Sergio Ramírez sobre el despojo de su nacionalidad ordenado por las autoridades de Nicaragua: "Te pueden despellejar, pero tu país no te lo quitan ni aunque te dejen en carne viva"
Carlos Serrano (@carliserrano)
BBC News Mundo, 17 febrero 2023
En la madrugada del 16 de febrero, mientras dormía, el escritor Sergio Ramírez se enteró de que ya no era ciudadano nicaragüense.
Ramírez es una de las 94 personas que ese día perdieron "sus derechos ciudadanos de forma perpetua", según una sentencia de las autoridades judiciales de Nicaragua.
"Ordénese la pérdida de la nacionalidad nicaragüense de todos los acusados", sentenció el Tribunal de Apelaciones de la Circunscripción Managua.
Se les acusa de ser "traidores de la patria".
Una semana antes, el 9 de febrero, el gobierno de Daniel Ortega había liberado a 222 opositores que mantenía presos y la justicia los expulsó vía aérea a Estados Unidos. También a ellos se les retiró la nacionalidad.
Ramírez vive exiliado en Madrid luego de que en 2021 la fiscalía de Nicaragua dictara una orden de captura en su contra.
El escritor, que fue vicepresidente en el primer gobierno de Ortega entre 1985 y 1990, es hoy un acérrimo opositor.
Ramírez conversó con BBC Mundo sobre la sentencia del tribunal, y qué significa para él, para Nicaragua y para el gobierno de Ortega esta nueva medida que pesa en su contra.
¿Cómo te enteraste de que te habían quitado tu nacionalidad nicaragüense?
Por la diferencia horaria era de noche y yo estaba durmiendo. En un momento me levanté al baño y vi que el celular se iluminaba una y otra vez. Me pareció muy raro, así que encendí la lámpara y me puse los lentes para leer qué estaba pasando.
Entonces lo que pensé fue: aquí son las dos de la mañana, nadie sabe que yo estoy despierto, así que voy a aprovechar y voy a seguir durmiendo, no voy a despertar a mi mujer por esto.
¿Y lograste volver a dormirte?
Sí, me volví a dormir... Es que mira, aunque suene a lugar común, duermo con la conciencia tranquila.
Es decir, me entero de la barbarie de que me están quitando la nacionalidad, acusándome de traición a la patria. Eso es un delito que no existe, es un delito rocambolesco.
Recordemos que venimos de países donde nada está escrito, donde las leyes son reescritas cada día o borradas cada día, esa es una gran anomalía de nuestros países.
Imagínate ser desterrado por una ley que no existe, me aplican una ley que no existe. El destierro está prohibido en la Constitución de Nicaragua, está prohibdo por las convenciones internacionales. El destierro es un asunto medieval, es un asunto muy primitivo.
Y aún si existiera, las leyes, y eso lo aprendí en la escuela de Derecho, nunca tienen efecto retroactivo, no se puede inventar una ley y aplicarla hacia atrás. Eso es una garantía del derecho procesal y de los derechos individuales conquistada hace siglos.
Pero bueno, con Ortega estamos frente a alguien que tiene una capacidad de invención más poderosa que la mía que soy escritor. Es alguien que inventa leyes, disposiciones y que usa el arbitrio absoluto para castigar.
Si yo me pongo en la cabeza de un novelista, eso es súmamente atractivo, pero si me pongo en el pellejo del ciudadano es terrible.
Por la forma en la que hablas suena a que te lo tomas con cierto sarcasmo...
¿Y de qué otra manera puedo tomarlo? Que alguien saque sorpresas de un sombrero de mago, que saque medidas caprichosas que se le ocurren, esa ha sido nuestra historia.
Y como te digo, eso como escritor me parece muy atractivo, ya como ciudadano que alguien te diga que ya no tienes patria, sí es una sacudida.
¿Cómo te afecta todo esto?
En medio de las tormentas es esencial estar tranquilo. No es de ahora que me ha tocado navegar por aguas tempestuosas.
Durante la dictadura de Somoza fueron tiempos muy difíciles, tuve que vivir en el exilio. Recuerdo cuando tuve que abandonar a mi familia en Costa Rica para regresar a Nicaragua a la lucha. Mi vida clandestina en Nicaragua también fue difícil, era la zozobra, era la incertidumbre frente a la posibilidad de la muerte.
Hoy el exilio y la despatriación me encuentran ya en otra edad, cuando la meditación es posible y sustituye en muchos sentidos a la acción.
Yo a los 30 años era un hombre decidido a cambiar no solo Nicaragua, sino el mundo. Hoy me siento un poco a la orilla del camino, no porque no quiera unirme a la procesión, sino porque siento que mi deber es la reflexión crítica, pensar sobre mi vida pasada, pero también sobre el futuro de Nicaragua en la medida en que yo pueda ayudar a construir ese futuro desde el pensamiento.
Paso a paso tienes que ir asimilando ser víctima del sentimiento de absurdo.
He escuchado el enorme clamor que se ha levantado frente a esta medida, que no me ha tocado solo a mí, como ecos lejanos que no entiendes.
Creo que ese es un poco el sentido de la irrealidad que te golpea cuando se trata de acontecimientos imprevistos, pero poco a poco te vas haciendo cargo.
Es entrenamiento. En la vida tienes que entrenarte para tomar distancia del drama. Así como en la escritura, me gusta tomar distancia del drama, yo lo hago usando el humor, porque a mi la escritura dramática me molesta.
Has dicho que esta medida es un símbolo de debilidad de Ortega, ¿a qué te refieres?
Un régimen, por muy dictatorial que sea, se basa en consensos. Un régimen dictatorial utiliza la represión, obviamente, pero se basa en determinados consensos y yo creo que en Nicaragua el régimen ha perdido todos esos consensos.
Ahora solo le queda el arma de la represión. Eso me parece una muestra de gran debilidad.
Otra muestra de debilidad, que es muy obvia, es que los presidentes López Obrador de México y Alberto Fernández de Argentina, bien intencionados, le propusieron a Ortega un camino, un diálogo, un protocolo que llevara a la liberación de prisioneros.
Pero la reacción del régimen fue terrible, de insultos contra López Obrador y Fernández, que se supone que son sus alidados naturales, acusándolos de injerencistas.
Más tarde, el presidente Gustavo Petro, de Colombia, que también se supononía que es afín a Ortega, le propone lo mismo, con muy buena voluntad. Y Ortega vuelve a reaccionar con la misma virulencia. Eso generó una reacción muy dura de Petro contra Ortega.
Entonces, Ortega no les concedió los prisioneros a estos presidentes amigos, sino que se los concedió a Estados Unidos, que es el enemigo, según su discurso machacón de que EE.UU. es el enemigo imperialista irreconciliable.
Y Ortega le concede estos prisioneros aparentemente por nada, de manera unilateral. Esto es un acertijo político que habrá que desentrañar.
¿Qué implica toda esta situación para Nicaragua?
En este momento esta noticia está resonando en el mundo, estamos de hit parade.
Pero mi gran terror es que esos reflectores no tardan en apagarse y Nicaragua vuelve a pasar al olvido por parte de las cancillerías, de los medios...
Y no es que sea algo intencional, simplemente yo entiendo que en el mundo hay problemas mucho más agudos, más acuciantes.
La guerra de Ucrania, por ejemplo, es un factor permanente de distracción de los problemas de países pequeños que no son estratégicos.
Ahí viene el problema. Venezuela es un país estratégico para los intereses de las grandes potencias, pero Nicaragua no lo es, porque no tiene minerales estratégicos, no tiene tierras raras, no tiene petróleo, es una economía pequeña, marginal.
Y eso lleva a una gran contradicción, una contradicción terrible.
Mientras más gente sale de Nicaragua huyendo de la represión o de las condiciones terribles que se viven en el país, más se favorece el régimen.
El régimen ahora está recibidiendo USD$3.000 millones de remesas de la gente que ha huído hacia Estados Unidos, hacia Costa Rica, hacia Europa.
Entonces, a mayor cantidad de fugados, mayor cantidad de recursos recibe Ortega para mantener el mínimo de estabilidad que él necesita en el país.
Además, sigue contando con el favor generoso de instituciones como el Fondo Monetario Internacional, que alaba el desempeño económico y las finanzas de Ortega y lo anima a seguir por el camino que lleva.
¿Lo que dices es que para Ortega es un negocio expulsar gente de su país?
Sí, es un negocio. Como lo es para Venezuela, para Guatemala, para Cuba, para los regímenes represivos.
¿Por qué ahora hay un puente abierto de La Habana a Managua donde se ha suprimido el requisito de visa para los cubanos? Primero porque salen los cubanos y les cobran una fortuna por el pasaje aéreo a Nicaragua, por una compañía que controla Cuba.
En Managua los reciben sin visa y siguen su camino hacia el norte, miles. Y otros miles de nicaragüenses siguen ese mismo camino hacia el norte.
Entonces ya te digo, son USD$3.000 millones en divisas en favor del FMI.
Nicaragua ya debe más que su PIB.
Entonces esta es la forma en la que una economía pequeña puede funcionar sin que llame la atención en el mundo.
¿Qué esperas de la comunidad internacional?
Que no olvide. Que no olvide que Nicaragua vive un verdadero drama, que es un país pequeño, marginal.
Claro que hay dramas más grandes. El drama de Haití no tiene paralelo, por ejemplo. Haití se está deshaciendo a pedazos y nadie se acuerda tampoco.
Pero es eso, no olvidar que el drama de Nicaragua es un drama clavado en el corazón de Centroamérica.
Desde joven has luchado por tu país desde distintos frentes, y ahora llegas a esta edad exiliado, con cargos en tu contra y sin tu nacionalidad. ¿Ha valido la pena esa lucha?
Claro que sí. Uno no puede medir los resultados de un esfuerzo por lo que ha ocurrido hasta ahora, sino por los frutos que habrá en el futuro.
A mi me avergonzaría mucho ser un escritor al margen, sentado a la vera del camino, desatendido de lo que ocurre en mi país.
Yo entiendo muy bien que escritura y acción política son dos cosas distintas, pero no me veo como un escritor con las persianas cerradas. Yo soy fundamentalmente un escritor, pero un escritor con su ventana abierta.
Esa es la única manera en la que yo me entiendo, con respecto a Nicaragua y a donde yo pertenezco, que es América Latina.
¿Guardas la esperanza de poder volver a Nicaragua o te has resignado al exilio?
Estoy preparado para ambas cosas. Yo, como tantos que hemos sido forzados a salir, tenemos la esperanza del regreso a Nicaragua.
Y muchos son personas que han salido en circunstancias más dramáticas que la mía.
De estos 222 prisioneros que fueron desterrados a Estados Unidos a algunos los conozco, son mis amigos. Es gente muy relevante, verdaderos dirigentes honestos.
Yo creo que la dirigencia futura de Nicaragua estaba ahí en la cárcel. Pero también, la inmensa mayoría son muchachos sin nombre, gente para quienes esa fue la primera vez que se subía a un avión.
Son muchachos que llegaron a Estados Unidos sin hablar el idioma, sin conocer a nadie. Hubo organizaciones humanitarias que les buscaron hogares alternativos.
Entonces ese es el verdadero drama, gente verdaderamente desterrada de su país y entregada a condiciones muy duras.
¿A qué te estás dedicando últimamente?
Estoy dedicado a escribir. Estos días no he podido, pero todas las mañanas las dedico a escribir.
Aquí en Madrid me levanto un poco más tarde que en Nicaragua. En Nicaragua yo a las 7 ya estaba escribiendo, aquí a las 7 está oscuro. Además, me acuesto más tarde.
Pero organizo mi tiempo de manera bastante disciplinada. Escribo desde las 9 hasta las 2:30 de la tarde. Por las tardes me gusta caminar Madrid, es una ciudad encantadora para andarla a pie.
Y luego leo, tengo que leer mucho, es un vicio difícil de explicar. Leo hasta las 11 de la noche en el sillón, me voy a la cama, cambio de libro y sigo leyendo.
Para ti, ¿qué es ser nicaragüense?
El país es la memoria, los sentimientos, la infancia, mi pueblo natal, los volcanes, es lo que no me pueden quitar.
Quitarle el país a alguien es una cosa completamente absurda. Te pueden hasta despellejar, pero tú país no te lo quitan ni aunque te dejen en carne viva.
El país está bajo la piel, está en los huesos, en la sangre. Creo que ni siquiera si te quitan la vida te quitan el país.
Los papeles no tienen ninguna importancia. Pero sobre todo, quién te quita el papel, qué legitmidad tiene quien te quita el papel, eso es lo que me da mayor seguridad.
Entonces, ¿sigues siendo nicaragüense?
Claro que sí. Nacido el 5 de agosto de 1942 en Masatepe, departamento de Masaya, en una familia de músicos pobres.
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