Amenaza terrorista y ciudades autoprotegidas/Raúl César Cancio Fernández, Académico Correspondiente Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Doctor en Derecho y Letrado del Tribunal Supremo
Observatorio PSyD, Lunes, 08/May/2017
En el año 2007, por primera vez en la historia de la humanidad, la población de las áreas urbanas superó a la de las zonas rurales. Según datos de las Naciones Unidas, cada semana aproximadamente tres millones de personas en todo el mundo se trasladan a una ciudad. En 1950, menos de una de cada tres personas vivía en áreas urbanas; de hecho, el mundo contaba solamente con dos de las llamadas «mega ciudades» con más de diez millones de habitantes: Nueva York y Tokio. Hoy existen veinte y ocho y dentro de quince años, se estima que habrá sesenta y tres ciudades de entre cinco y diez millones de habitantes, 558 de entre uno y cinco millones y 731 entre 500.000 personas y un millón.
Atentados terroristas como los acaecidos en Nueva York, Madrid, Londres, París o Estambul; fenómenos críticos como el síndrome respiratorio agudo grave de Hong Kong o el virus del ébola de Madrid; desastres naturales como los huracanes Katrina y Sandy, los efectos del accidente nuclear de Fukushima, la gestión diaria de ciudades radicadas sobre la Falla de San Andrés o la radicación de megaciudades en regiones costeras y, por ende, directamente amenazadas por los efectos del cambio climático sobre el nivel del mar -Nueva York, Tokio, El Cairo, Río de Janeiro, Manila, Mumbai o Daca- o, sin ánimo de exhaustividad, episodios convivenciales en ciudades con más de veinte etnias entre sus vecinos, han evidenciado la solvencia de las grandes ciudades para enfrentarse a peligros y cuestiones de seguridad globales. Retos que desde hace siglos estaban reservados exclusivamente a la soberanía de los gobiernos centrales de cada Estado-nación, hogaño son manejados por estas megaurbes cuyas autoridades municipales absorben cada vez un mayor número de competencias que escapan ya del tradicional y reducido ámbito local, participando de manera cada vez más directa en cuestiones relacionadas con la seguridad y la geopolítica a nivel mundial.
Quizá el ejemplo paradigmático de la asunción de este tipo de atribuciones sea el de la arrogación competencial en materia de seguridad. Si se pregunta de qué nacionalidad es la unidad antiterrorista con información más solvente, más preparada técnica y presupuestariamente y con mejores capacidades de respuesta en este momento, es muy probable que la respuesta fuese estadounidense, israelita, británica, francesa o incluso rusa. En rigor, es norteamericana, como era de prever, pero por neoyorquina, no por federal. En efecto, la muy municipal NYPD IntelligenceDivision&Counter-Terrorism Bureau, con presencia en más de una docena países, es probablemente la mejor equipada y preparada unidad antiterrorista del mundo y, consecuentemente, por encima de la de muchos estados-nación.
Tras los atentados del 11-S, Michael Bloomberg, el alcalde de Nueva York (NYC)elegido enenero de 2002, nombró como PoliceCommissioner a Raymond W. Kelly-coronel del Cuerpo de Marines, veterano de Vietnam y con más de cuarenta años de experiencia en el Departamento de Policía de Nueva York (NYPD)- con un mandato inequívoco: que nunca más se repitiera en la ciudad un ataque terrorista como aquel. Para ello, Kelly reclutó a David Cohen, ex subdirector de Operaciones de la CIA, para dirigir la División de Inteligencia [IntelligenceDivision]y a Michael Sheehan, ex jefe del Departamento de Estado de Contraterrorismo, para coordinar la nueva oficina antiterrorista [Counterterrorism Bureau], asignando nada menos que mil efectivos a sendas unidades.
Cada día, los agentes de la Oficina de Lucha Antiterrorista analizan las amenazas a nivel global para, en coordinación con el Critical Response Command(CRC) y el Strategic Response Group (SRG), determinar cuántos agentes deben desplegarse y dónde, así como evaluar los riesgos y desarrollar los planes de protección de lugares estratégicos de la ciudad, merced al trabajo de la Sección de Protección de Infraestructura de Reducción de Amenazas (TRIPS), que identifica los puntos críticos de instalaciones en toda la ciudad y desarrolla estrategias de protección para ellas; del Equipo Marítimo, responsable de investigar y desarrollar sistemas y programas para aumentar la seguridad portuaria, empleando los exclusivos equipos TRACS o de la Sección de Productos Químicos, Biológicos, Radiológicos, Nucleares y Explosivos (CBRNE), encargada de investigar y probar tecnologías encaminadas a detectar y combatir armas químicas, biológicas, radiológicas, nucleares y explosivas.
Junto a ellos, la verdadera materia gris de los esfuerzos antiterroristas en la Gran Manzana recae en la División de Inteligencia creada por David Cohen. De dedicarse fundamentalmente al ámbito de los narcóticos y crímenes violentos, y ejercer más de lo que sería deseable como«servicio de escolta», la división dedica ahora el noventa y cinco por ciento de su tiempo a investigaciones relacionadas con el terrorismo, merced a sus más de veinte analistas de inteligencia civil, reclutados en Columbia, Cornell o Harvard; sus setenta y seis oficiales de inteligencia de campo, cada uno responsable de su correspondiente distrito policial, donde se verifican individuos, crímenes y detenciones que podrían tener vínculos con actividades terroristas; su Unidad de Inteligencia Cibernética, que peina escrupulosamente las redes sociales en busca de cualquier indicio sospechoso; de su fundamental programa de Inteligencia Penitenciaria en la Isla de Rikerso, finalmente, de los agentes del conocido como «Core Collection», quienes desarrollan, instruyen y coordinan la tupida red de informantes confidenciales y agentes encubiertos, un grupo de más de ochocientos individuos particularmente adiestrados en la lengua albanesa, árabe, bengalí, farsi, pashto, turca y urdu. Añádase a ello, la importantísima financiación prestada porla Fundación de la Policía, que permite destacar a oficiales de enlace en extranjero para trabajar junto a los departamentos de policía en algunas de las ciudades más frecuentemente atacadas por el terrorismo.
En materia de coordinación antiterrorista, deben destacarse diferentes iniciativas al respecto: la Operation Shield [Operación Escudo], un programa destinado a compartir información sensible con empresas del sector privado de todo el mundo; en segundo lugar, el «centro de fusión» de Nueva York, el primero en su género, que reúne a especialistas en contraterrorismo de aproximadamente cuarenta agencias locales, estatales y federales, entre las que se incluye, desde luego, las numerosas agencias que operan el sistema de transporte público de la ciudad, con sus 6,5 millones de pasajeros diarios –en el mes de marzo de 2007, hubo veintidós amenazas de bomba en el metro- ; la Operation Sentry [Operación Centinela], el discreto pero firme propósito del NYPD de articular redes de información y alerta temprana en un radio de 200 millas de la ciudad, no en vano, los ataques del 11-S no se generaron en NYC, sino a cientos de millas de distancia; el específico plan de Seguridad del Bajo Manhattan (LMSI), proyecto de vigilancia en red diseñado para detectar amenazas preoperacionales al sur de Canal Street, o finalmente, el Joint Terrorist Task Force(JTTF), merced al cual detectives del NYPD y agentes especiales de la oficina del FBI en NYC –la más importante del país- actúan conjuntamente en la lucha antiterrorista. No obstante, esta extraordinaria capacidad de autogestión, ha generado severos roces con la agencia federal, que ha reprochado al NYPD su reactividad a compartir información sensible.
Nueva York es, como decíamos, la vanguardia de esta inversión competencial. Pero no la única. Londres [S015], París [P-BRI] o Moscú [33rd OSN Peresvet] son ya, de facto, insularidades en materia de lucha antiterrorista. Confiemos que Madrid no se quede atrás en esta «Liga de Ciudades Autoprotegidas».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario