25 may 2018

Éxodo/Alejandro Álvarez

Éxodo/Alejandro Álvarez

“Me llaman el desaparecido que cuando llega ya se ha ido, volando vengo volando voy, de prisa de prisa rumbo perdido” Desparecido. Manu Chao
Acá el sol quema chilo pero la raza es bien alivianada, justo hace rato una familia le regaló un plato de comida china, y otras, las más morritas, se toman fotos bien acá, que porque es moreno el vato.

Apenas pasaba mediodía cuando bajamos de la camioneta, llevábamos ropa para regalar, tenis, algo de agua y muchos ánimos de platicar y cambiarles un poco el rumbo, aunque su rumbo estaba bien definido.
Más pavimento y menos naturaleza, pareciera que así versa la innovación en esta ciudad, que sirva esta modernidad al sol para reflejarse con más fuerza, luz incandescente, premonitoria, como si quisiera anunciar al cuerpo lo que está por venir, a estos cuerpos que caminan sobre rieles y descansan en la sombra del mañana que ya es hoy pero que aún no llega. Por dónde saldrá el sol, por dónde saldrá el sol…
Ahí bajo ese calor que ciñe la piel oscura nos acercamos a preguntar, a presentarnos primero, “si hablo pero sin cámaras”, así en español, -nos habíamos hecho a la idea de que eran haitianos-, me dio la espalda, el semáforo estaba en rojo y los autos comenzaban la fila.
No hubo otra razón más allá de un “no” sobre la cámara, no quise insistir, o tal vez no era ese un escenario posible entre los que llevaba en mente, su cuerpo delgado y pequeño que cargaba una mochila y vestía ropas con marcas de su travesía se alejó, caminamos hacia el otro cruce.
De nuevo la presentación y de nuevo el no frente a las cámaras, tratábamos de entender, la gente nos miraba, no porque les quedáramos al paso, volteaban, curiosas, tratando de entender qué hacíamos ahí, después de un par de semáforos y varias miradas logramos un sí con ciertas restricciones.
¿Vienen juntos? No, lo conocí en el camino, ahora sí viajamos juntos pero lo conocí en el camino ¿Y a él? No, a él no lo conozco… Por tu país cruza el tren por la mitad, pero llega un punto en el que se abre a los extremos, y es ahí donde tenemos que decidir cuál ruta vamos a tomar, y nosotros, tomamos esta.
Todos los desterrados viajan juntos, sin boleto de regreso, crujido de ruedas de hierro arañando sobre vigas sirven como puerta de entrada, bienvenida al viaje sin cinturones de seguridad, bienvenida su suerte montada sobre espinazo de acero, es la bestia, monstruo de dos cabezas agrietando almas expatriadas, monstruo que repta sobre los rescoldos del infierno con la promesa del cielo eterno y junto a ella, al acecho, carroñeros con mirada de fuego.
La bestia ser omnipotente, quimera indescifrable que mutila, que carcome, que roba, que enamora, que da alivio y te seduce, pero que nunca te abandona, nunca escapas, te da prórroga, te hace pensar que es otro viaje, pero siempre es el mismo, siempre ha sido el mismo, y es en ese mismo viaje donde todos sueñan juntos, vienen juntos.
Mis antepasados son así, viajan, emigran, mi raza se mueve, lo traigo en la sangre. El zurdo es un joven de no más de 20 años, fuerte, muy sonriente, de dientes muy blancos, de brazos tatuados dañados por el sol. Una manga larga necesito para que me cuide del sol, para que no me arruine los tatuajes. Se la damos y él nos sigue platicando de su motivo, de sus razones, de sus tatuajes, de su raza negra. Mi abuela sabe eso de las cartas, de la magia.
Bocanadas de humo emanadas de una anciana dan cuerpo a una inmensa serpiente que lleva en su piel una carga de olvidados y deja a su paso rostros cuarteados, espejo de la podredumbre que los arrojó, culpas de quien no quiere ver su reflejo.
Entonces de qué platicamos, pues de su pasión, de la música, de la letra de una canción que escribió, porque la bestia te da permiso de eso, uno de nosotros además de pintar también le da a la guitarra, lo acompaña, se avientan una rola “bien acá”.
Uno quisiera hacer esto en su país, pero no se puede. No sé qué va a pasar cuando llegue a mi destino. Voy al norte. Como si existiera otra dirección en la piel de la bestia me lo afirma, pero no a este norte con sol, sino al otro, al más frío.
En estos momentos estoy feliz, tú sabes, hay que mantener el buen ánimo, la felicidad, la vida es eso. La vida es eso. Hablamos de sus gustos, hablamos de su veganismo, de su amor a los animales, de su respeto a la naturaleza, no hablamos de sus motivos, esos ya los sabemos, no hablamos de las oportunidades esas ya se las negaron, hablamos de la vida misma.
Han transcurrido seis meses desde que salió de su país, no va a parar hasta llegar a su destino, que no es el norte, es algo más grande que eso, más fuerte, y si en estos momentos con una mochila al hombro y un plato de comida china es feliz, no es el dinero lo que lo mueve, no es algo tangible entonces, no es algo que se compre, es algo más sagrado, con más misticismo, algo mágico como las cartas de su abuela.
Nos despedimos con un apretón de manos como se despide la gente que se ve a diario, le deseamos buen viaje, qué más se puede desear en esas condiciones…la gente sigue llegando del sur, siguen en las esquinas, con pancarta e identificación en la mano por si alguien no les cree el lugar de procedencia, por si existiera la duda, no basta la mochila y las ropas y los rostros y los sueños.

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