Publicado en La Vanguardia, 16 de octubre de 2012
Los enciclopedistas que tanto contribuyeron al triunfo de la Revolución Francesa con sus ideas y escritos pertenecían a una generación que estaba convencida de haber emprendido el camino adecuado para llegar a la solución de todos los problemas que habían azotado a la humanidad desde el momento de su creación. Es un concepto que baraja Isaiah Berlin en su libro El poder de las ideas en el que discurre sobre cómo las predicciones intelectuales de los cambios tectónicos de la historia han sido con frecuencia equivocadas. O, cuando menos, han causado más dolor y miseria que los paraísos que dibujaron en sus teorías ideales.
El Artur Mas que emerge después de la manifestación del Onze de Setembre es un personaje transformado, desconocido, que camina con una asombrosa seguridad hacia su objetivo de pasar a la historia como el primer presidente de la Generalitat que se dispone a preguntar a los catalanes sobre si quieren un Estado propio dentro de la Unión Europea. Mejor dentro del marco jurídico español y, si no es posible, recurriendo al derecho internacional, que no sé cómo lo justificaría, o bien con una ley propia del Parlament de Catalunya.
Nada
hay que impida consultar a un país sobre su futuro. Lo más importante es qué
ocurrirá el día después si el trayecto se recorre en solitario
desde el punto de vista de alianzas peninsulares, europeas e internacionales.
Los primeros ministros de Inglaterra y Escocia harán todo lo posible para
mantener el Reino Unido en el caso de Cameron y para conseguir una Escocia
independiente por parte de Alex Salmond. Se da la paradoja, además, de que una
Escocia independiente perpetuaría al Partido Conservador en el poder durante
mucho tiempo si se tiene en cuenta que pocos o ningún diputado tory sale de
Escocia en las elecciones generales.
Pero hablan, discuten,
defienden sus posiciones con energía pero sin desprecio ni desconfianza mutuos.
Aquí, con la retórica de las dos Españas se construyó sobre sus cenizas el mito
de la única España verdadera, auténtica, en lucha a muerte contra la otra
España, que no es en realidad una verdadera España sino la anti-España, como
señala Santos Juliá.
No se trata, a mi juicio de
españolizar ni catalanizar a nadie. Encuentro más apropiado educar a personas
que tengan criterio propio, que sean libres y que puedan vivir en libertad allí
donde estén.
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