La celebración de la Vigilia Pascual en la noche del Sábado es la más importante de todas las celebraciones cristianas, porque conmemora la resurrección de Jesucristo.
La Vigilia, que significa pasar “una noche en vela”, cobra un sentido especial en la víspera pascual porque recuerda el pasaje bíblico (Mc 16:01) en el que un grupo de mujeres llegan al sepulcro para terminar de embalsamar a Jesús, pero no encuentran su cuerpo. Luego, un ángel se aparece y les dice: “¿Buscan a Jesús el Nazareno? No está aquí. Ha resucitado. Decidles a sus discípulos que vayan a Galilea y allí lo verán” (Mt 28, 6).
Fiesta popular en San Miguel Zapotitlán, Sinaloa...
La aglomeración de “judíos” se vuelve mayor, hay cohetes y festejo popular, hasta que estos personajes, vestidos con los trajes “yoremes” y algunas representaciones de personajes de la vida nacional, aguardan para entrar por fin al templo tradicional que hay en la región. Ahí son bendecidos; antes quemaban su máscara en símbolo de redención y arrepentimiento por haber entregado a Jesús para ser crucificado.
Es impresionante el sonido de los tambores y de la danza de los pascolas que buscan atraer las bendiciones divinas.
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Vicente Fox Quesada Retwitteó Margarita Zavala@VicenteFoxQue
Bienvenida Margarita: derramarás en todo el país, valores, convicciones, promoción a la mujer, amor a México y mucho, mucho amor a los hijos y a los demás.
Mucho ÉXITO y gracias por tus aportaciones.Vicente Fox Quesada @Mzavalagc
Hace unos momentos, el @INEMexico aprobó por unanimidad mi registro como candidata independiente. Estoy en la boleta.
Mmm. ¿Será que la apoyará?
Todo su equipo del 2000, Creel, Castañeda, su ex vocero están con el joven maravilla.
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Las columnas políticas hoy, 31 de marzo de 2018
CUENTAN en el INE que los partidos hicieron de las suyas el jueves antes de que se aprobaran las candidaturas presidenciales de Ricardo Anaya, José Antonio Meade, Andrés Manuel López Obrador y Margarita Zavala.
PRIMERO, provocaron que la sesión que debió iniciar a las 19:00 horas arrancara hasta las 21:30 horas porque seguían manoseando sus listas de candidatos legislativos.
Y DESPUÉS, alargaron innecesariamente la sesión pidiendo la palabra para dar discursos de puuura propaganda para sus aspirantes presidenciales, lo que ocasionó que dieran las 0:00 horas sin que se hubiera votado la candidatura de Zavala.
POR ELLO, cuando la primera candidata independiente a la Presidencia arrancó su campaña el primer minuto del viernes, su registro aún no estaba en firme, lo que aprovechó el representante del PRD para acusarla ¡de actos anticipados de campaña! Sólo en México el impuntual se puede convertir en el ofendido.
GRAN sorpresa provocó en Chiapas que, a la mera hora, el gobernador Manuel Velasco declinara ser candidato al Senado y decidiera terminar su encargo de seis años.
Y AUNQUE argumentó que se quedaba a cumplir con quienes lo eligieron, también se dice que la mala relación que ha tenido el chiapaneco con la dirigencia del PVEM fue la causa de que se bajara de la candidatura, pues no aceptó ciertas condiciones que le querían imponer.
POR CIERTO, cuando se menciona esa posibilidad, se escuchan mucho los nombres del dueño de esa franquicia política, Jorge Emilio González, y de su operador Jesús Sesma. ¿A poco ellos lo orillaron a tomar esa decisión? Es pregunta a prueba de fuego... amigo.
AUNQUE en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento se da por hecho que el secretario de Gobierno y encargado de despacho del gobierno local, José Ramón Amieva, se convertirá en el jefe de Gobierno sustituto, hay quienes dicen que Morena planea una travesura.
EL HECHO es que ese nombramiento pasa obligatoriamente por la Asamblea Legislativa, en donde los morenistas tienen la bancada más numerosa y pueden complicarle la sesión del martes al presidente de la Comisión de Gobierno, el perredista Leonel Luna, encargado de operar ese relevo.
ASÍ ES QUE los diputados del PRD, el PAN y Movimiento Ciudadano tendrán que pactar con la bancada del PRI y la chiquillada legislativa para evitarle un disgusto al heredero de la silla de Miguel Ángel Mancera.
Y AL CALOR de la campaña electoral que inició ayer, esa negociación se puede complicar.
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La preguntona Oriana Fallaci/Jorge Ramos Ávalos
Reforma 31 Mar. 2018
Oriana Fallaci fue una gran preguntadora.
Para los periodistas que crecimos antes de las computadoras, el internet y los celulares, había pocas cosas que crearan más expectativa que la publicación de una entrevista de la reportera italiana. Se enfrentaba al poder como pocas y sus reportajes, casi siempre, terminaban en controversia. Uno podía pensar muchas cosas de "la Fallaci", como le decían, pero era inevitable calificarla de valiente para esos encuentros con los poderosos.
Sus preguntas eran como un cuchillo. Cortaban. A veces terminaban con carreras. Y siempre golpeaban la fama y la reputación. Nadie se salvaba del látigo de sus puntiagudas interrogaciones. Preparaba sus preguntas pacientemente; eran precisas y tocaban donde más dolía. "Mis preguntas son brutales porque la búsqueda de la verdad es como una cirugía. Y las cirugías duelen. La mayoría de mis colegas no tienen el valor de hacer las preguntas correctas", decía, según cuenta la investigadora Cristina de Stefano en su extraordinario libro Oriana Fallaci: la Periodista, la Agitadora, la Leyenda (recientemente traducido al inglés).
No insultaba, solo preguntaba.
Sus entrevistas eran una guerra. Igual con el ex secretario de Estado Henry Kissinger y el ayatola Jomeini, que con los actores más conocidos de Hollywood. "Una entrevista es algo extremadamente difícil, una examinación mutua, una prueba de nervios y de concentración", dijo. "En mis entrevistas no solo uso mis opiniones sino también mis emociones. En todas mis entrevistas hay drama (...) Soy yo quien interpreto los hechos. Siempre escribo en primera persona. ¿Qué soy yo? Un ser humano".
Uno siempre sabía lo que Oriana quería preguntar. Claridad ante todo; lo opuesto a esos entrevistadores que usan palabras rebuscadas y preguntas/discursos interminables. "Detesto las palabras difíciles, complicadas e impenetrables", explicó una vez. "Y aprendí a detestarlas debido a mi madre, quien era una mujer muy inteligente pero sin mucha educación formal... Mi madre siempre decía: 'Escribe con sencillez, por favor. Yo también quiero entender'".
Oriana entendía que una característica fundamental de todo buen periodista era desobedecer. "Para mí, ser periodista significa ser desobediente", le escribió a un colega. "Y ser desobediente significa estar en la oposición. Y para estar en la oposición, tienes que decir la verdad". Es interesante como, para ella, la verdad (casi) nunca podía salir de los gobernantes o los poderosos. Por eso había que arrancárselas. Con preguntas.
Oriana fue una periodista muy desobediente y muy valiente. Y ella lo sabía. "El coraje es una de mis pocas virtudes", reconoció. Y nunca se pensó como una simple testigo de la historia. "Los periodistas no solo cuentan los eventos. También los crean. Los provocan".
Cubrió muchas guerras pero siempre estuvo opuesta a ellas. "La guerra no sirve para nada", dice el personaje de uno de sus libros de ficción. "No resuelve nada. Tan pronto como termina (una guerra), te das cuenta que las razones por las que se peleó no han desaparecido o que hay nuevas razones que han reemplazado los viejos argumentos".
Para ella el periodista tenía que involucrarse, embarrarse y enlodarse en el lugar y en el tiempo que le tocó vivir. Fue así que Oriana cometió el error más grande de su carrera. En sus últimos años, antes de morir de cáncer en septiembre del 2006, Oriana publicó varios escritos anti-musulmanes, cargados de prejuicios y de rabia. Y eso es imperdonable.
Pero a Oriana no le importó mucho lo que pensáramos los demás. Era una mujer que imponía y que no parecía muy accesible. Odiaba, cuenta el libro, que extraños y periodistas tocaran la puerta de su apartamento en Nueva York. Esa es la misma impresión que yo tuve cuando la vi, desde lejos, en el lobby de un hotel en Dhahran, Arabia Saudita, durante la cobertura de la Guerra del Golfo Pérsico en 1991. No me atreví a acercarme y decirle que admiraba la forma en que hacía sus preguntas.
Siempre me he arrepentido de no haberme atrevido a hablarle. Pero aprendí. Desde entonces me prometí que nunca más me quedaría callado. Y ahora, antes de cada entrevista importante, casi siempre pienso: ¿qué hubiera preguntado "la Fallaci"?
@jorgeramosnews
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Debatir y oír
SOBREAVISO / René Delgado
Reforma, 31 Mar. 2018
El 20 de marzo se lanzó un ultimátum. Claro y fuerte lo pronunció Juan Pablo Castañón, en nombre del Consejo Coordinador Empresarial.
"A los candidatos les decimos: ya basta de agravios, de respuestas fáciles y superficiales que sólo apelan al encono social y a la división; ya es tiempo de un debate serio, profundo y responsable sobre el país que estamos construyendo".
Tres días después, ante la Cámara de la Industria de la Construcción, Andrés Manuel López Obrador reiteró sus objeciones al Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y, al efecto, propuso instalar una mesa técnica -empresarios, gobierno y Morena- para analizar el asunto y determinar la procedencia o no de la obra.
Consecuente, Juan Pablo Castañón aceptó al vuelo la idea. Empero, de inmediato lo impugnaron su gremio, la administración e, incluso, los otros candidatos. Se cayó y se calló el acuerdo. Luego, el 25 de marzo, el empresariado llamó ya no a debatir, sino a dar certeza jurídica a la inversión, a no politizar los asuntos "de trascendencia para la competitividad" y, de paso, modificó la convocatoria, el carácter y la composición de la mesa originalmente aceptada:
"... la reunión a la que se ha convocado a los equipos técnicos de los candidatos a Presidente de la República, es informativa de las características del nuevo aeropuerto y de ninguna manera pretende tener carácter sancionador de la validez de una obra que ya ha recibido las certificaciones nacionales e internacionales suficientes para su realización". (Las cursivas son propias; la cita, del comunicado del CCE).
Esos cinco o seis días resumen la contradicción en la cual rebota la circunstancia. Se exige contenido y profundidad al dicho de los candidatos presidenciales, pero no cuestionar lo hecho hasta ahora. Sin decirlo, se pide debatir con la vista al frente y sin mirar atrás a partir de la máxima: a lo hecho, pecho. Sin embargo, es difícil fijar la vista en el horizonte cuando no se sabe bien a bien dónde está uno parado y, sobra decirlo, mucho de lo hecho ha deshecho al país.
Vista la acción, la reacción y la contra-reacción de lo sucedido, cabe preguntar si en verdad se quieren debatir o no los asuntos del interés público. Si se quiere aprovechar o no la campaña para deliberar en serio y abiertamente sobre el presente y el futuro nacional y, a resultas de ello, elegir qué camino tomar.
Después de todo, entre las características de toda elección democrática está generar una sana incertidumbre para concluir en una clara certeza, subrayar las diferencias para fijar la distinción y, obviamente, posibilitar la opción, a partir del contraste y el cotejo de propuestas.
Hoy, como no ocurría hace tiempo, el país está ante la oportunidad de revisar qué sí ha funcionado y qué no, qué seguir haciendo y qué no, qué replantear y qué no y, desde luego, contrastar las posturas frente a lo hecho y por hacer.
Muchas de las políticas, acciones y obras emprendidas durante los últimos años se tomaron sin sujetarlas a debate. La política cupular -cuando no personal- le dio un portazo a la discusión pública prensando en el quicio de la puerta el derecho de audiencia, acomodando a capricho las prioridades nacionales y, por si ello no bastara, despreciando la importancia de comunicar e informar en serio de los planes, si así se les puede llamar.
En esta elección, más allá de filias y de fobias, la fortaleza de la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador hace difícil eliminarlo como se hizo en el 2006; la posibilidad de la candidatura de Ricardo Anaya hace difícil doblarlo llevándolo ante un juez, y la debilidad de la candidatura de José Antonio Meade hace difícil impulsarlo como se hizo con su jefe.
Esa circunstancia obliga a considerar que, esta vez, el concurso sí reviste -por absurdo que parezca- un carácter electoral. No se reducirá a la automática ratificación del modelo económico y social seguido desde Carlos Salinas de Gortari hasta la fecha -las administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón no significaron un cambio-, un modelo que pese a la evidencia social desconsideró problemas imposibles de ignorar. Cuestiones que, incluso, las reformas emprendidas este sexenio no consideraron y mucho menos resolvieron.
No se volteó a ver esos problemas y sí, en cambio, se acendró de modo voraz una práctica que vulnera la posibilidad de las reformas y las obras: la corrupción y la inseguridad.
Inútil exigir a los candidatos sustanciar sus propuestas, sin disposición a abrir enteramente los oídos. Debatir puede doler y demandar rehabilitación, pero ese dolor será menor que el provocado por la exclusión y la desigualdad social o por el saqueo de los recursos.
Ante el enojo y malestar social, urge abrir, debatir y replantear los problemas relacionados con la inseguridad, la desigualdad, la impunidad y la pusilanimidad que tienen al país hundido en el miedo, la pobreza, la injusticia y la desesperanza.
Cierto, el aeropuerto es una obra de vital importancia para la economía. Empero, si muchas de las obras emprendidas por la administración llevan por sello el de la corrupción y, con frecuencia, el de la ocurrencia, más vale tener claridad de la correcta ubicación y los términos de construcción del mismo. Ayer, en estas planas, otro colaborador relataba las irregularidades ya acusadas por la Auditoría en esa obra.
La campaña dio inicio. En noventa y dos días habrá que elegir. Ojalá los candidatos enriquezcan el debate y sus propuestas; ojalá encuentren oído.
· EL SOCAVÓN GERARDO RUIZ
Curioso, tras las dudas sobre el nuevo aeropuerto aparece la sombra del secretario Gerardo Ruiz Esparza.
sobreaviso12@gmail.com
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¿Decidir?/Jorge Volpi
Reforma, 31 de marzo de 2018
Raras veces nuestras decisiones se basan en un cálculo meditado y sereno.
La democracia es el mejor sistema de gobierno que hemos inventado -o "el peor, con excepción de todos los demás"-, porque en ella todos los ciudadanos tenemos la capacidad de elegir a nuestros gobernantes. Cómo los elegimos es, por supuesto, una cuestión más espinosa. La teoría, colmada de buenas intenciones, querría que dicha elección fuese puramente racional: una utopía tan elegante como inverosímil. Mal que les pese a ciertos filósofos y economistas, raras veces nuestras decisiones se basan en un cálculo meditado y sereno. Si pocas veces decidimos con plena consciencia, es bastante probable que a la hora de optar por uno u otro candidato nos dejemos llevar por los mismos impulsos y pasiones que nos gobiernan a diario en vez del sesudo análisis de personalidades o propuestas.
El psicólogo israelí Daniel Kahneman, ganador del Premio Nobel de Economía en 2002, sos- tiene que nuestro "cerebro rápido" toma la mayor parte de las decisiones en nuestra vida cotidiana sin que apenas reparemos en ello. No podría ser de otra manera: si para cada paso o cada movimiento debiésemos invertir largos minutos de cavilación, lo más probable es que no llegásemos siquiera a desplazarnos -o que nuestra especie se hubiera extinguido hace millones de años-. Sólo para aquellos problemas que nos resultan cruciales, y ante los cuales gozamos de un amplio margen de tiempo para resolverlos, podemos reservarnos el lujo de una decisión auténticamente meditada por parte de nuestro "cerebro lento".
Las largas campañas electorales -más largas que nunca entre nosotros al dividirse en precampañas, intercampañas y campañas propiamente dichas- parecerían diseñadas, en teoría, para que los candidatos desgranen pausadamente sus argumentos, debatan unos contra otros, peleen y se descalifiquen, señalen los puntos débiles de sus adversarios y expongan sus programas de gobierno a fin de que los ciudadanos tengamos motivos suficientes para elegirlos. Un escenario ideal, diríamos, para nuestro cerebro lento. Ni qué decir que muy pocas veces ocurre así; por el contrario, lo común es que nuestro cerebro rápido se entrometa con sus prejuicios y simpatías irracionales, dejando de lado cualquier decisión puramente racional.
¿Por qué decidimos lo que decidimos? Esta pregunta ha perturbado a filósofos, sociólogos y psicólogos, y sólo recientemente ha comenzado a ser respondida por las neurociencias. Un experimento reciente de resonancia magnética ha constatado que, mucho antes de que el sujeto en turno eligiese una Coca-Cola por encima de un vaso de agua, sus neuronas ya habían enviado la señal para que su brazo se abalanzase en pos del líquido negro. ¿Dónde queda, aquí, el libre albedrío? La elección entre López Obrador, Anaya, Meade y Zavala no tendría por qué ser muy diferente para muchos: los meses de campaña importan poco y al final es bastante probable que numerosos electores se decanten por uno u otro u otra sin recordar vagamente sus programas de gobierno.
Una nueva rama se ha añadido al área de las neurociencias: la neuropolítica. Una disciplina que, convertida en arma electoral, ya no sólo busca explicar el comportamiento político de los seres humanos, sino las tácticas para alterarlo y manipularlo en provecho de una opción política precisa. El escándalo de Cambridge Analytica, que ya ha contaminado a México, no es sino la cara más visible de esta poderosa estrategia electoral: reforzar (más que crear) las intenciones que expresan ciertos sectores de la población (cibernética, en el caso de Facebook) para conducirlos a votar a favor (o en contra) de algún candidato. Goebbels en el siglo XXI.
En las siguientes semanas seremos testigos (o protagonistas) de este vasto enredo: seremos bombardeados con millones de mensajes diseñados no para estimular nuestra parte racional, sino para acendrar nuestros odios y temores. Ojalá seamos capaces de darle tiempo a nuestro cerebro lento para que, en medio de la avalancha electrónica que se nos avecina, esté alerta frente a los escenarios de ira y miedo que buscarán arrebatarnos.
@jvolpi
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Justicia en el barrio/Ana Laura Magaloni Kerpel/
Reforma, 31 Mar. 2018
Estoy convencida de que si queremos un gobierno que comience a resolver los problemas cotidianos de la gente, nuestra mirada debe estar puesta en las elecciones a gobernadores y presidentes municipales. Es en el ámbito local en donde existen las grandes palancas de cambio social.
La tarea más importante de los gobiernos locales y municipales es proveer servicios públicos de calidad para que la vida cotidiana de las personas sea más sencilla y productiva. Me refiero al transporte público, el agua, el alumbrado, el pavimento, las banquetas, la policía, la atención primaria de salud, etcétera. En los barrios urbanos marginados de muchas de las ciudades del país estos servicios han quedado atrapados por las redes clientelares. Manzana por manzana, casa por casa, los intermediarios condicionan los servicios a cambio de disciplina hacia quien gobierna (control social) y, en época electoral, a cambio de votos. Desde los programas sociales hasta la reparación del alumbrado público se reparten a nombre del gobernador o el presidente municipal en turno. Ello ha hecho que la administración pública local sea frágil y con muy baja capacidad para generar burocracias impersonales que operen de forma regular con independencia del signo partidista. Las clientelas han inhibido la posibilidad de crear gobiernos locales y ello está asociado directamente a la ingobernabilidad y violencia que se vive en muchas partes del país.
Basta caminar por alguno de estos barrios para que se apodere la sensación de que en esos territorios "no hay nadie a cargo", que la autoridad del Estado no existe, que la ley del más fuerte es la forma de establecer un principio de orden. En esos barrios el espacio público está arruinado, las jardineras repletas de basura, las calles rotas, las banquetas inexistentes, la policía ausente o coludida con los delincuentes. Ello abre espacios para que las pandillas y la violencia se apoderen del espacio público. El deterioro de la vida colectiva se hunde en una espiral implacable. Las causas de la violencia e inseguridad del país se comienzan a gestar en esos contextos de ausencia de un gobierno local capaz y con alguna dosis de ambición política para cambiar de fondo el statu quo.
¿Qué gobernador o presidente municipal se propondrá sustituir las clientelas por gobiernos efectivos? En los años 90 pensábamos que la sola competencia electoral iba a traer consigo mejores gobiernos. No sucedió. Tenemos que pen- sar en otros instrumentos. Y creo que uno de ellos es el acceso efectivo a la justicia. Que sean los propios afectados los que demanden judicialmente los servicios a los que tienen derecho.
En la Constitución de la CDMX existe un instrumento para ello: la acción efectiva de protección de derechos. Se trata de un instrumento de defensa contra violaciones a derechos humanos que está pensado para una población que no tiene dinero para contratar a un abogado y cuyos problemas con la autoridad sólo vale la pena litigarlos si el proceso es ágil, sencillo y de rápida solución. Esta acción se promueve ante un juzgado de tutela dentro de la demarcación territorial del quejoso, sin mayor formalidad que una solicitud oral o escrita. No se necesita un abogado. El juez tiene que solicitar la información a la autoridad y resolver en un plazo máximo de 10 días. Su resolución es de inmediato cumplimento y la ley establecerá las sanciones para las autoridades que no la acaten.
La próxima jefa de Gobierno de esta ciudad debe lograr bajar a tierra la acción de protección efectiva de derechos que establece la Constitución de la CDMX. Es importante hacerlo de forma acotada para que no se colapsen los juzgados de tutela. Centrar ese instrumento de defensa en quienes más lo requieren, y no toda la población de golpe. Solo así la acción de protección de derechos servirá para frenar el clientelismo y lograr que el aparato administrativo en los márgenes urbanos comience a proveer servicios públicos de forma impersonal. Ello sería una verdadera revolución en esta ciudad y un ejemplo a seguir en otras.
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Justicia en el barrio/Ana Laura Magaloni Kerpel
Reforma, 31 Mar. 2018
Estoy convencida de que si queremos un gobierno que comience a resolver los problemas cotidianos de la gente, nuestra mirada debe estar puesta en las elecciones a gobernadores y presidentes municipales. Es en el ámbito local en donde existen las grandes palancas de cambio social.
La tarea más importante de los gobiernos locales y municipales es proveer servicios públicos de calidad para que la vida cotidiana de las personas sea más sencilla y productiva. Me refiero al transporte público, el agua, el alumbrado, el pavimento, las banquetas, la policía, la atención primaria de salud, etcétera. En los barrios urbanos marginados de muchas de las ciudades del país estos servicios han quedado atrapados por las redes clientelares. Manzana por manzana, casa por casa, los intermediarios condicionan los servicios a cambio de disciplina hacia quien gobierna (control social) y, en época electoral, a cambio de votos. Desde los programas sociales hasta la reparación del alumbrado público se reparten a nombre del gobernador o el presidente municipal en turno. Ello ha hecho que la administración pública local sea frágil y con muy baja capacidad para generar burocracias impersonales que operen de forma regular con independencia del signo partidista. Las clientelas han inhibido la posibilidad de crear gobiernos locales y ello está asociado directamente a la ingobernabilidad y violencia que se vive en muchas partes del país.
Basta caminar por alguno de estos barrios para que se apodere la sensación de que en esos territorios "no hay nadie a cargo", que la autoridad del Estado no existe, que la ley del más fuerte es la forma de establecer un principio de orden. En esos barrios el espacio público está arruinado, las jardineras repletas de basura, las calles rotas, las banquetas inexistentes, la policía ausente o coludida con los delincuentes. Ello abre espacios para que las pandillas y la violencia se apoderen del espacio público. El deterioro de la vida colectiva se hunde en una espiral implacable. Las causas de la violencia e inseguridad del país se comienzan a gestar en esos contextos de ausencia de un gobierno local capaz y con alguna dosis de ambición política para cambiar de fondo el statu quo.
¿Qué gobernador o presidente municipal se propondrá sustituir las clientelas por gobiernos efectivos? En los años 90 pensábamos que la sola competencia electoral iba a traer consigo mejores gobiernos. No sucedió. Tenemos que pen- sar en otros instrumentos. Y creo que uno de ellos es el acceso efectivo a la justicia. Que sean los propios afectados los que demanden judicialmente los servicios a los que tienen derecho.
En la Constitución de la CDMX existe un instrumento para ello: la acción efectiva de protección de derechos. Se trata de un instrumento de defensa contra violaciones a derechos humanos que está pensado para una población que no tiene dinero para contratar a un abogado y cuyos problemas con la autoridad sólo vale la pena litigarlos si el proceso es ágil, sencillo y de rápida solución. Esta acción se promueve ante un juzgado de tutela dentro de la demarcación territorial del quejoso, sin mayor formalidad que una solicitud oral o escrita. No se necesita un abogado. El juez tiene que solicitar la información a la autoridad y resolver en un plazo máximo de 10 días. Su resolución es de inmediato cumplimento y la ley establecerá las sanciones para las autoridades que no la acaten.
La próxima jefa de Gobierno de esta ciudad debe lograr bajar a tierra la acción de protección efectiva de derechos que establece la Constitución de la CDMX. Es importante hacerlo de forma acotada para que no se colapsen los juzgados de tutela. Centrar ese instrumento de defensa en quienes más lo requieren, y no toda la población de golpe. Solo así la acción de protección de derechos servirá para frenar el clientelismo y lograr que el aparato administrativo en los márgenes urbanos comience a proveer servicios públicos de forma impersonal. Ello sería una verdadera revolución en esta ciudad y un ejemplo a seguir en otras.#
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