Discurso del papa Francisco con el mundo del trabajo en Ciudad Juárez, Chihuahua..
El Papa Francisco se encontró con
diversos representantes del mundo del trabajo en el Colegio de Bachilleres del
estado de Chihuahua. A continuación el texto completo de su discurso:
Queridos
hermanos y hermanas
He
querido encontrarme con ustedes aquí en esta tierra de Juárez, por la especial
relación que esta ciudad tiene con el mundo del trabajo. No sólo les agradezco
el saludo de bienvenida y sus testimonios, que han puesto de manifiesto los
desvelos, las alegrías y las esperanzas que experimentan en sus vidas, sino que
quisiera agradecerles también esta oportunidad de intercambio y de reflexión.
Todo
lo que podamos hacer para dialogar, encontrarnos, para buscar mejores
alternativas y oportunidad es ya un logro a valorar y resaltar. Hay dos
palabras que quiero subrayar: Diálogo y encuentro. No cansarse de dialogar, las
guerras se van gestando de a poquitos por la mudez y por los desencuentros.
Obviamente
que no alcanza, pero hoy en día no podemos darnos el lujo de cortar toda
instancia de encuentro, toda instancia de debate, de confrontación, de
búsqueda. Es la única manera que tendremos de poder ir construyendo el mañana,
ir tejiendo relaciones sostenibles capaces de generar el andamiaje necesario
que, poco a poco, irá reconstruyendo los vínculos sociales tan dañados por la
falta de comunicación, tan dañados por la falta de respeto a lo mínimo
necesario para una convivencia saludable.
Y
para eso diálogo, confrontación, fuente de trabajo que vaya creando este
sendero constructivo. Desgraciadamente, el tiempo que vivimos ha impuesto el
paradigma de la utilidad económica como principio de las relaciones personales.
La mentalidad reinante en todas partes propugna la mayor cantidad de ganancias
posibles, a cualquier tipo de costo y de manera inmediata. No sólo provoca la
pérdida de la dimensión ética de las empresas sino que olvida que la mejor
inversión que se puede realizar es invertir en la gente, en las personas, en
las familias.
La
mejor inversión es crear oportunidades. La mentalidad reinante pone el flujo de
las personas al servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la
explotación de los empleados como si fueran objetos para usar y tirar y
descartar (cf. Laudato si’, 123). Dios pedirá cuenta a los esclavistas de
nuestros días, y nosotros hemos de hacer todo lo posible para que estas
situaciones no se produzcan más. El flujo del capital no puede determinar el
flujo y la vida de las personas.
Por
eso me gustó ese anhelo que se expresó de diálogo y confrontación. No son pocas
las veces que, frente a los planteos de la Doctrina Social de la Iglesia, se
salga a cuestionarla diciendo: «Estos pretenden que seamos organizaciones de
beneficencia o que transformemos nuestras empresas en instituciones de
filantropía». La hemos escuchado esa crítica. La única pretensión que tiene la
Doctrina Social de la Iglesia es velar por la integridad de las personas y de
las estructuras sociales.
Cada
vez que, por diversas razones, ésta se vea amenazada, o reducida a un bien de
consumo, la Doctrina Social de la Iglesia será voz profética que nos ayudará a
todos a no perdernos en el mar seductor de la ambición. Cada vez que la
integridad de una persona es violada, toda la sociedad es la que, en cierta
manera, empieza a deteriorarse. Y esto que dice la Doctrina Social de la
Iglesia no es en contra de nadie, sino a favor de todos.
Cada
sector tiene la obligación de velar por el bien del todo; todos estamos en el
mismo barco. Todos tenemos que luchar para que el trabajo sea una instancia de
humanización y de futuro; que sea un espacio para construir sociedad y
ciudadanía. Esta actitud no sólo genera una mejora inmediata, sino que a la
larga va transformándose en una cultura capaz de promover espacios dignos para
todos. Esta cultura, nacida muchas veces de tensiones, va gestando un nuevo
estilo de relaciones, un nuevo estilo de Nación.
¿Qué
mundo queremos dejarles a nuestros hijos? Creo que en esto la gran mayoría
podemos coincidir. Este es precisamente nuestro horizonte, esa es nuestra meta
y, por ello, hoy tenemos que unirnos y trabajar. Siempre es bueno pensar qué me
gustaría dejarles a mis hijos; y también es una buena medida para pensar en los
hijos de los demás.
¿Qué
quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación,
de salarios insuficientes, de acoso laboral o de tráfico de trabajo esclavo? ¿O
quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, del techo decoroso y
de la tierra para trabajar? Tres T. Trabajo, techo y tierra. ¿En qué cultura
queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un
aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o,
por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación o
cambio? Generar es ser co-creadores con Dios. Claro, eso cuesta.
Sé
que lo que estoy planteando no es fácil, pero sé también que es peor dejar el
futuro en manos de la corrupción, del salvajismo y de la falta de equidad. Sé
que no es fácil muchas veces armonizar todas las partes en una negociación,
pero sé también que es peor, y nos termina haciendo más daño, la carencia de
negociación y la falta de valoración.
Otra
vez me decía un viejo dirigente obrero: con esto, como él solo, murió con lo
que ganaba, nunca se aprovechó. Cada vez que teníamos que sentarnos a una mesa
de negociación, yo sabía que tenía que perder algo para que ganáramos todos.
linda la filosofía de ese hombre de trabajo, cuando se va a negociar se pierde
algo para que ganen todos.
Sé
que no es fácil poder congeniar en un mundo cada más competitivo, pero es peor
dejar que el mundo competitivo termine determinando el destino de los pueblos,
esclavos. El lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, están al
servicio del bien común. Y, cuando el bien común es forzado para estar al
servicio del lucro, y el capital la única ganancia posible, eso tiene un
nombre, se llama exclusión y así se va consolidando la cultura del descarte, descartable,
excluyente.
Comenzaba
agradeciéndoles la oportunidad de estar juntos. Ayer uno de los jóvenes en el
estadio de Morelia que dio testimonio dijo que este mundo nos quita la
capacidad de soñar y es verdad. A veces nos quita la capacidad de soñar, la
capacidad de la gratuidad.
Cuando
el chico o la chica le da al papá y a la mamá solamente el fin de semana porque
se va a trabajar antes y se vuelve cuando está durmiendo, esa es la cultura del
descarte. Quiero invitarlos a soñar en México, donde el papá pueda tener tiempo
para jugar con sus hijos, donde la mamá pueda tener tiempo para jugar con sus
hijos y eso lo van a lograr dialogando, negociando, perdiendo para que ganen
todos.
Los
invito a soñar el México que sus hijos se merecen; el México donde no haya
personas de primera segunda o de cuarta, sino el México que sabe reconocer en
el otro la dignidad de hijo de Dios. Y que la Guadalupana, que se manifestó a
San Juan Diego, y reveló cómo los aparentemente dejados de lado eran sus
testigos privilegiados, los ayude a todos. Tengan la profesión que tengan,
tengan el trabajo que tengan, a todos. En esta tarea de diálogo, confrontación
y encuentro. Gracias.
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