19 nov 2010

Felipe González y Millas

Entrevista de Juan José Millas a Felipe González (Una lectura para México)/Juan Eduardo Martínez Leyva
El domingo siete de noviembre, el escritor español Juan José Millas, publicó en el periódico El País una larga entrevista con el ex presidente Felipe González. El escritor y el político coincidieron en un viaje entre Madrid y Manresa, tiempo que aprovecharon para entablar una charla en la que se hicieron y se contestaron más de medio centenar de preguntas sobre el pensamiento y la vida, del que tal vez sea en la actualidad, el personaje político más respetado en España.
Los temas abordados abarcan aspectos de su vida privada, y pinceladas sobre su concepción de la economía de mercado y del liderazgo. La entrevista fue difundida ampliamente entre los medios de comunicación española y discutida por los actores políticos, quienes se centraron en una confesión que hizo González respecto a su decisión de no eliminar físicamente a todos los dirigentes de la organización terrorista ETA, reunida en una población del sur de Francia, alrededor del año 1990. "Todavía no se siquiera si hice bien o hice mal", declaró Felipe González. Esta sobre reacción del público español sobre la indecisión del ex presidente respecto a ETA, refleja el estado de ánimo que tienen los españoles en relación con el tema del terrorismo, todavía el 19 de noviembre esta frase fue objeto de discusión en el parlamento español. Sin embargo, ello impidió hacer una lectura más amplia de los temas, también relevantes, que trató en su entrevista.
Felipe González, un hombre de sesenta y ocho años, conserva la lucidez de pensamiento y su memoria ha acumulado tanto conocimiento y experiencia que siempre es estimulante poner atención a lo que dice. No obstante que ha decidido no asumir responsabilidades burocráticas o políticas, sigue siendo un hombre de estado, en el sentido más amplio del término.
La relación entre el sector militar y el poder civil
Un aspecto que hay que resaltar de la entrevista tiene que ver con la relación siempre tirante entre el poder civil construido democráticamente y el poder militar. Sobre todo, porque es una enseñanza para comprender una de las consecuencias que seguramente tendrá la guerra contra el narcotráfico que está librando el gobierno mexicano. "Incluso en las democracias más consolidadas ha habido siempre una lucha subterránea entre el poder civil y el militar." Los presidentes democráticos tienen poco margen de maniobra para someter a las cúpulas militares y en ocasiones tienen que someterse a sus designios e intereses.
En el ascenso de la lucha contra el narco, las fuerzas militares están llevándose una tajada cada vez más grande del gasto público y han tomado posición directiva en innumerables entidades federativas y municipios de las policías locales.
Estos recursos incrementados van creando intereses y lazos comerciales, con empresas que terminan convirtiéndose en factores de presión en la definición de las políticas de seguridad pública. La relación que se establece entre las empresas proveedoras de artículos para la guerra con los grupos políticos en el poder se convierte en una camisa de fuerza, para la reorientación del gasto en tiempos de paz. Lo difícil no es sacar al ejército a las calles sino meterlo después en los cuarteles.
El ejemplo más claro de esta dependencia de la política respecto de los intereses bélicos, la vemos en Los Estados Unidos. En nuestro país es menos visible hasta ahora, sin embargo, se presume que también es importante. "En las luchas de poder las relaciones son subterráneas: las cuatro quintas partes, como en el iceberg, no se ven. Hay excepciones como en el Vaticano, donde todo es subterráneo", dice con conocimiento de causa el ex presidente español.
En el presupuesto de egresos para el próximo año se reporta un crecimiento considerable en el gasto militar y se ha anunciado que se crearán diez y ocho nuevos regimientos y se contratarán a diez mil soldados adicionales. El poder que la guerra contra el crimen organizado le está sumando al ejército mexicano, es algo que no hemos valorado lo suficiente y ojalá no sea una de las consecuencias colaterales de las que nos tengamos que arrepentir. ¿Querrán los militares regresarse a los cuarteles algún día? Si regresan, ¿Los militares y las empresas vinculadas, aceptarán los recortes en las tajadas del gasto que ahora tienen? O, por el contrario, se resistirán e inventarán como en otros países, nuevos enemigos que combatir o nuevas guerras en qué participar? La concepción de que nuestras fuerzas armadas eran en extremo institucionales y respetuosas del poder civil, ¿habría sido afectada de alguna manera? Hasta ahora el ejército es considerado un orgullo nacional por su lealtad y respeto de la institucionalidad democrática. Después de su exposición frente a la guerra nada asegura que esto pueda seguir siendo igual.
En virtud de que no es una función constitucional del ejército perseguir delincuentes; de que las policías estatales y municipales no tienen la capacidad para enfrentarse con las poderosas mafias; y, de que las policías federales existentes han demostrado un alto grado de penetración de los criminales, ¿no habría sido una mejor opción, crear una policía nueva, bien seleccionada, entrenada para atacar al crimen organizado y acotada en el espacio y el tiempo, sin exponer a la fuerzas armadas al desgaste y los riesgos propios de esta lucha? Se dice que "el hubiera" no existe, sin embargo, ahora que se discute tanto sobre la corrección de la estrategia, considero que ésta es una pregunta pertinente.
A cerca del liderazgo.
En la entrevista, el asunto del liderazgo se aborda de diferentes maneras. En primera instancia Felipe González establece que existe una contradicción entre la manera en que se construyen los liderazgos locales, que son siempre atendiendo al reducido contexto de cada país, y por otro lado, la necesidad de contar con personas que tengan una mentalidad universal. "Las elecciones no se ganan por cómo se afronten los desafíos globales, sino por las miserias locales", "Yo sólo conozco cuatro o seis políticos con cabeza global". Supongo que este reducido número, se refiere a los políticos de todo el mundo.
El limitado perfil de los políticos nacionales genera una disfuncionalidad entre los enfoques convencionales para resolver los problemas con respecto a las soluciones prácticas posibles, es decir, realistas. Felipe lo pone de esta manera "Estamos empezando a discutir sobre un futuro que ya pasó".
Un aspecto interesante respecto al liderazgo está implícito en su relato sobre su origen social y sobre sus inclinaciones personales hacia la riqueza material. Felipe González se afilió a las corrientes socialistas no por motivos de dogma ideológico, sin por eliminación de opciones. "Mi posición no era ideológica sino anti dictaduras". "Lo que trataba de explicar el otro día en México es que yo no había ido a la política desde el adoctrinamiento político o la tradición política familiar, sino desde la repugnancia que me producía vivir en una dictadura y no tener libertad" En un escenario de opciones limitadas no tenía más que acercarse a la izquierda. Esa ausencia de dogmatismo doctrinario le permitió tener una actitud más pragmática en la solución de problemas y una visión más amplia, que lo llevó a ser considerado un gran estadista. En la entrevista revela que no es un hombre rico, que la acumulación de riqueza nunca estuvo en su interés personal. No cuenta con casa propia, cosa que algunos no creen. Su discapacidad para el enriquecimiento, hace que el respeto por el político se agrande y hace también creíble su aspecto de hombre idealista. La congruencia entre lo que se predica y lo que se es, es una característica de un liderazgo exitoso.
La fortaleza emocional, que es concebida por el ex presidente como distinta a la inteligencia emocional, es un elemento esencial del liderazgo. La fortaleza emocional es algo que se aprende con la experiencia y consiste en la capacidad para mantener la centralidad tanto como cuando te va bien como cuando te va mal. Es la entereza que evita dejarse arrastrar por el éxito o el fracaso, reflexiona.
Enumera algunas características de lo que llama el misterio del liderazgo. La primera es que no se puede ser líder si no se tiene empatía con la gente. Entender el estado de ánimo de los demás hace que la gente te sienta cercano, que sienta que la comprendes y por ello te otorga su confianza.
La segunda es que el liderazgo debe tener la capacidad de cambiar el estado de ánimo de la gente cuando éste es negativo. Para ello el líder debe creer, de la manera menos mercenaria posible, dice Felipe, en el proyecto que ofrece. Eso da más fuerza al líder.
En tercer lugar, está la capacidad para transmitir que el proyecto que propone el líder vale la pena seguirlo, aunque implique sacrificios y esfuerzo para la población. Cuando la gente hace algo que le afecta pero no hay nadie que le explique convincentemente hacia dónde lleva esto, se pierde la credibilidad y se acrecienta el rechazo. La duras medidas que en ocasiones tienen que tomar los gobiernos para resolver los temas económicos o de seguridad, y dada la incapacidad de los dirigentes para hacer que la población las entienda, son ahora las principales fuentes de críticas a los dirigentes en casi todos los países occidentales.
En cuarto lugar, el líder debe tener una comprensión de la sociedad moderna. "El arte de gobernar es algo más que la administración de las cosas. Es la capacidad de hacer de una sociedad plural en las ideas, diversa en los sentimientos, y contradictoria en los intereses, un proyecto común que interese a todos en mayor o en menor medida" Lo que se gobierna es la complejidad.
En quinto lugar, el líder debe ser una figura que mantenga un discurso inteligente con contenido político. Ahora mismo, en todos los países democráticos, el liderazgo está en mano de los publicistas y la discusión de las agendas para resolver los problemas que aquejan a las sociedades, pasaron al olvido. Narra una conversación que tuvo con Henry Kissinger, en el aeropuerto de Washington. "Mira, Felipe, la política ya está en manos de gente que te hace discursos pseudoreligiosos y simplistas y que son más bien ofertas de ventas de electrodomésticos…Ha desaparecido de tal manera el debate de ideas, el contraste de ideas, estamos en una simplificación tan grande de la política, que ha dejado de interesarme", le expresaba decepcionado el político norteamericano. Más adelante señala González que la democracia se ha convertido en mediocracia. En los dos sentidos del término: democracia mediática y mediocre. La televisión como actor central ha sido causante de la banalización de la política.
Los problemas del liderazgo que plantea Felipe González no pueden ser más ciertos para el entorno mexicano actual. Por más que volteamos a nuestro alrededor no encontramos a los líderes en los términos planteados por él. Por el contrario, confirmamos la idea de que los ciudadanos elegimos gobernantes de la misma manera que consumimos en el supermercado. Atendiendo más al empaque del producto vendido, que ha su contenido. Personajes sin empatía con el sufrimiento, los temores o las expectativas de la gente y, con una estrecha visión, que no va más allá de sus intereses inmediatos o sus prejuicios ideológicos.
El inconveniente retraso permanente de las reformas estructurales en México es un claro reflejo de la incapacidad de los líderes para comunicarlas y para asumir los supuestos costos políticos de su instrumentación. Las reformas necesarias están sobre discutidas y entre las cúpulas de todos los grupos políticos existe consenso en la orientación que dichas reformas deben seguir. Sin embargo se han convertido en temas tabú en las agendas políticas de todos los partidos. No se quiere hablar de reforma laboral, por el temor de ser sancionados en las urnas por los trabajadores sindicalizados, aunque los beneficios a mediano plazo sean mayores para toda la población trabajadora. Ningún político quiere promover reformas a favor de la competencia y en contra de los monopolios u oligopolios, por miedo a quedar excluidos de los beneficios que les ofrecen los poderosos grupos económicos que están detrás de ellos, no obstante que todas las recomendaciones para elevar la competitividad de la economía lo aconsejan. No hemos podido hacer la reforma fiscal que desde hace muchos años requiere el país, porque se teme afectar intereses corporativos o de grupos económicos. Lo mismo sucede con la reforma educativa y la lista es muy larga. Aquí vale la visión de Felipe González en el sentido de que los liderazgos se construyen sobre nuestras miserias locales y no por el interés global.
Hay un aspecto del liderazgo actual que no trata el ex presidente en su entrevista pero que, otro español comentó recientemente en México, con motivo de la presentación de su nuevo libro titulado Historia de la Filosofía: sin temor ni temblor.". Se trata del problema de las expectativas que genera el liderazgo mesiánico. El filósofo y novelista Fernando Savater declaró entonces sobre los peligros de lo que la gente se imagina acerca del líder salvador. El riesgo es que la gente se desencanta fácilmente cuando éste llega a tener el poder, porque la capacidad de realización ya en el gobierno, queda muy por debajo de lo que realmente puede lograr. El pueblo espera la llegada al poder de un mesías que resolverá todos los males que les aquejan. Los problemas son tan complejos y los instrumentos con que cuenta tan limitados que la gente se decepciona y termina odiando a aquel que antes amaba.
En México, y en muchos países de Latinoamérica, ahora mismo existe un cierto desencanto con los regímenes democráticos porque piensan que éstos no son eficaces. Los líderes en campaña tienen la tentación de ofrecer cosas más allá de sus posibilidades, que los ciudadanos más temprano que tarde terminan cobrándoles la factura. Savater ironizaba con la Revolución Francesa. Los franceses pensaban irracionalmente que iban a ser mejores con ese movimiento. Los poetas creían que iban a lograr mejores versos, los pintores podrían mejorar su técnica, los delincuentes se reformarían, los políticos serían sensibles y buenos gobernantes. Como nada de eso sucedió se oía decir a los franceses poco tiempo después: "¡A la mierda la Revolución Francesa!"
La economía de mercado.
En el tema de la economía de mercado Felipe González, plantea un desafío y una provocación para el pensamiento de izquierda tradicional. Señala con mucha claridad que: "Entre las libertades básicas del ser humano, una de ellas es la iniciativa económica. Es decir, yo tengo la iniciativa, hago lo que quiero respetando los límites de la Ley y a los demás. De la libertad económica surge el mercado. Si cercenas la libertad de iniciativa económica, estás cercenando una de las libertades –no sé cuán importante es- del ser humano".
Felipe González no niega por principio que pueda existir, al menos conceptualmente, un modelo alternativo al sistema de mercado, pero aclara que ese sistema no lo ve en el horizonte. Dicho esto, aclara que no está de acuerdo como el mercado funciona actualmente porque, en lugar de que la sociedad imponga las reglas al mercado, es éste el que impone su dictadura a la sociedad. "El sistema no tiene marco regulatorio, está librado a su propia fuerza, sin una alternativa que lo contenga, y se confía en esa mierda (palabra probablemente de influencia francesa, el paréntesis es mío) de la mano invisible del mercado que lo convierte en un casino sin reglas. Es peor que el casino porque el casino tiene reglas". Pero como la mano invisible es una falacia, se da la paradoja de que el mercado sin reglas exige al estado, por una parte, que lo rescate con dinero de los contribuyentes o de los ahorradores las veces que el mercado falla. Pero cuando ya se encuentra a salvo, por la otra, exige que se reduzca dramáticamente el déficit y el endeudamiento, para no tener competencia estatal. Esta es la paradoja de la sociedad norteamericana actual, pero también de la Europa occidental. En el futuro, se agotará la pasividad de los ciudadanos para aceptar estas injustas actuaciones de los gobiernos a favor de la economía de mercado, y tal vez, "estamos ante la última oportunidad de una reforma seria del funcionamiento del sistema".
En otra ocasión le escuché al propio Felipe González, aquí en México, una anécdota que refleja mucho su visión de la fatalidad de vivir en una economía capitalista y, al mismo tiempo el pragmatismo con el que se enfrentó a ella, siendo gobernante. Un personaje de la política exterior estadounidense, no recuerdo si fue el propio Kissinger, se entrevistó con él en la víspera de la toma de posesión como presidente de España. Este personaje, preocupado por la orientación que tendría el nuevo gobierno socialista, le preguntaba al futuro presidente si iba a nacionalizar la banca. González contestó que no estaba en sus planes y explicaba por qué. Ante la incredulidad del personaje americano y la insistencia de la pregunta, Felipe González le contestó: ¡Bueno acaso piensa que soy un político torpe! Creo que usted tiene una grave confusión, le espetó. Usted piensa que ser de izquierda y ser tonto son la misma cosa. Este pragmatismo y la ausencia de un dogma doctrinario, lo llevó a contribuir de manera notable en la impresionante transformación de España. Respecto a su pragmatismo, Felipe se defiende, diciendo que sí y no, es un hombre pragmático. "Sí por pragma se entiende la idea griega de trasladar a la realidad las ideas, sí. Si por pragmatismo se pudiera entender aquello que beneficia a tus propios intereses, entonces no".
El concepto de empleabilidad.
Es conocido que Felipe González ha hablado mucho acerca de que la cultura española (y por extensión hereditaria digo yo, la mexicana), carece de una visión emprendedora entre los individuos. "Falta en el país la cultura emprendedora ligada a la iniciativa con riesgo". Lo novedoso, ahora, al menos para mí, es el uso del concepto de empleabilidad.
En la sociedad moderna, el avance tecnológico y la competencia de los mercados globales, hacen que las empresas que se retrasan quiebren y las personas se queden sin empleo. El verdadero problema no es la pérdida del empleo, sino la incapacidad de la propia sociedad para generar la oportunidad para que los recursos y los el individuo puedan volver a emplearse.
"El problema es estar preparado no para defender de manera numantina un puesto de trabajo que se lleva por delante un cambio tecnológico, sino para ocupar otro puesto de trabajo en la empresa o fuera de ella. Por eso hablo de empleabilidad, un concepto infinitamente más serio que en el que estamos (el del empleo)."
Este enfoque reitera algo que ya han establecido algunos investigadores, en el sentido de que la mejor ventaja competitiva que puede tener un país es contar una población educada, no sólo en los conocimientos convencionales, sino sobre todo en el desarrollo de las habilidades para adaptarse al uso de nuevas y cambiantes tecnologías. La capacidad para aprender y desaprender con rapidez es lo que sustenta la idea de la empleabilidad.
Se acepta que en la economía mundial abierta y competitiva habrá siempre perdedores y ganadores. El asunto es cómo lograr que los perdedores sean siempre perdedores provisionales.
México inició un proceso de modernización parcial de su economía con la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio con Norteamérica. Se murieron muchas empresas y se perdieron muchos empleos, otras sobrevivieron y se adaptaron. Hubo incluso nuevas empresas. Sin embargo, la tasa de destrucción fue mucho mayor a la tasa de creación. En otras palabras, hubo más perdedores que ganadores. Lo anterior, en parte fue así porque la apertura fue selectiva y las reformas internas quedaron inconclusas. Se mantuvieron en la oscuridad proteccionista sectores muy importantes para la competitividad de las inversiones, como las telecomunicaciones, los transportes, la energía, el sector financiero, entre otros.
Ahora, justo estos sectores protegidos, son un lastre para aumentar la competitividad de la economía nacional. Se han convertido en instrumentos de exacción ilegítima del ingreso de los ciudadanos y de las empresas, así como, de presión política.
La apertura acelerada no estuvo asociada a un incremento suficiente de la inversión. El nivel y la orientación educativa de la población, insuficiente y rígida, hicieron su parte. El resultado es una economía con una escasa capacidad para el crecimiento y con una tendencia a agudizar la desigualdad social.
Termino este artículo, con el párrafo que el escritor Juan José Millas inicia su entrevista. "Felipe González habla cargado de razón al modo en que las pistolas hablan cargadas de balas. Quiere decirse que más que pronunciar las palabras, las dispara envueltas en el humo del Cohíba. Pero también habla cansado, como un poco harto de que la realidad no acabe de organizarse de acuerdo con sus deseos. Habla asimismo como el señor mayor que es, pero también como un chico joven fascinado por las nuevas tecnologías y por los retos de la vida contemporánea. No es todo: a ratos se manifiesta como un hombre pragmático y a ratos como un idealista."

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