21 sept 2019

Latinx/Jorge Ramos Ávalos

Latinx/Jorge Ramos Ávalos
Reforma, 21 Sep. 2019
Por primera vez en la historia de los debates presidenciales en Estados Unidos se escuchó la palabra "Latinx". Al dirigirme en inglés a 10 de los candidatos demócratas a la Presidencia en Houston, Texas, les adelanté que hablaríamos de temas "Latinx" y luego, cambiando de idioma, les dije: "En este país también se habla español. Este debate se realiza en un momento muy difícil para los latinos en Texas y Estados Unidos. Pero es importante que ellos sepan -que sepamos- que este también es nuestro país".
No hay nada que les moleste más a los racistas y a los intolerantes en Estados Unidos que los hispanos y los inmigrantes les digamos que este también es nuestro país. Y lo es. Somos alrededor de 60 millones y, según proyecciones de la Oficina del Censo, para el 2045 seremos 100 millones de latinos. Nadie podrá ser elegido a la Casa Blanca y a los principales puestos políticos del país sin nuestro voto. Así de sencillo.
"Visualizando el lenguaje: Oaxaca en L. A." Credit Emily Berl para The New York Times
Por ejemplo, una reciente encuesta de Univisión sugiere que Texas -un estado que por décadas ha votado por el Partido Republicano- podría cambiar en el 2020. La encuesta predice que el candidato demócrata vencería a Donald Trump en Texas con un 47 por ciento frente a un 42 por ciento. Sí, falta mucho todavía, no sabemos quién será el candidato demócrata y las encuestas se equivocaron con Trump en el 2016. Pero lo que no cabe duda es que el aumento de la población latina -y su creciente poder electoral- ya se está sintiendo.
Lo que también se está sintiendo es el racismo contra los hispanos. Diecinueve de los 22 muertos en la masacre de El Paso, Texas, el pasado 3 de agosto eran latinos. Ese fue un ataque dirigido específicamente contra nosotros. (Solo en la matanza de la discoteca Pulse en Orlando en el 2016 hubo más latinos asesinados).
Señales de nuestros tiempos. Es como si en Estados Unidos hubiera una abierta resistencia a que tengamos cada vez más presencia, más influencia y más poder.
Mientras todo esto ocurre, se está gestando una revolución dentro de la misma comunidad latina. El liderazgo político está cambiando. La estrategia de lucha está cambiando. Y hasta las palabras están cambiando.
Hay un cambio generacional de liderazgo, con la congresista Alexandria Ocasio-Cortez de 29 años de edad al frente. Pero ella no es la única. La mayor parte del crecimiento de la comunidad viene de latinos que nacieron aquí, no de inmigrantes. Y esto está creando una nueva y pujante clase política. Nada está fuera de su alcance.
La estrategia también es distinta. En lugar de acomodarse a los juegos políticos en Washington -que no dieron muy buenos resultados- la nueva forma de luchar es con protestas, cuestionamientos directos y un agresivo uso de las redes sociales. Y aquí hay mucho que agradecerles a los dreamers. Ellos vieron que desde 1986 no pasaba nada en la cuestión migratoria y presionaron al presidente Barack Obama hasta que consiguieron DACA (un programa de protección temporal para evitar su deportación). Ahora hasta los que no son dreamers actúan como dreamers... porque da resultados.
Lo que también está cambiando son las palabras que usamos. El término más poderoso que ha surgido en los últimos años es "Latinx". Es una palabra más incluyente que latino o hispano, es neutral respecto al género, reúne a comunidades que han sido históricamente discriminadas -como los indígenas, los afrodescendientes y personas LGBTQI-, abarca también a brasileños y caribeños, se pronuncia igual en inglés que en español, es singular y plural, y sugiere una constante apertura y fluidez. "Latinx", en pocas palabras, no discrimina: es una gran casa.
No estoy seguro que el término "Latinx" pronto vaya a reemplazar a latino o hispano. Pero basta apuntar que tanto latino como hispano utilizan el masculino como término genérico, dejando fuera a la mitad de la población. Y eso no es parejo. "Latinx", en cambio, no obliga a ninguna definición binaria y es, por lo tanto, más igualitario.
En estos días en que se celebra la herencia hispana en Estados Unidos, lo que yo veo -más que una fiesta- es una lucha constante para que los "Latinx" seamos vistos como parte esencial de este país. El líder César Chávez tenía razón cuando dijo: "Hemos visto el futuro y el futuro es nuestro".
 @jorgeramosnews
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El significado del ‘latinx’/ILAN STAVANS 
NYT, 14 de noviembre de 2017;

"Visualizando el lenguaje: Oaxaca en L. A." Credit Emily Berl para The New York Times
En los últimos años, la palabra “latinx” ha estado apareciendo en universidades en Estados Unidos, sobre todo entre los jóvenes y quienes no se identifican con un solo género. La cruzada tiene el propósito de convertirla en el término predeterminado para esta minoría. También han surgido palabras similares como “chicanx”.
Aunque esta es una iniciativa loable, es probable que la estructura de la palabra presagie un mal futuro. Quizá por eso es que el Oxford English Dictionary y el Merriam-Webster no han incluido el neologismo, cuyos orígenes precisos no son claros. Sin embargo, ha sido adoptado por algunos medios, sobre todo en el mundo del arte. Artnews, por ejemplo, hace poco describió un proyecto de arte que abarcaba toda la ciudad en Los Ángeles con este encabezado: “Pacific Standard Time: LA/LA pone al arte latinoamericano y a lxs latinxs en el centro de la historia del arte”.
No es necesario decir que nosotros, los latinos —como prefiero decir yo— hemos explorado este tema antes. Bastantes veces. Un vistazo a las últimas tres décadas demuestra la naturaleza efímera de los términos utilizados para describir a esta minoría. ¿Por qué es tan difícil definirla? En parte, porque es increíblemente diversa. Durante la era de la lucha por los Derechos Civiles, la minoría aún se estaba conformando. La gente hablaba de los mexicanos, puertorriqueños y cubanos. Un gran número de mexicanos se habían vuelto parte de Estados Unidos después de la guerra mexicano-estadounidense entre 1846 y 1848. La conclusión se selló con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, que de hecho vendió dos tercios del territorio mexicano, lo que actualmente se conoce como el suroeste, a Estados Unidos. Y otros mexicanos habían llegado como parte del programa Bracero. Para cuando llegó la década de 1960, los mexicanos politizados se referían a sí mismos como “chicanos”.
Puerto Rico se anexó con la ley Jones de 1917. La firmó el presidente Woodrow Wilson y le otorgó la ciudadanía estadounidense a la población de la isla. Décadas más tarde, una gran migración al territorio continental dio como resultado la división de culturas: de un lado, estaban los isleños; del otro, los habitantes del territorio principal. Estos últimos se quedaron sobre todo en Nueva York, lo cual dio origen a la palabra “nuyorrican”. Y después estuvieron los cubanos, quienes buscaron exilio en masa desde fines de la década de 1950, después de que Fidel Castro y sus guerrilleros entraron a La Habana, con lo que inició el camino hacia el comunismo.
Cada uno de estos tres grupos nacionales se consideraba autosuficiente. Siempre que alguien hablaba acerca de sus similitudes, utilizaban términos como latinos, hispanos, hispanohablantes, lo cual significaba que su lengua era lo que los hacía parte de una unidad según los demás. Ha sido el rápido crecimiento demográfico, así como el reconocimiento de que la unión hace la fuerza lo que estuvo tras la iniciativa de considerar que los hispanos son la suma de sus partes.
El término hispano prevaleció en la década de 1980. Pero el hecho de que una década antes había sido promovido por la administración de Nixon en documentos gubernamentales automáticamente lo volvió sospechoso dentro de la comunidad. Dicho de manera simple: se percibió como una imposición del exterior. Pero lo que terminó por hacerlo a un lado fue su conexión con Hispania, que es como se conocía a España durante el Imperio romano. En realidad, cualquier vínculo con España parecía dudoso.
La alternativa era latino. Estableció una conexión con la tierra de origen, Latinoamérica. Pero también tenía problemas. Uno era que el término Latinoamérica no se usó sino hasta mediados del siglo XIX, después de que las guerras de independencia se habían acabado en gran parte de las excolonias españolas. La pregunta era cómo referirse a todas esas nuevas repúblicas. Una variedad de opciones surgieron; las más prominentes de ellas fueron Hispanoamérica hispana y Lusoamérica (por el portugués), apoyadas por el intelectual dominicano Pedro Henríquez Ureña.
Al final, Henríquez Ureña perdió la batalla. La palabra que llegó para quedarse, latino, vio la región a través de la óptica del Estado de derecho, específicamente, el código romano. Obviamente, ese también era territorio lleno de implicaciones. Latinoamérica como tal no existe. Por lo menos no oficialmente: no tiene una bandera ni una moneda ni un himno. Es en cualquier caso una asociación política. El nombre sirve para entender la manera en que lenguaje es usado para establecer asociaciones cuyo valor es temporal.
“Las palabras que utilizamos a diario están impregnadas de ideología. Pero la lengua también es darwiniana, lo cual significa que es el resultado de la evolución”.
Antes de que llegara latinx, estaba “latin@”. Era una manera de evitar el binarismo de género. Pero nadie sabía cómo decirlo. E implícitamente contenía la “a” y la “o”. Lo peor es que, en la mente de las personas, la arroba (cuya pronunciación en inglés también se refiere a la preposición at) era una referencia a un lugar, lo cual provocaba confusión.
En fin, ahora tenemos latinx. Podría ser una voz generacional, pero desde una perspectiva lingüística, a mí el término me parece una aberración. Los motivos por los que no durará son duales. En primer lugar, suena menos como una palabra y más como una marca comercial. En segundo lugar, se construye como negación de hispano y latino, aunque es difícil saber qué es en realidad y cómo decirlo.
En Estados Unidos, he escuchado latinx pronunciado como “latins”, “latinks” y “latinex”. Esto se debe a que en español no hay palabras que terminen en una consonante seguida de una x. Por otro lado, en Latinoamérica, adonde he estado viajando durante los últimos cuatro años, no he escuchado que la utilicen ni siquiera una vez. No me sorprende. Aunque la tradicionalmente estricta Real Academia Española en Madrid ha mostrado signos de flexibilidad al definir matrimonio como una unión entre personas del mismo sexo, la palabra hispano sigue siendo intrínsecamente misógina en cuanto a que para gusto de muchos se limita, inevitablemente, a los hombres y excluye a las mujeres. El español, una lengua romance, está definido por el género y sus sustantivos son o femeninos o masculinos.
En una entrevista, la activista queer Alba Onofrio se rebeló en contra de esta estructura, y explicó que tener una “x” es una manera de reconocer lo politizada que es una lengua. “No voy a tomar parte en sus ‘o’ o ‘a’; no pueden obligarme a decidir”. Onofrio está en lo correcto: las palabras que utilizamos a diario están impregnadas de ideología. Pero la lengua también es darwiniana, lo cual significa que es el resultado de la evolución.
El tiempo dirá si latinx tiene un agarre genuino o es otro ejemplo de los despropósitos del activismo universitario. La discusión sobre su existencia es la prueba de lo difícil que es definir a esta comunidad multifacética.
Ilan Stavans es profesor de Humanidades y Cultura Latina en el Amherst College, además de ser el conductor del podcast de NPR “In Contrast”. Su libro más reciente es “Latinos in the United States: What Everyone Needs to Know” y saldrá a la venta en diciembre....


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