Evila nos conmovió a todos en cárcel de Juárez con el Papa Francisco.
El día que me dieron mi sentencia alguien me dijo, ya no te preguntes más “¿Por qué estás aquí?” Mejor pregúntate “¿Para qué estás aquí?” ..
Évila Quintana Molina fue la encargada de
dar su testimonio en representación de los presos, hombres y mujeres, del
Centro de Reinserción Social (Cereso) número 3 en Ciudad Juárez.
Muy
buenos días, antes de iniciar mi intervención quiero darle la bienvenida a
todos los que hoy nos acompañan en la gran alegría de recibir al Santo Padre.
Santo
Padre, Francisco, es para mí un honor ser la voz que representa los miles de
hombres y mujeres que nos encontramos tras los muros y rejas de una prisión
enfrentando procesos o cumpliendo alguna sentencia que por errores o malas
decisiones cometidas en el pasado nos trajeron a este lugar.
Su
presencia en este centro es un llamado a la obra de misericordia para los
internos de una prisión y sus familias. Es también un llamado para aquellos que
se olvidaron de que aquí hay seres humanos pues aunque seamos transgresores de
la ley del hombre y pecadores, la mayoría de nosotros tenemos la esperanza de
la redención y en algunos casos la
voluntad de conseguirla. Y es justo en estos lugares donde se pone a prueba tu
fe, la fortaleza de tu espíritu.
Desde
este lugar donde no importa quién eres del otro lado de los muros, donde tu
compañero de celda se convierte en parte de tu familia, donde compartes la mesa
con extraños que se harán parte de tus días y donde todos somos iguales hasta
en nuestra vestimenta, así como somos iguales ante los ojos de Dios. Esta
experiencia nos va transformando.
Al
inicio de este viaje llamado cárcel nos sentimos expuestos, vulnerables, solos,
física y emocionalmente, parte de nosotros se ha ido pero será en nuestro
interior donde encontremos la fortaleza de como tomar o cómo vivir esta
experiencia.
En
este mundo gris donde todos los días parecen ser iguales y donde uno no es
dueño de su presente por lo tanto nuestros planes sobre nuestro futuro se convierten
en inciertos. Sin embargo, sí eres dueño de ti, de tus ganas de sobrellevar la
soledad y aventurarte a cambiar el rumbo de tu vida.
Levántate,
que tu compañeros sea un libro que te haga viajar a través de sus páginas.
Dentro de este centro las actividades religiosas constituyen un elemento
primordial en nuestro tratamiento hacia
la reinserción y se convierten en el espacio personal y familiar de reflexión y
conciencia de la magnitud de nuestros actos.
Hoy nos alegramos porque las
condiciones actuales de nuestro centro han permitido que tengamos acceso a
nuestras actividades religiosas en un ambiente donde no se nos discriminan por
ejercerlas y se nos alienta por atenderlas.
Nuestra
situación legal nos genera en ocasiones desesperanza y tristeza por eso es
comprensible que para nosotros los internos no hay tesoro mas grande que el
contacto humano con nuestros seres queridos.
Por eso agradecemos el gesto
educador y encausador de nuestros instructores, nos podemos preparar, contamos
con el tiempo de asistir a clases para no volver a ser víctimas de la
ignorancia, tomemos talleres que nos hagan desear superar nuestro pasado y
mejorar la manera en que visualizamos nuestro entorno.
Aprendamos
un oficio que nos sirva de herramienta para enfrentar la libertad con dignidad.
No todo ha terminado aquí, solo es una pausa en nuestras vidas. Es un tiempo de
reflexión sobre cómo quieres vivir y cómo anhelas que tus hijos vivan.
Trabajemos
en hacer que nuestros hijos e hijas no repitan nuestra historia, en lo personal,
la gran bendición de ver crecer a mi hija y verla convertirse en una niña
grande, hermosa de cabello largo, con esos ojos enormes que logro ver desde que
se abre la puerta de la prisión para darle paso. Su sonrisa y el verla correr a
mis brazos, me regresan un poco de vida. Un “te amo mamá” de sus bellos labios
me darán la fuerza con la que sobreviviré los siguientes días de la cárcel.
Si
la vida y nuestros actos nos pusieron en la oscuridad, tal vez no es para morir
en ella, es para que iluminemos con nuestra fe y con nuestras ganas de cambiar,
asimismo a muchos de nosotros la Palabra de Dios nos ha llevado a entender que
los muros de nuestra cárcel espiritual fueron levantados por nosotros mismos,
por nuestros vicios, por nuestras pasiones mal encausadas.
Esta
experiencia nos convierte en seres pacientes y perseverantes. Estas dos grandes
virtudes nos hacen excepcionales. Vamos
a usarlas a nuestro favor, trabajemos en nosotros mismos. Que nuestro futuro se
convierta en el proyecto de nuestras vidas. Fortalezcamos nuestro espíritu, que
a donde vayamos, llevemos amor, de esta manera llevaremos a Dios, pues Dios es
amor.
El
día que me dieron mi sentencia alguien me dijo, ya no te preguntes más “¿Por
qué estás aquí?” Mejor pregúntate “¿Para qué estás aquí?” Un día me encontraba
triste de saberme lejos de casa sin mi hija ni mi familia y en mi interior
pensé: “Yo acepto tu voluntad, Señor” y le dije: “Señor, sólo déjame ver que
tus planes son mejores que los míos. Y fue justo entonces cuando encontré la
respuesta de “¿Para qué estoy aquí?
Santo
Padre, el único mérito que tengo para ser yo quien se dirige a Su Santidad es
el uniforme que hoy porto como interna. En este centro de reinserción con una
población mayor a 3 mil hombres y más de 200 mujeres, estoy segura que su
visita será histórica, pues la visita que recibe un preso se convierte en el
alimento que nos nutre de fe y esperanza de pronto regresar a casa y
reencontrarnos con los nuestros.
Nos
sentimos profundamente bendecidos por cobijarnos con su presencia, a nuestro
país México, a nuestro Estado Chihuahua y en especial a Ciudad Juárez. Santo
Padre, queremos agradecerle el tomarnos en cuenta y traernos la ternura y la
caricia de Dios a quienes nos encontramos reunidos. Aquellos quienes clamamos
por el perdón de Dios y de la sociedad, porque también somos parte de ella y
por supuesto del Pueblo de Dios.
Su
Santidad habla nuestro idioma, pertenece a nuestro bello continente, lo que lo
hace muy cercano a nosotros y hoy Su Santidad se ha hecho uno de nosotros en la
cárcel al hacer propias las palabras de la Sagrada Escritura del apóstol San
Pablo a los hebreos que a la letra dice: “Acuérdense de los presos como si
estuvieran presos con ellos”.
Gracias
por acordarse de nosotros, por su sencillez, por su humildad. Sé que Usted, más
que nadie nos entiende. Le pedimos considere en sus oraciones a nuestras
familias que son víctimas de agresiones a consecuencia de nuestros actos y por
supuesto a las víctimas de nuestros actos, pues todos necesitamos de la
presencia de Dios en nuestras vidas para que su misericordia no nos abandone.
Santo
Padre, téngalo por seguro que esta tarde en cada uno de nosotros, Usted dejó la
semilla de la esperanza sembrada y cuente con las oraciones de todos los presos
de la República. Sin más, Santo Padre, solo me queda decirle: “Bendito sean los
pies que vienen en el nombre de Dios”.
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