Opinión de Mártinez García sobre el reportaje de Rodrigo Vera: Informe de la CEM al Vaticano: En los mexicanos prevalecen el miedo, la angustia, la desesperación, publicado en Proceso
La Iglesia católica se toma el pulso/Carlos Martínez García
La Jornada, miércoles 25 de enero de 2023 , p. 19
Una mirada interna certera clarifica la dimensión de los retos externos. Al tomarse el pulso la jerarquía de la Iglesia católica romana de nuestro país ha dejado, al menos en esta ocasión, de responsabilizar a otras instancias de sus debilidades y falta de pertinencia entre la población mexicana.
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) hizo llegar un documento al Sínodo Mundial de Obispos, el que tiene distintas fases consultivas y culminará en octubre del presente año con la asamblea de “los máximos representantes de la Iglesia reunidos en Roma”, anunció el cardenal Mario Grech. El diagnóstico de la CEM estuvo a cargo del obispo Ramón Castro, secretario general del organismo para el trienio 2021-24. El informe “es resultado de una amplia consulta realizada en las parroquias mexicanas durante 2021 y parte de 2022. Se consultó a los fieles, sacerdotes, religiosos para saber cómo perciben su Iglesia y qué proponen para mejorarla. La consulta se realizó en 75 de las 79 diócesis del país”, informa Rodrigo Vera en Proceso (8/1/23, pp. 47 y 48).*
El análisis eclesiástico describe el contexto nacional, en sus dimensiones social, política económica y cultural. Lo que me interesa resaltar es el resultado del ejercicio en cuanto a los retos que tiene la Iglesia católica y que describe como adversos a ella. Más que culpar a factores exógenos, claramente son identificadas realidades que tienen explicaciones por el ser y actuar de la Iglesia católica en territorio nacional. Se reconoce “el éxodo silencioso” de los católicos hacia otras opciones religiosas/valorativas. También sale a relucir la lejanía de la institución eclesiástica y sus representantes jerárquicos para con la realidad vivida por la población, de tal manera “que más bien parece haber dos historias que por momentos no se tocan: la eclesial y la civil. La mutua distancia nos empobrece a todos”.
Respecto del mencionado “éxodo silencioso” de la feligresía, la tendencia del mismo es claramente documentada por los censos de población. Entre 2000 y 2010 el catolicismo nacional declinó cuatro puntos porcentuales; pasó de 88 a 83. Fue la baja porcentual más pronunciada desde 1930. En 2020 disminuyó el porcentaje de quienes se identificaron como católicos: 77.7 por ciento. En dos décadas el catolicismo decreció poco más de 10 por ciento, ritmo de disminución que no había experimentado antes. La media nacional tiene extremos muy dispares, ya que, por ejemplo, en 2010 en Guanajuato prácticamente 94 por ciento de los censados respondió ser católico; en Chiapas lo hizo 58 por ciento. La diferencia es abismal: 36 puntos porcentuales, que nos hablan de dos realidades sociorreligiosas muy dispares, las cuales continuaron en el censo más reciente.
El documento de los obispos subraya que el catolicismo de los mexicanos es en gran parte nominal, pero que la identidad religiosa expresada verbalmente guarda escasa relación con la doctrina social de la Iglesia mayoritaria. En cierta medida lo anterior es resultante de una “pastoral de conservación”, enfatiza el diagnóstico, en lugar de caracterizarse por ser “una Iglesia de salida misionera, asumiendo los riesgos que esto conlleva”. El estudio señala el agudo clericalismo dominante en la jerarquía católica y los efectos del mismo en el alejamiento de la feligresía.
Las cifras de los censos de población de las últimas cuatro décadas indican la sostenida disminución del catolicismo. Tal realidad ha sido interpretada como aumento de la “descatolización” entre nosotros. Habría que matizar la expresión con investigaciones que muestran la independencia valorativa de la ciudadanía que se asume como católica y, sin embargo, no sigue las directrices éticas/morales de la institución religiosa a la que dice pertenecer. Incluso cuando el porcentaje de católicos rebasaba 90, otros indicadores señalaban que el catolicismo era más nominal que normativo en la vida cotidiana de los creyentes. ¿Se puede hablar de “descatolización” cuando en la práctica la mayoría tiene exigua relación con la Iglesia católica y, por tanto, vínculos muy débiles con las enseñanzas de la misma?
El futuro del catolicismo mexicano es ir disminuyendo. La intensidad dependerá de varios factores tanto de dentro como fuera de la institución. El horizonte se vislumbra como uno de mayor diversificación religiosa en el país. La movilidad confesional, el cambio de identidades en el terreno espiritual apunta al robustecimiento de opciones distintas a la representada por la Iglesia católica. De este panorama, se colige por el documento enviado al Sínodo Mundial de Obispos, es consciente la actual dirigencia de la CEM.
A diferencia de otros diagnósticos que priorizaban explicaciones conspirativas, en esta ocasión, creo, los obispos reconocieron las propias debilidades e hicieron un examen de conciencia para comprender los factores que desde adentro explican la crisis institucional.
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Informe de la CEM al Vaticano: En los mexicanos prevalecen el miedo, la angustia, la desesperación...
Reportaje publicado en el número 2410 de la edición impresa de la revista Proceso, en circulación desde el 8 de enero de 2023.
Por Rodrigo Vera, reportero..
Con base en una consulta a su feligresía en 75 de las 79 diócesis, la CEM elaboró un informe que muestra un panorama desolador del país: pobreza, violencia, “polarización política”… Y resalta los sentimientos que prevalecen en gran parte de los mexicanos: tristeza, miedo, angustia, desesperación. El informe –enviado al Vaticano– también asume yerros de la jerarquía católica y propone superar la “pastoral de conservación” para avanzar hacia una auténtica “Iglesia en salida misionera”.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En un informe enviado recientemente al Vaticano, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) rinde cuentas sobre la desoladora situación del país y la labor social que realiza para mejorarla, pero también hace una fuerte autocrítica en la que detalla las carencias y las “asignaturas pendientes” que todavía no ha podido concretar la Iglesia católica en México.
La pobreza, la violencia, la “polarización política”, la exclusión de los indígenas, el “éxodo silencioso” de los laicos de la Iglesia, el fuerte clericalismo que aún impera, la urgencia de revitalizar las celebraciones litúrgicas, la falta de colaboración entre las parroquias y la escasa promoción de la doctrina social de la Iglesia, son algunos de los problemas abordados en el informe.
Producto de una amplia consulta a la población católica y al clero, el reporte pinta de entrada el siguiente panorama desolador del país:
“Los espacios de escucha promovidos por la Iglesia a partir de la pandemia nos han ayudado a constatar la presencia generalizada de sentimientos de tristeza, soledad, desesperación, angustia, cansancio, depresión, incertidumbre, miedo, dolor, confusión y vulnerabilidad. Todo esto ha afectado de manera importante a las familias, a los niños, jóvenes y ancianos, sobre todo en zonas pobres que, por ser tales, se convierten casi naturalmente en expulsoras de jóvenes, de migrantes y de desempleados, donde crece la desolación.”
En el terreno político, el informe resalta la “polarización” provocada por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Dice sobre el punto: “El diálogo social a nivel nacional se ha complicado debido al clima de polarización política que ha provocado la comunicación gubernamental en los últimos años. Esta realidad no se ha percibido por todas las comunidades que, en muchos casos, también se han dividido y confrontado por opciones de política partidista”.
Pero a la Iglesia le ha “faltado fuerza” para afrontar estos problemas. Dice al respecto la CEM: “Ante las múltiples realidades de pobreza, sufrimiento y fracaso en que viven nuestros pueblos, reconocemos que hemos caminado también con temor y desaliento… es decir, que nos ha faltado fuerza en la acción, misma que nos da nuestro encuentro con Cristo Resucitado para acompañar a nuestro pueblo con esperanza y alegría, con mucha más confianza y también con osadía”.
El informe es resultado de una amplia consulta realizada en las parroquias mexicanas durante 2021 y parte de 2022. Se consultó a los fieles, sacerdotes, religiosos y religiosas para saber cómo perciben a su Iglesia y qué proponen para mejorarla. La consulta se realizó en 75 de las 79 diócesis del país.
Elaborado por la Secretaría General de la CEM, a cargo de monseñor Ramón Castro, el informe fue enviado después a Roma para dar a conocer allá la situación de la Iglesia mexicana, en el marco del actual Sínodo Mundial de Obispos, al que convocó el Papa Francisco.
Datos preocupantes
Sobre la relación de la Iglesia con la población mexicana, el informe reconoce que “algunas comunidades identificaron que la Iglesia no camina ‘codo a codo’, armonizando sus pasos con el resto del pueblo, con la sociedad en su conjunto, que más bien parece haber dos historias que por momentos no se tocan: la eclesial y la civil. La mutua distancia nos empobrece a todos”.
Y agrega: “Se percibe que algunos obispos estamos lejos de la feligresía, que los sacerdotes encuentran dificultades para confiar en sus laicos, que los rumores se hacen presentes y minan la fraternidad en la comunidad”.
Indica que “en un país con más de 7 millones de indígenas, nosotros, como pastores de la Iglesia, tenemos todavía algunas dificultades para escuchar su voz, para comprender de verdad su propia religiosidad hecha vida, sin atropellar su sensibilidad y sus ricas manifestaciones culturales, tan llenas de signos y semillas del verbo que debemos saber discernir y trabajar. Los esfuerzos al respecto son notables, pero parecen aún insuficientes”.
Reconoce también un distanciamiento de la Iglesia con el mundo de la cultura, dice sobre el punto el informe: “Ante la escasa participación en la consulta de científicos, artistas e intelectuales de México, incluso la ausencia de aquellos que se manifiestan abiertamente como católicos, nos hemos percatado que existe una distancia entre la vida pastoral con quienes generan opinión y cultura”.
Señala que todavía “se valora mucho la parroquia como principal espacio de vida cristiana, como lugar de encuentro y comunión que ayuda a superar el individualismo”. Pero pese a esto –prosigue–, “algunos bautizados no frecuentan ya la parroquia. Se percibe que la participación de fieles ha disminuido, que de su parte sólo existe interés para hacer súplicas a Dios ante las emergencias y las necesidades”.
Abundan los obispos en su informe: “Hemos escuchado poco o nada a los alejados, a niños, adolescentes, jóvenes, a personas en condición de calle, a homosexuales, mujeres violentadas, empresarios y políticos, comunicadores y profesionistas en general. Poco a poco, en un éxodo silencioso, éstos se alejan de la práctica sacramental, aunque se sigan autodesignando católicos en los censos poblacionales”.
De esta manera, señala el informe, la Iglesia ha mantenido una actitud conservadora en lugar de abrirse más a la sociedad con una postura realmente misionera. “Desde hace tiempo, vemos con mucha claridad la exigencia de superar la ‘pastoral de conservación’, para avanzar hacia una auténtica ‘Iglesia en salida misionera’, asumiendo los riesgos que esto conlleva”, dice.
Y “la escasa promoción de la Doctrina Social de la Iglesia” –asegura– ha convertido a los laicos “en creyentes no comprometidos con su realidad, cómplices de las estructuras de pecado, tibios en su participación y proclives a canalizar su compromiso ad intra de la Iglesia, como ‘ayudantes’ de la jerarquía. No más. En esto hemos sido condescendientes”.
Ni siquiera existe “solidaridad y colaboración entre parroquias vecinas territorialmente hablando, de tal forma que consoliden los esfuerzos evangelizadores y multipliquen los frutos”. Además, existe un “activismo que no da frutos”, el cual ha provocado un “extravío pastoral que nos impide ver, con claridad, hacia dónde vamos, y en muchos sacerdotes queda la sensación de que se hacen muchas cosas que no llevan a ninguna parte”.
Las fracturas
En México persiste también un acentuado “clericalismo” de parte de la jerarquía católica, el cual dificulta el “sano ejercicio de la autoridad” dentro de la Iglesia, “pues se confunde ‘autoridad’ con ‘poder’, ‘invitación’ con ‘imposición’, ‘servir’ con ‘servirse’”.
Añade: “En varias diócesis se percibe un sentimiento de frustración, sobre todo por parte de sacerdotes y también de los laicos, por la forma como se ejerce la autoridad; parece que sólo queda obedecer y callar, cosa que mata el espíritu, el entusiasmo y la creatividad”.
Indica que después de un “ejercicio de discernimiento” se llega el momento de “tomar decisiones”, pero éstas generalmente quedan “en las solas manos de la jerarquía”, por lo que “se hacen a un lado a sacerdotes, religiosas y laicos. Por eso no debe causar sorpresa que todos ellos no se sientan tomados en cuenta”. Estas “dinámicas” han provocado “fracturas” muy “difíciles de superar” dentro de las comunidades.
Para colmo, el informe señala que “todavía no hay plena conciencia de las bondades de la transparencia y la rendición de cuentas, como elementos que ayudan a corregir las malas prácticas. Culturalmente no ha entrado esa exigencia a nivel social y menos a nivel eclesial. Por ello, hoy todavía no se percibe la necesidad y la utilidad del accoutability (rendición de cuentas amplio y sustentado) en la Iglesia. En este punto las resistencias y justificaciones son muchas”.
El informe –que fue enviado a la Secretaría General del Sínodo de Obispos, en el Vaticano– dedica un apartado completo a las celebraciones religiosas que lleva a cabo la Iglesia en México, principalmente la eucaristía; un sacramento muy valorado que consiste en consagrar el pan y el vino (memorial de la muerte y resurrección de Jesús) para su distribución entre los fieles.
La eucaristía –recalca– “sigue siendo la celebración por antonomasia, pero se percibe, a la par, una pérdida de valoración de ella entre la misma feligresía”. Y lo atribuye en gran parte a que durante la pandemia de covid-19 “las celebraciones fueron virtuales (on line), y de entonces a la fecha se valora la presencialidad comunitaria como no esencial para la celebración”.
Pero en general, las celebraciones religiosas “requieren actualización en su pedagogía, contenido teológico, litúrgico y misional”, señala el informe.
Pone como ejemplo “la necesidad de cualificar las homilías de los sacerdotes, a fin de que sean de mayor profundidad y significativas para la vida, con mayor pertinencia al conectar la Palabra con la realidad y con la historia, de forma que se aproveche la oportunidad de hacer que la Palabra de Dios sea luz en el camino del pueblo”.
Agregan los obispos en su informe: “Reconocemos, también, que las fiestas patronales en las diócesis cuentan mucho, que los sacramentales tienen una valoración superlativa en muchas comunidades y que ciertamente se les aprovecha propedéuticamente. En todos ellos la centralidad de la Palabra de Dios se percibe como alimento, luz y fuerza. Pero, ciertamente, no es suficiente lo logrado a la fecha. Hay que trabajar más al respecto… vemos la urgencia de revitalizar nuestras celebraciones litúrgicas”.
“Mea Culpa”
Para lograr este propósito, “tendremos que revisar aspectos como los gestos, el lenguaje y los símbolos propios, la música y el canto litúrgico, es decir, los medios para que la grandeza del misterio que ahí se verifica sea percibido y valorado por la feligresía, sobre todo al momento de dirigirnos a las nuevas generaciones”.
Ni siquiera la tan arraigada devoción a la Virgen de Guadalupe –“el acontecimiento más importante que nos da identidad como nación”– ha sabido ser aprovechada por la Iglesia “como espacio de evangelización”, lo mismo otras manifestaciones de “piedad popular”. De manera que éstas son también “asignaturas pendientes” para la jerarquía.
El informe aborda igualmente el tema de la evangelización a través de las modernas redes sociales, las cuales –se lamenta– no funcionan para ese propósito. Y explica que las redes son “un espacio difícil de asir y asociar a la evangelización, dado que tienen características de gran cobertura numérica, pero con muy escasa profundidad humana y espiritual. Desde las redes sociales, el mensaje cristiano suele perder claridad y fuerza, suele quedarse debajo de una montaña de mensajes intrascendentes y pasan a ser parte de la masa ofrecida al consumismo mediático”.
Por tal motivo, estas “nuevas tecnologías” las utiliza la Iglesia solamente “para informar” sobre determinadas actividades, y “no para verdaderamente dialogar” con el pueblo, indica el reporte.
En resumen, los obispos mexicanos reconocen “que nos ha faltado apertura, humildad, confianza, cercanía, atención, calidez y, en una palabra, ‘espiritualidad para el diálogo’, pues no se trata sólo de una técnica o procedimiento, sino de una forma de ser y actuar. Definitivamente este ejercicio del Sínodo nos ha indicado que, como Iglesia, tenemos que mirar, acoger y acompañar a cada persona y grupo en su situación concreta, no en abstracto”.
Para enmendar todos estos “errores”, se proponen los obispos generar un “acercamiento” con jóvenes, ancianos, enfermos, migrantes, personas en situación de calle, ateos, políticos, empresarios “y hasta con delincuentes y miembros de organizaciones criminales, donde hay oscuridad y no se valora la vida”.
Lo mismo, entre otros objetivos, intentarán tener “vinculación con asociaciones e instituciones del ámbito social y cultural, de modo que la acción de la Iglesia no aparezca como una ‘realidad alterna’ al todo social”, concluye el informe.
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