El islám, más allá de ISIS y Trump/Ana Gutiérrez
Revista Semana, 31 de enero de 2017..
Donald Trump ha firmado una polémica orden ejecutiva que le cierra la frontera de Estados Unidos a siete países islámicos por 90 días y a refugiados sirios por 120. Hablamos con dos historiadores para entender por qué la medida ignora la diversidad y las creencias de una religión practicada hoy por casi dos mil millones de personas.
El 27 de enero Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, firmó una orden ejecutiva para "proteger al país de la entrada de terrorista extranjeros". En plata blanca, la medida impide el ingreso al país norteamericano durante 90 días de gente de Libia, Sudán, Siria, Irak, Irán, Yemen y Somalia, siete países con una mayoría musulmana de habitantes. No importa que los afectados tengan visas o hasta tarjetas de residencia. A su vez, la orden afirma que Estados Unidos no recibirá durante los próximos 120 días inmigrantes de Siria, donde se libra el conflicto más cruento de la actualidad, y su veto es por ahora indefinido.
La orden ejecutiva, elaborada en gran medida por Steve Bannon, la mano derecha de Trump, no tardó en sucitar una ola de protestas en los aeropuertos de Nueva York, Chicago, Dallas, Boston, entre muchas otras ciudades norteamericanas. Si bien ningún estadounidense ha muerto en un ataque terrorista perpetrado por un ciudadano de uno de esos siete países, la medida dejó sin puerta de entrada a un sinfín de científicos, estudiantes y artistas como Asghar Farhadi, el cineasta iraní ganador del Óscar que está nominado a los galardones este año. Cabe aclarar que esta nueva política no hubieran prevenido los ataques más recientes en Estados Unidos: los actores de las matanzas en Orlando y San Bernardino y el ataque del 11 de septiembre no provenían de los países vetados. La medida también favorece a los refugiados cristianos por encima de los musulmanes, ignorando las realidades demográficas de los países.
En la superficie, la decisión de Trump parece ser la reacción a la violencia del Estado Islámico. Pero después de hablar con el profesor de Historia en la Universidad de Los Andes Jaime Borja y el profesor de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de Universidad Nacional Víctor de Currea-Lugo, queda claro que la orden ejecutiva surge en cambio de graves malentendidos y generalizaciones sobre el Islam, los musulmanes e ISIS. También resulta claro que, en el mejor de los casos, se trata de una medida pírrica y, en el peor, de munición con la cual ISIS podrá escalar su campaña de terror.
Para empezar, ¿qué quiere decir el mundo musulmán y el mundo árabe?
Según Borja, parte de la confusión surge por el hecho de que se confunden ambos términos. Una cosa es ser árabe, que corresponde a una región. Mucha gente dice ‘árabe‘ cuando quiere decir ‘musulmán‘, pero hay árabes cristianos y judíos, además de musulmanes. El mundo árabe es el norte África y el cercano Oriente, excluyendo a Irán, que es persa. El mundo musulmán se refiere a todos aquellos que son creyentes en la fe del Islam. El área histórica del Islam es el Norte de África, el Centro Asiático, el Sudeste Asiático y se puede incluir el Oriente de Europa, las antiguas bases del imperio turco-otomano. Por eso es importnate hacer varias distinciones, porque el mundo musulmán no está unificado, al igual que el mundo cristiano. No es lo mismo un cristiano sueco que un cristiano boliviano y lo mismo sucede con los musulmanes. No es lo mismo un musulmán libio a un musulmán indonesio.
Tanto el profesor de los Andes como De Currea-Lugo insisten en que es necesario entender al Islam como una religión de la región semita, enmarcada en la tradición judeocristiana. Dentro del Corán aparecen Jesús, Noé, la Virgen María y otras figuras que conforman el cristianismo y el judaísmo. Es clave entender que no es tan ajena a las religiones predominantes de América.
La medida de Trump solo cubre siete países con una mayoría musulmana, solo una pequeña fracción de los practicantes del Islam. Como explica Borja, lo que está en juego no es el mundo musulmán sino una buena parte de los musulmanes árabes, las principales víctimas del imperialismo y la intervención. Fueron territorios de tensión entre la Unión Soviética y el bloque occidental durante la Guerra Fría, zonas muy conflictivas.
Para entender las raíces del Estado Islámico, el historiador de los Andes opina que se debe tener encuenta el gran contexto. El problema histórico de esa región arranca con el imperialismo. En el siglo XIX, la Europa de los imperios agarró al mundo islámico y lo repartió, creó artificialmente varios países. Es importante también recordar que el islam está dentro del contexto judeocristiano. Tanto el cristianismo como el judaísmo tienen una tradición fundamentalista y el Islam también. Es un hecho inherente a la tradición de las religiones judeocristianas. Por ejemplo, dice Borja, se podría decir que el Opus Dei o el procurador Ordoñez hacen parte del fundamentalismo católico, pero también están los fundamentalistas protestantes, como el Ku Klux Klan en Estados Unidos. Trump, no hay que olvidar, está muy vinculado a las ideas del KKK, a la idea de una raza pura estadounidense que prefiere ignorar el hecho de que Estados Unidos históricamente es una nación de inmigrantes. Los judíos sionistas, por su lado, también son fundamentalistas judíos, y solo una pequeña fracción del mundo islámico es fundamentalista, pero occidente está más expuesto a ellos por un proceso de estigmatización cultural.
De Currea-Lugo concuerda: “el radicalismo político dentro de una religión y su uso instrumental no es un privilegio ni es exclusivo del Islam. Un dato importante para tener en cuenta: en el mundo hay unos 1.7 mil millones de musulmanes. Si todos fueran terroristas, no estaríamos aquí hablando”.
La gran diferencia radica en que a diferencia del mundo musulmán, en Occidente se ha vivido un proceso de secularización. En eso hay un diálogo de sordos clarísimo porque buena parte del mundo musulmán tiene una visión sacralizada de la realidad. Parte de la inspiración de ISIS es darle al Corán un espacio para que organice toda la vida social y cultural. No todo el mundo islámico ha pasado por un proceso de secularización. Eso se ha dado más en los países, como Turquía en el siglo XX, que tuvieron más contacto con el mundo occidental.
El Islam, como queda claro, es una religión masiva que no se puede categorizar fácilmente y que cambia de región en región. El terrorismo islámico se enmarca dentro de una tradición mundial de violencia atada a la religión, pero no por eso se puede condenar a una religión entera. Es más, su difusión, en países tan disímiles como Indonesia o Surinam, prueba lo contrario: “En un sentido histórico, la sociedad musulmana es una sociedad de la tolerancia. Logró la convivencia con judíos y cristianos en España, se pudo implantar en lugares como Europa Oriental, India y China. Es una de las religiones más tolerantes” afirma Borja.
Según De Currea-Lugo, quien está de acuerdo, “lo que más daño hace le hace al mundo musulmán son las falsas percepciones y lo que la gente cree que es el Islam. Por ejemplo, la gente dice que es una religión violenta. ¿Dónde en el Corán dice que hay que matar a los no creyentes? Aclaro que no soy musulmán, soy ateo, de hecho, pero he encontrado por lo menos seis partes del Corán que dicen que es prohibido imponer la fe religiosa por medio de la violencia. Entonces en ese sentido lo que hace el Estado Islámico pues no es precisamente una práctica musulmana. La segunda cosa es la confusión que hay en la instrumentalización del islam y la práctica del Islam real. Así como el cristianismo no son las cruzadas ni la pedofilia de los curas, decir que el Islam es el velo de las mujeres el igual de falso. La gente confunde la política de los estados con la religión, como ocurre en el caso de Arabia Saudita, y entonces dicen que eso es el Islam. Una cosas es el régimen político y otra cosa es la fe religiosa. Es un error hablar de “la nacionalidad musulmana”. La religión no es una nacionalidad, nadie habla de la “nacionalidad cristiana””.
Los errores que destaca De Currea-Lugo tocan el corazón de la política de Trump, la cual declara que en un futuro cercano los refugiados sólo podrán proceder de países que tengan suficientes garantías en pie para “asegurar la seguridad y bienestar de Estados Unidos”. El nuevo presidente los observa como si fueran sospechosos, en vez de acatar la Convención de Ginebra, que requiere que la comunidad internacional acepte refugiados de guerra por razones humanitarias. Por otro lado, la actitud de Trump va en contravía de la tradición de su país, que por lo menos desde la Segunda Guerra Mundial se conviritó en un líder mundial a la hora de recibir refugiados. ¿A qué se debe este cambio?
“Primero, hay un afán de buscar un enemigo común y el cuento de la guerra de civilizaciones -que es falsa-, y de la guerra contra el terror -que también es falsa- ha calado en occidente -explica De Currea- Por ejemplo, la película Francotirador [2014, dirigida por Clint Eastwood, se basa en la autobiografía del militar estadounidense Chris Kyle]. ¿Uno qué encuentra? Que todos los malos, los asesinos, son musulmanes. Y el único bueno, que tiene sentimientos, que llora, que tiene hijos, que tiene corazón, es un soldado estadounidense. Y que se dedica a matar gente. Entonces se ha fabricado a un árabe brutal y a un musulmán brutal en los medios de comunicación. El 29 de enero ametrallaron una mezquita en Quebec. ¿Cuál fue la reacción del mundo? ¿Y si hubiera sido una iglesia cristian o una sinagoga? Hay una construcción simbólica de unas víctimas de primera y unas víctimas de segunda. A veces me dicen, ¿por qué los musulmanes no piden perdón por lo que hace ISIS? Primero, lo harán cuando todos los cristianos salgan a pedir perdón por los curas pedófilos. Segundo, el 90% de los muertos del estado islámico son musulmanes, no es una guerra entre cristianos y musulmanes. La inmensa mayoría de los que han peleando contra el Estado Islámico son otros musulmanes. No es una guerra de civilización ni en términos de discurso ni de práctica ni de combatientes ni en número de muertos”.
Lo más preocupante de la orden ejecutiva de Trump, entonces, no es su efecto práctico, dado que ha encontrado oposición en los habitantes de su país y en todos los niveles del gobierno estadounidense. Es su valor simbólico, y su capacidad para terminar haciendo lo opuesto: fomentar el terrorismo islámico. De Currea-Lugo lo resume así “¿cuál ha sido el gran motor del Estado Islámico? Aparte del terreno que controla ha sido la publicidad. La campaña mediática del Estado Islámico es absolutamente masiva y bien hecha. La actitud de Donald Trump ayuda a esa campaña. Medidas como bombardear Siria e Irak o cerrar la puerta a la migración de refugiados sólo aumenta el odio y favorece la radicalidad. Cuando a una persona que duda le cierran los caminos, va a usar el único camino que le queda. El cierre de libertades democráticas termina por alimentar al Estado Islámico, justificarlo entre ciertos círculos ante ciertos públicos”
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