Los
"Contemporáneos" y sus Contemporáneos/ Salvador Elizondo
De
la introducción a la antología MUSEO POETICO,
Universidad
Nacional Autónoma de México, México, 1974.
Con
el grupo de poetas llamados "los contemporáneos" pasa un poco lo mismo
que con Tablada: es difícil ubicarlos en un punto preciso de la cronología. Así
como Tablada o su influencia aparecen a cada momento en toda la historia de la
poesía mexicana entre la última década del siglo pasado y la sexta del
presente, el grupo de "contemporáneos" conoce un proceso de
conglomeración paulatina que va de 1915 en que Carlos Pellicer (1899) publica
algunos poemas que encarnan ya un nuevo espíritu indefinido, hasta 1928 cuando
la colaboración de todos cristaliza, tras varias tentativas parciales, en la
publicación de la revista "Contemporáneos" que aparece desde 1928
hasta 1931 y después de lo cual se dispersan, a partir de un punto común a
todos, en direcciones diversas.
Todos ellos nacen entre 1899 y 1905, lo que
parece ser el único dato de referencia común; nadie ha puesto en duda el que
más que una suma de afinidades, representan "los contemporáneos" la
afinidad de algunas diferencias radicales, las diferencias que singularizan a
cada uno. Si su obra conoció en cada caso la expresión más alta después de que
el grupo ya se había disuelto, en todos ellos tuvo también inicios
determinantes antes de que el grupo se expresara a través de las páginas de la
revista que le dio nombre. Son, en resumidas cuentas, no menos importantes como
grupo que como poetas individuales aunque es importancia ocupa diferentes
puntos en la historia de la poesía moderna.
El estudiante extranjero que desee
complementar sus conocimientos del curso de la poesía en México durante los
años en que se formó este grupo de poetas, hará bien en visitar el edificio que
aloja a la Secretaría de Educación Pública, en la Calle República Argentina en
la Ciudad de México. Podrá admirar uno de los mejores momentos de la pintura
mexicana en la obra decorativa de murales al fresco que realizó Diego Rivera
entre 1923 y 1928. A la luz de las ideas de este gran pintor mexicano el grupo
de "los contemporáneos" se ve severamente criticado en un tablero del
corredor sur del patio posterior del tercer piso. Los atributos del
"Arte", en la concepción purista de esta expresión: la lira, el
laurel, la paleta, etcétera, están siendo barridos por una burguesa que es
obligada a ello por una mujer del pueblo armada de punta en blanco. Sobre los
"atributos" se doblega la masa obesa de un "contemporáneo"
con orejas de burro que recibe una patada en el trasero de un campesino u
obrero. El movimiento de "los contemporáneos" representa, en grados
muy diversos según la personalidad de sus exponentes, en términos generales, la
influencia que habiendo partido de Francia casi simultáneamente, estarían
destinadas a no encontrarse más que en un punto situado en el infinito: la
poesía pura y el surrealismo. Con el surrealismo culminan las posibilidades de
la "imagen poética" , es decir las posibilidades que la poesía tiene
de estimular la producción de cosas visibles con los ojos cerrados; en la
poesía pura culmina la posibilidad de producir cosas "pensables" por
medio de la poesía. La poesía pura es el punto más alto, final de la poesía de
la inteligencia, como el surrealismo lo es de la sensación.
Esto
no es una casualidad; en especial si tenemos en cuenta las circunstancias
precisamente cronológicas. Los años veinte son, en toda su extensión, el campo
en que medra el surrealismo, pero en el orden crítico son también los años en
que se debate denodadamente una cuestión que había tenido sus orígenes en Poe,
sus expresiones más notables en Mallarmé (con todo propósito incluimos en el
Apéndice Documental algunas expresiones de esta tendencia) y su etapa polémica
a partir de la publicación de Charmes de Valéry, que dio lugar a las
expostulaciones por las que el Abate Bremond, en 1926, trató de demostrar ante
la Academia Francesa que, para que se cumpla la función de la poesía, no es, de
ninguna manera, necesario "entender" lo que el poema dice.
En el orden cronológico común de esos poetas
ocupa primer lugar Enrique González Rojo (1899-1939), no menos que en el valor
de su poesía, especialmente la que produjo en la última etapa de su vida que no
ha sido conocida más que a través de ediciones póstumas y por escasas
ilustraciones antológicas. Fue un poeta que manejó con maestría todas las
grandes innovaciones, como el verso libre sin perder ninguna habilidad para
emplear las formas tradicionales desde el "corrido" hasta la stanza.
Es, seguramente, el poeta mexicano que más evidentemente deriva de Valéry en
los aspectos formales, que son los menos interesantes en la medida en que son
tan perfectos. Se adscribe a la contemplación de la luz y del cristal,
categoría imposible del ideal poético, denodadamente perseguido desde su
germinación primigenia y término indefinible, último, al que se dirige. Veremos
claramente a donde va a dar esta corriente que se empecina por conocer o por
describir la luz, en el poema con que se cierra esta antología.
Bernardo Ortiz de Montellano (1899-1949)
representa dentro del grupo de los "contemporáneos" una instancia
especial. Es, en cierto modo, el primer exponente de una tradición poética que
podría llamarse mexicana. Su preocupación principal fue el sueño y éste como
expresión de la famosa hipálage: el sueño, mono imitador de la muerte. Su
"segundo sueño" tiene una estructura idéntica al "Primero"
de Sor Juana, que los alumnos no tardarán en descubrir si leen ambos poemas con
atención.
Carlos Pellicer (1899) es el poeta que no
dejará tenue huella en el espíritu del alumno extranjero, sobre todo si viene
de latitudes boreales o australes. Pellicer es, en el aspecto de su poesía
descriptiva una forma que como la de Ortiz de Montellano se remonta a Sor
Juana, la de Pellicer se remonta a la de Bernardo de Balbuena (1562-1627),
primer poeta que describió y elevó al ámbito de la poesía el paisaje de México,
es decir la descripción de algo nuevo. Las metáforas tradicionales para
describir la naturaleza no le bastaron a este poeta de exuberante sensualidad y
de vehemente panteísmo. En su libro Práctica de vuelo (1956) ha recogido su
experiencia religiosa que junto con su visión del paisaje de México y de
América constituye la parte más importante de su obra.
José Gorostiza (1901-1973) es de todo este
grupo el que en su acepción más amplia, es decir más profunda, merece el título
de poeta filosófico si es que esta denominación puede ilustrar en algo el
significado ultra-filosófico de la poesía. El sentido de su poema Muerte sin
fin ha sido explorado por muchos y las conjeturas van desde la explicación
dialéctica del mundo hasta la pluralidad de significado. Hay quienes, en nombre
de la "construcción poética pura" afirman que carece de significado y
que en ella fondo y forma son la misma cosa indistinta. El alumno podrá sacar
sus propias conclusiones después de hacer una lectura atenta del poema.
Encontrará, sin duda, que se trata de la descripción de un proceso en que las
partes que actúan son la inteligencia y la realidad, que está descrita en sí
misma como un proceso apocatástico en el que todas las cosas evolucionan hacia
sus orígenes... y "al origen fatal de sus orígenes", que es la
muerte.
Jaime Torres Bodet (1902-1974). Es, quizás,
de todos los "contemporáneos" el poeta en quien la tradición y la
novedad encuentra un equilibrio perfecto gracias a la extrema sencillez y
delicadeza de su introspección meditativa acerca de las cosas cotidianas que se
resuelve en composiciones de profunda y clara diafanidad. Casi toda su obra es
el recuento de su vida, transcrito a un ámbito del lenguaje poético en el que
las cosas simples se convierten en reflejo de las cosas complejas sin que
apenas nos demos cuenta de ello y como sin querer.
Jorge Cuesta (1903-1941) representa junto
con González Rojo y Gorostiza lo que podría llamarse el ala intelectualista de
los "Contemporáneos"; poetas que provenían de la tendencia fundada
por Valéry a partir de las premisas de Mallarmé. Como en el caso de Díaz Mirón
la leyenda de su vida abruma muchas veces la clara comprensión de su poesía,
pues pasa siempre por alto su condición profesional que, en resumidas cuentas
es la que priva sobre el espíritu de su obra maestra, el Canto a un dios
mineral. Cuesta fue químico de profesión y de no escasas inquietudes en ese
campo de la ciencia tanto como en el de la poesía, esa otra ciencia de la que
Valéry decía que era la más exacta de todas. El gran poema de Cuesta proclama
claramente esta preocupación fundamental; se trata de un poema acerca de los
estados y transformaciones de la materia inerte. El vocabulario alquimístico no
contribuye en pequeña medida a la construcción de este poema que concibe la
alquimia como lo que se ha revelado que realmente era: la ciencia de la
transformación simbólica de la materia, es decir de la química como ciencia de
los símbolos, una concepción que no dista mucho de las que se sustentan
actualmente en el aspecto teórico y matemático de todas las ciencias. La
lectura acuciosa de su poesía no tardará en revelar el fundamento de esta
aseveración.
En Xavier Villaurrutia (1903-1950) el
movimiento poético de los "Contemporáneos" obtiene su grado más
expresivo. Como en Torres Bodet entroncan en la obra de Villaurrutia a la vez
que una tradición que se remonta al período barroco de la poesía mexicana y su
conceptismo, la novedad de la imagen, pero sin fundirse, conservando cada una
de estas formas sus límites precisos dentro de la obra total de Villaurrutia
cuyo único denominador común es tal vez la preocupación, como en Ortiz de
Montellano, del sueño. Pero si para este poeta el soñar es una
"técnica" para ahondar en el misterio y descubrir lo impensado, para
Villaurrutia el sueño es una cosa desligada del soñador, una construcción que
se erige a sí misma por medio de imágenes que son, a su vez, el resultado de
una combinación verbal. La preeminencia de la sensación como valor poético y
del juego de palabras y la redundancia expresiva son, en la poesía de
Villaurrutia, la reminiscencia de la manera más consumada de López Velarde.
Salvador Novo (1904-1974) es el poeta de
este grupo de expresión más variada y de obra más rica; ésta abarca desde
poemas escritos a los once años en los que ya es claramente visible lo que
habría de ser uno de los caracteres más evidentes de su poesía: la ironía, que
será una de las constantes (o variables) más interesantes de la poesía mexicana
más reciente que fructifica en el género del epigrama, como veremos un poco más
adelante. Pero contra lo que se pudiera pensar en el sentido de que Novo ha
sido quien introdujo el humor y la sátira en el curso de nuestra poesía, como
consecuencia de su conocimiento de la poesía inglesa por conducto de la cual
pudo introducir un especial prosaisismo en la lengua española, no debe impedir
que advirtamos que Novo es esencialmente un poeta desencantado en quien la
ironía y la desilusión están dirigidos hacia la banalidad de la sociedad
contemporánea cuya vida ha sido el tema de su obra durante los últimos años.
Los alumnos extranjeros encontrarán en su poesía un reflejo bastante legible de
la frivolidad y de la estupidez que el poeta encuentra en casi todos los
grandes acontecimientos de nuestra historia reciente.
Con Gilberto Owen (1905-1952) se cierra el
ciclo de los "Contemporáneos". Su obra admite una distinción tajante:
la que por una parte pone su espíritu plenamente identificado con la vanguardia
de sus primeros años de poeta, en que priva muy claramente el espíritu del
surrealismo y la vanguardia, y la segunda, de la que son producto sus poemas de
mayor introspección meditativa en que a partir de los temas bíblicos consigue
algunas obras notables, como los poemas que componen el Libro de Ruth (1944).
Damos aquí algunas muestras de las dos maneras esenciales de este poeta, el más
joven de su grupo.
Y ahora una precisión cronológica para
definir los vagos límites de esta escuela o grupo poético: La revista
"Contemporáneos" que dio el nombre general de estos poetas se publicó
entre 1928 y 1931. Algunos de ellos se habían dado a conocer antes de la
iniciación de la publicación de esta revista. Después de 1931, los
"contemporáneos" siguieron rumbos diferentes y sus creaciones más
importantes no se dieron sino entre 1935 y 1945, cuando ya el grupo se había
vuelto legendario. Fuerza es tener en mente que la importancia fundamental de
este período de la poesía mexicana se caracteriza por la asimilación de ciertas
ideas -ideas de enorme importancia- en el desarrollo no de una entidad limitada
que la nacionalidad hubiera calificado como "la poesía mexicana",
sino que justamente por sus caracteres propios se inscribía ya plenamente
dentro del orden de la poesía universal. No se puede negar que la poesía de los
"Contemporáneos" representa el espíritu de nuestra poesía, si no en
su más alto grado de originalidad, sí en su diapasón más amplio de
universalidad y aliento cosmopolita.
Otros poetas medraron paralelamente a los
"Contemporáneos" en la arca Arcadia mexicana de los años treintas y
cuarentas. Algunos de ellos como Elías Nandino (1903) siguieron de cerca las
huellas de los "Contemporáneos"; otros, en quienes la poesía mexicana
ha conocido algunos grados de su mayor excelencia, fueron los poetas católicos
Alfonso Méndez Plancarte (1905-1955) de quien hemos incluido en esta antología
un prodigioso soneto bisílabo y Manuel Ponce (1913) de quien incluimos algunos
poemas sagrados de atrevidísima técnica. Sus "Misterios" son la
asimilación de la técnica del jaikú -que Tablada había introducido en 1918 a la
técnica de la poesía en español- a la poesía sacra o litúrgica. El bellísimo
poema Ojos de Cristo nos remite claramente a los orígenes de nuestro lenguaje
poético y al "Madrigal" de Cetina con el que se inicia la presente
antología.
Hemos incluido en el Apéndice Documental
algunos poemas de otras lenguas que consideramos que pueden esclarecer el
sentido general de la tendencia de la poesía mexicana durante el período que
vio el encuentro y la dispersión de los "Contemporáneos". Poetas
avocados a la pureza y a la autonomía del poema, fue quizás Paul Valéry su
paradigma. De él damos allí su famoso Le cimetiêre marin. De su maestro
Stephane Mallarmé damos la versión original de Le tombeau d'Egar Poe que los
alumnos podrán comparar con una excelente versión española debida a Jorge
Cuesta, en la sección correspondiente de este poeta. Asimismo damos en la
Sección Documental dos versiones contemporáneas del poema de Mallarmé al
inglés. Los alumnos extranjeros de esta lengua seguramente las encontrarán
esclarecedoras del sentido que universalmente ha cobrado la poesía a partir de
ese momento.
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