Amado y Margarita
Una de las imágenes más conocidas de Amado Nervo. Foto: Especial
Guadalupe Loaeza
Reforma, Cd. de México (08 enero 2017).- Hoy comenzamos una nueva serie, dedicada a los amores secretos. Desde hace mucho que tenía el deseo (también secreto), de hablar de este tipo de amores. Todos tenemos un amor público y uno secreto. Ese amor secreto puede ser no nada más una persona, sino una ficción, una pasión o un amante. Se dice que el verdadero amor de Borges era la actriz de cine Ava Gardner, a la que nada más conoció muy joven, en las funciones de cine, cuando todavía podía ver. Así que esos amores de la fantasía también juegan un papel muy importante en la vida de las personas. Hay personajes enamorados de sus pasiones, como Franz Kafka, que traicionaba a sus novias con la escritura. A veces, se cuenta que se escondía de ellas, no se dejaba ver, y cuando más celosas estaban y más le reclamaban, el escritor checo tenía que confesar que había estado escribiendo. Pero, naturalmente, el más interesante de los amores secretos es el inconfesable, la pasión escondida, las amantes y las casas chicas. En ese sentido, México tiene un tesoro inapreciable. Presidentes, diputados, cantantes, pintores, toreros y poetas han tenido sus amantes y sus casas chicas. Por alguna razón, se dice que el hombre quiere más a su amante que a su esposa, de ahí que tengamos que explorar en ese doble fondo que muchas personalidades tienen y en el que guardan sus verdaderos amores.
¿Tendrán amores secretos nuestros héroes nacionales?, ¿los mejores pintores?, ¿los grandes escritores? En ese sentido, Agustín Lara, el músico-poeta, escribió: "Oye, te digo en secreto que te amo de veras". Claro, porque los boleros también tienen montones de letras en donde se exalta el secreto, como decía aquel bolero tan bonito: "En esta vida lo mejor es callar, cuando se quiere conservar un amor". De ahí que uno de los grandes consejos para el amor sea la discreción.
Para comenzar, nadie mejor que Amado Nervo, el poeta nayarita que murió en 1919 en Montevideo, Uruguay, a los 49 años. Este autor, el más popular de América cuando murió, escribió unos versos completamente estremecedores: "¿Mi secreto? Te lo diré al oído: / ¡estoy enamorado de una muerta!". De muchas cosas alrededor de este poeta me enteré gracias a la novela que escribí en coautoría con mi amigo Pável Granados, La última luna. El amor secreto de Amado Nervo. Fue entonces que leí sus textos sobre el amor, sus poemas románticos y sus cartas íntimas. Mientras avanzábamos en la escritura, me di cuenta de que estábamos ante un gran seductor, que sabía que era admirado en todas partes, que contaba con miles de lectoras que lo admiraban en España y en toda América. Pero este poeta tan público tuvo dos amores secretos, de los que no supo nadie hasta que ya tenía varios años de haber muerto.
El primero de ellos fue la famosísima "amada inmóvil", a quien le dedicó el libro que lleva este título. Se llamaba en realidad Ana Cecilia Luisa Dailliez, y el poeta la conoció en el Barrio Latino de París en 1901. Quién sabe por qué ese día que se conocieron, los dos se dieron cuenta de que ese amor era para siempre. Pero, curiosamente, ese amor era uno más de los misterios de Nervo. A nadie le dijo que Ana Cecilia existía, nunca le habló de ella a sus amigos, es posible que ni sus propios familiares hayan sabido de su existencia. Dicen que si viajaban, lo hacían por separado para que nadie los viera juntos. ¿Por qué decidieron vivir este amor secreto? Hasta ahora nadie ha podido resolver el enigma.
Una de las grandes tragedias de la vida de Nervo fue cuando Ana Cecilia enfermó, en Madrid, y murió en 1912. Entonces, el poeta se quedó a cargo de la hija que su amada le había dejado. Esta niña hermosísima fue la razón de que Nervo no cayera en la desesperación y decidiera vivir. Desde entonces, se dedicó por completo a cuidarla, a enseñarle la vida. Era inevitable que entre ambos se diera un amor de lo más profundo. No podían no quererse: Margarita era la más hermosa, la más sensible, la más alegre. Y, por su parte, Nervo era el hombre más leído de la lengua española, al que todas las mujeres de su tiempo idolatraban. Cuántas de ellas no quisieron tener un romance con él, cuántas no suspiraban con sus poemas y cuántas no le guardaron un amor hasta la muerte.
Margarita tenía quince años y Nervo 45 cuando él le declaró su amor. No era su hija, ni llevaba el apellido Nervo. No obstante, él era lo único que ella tenía en la vida. Y, a pesar de todo, Margarita le contestó: "¿Cómo decir te quiero sin añadir: papá?". ¡Pobre Nervo! Pobre de este poeta que nada más estaba acostumbrado a escuchar "sí" en todas las mujeres.
En 1918, el poeta decidió traer a Margarita a México, en donde vivían sus dos hermanas solteronas, Concha y Elvira Nervo. Con ellas, Margarita encontró una familia. Nervo viajó a Argentina, donde murió poco después.
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