Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Excélsior, 26 de enero de 2010
PAN: jamás con el PRI
Si no ocurre algo muy especial, anoche, el CEN del PAN debe haber aprobado las alianzas con el PRD en varios de los estados que tendrán elecciones este año. Hasta ahora, pese a las declaraciones de algunos de los principales personajes involucrados, no hay programa alguno que sustente esos acuerdos, sólo la decisión común de sacar al PRI de los gobiernos locales, lo que en sí mismo no estaría mal, pero las preguntas obligadas son para hacer qué, con qué propuestas, en qué cambiaría la situación. Porque una de las grandes paradojas de toda esta historia es que se quiere sacar al PRI del poder… recurriendo en casi todos las casos a ex priistas.
La declaración del presidente nacional del PAN, César Nava, el pasado fin de semana en ese sentido, no tiene desperdicio. Dice César que nunca harán alianzas con el PRI porque tienen “diferencias históricas profundas”, pero que por eso mismo pueden hacerlas con el PRD. Es una locura por donde se lo vea: ¿con quién hizo los acuerdos el PAN desde 1989 en adelante para sacar la agenda de reformas en el periodo salinista?, ¿con quién llegó a acuerdos que pasaron primero por las tristemente célebres concertacesiones, para alcanzar luego una real alternancia en el poder?, ¿de dónde han salido, buenas, malas o feas, las reformas que han marcado este sexenio o los anteriores?, ¿no hubo por lo menos un acuerdo tácito entre el PAN y el PRI después de las elecciones de 2006 para hacer respetar la Constitución y las demás leyes, incluido, como se ha dicho, la toma de posesión presidencial?, ¿no fueron juntos a las elecciones de Chiapas en agosto de ese mismo año?, ¿de qué habla Nava al mencionar que con el PRI tienen “diferencias históricas irreconciliables”, pero con el PRD no?,¿están ideológicamente más cerca de López Obrador o de Fernández Noroña que de Beatriz Paredes o Beltrones?, ¿de dónde salen prácticamente todos los candidatos que van a postular? Xóchitl Gálvez es independiente, pero mi amigo Gabino Cué fue un alto funcionario gubernamental en gobiernos priistas; José Rosas Aizpuru era hasta hace muy poco militante activo del PRI, al que dejó porque no obtuvo la candidatura en Durango. Como son ex priistas un altísimo porcentaje de los dirigentes del PRD y partidos afines.
No descalifico a ninguno de ellos, a algunos los aprecio muy sinceramente, pero, ¿alguien puede creer que no conservan rasgo alguno de su pasado político? El problema no es que lo tengan: en realidad, toda nuestra clase política se terminó formando, para bien o para mal, bajo el influjo del PRI y sería imposible que fuera diferente después de siete décadas de gobiernos del tricolor. ¿En donde se iba a formar una verdadera clase política?
El problema es la ceguera de la dirigencia panista, si cree que podrá sacar su agenda política y legislativa a base de una alianza con el PRD que no se percibe ni siquiera cercana. Es más, cuando se ha avanzado en ella en temas legislativos, como en la reforma fiscal, la energética o la electoral, los resultados han sido pobres e insuficientes, precisamente porque es difícil hacer coincidir posiciones antagónicas en la mayoría de esos temas: de allí surgieron Frankensteins legislativos y habrá que ver qué nos resulta de las alianzas electorales.
No estoy en contra de las alianzas, pero éstas han sido procesadas exactamente al contrario de lo que se debería hacer para que la gente no desconfíe de ellas y termine con una peor opinión aún de los partidos, como se muestra en la encuesta de Ulises Beltrán y Asociados que publica Excélsior y en la cual sólo 27% respalda la alianza PAN-PRD (no deja de ser significativo que ese porcentaje equivale prácticamente a la mitad de la votación que sumaron ambos partidos en julio pasado). ¿Cómo se procesa una alianza independiente, ciudadana? Se renuncia de inicio al partido de militancia, se integra un comité civil representativo que impulse un programa concreto, luego se pide apoyo de los partidos a ese programa y a partir de allí se construye la candidatura. Aquí se actuó exactamente al revés y por eso la desconfianza ciudadana: los partidos se ponen de acuerdo en cuotas y posiciones, no establecen un programa, sin embargo, negocian un candidato y lo lanzan para ganar espacios de poder.
Es verdad, con estos acuerdos se minarán, si ganan, bases electorales muy importantes del PRI. La pregunta es a dónde irán a parar esas bases si algún día se las quitan al tricolor. Porque eso ocurrió en el DF y el mismo Nava, el domingo, dijo que en la capital había que luchar contra el gobierno clientelista y autoritario de sus ahora aliados perredistas.
Toda nuestra clase política se terminó formando, para bien o para mal, bajo el influjo del Revolucionario, sería imposible que fuera diferente después de siete décadas.
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