22 sept 2019

Sin comillas, ingeniero Krauze, por favor

Don @EnriqueKrauze sabes que los torturaron; lee a @Eponiatowska y @sabinaberman. 
Sin comillas los “jóvenes valientes”/Federico Arreola
@FedericoArreola
SDP; SEPTIEMBRE 22, 2019 ;
A nadie se le puede combatir por sus opiniones. Creo que le faltó denunciar ese crimen al historiador Krauze

Comillas. Signo ortográfico doble usado para enmarcar la reproducción de citas textuales y, en la narrativa, de los parlamentos de los personajes o de su discurso interior, y para delimitar títulos de artículos, poemas, conferencias, etc., así como las palabras y expresiones que se desea resaltar por ser impropias, vulgares o de otras lenguas. Diccionario de la lengua española
Krauze sobre don Eugenio. Artículo casi perfecto
Qué gran texto —“Las obras de don Eugenio”— ha publicado en Reforma el historiador Enrique Krauze sobre don Eugenio Garza Sada. Sería perfecto si no le sobraran algunas comillas. Antes de explicar por qué se equivocó el respetado historiador, sintetizaré lo que dijo sobre uno de los más importantes empresarios en la historia de México:
√ “Perteneció a la Generación de 1915, que en los más diversos campos de la cultura, la educación, la salud, la hacienda pública, la empresa privada, la ciencia y la vida sindical construyó las instituciones de todo orden que, frágilmente, aún nos sostienen”.
√ Se graduó en el MIT en 1914 y “regresó pocos años después a México a reconstruir junto con don Isaac, su padre, y su hermano Roberto, la Cervecería Cuauhtémoc”. (Otro errorcillo, bastante menor de Krauze, irrelevante injusticia que mucha gente comete en Monterrey: si los hermanos Eugenio y Roberto hicieron prácticamente lo mismo en la misma empresa, ¿por qué el primero siempre es "don Eugenio" y el segundo, como en el artículo citado, "Roberto" a secas?).
√ Manuel Gómez Morin, creador del Banco de México, sugirió a los Garza Sada “una inédita emisión de obligaciones que salvó a la empresa y permitió su formidable expansión fincada en cinco estrategias: la sustitución de insumos que provenían del exterior; la promoción de nuevas ideas y avances tecnológicos; la autosuficiencia energética regional; el uso de nuevos instrumentos de financiamiento; la diversificación de nuevas plantas”.
√ Con su padre don Isaac y su hermano don Roberto, don Eugenio construyó un imperio económico, pero lo material lo veía como un simple instrumento para lograr fines superiores: decía que “el lucro no es renta para satisfacciones egoístas, sino instrumento de reinversión para el progreso económico y social”.
√ Sus logros:
i.- Los empleados de sus empresas “contaban con servicios médicos, educativos, legales, recreativos, de guardería, despensa y vivienda”.
ii.- “Estableció programas de capacitación para trabajadores y becas para sus hijos, financió hospicios, construyó las instalaciones de la Cruz Roja, creó el cuerpo de bomberos, creó a los Sultanes de Monterrey y el Salón de la Fama del Beisbol”.
iii.- “Su obra cumbre, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, es hoy la universidad privada más reconocida de México en el mundo”.
√ “Al final de su vida, a sabiendas de que el Estado pretende siempre acotar el valor supremo de la libertad, buscó consolidar una presencia en la televisión. Alevosamente, Echeverría bloqueó su entrada a la prensa”.
√ Transmitió a sus hijos estas virtudes: “sencillez, cortesía, tolerancia, paciencia, gravedad, precisión, rigor, templanza, veracidad, laboriosidad, modestia”.
√ “Tenía tres trajes oscuros y un sombrero, tocaba el piano en familia, cultivaba su jardín, ponderaba el trabajo manual, era buen mecánico, sabía escuchar”.
Esas malditas comillas, admirado señor Krauze
Escribió el historiador: “Este fue el hombre que, a sus 81 años de edad, murió pistola en mano defendiéndose de los ‘valientes jóvenes’ de la Liga Comunista 23 de Septiembre que (con conocimiento del gobierno, que alentaba la discordia) intentaban secuestrarlo”.
“Ignoro si los ‘valientes jóvenes’ que lo asesinaron aquel 17 de septiembre de 1973 sabían quién era y qué había hecho”.
Si Enrique Krauze utilizara las comillas solo para reproducir una cita textual, nada habría que reprocharle. Pero él sabe que no lo hizo por eso.
Sí, Pedro Salmerón, también historiador, dijo que los guerrilleros que intentaron secuestrar y terminaron quitándole la vida a don Eugenio eran “jóvenes valientes”. Esta expresión la sacó de contexto el diario Reforma, en el que colabora Krauze, y generó un escándalo. Si Enrique la entrecomilla en su artículo no es para darle crédito a su colega Salmerón, sino para refutarlo —Krauze debe pensar, como mucha gente, mi hijo Federico Manuel incluido, que los guerrilleros más que valientes eran cobardes— e inclusive las comillas llevan la intención de joder un poquito a un intelectual cercano a los grupos de la comentocracia que tantas veces han linchado a EK por sus opiniones.
¿Es de liberales golpear a alguien por opinar?
Además de la mala utilización de las comillas, el escrito de Krauze tiene otro problema: no se solidariza con alguien que ha sido agredido simple y sencillamente por expresar su opinión. Un liberal como Enrique, quien ha sido calumniado por dar a conocer sus puntos de vista, tendría que ser más generoso, en este episodio, con el señor Salmerón.
Creo tener derecho a reprocharle tal falta a Enrique porque muchas veces lo he defendido, en la medida de mis modestas posibilidades, cuando lo han insultado y difamado nada más por decir lo que piensa.
Hay debates que dividen, inclusive a las familias
La tarde de este domingo tendré en mis manos una encuesta de la serie AMLOVEmetrics que cada semana se publica en SDP Noticias. Se difundirá mañana 23 de septiembre, casualmente el nombre de la Liga Comunista en la que participaban los guerrilleros que mataron a don Eugenio. Se pregunta ahora mismo a una muestra representativa de la población si el presidente López Obrador debió aceptar o no la renuncia de Salmerón, es decir, si el hecho de opinar debe ser sancionado solo porque alguien —el grupo de presión de la derecha mexicana—, usó las palabras del historiador para generarle un problema al gobierno federal.
Para no contribuir a incrementar la división, no se preguntará qué opina la gente de los guerrilleros, es decir, si eran o no “jóvenes valientes”.
Evidentemente ese es un tema en el que no hay consenso. Pienso, como Salmerón, que para ser guerrillero —independientemente del resultado de sus acciones— se necesita ser muy valiente. Lo escribí y mi hijo Federico Manuel, que no vivió aquella época, me reclamó que pensara así. Para él fueron “cobardes” los asesinos de don Eugenio. Como estábamos alzando la voz en la discusión y para no provocar mayores conflictos familiares, concluimos que yo tenía derecho a dar mi opinión y que si él tenía otra distinta, la publicara. Ahí está el artículo de Federico Manuel, “Un insulto a México calificar de ‘valientes' a los asesinos de don Eugenio”.
¡Los torturaron, Enrique!
Creo que Fede y Enrique cambiarán de opinión si leen hoy, en La Jornada, el texto —“Recuerden torturas y desapariciones”— de una escritora importante, Elena Poniatowska Amor. E inclusive les daría una lección lo que este domingo publica Sabina Berman, en El Universal, "Los VALIENTES guerrilleros".
Aquí un resumen del editorial de Poniatowska:
√ El escándalo provocado por Reforma que sacó de contexto las opiniones de Pedro Salmerón, llevó a Elena a recordar “a doña Rosario Ibarra de Piedra, cuyo hijo Jesús Piedra Ibarra acusado de militar en la Liga 23 de Septiembre y desaparecido en Monterrey el 18 de abril de 1975, me abordó en la marcha del 17 de abril de 1977 en contra de Díaz Ordaz”.
√ “Rosario Ibarra ya vivía en México y empezó la búsqueda por su hijo desaparecido”.
√ “Su esposo médico, padre de Jesús, fue torturado en Monterrey en unas celdas conocidas como ‘Las tapadas’, le metieron la cabeza tres veces en agua de orines y de ácido para revelar fotografías, le rompieron la cuarta vértebra lumbar a fuerza de golpes y tuvo que ser hospitalizado”.
√ “Rosario decidió venir a México, buscar a su hijo en todas las cárceles clandestinas, reunir a otras madres con hijos desaparecidos, organizar huelgas de hambre a un lado de Palacio Nacional, nada menos que en la Catedral Metropolitana e intentar ver a los sucesivos presidentes de la república Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo”.
√ “Si el historiador Pedro Salmerón utiliza el adjetivo ‘valientes’ no lo hace en detrimento de don Eugenio Garza Sada, pero sería bueno recordar las acciones en contra de los jóvenes”.
√ “Los simulacros de fusilamiento”.
√ “La tortura de la picana que se aplicaba a los detenidos en los pezones, los labios, las partes blandas”.
√ “La tortura del Tehuacán que con gas que se introduce en la boca y revienta el tímpano”.
√ “Los sótanos en que los muchachos esposados aguardan tirados en el suelo”.
√ “La falta de agua para lavarse (muchos compañeros se zurraban en los calzones)”.
√ “Es a esa valentía a la que se refería el doctor Pedro Salmerón”.
Sin comillas, ingeniero Krauze, por favor
No necesita Enrique Krauze que Elena Poniatowska ni nadie más le informe todo lo que sufrieron los jóvenes valientes —algunos todavía desaparecidos— que en los setenta se atrevieron a enfrentar al poder político y al poder económico del Estado mexicano. Krauze debe haber estudiado suficientemente la horrible historia de la guerra sucia.
Se equivocaron aquellos jóvenes al pretender cambiar el sistema por la vía de la violencia. Pagaron por ello.
El amor y la admiración a don Eugenio no debería impedirnos ver algo que el propio empresario, siempre un hombre objetivo, habría reconocido: se necesitaba además de idealismo mal dirigido y mucha imprudencia juvenil, bastante valor para tratar de acabar por la fuerza con un aparato político y económico tan poderoso.
¿Cuál es el problema de admitirlo con honestidad intelectual casi cincuenta años después?
No se trata de que alguien como Enrique elogie guerrilleros si no quiere hacerlo, pero al menos debería eliminar las comillas. Solo eso...


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