas, muchos de ellos clérigos, dedicados a atenuar las tensiones y lograr un equilibrio. El Parlamento iraní también se muestra proactivo haciendo llamamientos en favor de actos sensatos y conteniéndose ante declaraciones provocadoras. Los medios de comunicación impresos, dirigidos en su mayoría por periodistas profesionales, no pierden ninguna oportunidad para alertar acerca de las consecuencias de acciones innecesarias. El actual acercamiento iraní a América Latina es seriamente puesto en entredicho no sólo por politólogos o estrategas de la seguridad nacional, sino también por grandes ayatolás de la ciudad de Qom, el equivalente chií del Vaticano.
Irán tiene hoy la segunda mayor comunidad judía de Oriente Medio, después de Israel. Las cuestiones importantes para un iraní medio son la seguridad laboral, el empleo, la educación, el orgullo y el prestigio internacional. La diferencia entre Irán y gran parte de Oriente Medio es que no existen estructuras sociales antijudías. Los iraníes han convivido durante siglos con cristianos y judíos.
Sobre la cuestión nuclear, una solución pacífica es una posibilidad si se recurre a la diplomacia de lanzadera y a los canales privados. En relación con su seguridad nacional, Irán tiene un verdadero interés en que el país sea estable. De modo reciente, las iniciativas iraníes y saudíes han aliviado las tensiones en Líbano entre el Gobierno libanés e Hizbulah. Con la aparición de una diplomacia saudí activa, el rey Abdalah posee la influencia para que Irán se acerque al proceso de creación de consenso palestino.
A pesar de la violenta retórica de ambos bandos, Irán y EE UU comparten un amplio abanico de intereses. EE UU ha derrocado a dos enemigos acérrimos de Irán, los talibanes y Sadam. Teherán y Washington poseen un interés común en un Irán integrado con un sistema político en que cada persona tenga un voto. El flujo sin obstáculos de petróleo en el golfo Pérsico es un objetivo estratégico de ambos países. El enfrentamiento con Irán es innecesario. Un ataque militar a ese país volvería a orientarlo hacia el militarismo.
Los iraníes prefieren las reformas graduales. No cabe duda de que la intervención estadounidense sería rechazada por todo el espectro político. El fundamentalismo islámico nació la última vez que EE UU intervino en Irán y derrocó a Mohamed Mossadegh, el primer ministro elegido de forma democrática en 1953. Es necesario prestar atención a las complejidades de la política interior de Irán para comprender sus políticas y declaraciones. A muchos occidentales puede parecerles que el país está sumido hoy en el caos. Sin embargo, los europeos, que poseen una inclinación hacia la historia, deberían extraer lecciones de su experiencia única. Cuando los iraníes hoy adolescentes lleguen al poder, Irán podría convertirse gracias a la fuerza y la lógica de la globalización en el único Estado verdaderamente moderno del Oriente Medio musulmán.

Elecciones en Fancia

  • Francia mira al futuro/Michel Wieviorka, profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.
Tomado de La Vanguardia, 08/05/2007;
Traducción: José María Puig de la Bellacasa
Hacía días que los institutos de opinión habían anunciado el resultado de las elecciones francesas, pero hay que decir que su nitidez constituye la primera lección de los comicios presidenciales en Francia. Y significa, en primer lugar, que Nicolas Sarkozy ha sabido dirigir una excelente campaña, aglutinar sus huestes y captar votos incluso más allá tanto a su derecha -entre el electorado de Jean-Marie Le Pen- como a su izquierda -entre los partidarios de François Bayrou-. Significa también, y de forma simétrica, la realidad del fracaso desabrido y áspero de Ségolène Royal, que ha sostenido relaciones delicadas con su propio partido permanentemente, sin saber conquistar nuevos segmentos de la población ni iniciar de verdad una política de acercamiento al centro.
Aparte de las personalidades en liza y de sus campañas respectivas, este resultado ilustra claramente la bipolarización política de Francia. La recomposición de una oposición izquierda/ derecha, que debería ser el horizonte de la recomposición política en curso, dista de haberse logrado, tan patente es aún la fisura entre los dos lados. Nicolas Sarkozy ha sabido crear un partido de derecha moderna, popular, capaz de trascender sus divergencias y contradicciones internas, en tanto que Ségolène Royal ha consagrado más bien su tiempo y energías a desintegrar su partido, que a su vez le ha testimoniado frecuentemente su desconfianza o le ha dado prueba de su reticencia; empezando, por cierto, por François Hollande, a un tiempo compañero de la candidata socialista y primer secretario del Partido Socialista, que en varias ocasiones ha defendido posturas contrarias a ella, incluso en la última fase de la campaña electoral, cuando Ségolène Royal dijo que no descartaba nombrar a François Bayrou primer ministro, a lo que Hollande respondió diciendo que en todo caso sería necesariamente socialista.
La derrota del Partido Socialista augura secuelas negativas para el rumbo de la izquierda. Nicolas Sarkozy, elevado por su victoria a la responsabilidad presidencial, debería en principio ganar holgadamente las próximas elecciones legislativas, en tanto que el Partido Socialista, cuyo liderazgo ha sido catastrófico desde hace cinco años, corre un notable peligro de entrar en una fase de desgarramientos internos.
¿Cómo puede conseguir salir del apuro? Cabe examinar diversos escenarios posibles. El primero consiste en una pseudorrenovación bajo la batuta de François Hollande - por más que esté desacreditado- o bien bajo otra dirección; ¡cabría incluso pensar en un tándem sorprendente, formado por Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn! El segundo remite a un estallido que daría paso básicamente a dos realidades: un sector social-liberal o socialdemócrata abierto al mercado, a Europa y a la globalización y otro sector más estatista, redistribuidor, del tipo vieja guardia, soberanista, poco europeísta, claramente contrario al mercado y a la globalización. El escenario más optimista, a continuación, sería el caracterizado por aquel en cuyo seno la izquierda francesa accedería por fin a desembarazarse de sus conceptos y nociones arcaicas para modernizarse inspirándose en un modelo de tipo socialdemócrata aun cuando brillan por su ausencia sindicatos poderosos (a fin de que tal modelo se adecue a su concepto): en Francia sólo está sindicada un 8% de la población asalariada (y sobre todo en el sector público, hablando en términos generales). La izquierda francesa afronta un doble problema, ideológico y de organización: en efecto, habrá de adoptar necesariamente decisiones fundamentales, también en el ámbito doctrinal, y por supuesto dando con la respuesta idónea a cuestiones concernientes a sus figuras y a sus líderes.
La bipolaridad francesa es, pues, una realidad desigual y desequilibrada. Y tal constituye una de las razones del triunfo de Nicolas Sarkozy, catapultado por una derecha que hizo mudanza cuando fue menester mientras la izquierda quedó rezagada.
Sin embargo, más allá del análisis de las fuerzas políticas, el factor más importante en juego remite a la situación de la sociedad francesa actual. El triunfo de Nicolas Sarkozy, en efecto, es el de un hombre cuyo discurso ha sintonizado con las aspiraciones mayoritarias de los franceses. Se trata de un triunfo sociológico e incluso sociográfico porque ha sabido situarse en el mismo núcleo de estas aspiraciones. Ha sabido captar y expresar las inquietudes de una población que se siente amenazada por la globalización y la construcción europea, que se dice a sí misma que las jóvenes generaciones corren el riesgo de vivir peor que las anteriores, que se halla sedienta de autoridad y, hablando en términos más amplios, de valores tradicionales: la familia, el trabajo, el orden, la seguridad, la identidad nacional. Ségolène Royal también comprendió estas expectativas pero la voluntad de asumirlas le conducía a correr tras la derecha, decepcionando así al menos a una parte del electorado de izquierda. Se hallaba sumida en la contradicción precisamente donde Nicolas Sarkozy podía moverse a sus anchas. Francia, en su conjunto, se ha desplazado hacia la derecha y la victoria de Nicolas Sarkozy se corresponde idóneamente con tal desplazamiento.
Hacia la derecha, pues, pero no hacia la extrema derecha. Algunos, en la izquierda, y más aún a la izquierda de la izquierda han querido movilizarse apoyándose en el “todo menos Sarkozy” y promoviendo la imagen de un personaje dispuesto a los peores extravíos fascistas, al nepotismo, al racismo, etcétera. Bien es verdad que a diferencia de Jacques Chirac, su predecesor, Nicolas Sarkozy ha hecho propuestas de connotaciones inquietantes en un guiño al electorado del Frente Nacional, e incluso en el pasado se ha entregado a maniobras susceptibles de atentar contra la independencia de la prensa o de provocar cierta inquietud relativa a su concepción de la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Pero de ahí a convertirlo en un déspota, un tirano o, en una palabra, el detentador de un poder autoritario media un paso inmenso que sería injusto a todas luces dar. En algunos momentos de su campaña se ha expresado con acentos reaccionarios, como cuando acusó al Mayo del 68 de los peores males de los que subsiguientemente, según él, se ha visto aquejada Francia. Manifestaciones de las que se mofaron Alain Geismar y Daniel Cohn-Bendit (los dos líderes principales del movimiento de mayo de 1968).
En cualquier caso, es preferible confiar en que Nicolas Sarkozy sea el presidente de las reformas que Francia necesita y que él ha prometido. El presidente, también, de la reanudación de la tarea de la integración política de Europa. Sus reformas seguirán un modelo más bien liberal y la purga que ha anunciado causará probablemente estragos en el tejido social. Pero nada demuestra que vaya a ser tan brutal como la registrada en el Reino Unido de Margaret Thatcher, que se enfrentó a los sindicatos, en tanto que no es tal necesariamente la perspectiva anunciada por Nicolas Sarkozy (por más que haya mencionado la voluntad de imponer un servicio mínimo en caso de huelga del transporte público). Y si el nuevo presidente parece más sensible a las expectativas del mundo del dinero, la empresa y el capital, que a las dificultades de los sectores populares, si ha aludido con mayor ardor a los pobres por desidia, pasividad o negligencia - que es menester poner a trabajar-, que a los parados y a la población que vive en la precariedad, o a los delincuentes que hay que meter en cintura, más que a los jóvenes sin futuro… si ha insistido más sobre los esfuerzos que deben hacer los inmigrantes para integrarse, que sobre los recursos que arbitrará para que efectivamente puedan hacerlo, también es menester añadir que está menos atado a las fuerzas del capitalismo financiero o mediático que Silvio Berlusconi, y su elección a la presidencia no preludia en absoluto sus prácticas de corrupción generalizada.
El factor que explica tal vez mejor el desenganche final de Ségolène Royal en los sondeos de los últimos días es el rechazo a los discursos extremos que acusaban al candidato de la derecha de los peores horrores: los franceses han votado por él porque desdeñan esas acusaciones excesivas que han merecido más bien quienes las proferían. Muchos franceses - aun sin ser de derechas- han juzgado que Sarkozy es competente y posee la dimensión moral necesaria para ocupar la función presidencial.
Pero esta larga campaña electoral no ha terminado todavía: los partidos se aprestan a la batalla futura, la de las elecciones legislativas del mes próximo. Lo más seguro -se ha dicho- es una victoria masiva de la UMP y una derrota abrumadora del Partido Socialista. La incógnita asoma del lado de François Bayrou y del partido cuya creación acaba de anunciar, el Movimiento Demócrata, cuyo espacio se ha encogido por efecto de la adhesión de la mayoría de los diputados salientes de la UDF (actual partido de Bayrou) a Nicolas Sarkozy. Sin embargo, la crisis de la izquierda corre el peligro de ser tan considerable, que Bayrou podría atraer perfectamente a su causa a una parte nada despreciable de su electorado.
Francia no habrá terminado aún con los placeres electorales, porque el año que viene votará en las municipales. Pero una cosa está clara: acaba de volverse una página. Se ha superado, por el momento, la crisis de la representación política, y el país debería poder proyectarse hacia el futuro con menos aprensión que en estos años precedentes.

En riesgo la bancada de Alternativa en San Lázaro

Tal y como lo había anunciado, Eduardo de la Torre Jaramillo presentó este martes de manera formal, su renuncia al Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina (PASC) y a su grupo Parlamentario.
Señaló que en apego a lo establecido en el artículo 30 de la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, pasa a ser representante popular de manera independiente o sin partido.
Informó que este martes entregó a la presidencia de la Mesa Directiva el oficio 001327, girado al diputado Jorge Zermeño Infante, en el que comunica su decisión para separarse de manera definitiva del grupo parlamentario a partir de esta fecha.
De igual forma, dijo, se giró un oficio a la presidencia de la Mesa Directiva de la Comisión Permanente del Congreso, a cargo del senador Manlio Fabio Beltrones Rivera, así como una copia a cada uno de los coordinadores de los grupos parlamentarios.
Respecto del cargo que tiene como secretario de la Mesa Directiva, indicó que serán los órganos de gobierno de la Cámara de Diputados quienes planteen la revocación o ratificación ante el pleno, los cuales, además, deberán revisar el caso de la representación del PASC, que dejaría de ser grupo parlamentario al no contar con un mínimo de cinco legisladores, como lo establece la Ley Orgánica del Congreso.
Mencionó que de acuerdo con el artículo 26 de dicho ordenamiento y el 70 de la Constitución Política, un grupo parlamentario se integra por cinco diputados y en este sentido, dijo, el PASC tendría únicamente cuatro, “tres que son militantes y uno del PT que se integró a inicios de la Legislatura”.
Añadió que este hecho es inédito, ya que por primera vez en la Cámara de Diputados se da la extinción de un grupo parlamentario.
En conferencia de prensa, informó que las pláticas para incorporarse a la Fracción del PAN están avanzadas, aunque por el momento se declaró “diputado independiente”.
“Hay motivos históricos donde la diferencia se hizo por manifestaciones de corrupción desde el estado de Veracruz. Vivimos algunos procesos democráticos en el partido donde resultamos que el grupo que me apoyaba en ese entonces ganamos democráticamente y fue algo que no le gustó a la nomenclatura, entonces se cerraron y dieron un viraje hacia el autoritarismo”, sostuvo.
Otra de las diferencias, agregó, es la falta de transparencia y rendición de cuentas, pues el partido tiene una deuda de 45 millones de pesos para la campaña “cuando no hubo un solo peso para campaña”.