Geopolítica
de una peregrinación/Juan Velediaz •
Estado Mayor MX, 15 de febrero del 2016
De lo local a lo global.
La visita de Jorge Bergoglio al país no solo tiene un alto contenido simbólico
por los lugares que visitará, donde el subjefe del Estado Mayor Presidencial,
encargado de la seguridad, podría apuntalar su carrera militar rumbo a la
sucesión presidencial del 2018. También tiene una marcada carga geopolítica por
lo que implica pararse en la entrada a Centroamérica, donde países como
Guatemala, El Salvador y Honduras viven una guerra entre bandas criminales que
han superado a la autoridad de estos gobiernos, dejando una crisis humanitaria
y oleadas de migrantes que atraviesan México rumbo al norte arriesgando sus
vidas en busca de mejorar las condiciones de sus familias. El papa terminará su
estancia en el país cuando llegue a Ciudad Juárez, uno de los lugares más
representativos del dolor y el drama que ha dejado la guerra del narco. Estará
en una de las puertas de entrada a los Estados Unidos, donde la industria de la
muerte, el terror y el exterminio, se instalaron en el panorama de sus
habitantes como algo cotidiano.
México,
15 de febrero.- La visita del jefe de la Iglesia Católica al país, es un
acontecimiento que suele apuntalar la carrera del militar mexicano al que se le
responsabiliza de la seguridad y logística. Detrás del evento que marcará la
agenda nacional durante media semana, está el general brigadier Francisco
Javier García Fierro, subjefe de seguridad del Estado Mayor Presidencial (EMP),
responsable junto con la Gendarmería Vaticana, que cada trayecto, estancia y
retorno salga sin contratiempos.
Jorge
Bergoglio estará en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, epicentro marcado por
la guerrilla indígena en enero de 1994 y donde la orden jesuita a la que
pertenece, acompañó el levantamiento armado; irá a Michoacán donde el poder del
narco y paramilitarismo abrió una herida en la sociedad que aun no cierra; y
concluirá en Ciudad Juárez, Chihuahua, el laboratorio del crimen global con
sede en la frontera con Estados Unidos, considerado el punto donde inició la
tragedia humanitaria—asesinatos, desapariciones, femenicidios—que marcaron a
todo el país en los 22 últimos años.
La
Gendarmería Vaticana está encabezada por el inspector general, el coronel
Domenico Giani, un hombre calvo que aparece muy cerca del Pontifice, y quien
formó parte de los servicios secretos italianos. Junto con él se encuentra en
México Davide Giuletti, antiguo ayudante del cardenal Joseph Ratzinger, ambos
aparecen al mando de los gendarmes que junto a la guardia suiza, son los
responsables de la seguridad del papa Francisco I.
El
general de brigada Roberto Miranda Moreno, jefe del Estado Mayor Presidencial,
delegó en el brigadier García Fierro y en su colega el general Gumaro Cabrera
Osorio, subjefe de logística, hacerse cargo de la visita del papa a México. Son
ellos dos los que encabezan al grupo del EMP que trabaja en coordinación con
los hombres del coronel Giani.
Fred
Álvarez Palafox, analista político y especialista en temas religiosos, señala
que son 150 elementos que integran la Gendarmería Vaticana, son los
responsables directos de la seguridad del papa en sus desplazamientos por
Italia y el mundo. Su apoyo son los 130 efectivos que comprenden la Guardia
Suiza, encargados de custodiar las instalaciones del Vaticano.
El
primer anillo de protección del pontífice los componen siete personas, cinco
miembros de la Gendarmería, un capitán, un cabo y dos oficiales, el cuerpo
policial encargado de la seguridad inmediata del papa junto a dos guardias
suizos. Lo acompaña en sus viajes como seguridad personal el inspector suizo,
el coronel Daniel Rudolf Anrig, comandante de la Pontificia Guardia Suiza.
“Esas personas son fácilmente identificables porque van vestidos de traje negro
y son la última barrera antes del papa en todos los actos públicos. Son los que
van a la cabeza del papamóvil. Todos ellos, aunque son especialistas en el
manejo de armas, no las usan, tampoco los chalecos antibalas. Protegen al
pontífice con su cuerpo”.
Del
lado mexicano el general García Fierro lleva un año dos meses como subjefe de
seguridad del EMP, después de que en noviembre del 2014, el brigadier Gustavo
Ramírez Palacios fuera removido del cargo tras el escándalo que significó el
que apareciera el 8 de aquel mes, ante cámaras y micrófonos, en aparente estado
de ebriedad cuando confrontó a un grupo de manifestantes en el Zócalo
capitalino durante el intento de quema de la puerta de Palacio Nacional. El
general Cabrera Osorio, encargado de la logística, es un oficial que hasta esa fecha
se había desempeñado como jefe de ayudantes del presidente Enrique Peña Nieto.
Estos dos oficiales del EMP podrían ser promovidos a partir del 2018, de seguir
su carrera sin contratiempos, como fuertes aspirantes a encabezar el equipo de
seguridad del aspirante presidencial del PRI, y de quien resulte presidente
electo, tal y como ha ocurrido en los últimos tres sexenios.
Las
puertas “traseras”
El
escritor y ensayista Sergio González Rodríguez se preguntaba el pasado fin de
semana qué tienen en común Ecatepec en el Estado de México, con Ciudad Juárez
en Chihuahua, consideradas dos ciudades que intercomunican esa “subcultura de
la violencia misógina en su más alta expresión”. Estos dos puntos, el primero
donde comenzó su peregrinación el domingo 14 de febrero el papa fuera de la
ciudad de México, y segundo donde terminará su periplo para abandonar
territorio nacional, tienen una alta carga simbólica por lo que representan
para la realidad inmediata del país, dos escenarios que en diversas etapas en
los últimos años han marcado de violencia extrema contra las mujeres. “Como en
el caso de Ciudad Juárez, en Ecatepec el factor adicional a la violencia
secular contra las mujeres en México ha sido la presencia del crimen
organizado, el tráfico de drogas y las industrias ilícitas que lo rodean:
lavado de dinero, secuestro, extorsión, control del delito común, corrupción de
autoridades, tráfico y explotación de personas, sobre todo mujeres”. (Reforma
13 febrero 2016).
El
papa Francisco estará el lunes 15 de febrero en la tierra donde surgió la
última guerrilla en la zona geográfica mexicana que colinda con Centroamérica,
una región donde los jesuitas fueron piezas fundamentales con la población
civil durante la etapa de guerras civiles, como sucedió con la vecina Guatemala.
En San Cristóbal se reunirá con obispos y cardenales que llegaran de los países
centroamericanos, también hará un homenaje privado durante una visita a la
tumba del obispo Samuel Ruíz, el prelado que se convirtió en pieza clave
durante el periodo de gestación de lo que después se conocería como EZLN
(Ejército Zapatista de Liberación Nacional).
Al
día siguiente el equipo del EMP encabezado por el general García Fierro, estará
a cargo de la seguridad en Michoacán, la única entidad donde el sistema de
infiltración del narco, ha realizado operaciones en contra de la población
civil, como los atentados de la noche del 15 de septiembre del 2008 que dejó
siete muertos y un centenar de heridos. El valor simbólico de reunirse con
jóvenes en una región donde la violencia, los asesinatos. el desempleo, la
marginación y la migración han dejado una profunda huella en la vida cotidiana,
alcanzará su plenitud cuando haga un pronunciamiento sobre el papel que ha
tenido delincuencia organizada y su complicidad con el poder político.
El
miércoles, último día en México, el papa estará en Ciudad Juárez, considerada
la urbe que retrata los llamados “nuevos campos de exterminio de la economía
global”. En la puerta de entrada a la Unión Americana, al estado de Texas donde
el fanatismo de las sectas religiosas y el comercio sin restricción de armas de
fuego son la tónica, Bergoglio dará un mensaje sobre la violencia extrema
causada por la llamada “guerra” contra el narcotráfico.
En
Juárez el gobierno de Felipe Calderón lanzó en el 2008 la “Operación Conjunta
Chihuahua”, un despliegue militar que dejó un cúmulo de desapariciones,
asesinatos extrajudiciales, rapiña y centenares de quejas por violaciones a los
derechos humanos que tienen a varios mandos del ejército, involucrados en las
peores atrocidades que no se veían desde la década de los años 70, durante la
llamada “guerra sucia”. En este punto de su periplo, el papa se despedirá del
país y se espera marque un precedente sobre lo que encontró, lo que señaló y el
reto que lanzó para el futuro inmediato.
Habrá
que esperar si se confirma la reunión del papa con los familiares de los 43
estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, desparecidos en septiembre del
2014, quienes han pedido encontrarse con el Sumo Pontífice para plantearle el
drama que están viviendo.
Juan
Veledíaz
@velediaz424
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