20 dic 2011

Primavera árabe’, un año

Primavera árabe’, un año/Tahar ben Jelloun
Publicado en LA VANGUARDIA, 20/12/11):
El tiempo ha seguido su curso: la primavera ha atravesado el otoño, se reúne ahora con el invierno y nos deja frente a realidades frustrantes, difíciles de admitir. No es de extrañar que una revuelta desemboque en un gran desorden. La experiencia vivida por ciertos países árabes no ha consistido en una revolución, sino en un auténtico estallido de cólera que ha desencadenado por igual palabras y obras. Hombres y mujeres se han manifestado por la dignidad, la libertad y la justicia. En el momento actual, tales valores parecen alejarse del horizonte árabe con el regreso de las fuerzas de seguridad y de las fuerzas armadas, sea en Túnez o en Egipto.
La circunstancia de que en tres países donde se han celebrado elecciones hayan tomado la delantera los islamistas –a punto o en condiciones de gobernar– no debe atemorizarnos ni cogernos por sorpresa. Estos islamistas no iniciaron ni guiaron las revueltas, tomaron el tren en marcha y algunos, es cierto, aprovecharon la impaciencia de la gente para presentarse como salvadores pertrechados de soluciones a todos los problemas; lo peor es que una mayoría de la población cree en sus discursos y acaba por otorgarles su confianza. Sin embargo, el ejercicio del poder no es fácil y el contacto diario con la realidad desvelará, a no tardar, si los líderes religiosos se hallan dotados de la competencia necesaria para sacar al país de sus problemas económicos y culturales.
El balance, pese a todo, es positivo. En menos de un año se ha presenciado el fin de tres dictadores. El caso del dictador sirio es muy preocupante, pero tarde o temprano habrá de rendir cuentas ante un tribunal. Las matanzas de civiles prosiguen con el apoyo de Rusia y China. Los únicos que pueden detener a El Asad son militares, a quien no impresionan las manifestaciones ni el número creciente de muertos. Túnez, Egipto y Libia son países muy diferentes. El de Marruecos es un caso aparte, en la medida en que las reformas se acordaron a primera hora y el país será gobernado por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) que ha obtenido 107 escaños de los 395 con que cuenta el Parlamento. No obtuvo la mayoría absoluta y ha constituido un gobierno de coalición. Se le juzgará por los hechos aunque, personalmente, soy contrario a toda intervención de la religión en el terreno político.
Libia resulta, tal vez, el país al que hay que permanecer atento a lo que suceda. Las circunstancias del fin de Gadafi y de su familia han producido la impresión de que se trata de un país donde el recurso a la violencia es sistemático. Es el país al que más le costará entrar en la modernidad; es decir, en una auténtica democracia, dada la preeminencia del sistema tribal. Además, debido a la dictadura sangrienta de Gadafi, Libia no ha tenido las tradiciones políticas de costumbre (ni partidos, ni sindicatos, ni prensa libre, ni libertades civiles, etcétera). La revuelta se ha asemejado a una guerra civil. El hecho de que el presidente del Consejo Nacional de Transición, Mustafa Abdel Yalil, haya apelado a la charia como marco ideológico tiene algo de preocupante. Habrá ocasión de comprobar en dónde desembocan las convulsiones que ha experimentado el país. La democracia es un aprendizaje que empieza por la aparición del individuo. Ahora bien, en una sociedad de clanes y tribus, el individuo no cuenta con el reconocimiento correspondiente. Serán menester tiempo y una cierta madurez para llegar a este estadio que Europa tardó siglos en alcanzar.
Los hechos sucedidos el 9 de octubre en la plaza Tahrir de El Cairo revisten una importancia fundamental: carros de combate de las fuerzas armadas aplastaron a manifestantes coptos y musulmanes. Veintisiete muertos en pocos minutos. El Consejo Militar no ha movido un dedo.
La presión de la calle a principios del 2011 no fue el único factor que provocó la marcha de Mubarak. La revuelta del pueblo egipcio desembocó en un golpe de Estado militar. Las fuerzas armadas han desempeñado un papel esencial en el cambio que experimenta Egipto. Al propio tiempo, los militares –sin dejar de prometer en prenda la democracia– detentan el poder y no cederán con facilidad. Como han afirmado Bahgat Elnadi y Adel Rifaat (cuyo pseudónimo es Mahmud Husein), “el Consejo Militar no está guiando una transición hacia la democracia, sino una restauración del antiguo régimen con un barniz de democracia” (tion, 25/XI/2011). Por otra parte, estos mismos militares ejercen, como en otros tiempos, la represión que llega a juzgar a los manifestantes ante sus tribunales. Casi 15.000 hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, han pasado por estos tribunales. En opinión de Mahmud Husein, “estos tribunales tienen un cometido oficioso: quebrantar y debilitar el impulso de los jóvenes activistas y sofocar su espíritu de rebelión”. No se olvide que, desde la nueva ocupación de la plaza Tahrir, se han registrado una cincuentena de muertes.
El partido de los Hermanos Musulmanes está ganando las convocatorias electorales. Es el partido islamista más enraizado y antiguo del país (creado en 1928). Las revueltas, que en un primer momento mostraron que el discurso islamista estaba superado, han sido recuperadas por las fuerzas islamistas. De nada sirve lamentarse o desesperarse. Si estos pueblos han querido, en su mayoría, vivir gobernados según los preceptos de la religión musulmana, no se les puede impedir. Lo cual no significa que vivan en democracia. El gran malentendido ha consistido en creer que el hecho de ir a votar es suficiente para llamarse demócrata. Las elecciones son un procedimiento. La democracia que, si se quiere, puede ejemplificarse en las elecciones, es otra cosa; es una cultura que se encarna en valores, el principal de los cuales es el reconocimiento del individuo como ser singular y único, con derechos y deberes. Dicho esto, esta cultura de respeto de la libertad de cada cual no es aún moneda corriente en los países árabes. En ninguno de estos países la Constitución ha inscrito en su texto la libertad de conciencia, de confesión y de culto. Hecho que motiva que a quien critica a los islamistas se le considera no un opositor basado en el derecho sino un antimusulmán. Se considera que la laicidad es una forma de ateísmo. Ahora bien, si un individuo no posee el derecho de afirmar públicamente su libertad de conciencia, si el Estado puede perseguirle
Libéray juzgarle por apostasía, puede decirse que no estamos en democracia ni vivimos en un Estado de derecho, ni menos aún en la modernidad.
La llamada primavera árabe ha ejercido un efecto liberador en varios países. Y, mientras vemos a los indignados en España, Nueva York o Israel, presenciamos las protestas rusas contra las irregularidades y fraude electoral. Los pueblos ya no están anestesiados; ya no temen enfrentarse a las fuerzas de seguridad y a los militares que les reprimen.

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