La
década chino-americana/Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU’s Stern School of Business, Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford University, and Academic Board Chairman of the Fung Global Institute in Hong Kong.
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.
Project
Syndicate | 27 de mayo de 2013
La
cumbre de California entre el presidente Barack Obama y el presidente chino Xi
Jinping, a celebrarse el 7 y 8 de junio, llega en un momento en que las
tensiones entre las dos potencias más importantes del mundo se han
intensificado. Pero las temas de disensión – que van desde el hacking
informático hasta el preeminente giro en la atención de la política exterior de
los EE.UU. hacia Asia, que se conoce como “pivotear” hacia Asia – no deben
llevarse toda la atención. Si Obama y Xi se atreven a debatir estos temas y
comienzan a trazar un rumbo consensuado para la siguiente década, podrían
descubrir que tienen mucho en común.
Los
siguientes diez años se caracterizarán por importantes ajustes estructurales y
cambios en las economías individuales, así como por una inmensa reconfiguración
de la economía mundial en su conjunto. Sobre todo, mucho depende de las
políticas adoptadas por las dos economías más grandes del mundo: China y los
Estados Unidos, y de la cooperación y liderazgo de ambos en la generación de
bienes públicos mundiales y el mantenimiento de un entorno económico estable y
abierto.
Se
necesitará de cooperación en muchas áreas. Una es la administración de los
recursos naturales y el medio ambiente. El crecimiento de China y de los países
en desarrollo conducirá a una duplicación de la producción mundial en 10 a 15
años y probablemente a una triplicación en los siguientes 15 años. El modelo de
crecimiento en que se apoyaban en el pasado los países desarrollados y los
países en desarrollo no funcionará si la escala se duplica o triplica. El
clima, la ecología, los alimentos, el agua, la energía y la habitabilidad no
resistirán la presión.
Los
problemas mundiales son difíciles de resolver. Un punto de partida productivo
sería la cooperación entre China y los Estados Unidos en cuanto a eficiencia y
seguridad energética, crecimiento más ecológico y cambio climático.
El
doceavo plan quinquenal establece ambiciosas metas en esas áreas. En los
Estados Unidos el progreso en este sentido se encuentra algo más
descentralizado, aunque se han adoptado nuevas políticas a nivel nacional,
incluyendo los estándares de ahorro corporativo promedio de combustible (CAFÉ)
para automóviles. Debido al aumento del petróleo de esquisto y el gas, los
Estados Unidos también está dispuesto a independizarse energéticamente
disminuyendo su dependencia al carbón. Para ello, ya ha rebajado sus
emisionesde carbono per cápita.
La
complementariedad de las economías de China y los Estados Unidos está cambiando
rápidamente pero sin perder su importancia. En el pasado, los Estados Unidos
proporcionaba un gran mercado abierto, inversión extranjera directa y
tecnología, en tanto que China facilitaba componentes que empleaban mucha mano
de obra a bajo costo en cadenas de fabricación mundial clave. Hoy en día, China
brinda un gran mercado de rápido crecimiento para un amplio conjunto de bienes
que antes eran inaccesibles. El país asiático producirá y absorberá cada vez
más nuevas tecnologías. En el proceso, suprimirá los trabajos de menor valor
agregado en su sector exportador a medida que la producción se traslada a
países en desarrollo con costos más bajos.
Dependiendo
de las políticas en ambos lados, China también podría convertirse en un
inversor extranjero directo en la economía de los Estados Unidos en una amplia
variedad de áreas, incluyendo infraestructura. Estados Unidos continuará
brindando un gran mercado abierto, incluso a medida que el papel de China en
abastecerlo mejore en cuanto a valor agregado y a cadenas mundiales de
suministro. También continuará brindando, compartiendo y absorbiendo tecnología
y talento humano, permaneciendo en el sitial principal del sector de educación
superior y de investigación básica y aplicada.
Claro
está, también existe un sano elemento de competencia. Las marcadas diferencias
en ventaja comparativa que eran evidentes hace dos décadas, están disminuyendo
a medida que se reduce la brecha en los ingresos, profundidad de capital
(incluyendo capital humano) y capacidades. Las multinacionales chinas con
marcas reconocidas empezarán a hacer su aparición, tal como lo hicieron en
Japón y Corea, competirán con multinacionales de una amplia variedad de países
y serán artífices de las cadenas mundiales de suministro. La competencia justa
y basada en reglas en una economía mundial en rápida expansión está lejos de
ser un juego de ganadores y perdedores.
Los
lineamientos de los cambios estructurales necesarios para dirigirse hacia un
patrón de crecimiento más sano y más sostenible en la década venidera están
relativamente claros en China. Las preguntas restantes tienen que ver con la
implementación de políticas y el desarrollo institucional – cuestiones que
serán aclaradas en el transcurso de este año, a medida que los nuevos líderes
de China formalicen y comuniquen sus prioridades de reformación.
Mientras
tanto, la economía de los Estados Unidos conserva muchos elementos de dinamismo
y flexibilidad. Sin embargo, aunque el crecimiento del PIB parece estar
retornando lentamente a su potencial, el lento ritmo de recuperación de la tasa
de empleo y los cambios seculares residuales en la distribución de los ingresos
siguen siendo motivos de preocupación. Particularmente, la transferencia de
ingresos de aquellos que ahorran menos a aquellos que ahorran más implica una
incertidumbre acerca del restablecimiento de la demanda agregada.
La
polarización política se ha convertido en otra fuente de incertidumbre. Muchos
centristas concuerdan en que una política fiscal óptima debería ofrecer
incentivos a corto plazo, un plan multianual de reducción de déficit a mediano
plazo y medidas para reducir pasivos a largo plazo, especialmente si la
reducción de gastos protegiera inversiones del sector público orientadas al
crecimiento. No obstante, eso es difícil de alcanzar en un contexto de
desapalancamiento y fijación con la deuda.
Si
las tendencias actuales continúan, con la economía de los Estados Unidos
recuperándose a un ritmo lento pero constante, el patrón de convergencia con
China continuará. Asia Oriental, en conjunto, sobrepasará a los Estados Unidos
en términos de PIB agregado para el año 2015, con China contribuyendo la
proporción más alta del total. Las proyecciones indican que el PIB de China
alcanzará al de los Estados Unidos y Europa en 10 a 15 años, momento en el que
(si no antes) el PIB real de China y de los Estados Unidos sobrepasará los $25
millones de millones (en precios del año 2012), más de tres veces el PIB actual
de China. Cada uno representará aproximadamente un 15% de la producción
mundial.
Y
con todo, este cambio vendrá acompañado de desafíos e incertidumbres económicas
mundiales muy importantes, recalcando la importancia de la cooperación
chino-americana. Una relación constructiva y cooperativa puede aportar
significativamente a los esfuerzos de ambos países en adaptar sus políticas e
instituciones para alcanzar patrones de crecimiento sostenibles e inclusivos.
Más
allá de los beneficios bilaterales, el resto de la economía mundial depende del
liderazgo chino y estadounidense, tanto en términos de crecimiento como en
asuntos concernientes a gobernabilidad y coordinación económica mundial. El
mundo se enfrenta colectivamente a temas como la apertura comercial y
económica, la estabilidad y regulación financiera, la seguridad energética, el
cambio climático y muchas otras más. Es muy difícil imaginar un reordenamiento
y progreso mundial exitoso sin China y los Estados Unidos tomando la delantera
en el proceso.
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