Esperando a Trump/ Ana Palacio
El Mundo, Sábado, 20/Jul/2024
Salíamos de una semana densa y tensa para enfilar la que hoy termina, marcada por acontecimientos señeros. Culminada la cumbre OTAN, la Unión Europea acusaba las sacudidas del terremoto originado por las legislativas francesas, en tanto que Viktor Orban desconcertaba a los responsables comunitarios con su autoproclamada "misión de paz": una gira por Kyiv, Moscú, Pekín, Estados Unidos -una parada de pleitesía en Mar-a-Lago, cuartel general del aspirante-. Y el domingo mismo arrancaba el Tercer Pleno del XX Congreso Nacional del partido gobernante chino, mientras los distintos actores de nuestro destino calentaban motores de cara a la sesión del Parlamento en Estrasburgo de designación de regidores, destacando la muy esperada votación sobre un segundo mandato de Ursula von der Leyen al frente de la Comisión.
En ese hiato del sábado 13, saltó la noticia del atentado contra Donald Trump durante un mitin en Pensilvania, con una imagen no cabe más icónica: la bandera americana de fondo, el protagonista levantándose ensangrentado, puño en alto, gritando "Fight! Fight! Fight!" y el auditorio coreando enfervorecido "USA! USA!". El candidato pasaba de villano a mártir; para muchos, con ribetes heróicos añadidos. Un retorno que ya se perfilaba más probable que posible tras el primer debate electoral del pasado 27 de junio, se presenta a los ojos del mundo -salvo hecatombe interviniente- inexorable.
La Presidencia de los Estados Unidos es -sigue siendo- piedra angular del orden geopolítico y quien vaya a ocupar la Casa Blanca atrae el interés global cada cuatro años. Pero la contienda actual tiene características especiales; viene cualificada en el discurso sobre la -¿inminente?- retirada de Joe Biden de la carrera por razón de sus condiciones físicas, que -no nos engañemos- desbordan a su capacidad para seguir ejerciendo el cargo; y, mediatizando las más relevantes ecuaciones internacionales, el advenimiento de The Donald.
La semana pasada, la cobertura de la reunión de la Alianza Atlántica conmemorativa del 75 aniversario se centró, más que en los resultados de la misma, en valorar si Biden se redimía en la mirada pública. Poca atención recibieron los nuevos paquetes de ayuda a Ucrania o la próxima entrega de los cazas F-16 estadounidenses que tanto tiempo ha demandado el Presidente Zelenski. Y, aunque la declaración oficial de la tenida confortó las perspectivas del país en la organización -figura un "camino irreversible hacia la integración euroatlántica total, incluida la membresía OTAN"-, ello no fue suficiente para distraer el foco de EEUU. En palabras de un diplomático europeo participante (referido por la BBC), Trump "[se cernía] sobre cada conversación".
Esta sombra no ha hecho sino espesar con la Convención Nacional Republicana celebrada en Milwaukee, donde el expresidente recibió, el lunes, el espaldarazo oficial de un partido entregado. Notificó -con la fanfarria que le caracteriza- su designación para completar el ticket electoral, señalando a J.D. Vance, un senador joven -el "Barack Obama de la empobrecida clase obrera blanca"- que fue activo "never-Trump guy", ahora ganado al fanatismo MAGA (Make America Great Again). Como no deja de ser frecuente en estas mudanzas, el converso emula con rebose al maestro -en radicalismo aislacionista-. Sus críticas a Europa y la OTAN, se ceban en el prolongado respaldo militar a Kyiv: "America can't write blank checks indefinitely" ("América no puede emitir cheques en blanco indefinidamente"). Más allá del conflicto, resaltan sus opiniones proteccionistas, abogando por un incremento de aranceles en defensa a ultranza de la manufactura estadounidense, que presagian batallas transatlánticas en una segunda égida trumpiana, con implicaciones mayores para el comercio y la cooperación en seguridad.
Mientras, en Pekín tenía lugar un encuentro cuya trascendencia planetaria -en particular para Europa- queda suspendida al compás de espera del desenlace de noviembre. Se celebraba el Tercer Pleno del XX Comité Central del Partido Comunista de China (PCC), que tradicionalmente orienta el rumbo quinquenal de las políticas social y económica. A pesar de que los medios nacionales subrayaban que "haría época", el documento final -"Decisión sobre la profundización integral de la reforma y el avance de la modernización china"- es marcadamente continuista: confirma la centralidad del PCC ya expuesta en las primeras conclusiones -2013- de este colegio en era Xi. Parte de la apreciación de un entorno hostil, con trasfondo de rivalidad bipolar y agresiva contención protagonizada por Estados Unidos, atribuida a Occidente en general. El foco de la estrategia se mantendrá en los sectores punteros -transición energética y digital, con énfasis en inteligencia artificial-, reforzando la idea que son los campos de batalla que definirán la sociedad y los equilibrios de fuerza interestatales a los que el Imperio del Medio aspira. Consagra a las empresas de propiedad del Estado como agentes privilegiados, dejando una función ancilar al sector privado.
La maquinaria propagandística del régimen no dejó de aprovechar lo acontecido en EEUU para pregonar la superioridad de su sistema: según el Global Times, la "violencia indica que muchos ya no creen que los procesos democráticos puedan responder a sus preocupaciones". El pleno coincidió con la publicación de un crecimiento del PIB débil, por debajo de las expectativas, mientras las clases medias urbanas y los entes locales continúan acusando el impacto de la crisis inmobiliaria: muchas familias cayeron en la trampa de considerar el piso como "hucha", productiva por la subida de los precios; y los municipios han visto desaparecer los suculentas tasas que percibían. La realidad es que China se enfrenta a una economía que el consenso de analistas estima en peor forma de lo que aparenta; con un problema fundamental de morosidad de consumo interno, y paro juvenil que sigue estancado en torno al 25%. Exportar es, pues, una necesidad, no una opción; con un reverso alarmante de desindustrialización en países receptores. Esta secuela, con la que anda a vueltas Bruselas, empieza a despuntar igualmente en el "Sur Global".
La sombra del postulante a la Casa Blanca permea, asimismo, en Moscú. El portavoz del Kremlin afirmó que "después de numerosos intentos de sacar al candidato Trump del ámbito político -utilizando primero herramientas legales, los tribunales, fiscales, intentos de desacreditar y comprometer políticamente al candidato-, era obvio para todos los observadores externos que su vida estaba en peligro". El Ministerio de Asuntos Exteriores fue más allá, argumentando que la "disolución de los Estados Unidos ya no parece una profecía tan imposible". Los próximos meses, marcados por una administración Biden debilitada, crean una ventana de vulnerabilidad europea única. Los continuos ataques híbridos de Rusia en las fronteras continentales del este podrían escalar fácilmente, planteando un desafío significativo a una OTAN en la que no se palpa compromiso firme del actor clave, que repercutiría -con efectos difíciles de calibrar, pero sin duda graves- en la UE. Así, una victoria trumpiana en noviembre podría influir de manera impredecible en la desordenada imposición de una paz de perdedores a Ucrania, complicando un panorama geopolítico ya frágil.
Los recientes eventos en nuestro entorno más próximo resultan semejantemente tributarios de esta anómala atmósfera. La semana se ha caracterizado por señales claras de la endeblez institucional que nos aqueja. Por un lado, sobre los enredos deletéreos de Orbán liderando -pro tempore- el Consejo Europeo, las timoratas reacciones de los poderes bruselitas y las capitales ponen de relieve carencias del Tratado fundacional y la condición de "enfermo de Europa" que aflige a Estados miembro de peso. De otra parte, la sentencia del Tribunal General de la UE que anuló por "irregularidades" las decisiones del Ejecutivo en cuanto a contratos de adquisición de vacunas Pfizer en la pandemia -conocida el miércoles-, ha empañado la recta final de la trabajosa reconducción de Von der Leyen a la cabeza de la Comisión. Tras mucho regateo y chalaneo, el Parlamento dio luz verde holgada, que apenas esconde, sin embargo, el menoscabo de los centros neurálgicos del sistema y las contradicciones que socavan el funcionamiento de la Unión, y minan su proyección -su credibilidad- exterior.
De presente, la pareja que se perfila para dirigir los destinos de Estados Unidos, materializa la erosión -si no la destrucción- de la confianza que sustenta el cada vez más cuestionado Orden Basado en Reglas donde, por ende, las alianzas son más cruciales que nunca. Todas las señales apuntan a que el previsible inquilino de la Casa Blanca y su acólito ni comprenden ni valoran esta realidad. Toca, pues, salir al paso de esta amenaza que reverbera en las principales relaciones multilaterales que nos afectan. En compendio de la Presidenta de la Comisión en su discurso del jueves, "en un mundo lleno de adversidades, el destino de Europa depende de lo que hagamos ahora".
No nos quedemos pasivamente esperando a Trump.
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