8 oct 2008

Medina Mora en la UIA

Discruso del Procurador General de la República, Eduardo Medina Mora durante la 34 Semana de Economía, realizada en la Universidad Iberoamericana; 7 de octubre de 2008;
Muy buenos días a todos.
Muchas gracias a Paulina Ruiz Galindo por la presentación y por la invitación a esta Semana de Economía;
Saludo al Doctor Dr. Julián Barquín, Coordinador de la Licenciatura;
A mi gran amigo Don José Carreño Carlón, Coordinador del Programa de Comunicación, Derecho y Democracia;
A la Maestra Gabriela Warkentin de la Mora, Directora del Departamento de Comunicación;
Y al Doctor Alejandro Rodríguez Arana, Director del Departamento de Economía;
También a los titulares de las cátedras UNESCO que están aquí con nosotros en razón de que teníamos la intención de reunirnos también en el marco de este encuentro sobre diseño de una estrategia de proyecto en comunicación y gobernabilidad.
Me parece que el tema que vamos a abordar el día de hoy, empata muy bien para abordar ambos propósitos.
Me da de verdad muchísimo gusto estar con ustedes aquí en la Universidad Iberoamericana. Yo soy de esa especie en peligro de extinción, egresado de la UNAM, ya no hay muchos, por ejemplo en el gabinete del Gobierno Federal sólo somos dos, pero bueno sin duda con una experiencia universitaria muy rica y creo que sobre esa base podemos compartir visiones del mundo alrededor de estos temas tan importantes.
De manera que, insisto, agradezco la invitación a esta Trigésimo Cuarta Semana de Economía y para mí resulta muy satisfactorio comprobar el interés de los estudiantes de la Ibero para entender el entorno más allá de la enseñanza que obtienen de sus profesores.
Así, sin duda, lo revela el diálogo y el intercambio de impresiones y opiniones que propicia la Sociedad de Alumnos de Economía en este ya muy tradicional coloquio.
Me alegra también, desde luego como decía, la presencia de los académicos de la cátedra UNESCO, tanto los representantes en nuestro país, como quienes nos visitan de otros países de nuestro continente.
Además me es particularmente importante que en este foro donde el tema central es la economía. Resulta evidente, creo para todos, la importancia de la seguridad y la justicia para el desenvolvimiento de las actividades productivas. Particularmente en una coyuntura como la actual, como la que hemos vivido en las últimas dos semanas en la que este colapso de los mercados financieros pareciera quitarnos la certidumbre que teníamos alrededor del tema de la estabilidad y de la funcionalidad de los mercados financieros.
Sobre esta base, el Gobierno de la República, el Gobierno del Presidente Felipe Calderón tiene un compromiso indudable para ensanchar los espacios de la plena vigencia del Estado de Derecho, es decir, para abrir nuevas y mejores oportunidades al despliegue de las actividades productivas; Estado de Derecho, para abrir nuevas y mejores oportunidades, el empleo y el bienestar social.
Al final, el propósito de un Estado es ese, es la generación de condiciones sostenibles y crecientes de bienestar para los ciudadanos. Es el objetivo de toda política de Estado. Y para eso se requieren dos precondiciones. La primera, y la traigo a colación precisamente el día de hoy, es la estabilidad macroeconómica, un entorno que facilite el crecimiento de la economía, la generación de empleos, la recaudación fiscal, la toma de riesgos, la creación de riqueza para aplicar políticas públicas.
Hace 15 años, un poco menos, la discusión central se daba precisamente alrededor de la estabilidad macroeconómica, pensábamos que eso era algo absolutamente imposible de conseguir, teníamos una generación y mas, desde el año 76 hasta 97 quizá, donde vivimos una época de exabruptos macroeconómico sucesivos, que nos quitaba esa capacidad de poder generar certidumbre en la relación entre los agentes económicos.
Y pensábamos que eso era algo realmente imposible de conseguir; yo recuerdo que el Consejo Empresarial, en el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, hicimos muchísimos documentos, en los que incluso se planteaba si no deberíamos adoptar el dólar como moneda de curso legal o aplicar el esquema que había sido hasta ese momento exitoso en otros países, como la caja de conversión y pensábamos que este objetivo era imposible.
Sin embargo, hoy 15 años después, podemos decir, a pesar de la circunstancia tan compleja que se presenta en los mercados financieros internacionales, que la estabilidad macroeconómica es una realidad en nuestro país. Gracias a una combinación virtuosa entre una política fiscal responsable y una política monetaria consistente con la primera y la construcción de una institución autónoma de Estado que es el Banco de México, cuyo único propósito es garantizar la estabilidad de la moneda y sobre esa base, el elemento central de interacción entre los agentes económicos. Parecía entonces, algo imposible y fue algo que pudimos conquistar.
Del lado de la Seguridad; sin duda tenemos un enorme pendiente, una enorme deuda del Estado para con los ciudadanos pero estoy cierto que de la misma manera, podremos construir un entorno de seguridad, de certidumbre ciudadana que nos de acceso a esa precondición para ocuparnos de lo que es realmente importante en términos de política de Estado, que es la formación de capital humano, la formación de infraestructura, la remoción de todos los obstáculos que impiden el pleno despliegue del enorme capital productivo, del enorme potencial productivo que tiene nuestro país.
La seguridad tiene tres componentes básicos, tres vertientes: la primera es la seguridad pública, es decir la certidumbre que los ciudadanos podamos tener respecto de nuestra integridad física, de nuestra integridad patrimonial y al final nuestro derecho de vivir en paz, en tranquilidad con nuestras familias, en nuestras comunidades.
La seguridad jurídica, que tiene que ver con que en nuestra relación con cualquier autoridad pública nuestros derechos humanos y garantías individuales van a ser respetados sistemáticamente. Y además vamos a tener mecanismos efectivos para resolver conflictos por una vía institucional, para realizar, para hacer efectivas las promesas recíprocas que todos los ciudadanos y los agentes económicos conocemos y que nosotros los abogados llamamos contratos por una vía institucional.
Y desde luego, una dimensión adicional, que es la de Seguridad Nacional, que abarca a las otras dos que es la capacidad del Estado de defenderse a sí mismo. La capacidad de las instituciones democráticas para sostenerse como la regla de convivencia básica entre los ciudadanos en un país determinado. La integridad, estabilidad y permanencia del Estado es la materia de esto que llamamos Seguridad Nacional.
Hoy estamos, sin duda, enfrascados en una batalla por alcanzar la seguridad en estas tres vertientes; y tal como ocurrió, como decía hace un momento con la estabilidad macroeconómica en su momento, les aseguro que la guerra contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, de la que depende nuestra seguridad, la va a ganar el Estado, es decir, la va a ganar la autoridad y la sociedad juntos. De esto no tengo ninguna duda. No es una declaración de ingenuidad, tampoco es una declaración de buenos deseos, sino simplemente la certidumbre de cuales son los componentes, cual es la estrategia, cual es la secuencia con la que tiene que construirse esto.
Si sintetizáramos los pilares conceptuales de la estrategia de seguridad que el Gobierno del Presidente Felipe Calderón, podríamos señalar tres grandes esfuerzos: primero fortalecer al Estado, es obvio que la delincuencia organizada ha minado la fortaleza institucional de expresiones del Estado Mexicano sobretodo en su dimensión más próxima a los ciudadanos que son los municipios. Esa es una primera tarea.
La segunda tarea fundamental es construir ciudadanía y junto con esto, edificar una cultura de respeto a la ley que sea la norma cotidiana de convivencia entre los ciudadanos. Y tercero edificar una sólida cultura de rechazo social al consumo de drogas como un vector de gestación de delitos por una parte, de incertidumbre y de destrucción de capacidades, de convivencia, de tejido social.
Ahora es obvio para ustedes, estamos concentrados en esta primera parte del esfuerzo, es decir el fortalecimiento del Estado para poder hacer frente a la delincuencia organizada y al narcotráfico. Esta primera fase es la que ocupa la mayor parte de nuestro esfuerzo y hemos dado algunos pasos en las otras dos. Todavía, diría yo, incipientes pero hay que subrayar que esta primera fase no es, aunque así lo parezca la más compleja, es sin duda la más violenta, es la que genera más debates, dudas, temores y también adversarios.
La cobertura que los medios de comunicación hacen de esto, es reflejo precisamente de esta falta de consensos o de unanimidades alrededor de un tema, que ciertamente nos afecta y preocupa a todos.
Pero yo les puedo decir, insisto, sin ingenuidad y sin ser iluso con toda certidumbre, que la violencia que estamos viviendo no va a ser permanente. Con los cambios en las leyes, la reforma constitucional en materia de seguridad y justicia, el avance en la estrategia nacional contra el crimen organizado, el Estado va a terminar controlando territorios, recuperando policías locales, construyendo un poder coercitivo federal más grande y más efectivo, con mayor despliegue. Así como asegurando también una justicia más pronta y expedita a los ciudadanos. Con todo ello, los carteles, las organizaciones de narcotráfico se atomizarán y perderán poder financiero, perderán capacidad de intimidación y esto, sin duda, los va debilitar.
En este esfuerzo, que se realiza por parte del Estado Mexicano, que involucra a todos los órdenes de gobierno y que involucra también a los ciudadanos, puede haber, hay, retrasos, complicaciones, imperfecciones, a veces desacuerdos, costos humanos muy altos y situaciones críticas, pero no hay posibilidad de que perdamos esta primera batalla.
El Estado Mexicano está en plena capacidad de complicarle en extremo al crimen organizado la tarea de introducir, traficar y distribuir drogas en nuestro territorio. También, y sobre todo, la de quitarle a estos grupos el poder económico, el poder de fuego y el poder de intimidación que les permite reproducir y sostener su modelo criminal, dañar, en algunos sentidos destruir instituciones, secuestrar comunidades y lo que hace es arrebatarnos el derecho a vivir en paz y en tranquilidad con nuestras familias en nuestras comunidades.
Sin embargo, aún ganando esta batalla, los retos más importantes se van a presentar cuando, habiendo limpiado la superficie, nos encontremos con las raíces del problema.
No son pocos los mexicanos que durante muchos, demasiados años han visto asociadas sus posibilidades de progreso con los derivados financieros directos o indirectos que dejan en sus comunidades los carteles y la economía de la droga. Durante años se pensó que esta actividad no era una amenaza y, por razones que van desde la ingenuidad hasta la complicidad, se aceptó convivir con los delincuentes.
El resultado es que ahora el narcotráfico es el centro de gravedad de toda la cadena delictiva, primero porque al cooptar policías y autoridades deja a la sociedad en muchos sentidos indefensa y, segundo, porque bajo su sombra crecen la extorsión, el secuestro, el homicidio y muchos otros delitos.
La descomposición que nuestro país ha experimentado en estos años, ha llevado a un aumento de la violencia en todos los carteles mexicanos de la droga, y nos ha enfrentado con una realidad que pone en evidencia los graves daños que el crimen organizado ha dejado, y lo complejo que será el construir la infraestructura moral en los que esta actividad se ha asentado.
En 2007, por ejemplo, en Culiacán se realizó una encuesta entre estudiantes de nivel medio, y se descubrió que la principal aspiración de los jóvenes no era concluir sus estudios, tener una oportunidad de empleo productivo, construir una familia, sino tener una camioneta nueva, ropa lujosa, joyas y dinero. Los chicos de muchas de nuestras comunidades identifican, no es una exageración, el ser “mafioso” como una aspiración válida de vida hacia delante. Es traer todo el gozo a valor presente.
Para resolver este problema, que es el verdadero problema detrás de este problema o esta circunstancia de incertidumbre, tenemos que abordarlo desde una perspectiva integral. La seguridad es normalmente vista desde dos puntos de vista opuestos: uno es la visión punitiva y el otro es el que asocia todos los problemas delictivos con la pobreza. El primero pretende volver culpables sólo a los delincuentes y el segundo al modelo económico y político.
La pobreza hay que subrayarlo es un horrible caldo de cultivo, no hay nada bueno que pueda surgir de la pobreza, pero hay que distinguir entre el fenómeno de la pobreza y su correlación estadística con la incidencia delictiva.
Ambas visiones son sin duda simplistas. La primera ha dado lugar a lo que algunos han llamado “populismo punitivo” y la segunda es uno de los componentes del populismo económico. Paradójicamente, ambas visiones corren el riesgo de multiplicar el fenómeno delictivo, una como resultado del exceso de fuerza y la otra como resultado de la subvaloración del problema.
Al narcotráfico no lo provoca la pobreza, sino la existencia de una potente economía criminal capaz de competir con empleos formales bien remunerados. Es falso que los pobres sean delincuentes potenciales. El gobierno de Venezuela, por ejemplo, ha puesto en marcha políticas sociales muy ambiciosas basadas en los enormes ingresos que han tenido del petróleo, y paradójica y lamentablemente, la delincuencia ha crecido casi en proporción con la inversión social. Recientemente se publicaba que la ciudad más insegura del hemisferio, del Continente se llama Caracas.
Por otra parte, en Guatemala, Honduras y El Salvador, en donde se han aplicado planes llamados de “mano dura”; el delito se multiplicó en proporción a la fuerza que se aplicó para reprimirlo.
En realidad, el delito aumenta cuando una gran parte de los ciudadanos dejan de tener sentimientos de culpa por violar la ley, y cuando el resto pierde la capacidad de indignación. Por lo tanto, sin un cambio cultural en los ciudadanos, no hay, no habrá seguridad posible.
Cuando se habla de provocar cambios culturales, se suele pensar que esto es imposible o que esto es algo de tan largo plazo que es mejor no tomarlo en serio. Sin embargo, las experiencias más graves y prolongadas de inseguridad, como en los casos de Italia y Colombia, no empezaron a resolverse realmente hasta que el tema cultural y ciudadano fue tomado en serio. En esos países los resultados llegaron curiosamente más temprano de lo esperado cuando se tomó esta aproximación.
Por todo ello, la amenaza sólo puede ser enfrentada con éxito si al primer paso que ha dado el gobierno mexicano se suma la sociedad con su propio esfuerzo, para abrir paso a una cultura de participación y fortalecimiento diario de los valores de la legalidad. El verdadero reto es transformar a México edificando un país de ciudadanos responsables.
En una condición democrática como la nuestra los ciudadanos son los pilares de la estabilidad y el progreso. Ciudadanía es, entre otras cosas, una relación entre el individuo y el Estado en la que ambos están unidos por derechos y responsabilidades recíprocas.
El Estado debe contar con un conjunto de instituciones responsables y, entre éstas, aquéllas que se encargan de brindar seguridad y procurar justicia resultan desde luego fundamentales.
Los ciudadanos, por su parte, deben, debemos tener un sentido de lealtad hacia su Estado y una cultura de la legalidad, que no es otra cosa que la creencia compartida de que cada persona tiene la responsabilidad de ayudar a construir y mantener a su sociedad dentro del Estado de Derecho.
En este sentido, todos debemos participar en la tarea de restablecer los procesos de socialización e interacción comunitaria que nos garanticen una vida en sociedad más integrada y más sana.
Y cuando digo esto no me refiero a cuestiones abstractas, sino a tareas y actividades que todos podemos realizar, entre ellas. Cito algunas:
- Respetar la ley y las normas de convivencia para que la corrupción y lo ilícito no se vean como algo normal, legítimo o incluso valioso;
- Denunciar los delitos para que la autoridad tenga información creciente y confiable para combatir el crimen; la ciudadanía es la mejor y más eficaz red de inteligencia: y tenemos que ponerla a funcionar;
- Obtener y difundir información sobre el tema de drogas;
- Conocer a nuestros vecinos y ayudarnos, generar un sentido de identificación y solidaridad comunitaria;
- Cuidar y ocupar nuestros espacios públicos, plazas, parques, bibliotecas y calles, para que la delincuencia no sienta que la sociedad está ausente. Aquí, hay que subrayarlo, la delincuencia nunca se distribuye geográfica en el territorio de una manera homogénea. Siempre es mucho mas intensa en los vacíos físicos geográficos que los ciudadanos dejamos;
- Ser solidarios y socialmente responsables;
- Hacernos presentes y partícipes en la vida de nuestra comunidad, para reafirmarnos como ciudadanos exigentes y comprometidos.
Si queremos una sociedad segura, tranquila y armónica tenemos que comprometernos con ella y actuar en consecuencia. En la medida en que prevalezca el interés común sobre el interés individual; en la medida en que cada mexicano participe activamente en nuestra vida social, en esa misma medida se fortalecerán las instituciones y la seguridad.
Uno de los riesgos más graves que enfrentamos es la proliferación del tráfico y el consumo de drogas en nuestro país. México está pasando de ser un país eminentemente de tránsito en el trasiego de drogas hacia el mercado más importante del mundo, los Estados Unidos, a ser un país consumidor, con altos índices de crecimiento en el consumo.
Hace unas semanas se presentó un adelanto de la Quinta Encuesta Nacional de Adicciones que realizó la Secretaría de Salud. Y los resultados creo hablan por sí mismos: el consumo de drogas en nuestro país ha crecido prácticamente 30 por ciento en seis años y se consideran obviamente todas las drogas en conjunto. Pero en el mismo periodo, el consumo entre las mujeres se duplicó. El número de adictos crónicos se incrementó 51 por ciento.
Si bien la marihuana sigue siendo la droga más utilizada, preocupa muchísimo el incremento del consumo de cocaína, que pasó de 1.3 a 2.5 por ciento en la población entre 2002 y 2008, quiere decir que mas que se duplicó en esos seis años. Lo más doloroso es que el sector de la población donde crece con mayor velocidad el consumo es el que tiene entre 12 y 17 años de edad. La encuesta reveló que este grupo de población tiene 68 veces más probabilidad de usar mariguana cuando está expuesto a la oportunidad, que aquellos que ya alcanzaron la mayoría de edad.
Los niños y adolescentes tienen 4.4 veces más posibilidad de consumir drogas si su padre las consume; 4.6 veces más, si el consumidor es su hermano y 10.4 veces más cuando se trata del mejor amigo. Al final el vector de transmisión del consumo de drogas son los pares, y esto es algo que debemos tener muy presente para poder diseñar estrategias de prevención al consumo de drogas.
Además, existe una correlación estadística directa entre adicciones y delito. Los delitos más graves y violentos están asociados a mayores grados de adicción. La misma encuesta señala, por ejemplo, que de los 7,230 jóvenes que fueron detenidos el año pasado acusados de crímenes, estoy hablando de menos infractores, 50% admitió consumir drogas de manera habitual, y 1,179 estaban bajo el efecto de algún enervante al momento de delinquir. El 80% de los jóvenes infractores que han sido detenidos por segunda vez son adictos.
Al final, la conclusión nos salta a la vista: el problema del narcomenudeo y de las adicciones pone en riesgo el futuro del país: es un generador de violencia, un generador delito y de desintegración familiar.
Atender este problema es, sin duda, una de las tareas más apremiantes que tenemos como sociedad. El gobierno está dando pasos importantes en este sentido, pero es indispensable que los ciudadanos tomemos con mucha seriedad este asunto, y nos convirtamos en combatientes de tiempo completo en esta cruzada contra el consumo de drogas.
Quisiera platearles un panorama menos complejo, pero la verdad es que enfrentamos una expansión de consumo y de diversificación del tipo de drogas, sin que existan contenciones suficientemente fuertes en el orden moral y en el orden cultural.
De hecho, los poderosos son los mecanismos de estímulo al consumo, toda vez que en nuestra sociedad, y en muchas otras, parece haber una coincidencia en partes importantes de muy diversos grupos sociales -desde los llamados bohemios, hasta el mundo artístico y de algunos medios de comunicación, pasando por miembros de la élite económica, e incluso, política del país- en torno a la tolerancia frente al consumo, que se convierte en un mal ejemplo para muchos de nuestros jóvenes que están apenas en las fases experimentales de la vida.
No hace falta decirles lo mucho que pueden hacer todos ustedes para desalentar el consumo de drogas, comenzando obviamente por el propio ejemplo.
Muchos consumidores piensan que simplemente tienen un momento de goce que no hace daño a nadie. Si embargo, detrás de cada consumo, detrás de cada cigarrillo de marihuana o detrás de cada línea de cocaína hay, probablemente, un policía muerto, un ciudadano atemorizado o un pedazo de bosque destruido.
Todos tenemos una responsabilidad con la sociedad en la que vivimos y debemos entender que consumir drogas no es, solamente, una decisión que daña nuestro organismo y nuestras relaciones personales: en la actualidad los policías mueren, los narcotraficantes se matan entre ellos y algunos poderes locales son destruidos, cooptados, privatizados, todo para asegurarle la diversión a un reducido grupo de consumidores.
Si se extiende una cultura del rechazo, y socialmente se entiende por qué el consumo de drogas no es deseable, también se generarán mecanismos sociales autónomos para corregir y tratar el problema. La responsabilidad es, en buena medida, de ustedes, los jóvenes que pueden influenciar a otros para construir una defensa común contra de este mal.
Ustedes tiene que lograr que en sus grupos de amigos lo “inn”, lo “cool” sea estar libres de drogas y no lo contrario; reconocerse como jóvenes solidarios e informados, capaces de protegerse y proteger a quienes están cerca de ustedes; integrar grupos para quienes caer en las drogas no sea una opción, y en los cuales se asuma que si cae uno, sería como si cayeran todos. Es decir grupos de complicidad activa detrás del objetivo de no caer en el consumo de drogas.
En fin, ustedes mismos, con su imaginación e inventiva, y sobre todo con su enorme cariño por México, sabrán lo que mejor pueden hacer para potenciar el esfuerzo por un país sin drogas, sin violencia, con un Estado de Derecho auténticamente democrático y fortalecido, capaz de respaldar el anhelo de los mexicanos por una economía de crecimiento, donde cada persona, cada familia, cada comunidad, encuentren condiciones para vivir mejor.
El Gobierno ha tomado en serio el reto de lograr la tranquilidad y la paz en nuestras comunidades, este es el compromiso del Presidente Felipe Calderón, pero para que esas metas lleguen a ser valores permanentes, para transformar verdaderamente a nuestro México, estamos convencidos de que necesitamos también transformarnos a nosotros mismos, los mexicanos.
Muchas gracias.

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