24 mar 2019

Tauromaquia, camino de vida/ Enrique Ponce

El toreo es el arte entre las artes, porque arte es toda actividad humana que, llevada a su máximo grado de excelencia, transmite emociones, incomprensibles para el intelecto del ser humano..."
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Tauromaquia, camino de vida/ Enrique Ponce es matador de toros.
ABC, Sábado, 23/Mar/2019
Mi compromiso con la Fiesta de los toros es absoluto, como corresponde a un matador que ha tenido la fortuna de poder ejercer el toreo en toda su extensión y plenitud, durante tantos años, en todos los países de la tradición común. Siento que jamás haré lo suficiente para devolver a la Fiesta lo que la Fiesta me ha dado desde que, siendo un niño, de la mano de mi abuelo Leandro, me introduje en este mundo increíble.
El toreo no pertenece a nadie, ni a nada, no tiene afiliaciones de ningún tipo: es un bien cultural que recibimos de nuestros mayores y que tenemos la obligación de disfrutarlo y legarlo a las nuevas generaciones en las mejores condiciones posibles.

Creo que no estamos en una época de cambio, no nos confundamos: estamos ante un cambio de época, algo que es distinto y más vertiginoso. Hoy en día, se está poniendo en cuestión la esencia de los valores del ser humano. Todo está en entredicho y todo tiene que volver a encontrar su espacio: la cultura, la sociedad, la religión, el deporte, la música, las relaciones entre las personas, las relaciones con los hijos… Todo está en movimiento, buscando espacios por donde anclar valores nuevos. Eso no lo comprenden unas minorías bisagra que manipulan la verdad para llegar a la perversidad de una realidad imaginaria y revanchista. Incluso se permiten la osadía de pedir un referéndum para jugar con nuestra cultura. Pero la cultura de un pueblo no se decide con unas cuantas papeletas, en una urna. Las culturas nacen y crecen; si tienen que desaparecer, lo harán por sí solas, en el tiempo.
La Tauromaquia, por supuesto, tendrá que buscar su espacio, su nuevo sitio dentro del nuevo orden de cosas y valores que se vienen observando; tendrá que evolucionar y adaptarse. Ya no es tiempo de esconder la cabeza debajo del ala, ni de quejarse de los insultos de los que están en contra de la Fiesta. Me niego a llamarlos animalistas, porque no lo son; o, si lo son, no lo son más que cualquiera de nosotros. ¡Animalistas somos todos los que criamos y amamos a los animales!
Yo diría que son personas con un cierto desequilibrio empático, que tienden a comportarse, con un animal, igual que con un ser humano; incluso, en ocasiones, se portan mejor con el animal. Es un desequilibrio emocional evidente situar en un mismo plano al animal y al hombre. Gran parte de la sociedad empieza a admitir nuestro discurso como totalmente válido, dentro de un contexto humanista actual. Ése es nuestro camino: ganar la batalla ética y moral de la calle. ¡Lucharemos por nuestros derechos! ¡Es preferible que nos roben el dinero a que nos roben nuestra cultura!
Queremos hacernos oír por la sociedad, por los aficionados, y, así, otorgarles argumentos para reforzar su apuesta por el toreo, como afición generadora de sentimientos emocionales. El aficionado no va a los toros a disfrutar, va a emocionarse; del mismo modo, el toreo no es un hobby: es una forma de vida, una manera de entender el arte y de emocionarse.
Debemos intentar abrir nuevos caminos, que no alteren la esencia de la ortodoxia taurina sino que aporten otro contenido emocional a la corrida. Eso es lo que intenté en su día con «Crisol»: llevar al ruedo de la Malagueta un sueño, en el que se fusionara el toreo con otras artes, para aportar un mayor contenido emocional a un espectáculo que, ya de por sí, está compuesto de emociones muy densas. No debemos permitir que vacíen de contenido emocional la Tauromaquia: es la emoción la que otorga carta de naturaleza, sentido y coherencia a cualquier actividad humana.
El toreo es el arte entre las artes, porque arte es toda actividad humana que, llevada a su máximo grado de excelencia, transmite emociones, incomprensibles para el intelecto del ser humano. La emoción, en el toreo, como en la vida, puede llegar desde distintos aspectos, ángulos y formas. He vivido la emoción desde el temor, el miedo al peligro del toro «pregonao». No hay comparación con los «¡olés!» que fluyen desde la emoción que genera la belleza, la sutileza de movimientos, la elegancia en las formas, la entrega apasionada, desde el interior, la torería equilibrada, bajo la presión de un toro bravo. El «¡olé!» de la belleza nace de lo más profundo del ser humano: el alma.
Persigo el toreo que nace de dentro y que llego a exteriorizar, con capote, muleta y espada, desde la yema de los dedos, para no perder ni una sola de las frecuencias emocionales que brotan de mi interior, como artista. Como decía don Antonio Bienvenida, «torear es sacar el alma a pasear».
Busco el toreo que me permita sacar el alma a pasear. Busco el toreo que me permita expresar mejor las emociones más íntimas, delante de un toro, al que voy a sacrificar, sabiendo que me puede matar. Anhelo reducir el tiempo en cada lance, llegar a encontrar la velocidad mínima de cada toro, en cada embestida, para que se pare el toreo, allá donde brota y se genera la vida: en el arco que forman las dos piernas, a la altura de las ingles, ilíacas, femorales y safenas, donde brota la sangre. Donde decía Federico García Lorca que viven los duendes: «En las últimas habitaciones de la sangre». Cuando consigo esa máxima reducción de velocidades, me da la sensación de haberme introducido en el interior del tiempo; me siento como alguien invulnerable, omnipotente, alguien que puede alterar el mismísimo concepto y orden de las cosas.
La cultura es aquella actividad que recoge el pueblo como suya, la lanza al espacio; a través del tiempo, la retoman las siguientes generaciones, ya de forma evolucionada, y continúa estando en vigor. La Tauromaquia es cultura secular, desde nuestros ancestros más lejanos hasta nuestros días. Muchísimas personalidades artísticas han realizado algunas de sus obras con temática taurina. La Tauromaquia no es arte y cultura porque todos ellos se hayan acercado a la Fiesta, no, al contrario: todos estos personajes se acercaron a la Fiesta porque el toreo es un arte de alto rango, de fuerte intensidad en la transmisión de valores y emociones, genera una fuerza emocional tan inmensa que invita a la expresión de cada artista.
Sobre nuestros hombros está depositado todo el peso y la responsabilidad de esta cultura milenaria, que recibimos como herencia de nuestros antepasados. Seamos honestos y leales con este legado grandioso: con el toro, con el toreo, con la Tauromaquia, en toda su dimensión. Tauromaquia, camino de vida.

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