AUNQUE a nivel nacional las franquicias políticas del PT y el PES presumen la fuerza de su coalición con Morena, en varios estados andan de la greña.
MIENTRAS los petistas han roto alianzas en Zacatecas, Guerrero y Baja California Sur, los pesistas han hecho lo propio en Michoacán, Sonora y Quintana Roo.
DE HECHO, los dirigentes estatales de ambos partidos en Campeche se llevaron esta semana un fuerte regaño de Andrés Manuel López Obrador por no haber concretado una alianza estatal en esa entidad.
Y ES QUE, a la hora de tratar de alinear sus plataformas y darles cabida a todos los políticos con aspiraciones a nivel local, se dieron cuenta que no es lo mismo Juntos Haremos Historia que Juntos Hacemos... ¡Histeria!
VAYA que en el sector empresarial hay preocupación por el crecimiento de la inseguridad en el transporte tanto de mercancías como de personas. Tanto así que pasado mañana la Concamin, que preside Francisco Cervantes, realizará un foro sobre el tema.
EL PROGRAMA revela el difícil panorama que enfrentan las diferentes ramas industriales, pues comienza analizando el impacto del robo de mercancías en autotransportes de carga, sigue con el tema de los asaltos en los camiones de pasajeros y remata con una mesa que se llama "El robo al ferrocarril y la Seguridad Nacional".
QUIZÁS lo más relevante del encuentro es que, después de exponer el diagnóstico en esos tres rubros, los convocados trabajarán en una agenda estratégica para hacerle frente al problema.
SERÁ INTERESANTE ver qué resultados obtienen y qué tienen que decir al respecto las autoridades federales y estatales responsables -al menos eso se supone- de garantizar la seguridad en carreteras y vías férreas.
QUIENES saben cómo se hace el nixtamal y cómo se echan las tortillas en el primer círculo de Andrés Manuel López Obrador se preguntan cómo le habrá caído a Alfonso Romo el anuncio de que su jefe quiere nombrar a María Elena Álvarez-Buylla al frente del Conacyt.
RESULTA que la ganadora del Premio Nacional de Ciencias 2017 es conocida en el medio científico como una férrea opositora a los cultivos transgénicos, un ramo en el que el empresario regiomontano estuvo profundamente involucrado durante años.
LA DUDA es cómo conciliar en un mismo equipo las dos posturas. Porque, una de dos: o la científica descubrió que ese tipo de agricultura no es tan mala, o el empresario ahora rechaza lo que antes le dio grandes ganancias económicas. ¿Qué será, qué será?
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Frentes Políticos/Excelsior...
17 de Junio de 2018
I. Desconfianza. De acuerdo con una investigación de Excélsior, a dos semanas de las elecciones, 85 por ciento de los candidatos a cargos federales se ha resistido a contribuir con la transparencia, al grado de no entregar de forma voluntaria al INE datos sobre su trayectoria académica y política, medios de contacto, dos propuestas principales y responder por qué quieren ocupar un cargo público. En la plataforma Voto Informado 2018 sólo han accedido a participar tres de los cuatro candidatos a la Presidencia, 154 de 276 al Senado por mayoría relativa y 819 de mil 321 aspirantes a la Cámara de Diputados por mayoría relativa. ¿Y ellos sí piden que nosotros confiemos? ¿Cómo?
II. Derrumbe. De malas. El pasado domingo, Ricardo Anaya, de la coalición Por México al Frente, presentó una página de internet, Debate2018.mx, que para el martes se había caído. Integrantes de la coalición denunciaron que se trataba de un ataque de hackers rusos contra el sitio donde se difunden supuestas pruebas de presuntos actos de corrupción del aspirante presidencial Andrés Manuel López Obrador. No fueron los rusos, fue una simple mala conformación de la página. Ya la levantaron. Pero lo que se les cayó ahora fue el apoyo del PRD de Tamaulipas, quien rompió con Anaya para sumarse a Morena. ¡Uff! Y todavía quedan dos semanas.
¡III. Cierre parejo. Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, cerró campaña en Oaxaca, acompañado de candidatos locales y simpatizantes de Morena. Y otra vez sacó la espada con la que va ganando simpatías: su batalla, que se anticipa épica, contra la corrupción, “causa principal de desigualdad y la pobreza”. Llamó a ejercer un voto no sólo para él, sino para los diputados y senadores de la coalición, para que no lo frene el Congreso en su intención de cambiar al país. Volvió a plantear el plebiscito para su permanencia.
IV. Mal inicio. Comenzamos mal si antes de que se celebren los comicios ya hay quejas archivadas. Adriana Favela, consejera del INE, informó que hay al menos 15 mil quejas de ciudadanos que están afiliados a un partido político sin su consentimiento, cantidad que preocupa, porque son más denuncias por este motivo que por el proceso electoral en curso. La también presidenta de la Comisión de Quejas y Denuncias del INE, destacó que todos los partidos políticos están involucrados, además, en un posible uso indebido de datos personales. Si así entramos a la contienda, no dude que tras el 1 de julio, el resultado se vaya a tribunales. Así se las gastan los perdedores.
V. Alerta roja. Mientras los funcionarios encargados de regresar la paz a los estados no pongan un hasta aquí al robo de combustible, el país está condenado a que se repitan escenas como la de antier en Amozoc, Puebla, donde seis policías municipales murieron. Ayer se dio a conocer la detención de cuatro personas, entre ellas dos mandos policiales, como presuntos responsables de la muerte de los oficiales. Autoridades estales, también confirmaron que los policías sí fueron asesinados, pues todos presentaban el tiro de gracia. Es cierto que Amozoc no es el municipio más turístico del estado, pero es el hogar de muchos, y ahora, tomado por ladrones de gasolina. Los habitantes se preguntan por qué José Cruz Sánchez Rojas, edil local, ha estado tan ausente de sus labores, pues desde su arribo el número de huachicoleros ha crecido. Seis policías muertos. Ni uno más.
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La estación/GERARDO GALARZA
Cambio de vías
Excelsior...
En la práctica, las campañas políticas en pos de la Presidencia de la República concluyeron la noche del pasado martes 12 de junio, al terminar el tercer debate entre los cuatro candidatos presidenciales.
Su saldo es terrible: una ciudadanía polarizada, crispada, enfrentada sin mayores argumentos que la soberbia, la revancha o la impotencia.
Los cierres de campaña serán sólo intentos de mostrar el mayor “músculo” político, dicen ahora, no para convencer a los votantes indecisos, sino para hacerles creer que deben sumarse a una candidatura supuestamente ya ganadora o lo contrario; a la búsqueda de votos provenientes de las emociones y sentimientos, más que de la reflexión.
El saldo terrible de estas campañas no tiene su origen en las mismas; es más bien la consecuencia más profunda del enojo social, que raya en casi un Estado de ira nacional.
Son muchas las causas de ese malestar, entre ellas: la criminalidad y la inseguridad, la impunidad, la insatisfacción económica, la corrupción galopante, sin que los ciudadanos se den cuenta, quieran darse cuenta o acepten que también son parte de esos problemas. A éstos se agrega el desprestigio superlativo de los políticos (todos), sus partidos (todos) y los altos funcionarios, quienes vendieron la democracia a los ciudadanos como la panacea para todos sus males.
¿Cuándo comenzó la iracundia nacional que tiene su mayor manifestación en el 2018? Ponerle fecha será tarea de los analistas; lo cierto es que no fue ayer ni con las actuales campañas políticas; vamos, ni siquiera con el actual gobierno federal ni los anteriores. La acumulación del enojo nacional viene de antes, gota a gota, golpe a golpe. Y, naturalmente, hay un culpable: el gobierno, que en buena parte sí lo es,
pero no el único.
Fue esa cólera social la que marcó las campañas presidenciales y hubo un candidato que supo aprovecharla… desde hace casi dos décadas. La cólera, como otros sentimientos humanos, casi siempre es irracional y provoca revanchas.
El problema no será el domingo 1 de julio. El nuevo problema nacional comenzará el día 2, quizás una hora antes. Gane quien gane las elecciones presidenciales. Si las gana el candidato que encabeza a quienes vienen por la revancha, el país tendrá problemas; si pierde ese candidato que se dice vencedor, como lo creen sus seguidores, también habrá graves problemas poselectorales.
Esta disyuntiva es peor a la que enfrentan en lo individual los ciudadanos que todavía no saben por quién votar y no ven a ninguno de los candidatos como posible beneficiario de su voto.
El escribidor es de los que creen que la elección presidencial no está decidida, que las elecciones no las definen las encuestas ni siquiera el acarreo en los mítines ni el voto corporativo o duro, comprado; romántico que no ingenuo, cree que las elecciones las definen los ciudadanos a la hora que cruzan un logotipo o el nombre de un candidato en la boleta electoral, y que otros ciudadanos cuidan, registran y cuentan ese voto.
Eso es parte formal de la democracia. Sin ella no existe. Así, antes de que entre la veda electoral y todas esas restricciones que imponen los políticos a los ciudadanos, el exhorto es: olvídese de los mítines y las encuestas, de las presiones y coerciones, piense por sí mismo, alejado de la ira o la complacencia (no le dé miedo, pensar no es peligroso; actuar, sí), actúe entonces: vaya a votar libremente, por quien quiera y asuma las consecuencias de su voto.
CAMBIO DE VÍAS.- Hay estaciones que son terminales. En sus andenes se termina un viaje, aunque no necesariamente sea el destino final. Esta estación es una de ésas.
En ella, el escribidor anuncia, por decisión absoluta-mente personal, el fin de viaje como director editorial adjunto de Excélsior. Han sido casi 12 años y medio en esta casa editorial.
Mi agradecimiento profundo a don Olegario Vázquez Raña y al licenciado Olegario Vázquez Aldir por el rescate de esta catedral del periodismo mexicano y por la confianza. También al ingeniero Ernesto Rivera Aguilar, mi director general; a Pascal Beltrán del Río, mi director editorial; a los insustituibles en mi trajinar diario Nacho Anaya, Fabi Guarneros, Lore Rivera y Marco Gonsen, pero, sobre todo a mis compañeros coordinadores, editores, reporteros, fotógrafos, diseñadores, talleristas y voceadores, sin los cuales es imposible el mágico truco —en muchos casi milagro, como dice Pascal— de hacer aparecer un periódico todos los días.
A los lectores, también mi agradecimiento y el anuncio de que esta estación cerrará sus puertas temporalmente… sólo por reconstrucción. En sentido contrario, las estaciones terminales son el inicio de nuevos viajes.
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Edades del futbol/Enrique Krauze
Reforma, 17 Jun. 2018
Hay tres o cuatro partidos que unen a casi todos los mexicanos: los que juega cada cuatro años la selección nacional en la Copa del Mundo. He participado en esa inocente comunión desde 1962. Lo he hecho con diverso entusiasmo, extrayendo algunas alegrías y no pocas desdichas. Son ya catorce mundiales. Espero que la cábala funcione: y que lleguemos al quinto partido, porque no hay quinto malo. Soñar no cuesta nada.
Mi primera edad de entusiasmo mundialista fue la juventud. En el Mundial de Chile, la televisión trasmitió por primera vez (en blanco y negro, claro) los partidos de México. Fue muy triste. En el segundo partido contra España, la selección estuvo a punto de pasar a la segunda ronda pero en el minuto final del juego, un endemoniado extremo español apellidado Gento "escapó por la banda" (como decimos los aficionados), dejó atrás al "Siete pulmones" Nájera, centró al área y Joaquín Peiró "perforó el arco" (otra frase hecha) de mi ídolo, Antonio "La Tota" Carbajal. Mi hermano Jaime y yo rompimos en llanto. De poco sirvió el triunfo que la selección obtuvo días después contra el formidable equipo de Checoslovaquia que a la postre perdería la final con Brasil.
Cuatro años más tarde la maldición se repitió. A pesar de un gol inverosímil de Enrique Borja, quedamos eliminados. Recuerdo la plañidera voz de Fernando Marcos. Había sido jugador, entrenador, árbitro, y en sus décadas finales narraba partidos citando a Cicerón o a Séneca, pero en ese instante evocaba más bien las lamentaciones de Jeremías: "¡Dios mío, por qué tiene que pasarnos siempre esto!". El Mundial de 1970 nos recompensó las desdichas, pero nuestras esperanzas de avanzar se quedaron en el bonito estadio de "La Bombonera" de Toluca, cuando perdimos 4 a 1 ante Italia. El entusiasmo de los mexicanos se transfirió vicariamente al equipo de Brasil. Fue inolvidable ver jugar a Pelé.
La siguiente estación mundialista fue la edad del padre. Gracias a mis hijos reavivé el entusiasmo, primero en el México 86, con el sublime gol de tijera de Manuel Negrete, y luego con el paso firme de la selección, hasta que desdichadamente, en el quinto partido, topamos con la pared de siempre. ¡Esos penales! ¿Hay un bloqueo edípico en esa incapacidad para "cobrarlos"? Ante la caída, nos conformamos con momentos históricos como el primer gol de Maradona contra los ingleses ("la mano de Dios", que vio toda la humanidad menos el árbitro) y el siguiente gol en que el propio Maradona "burló" a todos los rivales (y hasta al árbitro) para meterse en la portería del estupefacto arquero Shilton. Pero el Mundial que mis hijos disfrutaron más fue el de 1994. Nos trasladamos en familia a Estados Unidos. Celebramos la victoria de México contra Irlanda y el empate contra Italia. Luego perdimos... en penales. No obstante, León se entusiasmó tanto que comenzó su carrera periodística en un programa de radio en el que compartía la mesa con su amigo Beto "el joven" Murrieta y tres personajes legendarios: Ángel Fernández, Ignacio Trelles y Fernando Marcos. En cuanto a Daniel, por esos años decidió aprender italiano para emular a su ídolo, Roberto Baggio.
Hoy 17 de junio de 2018 doy inicio oficialmente a mi tercera edad mundialista: veré el partido de Alemania contra México con mis nietos. Tres de ellos son muy pequeños, pero Mateo, de diez años, comenzará a aprender la agridulce pasión del Mundial. Les voy a llevar una bandera mexicana. Todos se pondrán la camiseta verde. Yo no identifico ya a muchos jugadores, pero estoy seguro de que esta selección está bien "fogueada" porque muchos jugadores "militan" en equipos de Europa. Cantaremos el himno, gritaremos "¡México, México!".
Dado que Alemania se ha especializado en ganar mundiales, será difícil vencerlos o siquiera empatarles. Pero "son once contra once", "el balón es redondo", México ha hecho proezas en los mundiales y ha estado muy cerca de calificar a los cuartos de final. Quizá tengan un buen desempeño en el grupo. Pero, por lo pronto, hay que "echarle ganas", "salir con todo", no "achicarse frente a los teutones", y quizá hacer "la hombrada" de ganarles.
El destino nacional no depende, ni remotamente, de estos muchachos. Pero hay que celebrar la inocente comunión del futbol porque nos recuerda fugazmente que somos un nosotros. Ojalá esa convicción se transfiriera a la vida colectiva, espectáculo que ocurre antes y después del breve paréntesis de destreza, inteligencia y arte, apto para todas las edades: el futbol.
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El problema de fondo/Luis Rubio
Reforma, 17 Jun. 2018
México es una contradicción andante. Se han implementado ambiciosísimas reformas y, sin embargo, los resultados, al menos en promedio, no son encomiables. El problema es el promedio: el país vive contrastes extremos entre un sur pobre que apenas se mantiene vivo y un norte que crece a tasas casi asiáticas. Hay regiones enteras que se han transformado, hay una industria híper moderna que compite con las mejores del mundo, hay ejemplos de virtud en el desempeño de las funciones de gobiernos locales y, por supuesto, empresas mexicanas que son exitosas dentro y fuera del país. ¿Cómo es posible que convivan estos extremos?
Hay partes del país que funcionan como en el primer mundo y hay fuerzas -tradiciones, intereses y grupos poderosos, tanto económicos como políticos y sindicales- que han logrado atorar cambios y reformas para preservar el statu quo. En la práctica, esto implica que, mientras una parte de la población -y del país en general- prospera, hay otra que experimenta un deterioro continuo en los niveles de vida. En otras palabras, son dos verdades indisputables y realidades contrastantes con las que los mexicanos convivimos todos los días.
Si uno observa el crecimiento del PIB per cápita, las exportaciones, el empleo formal o el acceso a Internet, por citar indicadores obvios, el país ha avanzado de manera definitiva. Por otra parte, los rezagos son igualmente evidentes, como se puede apreciar en las tasas contrastantes de crecimiento entre Oaxaca y Aguascalientes, los dos casos más extremos. Las disparidades en la economía mexicana son pasmosas tanto en términos de desempeño como de actitud, ambos producto de una realidad que no es coherente ni consistente.
Tanto la disfuncionalidad política como la transformación económica son reales; de hecho son dos caras de una misma moneda: la combinación de sobreconcentración del poder con gobierno disfuncional (donde lo primero explica a lo segundo) lleva a la parálisis porque impide la institucionalización del poder. Las leyes y reglas del juego cambian de acuerdo a las preferencias de quien se encuentra en el gobierno, lo que se convierte en la fuente de disfuncionalidad y causa de la ausencia de instituciones capaces de ejercer funciones autónomas y de contrapeso. Estos fenómenos son históricos y el sistema emanado de la Revolución los agudizó.
Por otra parte, el crecimiento del país en términos tanto económicos como demográficos generó una dislocación del sistema político tradicional porque los viejos mecanismos de control dejaron de ser funcionales. Lo paradójico es que la respuesta que han dado sucesivos gobiernos a la pérdida de capacidad de gobernar y la consecuente desaparición de la legitimidad del Estado no ha consistido en el reforzamiento o reconstrucción de las capacidades del propio gobierno o, incluso, la redefinición de sus funciones, sino en la adopción de parches, componendas y soluciones temporales.
El punto de todo esto es que el problema del país no es económico sino político. Si uno ve las cifras agregadas de crecimiento, la economía ha experimentado un desempeño patético (de 2% anual en promedio); sin embargo, si uno ve región por región, hay partes del país que experimentan una transformación inconcebible. La pregunta relevante es: ¿por qué no crece a la misma velocidad el sur del país? La realidad es que las reformas emprendidas desde los ochenta hasta la actualidad han sido transformadoras donde ha habido liderazgo (político o empresarial); por otro lado, donde las estructuras político-sociales se han enquistado y privilegian a grupos retardatarios como sindicatos, burócratas y empresarios tradicionales, el crecimiento ha sido muy bajo o nulo.
El asunto acaba siendo político, no económico. La economía del país va bien y podría ir mucho mejor de llevarse a cabo profundas reformas políticas. En este sentido, la propuesta de AMLO de echar para atrás las reformas económicas no haría sino empobrecer al país. Si lo que quiere es resolver los entuertos que nos caracterizan, debería estar proponiendo una reforma política de avanzada que tenga por ejes medulares la institucionalización del poder, la construcción de pesos y contrapesos y la apertura del sistema político a la participación abierta y activa de la ciudadanía. No lo hace porque su visión es la de concentrar el poder. Es decir, no reconoce que el país ha avanzado en lo económico y su problema es justamente la parálisis y disfuncionalidad política.
México ha sido un caso peculiar de transformación parcial e incompleta. Muchas naciones han procurado reformas, pero pocas han sido tan parciales en su proceso de reforma como nosotros. Chile, España, Corea y otras naciones paradigmáticas asumieron la modernización como un proceso integral; aunque evidentemente han encontrado problemas y crisis en el camino, su instinto ha sido el de reformar más para poder avanzar. En México, las reformas económicas se emprendieron para no reformar la estructura del poder y ese es el problema que yace en el corazón de nuestro "mal humor social". Anular las reformas destruiría lo que sí funciona.
La solución está ahí: en una reforma integral, no en la recreación del desarrollo estabilizador.
@lrubiof
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La soberanía del miedo/Juan E. Pardinas
Reforma, 17 Jun. 2018
Más que dejar un gobierno, Enrique Peña Nieto heredará un incendio. México no es un Estado fracasado, pero dentro del territorio nacional hay regiones donde el crimen organizado desempeña las funciones del soberano. En Ciudad Mante, la extorsión y el cobro de piso determinan quién puede vender leche y quién no. En Guerrero, las amenazas de la delincuencia cerraron centros de distribución de las dos refresqueras más grandes del mundo. Entre enero y marzo de 2018, ocurrieron 852 robos de trenes en México.
"Esto parece una película del viejo oeste", me dijo un diplomático extranjero. Los westerns ocurren en un territorio donde no hay Estado. Cada persona tiene que portar un revólver en la cintura para defenderse de un agresor potencial porque no hay autoridad que los proteja. El sheriff del pueblo es una fuerza débil, que apenas se puede defender de forajidos, apaches y demás amenazas de la época. La muerte violenta es un destino probable para una parte del elenco cinematográfico. En el viejo oeste, la gente vive con miedo ante la ausencia del Estado, en México muchas personas comparten el mismo sentimiento ante las postales del desgobierno.
Con el homicidio cotidiano de policías, autoridades municipales y candidatos, el estado criminal impone su autoridad sobre las estructuras tradicionales del poder. Estos asesinatos se han vuelto tan "normales" que en el tercer debate presidencial hubo más mensajes de aliento a la Selección Mexicana de futbol que muestras de pésame y solidaridad para las familias de más de 100 candidatos y candidatas asesinados en 2018. Al escuchar a los candidatos presidenciales, pareciera que las campañas ocurren en una República donde no hay lugar para el miedo.
La tesis doctoral de Viridiana Ríos demuestra que la violencia y las organizaciones criminales crecen y prosperan en regiones donde los tres niveles de gobierno no tienen instrumentos de coordinación porque pertenecen a partidos políticos distintos. Las diferencias políticas entre el Presidente, los gobernadores y ayuntamientos generan falta de cooperación en el área más sensible que puede manejar un gobierno.
El PRI enfrenta el momento más crítico de su historia. En las elecciones presidenciales del 2000 y 2006, la derrota electoral no fue sinónimo de defunción porque no había otro partido que ocupara su espacio y su narrativa dentro del espectro político. Morena, una agrupación que nació apenas hace cuatro años, aparece hoy como la primera fuerza política del país. El próximo 1o. de julio estarán en juego, además de la Presidencia de la República, nueve gubernaturas y más de 1,500 ayuntamientos. Nunca antes en una jornada electoral se había decidido el futuro de tantos cargos ejecutivos, que tienen facultad de mando sobre fuerzas policiales. Bienvenida la alternancia de partidos, pero cada uno de estos cambios políticos deja márgenes de riesgo para que las diferencias políticas se reflejen en problemas de descoordinación. Si las premisas de la doctora Ríos permanecen vigentes, México está al borde de alzas insospechadas en la violencia y la inseguridad.
El nuevo gobierno deberá presentar una especie de Plan Marshall para arrebatarle al crimen su soberanía sobre los territorios y las vidas de millones de mexicanos. El Plan Marshall permitió reconstruir las instituciones y las economías de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Se requiere mucho más que dinero para salvar a México, pero sin recursos bien gastados en crecer, fortalecer y dignificar a las fuerzas policiales, no habrá ningún cambio en la trayectoria. La Policía Federal debería duplicar su tamaño en los próximos seis años. Antes que ofrecer subsidios absurdos a las gasolinas o suponer que los sicarios se pacificarán con becas, la pregunta clave para el próximo gobierno es ¿qué van a hacer para que los mexicanos tengamos menos miedo?
@jepardinas
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Ilusionismo/Eduardo Caccia
Reforma, 17 Jun. 2018
Uno de los grandes magos de la historia, Harry Houdini, se jactaba -con la soberbia que envenena a algunos que van en primer lugar- de que podía descubrir cualquier truco de magia si lo veía tres veces. En febrero de 1922 un mago novato y desconocido lo retó, rompiendo una de las reglas más importantes de la magia (después, claro, de la primera, revisa tu chistera antes de ponértela, se te puede caer el conejo): no repitas el truco a tu misma audiencia. Dai Vernon pidió a Houdini que tomara una carta y la marcara con sus iniciales.
El famoso escapista tenía un historial envidiable para descubrir los trucos, muchas veces no había necesidad de una tercera o incluso una segunda demostración. Vernon tomó la carta marcada por Houdini y la introdujo entre la baraja. A continuación chasqueó los dedos, volteó la carta superior, para sorpresa de Houdini y asistentes, era la carta que éste había seleccionado. El encantador había sido encantado. Pidió una segunda vez. Y una tercera, cuarta. A la séptima ocasión, incapaz de descifrar el truco, se dio por derrotado.
En esencia el truco de magia funciona y sorprende al público porque algo de lo que consideramos realidad se rompe, una parte de nuestro cerebro detecta el conflicto y otra intenta explicarlo. Técnicamente se le llama correlación ilusoria al acto de ver una relación entre sucesos cuando no existe demostración objetiva alguna de esta relación (las supersticiones viven ahí). Estamos ante una ilusión cognitiva y una ilusión visual: una moneda pasa de una mano a otra de forma invisible ante nuestros ojos, una chica cambia de color de vestido al pasarle una sábana, otra es fragmentada con un serrucho o convertida en pantera, las cucharas de metal se doblan, la Estatua de la Libertad desaparece; la magia, como la política, se fundamenta en la percepción para provocar un resultado. Los magos son expertos para manipular nuestra atención y nuestra percepción, los políticos también.
El truco del mago se basa en principios neuronales. El del político también. En ambos casos es frecuente que el observador vea algo que en realidad no está. Nuestro cerebro construye la realidad, lo que vemos, sentimos, escuchamos o pensamos depende de lo que esperamos ver, sentir, escuchar o pensar. Por eso a veces cuesta trabajo hacer que alguien cambie de parecer. El cerebro es el gran editor de la realidad: ¿Pro que lso rrorees de etsa orcaion imoprtan poco? Porque el cerebro reacomoda en función de la expectativa y del conocimiento previo. Los estudios neurocientíficos alrededor de la magia muestran que "una sorprendente proporción de nuestra percepción es fundamentalmente ilusoria" (Los engaños de la mente, de Stephen Macknik y Susana Martínez-Conde).
¿Qué esperan gran parte de los votantes mexicanos en las próximas elecciones? Un cambio. ¿Qué está viendo su cerebro? ¡Ese cambio! Pero un momento: ¿qué pasaría si estuviéramos ante el acto de ilusionismo más grande en la historia de México? ¿Qué tal si los políticos que la gente ve de un color (porque recordemos que quiere verlos de ese color) son en realidad de otro color? Cuando veo la cantidad de expriistas que hay en Morena (además de expanistas, experredistas y ex de otros partidos y organizaciones arropadas por partidos políticos, que se mueven a conveniencia) es como ver al sistema político mexicano perpetuándose en otro cuerpo y forma, es una mutación de personajes pero con la misma información genética, una ilusión de cambio disfrazada de cambio. Siendo así, el régimen tiene dos terceras posibilidades de ganar, las coaliciones donde están Morena y el PRI, dejando al Frente por México como la opción real de cambio. ¿Ven esto quienes están enojados contra el sistema y contra el PRI? Lo dudo, ellos, como en la magia, ven algo que en realidad no sucede.
La suerte con la que Vernon engañó el ojo entrenado de Houdini se conoce como "la carta ambiciosa" pues no se conforma con estar en medio del mazo, quiere subir y estar hasta arriba. La ambición por el poder funciona de forma muy similar. Houdini murió de peritonitis cuatro años después. Dicen que el mago pronunció sus últimas palabras: "Estoy cansado de luchar". Y escapó para siempre.
Acabo de escribir una ilusión.
@eduardo_caccia
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