¿Narcoeditores
en Toluca?/Alberto
Aguirre M.
El Economista, 17 de diciembre de 2015
Aun
antes de adquirir UnomásUno, Naim Libien Kaui presumía de estar entre el
pequeño y selecto grupo de mexicanos en aparecer en el libro Guinness, como el
coleccionista con mayor número de piezas acumuladas. Entre sus tesoros
destacaban los equipos de radiocomunicación utilizados por aviones, barcos y
submarinos en la Segunda Guerra Mundial. Y entre ellos, uno que adjudicaba al
Führer.
El
editor mexiquense, de origen sirio, gozaba entonces de una extendida fama,
sobre todo por sus extravagancias. La más vistosa: la réplica de un navío
fenicio, bañada en oro, de casi 2 metros de altura. Ya fuera en sus ranchos o
sus oficinas, en los lugares menos esperados aparecían fuentes o pilas de agua,
para proteger su fortuna. Los garajes albergan sus autos de lujo —que podrían
superar los 200— y un tiempo, su jefe de sus escoltas era un europeo que había
trabajado en la Guardia Papal.
Desde
hace 20 años, Libien Kaui es dueño de Aerolíneas Amanecer, y su flota tiene dos
Lear Jet 25 como naves insignia: Uno lleva la matrícula XA-NLT y la otra,
XA-NLK, sus iniciales y las de su hijo, Naim Libien Tella, quien tristemente ha
ganado notoriedad luego de que fuera señalado por el gobierno de Estados
Unidos, por sus presuntos nexos con el crimen organizado.
A
lo largo de tres décadas en el gremio periodístico, acumula un historial digno
de una novela negra que tiene como referente su rivalidad con su hermano Miled,
con quien además comparte orígenes empresariales, ambos dueños de taquerías en
la zona metropolitana de Toluca. La suya inició con Los Molcajetes, un modesto
local ubicado frente a la Central de Autobuses de la capital mexiquense.
Naim
pronto migró a la compraventa de autos —una de sus grandes aficiones, junto con
la colección de objetos de vidrio y metal— y su primera agencia, distribuidora
de autos Volkswagen, pudo adquirirla tras de firmar un pagaré. En Toluca
cuentan que, al vencimiento del plazo, respondió con un gesto que lo describe
de cuerpo entero: engulló el documento que amparaba la deuda.
Su
incursión en el periodismo ocurrió después de que otras familias de origen
libanés —los Yamín, dueños de Ocho Columnas, y los Maccise, promotores de El
Diario de Toluca y Rumbo— engrosaron las filas de la prensa mexiquense en el
sexenio de Jorge Jiménez Cantú. A finales de los 80, Naim y Miled arrancaron al
amparo del gobernador Mario Ramón Beteta.
Amanecer
tenía oficinas en Toluca y Naucalpan, donde también funcionaba la redacción del
Atardecer, que se distinguía de su hermano matutino por la cromática (uno tenía
el cabezal rojo, y el otro, verde) pero ninguno sirvió para que al arribo de
Emilio Chuayffet a la Secretaría de Gobernación, en el sexenio zedillista,
incursionaran en el escenario nacional. Libien Kaui se hizo entonces de La
Tarde, un vespertino de la ciudad de México cuyas oficinas estaban cerca de la
sede central de la OEM.
Manuel
Alonso le vendió el cabezal del UnomásUno y de Tiempo Libre, pero no las
casonas de la colonia Nochebuena. Por eso Naim despachaba en la colonia San
Rafael, donde recibía a funcionarios federales, legisladores y gobernadores.
A
diferencia del resto de los empresarios periodísticos de Toluca, Libien Kaui
—cliente preferente en los mejores restaurantes de Avenida Masaryk— adquirió
presencia e influencia en la ciudad de México durante la estancia de los
panistas en Los Pinos. Amigo de Marta Sahagún, contribuyó a la campaña foxista
con uno de sus Lear Jet, que de acuerdo a versiones periodísticas, también usó
frecuentemente el ex vocero calderonista, Max Cortázar.
Su
cercanía con el panismo era directamente proporcional con su lejanía con los
gobernadores priistas del Estado de México, que se prolonga casi por una
década. Tanto Enrique Peña Nieto como Eruviel Ávila Villegas han sido sujetos
de su peculiar estilo periodístico, más rudo que sensacionalista.
Con
todo, Libien Kaui aun convocaba a personajes relevantes a sus cumpleaños, en su
rancho de Zinacantepec, donde podían aterrizar hasta seis helicópteros. Y muy
pocos resistieron a sus invitaciones para ir de fin de semana a Las Vegas o
Miami.
Sus
críticas a los peñistas lo alejaron del poder en este sexenio. Del gabinete
federal, sólo el ex procurador Jesús Murillo Karam y el secretario del Trabajo,
Alfonso Navarrete Prida, mantuvieron contacto con los Naim, quienes además de
la edición de sus diarios y revistas habilitaron una “mesa de redacción” que
diariamente se transmite por Internet.
Sin
las extravagancias de su padre, Naim Libien Tella —arquitecto, de 46 años—
tiene tres lustros en las actividades empresariales y se cuenta entre los
amigos más cercanos de Arturo Montiel, hijo. Además de ser vicepresidente del
grupo editorial fundado por su padre, es directivo de la revista Página Uno y
del Centro Escolar Didáskalos, que patrocina su madre.
Las
autoridades estadounidenses dieron cuenta de sus nexos con otros empresarios de
Guadalajara, sin referirse a la comercializadora Yali, al consorcio Nasaka —que
tiene una división de impresos y otra de construcciones— o a las gasolineras
que pertenecen a su familia. Tampoco a sus ranchos o al emporio inmobiliario
que han extendido por Toluca y Metepec.
Su
poderío económico —refieren amigos de la familia— es reciente, pues su pleito
con la clase política priista lo marginó de los grandes contratos y lo obligó a
comenzar de nuevo. Esas mismas fuentes cuestionan si el escándalo protagonizado
por Libien Tella es un ataque vil a un medio altamente crítico y veraz o el
inicio de la persecución al heredero de un grupo empresarial que decidió
combatir al peñismo.
alberto.aguirre@outlook.com
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